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Las madres que parieron en un campo de exterminio nazi
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Anka y Eva Clarke, que nació en el campo de Mauthausen. Foto: Eva Clark / RBA

SARA MONTERO
Actualizado:10/06/2015 09:17 horas
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El mismo día que Eva Clarke conoció la vida también tuvo que batallar con la muerte. El 29 de abril de 1945 su madre daba a luz a las puertas de Mauthausen, uno de los campos de trabajo austriacos apodado el 'triturahuesos' por su excesiva crueldad, mientras sus verdugos la conducían allí junto a cientos de mujeres judías. Clarke se abrió paso entre las piernas de su progenitora y vino al mundo en una carretilla llena de piojos y rodeada de enfermas de tifus que no podían ni siquiera caminar por sí solas. De esta forma, la vida se abría paso por la fuerza entre la muerte, como si fuera una metáfora de lo que pasaría solo unas horas después: tras seis años de contienda, el dictador Adolf Hitler se suicidó junto a su novia Eva Braun, acelerando el fin de la II Guerra Mundial y la liberación de miles de judíos en toda Europa. Este 'bebé milagro' fue uno de los tres que nacieron en un campo de exterminio y sobrevivieron para contarlo. Ahora, Clarke recorre el mundo de la mano de la escritora Wendy Holden, que acaba de publicar 'nacidos en Mathausen' (RBA, 2015), contando su experiencia.

El capricho del tiempo hizo que Anka naciera en la misma fecha, aunque de años distintos, que el causante último de todas sus desgracias. Como Hitler, vino al mundo un 20 de abril. Pero el destino acabó tomándose la revancha a su favor: el mismo día que el dictador redactaba su testamento, la mujer judía registraba el nacimiento milagroso de su hija. A través de documentos históricos, testimonios y una retahíla de recuerdos (su memoria es lo único que no pudieron arrebatarles los nazis) la autora narra en el libro el bagaje de tres mujeres judías , Priska Löwenbeinová, Rachel Friedman y Anka Nathanová, que lograron ocultar su embarazo en los campos de concentración a pesar del hambre, las torturas y las vejaciones a las que fueron sometidas. Las tres provenían de familias acomodadas, se casaron por amor y se habían prometido para sí mismas un porvenir próspero. Cuando sus países (Anka nació en la actual República Checa, Rachel en Polonia y Priska en Eslovaquia) se rindió al avance de los nazis su vida cambió por completo. Primero tuvieron que adaptarse al 'Código judío', que les obligaba a lucir la estrella de David en sus prendas, después les forzaron a trasladarse a guetos y les confiscaron sus propiedades y más tarde fueron conducidas a campos de trabajo, donde fueron forzadas a construir material bélico. En el caso de Anka, la madre de Eva Clarke, su destino fue el campo de trabajo de Terezín, donde se reencontró en 1941 con su marido Bernd que había sido deportado hace meses.

"Cuando mi madre se quedó embarazada era ilegal, no les dejaban mantener relaciones sexuales porque los nazis no querían bebés judíos. Ambos decidieron que se quedara embarazada tras sobrevivir tres años en el gueto de Terezin. No pensaron en ningún momento que su situación pudiese ser peor", relata Eva Clarke a Yo Dona. No podían ni imaginar lo que sucedía en los entonces lejanos campos de concentración hasta el punto de que Anka se presentó voluntaria para viajar a Auschwitz junto a su marido en uno de los llamados 'trenes de la muerte' cuando este fue mandado allí. Tras haber perdido a su familia, no separarse de su esposo le parecía una buena idea. Cuando llegó a ese infierno terrenal, donde un olor denso, pesado y nunca antes olfateado de la carne humana consumiéndose en los hornos le taponaba las fosas nasales, Anka dejó de tener un nombre para ser un número. Nunca volvió a ver a su marido.

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Las otras dos protagonistas habían sufrido su misma suerte. En Auschwitz las tres fueron rapadas, desvestidas y puestas en fila junto a otras cientos de jóvenes, que temblaban por el frío, el miedo o la vergüenza de hallarse desnudas. El doctor Josef Menguele, célebre por su sadismo y por los experimentos genéticos que llevaba a cabo con los judíos, especialmente si eran gemelos, era el encargado de examinar y separar a aquellos prisioneros fuertes y a los que había que mandar directamente a la cámara de gas. En el caso de las mujeres, preguntaba una a una si estaban embarazadas. Si tenía dudas o sospechaba que mentían, les retorcía los pezones para comprobar si emanaban leche.

Priska, Rachel y Anka, que nunca se conocieron, no sabían qué contestar, pero su intuición les decía que no era buena idea que ese doctor perverso, que sonreía buscando entre el 'rebaño' los mejores ejemplares, conociera su verdadero estado. Por eso contestaron con un "nain" y esquivaron su mirada. Su intuición no les falló. La autora del libro calcula en este campo había unas 1000 mujeres, de las que nueve estaban embarazadas. Una de ellas dio a luz en bebé prematuro al que los guardias ahogaron en un cubo de agua. "Hubo otra mujer que se descubrió que estaba embarazada. El doctor Menguele se enfadó tanto porque le hubiese engañado que fue especialmente cruel con ella.Cuando dio a luz puso al bebé a su lado en una camilla, le ató alrededor de los pechos una cinta para que no pudiera alimentar a su hijo y lo viera morir de hambre", relata Wendy Holden. "Tras cinco días así, un médico se apiadó y le dio morfina para que ella misma matara a su bebé y no tuviera que verlo perecer por inanición".

Nueve meses ocultando su estado
Auschwitz era lo más parecido al infierno que habían visto. "Había una montaña de ropa de la gente que habían mandado a la cámara de gas. Los guardias les tiraban a las internas la ropa que pillaban, ya fueran de niño o prendas diferentes a su talla", explica Holden en la presentación de su libro en Madrid. En un golpe de suerte camuflado por esa cadena de desgracias, a las tres les tocaron camisones anchos que, unidos a su desnutrición, les ayudaron a disimular una creciente barriga en los siguientes meses. Tras dormir en los barracones en el que se agolpaban junto a otras dos o tres compañeras, desayunaban una especie de agua negra con cierto sabor a café, comía un caldo insustancial a modo de sopa y a veces también trozos de pan que en ocasiones estaban invadidos por los insectos. Famélicas y exhaustas, llegaron a pesar unos 30 kilos.

A medida que avanzaba el tiempo, ocultar el embarazo comenzaba a ser más difícil. Una mañana en la que Priska estaba en una ducha común de agua fría, fue una de sus compañeras la que, por miedo a un castigo comunitario, la delató tras descubrir su prominente barriga. "Está embarazada", le dijo a las guardias cuando se acercaron a disolver el jaleo. Ya sea por compasión o porque los aliados se encontraban cerca y los nazis comenzaban a hacer méritos ante una posible derrota, la dejaron vivir y unos días después dio a luz sobre un tablón sucio y frío de la fábrica en la que trabajaba. Mientras intentaba aguantar el dolor, los oficiales se reían y "apostaban sobre si nacería niño o niña. 'Decían que si era niña, la guerra terminaría de inmediato, pero que si se trataba de un niño, el enfrentamiento seguiría por mucho más tiempo'", cuenta en el libro. Finalmente dio a luz a una raquítica niña llamada Hana.

Un parto extremo
Con la alegría de haber sobrevivido a Auschwitz, que mató a 1.100.000 personas de los 1.300.000 inquilinos que albergó, las prisionero a fueron trasladados a un nuevo destino: el campo de trabajo de Mathausen. En el trayecto, en un vagón atestado de excrementos, piojos y cadáveres que los nazis tiraban a las vías en cada parada, Rachel dio a luz a su hijo Mark. En el mismo trayecto viajaba Anka, que tras ver el letrero de Mathausen, notó su primera contracción. Sabía que ese lugar era sinónimo de muerte y se puso tan nerviosa que no pudo contener el alumbramiento. Cuando llegaron y los nazis obligaron a las mujeres a subir por sí mismas al temido lugar, Anka no pudo con el dolor. Entonces, uno de ellos la apartó y la empujó hasta una carretilla donde transportaban a las mujeres moribundas. Frente a un bello paisaje que contrastaba con las oscuras torturas que se aplicaban en aquel campo, Anka milagrosamente dio a luz a su hija Eva entre insectos y enfermas de tifus, hasta que fue trasladada a la enfermería donde pudo descansar.

Cuando Alemania se rindió y los Aliados liberaron progresivamente los campos de concentración se encontraron con hordas enteras de cadáveres que aún conservaban la respiración, sacos de huesos andantes y víctimas que habían sido desprovistos de toda humanidad. Unos prisioneros lo celebraron, otros se mostraron temerosos y desconfiados y otros no tuvieron ni fuerzas para moverse. Con una buena intención proporcional a la inexperiencia de los soldados, algunos de 'los libertadores' les daban a los prisioneros todos los alimentos que encontraban a su alcance (chocolate, pan, chicle...) lo que provocó centenares de muertos. Los estómagos de las víctimas estaban tan maltratados, desacostumbrados y reducidos que muchos de ellos no aguantaron comer de golpe tantos alimentos sólidos y perecieron por las diarreas. Las fuerzas norteamericanas tampoco pudieron evitar las venganzas de los judíos contra los que habían sido sus verdugos. "No pudo hacer nada cada vez que los prisioneros de verdad descubrían a guardias de las SS que se habían disfrazado de reclusos y, tomando la justicia por su mano, los golpeaban hasta matarlos", relata el libro al describir las impresiones que un joven médico de tan solo 22 años, LeRoy Petershon, describió al rememorar la liberación de Mauthausen.

La vuelta a casa
Tras el fin de la pesadilla, los liberados comenzaron una odisea para volver a sus países de origen o comenzar una nueva vida en Estados Unidos o Inglaterra. Aprendieron la diferencia entre la casa y el hogar. Tras años de hambre, miseria y malos tratos, las tres mujeres esperaban encontrar a sus maridos de regreso a sus países y recuperar así los años de felicidad que el régimen nazi les había robado. En ningún caso fue así, los tres hombres fallecieron durante la guerra sin saber ni siquiera que sus bebés habían logrado sobrevivir.

Las tres lograron rehacer sus vidas y murieron muchos años después rodeadas de su familia. Priska volvió a Bratislava . Checoslovaquia cayó bajo el régimen comunista solo unos años después. Rachel regresó junto a sus hermanas a Pabianice (Polonia) y emigró años después a Estados Unidos para evitar el reclutamiento militar de su hijo Mark. Anka volvió en busca de su marido y tras descubrir que estaba muerto, se casó con otro hombre y emigró a Inglaterra.

El Holocausto marcó para siempre la vida de estas mujeres. Anka, al igual que Rachel, nunca volvió a comprar objetos de fabricación alemana, y "se opusieron al Eurotúnel porque decía que 'los alemanes podían cruzarlo'". Tampoco pudo ver nunca más una chimenea, cuyo humo le recordaba al indescriptible olor de carne humana quemada en Auswitch, con la que tenía pesadillas."Durante la incineración de su marido, Anca volvió a ver el humo salir de una chimenea y se puso a temblar y a llorar", relata Holden en el libro.

El libro 'Nacidos en Mauthausen' es, sobre todo, un relato de cómo la vida se abre paso entre los caminos tortuosos e insistentes de la muerte, aunque la victoria sea pírrica y, por eso mismo, milagrosa.
http://www.elmundo.es/yodona/2015/06/10/55762bb822601dbd308b45b7.html
 
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OPINIÓN

Ante todo, respeto
IRENE VILLA
Actualizado: 28/06/2015 01:26 horas
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La polémica del humor negro difundido por un político me pilló en plena culminación de mi segunda novela, sorprendida y muy agradecida y respaldada por un batallón de tuiteros que no dejaban de mostrar apoyo y admiración. ¡Y animándome incluso a dedicarme a la política! Sinceramente, prefiero aportar lo bueno que pueda a la sociedad a través de columnas, libros o charlas. Sin ser en absoluto consumidora y mucho menos admiradora del humor negro, tengo que decir que lo respeto. Sin embargo me resulta muy difícil, como a la mayoría, empatizar con quienes disfrutan mofándose, por ejemplo, del genocidio de seis millones de judíos por medio de golpes, trabajos forzados, hambre, asfixia, ahorcamientos, torturas..., algo que la humanidad jamás olvidará. Como España tampoco podrá olvidar los terribles crímenes de las tres indefensas niñas de Alcácer, con cuyas familias todos sufrimos. Disculpas más que aceptadas desde el primer momento, antes incluso del revuelo mediático que se armó. Tengo que reconocer que llegué a entender a quienes difunden esos chistes gracias a una mujer: la cómica Raquel Sastre. Aunque no admire el humor negro sí la admiro a ella, por su creatividad, su trabajo constante e incluso por saber cómo afrontar las críticas con sentido común. Ella me convenció del lado bueno que tienen esos chistes, que nos ayudan a sobrellevar el dolor. Desde luego yo misma he comprobado que el sentido del humor es un maravilloso y fructífero camino para superar cualquier cosa y, lo más importante, hace que no olvidemos lo inolvidable. Como digo en el libro que narra mi vida, "fueron muchos los que aprendieron lo que era el terrorismo contando chistes sobre mí. Ahora espero que hayan aprendido bastantes más cosas. Sobre todo: saber que se puede... Saber que hasta que no descubras todo lo que hay dentro de ti, no podrás compartir lo mejor que tienes... Saber que siempre podemos mejorar, y que lo más grande que tenemos para dar es el reflejo del Amor en nuestras vidas". Sin duda, el motor de todo.
http://www.elmundo.es/yodona/2015/06/28/558d311a46163f99608b4578.html
 
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NOTAS DESDE AQUILEA

La mitad del cielo
DAVID JIMÉNEZ
Actualizado:28/06/2015 18:14 horas
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Hace algunos años encontré en una tienda de recuerdos de Vietnam la fotografía en blanco y negro de una miliciana del Vietcong. Me dijeron que se llamaba Vo Thi Mo y que vivía en una aldea cercana. Me recibió en su casa tumbada en una cama de opio y acariciando un gato siamés. Convertida en una afable jubilada, no quedaba en ella rastro de la feroz guerrillera que tres décadas antes había abatido a más soldados que nadie al frente del Batallón C3 de las tropas comunistas.

Vo Thi Mo me contó que al principio los hombres no dejaban a las mujeres ir al frente. Decían que no servían ni para orinar por encima de la hierba, difícilmente para ayudar a derrotar a la primera potencia militar del mundo. Con el tiempo, demostrada su valía y vivida la guerra en toda su crudeza, serían ellas las que perderían el interés en matar por la patria. Vo Thi Mo me contó el día en que todo perdió sentido para ella: su patrulla se había encontrado con un grupo de marines descansando en mitad de la jungla y, agazapada tras unos arbustos, los apuntó con su AK-47, lista para disparar. En ese momento los soldados rompieron a llorar mientras leían en alto las últimas cartas que sus familias les habían enviado desde Estados Unidos. «No pude apretar el gatillo», me dijo Vo Thi Mo. «Por primera vez les vi como a personas». Unos meses después, la miliciana se encontró con un viejo amor, se casó y se quedó embarazada, dejando las armas para siempre: «Dar vida me pareció más natural que quitarla».

«Todos perdemos si impedimos que las mujeres ocupen el lugar que merecen»

Algo parecido les ocurre a las mujeres que nuestra revista femenina de los sábados, YO DONA, premió el pasado martes en sus décimos Premios Internacionales: proteger vidas y dar oportunidades está en su naturaleza. Miriam Alía, de Médicos sin Fronteras, ha puesto la suya en primera línea muchas veces para salvar a miles de africanos afectados por el ébola. Giuseppina Nicolini, la alcaldesa de Lampedusa, ha liderado la asistencia de quienes llegan a su isla, recordándonos que no son sólo inmigrantes sino refugiados; no sólo números, sino personas. YO DONA reconoció también a Marta Sánchez, que perdió a su única hermana, Paz, por un cáncer de mama hace una década, el tiempo que lleva concienciando a la sociedad sobre la enfermedad y recaudando fondos para erradicarla. Y a Beatriz Echevarría, fundadora de El Horno de Babette, que ofrece con su instinto empresarial y solidario nuevas oportunidades en tiempos difíciles.

Mao Zedong, un líder terrible en tantas cosas, solía decir que las mujeres sostienen la mitad del cielo. Todos sabemos que es algo más de la mitad. Les seguimos pagando menos por hacer el mismo trabajo que los hombres (en España, un 24% menos de media). A menudo las obligamos a demostrar el doble para reconocer sus méritos. En muchos países, incluidos algunos de los que nos llamamos desarrollados, siguen padeciendo discriminación y violencia de género.

Miriam, Giuseppina, Marta y Beatriz demuestran lo que nos perdemos cuando impedimos que las mujeres ocupen el lugar que merecen. Nos perdemos su humanidad y su compasión hacia los demás. Su capacidad solidaria. Su defensa de la vida y su intolerancia con la violencia. En política nos perdemos una forma menos sectaria y excluyente de ver al rival; en la empresa su instinto para descubrir nuevas oportunidades o su capacidad de trabajar en equipo; en la prensa escrita, donde no somos un ejemplo y es raro ver a mujeres en puestos de dirección, su aportación en contenidos más cercanos a las preocupaciones de la gente.

Vo Thi Mo me contó que cuando los hombres de su aldea recibieron con burlas el ofrecimiento de las mujeres de ir al frente, diciendo que no podían siquiera orinar por encima de la hierba, se subieron a un árbol, mearon desde lo alto para demostrar lo equivocados que estaban y después se marcharon a luchar fusil en mano. Pero una vez conseguida la victoria, las mujeres del batallón C3 fueron relegadas al papel de amas de casa y Vietnam desperdició su capacidad para reconstruir sin resentimiento.

España, salvando las diferencias, también está en reconstrucción tras más de un lustro de crisis y sería una pena que no aprovecháramos todo lo que tienen que aportar quienes demuestran a diario, y a pesar de los obstáculos, su capacidad para sostener la mitad del cielo. Algo más de la mitad, en realidad.

Texto adaptado del discurso pronunciado por el director de EL MUNDO en la entrega de los décimos Premios Internacionales YO DONA

Siga al director de ELMUNDO en Twitter: @DavidJimenezTW
 
SOCIEDAD
Informe sobre la pobreza infantil en el colectivo más vulnerable

Más de la mitad de los niños que viven con madres solas son pobres
  • Save the Children denuncia que los hogares 'monoparentales' son los que soportan las tasas más altas de pobreza infantil
  • En España hay 1,5 millones de familias formadas por mujeres solas con hijos
  • El 65% tiene problemas para llegar a fin de mes, 10 puntos por encima del resto de los hogares
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Montserrat Calvo, hoy en Madrid. Angel Navarrete

OLGA R. SANMARTÍNMadrid
Actualizado:02/07/2015 12:45 horas55
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Montse Calvo tiene 45 años y dos hijos preadolescentes. No encuentra un trabajo fijo desde antes de la crisis y se ha tenido que ir con los niños a vivir a casa de su padre, el boxeador retirado Manuel Calvo. Duerme en la habitación de su adolescencia, rodeada de imágenes de Marilyn Monroe. "Me gusta Marilyn porque me da pena y me conmueve, la veo sola, como estoy yo".

Montse -que intenta apañarse con 200 euros al mes de pensión que le pasa su ex marido- es una madre sola, una de las protagonistas del informe que ha presentado hoy la ONG Save the Children para dar cuenta de una preocupante realidad creciente en España: el fenómeno de las familias monoparentales, que ascienden a 1.800.000 y representan ya casi el 10% de todas las familias en España (en los años 80, apenas suponían el 0,5%).

La práctica totalidad de estas familias (el 82%) la componen las llamadas familias monomarentales, formadas por mujeres solas con hijos a su cargo. Son casi un millón y medio en nuestro país. Los brotes verdes no han llegado todavía a sus casas: cuatro de cada 10 de estas mujeres dice que su situación ha empeorado en el último año. Y de forma grave.

El número de mujeres que han tenido que regresar a vivir a casa de sus padres duplica al del total de los hogares.

El informe Más solas que nunca nos dice que más de la mitad de los niños que viven con madres solas son pobres. Estos hogares monomarentales son los que soportan las tasas más altas de pobreza infantil. Al menos tres de cada cuatro madres solas han tenido que reducir gastos fijos de la casa y el 37,8% no puede mantener el hogar a una temperatura adecuada. El 65% afirma tener problemas para llegar a fin de mes, 10 puntos por encima del resto de los hogares. Más de la mitad no trabaja y la misma proporción tiene problemas relacionados con la vivienda, riesgo de desahucio, impagos, deudas, hipotecas...

Andrés Conde, director general de Save the Children España, ha explicado en rueda de prensa que este es uno de los colectivos "con mayor vulnerablidad" en nuestro país y ha advertido de que, por mucho que la economía mejore, la situación de los 5.000 niños a los que atiende cada día esta ONG "ha empeorado claramente" en el último año y medio. "La pobreza infantil en España es una emergencia social", ha recalcado.

Es una emergencia social que a Montse, cada vez que se arregla para ir a una entrevista de trabajo, sus hijos le digan: "Sabes que vas con el no, ¿verdad mama?". Montse se ha hecho experta en reconocer cómo al entrevistador se le arruga la cara cuando ella les cuenta que tiene a dos hijos a su cargo. Al final, nadie la contrata.

Esta modista nacida en Mejorada del Campo (Madrid) y residente en Carabanchel está harta de dejar su currículum en tiendas y mercerías, de poner carteles de "se hacen arreglos" en las paradas de los autobuses. "A mí me han llegado a pagar cinco euros la hora por limpiar un local, un laboratorio dental, una empresa de seguros... Y, como es lo único que hay, no les puedes decir que no".

Hasta hace unos meses, ganaba 40 euros al mes, limpiando dos horas a la semana, que se sumaban a la pensión de su ex marido, 100 euros por niño. Ahora ya ni eso. "No puedes ahorrar, no te puedes ir de casa de tu padre para formar tu propio hogar. Nunca llegamos a fin de mes. ¿Quieres que te diga cómo me veo? Impotente. A veces tengo ganas de tirar la toalla, no puedo más. Siento que he decepcionado a mis hijos y que no les doy lo que se merecen. Pero luego soy optimista y pienso en mis hijos que son un tesoro".

Ana Sastre, coordinadora del informe, ha indicado que "a estas mujeres el empleo les va a llegar más tarde que a otras familias". Considera "positiva pero insuficiente" el plan del Gobierno de conceder una deducción fiscal de 1.200 euros a familias numerosas y monoparentales, pero ha considerado que "tiene que ir acompañada de otras medidas".
 
GÉNERO
Así se vive un día sufriendo piropos
  • Una periodista de EL MUNDO se coloca una cámara oculta y recibe insinuaciones, chascarrillos, provocaciones y miradas lascivas por las calles de Madrid y de Sevilla
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Cámara oculta a los piropos

SANDRA JIMÉNEZMadrid / Sevilla
Actualizado:04/07/2015 01:59 horas22
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«¡Guapa! ¿Quieres casarte conmigo? Rubiaza, quién te pillara... Esta noche te comería...». Un simple paseo puede transformarse en un angustioso trayecto. Como yo, muchas mujeres sienten la inquietud de no saber qué podrá pasar, si alguien te molestará o llegarás tranquila a tu destino. Todos hemos visto alguna vez cómo alguien arroja un piropo a una mujer, sea de un manera sutil o de una manera descarada.

Los hombres que emiten estos comentarios -o las mujeres, aunque en menor medida- ni se paran a pensar en la experiencia que viven quienes reciben dichos piropos. Lanzan sus dardos envenenados para agrandar su ego y, a nosotras, nos dejan en la indigencia vital. Sin recursos, sin saber qué hacer. Quemadas por dentro.

Escuchamos frases gritadas con tanto descaro que se nos hiela la sangre. Frases inyectadas de machismo que la sociedad española tolera en pleno siglo XXI. Soy mujer y me pregunto si debo aguantar tantas situaciones de mal gusto en mi vida diaria, sólo por ser de una manera o por vestir de otra. No soy alta, no soy modelo y no voy por la calle pidiendo guerra. Soy una mujer normal, una periodista que debería pasar desapercibida cuando pasea por la calle. Pero no es así. Los piropos me persiguen y me agreden.

Una tarde del mes de mayo caminaba despacio hacia el periódico con el cuerpo en la tierra y los pensamientos en cualquier otra parte. De repente, algo me sacó de golpe de mis pensamientos. Un grito o un bufido, podría ser cualquiera de los dos, pero que iba dirigido hacia mí. «Vaya rubia», pronunció un hombre desde la otra acera. Unas palabras sin maldad aparente pero que me hicieron sentir incómoda y me sacaran los colores delante de las personas que caminaban junto a mí.

La mayoría de las veces parece que debemos dar las gracias por recibir un comentario de este tipo, por ser algo bueno, se entiende.Las mujeres no podemos elegir si ser o no el centro de una escena en la que te conviertes en el foco de miradas u opiniones, simplemente pasa porque a alguien le apetece enviarte un halago que no has pedido. La contrariedad llega cuando los piropos suben de tono y se transforman en «te haría de todo, tienes un cuerpo...» y un largo etcétera. Palabras duras que, a veces, rozan lo por**gráfico; plasman a la mujer como un jugoso trozo de carne por el que paladean los hombres que ladran esos comentarios.

Muchas de estas genialidades lingüísticas (nótese la ironía) se producen, además, cuando caminamos en solitario y estamos desprotegidas, o eso piensan ellos. Lo cierto es que, aunque esos dardos lascivos nos hagan sentirnos incómodas, son palabras y, como se suele decir, las palabras se las lleva el viento. La cosa se complica cuando la situación te acelera el cuerpo, cuando varios te paran para acribillarte con «¿cómo te llamas?», «¿dónde vives?» o «¿tienes novio?» o sientes algún agarrón del brazo para pararte cuando lo que quieres es simplemente marcharte.

Normalmente, y digo normalmente porque siempre existen casos extremos, todo se queda en una conversación de un solo emisor y sin pasarse de la raya. A veces juegan con la amabilidad para encandilar, pero nunca debemos olvidar la sutileza de la abeja antes de picar. Tras estas situaciones no existe una respuesta universal o una solución certera, lo más normal ante estos comentarios es la indiferencia. La mayoría de las mujeres actuamos así quizás por miedo a entrar en una discusión o por no dilatar la vergüenza, pero me pregunto qué pasaría si todas reaccionásemos de la manera que nadie se espera: plantando cara.

En EL MUNDO hemos querido meternos en la piel de una mujer que camina un día cualquiera por la calle, aparentemente sola, para conocer cuáles son sus experiencias. Un cámara, Giulio Piantadosi, y tres fotógrafos (Alberto Di Lolli, Javier Barbancho y Olmo Calvo), eran mis testigos de excepción. Paseamos por las ciudades de Madrid y Sevilla y pudimos cosechar una retahíla de chascarrillos, insinuaciones, provocaciones y miradas lascivas. Hubo proposiciones, hombres que me paraban, grupos de jóvenes con ganas de hablar e incluso salidas de tono. Entre ellos no existe un perfil determinado, son jóvenes, mayores, vestidos con traje o de calle, en grupo o en solitario.

Pero ha habido muchas ocasiones en las que la cámara no pilló al agresor verbal in fraganti. Una de ellas, muy violenta, fue un viernes volviendo a casa en el Cercanías. Era medianoche y el vagón iba vacío. Para entretenerme, estaba enviando mensajes de voz a mis amigas. Paró el convoy y entró un grupo de jóvenes que iban pasados de vueltas. Fue verles e intuir los problemas.

Se reinició la marcha y comenzaron a lanzar sus palabras con gritos desde lejos («¡Rubia, estás buenísima, me has enamorado, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Eres de aquí? Sólo quiero hacer amigas, nada más!»). Mis amigas lo estaban escuchando todo y no daban crédito. Estaban muy preocupadas por mí y no había ni un viajero al que acudir ni un vigilante en el convoy. El grupo se envalentonó y se acercó. Al final, la cosa no fue a mayores. Les contesté que me dejaran en paz y parece que logré frenarles. El mal rato aún me dura.

Las miradas descaradas son lo más incómodo. En el barrio de Legazpi (Madrid) paré a tomarme un café y, mientras dejaba pasar el tiempo, sentí los ojos de tres hombres clavándose en mí. Sus miradas iban acompañadas de risas compartidas -entre ellos- y algún que otro dedo índice señalándome. No tenía derecho a decirles nada porque no se dirigieron a mí, ni tampoco arrancarles los ojos porque mirar es gratis, pero eso no me libra del mal rato.

En Sevilla, también tuve un buen repertorio de piropos. El salero y el bello acento de los hispalenses se perdía por la alcantarilla cuando las palabras que bramaban se inspiraban en mi melena rubia, en mi cara, en mi culo, en...

En el barrio de La Macarena oí comentarios en cuanto se juntaron al menos dos hombres. Casi todos eran mayores y se apilaban en las terrazas para tomarse algo mientras charlaban. El andar de una chica por su lado era una de sus mayores distracciones. «¡Nos has alegrado el día! ¡Siéntate con nosotros!», gritaban.

También hay piropos cobardes: hablan de ti dirigiéndose a otra persona. Como disimulando. «Madre mía el calor que me acaba de entrar», voceaba un hombre de unos 50 años a su compañero de fatigas mientras yo pasaba por delante en Triana. O aquel otro que subía el volumen para gritar: «¡Ole y ole las cosas bonitas!». También es ya parte del día a día de muchas mujeres las expresiones como el «joder» bastante extendido y acompañado de un tono impertinente que a todas nos ha tocado escuchar alguna vez.

Los piropos en el coche se merecen un capítulo aparte. Gritar «vaya culo» o «estás buenísima» es la técnica perfecta para tirar la piedra y esconder la mano. Lanzan el bufido y aceleran. Siempre que no les apetezca frenar y seguirte hasta que algún coche salvador les obligue a seguir su camino.

Una de las cosas que más me molesta es que me obligan a cambiar de planes. Si para ir a mi destino tengo dos caminos posibles y uno de ellos es una calle en la que tan sólo está un grupo de hombres, escojo la otra alternativa, aunque me suponga tardar un poco más.

No siempre podemos considerar un piropo como un ataque, es más, muchos de los hombres que lanzan sus voces al aire lo hacen para halagar a las mujeres, pero dudo que antes se pregunten si esas mujeres quieren sus halagos, por muy galantes que sean para nuestros oídos.

Porque una cosa está clara: a todo el mundo le gusta gustar, sentirse bien con su físico, pero existen muchas más maneras de sentirse deseada que escuchar bramidos en las calles.

En Sevilla, después de que un hombre me parara para hacerme comentarios sobre mi físico («oye, chica, tienes cara y cuerpo de modelo»), decidí darme la vuelta mientras él me preguntaba: «¿Pero no te molesta verdad?». Por un momento debió pensar que me giraba para agradecerle todo lo que me había dicho. Más bien era para atravesarle con mi mirada encendida.

Muchos hombres se creen que por el mero hecho de lanzarte comentarios bonitos no tienes derecho a quejarte y debes sentirte agradecida. Pero lo cierto es que muchas mujeres no lo agradecemos y por el contrario, nos sentimos tremendamente incómodas.

Y éste es el gran problema.
http://www.elmundo.es/espana/2015/07/04/5596e707268e3eba2b8b459a.html
 
GRANADA
Polémicas declaraciones del regidor 'popular' José Torres Hurtado

El alcalde de Granada: 'Las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes'
  • El regidor realizó esta afirmación en un acto con los mejores estudiantes en Selectividad
  • Trataba de invitar a los alumnos a que fueran a la fiesta de celebración con ropa cómoda
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Declaraciones del alcalde de Granada

EUROPA PRESSGranada
Actualizado:08/07/2015 15:28 horas114
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El alcalde de Granada, José Torres Hurtado, ha presidido este miércoles un acto de entrega de diplomas de reconocimiento a los diez estudiantes con mejores resultados en Selectividad de la capital en el que ha llegado a decir, cuando les invitaba a vestir de manera informal para acudir a una fiesta en su honor en un hotel de la ciudad: "Ya sabéis que las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes, y los hombres, cuanto más vestidos, más elegantes".

En el acto, que ha tenido lugar a las 12.00 horas en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Granada, el alcalde ha pronunciado estas palabras tras entregarles la distinción.

"Os pido a vosotros y a vuestros padres que vamos a ir de sport, no vayamos a ir muy elegantes. Ya sabéis que las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes, y los hombres, cuanto más vestidos, más elegantes. Pues vamos a ir todos en camisa y pantalones 'comodicos' porque se trata de echar un rato agradable y disfrutar de la noche", les ha dicho para instarles a acudir a la fiesta convocada en el hotel.
http://www.elmundo.es/andalucia/2015/07/08/559d2581268e3ee0428b4583.html
 
09JUL201503:49 h
Alcalde, en Granada debe hacer mucho calor
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Está una a sus cosas, que tal y como está el patio puede ser alguna de las siguientes.

Siguiendo la rendición de cuentas del Gobierno de España ante el comité de la CEDAW de Naciones Unidas en Ginebra, y escuchando que las explicaciones del Gobierno de España no convencen al Comité, que seguramente nos va a dar un sonoro suspenso en materia de igualdad.

Interesándose sobre quién podrá ser la próxima Fiscala de Sala contra la Violencia de Género y sobre si finalmente primarán los criterios de conocimiento y especialización sobre el tema o los elementos de rango y jerarquía en la elección que tiene que hacer la Fiscala General del Estado.

Sobreponiéndose del espectáculo sobre las votaciones en relación con la reforma de la Ley de Salud Sexual y reproductiva que se está debatiendo en el Congreso de los Diputados.

Intentando comprender la nueva sentencia del Tribunal Constitucional, donde un magistrado llamado Ollero, considera que no vender la píldora postcoital, mejor que lo decida el farmacéutico según sus preferencias personales.

O, incluso, haciendo las cuentas sobre cuántos fondos menos se van a dedicar a programas específicos en materia de Igualdad este año.

En definitiva, está una tranquila y sosegada, con estos calores, abanico en ristre, y escucha que hay un alcalde en Granada que ha dicho que 'las mujeres, cuanto más desnudas, más elegantes". Y, así de primeras lo primero es pensar, "otro pobre a quien le han pillado con el micrófono abierto y haciendo la gracieta del día".



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Pero no, lo peor viene cuando se descubre que las susodichas palabras están dirigidas a un grupo de jóvenes estudiantes, chicas y chicos, y han sido pronunciadas en un acto público de reconocimiento por los buenos resultados obtenidos en el examen de selectividad y con la prensa de cuerpo presente.

Y llámenme rara, o díganme que será el calor del verano, los sofocos de la edad, o que a estas alturas de la legislatura, del año, del verano y de la ola de calor, lo único que me apetece es hacerme un dúo desmelenado y voz en grito con Camilo entonando el "Y ya no puedo más, y siempre se repite la misma historia", pero en lo único que puedo pensar desde el momento en que he tomado conciencia de la escena, es de que tenemos gentes, con mando en plaza, para quienes los estereotipos sexistas y rancios forman parte de la gracia de la vida. Y a partir de aquí, de lo de las políticas municipales de igualdad, como en el chiste, mejor ni hablamos.

Seguramente, después de haberse convertido en noticia nacional, el señor alcalde se estará preguntando a qué viene tanto revuelo y seguramente no aprecia la gravedad del lío que se ha montado, total por una tontería que, desde luego, estará pensando, él no decía en "ese" sentido. Él, que como otros protagonistas de excesos verbales antes que él, se declara profundo admirador de la mujer, y seguro que también de su madre y de la Virgen del Rocío.

Me pregunto cuál será la opinión de alguien así, que casi hace un alegato sobre elegancia y desnudez de las mujeres, cuando las adolescentes que hoy le escuchaban decidan, en unos años, ponerse muy elegantes para llevar a cabo una acción reivindicativa en la capilla de su universidad, en el Congreso o en la tribuna de invitados del pleno del ayuntamiento. Me pregunto si seguirá pensando lo mismo o si, llegado el momento, coincidirá con otros correligionarios de su mismo partido y colegas respetables de fuerzas vivas y poderes públicos, en que, en ese caso, la "elegancia femenina" bien merece una imputación por un delito.

Por favor, que nadie le pregunte al alcalde de Granada su opinión sobre el tema, que hace mucho calor y yo ya no puedo más con la historia de siempre.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2015/07/09/alcalde-en-granada-debe-hacer-mucho.html
 
El comentario machista de Manolo Lama a Manu Carreño sobre Garbiñe Muguruza
EL HUFFINGTON POST
Publicado: 10/07/2015 19:29 CEST Actualizado: 10/07/2015 19:31 CEST
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Garbiñe Muguruza, vigésima en el ránking de la WTA, se clasificó este jueves en Wimbledon para su primera final de un Grand Slam y será la primera española en jugar la final del "major" británico en 19 años.

Este sábado toda España estará pendiente de esa gran final. Los informativos encumbran a la tenista de moda. Sin embargo, en el programa de Cuatro 'Los Manolos', Manolo Lama se ha descolgado con un comentario a Manu Carreño que nada tiene que ver con lo deportivo. "Eso es lo que a ti te gustaría", ha dicho cuando Carreño pedía que "todos" empujásemos con Garbiñe.
http://www.huffingtonpost.es/2015/0...a-manolo-lama_n_7771640.html?utm_hp_ref=spain
 
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