Mandos del Ejército del Aire envían una carta al Rey alertando de la «aniquilación de la democracia»

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Lamentable pero realísimo.
 
No, los militares no pueden pronunciarse. Las Fuerzas Armadas se configuran en España como una Institución del Estado caracterizada por su neutralidad y sus miembros tienen muy limitados sus derechos fundamentales y libertades públicas en este sentido, tanto por vía constitucional como por vía de las Reales Ordenanzas y por las leyes que regulan la carrera militar. De esta manera los miembros de las Fuerzas Armadas, entre otras restricciones, ven muy recortado su derecho a la libertad de expresión.

La cuestión es que los militares firmantes de esta carta que tanto inquieta están retirados (en el cuerpo de la noticia también se dice que están “en la reserva”), con lo cual el titular es absolutamente equívoco. Porque donde el titular dice dice “Mandos” debería añadir “retirados” o “en la reserva” dado que los firmantes están fuera de la carrera militar e insertos en la vida civil, ergo titulares de todo el catálogo de derechos fundamentales y libertades públicas, y nada les impide escribir al Rey y al sursum corda si lo desean. De haber sido de otra manera, es decir, militares en activo, les habrían crujido ya con un expediente a todos ellos para determinar si hubieran podido incurrir en delito o falta por manifestarse. Y ya se sabe como cruje el Código Penal Militar: pocas bromitas porque enciende el pelo.

Por lo demás, el contenido de la carta declara la preocupación de un concreto colectivo de jubilados de una concreta Promoción de la Academia General del Aire por el deterioro de nuestra democracia y expresan su lealtad al Rey, a la Constitución y bla, bla, bla.

¿Dónde está el problema? Parece un poco absurdo deducir que estos militares jubilados están alentando un golpe de Estado militar porque en realidad están haciendo todo lo contrario. Un poco malévolo también, creo, o quizá consecuencia de no haber leído atentamente la noticia a pesar de que la propia noticia mueve a equívoco, cosa nada extraña en la prensa cuando busca la sensación fuerte y lo que en realidad vende es humo.
El "problema" está en que al hacer referencia a su comunicado se alude a su condición militar, ya sea en la reserva, retirados o en excedencia. Si hubieran sido un grupo de "jubilatas" sin más y de las más variopintas profesiones, el comunicado no hubiera tenido ninguna trascendencia. Y es muy fácil pensar que quizá este grupo de militares retirados están expresando las inquietudes de los que están en activo.
 
El "problema" está en que al hacer referencia a su comunicado se alude a su condición militar, ya sea en la reserva, retirados o en excedencia. Si hubieran sido un grupo de "jubilatas" sin más y de las más variopintas profesiones, el comunicado no hubiera tenido ninguna trascendencia. Y es muy fácil pensar que quizá este grupo de militares retirados están expresando las inquietudes de los que están en activo.
Mejor trampa no le podían poner al lelo del sexto. Capaz de morder el anzuelo.
 
Y el sexto. el último, tampoco se va a librar.

Todos los reyes de España desde 1800 han pasado por el exilio. Juan Carlos I no será una excepción​


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3 Agosto 2020Actualizado 3 Agosto 2020, 20:40
Mohorte @mohorte

Juan Carlos I se marcha de España. La Casa Real ha confirmado los rumores difundidos durante las últimas semanas sobre el destino del rey emérito. El torrente de informaciones y escándalos publicados durante el último año habían colocado en una posición compleja tanto al padre, Juan Carlos I, como al hijo, Felipe VI, vigente jefe de Estado. Sus labores como comisionista, sus relaciones extramatrimoniales, su pequeña fortuna labrada desde su posición de privilegio... Nada que contribuyera a la "tranquilidad" y al "sosiego" de la monarquía.

Quien personificara la restauración de la familia Borbón culmina así un largo ocaso iniciado a finales de 2012 durante su expedición a Botsuana. Aquella cacería marcó un antes y un después en la imagen pública del monarca. Juan Carlos I se vería obligado a abdicar dos años más tarde. El paso del tiempo y la publicación de sus turbias relaciones con empresarios, monarcas y supuestos testaferros de una gran fortuna hicieron el resto. Hace algunos meses Felipe VI le desgajaba de la Casa Real. Sin dotación, sin vínculos.

Hoy toma el paso definitivo. La huida. De algún modo, el exilio.

Por extraordinario que pueda parecer, el rey emérito completa así el viaje que todos sus antepasados cercanos emprendieron en algún momento de su vida. La historia de la Casa de Borbón es la historia de una relación de amor-odio con sus súbditos. Ya fuera por levantamientos populares que horadaron su legitimidad, ya fuera por invasiones extranjeras que reformularan la naturaleza de la monarquía española, ya fuera por la declaración intempestiva de la República... De un modo u otro, todos los monarcas españoles desde Carlos IV han pasado por el exilio.

Todos.

Al igual que el clan Buendía, arrastrando las mismas pena durante generaciones, la dinastía borbónica en España ha sufrido la maldición del destierro monarca tras monarca. Algunos de ellos lograron regresar. Otros no. La familia siempre ha pervivido, y nadie como Juan Carlos I, restaurador de la monarquía tras medio siglo ausente, lo personifica. Pero el exilio siempre ha formado parte de su destino, de su arco vital. Y el rey emérito está cerca de descubrirlo en sus carnes.

Carlos IV​


El punto de inicio a tan turbulenta historia lo marca Carlos IV, monarca poco dotado en tiempos de extraordinaria volatilidad política. Durante los diez últimos años de su reinado, Carlos IV debió acostumbrarse a la ascendencia militar de la Francia napoleónica, incómoda cuestión que terminaría con la ocupación de parte del país entre 1807 y 1808. Carlos IV y su valido, Godoy, partidarios de entablar buenas relaciones con Francia, se vieron obligados a abjurar de su gobierno tras el motín de Aranjuez.

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Aquel acontecimiento, mitad levantamiento popular mitad golpe palaciego, fue instigado por su propio hijo, el futuro Fernando VII. Carlos IV se vio obligado a abdicar la corona, cuestión que no agradó a Napoleón. A la altura de 1808, el emperador francés convocó a todas las partes implicadas en Bayona. Presionado a distintos niveles, Fernando accedió a devolver el trono a su padre, Carlos IV, ignorante por completo del destino fatal del mismo. Para entonces, Carlos IV ya había pactado su traspaso a Napoleón.

El resto de la historia es conocida. Carlos IV pasó así a un segundo plano, sin ánimo alguno de recuperar su posición y destronado no una, sino dos veces. Reo de Napoleón, deambula por diversas propiedades palaciegas entre Compiègne, Niza y Marsella. Cuando el fin de la epopeya imperial francesa se salda con el exilio de Napoleón y el Congreso de Viena, Carlos IV recuperará su libertad de movimientos, trasladándose a Roma primero y a Nápoles después. Moriría aquejado de gota, sin que su hijo, ya en el trono, le permitiera jamás volver a España.

Fernando VII​

Su hijo y heredero, Fernando VII, gozaría de un reinado prolongado, si bien en absoluto placentero. Su primer exilio caminaría en paralelo al de su padre. Las abdicaciones de Bayona también hicieron de él un prisionero. Napoleón le enviaría al castillo de Valençay, en el centro de Francia, donde pasaría sus días (plácidamente, debe decirse) hasta el final de la Guerra de la Independencia. Regresaría en 1814 tras la derrota de la Grande Armée en Arapiles, signo indeleble de la decadencia napoleónica.

Originalmente El Deseado, Fernando VII arramblaría con el sistema constitucional instaurado por las Cortes de Cádiz y restauraría las instituciones del Antiguo Régimen. Aquel periplo duró seis años, el tiempo que necesitaron las fuerzas liberales para tomar el poder. El Trienio Liberal, sin embargo, no se saldaría con su exilio, remota como pudiera antojarse cualquier idea de República. Fernando VII juraría la Constitución para, tras la intervención de las potencias europeas, instaurarse en el trono absolutista. No saldría de España hasta su muerte, en 1833.

Isabel II​

Como quiera que las fuerzas de la historia jamás quedan congeladas por la acción de un solo hombre, el fallecimiento de Fernando VII y la ausencia de un heredero varón y mayor de edad sirvieron de pretexto para el inicio de una guerra civil, carlista, entre las fuerzas liberales y las fuerzas tradicionalistas. Las primeras servirían de muleta a la futura Isabel II, por aquel entonces una niña, ante la amenaza legitimista de su tío, Carlos María Isidro. España se adentraría en el parlamentarismo para no salir de él hasta prácticamente un siglo después.

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Aquel parlamentarismo estaría marcado por la inestabilidad, los golpes palaciegos, las disputas políticas y la figura siempre explosiva y controvertida de la monarquía. Isabel II, casi siempre detestada por las versiones más radicales del liberalismo español, experimentaría las mieles del exilio a partir de 1868, cuando la gloriosa revolución sacudiera los cimientos del sistema isabelino. Aquel levantamiento tendría primero un carácter democrático, si bien monárquico, y más tarde republicano

Para el caso que nos ocupa, Isabel partió de San Sebastián hacia Francia, donde fue acogida por Napoleón III, por aquel entonces al frente del Segundo Imperio. Jamás regresaría España. Dos años más tarde abdicaría en favor de su hijo, el futuro Alfonso XII, mientras el caótico parlamento nacional debatía sobre la figura que debiera encarnar y dirigir, rota la tradición borbónica, una nueva monarquía constitucional.

Amadeo de Saboya​

Aquella figura terminaría siendo Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, primer rey de Italia tras la unificación, y víctima de los tejemanejes de la clase política española durante la recta final del siglo XIX. En 1870, Amadeo sería elegido por votación en el Congreso (no exenta de giros cómicos, como la recepción de ocho votos para un hipotético rey Espartero) y su reinado jamás colmaría sus expectativas de placidez y buen vivir. Muy al contrario, viviría sumergido en el permanente caos.

El asesinato de Prim y la caída de su coalición de gobierno, crítica para el mantenimiento de un reinado sostenido con alfileres, precipitaron su "despido" a la altura de 1873. Amadeo correría raudo y presto a refugiarse en la embajada italiana. La I República se declararía poco después. En su carta de renuncia a las Cortes, declararía lo siguiente:

(...) creía que la corta experiencia de mi vida en el arte de mandar sería suplida por la lealtad de mi carácter y que hallaría poderosa ayuda para conjurar los peligros y vencer las dificultades que no se ocultaban a mi vista en las simpatías de todos los españoles, amantes de su patria, deseosos ya de poner término a las sangrientas y estériles luchas que hace tanto tiempo desgarran sus entrañas. Conozco que me engañó mi buen deseo.

Regresaría a Turín, su ciudad natal, donde pasaría el resto de sus días.

Alfonso XII y Alfonso XIII​

Padre e hijo se encaminarían hacia el exilio en periodos opuestos de sus respectivas vidas. Alfonso XII lo hizo antes de acceder al trono, cuando su madre, Isabel II, tuvo que marcharse a Francia tras la revolución de 1868. No regresaría a tierras españolas hasta 1874, una vez las fuerzas conservadoras, con Cánovas del Castillo a la cabeza, lograron deponer la primera intentona republicana y restauraron el gobierno borbónico, isabelino.

Para entonces, Isabel II había delegado todas las funciones de gobierno en su hijo, cuya jefatura de Estado estaría caracterizada por cierta estabilidad, al menos en comparación a sus predecesores. Moriría en 1885, apenas once años después de acceder al trono, dejando a un heredero no nato en el vientre de su esposa, María Cristina de Habsburgo-Lorena. Alfonso XIII pasaría así los primeros años de su vida consciente de su inminente herencia. Sería coronado rey en 1902, diecisiete años después de la muerte de su padre y sin haber cumplido la mayoría de edad.

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Cualquier conato de estabilidad que disfrutara su progenitor se disipó pronto. El reinado de Alfonso XIII se contaría entre los más traumáticos de la muy traumática historia contemporánea de España. Su periplo terminaría célebremente el 14 de abril de 1931, cuando unas elecciones municipales precipitaron la declaración de la II República. Acusado de alta traición por las Cortes Republicanas, Alfonso XIII se marcharía a Roma, desde donde apoyaría con entusiasmo la causa franquista.

Cualquier vana esperanza de restauración monárquica tras el fin de la guerra se esfumaría durante los compases finales del conflicto. Alfonso XIII, resignado a vivir el resto de sus días en el exilio, entregaría sus derechos dinásticos a su hijo Juan, quien a su vez, en un giro aún más fatalista del destino, jamás llegaría a coronarse. Sería su hijo mayor, Juan Carlos I, quien restaurara a la corona tras la muerte de Franco, y quien iniciara un periodo de inédita estabilidad para la monarquía española. Uno desconocido, al menos, desde principios del siglo XIX.

De forma un tanto inesperada, sin embargo, Juan Carlos I ha seguido el camino de todos sus predecesores. El exilio.

https://magnet.xataka.com/en-diez-m...pasado-exilio-juan-carlos-i-no-sera-excepcion
 
Toda la transcripción que has hecho, RocioNav, es pura vergüenza. España ha exiliado a todos éstos pero vuelve a tropezar en la misma piedra, parece imposible pero así es.

Y luego vienen los detractores de la República recordando como lo más nefasto el gobierno de la misma en los años treinta.

¿Será por qué este pais vive mentalmente de la fantasmagoría y del rimbomborrio?
 
Creo que el problema de la "aniquilación" de la democracia está íntimamente ligado a la actual situación sanitaria.
Si no estuviéramos todos asustados y encerrados en casa, quizás los partidos gobernantes (español, italiano o alemán o lo que sea) no se permitirían dictar disposiciones que limiten aún más nuestras libertades.
Y entonces veo la carta del ejército español en este marco.
Quizás, alguien en el gobierno de España esté presionando el acelerador, contando con el hecho de que, como en Italia, los españoles tienen miedo y están confinados en sus casas.
En cuanto a mi opinión sobre la democracia y el ejército, parece que ya la expresé en mis posts anteriores, pero la repetiré.
¿Me gustaría una junta militar en el gobierno? Obviamente no. No y no. Los militares tienen otras tareas, gobernar el país depende de un gobierno electo. Mantener la democracia depende del pueblo.
Si un soldado quiere ser elegido, se despide y participa como los demás en el diálogo político.
¿Deberían los militares guardar silencio? No siempre. Si la democracia está en peligro, creo que tienen el deber de señalarlo, pero suelen hacerlo de forma indirecta. En Francia, algún general de permiso pasó a expresar su opinión. Que tal vez no fuera solo de el.

Entonces, mi visión de las cosas probablemente esté distorsionada por tener el peor gobierno desde la fundación de Roma e incluso los marcianos serían el mal menor.
Quienes deben señalar si una democracia está en peligro son los expertos en el tema no los militares. No es labor de los militares resguardar la democracia ni entrometerse en decisiones políticas, no están formados para hacer política ni para tomar decisiones políticas.
Decir que la democracia está en peligro por las decisiones que han tomado diversos gobiernos para proteger a sus ciudadanos debido a una pandemia real y nefasta es digno de oportunistas que están en desacuerdo con los gobiernos de turno y utilizan esta desgraciada instancia de la pandemia para buscar motivos para desestabilizar gobiernos y con ello desestabilizar democracias. Porque vengan a decir ahora que la pandemia es un invento para restringir libertades y porque quieren a todos encerrados para tomar decisiones de espaldas a sus ciudadanos, cuando estando en casa hoy en día es cuando mas informados estamos.
 
El "problema" está en que al hacer referencia a su comunicado se alude a su condición militar, ya sea en la reserva, retirados o en excedencia. Si hubieran sido un grupo de "jubilatas" sin más y de las más variopintas profesiones, el comunicado no hubiera tenido ninguna trascendencia. Y es muy fácil pensar que quizá este grupo de militares retirados están expresando las inquietudes de los que están en activo.

Pues teniendo en cuenta que la XIX Promoción de la Academia General del Aire celebró sus Bodas de Oro en 2013, calculo que sus miembros deben andar por una edad provecta, sin contar los que por desgracia se hayan quedado en el camino. La jubilación pone a los militares fuera del Ejército, no son Ejército y a todos los efectos están integrados en la vida civil, Supongo, que no lo sé, que los militares jubilados podrán vestir el uniforme de gala y sus condecoraciones en las bodas de los hijos y apostillar en la tarjeta de visita "Fulanito de tal. General Jubilado" de lo que sea. Pero, vamos, solo un suponer.

En mi opinión, el escrito no tiene ninguna trascendencia y por supuesto carece de efectos. Si el contenido del escrito es también opinión de otros miembros activos del Ejército (por supuesto sin concretar el número ni el grado) no lo sé, y no quiero entrar en el terreno de la especulación. Lo que sí sabemos es que las Fuerzas Armadas cumplen escrupulosamente sus funciones constitucionales al mando de Margarita Robles, excelente Ministra de Defensa.

OK Diario es un medio basatnte chambón y con cero crédito informativo. No hay más que leer el titular de la noticia para caer en la cuenta de su redacción deliberadamente ambigua por no decir directamente chapucera. Otro problema son las fantasías animadas que se montan al hilo, que parece que nos va a caer la mundial en forma de generalote, pero para vendedores decrecepelo es cierto que siempre ha habido clientes y no se puede hacer gran cosa y por lo demás cada uno es libre de decir lo que le plazca, faltaría más. Salvo que sea militar en activo, claro, porque entonces va a tener que limitarse mucho.
 
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