Muere Gretel Bergmann, la saltadora de altura a la que Hitler vetó por judía de los Juegos de Berlín

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La atleta fue humillada por los nazis y se exilió a Estados Unidos, donde ha fallecido a los 103 años

J.M. AHRENS
Washington 27 JUL 2017 - 18:52 CEST

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La saltadora de altura Gretel Bregmann.


Gretel Bergmann tuvo al destino en contra. Nacida para la gloria deportiva, chocó con un tiempo y un espacio adverso: la Alemania nazi de 1936. Era una de las mejores saltadoras del mundo, pero también judía y como tal fue apartada por Hitler de los Juegos Olímpicos de Berlín. 81 años después, Gretel ya con el nombre de Margaret, ha muerto tranquilamente en su casa de Queens, Nueva York. Tenía 103 años y una historia que no se debe olvidar.

Hubo un tiempo en que Gretel fue alemana. Hija de un empresario, había nacido en 1914 en la pequeña Laupheim, cerca de la frontera suiza. Morena y chispeante, en 1931 y 1932 arrasó en los campeonatos del sur de Alemania de salto de altura. Su futuro parecía asegurado hasta que Hitler llegó al poder y se abrieron las puertas de la barbarie. En 1933, fue expulsada por judía del club de atletismo. Sus padres, advirtiendo la amenaza que se cernía, la enviaron al Reino Unido. Allí la joven Gretel volvió a hacer lo que mejor sabía y fue campeona nacional de 1934 y 1935.

El caso atrajo atención mundial. Su éxito y exilio se habían vuelto una muestra del antisemitismo nazi. El régimen hitleriano, temeroso de un boicot estadounidense a sus anhelados Juegos de Olímpicos, intentó apagar el fuego y la invitó a volver a su patria bajo la promesa de participar en los campeonatos. Gretel aceptó.

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Gretel Bergmann, en su visita al estadio de Laupheim bautizado con su nombre.

A su regreso, batió el récord nacional de salto de altura (1,6 metros). Fue el 30 de junio de 1936. Faltaba solo un mes para el inicio de los Juegos. Pero su marca no fue inscrita. Cuando el equipo estadounidense ya estaba embarcado rumbo a Berlín, emergió la verdad. Un enviado nazi le hizo saber que no iba a participar en los campeonatos. Con su pelo oscuro y su rostro canela, era demasiado judía. Iban a buscar a otra menos evidente. “Fue para mí un golpe terrible, porque era la mejor”, explicaría 79 años después.

Asqueada de Alemania, Gretel logró salir en 1937. Llegó a Nueva York con 10 dólares y el juramento de no volver a su tierra natal. En Estados Unidos no se estuvo quieta. Limpió casas, trabajó de masajista y, cómo no, volvió a retar a la fuerza de la gravedad con abrumador éxito: obtuvo el oro en los campeonatos estadounidenses de 1937 y 1938. Pero lo más importante, como ella misma recordaría, fue que consiguió traer a sus padres y librarles de los campos de exterminio.

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Gretel Bermann y su esposo.

Casada con otro exiliado, el corredor Bruno Lambert, con el paso de los años dejó el deporte y tuvo una familia. Pero nunca olvidó. En 1986 rechazó acudir a Berlín al aniversario de los 50 años de los Juegos. Y más de una vez se descubrió llorando al ver pruebas de atletismo por la televisión. “Me acordaba de lo que fui y lo que podría haber conseguido”. Solo en 1999, cuando en su pequeña ciudad natal decidieron bautizar con su nombre el estadio local, regresó a Alemania. “Volví porque pensé que cuando los niños preguntasen quién era esa Gretel Bergmann, contarían la historia de lo sucedido”. Este martes, rodeada de los suyos, Gretel murió. Era una saltadora de altura.

https://elpais.com/deportes/2017/07/27/actualidad/1501111934_562229.html
 
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