Mar Flores y Javier Merino se separan

En esta foto lo que es, es jovencísima y con la cara más redondeada y con más peso que ahora.
Pero no la veo muy retocada. En absoluto.

Mira el primer ex que mal envejecer, por Dior :nailbiting:


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No tiene grandes operaciones de decir quien es esa chica irreconocible

Pero la nariz la tiene afinada
 
El Merino es millonario???? pues no sé yo, pasta tiene o tenía desde luego, pero millonario.....y a qué se dedica exactamente este hombre?????
 
no entiendo porque dice que la relacion ha durado mas de 18 años! se casaron en el año 2001! ademas en 1998 cuando se caso Rivera con Eugenia la Flores aun salia con Cayetano, asi que de 18 años de relacion nada de nada! demasiado ha durado esta tia con su marido! ahora a vivir de la pension que le pase Merino, que con 4 hijos y con el estilo de vida que esta acostumbrada esta mujer sera para alucinar.!!!
 
¿Es cierto que Bertín la dejó?.
 
¿Es cierto que Bertín la dejó?.

Yo tengo entendido que Bertin la usó para divertirse, más o menos como hizo con todas las mujeres desde su primer esposa (a la que le puso más cuernos que a un alce), hasta la segunda
Pero vamos que de todos esos hombres quien menos me importaría que me dejase es un machista como él que a la madre de sus hijas le puso los cuernos y no le daba su lugar (dicho por él mismo años después)
Ahora parece que con la nueva se porta, quizá tiene que ver la edad y que ella es mucho más joven

Las demás fueron relaciones de usar y tirar, dudo que Mar viese futuro con él
Su gran palo fue el duquesito a quien se veía que comía de su mano pero la madre lo tenía en mira y las fotos fueron lo definitivo, creo que estaba tan colado de ella que si no hubiera vivido la madre hubiera pasado por alto hasta lo de las fotos
 
De hecho siempre he pensado que las famosas fotos las "hizo sacar" la propia Duquesa que muy campechana y tal y cual pero era super clasista (menos para ella misma al final) y antigua

Viendo que su hijo no cortaba con ella y la llevó a la boda de duquesita que eso ya era un semi compromiso porque para estos abolengos llevar a la pareja a una boda ya es serio no lo siguiente. Viendo que el bodorrio sería inminente dio vía libre para que sacasen las fotos
En aquel entonces se les tenía tanto respeto a estas familias que sin el consentimiento de.. dudo que hubieran sacado las fotos, aunque fuese en una revista recién nacida como el que me dices en aquel momento. En aquel entonces todavía había mucho veto, censura...

Pero es tan respetada la figura de la Duquesa que tampoco han dicho nunca abiertamente que ella dio vía libre a las fotos para cargarse a la nuera
 
Mar Flores: "Si no aparece Javier Merino no hubiese vuelto a estar con ningún hombre. Yo me he curado con amor”

La mujer más polémica de España en los noventa nos cuenta cómo sobrevivió al infierno del acoso y derribo mediático y por qué renunció a su carrera cuando el hombre de su vida se lo pidió.

Por RAQUEL PELÁEZ
21 de octubre de 2013 / 10:38
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© Rubén Vega

CREO QUE SI VOLVIESE A CAER PROBABLEMENTE ME LEVANTARÍA"

Mi gran oportunidad probablemente llegará cuando sea más vieja, más madura y más gorda”, dice Mar Flores (Madrid, 1969) entre risas, pero completamente en serio. Hablamos de por qué en dos ocasiones, y por causas parecidas, renunció a su carrera. La primera vez dijo no a las pasarelas internacionales porque había llegado al mundo su primer hijo, Carlo. “Quería estar cerca de él y decidí olvidarme de vivir en París y de viajar alrededor del mundo. Me establecí en Madrid, pero fue una etapa muy complicada. Tuve que sacarle adelante sola y debía compatibilizar eso con ocho horas de rodaje en la serie en la que trabajaba en aquel momento, los cursos intensivos en la escuela de Cristina Rota...”. La segunda vez renunció al cine. Ya había trabajado a las órdenes de Juan Antonio Bardem, de Mario Camus y había terminado de rodar Los años desnudos (Félix Sabroso y Dunia Ayaso, 2008). Acababa de tener su tercer niño, pero se había pasado todo el verano en un rodaje. “Javier me dijo: ‘Muy bien. Nos hemos casado, has hecho tu película… ¿Esto va a ser así? Porque entonces las cosas van a cambiar’. Y yo le dije: ‘Tienes toda la razón”. Volvió a claudicar porque su marido se lo pidió. Pero solo provisionalmente. Ahora, con 44 años, cinco hijos y sus prioridades mucho más claras, se plantea una segunda oportunidad. “¿Y por qué no voy a poder intentarlo de nuevo en el cine? Yo creo que aún es posible. Creo que cuando alguien ama algo lo puede conseguir a la edad que sea. No tengo prisa ni ansiedad, pero sé que lo voy a hacer”.

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@Rubén Vega

ME ATACARON PORQUE LA ESPAÑA ES UN PAÍS MUY VISCERAL. PERO SI LA INFORMACIÓN ES FALSA, ¿QUÉ HACES?"

Mar Flores llega a la entrevista vestida con un peto vaquero, sombrero de Paj*, gafas de sol tipo lady y un bolso 2.55 de Chanel colgado en bandolera. En la primera cita me invitó a almorzar y, con la curiosidad de quien lleva retirado del ruido mediático mucho tiempo, hizo preguntas sobre el estado actual del periodismo: “¿De verdad crees que se trata con más respeto a los personajes?”. Fue en el jardín de Fortuny, el palacete decimonónico que Javier Merino convirtió en templo de la noche en aquellos años, los noventa, en los que ella se paseaba por Madrid con gente de las altas esferas. Javier es su marido, el empresario con el que se casó en 2001 y quien, según sus propias palabras, fue su salvador. “Lo más grande que me ha pasado a mí fue recuperarlo. Si no llego a transformar mi amistad con él en lo que es ahora no hubiese vuelto a estar con ningún hombre. Por supuesto que he ido al psicólogo y al psiquiatra porque yo creo que todos, cuando atravesamos en momentos difíciles, tenemos que acudir a profesionales. Pero yo me he curado con amor”. Dice todo esto como si no fuese posible que alguien no estuviera al tanto de por qué esta mujer altísima, espigada, elegante y risueña, tuvo una vez que “curarse”. ¿De qué enfermedad?

Del shock que le generó aquella tormenta que se desató en febrero de 1999, cuando alguien la traicionó vendiendo a Interviú unas fotos suyas con Alessandro Lecquio que se convirtieron en la portada más sonada de los últimos veinte años. “En este país si un tío sale con tres mujeres es un machote. Si eres una mujer y haces lo mismo, una prost*t*ta”, me dice, muy directa, sin las grandes gafas tapándole los ojos y frente a un plato de ensalada de algas. Hoy ya no estamos en Fortuny, sino en Ibiza, en un modernísimo hotel perdido en las montañas que ella misma ha escogido. Sugiere que pidamos un sake espumoso. Noto por su manera de expresarse, por la precaución con la que escucha cada pregunta, cierta desconfianza: “Yo reconozco a un amigo de verdad cuando no va a contarle a la prensa algo que yo le haya dicho”, afirma con ese particular deje suyo que trastabilla las erres. Aunque el debate sobre su pasado le aburre. Prefiere hablar de segundas oportunidades.

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@Rubén Vega

CUANDO TOCAS FONDO TE AGARRAS A CUALQUIER COSA"

La historia de Mar Flores es la de una chica de Usera, barrio proletario de Madrid, que estudiaba en un colegio católico y a la que, un buen día, mientras paseaba por un centro comercial con una amiga, le propusieron presentarse a un concurso de belleza. El premio era un fin de semana en París. Tenía 17 años. Ganó. “Me fui para dos días y ya no volví. Me ofrecieron un contrato en la agencia de modelos Ford”. La misma que descubrió a Elle MacPherson o a Bar Refaeli. Era la pequeña de cinco hermanos en una familia de clase media. “Media más bien baja”, matiza ella. Su padre era agente comercial. Su madre, ama de casa.
—¿Tuvieron que firmar algún consentimiento?
—No. Entonces no había que firmar nada de eso. En casa se pasaban verdaderas dificultades para llegar a fin de mes. Mi madre no tenía tiempo para tonterías. Así que cuando llamé no le pareció bien, pero tampoco se opuso.

Al principio vivía en un apartamento con otras cinco chicas. “Había veces que no tenía ni para ir a la crepería de la esquina, pero yo eso nunca se lo contaba a mi familia. Les contaba solo las partes buenas: que me venían a buscar en limusina, que me llevaban a hotelazos, que viajaba en primera...”. Poco a poco fue creciendo: desfiló para Armani, hizo campañas para multinacionales, era maniquí en Cibeles... Cuando consiguió establecerse pudo compartir su nuevo estilo de vida: sus padres tomaron un avión por primera vez o disfrutaron de unas vacaciones en Marbella gracias a ella. “Yo les ayudé económicamente en cuanto pude”, remarca con orgullo.

Solo un poco más tarde sería ella era la que necesitaría ayuda. Después de haber renunciado a las pasarelas, en 1991 había recibido una oferta de Emilio Aragón, quien le propuso participar en su programa VIP Noche. Allí conoció a su primer marido, el conde Carlo Constanza de Castiglione, que también trabajaba en Telecinco. El matrimonio fue un fracaso. Se divorciaron en 1997 y acabaron enzarzados en una pelea por la custodia de su hijo que se prolongó durante años. Con 25, tuvo que afrontar el reto de ser madre separada. “Cuando tocas fondo te agarras a cualquier cosa que te dé libertad, que te haga sentir humana: trabajar, viajar, tomar tus propias decisiones. Era la época del todo o nada, así que me dije: ‘¿Dónde me coloco para salir adelante?’. Y me puse a trabajar como una loca”. Se empleó de lleno en su carrera y emprendió una nueva aventura televisiva: “Estuve en Canguros [una serie que protagonizaba junto a Maribel Verdú] ciento y pico capítulos. Me venían a recoger para rodar a las ocho de la mañana. Dejaba al niño con mis padres. Era muy duro”.

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@Rubén Vega

Para entonces, Mar Flores ya se había convertido en un personaje imprescindible de la vida social madrileña. Y en aquel tiempo ya mantuvo una relación con su actual marido, todavía hoy presidente de un importante entramado empresarial que incluye restaurantes, gasolineras y promociones inmobiliarias. “No supe apreciar a Javier”, confiesa con cierto rubor. Cuando él quiso ponerse más serio y habló de compromiso ella le dejó claro que deseaba ser libre. Todo o nada de nuevo. Y todo fueron sonadas relaciones con el todopoderoso naviero Fernando Fernández Tapias, con el playboy del momento, Alessandro Lecquio, y con el aristócrata Cayetano Martínez de Irujo. En 1998 hizo su primera película, Resultado final. Juan Antonio Bardem la había escogido a ella como protagonista.

La mañana en que todos los quioscos de España amanecieron con la portada de Interviú marcó un antes y un después en su vida. Las fotos habían sido tomadas dos años antes, cuando la modelo y actriz mantenía una relación con Fernández Tapias. Eso la convertía en supuestamente infiel con aquel hombre del pasado y en “poco adecuada” para seguir con el que era su novio en aquel momento, Martínez de Irujo. La historia fue un auténtico terremoto. “De aquella época no me quedan amigos”, reconoce. Por entonces en España no pasaba un día sin que se hablase de ella y sus romances. Las recién nacidas tertulias del corazón, que habían inaugurado una forma mucho más despiadada de hacer información social, encontraban en esta mujer guapa y hecha a sí misma un perfecto filón. El late night show más popular de la televisión tenía una sección fija sobre su vida privada y el asunto llegó tener tal repercusión que hasta un telediario de máxima audiencia abordó el asunto.

—Ese momento, ¿fue tan duro como su divorcio? ¿Lo considera un punto de inflexión similar en su vida?
—No. Esto fue mucho más fácil. Yo con mis parejas había hablado y decidido lo que tenía que hacer. Todos sabíamos cómo habíamos acabado y cómo habíamos quedado unos con otros en su momento. Otra cosa era la versión que los medios manejaban. Fue duro que la gente se creyera lo que otros dijeron y ver a mis padres sufrir, aunque ellos sabían la verdad. Yo tenía un hijo que iba al cole y le decían cosas.

—¿Por qué cree que despertó esas reacciones?
—Me atacaron porque España es muy visceral y reacciona a la información que le dan. Si la información es errónea, ¿qué haces? Somos un país muy machista y las mujeres, malas entre nosotras. Además, está la envidia. Yo he sentido mucho más rechazo de las mujeres que de los hombres. Profesionalmente y también personalmente. Ahora muchas veces me paran y me piden una foto con muchísima educación. Pero antes escuchaba eso de: ‘No te hagas una foto con esa’. Y yo pensaba: ‘¿Qué sabrá esta señora de lo que hago yo en mi cama? Tras el episodio, del que aún le resulta muy difícil hablar, comenzó lo que ella misma denomina la segunda parte de su vida. “Yo pensé que no lo iba a superar, pero ahora me parece muy lejos ya”.

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@Rubén Vega

—¿Cómo recuperó a Javier Merino?
—Nunca habíamos dejado de ser amigos. Un día le llamé por su cumpleaños y le pregunté: “Bueno, ¿qué?, ¿ya tienes novia?, ¿cuándo te casas?”. Me respondió: “Sí, sí. Me caso”. Se me paralizó el cuerpo. “Bueno, ya te llamaré cuando esté todo organizado”, añadió. Yo estaba con una amiga y me puse a llorar: “No me lo puedo creer, no me lo puedo creer”. Ella me dijo: “Piénsatelo bien y si realmente le quieres, ve a por él”. No lo dudé. Al día siguiente le llamé: “Te invito a cenar en casa, ¿puedes?”. Y entonces me confesó que había sido una broma, que ni se acordaba de lo que había dicho. Pero yo aproveché esa cena para retenerlo.

Cuenta esta historia emocionada. Aunque resta dramatismo: “Bueno, yo llamaba en realidad para tantear cómo estaba el tema. Si podía seguir trabajando un par de años más o tenía que dejarlo ya”. Carcajadas y mirada cómplice. Mar Flores sabe reírse de sí misma.

—¿Se toma como una derrota haber dejado pasar oportunidades?
—No. Las vas dejando, sin rencor y sin angustia. Es mucho peor seguir en algo a lo que te fuerza la vida. No te digo que la gente que tenga que trabajar no lo haga. Yo cuando he tenido que hacerlo no lo he dudado. Pero he vivido la soledad desde los diecisiete años. Tuve fama, éxito, he viajado de aquí para allá... Y te duele el alma estar sola en un hotel una noche y otra noche. Cuando se murió mi abuelo no pude ir a su entierro porque no había ningún vuelo. Y de esa sensación aprendes muchísimo, porque te preguntas: ‘¿De qué me sirve todo esto a mí?’. No tengo una pareja a quien contárselo, ya he fracasado en un matrimonio, tengo un hijo pero no lo puedo abrazar... Por eso cuando pude dedicarme a mi familia, lo hice. La segunda parte de mi vida ha sido mejor.

Mar Flores y Javier Merino se casaron en 2001. La boda, discreta, y a la que asistieron solo familiares directos y amigos cercanos, se celebró en un cortijo en Sevilla. En los años siguientes tuvieron a Mauro (9) y luego a Beltrán (6). Hace solo dos años llegaron los mellizos Bruno y Darío. Ella decidió convertirse en una especie de primera dama silenciosa, involucrada en causas sociales. Dijo adiós a las fiestas y se refugió largas temporadas en su residencia de República Dominicana, lejos del ruido mediático. Allí creó una marca con su nombre, bajo la que aún comercializa menaje y ropa del hogar, se familiarizó con el mundo 2.0 para finalmente abrir un blog y puso en marcha una productora, que le permitió protagonizar una nueva película, junto a Goya Toledo y Candela Peña. En sus aventuras empresariales ha contado con el apoyo de su marido.

—Como emprendedor, ¿qué le ha enseñado?
—Él me dice: “Si pones algo en marcha, tendrá que ser con una rentabilidad económica, no por amor al arte”.

—¿Y a usted se le han abierto muchas puertas gracias a él? O al contrario, ¿le ha abierto muchas puertas a él?
—No, pobrecito mío. Yo solo se las he cerrado. Él era una persona desconocida y le puse en el punto de mira.

De hecho, ahora que el emporio Merino atraviesa problemas financieros, los medios se refieren a él como “el marido de Mar Flores”. El empresario está imputado en un caso de corrupción en el Ayuntamiento de Estepona y condenado por uso de información privilegiada en un negocio inmobiliario. Flores cierra filas en torno a él, trece años mayor que ella. “Cuando envejezca le cuidaré porque él me ha cuidado a mí como una reina”.

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@Rubén Vega

Entretanto, va a crear una extensión de su marca con una línea de bolsos, que fabricará en colaboración con la ONG Woman Together, de la que es embajadora para Caribe y Latinoamérica y para la que ha viajado en varias ocasiones a recoger un galardón a la sede de la ONU en Nueva York. Está implicada en la integración laboral de mujeres desfavorecidas desde hace casi una década. Quizá por eso intenta dosificar las frivolidades, pero tampoco se disculpa por caer en alguna. “Me he pinchado vitaminas una vez y no me gustó nada, no me veo yo... ¡Ya hasta me gusto con arrugas!”. Ríe y al hacerlo se forman surcos a los lados de sus ojos. “Siempre he querido ser la mejor. Siempre he soñado muy alto. Si sueñas alto al menos vas a ser mediocre alto. Creo que si volviese a caer, probablemente me levantaría”.
Mar Flores tiene más miedo a la vejez que a envejecer. Se imagina de mayor “con el pelo y largo y canas. Muy hippie”. Aunque en el espectro político le gusta que la consideren más conservadora que progre. Tanto, que si se le dice que en algunos aspectos ha sido una mujer moderna, se ofende: “No dejo a mis hijos que tengan videojuegos. Soy conservadora en mis valores. ¡No me jorobes!”.

—Y si mañana uno de sus hijos viniese y le dijese que es gay, ¿qué haría?
—Pues bienvenido. Esa es una forma de estar en el mundo como otra cualquiera. ¿Por qué decirle a una sociedad no seas gay, no fumes, no abortes, no seas feliz?

—Entonces, ¿no está en contra del aborto?
—Pues no. Si uno va a estropear la vida de un niño por seguir con un embarazo, por qué lo va a hacer. Creo en la libertad individual.

Antes de despedirnos insiste en que se encuentra en un momento de su vida “de cosecha”. Recoge de su marido, de sus hijos, de la gente que la para por calle. Y tiene claro lo que quiere: “Mis hijos deben seguir disfrutando de lo mejor de mí y quiero que siempre me vean radiante, con fuerza. Esa gente que no se arregla, que no se maquilla... Mi madre tuvo una enfermedad degenerativa mucho tiempo y eso me hizo sufrir muchísimo. Yo no voy a renunciar a nada por hacerme mayor”.

** Reportaje completo publicado en el número 63 de Vanity Fair**

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@Rubén Vega
 
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