Muere Bernardo Bertolucci.

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Imagen de archivo del cineasta italiano Bernardo Bertolucci, en Venecia. ETTORE FERRARIEFE

En 2012, casi diez años alejado del cine y ya castigado por la enfermedad que le mantenía en una silla de ruedas, Bernardo Bertolucci presentaba en Cannes Yo y tú. La película tenía algo de testamento y mucho de reencuentro. Lejos de la ampulosidad de buena parte de sus trabajos más conocidos, el maestro italiano refugiaba su película, y hasta su vida entera, en un sótano. Allí, unos adolescentes, casi hermanos, recreaban las claves íntimas de un cine entregado a desmontar y volver a reconstruir al individuo fracturado fin de siglo. Tal cual

Cuando le tocó razonar las motivaciones de su película, el director quiso trazar una línea entre El último tango en París y esta historia de jóvenes perdidos. De eso trataba Yo y tú, del relato de dos críos que, ante la ausencia de los padres, deciden aislarse del mundo y, desde ahí, desde la más absoluta soledad, volver a empezar de nuevo. Es decir, la idea era replantearse desde el más radical de los principios cada uno de los argumentos que nos hacen ser lo que somos. Se trata, por así decirlo, de la urgencia siempre pendiente de cuestionarse qué hacemos aquí, por qué hacemos lo que hacemos y, más elemental aún, quiénes somos. Si se quiere, cada segundo de la filmografía de Bertolucci está animado por la exigencia de simplemente la revolución.





No era difícil rastrear en la película las huellas de Luna y, mucho más cercano, las de Los soñadores. Y hasta, por qué no, Novecento. Como si se tratara de un compendio de su cine, todo estaba ahí. Por alguna razón, aún y desde entonces siempre convaleciente, el italiano se acercaba a las más íntimas motivaciones de todo su cine hasta desnudarlo completamente. El resultado era un viaje tierno, preciso y emotivo a la raíz de lo que un día fuimos. Nos referimos a ese tiempo impreciso entre la infancia y lo que viene antes de la muerte. La muerte, en efecto. Que le alcanzó este lunes en Roma a los 77 años.

La filmografía entera de Bertolucci, de hecho, vive animada por la necesidad de volver a montar las piezas de un sujeto definitivamente perdido. "Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé", dice el protagonista de El extranjero. Y ese mismo desconcierto anima buena parte del trabajo de un creador que antes que cienasta fue poeta. Como le ocurre al señor Meursault, Bertolucci sabe que "un instante de luz" puede acabar con "el equilibrio del día".

Sus primeros pasos como creador los dio a la sombra de dos gigantes. De un lado, su padre, Attilo Bertolucci, poeta; del otro, Pier Paolo Pasolini, también poeta. De la mano de los dos y con la guía de sus primeros compromisos y lecturas entre el marxismo y el psicoanálisis, el director fue forjando una peculiar puesta en escena siempre pendiente de la sorpresa que esconde el movimiento de un plano. Le gustaba decir que una de las mayores fuentes de inspiración para su trabajo era la mirada sorprendida de un crío. Y siempre contaba la misma anécdota de aire freudiano. Un niño lanza un juguete atado a un cuerda debajo de un armario. Acto seguido, tira del cordel despacio, poco a poco, consciente de la milagrosa sorpresa de volver a ver lo apenas oculto. ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombro?, se preguntaba. ¿No es acaso milagroso que el objeto desaparecido vuelva íntegro ante nuestros ojos?, insistía.

El primer contacto con el cine vino con Accatone, de Pasolini. Ahí ejerció de ayudante y ahí aprendió a mirar como siempre miraba su maestro: todo por primera vez y para siempre. Sus primeras películas ya reconocidas como La commare seca (1962) o Prima della revoluzione (1964) ya anuncian lo que vendría después. Pero lo hacen con ruido y lejos de la mágica sutileza de sus mejores trabajos. Ya ahí aparece la pregunta por los desheredados y ya de forma nítida se dejan ver esos personajes trágicos decididamente perdidos. Sus protagonistas son burgueses deslumbrados por "un instante de luz", que diría Camus, y enfrentados a su más íntima condición vacía. Y absurda.

Y así hasta llegar a El conformista (1970), obra maestra antes de otra obra irrefutable como La estrategia de la araña (1970). Pocas películas como la protagonizada por Jean-Louis Trintignant describen de forma tan precisa la culpa de una país (Italia) y un continente (Europa) incapaz de reponerse a cada una de sus miserias, sus complicidades, sus fascismos (tanto los evidentes como los otros, los latentes). Esta cinta, a su manera, configura al detalle las características del héroe de Bertolucci: siempre extraviado y siempre a la búsqueda no tanto de sí mismo como del mecanismo atávico que le hace ser el que es. Tan cerca de Marx como de Freud.

El último tango en París (1972) nos devuelve en su más elemental violencia el gran drama de nuestro tiempo. Nunca antes se vio en pantalla nadie tan abandonado, tan extraño, tan lejano y, sin embargo, tan próximo. Si a todo ello, se le suma la mantequilla, más que una simple cinta de lo que se trata es de un icono. Novecento (1976) sería el fresco aparatoso y eterno de todo lo que la película de Marlon Brando o Trintigant anuncian por dentro. La búsqueda de los principios, de lo esencial, del sujeto primario se desenvuelve por la pantalla como un enorme tríptico del desaliento. Es la historia de Italia y, de paso, la de la última revolución industrial, la de Europa entera.

Lo que sigue es un periodo de búsqueda, siempre al límite, donde despuntan maravillas dolientes como Luna (1979). Y así hasta llegar al esplendor de los Oscar, de los planos-secuencia panorámicos que tienen en El último emperador(1987), El cielo protector (1989) o El pequeño Buda (1993) los más resplandecientes ejemplos de un cine perfectamente consciente de su capacidad para deslumbrar desde el asombro; desde la sorpresa de un niño que simplemente tira del hilo para recuperar su juguete debajo del armario.

De nuevo, sus protagonistas están perdidos o son el símbolo y último representante de un tiempo que acaba. Y otra vez, se buscan entre las normas de una sociedad que no les pertenece ya y entre los viejos atavismos de una antropología que ya no les vale. Es cine vocacionalmente incestuoso y elementalmente interrogativo. Es cine que se plantea y discute la solidez del suelo que pisa.

Belleza robada (1996) o Los soñadores (2003) son, si se quiere, sus últimas y esperanzadas llamadas de auxilio. Hay esperanza se dice un director que se sabe al final de un periplo tan perfecto como coherente. Se trata de películas que navegan sonámbulas entre la melancolía, la nostalgia y algo mucho más grave. Pero son películas resistentes que se niegan a ceder, que rechazan el término rendición con voluntad casi suicida. Sus héroes ahora son jóvenes, no burgueses perdidos. Son individuos que rastrean entre las cenizas de sus padres la posibilidad de siempre la misma revuelta. Se trata de empezar de nuevo, de discutir cada lugar común, de replantearse en sentido mismo y profundo de voces como amor, vida, s*x* o muerte. La muerte otra vez.

Ha muerto Bertolucci, pero nos queda la necesidad de no conformarse, la exigencia de la revolución en marcha. Contra la Italia de Salvini, contra la Europa de las banderas.
 
Última edición por un moderador:
Muere el maestro del cine italiano Bernardo Bertolucci a los 77 años
El director de 'El último tango en París' y 'Novecento' fallece en Roma


DANIEL VERDÚ
Roma 26 NOV 2018

Muchos años después, la Italia de Alfredo Berlinghieri y la de Olmo Dalcò siguieron cruzándose en las calles de cada ciudad y cada pueblo. La del fascismo y marxismo revolucionario, la de la lucha de clases; la de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista; también, mucho más tarde, la del cierre de puertos y las llamaradas en Twitter con esa otra que, por desgracia, permanece hasta ahora en su casa guardando silencio. Bernardo Bertolucci, en una silla de ruedas y en plena pelea contra le enfermedad, tampoco quiso hablar de aquella política que impregnó su colosal crónica de las primeras cinco décadas de la Italia del siglo XX en Novecento. Todo se había vuelto algo más melancólico, incluso en el testamento de su poderosa obra: Soñadores (2003), una particular visión del mayo del 68, y su último filme, Tú y yo, de 2012, basado en una breve novela de Niccolò Ammaniti.

Bertolucci, última frontera de una generación de descomunales cineastas italianos, murió ayer a los 77 años en su casa del romano barrio de Monteverde Vecchio. Autor de monumentos como El último tango en París, Novecento o El último emperador, que obtuvo nueve Oscar en 1988, entre otros, a la mejor dirección y al mejor guion, nació en Parma en 1940. Hijo del gran poeta Attilio Bertolucci y de la profesora Ninetta Giovanardi, fue íntimo amigo de Pier Paolo Pasolini, defensor empedernido del Partido Comunista y ávido lector del marxismo y el psicoanálisis. Un cocktail fundamental para acercarse a su obra.

En 2007 obtuvo el León de Oro a la carrera de La Mostra de Venecia y, en 2011, la Palma de Oro de Honor del festival de Cannes. A lo largo de su carrera, filmó una quincena de películas, entre producciones colosales y minúsculas, obras experimentales y más tradicionales, y dejó un sello inolvidable de autor en el cine italiano e internacional. Fue también guionista, productor, poeta y "polemista", como recuerdan los medios italianos. Y sobre todo, retrató con nitidez extraordinaria a un cierto tipo de burguesía en pleno descubrimiento del fuego.

Bertolucci llamó la atención muy joven con el Premio Viareggio por el libro de poemas In cerca del mistero. “Escribí poesía, pero decidí no continuar porque él era demasiado bueno y no podía ganarle”, recordaba el cineasta a propósito de su padre. De ahí, de la tradición literaria y musical, surgió también el gusto por los textos, la dramaturgia y el cine capaz de retratar una época. Pero Bertolucci siempre reconoció la enorme influencia sobre su cine de Pasolini, a quien conoció porque su padre le había editado su Ragazzi di vita y se había mudado al mismo edificio. El cineasta lo explicaba así en una entrevista con James Franco en Il Corriere della Sera: “Un día, cuando tenía 21 años me lo encontré delante de la puerta y me dijo: ‘Eh, te gustan las películas, ¿verdad? Porque voy a rodar una y quiero que me hagas de asistente en la dirección. Se llamará Accattone’. Le dije que nunca había hecho de asistente, y él me respondió que tampoco había dirigido ninguna película”. De hecho, la primera cinta que firmó, La cosecha estéril, partió de una historia del propio Pasolini.





Bertolucci, en la presentación en Londres de 'El último tango en París', el 14 de marzo de 1973. CENTRAL PRESS/HULTON ARCHIVE/GETTY IMAGES



Así nació una carrera que le llevó a dirigir una quincena de filmes que supo impregnar también del aroma de las innovaciones de la Nouvelle Vague francesa, que descubrió atornillado tardes enteras en las butacas de Cinémathèque parisina en los años sesenta. Allí más tarde vio de cerca el mayo del 68 que vivió también intensamente en Italia, que retrató, para algunos de forma un tanto frívola, en Soñadores. No hubo en su cine estudios ni aprendizaje técnico. Al principio, como vio hacer a Pasolini, renunció incluso a actores profesionales y flirteó con las corrientes experimentales.

El pasaporte de Bertolucci al olimpo del cine lo expidió El último tango en París, su película más polémica. Especialmente cuando se supo que había pactado con Marlon Brando la famosa de los abusos sin que Maria Schneider lo supiese. Lo reconoció él mismo, pero su director de fotografía, el gran Vittorio Storaro, lo negó después ante el escándalo suscitado. La película, estrenada en 1972, se prohibió en España y no pudo verse hasta el 16 de enero de 1978. En una entrevista en el diario EL PAÍS de 1985 el cineasta comentó la importancia de la personalidad de Marlon Brando en la película: "Sí, influyó mucho. Brando es un monstruo prehistórico del cine del pasado. En principio no lo iba a interpretar él. Los actores elegidos eran Jean-Louis Trintignant y Dominique Sanda, pero resultó que Trintignant era un tímido y no se atrevía a hacer las escenas de la casa abandonada y Dominique Sanda estaba preñada, así que tuve que renunciar a los dos".

El último tango... sirvió a Bertolucci todo el crédito para poder rodar Novecento, un monumento desde todos los puntos de vista posibles. Una descomunal crónica de las primeras cinco décadas de la Italia del siglo XX, partiendo el 27 de enero de 1901 con la muerte de Giuseppe Verdi: justo el día que nacen los dos amigos que protagonizan el filme y que representarán durante tanto tiempo después dos italias.

Aquella gran epopeya (314 minutos y orginalmente concebida en tres partes), producida por Alberto Grimaldi y surtida de grandes estrellas de Hollywood como Robert De Niro o un Donald Sutherland que ponía rostro a un fascismo con algunos tics no tan lejanos, tuvo influencia hasta en los mostradores de los registros de recién nacidos, donde toda una generación de padres de la progresía italiana inscribió a su vástagos con el nombre de Olmo: como el personaje con el que Gerard Depardieu dio vida al combatiente obrero y miltante marxista.

Novecento fue la afirmación definitiva de la transversalidad de Bertolucci, también a un lado y otro del Atlántico. Pero el reconocimiento en Hollywood llegó con El último emperador (1987), la trágica y novelesca historia de Pu Yi , el último representante de la dinastía manchú, quizá una de sus obras menos lucidas, pero la única que le ha valido a un director italiano el Oscar por la mejor dirección.


VIDEO :

https://elpais.com/cultura/2018/11/26/actualidad/1543221277_980833.html?autoplay=1
 
Maravilloso director, que pena, estaba muy malito y andaba los últimos años en silla de rueda, D.E.P

Grandes películas, mi favorita, "El Conformista", mítico baile entre Stefania Sandrelli y Dominique Sanda,

 
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Bernardo Bertolucci junto a Liv Tyler, en el rodaje de la película ‘Belleza robada’, estrenada el 30 de agosto de 1996. Foto: IFA Film United Archives/ Cordon Press.
 
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Bernardo Bertolucci durante la grabación de la película “Tú y yo”, basada en la novela de Niccolò Ammaniti. Foto: Everett Collection/ Cordon Press.
 
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Bernardo Bertolucci, durante el rodaje de “El último Emperador”, en diciembre de 1987.
 
Clare Peploe, la 'sufridora' (y desconocida) viuda de Bernardo Bertolucci
A lo largo de toda su vida formó un famoso tándem profesional junto a su marido. También sufrió las consecuencias del episodio de la violación en 'El último tango en París'
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Clare Peploe en una imagen de archivo. (Alamy)
AUTOR
J. MADRID


26/11/2018 11:48 - ACTUALIZADO: 26/11/2018 13:56

“Señor Bernardo, ¿qué hubiera hecho si su cónyuge, Clare Peploe, hubiera sido tratada de la misma forma en que usted trató a una joven de apenas 19 años?”. La carta pública que la actriz María Schneider firmó contra el hoy fallecido Bernardo Bertolucci no podía ser más clara. En ella denunciaba el trato al que había sido sometida por parte del director y de Marlon Brando, a los que acusó de abusar de ella en el rodaje de la escena de s*x* de 'El último tango en París'. En esa carta también mencionaba a la mujer del director, una Clare Peploe que, sin beberlo ni comerlo, se vio mencionada en un escrito polémico.

Lo cierto es que Peploe, también directora de cine y mucho menos célebre que su cónyuge, siempre intentó que se hablase de su carrera y no de su matrimonio. Y mucho menos del desagradable episodio relacionado con 'El último tango en París'.

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El director italiano Bernardo Bertolucci. (Reuters)
Eso sí, a lo largo de toda su vida, tuvo que responder a cuestiones sobre su famoso marido. En 1995, mientras presentaba en nuestro país 'Hechizo en la ruta maya', afirmó que Bertolucci era “un genio en algunas cosas, no en todas”. En la misma entrevista, publicada por 'El País', reconocía que su marido hacía “un tipo de cine muy distinto” al de ella. También que intentaba separar su carrera de su matrimonio. “Un día apareció en el rodaje de 'Hechizo en la ruta maya' y todo el mundo se puso tan nervioso que le tuve que pedir que no volviera”, admitió.



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Bertolucci junto a su esposa. (Cordon Press)


Casado en segundas nupcias con ella en diciembre de 1978, Bertolucci tampoco fue muy pródigo a la hora de revelar datos íntimos de su matrimonio. A Clare la conoció cuando la contrató como asistente de dirección en la ya mítica 'Novecento'. Ambos compartieron la 'guerra' que había supuesto ese rodaje lleno de complicaciones logísticas y quebraderos de cabeza artísticos. “Mi compañera, Clare, era mi asistente de dirección. Me ayudó mucho durante la batalla. Es una pena que no pueda estar conmigo ahora”, dijo el director durante una entrevista realizada en 1977, un año antes de casarse con ella. “Ella era muy fuerte; como decimos en Italia: 'Si mi abuela tuviese ruedas, ella sería una carretilla”.

Nacida en Tanzania y estudiante de arte, Clare compartió desde siempre la pasión por el cine de su marido. Cuando lo conoció, Bertolucci ya era reconocido como un auténtico genio. Pese a la etiqueta fácil, ella quiso volar por sí misma y lo consiguió cuando uno de sus cortos, 'Couples and robbers', recibió una nominación al Oscar a principios de los 80. Años después, en 2001, la comedia romántica 'El triunfo del amor' llegó hasta el Festival de Venecia con muy buenas críticas. Bertolucci estaba detrás de la producción y participó activamente en la promoción de la cinta de su esposa.



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Clare Peploe y Bertolucci durante el rodaje de 'El triunfo del amor'. (Cordon Press)




Los que conocen bien a Clare aseguran que sufrió mucho cuando, en 2007, María Scheneider contó que había sido violada en el set de 'El último tango en París'. Sin embargo, jamás se apartó de un marido que tampoco tuvo problema en confesar que el abuso hacia su actriz para la famosa 'escena de la mantequilla' junto a Brando era verídico. Clare mantuvo un apoyo silencioso hacia su marido. Quizá recordaba que ese hombre al que todos llamaban 'abusador' era el mismo que un día, a finales de los 70, la animó a desarrollar su propia carrera. “¿Por qué no haces tu propia película?”, le dijo. Su consejo la llevó a hacer cine y dejar de ser la eterna acólita de su marido.

Como toda mujer detrás de un hombre más célebre que ella, Clare conoció las luces y las sombras de Bernardo Bertolucci, un genio controvertido en tiempos del #MeToo. Su viuda, sin embargo, jamás se vio salpicada por esa controversia. Y si la sufrió, siempre lo hizo en silencio.

https://www.vanitatis.elconfidencia...rnardo-bertolucci-clare-peploe-viuda_1668682/
 
Todas las mujeres de Bernardo Bertolucci

  • SORAYA MELGUIZO
  • Roma
  • 27 NOV. 2018 00:06



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Bertolucci junto con la joven actriz Tea Falco GTRES



Stefania Sandrelli, Dominique Sanda, Liv Tyler, Eva Green, Tilda Swinton... Bernardo Bertolucci tenía predilección por las mujeres jóvenes

"En el futuro me recordarán sobre todo por haber descubierto a una serie de jóvenes actrices", decía orgulloso el cineasta Bernardo Bertolucci durante una entrevista hace un par de años con motivo de sus 75 cumpleaños. Y lo cierto es que las mujeres siempre ocuparon un papel protagonista en la carrera y la vida privada del último emperador del cine italiano.

Stefania Sandrelli, Dominique Sanda, Liv Tyler, Eva Green, Tilda Swinton... Bernardo Bertolucci tenía predilección por las mujeres jóvenes con una breve carrera a las que catapultaba a la fama después de participar en sus películas. "No conozco una película en la que Stefania no sea creíble. Ella puede ser todo. Es extraordinaria", decía de la actriz el cineasta. La intérprete debutó bajo la batuta del director en El inconformista (1970) después de haber participado en Divorcio a la italiana con Marcello Mastroiani o Seducida y abandona, su primer protagonista, ambas dirigidas por Pietro Germi.

Bertolucci volvió a contar con Sandrelli en 1976 para realizar el que está considerado uno de sus mejores trabajos, Novecento, una ambiciosa historia épica donde el cineasta contaba de forma magistral la historia de Italia durante cincuenta años. "Se ha marchado mi último emperador, que se sentía como un ratón en el queso", escribió este lunes en una emotiva carta Stefania Sandrelli. "Me lo dijo después de un verano de sufrimiento y pasión. 'Ahora estoy bien, ¿sabes? Estoy como un ratón en el queso'. Gracias por haber sido tan especial. Por tu cine tan especial", escribió la actriz.

La desaparecida Maria Schneider, sin embargo, siempre consideró su experiencia con Bertolucci un trauma del que nunca llegó a recuperarse. Con El último tango en París Bertolucci consiguió su primer gran éxito internacional, pero la transgresora película no fue recibida en Italia precisamente con aplausos. Bertolucci fue incluso condenado por ofender el "sentido común del pudor" y perdió sus derechos civiles durante cinco años. En ella, una joven Maria Schneider protagonizaba una escena de sodomía junto a Marlon Brando que es ya parte de la historia del cine universal... pero de la que la actriz no fue consciente hasta que ya fue demasiado tarde para echarse atrás.

Tras la muerte de la actriz en 2011, arrastrada por los fracasos cinematográficos, las drogas y los problemas psiquiátricos, Bertolucci confesó en una entrevista que la escena no estaba escrita en el guión y que Brando y él decidieron no decir nada a la actriz para obtener una reacción más real. "Ella lloró, gritó y se sintió herida en cierta forma porque no le había dicho que se iba a producir una escena de sodomía. La muerte de María llegó antes de que pudiera abrazarla y pedirle excusas", lamentó.

La mujer de su vida: Clare Peploe
La polémica que rodeó la denuncia pública por violación de Maria Schneider pocos años antes de morir no afectó a la actual pareja del cineasta, la también cineasta británica Clare Peploe, que siempre se mantuvo al lado del director hasta sus últimos días.

Bernardo Bertolucci se casó tres veces a lo largo de su vida. La primera con Adriana Asti, una actriz a la que conoció durante el rodaje de Accattone en 1961, la película de su gran amigo Pier Paolo Pasolini en la que Bertolucci trabajó como asistente de dirección. La relación no funcionó y seis años después se casó de nuevo con la escenógrafa Maria Paola Maino.

La estabilidad sentimental no la encontró hasta que conoció a su tercera y última esposa, Clare Peploe, con quien compartió durante 40 años éxitos profesionales y personales. Guionista, productora y directora de origen británica, la pareja se conoció durante el rodaje de Novecento donde ella era asistente de dirección. Se casaron en 1978 y desde entonces Peploe ha colaborado en prácticamente todas las películas de Bertolucci, aunque también ha desarrollado una carrera como cineasta en paralelo.


https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2018/11/27/5bfc4685e5fdea9e078b45b8.html
 
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