Magia, sectas y maldiciones: historias de ocultismo en la literatura

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Magia, sectas y maldiciones: historias de ocultismo en la literatura
Desde William Blake y Yeats hasta Burroughs y Pessoa, un repaso por los escritores que formaron parte de sociedades secretas o indagaron en la temática en su obra. Las influencias de Madame Blavatsky y Aleister Crowley
Por Gonzalo León
10 de octubre de 2018


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Diferentes autores se relacionaron y escribieron sobre las ciencias ocultas
La relación entre ocultismo y literatura puede rastrearse con intensidad a partir del siglo XIX. Como bien señala Rosa Sala Rose en la introducción del Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, la segunda mitad de ese siglo fue una época propicia para movimientos teosóficos, ariosóficos, satanistas que desembocaron, según ella, en la cosmovisión nazi. Puede que su tesis sea muy arriesgada, pero lo cierto es que no es difícil encontrar escritores fascinados por el ocultismo o determinadas sectas.

El poeta William Blake (1757-1827) perteneció a la Chosen Chief de la Ancient Druid Order y transcurridos años de su muerte la Ecclesia Gnostica Catholica lo declaró santo. Esta última secta era parte, junto a la Aurora Dorada, de la Orden de los Templarios Orientales. Sus primeros líderes fueron Theodor Russ y el poeta Aleister Crowley (1875-1947). En el Diccionario, Sala Rose señala que Crowley describió a la Atlántida como "un infierno habitado por una raza de magos que puebla las montañas y obliga a trabajar hasta morir a unos esclavos de raza inferior".

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Madame Blavatsky y Aleister Crowley
Otro poeta que ingresó en una secta fue el poeta dublinés Willam Butler Yeats (1865-1939), quien, como cuenta Matías Battistón en el prólogo deMagia (Interzona, 2018), los escritos sobre ocultismo de Yeats, después de haber fundado muy joven la Sociedad Hermética de Dublín y de renunciar a la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky, ingresó a la Aurora Dorada, donde también participaba Aleister Crowley. La verdad es que el líder de la secta, MacGregor Mathers, que a la sazón era cuñado del filósofo francés Henri Bergson, invitó a ambos poetas a participar.


Sin embargo, lo que pudo haber sido una sociedad literario-metafísica se transformó en una disputa en varios niveles. Crowley, si bien tenía talento para la magia negra y había aprendido rápidamente el uso de las drogas con fines narcomágicos, no se llevaba bien con el resto de la secta. Con Yeats la desconfianza llegó a su punto más elevado, cuando le llevó su libro de poesía, Jephthah, y Yeats demostró poco interés, Crowley entonces interpretó como que él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para "socavar su creciente poder".

Lo que debió haber sido una complicidad se convirtió en una conspiración mágica, que "llega a su punto más peligroso cuando Yeats recluta aAlthea Gyles, diseñadora gráfica y miembro de la Aurora Dorada, para ayudarlo a perpetrar el magicidio". Acorralado, Crowley tomó por asalto el templo de Isis-Uranis, que era un departamento de siete habitaciones, y le cambió la cerradura. Al final fue expulsado de la secta, y Yeats declaradoImperator.

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“Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo”, de Sala Rose; “Magia” de Yeats e “Himnos de la noche”, de Novalis
No sólo Rosa Sala Rose se ha referido a la presencia del ocultismo en el siglo XIX, también lo ha hecho Glenn Everett, profesor de la Universidad de Tennessee. Él afirma que el espiritualismo, o la creencia de que los muertos se comunican con los vivos, "se puso de moda por toda América y Europa durante la década de 1850", y esto se debió a que muchos victorianos en Gran Bretaña abandonaron la religión convencional buscando otras creencias a las que aferrarse. En esa época cuando un ya adulto Robert Browning (1812-1889) se enteró de que su esposa, Elizabeth Barrett Browning, adhería al espiritualismo, sufrió una gran consternación. Como bien cuenta Borges, "su mujer era más famosa que él". De hecho fue ella la que afirmó: "Los escépticos han dicho: 'Dejadme que vea una mesa moverse y creeré cualquier cosa'. Ahora que la mesa se mueve, toda Europa es testigo".

G.K. Chesterton escribió una biografía sobre Browning, y durante una época él mismo se acercó al ocultismo, interesándose por la teosofía y teniendo habituales sesiones con la ouija. También Yeats, que fue Premio Nobel de Literatura en 1923, escribió sobre Browning, específicamente sobre Parecelsus, su poema dramático en el que describió cómo la gente del pasado continuaba viviendo en la memoria de la naturaleza, "pensando lo que pensaron y haciendo lo que hicieron".

Para Yeats, esta memoria "revela hechos o símbolos de siglos remotos. Místicos de muchos países y de muchos siglos han hablado de esta memoria". El autor dublinés complementa esta apreciación con la que le provoca William Blake, para quien Los era el dios de la imaginación y para quien también existía la memoria de la naturaleza, y las imágenes literarias provenían de allí. Blake dice, según Yeats, "que todos los acontecimientos, 'todas las historias de amor', se renuevan a partir de esas imágenes".

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Blake, Yeats y Browning, tres autores obsesionados con el ocultismo
William Butler Yeats observa que en la práctica y en la filosofía "magia" es tanto la "evocación de los espíritus" como "las visiones de aquella verdad que reside en las profundidades de la mente". Precisamente enMagia relata su iniciación en la Aurora Dorada. Por esa época vivía cerca de Londres y MacGregor Mathers lo invita a él y a un amigo a presenciar una sesión de magia. Este amigo, después de leer una novela de Bulwer Lytton, había quedado tan obsesionado por ella que en ese momento estaba desesperado por creer, además había estudiado geomancia, astrología, quiromancia y simbolismo cabalístico.

La sesión funcionó con Mathers en el papel de evocador de espíritus yMina Bergson en el papel de vidente. "Llevó a cabo su ritual en un largo salón con una elevación en un extremo, una suerte de tarima, pero con un mobiliario escaso y barato". El evocador se sentó en la tarima, Yeats y su acompañante en medio del salón y su esposa al medio. Mathers, con un cetro de madera, se dirigió hacia una de las tablas de Enoc, que los miembros de la secta usaban para caer en trance, y repitió una fórmula que parecía un conjuro. Yeats entonces empezó a ver imágenes: "Recuerdo haber visto figuras blancas, y haberme preguntado si la mitra que llevaban en la cabeza habría sido sugerida por la mitra en la cabeza del cetro".

Yeats vio las vidas pasadas de su acompañante, pero éste no las vio, porque al tratarse de sus propias vidas no tenía permitido verlas. Pero no sólo estaba lo que conseguía ver el Premio Nobel, sino lo que la vidente le iba contando. Llegó su turno y luego de ver un par de visiones, le pareció que más que ser algo en concreto se trataba de "sombras simbólicas de los impulsos que los causaron". Eran en definitiva "una prueba del poder absoluto de la imaginación, de la capacidad que tenían varias mentes de convertirse en una sola". Y es que él indagaba en el ocultismo los poderes y alcances de la imaginación, porque, decía, "¿acaso la poesía y la música no surgieron de los sonidos que los hechiceros emitían para ayudar a su imaginación a hechizar…?". Sin embargo, no todo estaba al servicio de la poesía, ya que con los años se casó con Georgie Hyde-Lees, que era médium.

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“El gran dragón rojo y las bestias del mar”, de William Blake
Obviamente, antes del siglo XIX también hubo escritores vinculados no tanto al ocultismo, pero sí a la metafísica, como el poeta alemán Novalis(1772-1801). En el prólogo de la nueva traducción de su célebre Himnos a la noche (Interzona, 2017), Pablo Gianera lo describe como alguien para quien se había vuelto algo natural contemplar lo más próximo como maravilloso, "y lo extraño, sobrenatural, como algo de todos los días". El arranque del poema es la muerte de la amada: "Esa pérdida le sugiera a Novalis una aventura poética que es a la vez filosófica, religiosa y musical". Himnos, en el fondo, es la experiencia de alguien que "respiró el aire de otros mundos".

Durante el siglo XX hay una línea de continuidad con las épocas pasadas.William S. Burroughs (1914-1997) fue otro escritor que practicó el ocultismo, aunque de un modo menos serio que Yeats y Crowley. Le gustaba tirar maldiciones a otros colegas: Truman Capote fue uno de sus blancos habituales. En una ocasión sentenció: "Tu talento acaba de ser oficialmente anulado". Pero también le tiró maldiciones a los propios beatniks, que lo habían acogido como uno de los suyos. En vista de que Tánger se había llenado de beatniks lanzó una maldicioncita: "No quiero matarlos, sólo que enfermen un poco".

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Crowley y Fernando Pessoa jugando al ajedrez
El portugués Fernando Pessoa fue bastante particular, ya que demostró ser un gran estudioso tanto de las ciencias ocultas como de la astrología, esto lo llevó a escribirle a Crowley cuando vio las imprecisiones que cometió en su horóscopo personal incluido en sus Confessions. Fue así como se estableció un vínculo de amistad. Pessoa tradujo poemas de Crowley, le ayudó a fingir su su***dio, y pese a compartir su afición por la magia blanca con Yeats, le tuvo animadversión y lo atacó públicamente con uno de sus heterónimos.

El italiano Giulio Evola (1898-1974) fue un artista dadaísta, filósofo y escritor, que también se sintió seducido por la obra de Aleister Crowley. Partidario del esclavismo, la tortura y el nazismo, fue juzgado después de la Segunda Guerra por, como cuenta Rosa Sala Rose, "glorificación del fascismo, aunque no llegó a perder la libertad", porque estaba paralítico desde 1945. Margarite Yourcenar admiró uno de los libros de Evola. El escritor chileno Miguel Serrano se sintió seducido por él, y en su obra hay mucho de esoterismo y trabajo con los mitos; de hecho, algunos de sus libros sólo pueden entenderse si el lector está iniciado en el tema que abordan. Otros escritores que no se fueron por la línea de Evola o Serrano, pero sí se vieron influenciados por el teosofismo de Madame Blavatsky fueron los Premio Nobel Boris Pasternak y Gabriela Mistral.

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“Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, de Arlt y “Las fuerzas extrañas”, de Lugones
En Argentina no son pocos los escritores que han escrito o trabajado con el ocultismo. Leopoldo Lugones publicó los cuentos de Las fuerzas extrañas, donde se verifica el choque entre el discurso científico y el no científico interpretado por el ocultismo. Otro fue Roberto Arlt, quien publicó el libro de ensayos Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, en el que da cuenta de los centros teosóficos que pululaban por ese entonces. El más contemporáneo fue Alberto Laiseca quien, como se consigna en Magia, "tenía su propio catálogo de precauciones gualichofilácticas, de medidas y alertas contra posibles daños mágicos".

*Magia, de William Butler Yeats, traducción de Matías Battistón (Interzona, 2018).
Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires, de Roberto Arlt.
Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, de Rosa Sala Rose (Acantilado, 2003).
Himnos a la noche, de Novalis, traducción de Pablo Gianera (Interzona, 2017).
Las fuerzas extrañas, de Leopoldo Lugones.
https://www.infobae.com/america/cul...ones-historias-de-ocultismo-en-la-literatura/
 

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Estimada @Coti7495

Me has descubierto la amplitud de un tema literario en que mi racional mente nunca ha tenido interés. Pero es curioso cuantos escritores se sintieron inclinados a escribir sobre ello. Otros no escribieron, como Victor Hugo y otros sí, como Arthur Conan Doyle, que creyeron firmemente en el espiritismo,de hecho Conan Doyle, a raíz de la muerte de su hijo mayor en la guerra, junto a su segunda esposa creó una asociación de espiritismo muy importante, con muchos seguidores, haciendo congresos, para conseguir que las diversas formas de esoterismo fuesen consideradas ciencias.








También escribió un libro llamado "Cocaína y espiritismo", defendiendo el poder de la cocaína para alcanzar momentos en el mundo espiritual, recordemos que su Sherlock Holmes se chutaba y a veces da a entender que eso le ayuda a pensar y resolver los enigmas.

Tras la Primera Guerra Mundial, el alcance de la matanza fué tal que muchas personas necesitaron creer en el espiritismo para "comunicarse" con su difunto y hubo un aluvión de espiritistas sin escrúpulos sacando el dinero a la gente empobrecida por la guerra.

Gracias, @Coti7495 , un excelente artículo sobre esta rama de la literatura.
 
Doyle vs. Houdini: Una cuestión de espíritus
Sandro Gomato

Arthur Conan Doyle y Harry Houdini mantuvieron uno de los enfrentamientos ideológicos más fascinantes del s. XX. La fe del primero le llevó a participar en numerosas sesiones de espiritismo y a dedicar su vida y su intelecto a defender la posibilidad del contacto con los muertos. Mientras, el gran ilusionista se convirtió en azote y desenmascarador de mediums desde una posición más racional. Aprovechamos que La Felguera ha editado el fascinante Sherlock Holmes contra Houdini para repasar la historia de esta batalla entre dos relevantes figuras de la cultura popular.


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Las manos de la médium Jean Leckie tiemblan y golpean la mesa redonda en torno a la cual están sentados, además de Leckie, su marido sir Arthur Conan Doyle y el gran ilusionista Harry Houdini. El literato británico ha dado comienzo a la sesión recitando una plegaria que el escéptico Houdini contempla de la forma más respetuosa y religiosa que es capaz. A la médium le ha empezado a vibrar la voz con la que pide un mensaje a los espíritus con los que intenta contactar y el tono de sus palabras ha subido tanto que sir Arthur ha de pedir a su esposa que se controle justo en el momento en que lady Doyle da un golpe en la mesa, su cuerpo se sacude y comienza a escribir. Es junio de 1922, y la de hoy no será una sesión cualquiera en casa de los Doyle; se trata de la gota que colma el vaso de la paciencia de Harry Houdini hacia la cuestión espiritista y, lo que es más importante, será el principio del fin de una amistad.

Leckie está escribiendo una larga carta que sir Arthur entrega a Houdini para que la lea. La remitente es su madre muerta años antes –o eso es lo que quieren hacer creer al mago aquella tarde–, y el recado es una mezcla de palabras genéricas de afecto y mensajes trascendentes. Sin embargo, hay un desliz que Houdini no perdonará jamás a la pareja, y no servirá de nada que los Doyle pretendan justificar aquel despropósito intentando explicar que el difunto se hace más culto cuanto más tiempo lleva ausente y que, por tanto, la carta de su madre está escrita en inglés, idioma que nunca llegó a conocer, porque lo había aprendido en el cielo. No hay vuelta atrás, los espiritistas han cometido ante Houdini el error definitivo.



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La pasión de Arthur Conan Doyle por las ciencias ocultas venía de lejos, y le había conducido incluso a ser uno de los principales y más ilustrados defensores de la causa espiritista de principios del siglo XX. Su fe creciente había llevado al creador de Sherlock Holmes a embarcarse en una cruzada religiosa que le otorgó una imagen pública que acabó por devorar a la figura del escritor. La editorial La Felguera ha publicado recientemente un fascinante trabajo que condensa los acercamientos de Doyle al mundo de lo oculto y que además describe cómo fue su relación con el que fuera su amigo durante muchos años, el ilusionista húngaro Harry Houdini. «Parece una historia real al borde de la ficción, o con un pie dentro de ella. Cuando supimos de ese titánico enfrentamiento entre ambos al que se dedicaron casi toda su vida, nos pareció que, por un lado, reflejaba el ambiente de finales de siglo XIX y comienzos del XX –espiritismo, buena prensa de las doctrinas ocultas y esotéricas, etc–, pero por otro lado, era el enfrentamiento entre dos héroes de la cultura contemporánea», explica uno de los editores del libro. En el otro bando de ese enfrentamiento estaba un Houdini que, después del episodio del presunto contacto con su madre, destinaría buena parte de sus conocimientos y de su prestigio a destapar los shows de supuestas comunicaciones con el más allá y a desenmascarar a sus practicantes.

Si el punto de inflexión definitivo en el pensamiento de Houdini fue un suceso relacionado con la muerte de su madre, el salto en plancha a las creencias en el más allá del escritor británico lo había desencadenado otra tragedia familiar. Así lo resume Ramón Mayrata, periodista y escritor que tiene publicadas obras sobre el mundo de la magia y que conoce bien la figura de ambos personajes: «Los verdaderos protagonistas de esta historia no son Doyle y Houdini, sino una madre y un hijo muertos. En el caso del primero, una crisis espiritual de tal magnitud no puede atribuirse en exclusiva al debilitamiento de la vejez. Seguramente no es ajena a la muerte de su hijo en la I Guerra Mundial». No en vano, Doyle llegó a comunicarse con su hijo fallecido e incluso obtuvo varias fotografías suyas supuestamente provenientes del más allá.


«Parece una historia real al borde de la ficción, o con un pie dentro de ella»


Las hadas de Cottingley

En 1917 Conan Doyle ya era todo un referente en la defensa de “lo oculto”. Un buen día recibió una serie de instantáneas en las que se podía ver a una pareja de chicas de 10 y 16 años posando en un bosque y, a su lado, flotando en el aire, aparecían unas pequeñas hadas. Aunque siempre aseguraron que habían visto a aquellas hadas, todo formaba parte de un burdo montaje fotográfico diseñado por las jóvenes, tal y como reconocieron más tarde. Sin embargo, de nuevo Doyle quiso creer, y creyó hasta su muerte. Escribió un artículo publicado en Strand Magazine titulado Hadas fotografiadas: un suceso memorable, y trató este fenómeno en profundidad en su obra El misterio de las hadas (1921). Aquel suceso le había servido para reforzar su posición, y fue entonces cuando se lanzó a crear una editorial llamada The Psychic Presscon la que publicó varios libros sobre espiritismo. Además, abrió en pleno centro de Londres una librería bajo el nombre de The Psychic Bookshop, que pronto se convertiría en epicentro del universo espiritista británico. Poco después falleció su mujer y se casó con Jean Leckie, lo que supuso el sumergimiento definitivo en el mundo de lo oculto de un Doyle que veía cómo su vida giraba ya completamente alrededor de la cuestión espiritista.

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Por su parte, hacía tiempo que Harry Houdini llevaba asistiendo a sesiones espiritistas, observando sus procedimientos y aprendiendo rutinas con las que después incluso coquetearía en sus espectáculos. Al fin y al cabo, los “paranormales” movimientos de objetos, vuelos de sillas, apariciones fantasmales y demás pirotecnia espiritista no sólo no se alejaban en absoluto de la narrativa ilusionista, sino que compartían con ellas ciertas técnicas y su condición, en definitiva, de truco de magia. Y así lo entendía Houdini, quien en cierta ocasión, en una feria ambulante, ejerció de médium ante un público al que se le invitaba a comunicarse con sus seres queridos fallecidos. El mago entraba en trance y revelaba ante sus anonadados “clientes” detalles íntimos sobre sus vidas, sucesos trágicos o parentescos. Lo que Houdini sabía, sin embargo, no procedía de los espíritus sino de una exhaustiva investigación que el ilusionista efectuaba unos días antes en busca de información sobre el pueblo y sus habitantes en lugares como la biblioteca o el cementerio. Otras veces, hacía flotar instrumentos musicales o se liberaba de sus ataduras con una fascinante habilidad que él atribuía a la intervención de los espíritus. «Conan Doyle se fijaba en los efectos y Houdini investigaba los métodos. Como Don Quijote y Sancho Panza, veían en un mismo objeto cosas distintas. Lo que para uno era intervención patente de los espíritus, para el otro eran falsificaciones y fraudes», explica Mayrata.

Y a sacar a la luz todos esos fraudes dedicó Houdini todas sus fuerzas, sobre todo en los años posteriores a la sesión con el matrimonio Doyle. El prestidigitador organizaba veladas en las que desvelaba explícitamente todos y cada uno de los trucos de los que se valían a menudo los médiums: mensajes pactados, juegos de luces, empleo de manos de plástico… Mientras que las sesiones se popularizaban por todo Estados Unidos, Houdini se estaba convirtiendo en el gran azote de una nueva religión que ganaba practicantes a una velocidad de vértigo.



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El mago en plena fabricación de unas manos de plástico que harían las veces de espectros.

Pero a Houdini los espíritus le habían sentenciado. En 1925 una médium reveló un mensaje en el que se pronosticaba su fallecimiento a finales de año. La muerte tardó en llegar solamente unos meses más, el 31 de octubre de 1926, de forma trágica y prematura. Su esposa Bess se aferró a un último resquicio de fe y siguió con el plan previsto: ella y su marido habían creado un código secreto que guardaron celosamente con el fin de que sirviese de prueba cuando el superviviente de la pareja intentase contactar con el otro. El asesor de Bess para llevar a cabo la tarea fue un viejo conocido: sir Arthur volvía para un último encuentro con su amigo muerto. «El hecho de que su esposa Bess, obsesionada con la figura de su marido y dispuesta a contactar con él al precio que fuese, estableciera nuevos contactos con Doyle, confiere a la historia un punto de sarcasmo y de mala leche: parece la venganza post mortem del astuto Doyle», remarcan desde La Felguera. El final de la historia no queda muy claro. Unas partes dicen que un misterioso hombre llamado Arthur Ford logró descifrar el código y Bess terminó por creer. Otras afirman que Bess descubrió que Ford usó métodos fraudulentos para descubrir su clave secreta. Sin embargo, el simple hecho de que Bess accediese a participar en dichas sesiones con Harry como cómplice parece colocar una capa de niebla en la despejada ideología escéptica y racional del mago. El ganador del duelo, en cualquier caso, puede estar sujeto a interpretaciones, pero Conan Doyle se fue a la tumba muchos años después convencido de que todo lo que vio y creyó en vida era la única realidad posible.
 
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