Ludwig van Beethoven: aniversario heroico, Año Beethoven

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Empieza el año Beethoven: un aniversario heroico
La Bundeskunsthalle de Bonn dedica una exposición al compositor alemán que sirve de arranque simbólico de la avalancha de celebraciones con motivo del 250º aniversario de su nacimiento



Retrato de Beethoven con el manuscrito de la 'Missa solemnis' (1820), de Joseph Karl Stieler.
Retrato de Beethoven con el manuscrito de la 'Missa solemnis' (1820), de Joseph Karl Stieler.
Luis Gago


"¡Pero ahora me aferra el destino! ¡Que no me hunda en el polvo, inactivo y sin gloria, sino que concluya antes algo grande, de lo que habrán de oír también las generaciones futuras!”. Beethoven copió, escandidos, estos versos que Homero pone en boca de Héctor en la Ilíada (traducidos al alemán por Johann Heinrich Voss) en una suerte de diario o memorando que escribió de forma intermitente entre 1812 y 1818. Se identificaba, sin duda, con el príncipe troyano y la escansión denota que se planteó poner música a sus palabras: también él quería ser un héroe cuyas proezas fueran cantadas por la posteridad. El manuscrito original del diario se ha perdido, y por eso no puede formar parte de la gran exposición de Bonn, pero se conservan cuatro copias —una de ellas realizada por Anton Gräffer pocas semanas después de la muerte del músico— que nos permiten conocer el contenido de sus 171 entradas, que van de lo banal a lo trascendente, de citas de sus escritores más admirados a reflexiones de carácter filosófico, religioso o musical.

Los deseos de Beethoven han acabado cumpliéndose con creces, no solo porque su música pervive, se conoce, se admira y se interpreta más quizá que la de ningún otro compositor, sino también porque la posteridad decidió adornarlo desde muy pronto con ribetes heroicos. Él puso las simientes, desde luego: una sinfonía que la primera edición calificaba de Heroica, músicas incidentales inspiradas por héroes clásicos (Prometeo) o modernos (Egmont), una pareja (Leonora y Florestán) que lucha valientemente contra el opresor en su única ópera (Fidelio) u obras, como la Quinta Sinfonía, sin programa ni alusiones extramusicales, que pueden reducirse en esencia a una secuencia de adversidad, lucha y triunfo.
Trompetilla construida por Johann Nepomuk Mälzel para Beethoven en 1813.
Trompetilla construida por Johann Nepomuk Mälzel para Beethoven en 1813. Beethoven-Haus Bonn

Pero Beethoven no fue un héroe teórico en medio de la nada: fue un espectador en primera línea de las convulsiones de su tiempo, zarandeado por guerras incesantes, desde la privilegiada atalaya de Viena y sus vivencias dejaron una huella inesquivable en sus obras. Quizá por ello la exposición que inició el domingo su andadura en la Bundeskunsthalle, el gran museo federal de Bonn que se yergue en una larga avenida que va rebautizándose sucesivamente con cuatro nombres que compendian la reciente historia alemana (Friedrich Ebert, Konrad Adenauer, Willy Brandt y Helmut Kohl), se titula simplemente con el apellido del compositor seguido de tres sustantivos: mundo, ciudadano y música. Beethoven está muy lejos de ser un notario de su época, pero parte de su música sí que es hija de aquella Europa convulsa marcada por la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas y el Congreso de Viena y sus secuelas ideológicas y políticas. De todo ello encontramos reflejos, más o menos explícitos, en el catálogo beethoveniano.
Apoyada en el piano, la trompetilla le ayudaba al transmitir las vibraciones del instrumento

El comisariado de la exposición ha corrido a cargo de una historiadora del arte (Agnieszka Lulińska) y una musicóloga (Julia Ronge), ambas conservadoras en la Bundeskunsthalle y la Beethoven-Haus, lo que ha garantizado un equilibrio entre los contenidos artísticos, sociológicos y estrictamente musicales. Muy cerca de los objetos expuestos que guardan relación con Egmont y Fidelio, por ejemplo, se ha acotado un pequeño espacio cerrado en el que cuelgan veinte de los Desastres de la guerra de Goya, prestados por la Fundación Juan March de Madrid y presididos en la pared central por el sencillo y elocuente rótulo —que lo es a su vez de uno de los aguafuertes— Yo lo vi. El gesto denota no solo un doble guiño a la ambientación española de la ópera y al conflicto de los Países Bajos en tiempos de Felipe II, sino también un deseo de hermanar a los dos genios quizá más iconoclastas y visionarios de su tiempo, que nunca se conocieron pero a quienes tantas semejanzas los emparentan. Cuando, más adelante, la exposición se detiene en La victoria de Wellington (música mediocre, pero extremadamente rentable para Beethoven) o incluso en la Novena Sinfonía y la Missa Solemnis (en ambas la música bélica y los aires marciales se cuelan de rondón en el último movimiento y en el Agnus Dei, respectivamente), resurge el espectro del “enemigo francés”, de las víctimas civiles, de las guerras seculares entre seres humanos, y nuestra mirada, nuestra percepción, son ya para entonces, inevitablemente, las de Goya. Y no podemos olvidar que, como habitante de la Viena asediada por Napoleón, las escenas de destrucción y de soldados mutilados por las bombas, de “aniquilación de los valores civiles” (como escribe Lulińska), debieron de ser tristemente habituales para Beethoven.

Paseo de Beethoven y Goethe según un grabado de Emile Pierre Pichard.
Paseo de Beethoven y Goethe según un grabado de Emile Pierre Pichard. Beethoven-Haus Bonn

La exposición se articula en cinco grandes apartados, ordenados cronológicamente. El primero (1770-1792) documenta los años pasados en Bonn, su ciudad natal. Impresiona especialmente leer un memorando de 1784 sobre los miembros de la capilla de la corte, en la que cantaba como tenor el padre del compositor, Johan, que aparece descrito como “de voz muy gastada” (“ganz abständige stimm”) y, lo que llama más la atención en un documento de este tipo, como “muy pobre” (“sehr arm”). En una entrada posterior se anota cómo Ludwig, su hijo, sustituye habitualmente al organista en ausencia del titular, sin ser remunerado por ello. Lo califica de músico capaz, “aún joven” y, de nuevo, “pobre”. Ocho años después, y gracias exclusivamente a su talento, Beethoven viajaría a Viena para, como escribió el conde Waldstein en el liber amicorum con que lo obsequiaron y despidieron sus allegados, “gracias a una diligencia ininterrumpida, recibir el espíritu de Mozart”, fallecido menos de un año antes, “de manos de Haydn”.

El segundo bloque se abre con su llegada a la capital del imperio austrohúngaro y se cierra en 1801, en la antesala misma de lo que suele conocerse como el período “heroico” del compositor. Beethoven estudia (poco) con Haydn y (mucho más) con Johann Georg Albrechtsberger, publica sus primeras obras y empieza a hacerse rápidamente un nombre como pianista y como compositor. Un mapa nos permite ver las diferentes casas en las que vivió en Viena, hasta veintiuna en total, algunas modestas, otras palacios de sus protectores aristócratas. Beethoven buscó siempre la cercanía y el respaldo económico de estos últimos (los príncipes Kinsky y Lobkowitz y uno de sus mejores amigos, el archiduque Rodolfo, hermano del emperador, le asignaron una renta anual a partir de 1809 a cambio únicamente de que permaneciera en Viena), por más que algunos representaran valores muy diferentes a los que él defendía. E incluso al final de su vida, cuando ya era el compositor más famoso de Europa, envió cartas firmadas personalmente a la mayoría de las casas reales del continente, que eran cualquier cosa menos paradigmas de los principios igualitarios, humanistas y democráticos que él profesaba, para que se suscribieran a la edición de su recién compuesta Missa Solemnis, por la que sentía una comprensible y especial devoción, hasta el punto de considerarla su magnum opus.


Entre 1802 y 1812 —el ecuador de la exposición— Beethoven se consagra no ya como un sucesor de Haydn y Mozart, sino como un profundo innovador de todos los géneros musicales que cultiva. Como en el resto de los bloques, una isla central permite escuchar varias obras claves de este período: en este caso, el cuarteto en forma de canon del primer acto de Fidelio, la marcha fúnebre de la Sinfonía “Heroica” y la obertura de Egmont. El héroe empieza a desvelar unos rasgos inequívocos, utilizados profusamente por la historiografía posterior para mitologizar al compositor. Pero son también años de intenso sufrimiento físico y psíquico, como muestra el documento conocido como Testamento de Heiligenstadt, escrito en 1802 y cuyo original puede leerse en Bonn en su integridad. Teñido de premoniciones suicidas como consecuencia de los primeros síntomas de la sordera que, lejos de remitir, no dejaron de acentuarse, está dirigido a sus dos hermanos, aunque los destinatarios somos, en realidad, todos nosotros, sus coetáneos y esas “generaciones futuras” a las que apelaba el Héctor de la Ilíada. La propia “Providencia” aparece incluso mencionada al final como su verdadera interlocutora.
Las escenas de destrucción y de soldados mutilados por las bombas debieron de ser habituales en Viena

Beethoven superó la crisis, pero la enfermedad, ese “demonio envidioso”, siguió acechándolo implacablemente durante toda su vida, como muestra gráficamente un panel de la exposición. “Estoy (...) casi constantemente enfermo”, escribe en 1813. Jaquecas frecuentes, dolencias pulmonares, reumatismo, gota, pérdida de visión, neumonía, ictericia, diarrea crónica, cólicos, ascitis o la cirrosis que acabó con su vida en 1827 dan cuenta de una vida plagada por el dolor. Dos años antes de su muerte admitía sin ambages que “difícilmente podrán ya recuperarse mi naturaleza y mis fuerzas”. Nada fue, sin embargo, tan lacerante como la sordera, el enemigo mortal de un músico, casi total en su edad madura. Ver la trompetilla que se colgaba a regañadientes de la cabeza —un artilugio al que, por sus enormes dimensiones, parece cuadrarle mucho más un aumentativo que un diminutivo— e imaginarlo intentando percibir con ella resquicios de sonido genera desazón. Apoyada en el piano, le ayudaba a escuchar no solo auditiva, sino también corporalmente, transmitiéndole las vibraciones del instrumento.

Invitación para el entierro del compositor en Viena el 29 de marzo de 1827.
Invitación para el entierro del compositor en Viena el 29 de marzo de 1827. Beethoven-Haus Bonn

Los años 1813 a 1818 —el cuarto estadio— son de menor productividad y crisis familiar y personal, ya que le cuesta fraguar su estilo de última época, que asoma ya con fuerza en la Sonata Hammerklavier, pero que eclosiona definitivamente en una secuencia ininterrumpida de obras maestras, de las tres últimas sonatas para piano a las Variaciones Diabelli y, a modo casi de testamento final de un hombre cada vez más recluido en sus propios abismos, cinco cuartetos de cuerda. La radical intimidad de estos contrasta con esa fraternidad universal preconizada en la Novena Sinfonía, ilustrada gráficamente en la exposición con fotografías de interpretaciones de la obra en diversas salas de todo el mundo (como el Palau de la Música de Barcelona), en algún caso (Tokio) con coros multitudinarios. Esta es la música que suena también en una sala en la que puede verse una copia perfecta, realizada en Viena, del famoso Friso de Beethoven de Gustav Klimt, que da paso a una “escultura fotográfica” de Olivier Laric a partir de una obra coetánea, también ligada al movimiento de la Secession: el monumental homenaje a Beethoven de Max Klinger. El adiós final lo brinda una cita de Goethe: “No he visto hasta ahora a ningún otro artista más condensado, más enérgico, más íntimo. Comprendo muy bien la extrañeza que debe de sentir frente al mundo”.

El último piano de Beethoven, construido por Conrad Graf en Viena en 1826.
El último piano de Beethoven, construido por Conrad Graf en Viena en 1826. Beethoven-Haus Bonn

De entre los más de dos centenares y medio de objetos expuestos, Julia Ronge destaca uno de los más pequeños: una misiva que Beethoven envió desde Viena a uno de sus mejores amigos de Bonn, el diplomático Heinrich von Struve, desconocida hasta 2012. Expuesta ahora por vez primera, está escrita en un trozo de papel diminuto, con una caligrafía también minúscula, quizá para que pudiera guardarla en un espacio mínimo quien hubo de hacerla llegar hasta su destinatario en San Petersburgo. Beethoven pregunta a su amigo en las primeras líneas: “¿Cuándo llegará el tiempo en que habrá únicamente seres humanos?”, subrayando este último concepto (Menschen). A continuación, él mismo se responde: “Es posible que solo veamos llegar ese dichoso momento en unos pocos lugares. Pero no lo veremos acaecer en todas partes. Pasarán siglos antes de que eso suceda”. Hoy resuenan esas palabras con especial fuerza: la profecía de un héroe tristemente cumplida.

La exposición que se inauguró oficialmente el domingo en Bonn en la Bundeskunsthalle estará abierta al público desde este martes hasta el 26 de abril; en otoño de 2020 viajará, en parte, a Bruselas. Es ambiciosa, inteligentemente selectiva, está pensada para satisfacer por igual a expertos y legos, se afana en contextualizar cada idea y rehúye en todo momento los lugares comunes y la manida mitología beethoveniana. No sostiene tampoco ninguna tesis, pero, con profusión de manuscritos musicales, cartas, notas, cuadernos de conversación, borradores, apuntes y objetos cotidianos, logra acercarnos al genio de tal modo que la proximidad produce escalofríos.

Beethoven. Mundo. Ciudadano. Música. Bundeskunsthalle. Bonn. Del 17 de diciembre al 26 de abril de 2020.

La Beethoven-Haus

Solo hay noticia de dos exposiciones de dimensiones comparables a la que se inauguró oficialmente el domingo: la celebrada en 1890, también en Bonn, un año después de constituirse la Beethoven-Haus en la casa natal del músico, y la que conmemoró en Viena en 1927 el primer centenario de su muerte. Cuesta creer, sin embargo, que pudieran parangonarse conceptualmente con esta, a la que la Beethoven-Haus aporta asimismo el mayor número de objetos expuestos (nadie atesora más memorabilia beethoveniana). También ha renovado por completo su propia muestra permanente en el museo de la Bonngasse, que el público podrá ver por primera vez el próximo martes en una jornada de puertas abiertas. Ese mismo día se inaugura una exposición temporal en torno a la historia del más famoso retrato de Beethoven, el que pintó Joseph Karl Stieler en 1820 con el compositor sosteniendo el manuscrito de la Missa solemnis. El cuadro, sin embargo, se codea ahora en la gran exposición de la Bundeskunsthalle con el resto de los mejores retratos del compositor.

Viena se une a la fiesta

Si Bonn es la ciudad que vio nacer a Beethoven en 1770, Viena fue su patria adoptiva, el entorno de toda su vida adulta, por lo que no podía permanecer ajena a la efeméride de 2020. La Biblioteca Nacional Austriaca inaugurará el próximo jueves la exposición Beethoven. Mundo humano y chispas divinas, en alusión al texto del poema de Schiller que inspiró al compositor el final de su Novena sinfonía. Poseedora también de numerosas cartas y manuscritos del compositor, podrán verse las partituras autógrafas de obras como el Concierto para violín o el Cuarteto de cuerda op. 95. El Kunsthistorisches Museum tenía previsto organizar una gran exposición histórico-artística similar a la que va a verse en Bonn, pero la nueva dirección del museo decidió cancelar los planes originales y se decantó por algo muy diferente. Bajo el título Beethoven conmueve, contrapondrá a partir del 25 de marzo la música del compositor a las obras de artistas coetáneos (Goya, Friedrich o Turner) y actuales (Anselm Kiefer, Jorinde Voigt o Rebecca Horn).

 
¡Grandísimo genio universal!

Sin embargo, no puede decirse que gozase de una vida feliz, empezando por una infancia desgraciada por el maltrato de su padre alcohólico, esclavizado por éste a la música de tal modo que solo un genio podría no haberle tomado aversión, y encima su poca salud, más la amargura de la sordera, lo que amargó su carácter... Solterón recalcitrante -quizás más a la fuerza que por opción propia - pero con buenos amigos y admiradores toda su vida..

¿Cuales son vuestras obras favoritas? A mí me cuesta escoger, la verdad, todas me parecen divinas.
 
¡Grandísimo genio universal!

Sin embargo, no puede decirse que gozase de una vida feliz, empezando por una infancia desgraciada por el maltrato de su padre alcohólico, esclavizado por éste a la música de tal modo que solo un genio podría no haberle tomado aversión, y encima su poca salud, más la amargura de la sordera, lo que amargó su carácter... Solterón recalcitrante -quizás más a la fuerza que por opción propia - pero con buenos amigos y admiradores toda su vida..

¿Cuales son vuestras obras favoritas? A mí me cuesta escoger, la verdad, todas me parecen divinas.

Admiro casi tanto como su música, la pasión que gobernó su vida.
Como dices, dificíl de decidir entre tanto bueno.
Me quedo con las sinfonías impares y algunas piezas más cortas pero si tuviera que quedarme forzosamente sólo con una , sin duda el Concierto nº 4 para piano y orquesta.
Esta es la mejor versión de youtube( IMHO) .
Perahia al piano y Celibidache dirigiendo. Beethoven hubiera estado satisfecho con esta pareja de acompañantes.
El tercer movimiento es oro molido. (empieza en 25.03).
 
Última edición:
a mi me gustan muchas composiciones de Beethoven , me quedo con esta . Es para mi un resumen de su obra. piano , orquestal y coral , todo en un uno , y ya se percibe la Novena.
 
Ya que estamos.......
Para @Coti7495 por su compatriota Martha Argerich , para @Ave fenix porque le gusta la Choral Fantasy aunque es solo el final , para @Amelia Earhart porque le gusta Beethoven en general y para todo el mundo que cumpla años en lo que queda de éste y en todo el 2.020.
Feliz cumpleaños (al final) .... el mismito que tuvo Ozawa.;)
 
Ya que estamos.......
Para @Coti7495 por su compatriota Martha Argerich , para @Ave fenix porque le gusta la Choral Fantasy aunque es solo el final , para @Amelia Earhart porque le gusta Beethoven en general y para todo el mundo que cumpla años en lo que queda de éste y en todo el 2.020.
Feliz cumpleaños (al final) .... el mismito que tuvo Ozawa.;)

Muchísimas gracias Lady!!! Por este hermosísimo regalo y por tu presencia en este hilo.
Ya conozco tu gusto exquisito en materia de música.
Beethoven el grande, el torturado. Te confieso que a veces su música me supera, en ella se percibe muchísimas veces ese alma lastimada. Dura vida pobre el hombre. Grandioso el genio, por suerte para todos nosotros que aún hoy lo seguimos disfrutando. Milagro del universo lo que hizo a pesar de su sordera.
No era posible que alguien de su tamaño no tuviera su espacio aquí, sobre todo en este aniversario.
Gracias por tus buenos deseos. También para ti una gran felicidad y esperemos saber cuándo cumples años, para felicitarte, guapa.
Gracias a estas bellísimas personas: @Amelia Earhart y @Ave fenix , dos seres de enorme sensibilidad y refinamiento musical. Engrandecen también con su presencia este espacio.
Un gran abrazo para ustedes, de todo corazón!!!
Un gran abrazo, con el afecto de siempre.
 
¿Era Beethoven el hombre enfadado que parecía?

Barcelona celebra el 250º aniversario del mito comenzando con una maratón de 14 horas en L’Auditori
¿Era Beethoven el hombre enfadado que parecía?

Ludwig van Beethoven (Flickr)



Maricel Chavarría, Barcelona
09/01/2020 19:33 Actualizado a 09/01/2020 22:53





Ludwig van Beethoven, la mayor leyenda de la música, el creador que trasciende culturas, el rompedor al que nadie después de dos siglos ha logrado hacer sombra ni superar su fama. Cualquier fan de la más simplona música pop podría hoy día tararear alguna de sus piezas. Es sinónimo de éxito en auditorios de todo el mundo. Los medios, el cine, llevan un siglo acercándolo al gran público. Es más, su rostro es inconfundible. A pesar de haber nacido hace 250 años, hay retratos suyos como para llenar una cuenta de Instagram. Pero, ¿cuánto de tópico hay en esa expresión de enfado y de mal genio que se repite? ¿Qué nos dice su música de su verdadero talante?



L’Auditori de Barcelona inicia los fastos del 250º aniversario del genio de Bonn con una maratón de 14 horas de su música de cámara, este sábado día 11. De la mano de 18 de los mejores intérpretes nacionales –desde el pianista Enrique Bagaría o el violinista Josep Colomé, hasta el Trio Ludwig, el Fortuny o el Arriaga, pasando por los hermanos Tomàs del Quartet Casals o por los hermanos Martínez-Mehner– sonarán desde las 10 de la mañana hasta la medianoche –se puede entrar y salir entre obra y obra– su integral de tríos con piano y las de sonatas para violín y piano, y sonatas para violonchelo y piano. Un festival completamente gratuito para que la gente disfrute de las música de cámara de Beethoven.


Los músicos Abel Tomàs, Arnau Tomàs (con sus instrumentos) y Enrique Bagaría y Josep Colomé (a la derecha) flanquean al equipo directivo de L'Auditori y el Museu de la Música



Los músicos Abel Tomàs, Arnau Tomàs (con sus instrumentos) y Enrique Bagaría y Josep Colomé (a la derecha) flanquean al equipo directivo de L'Auditori y el Museu de la Música (Xavier Cervera)

El carácter

“Siempre se le ha atribuido el tópico de que está enfadado, pero su euforia y optimismo también son completamente excepcionales”

Abel Tomàs Violinista, miembro del Quartet Casals
“Un tópico que siempre se le ha atribuido es que está enfadado, pero lo cierto es que es su euforia y su optimismo también en algunos momentos de su música son completamente excepcionales”, señala Abel Tomàs, uno de los violinistas del Quartet Casals, los mayores embajadores de la interpretación de la música clásica en España y especialmente en Catalunya.



La sordera desde luego no ayudó a que su carácter fuera menos agrio. ¿La vivió Beethoven de manera distinta a como nos imaginamos? “La vivió fatal –apunta Arnau Tomàs, el cello del Quartet Casals–, fue un estigma terrible para su carácter, su personalidad, y también su obra”. En el famoso testamento de Heiligenstadt, cerca de Viena, Beethoven, deprimido y angustiado, escribió el 6 de Octubre de 1802 este documento que luego guardó.

La sordera

Al darse cuenta de su sordera se planteó: ‘lo dejo todo y me voy, o hago acopio de fuerzas y escribo todo lo que pueda antes de dejar este mundo’. Y se convirtió en un héroe”

Arnau Tomàs Cellista y miembro del Quartet Casals y el Trío Ludwig
“Es una suerte carta de su***dio en la que confiesa que se da cuenta de que la sordera es irreparable y va en aumento. Y se plantea dos opciones: dejarlo e irse, porque no es concebible un músico sordo, o hacer acopio de fuerzas y escribir todo lo que pudiera antes de dejar este mundo, convirtiéndose en una suerte de héroe. Realmente se necesita una dosis de heroicidad bestial para ser músico y sordo y, por suerte para nosotros. optó por seguir”, añade Arnau Tomàs.



Musicalmente, esta personalidad se refleja en su necesidad constante de ir a la contra de los patrones estéticos. Beethoven fue tan radical que siempre se dice que después de él nadie ha sido capaz de inventar nada en el terreno de la composición. Hasta que él comenzó a componer, la música tenía formas muy definidas, proporciones, lógica tonal. Y él, como alumno de Haydn, Salieri, etc. empieza a componer de esta manera.
“Pero de repente le coge esta locura por romper los patrones estéticos. Pasa del minueto al scherzo rapidísimamente; empieza a hacer excepciones en la forma misma de las piezas, por ejemplo salta al tema 2 no con la tonalidad vecina como se hace siempre, sino en una tonalidad muy alejada. O se salta la exposición y se va directamente al puente y al tema 1, otra vez... Estas excepciones llega un momento que son ya tantas que cuesta mucho entender el guion, especialmente en esos últimos cuartetos”, explica Arnau Tomàs.

Compositor rupturista

Beethoven busca ir a la contra, romper la expectativa. Te imaginas una música bella, inspirada, llena de luz, y de repente te das cuenta de que te está pidiendo todo lo contrario”
Josep Colomé Violinista ,miembro del Alart Quartet y del Brahms Project


Así, la sensación del público es que su música es muy fragmentada, pero eso es producto de esta liberalidad extrema en la forma. “Beethoven busca ir a la contra, romper constantemente la expectativa. Estás tocando y te imaginas una música bella, inspirada, llena de luz, y de repente te das cuenta de que está pidiendo todo lo contrario. Por eso el esfuerzo del intérprete a menudo es no librarse a la belleza de la música sino hacer lo que pide”, apunta el violinista Josep Colomé.
Los músicos de su época preferían que su música fuera tocada de manera hermosa antes que correcta, menos Beethoven, que era muy insistente en el efecto que quería lograr. “Por eso los músicos de hoy intentan romper lo que no se ha hecho y pocos lo consiguen. Aún hoy nos lleva de cráneo Beethoven para entender lo que quería. Es la magia que tiene esa música”.

Una obra inacabable

Aunque parezca una música fragmentada, cada nota está pensada y tiene sentido. Beethoven podía componer una obra a partir de una célula de dos notas”
Enrique Bagaría Pianista, miembro de Brahms Project
“La música de Beethoven es inacabable, infinita, te adentras en las obras y no paras de ver cosas nuevas –añade el pianista Enrique Bagaría–. Cada nota está pensada y tiene sentido, aunque dé la sensación de ser una música fragmentada. Beethoven podía componer una obra a partir de una célula de dos notas. Y ves que esas dos notas están pensadas. Hay una cantidad de contenido que exige tanto al intérprete que es muy difícil estar a la altura. No me extraña que su influencia traspase siglos y siglos, hay mucho que sacar de ahí”.



Otro de los tópicos respecto a Beethoven serían sus famosos tempos. A Beethoven le encantó trabajar con metrónomo, una herramienta que surgió en su época, y esto ha generado mucha polémica entre los músicos, creándose auténticas religiones: están los que creen en el metrónomo de Beethoven y los que no. Una polémica con la que nunca se acaba.
“Para mí es un gran misterio por qué en las últimas obras Beethoven deja de utilizar el metrónomo –apunta Abel–. Es una de las preguntas que siempre me hago. Supongo que fue una herramienta que quiso utilizar al principio para romper patrones e imponer los tempos que deseaba, que creo que por lo general los compositores siente la música en su cabeza de manera más rápida de lo que suena en una sala o en el oído del público. Y creo que es un tema que hay que tratar con sentido común, hay tempos que funcionan muy bien y otros que no tanto”.

Las sonatas y tríos que brinda la maratón en L’Auditori son una versión accesible e inspirada de Beethoven. Su periodo tardío más sofisticado comenzó más tarde

Esta maratón con la que L’Auditori da inicio, el sábado 11 de enero, al Año Beethoven, ofrece en realidad una música de alto voltaje para los intérpretes, aunque las sonatas y tríos no son tan exigentes para la audiencia como serían sus cuartetos de cuerda, con un grado de sofisticación muy elevado y un lenguaje muy íntimo, privado y muy experimental. Lo que se brinda en esta maratón siguen siendo Beethoven pero en una versión más accesible y muy inspirada.



Porque todos los tríos de piano acaban en el periodo medio de Beethoven, no hay tríos del último periodo. El núm. 7 Archiduque fue de hecho último que tocó en público, porque la sordera le impidió luego hacer conciertos. Fue su última performance. “Sí, para el Beethoven tardío se necesita entrenamiento auditivo, tienes que ir comparándolo con sus sonatas de piano, ir poniendo la oreja”.

A quien aguante más de tres horas de maratón dadle un premio. Por suerte se puede entrar y salir entre obras”

“La idea es también que la gente pueda escoger qué obras quiere venir a escuchar, porque escuchar más de dos conciertos seguidos de Beethoven puede ser un poco denso”, advierte Bagaría. “A quien aguante más de tres horas dadle un premio, sí –añade Colomé–, y si las escuchas todas tienes que ir al psicólogo”, bromea el violinista.
Y añade: “Beethoven es maratoniano en sí mismo, no es una cuestión de tiempo sino de intensidad. Una sola sonata de Beethoven, de la manera que él la escribe y con la intensidad que exige, es tan o más agotadora que hacer tres horas de música, desde el punto de vista de los intérpretes. Entre cada sonatas necesitas avituallamiento. Así que, sí, la gente tendrá que escoger cuánto recorrido está dispuesto a correr y cuán intensamente”.
Con todo, la maratón está pensada para el público más que para los intérpretes, pues ofrece una visión de Beethoven desde distintos puntos de vista, pues los distintos intérpretes tienen maneras muy diferentes de aproximarse a él.

Paralelamente a estos conciertos en la sala Oriol Martorell, tendrá lugar en la Sala 3 Tete Montoliu laBeethstretch, una instalación sonora en la que el artista escandinavo Leif Inge ralentiza la Novena Sinfonía hasta hacerla durar 24 horas. Un espectáculo que podrá seguirse por streaming a través de la web de L’Auditori y que acabará junto con la maratón a medianoche del sábado.
Junto con la Marató Beethoven, la temporada de Música de Cambra acogerá, en este Festival Beethoven 250, a los pianistas Evgeni Kissin y Nicolai Lugansky. Y también celebrarán Beethoven el Calidore String Quartet junto con la oboísta Cristina Gómez Godoy y el Trío Barragán, Soltani, Floristán.
En cuanto a la OBC, irá ofreciendo gran parte de la producción sinfónica del gran maestro de Bonn, dirigida por Kazushi Ono, su titular, y también por Jan Willem de Vriend y Rudolf Buchbinder. Y contarán con solistas como Alisa Weilerstein, María Dueñas, Guy Braunstein o Michaela Kaune. La Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya también saldrá de L’Auditori para un concierto especial con el Orfeó Català en el Palau de la Música.

Mauricio Sotelo y Héctor Parra estrenan obras en el Año Beethoven, y el Quartet Casals interpretará ‘Absolute Jest’ de John Adams con la OBC

También las Jazz Sessions, la temporada de Música Antiga, la temporada de Escenes o el servicio educativo de L’Auditori se verán atravesadas por este festival, pues, como indica su director, Robert Brufau, el equipamiento quiere unificar el discurso artístico y hacer un programa alrededor de un relato. Este año aprovechan “los 250 años de esta figura gigantesca que simboliza tradición y modernidad a partes iguales”.

Y en cuanto a la nueva creación, L’Auditori intenta que compositores actuales dialoguen con la música de Beethoven. Destacan el estreno nacional de la obra de Mauricio Sotelo o la obra de Héctor Parra que ha encargado L’Auditori con la Philharmonie de Colonia. Y ya en la temporada siguiente pero dentro de la celebración del Año Beethoven, el Quartet Casals interpretará Absolute Jest de John Adams junto a la OBC. Una pieza en la que el estadounidense introduce música de Beethoven, especialmente de sus últimos cuartetos de cuerda.

Una de los puntos álgidos de la celebración con música nueva tendrá lugar en las Sampler Sèries, con la ópera Prisoners of the state del compositor minimalista Davig Lang, basada en el libreto original de Fidelio –coencargo con instituciones como la Filarmónica de Nueva York o la BBC Symphony o el Barbican de Londres–, una producción cuya gira culmina en Barcelona con la OBC y en versión escenficada. “Una obra que hará las delicias de todos los públicos y no solo de la música contemporánea”, asegura Brufau. Otra obra de estreno será la de artista sonora Christine Sun Kim, que sufre también de sordera.

Un festival accesible

Para dar accesibilidad al público con alguna discapacidad, L’Auditori parte de la sordera de Beethoven y de su particular percepción del arte y ofrece subtitulación, lengua de signos y un bucle magnético para las personas sordas. Y también audiodescripciones y programas en Braile para personas ciegas, a parte de ampliar zonas reservadas para sillas de ruedas. Una apuesta por crear un espacio de cultura para todo el mundo.

 
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