Los secretos del Palacio Real, la imponente joya que construyeron los Borbones sobre las ruinas del Alcázar

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El que hoy se conoce como Palacio de Oriente por la plaza de dicho nombre es, con más de tres mil habitaciones y 135.000 metros cuadrados, el complejo palaciego más grande de toda Europa

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No es ningún secreto que a Felipe V, el primero de los reyes españoles de la dinastía Borbón, el Real Alcázar de Madrid, tradicional residencia de los Austrias, le pareció pequeño, melancólico y muy alejado del gusto francés. De ahí que cuando se incendió el edificio, en la Nochebuena de 1734, no derramara el Monarca demasiadas lágrimas por la destrucción de un palacio que estaba reformando en ese momento de arriba a abajo. Las llamas hicieron impracticable reconstruir el Alcázar y, de paso, dieron ocasión al primero de los Borbones a construir desde cero su propio Versalles en el corazón de Madrid.

Del Real Alcázar de los Austrias quedaron sus huesos calcinados tras un incendio que se extendió a lo largo de cuatro días. En el solar calcinado se levantó el actual Palacio Real de Madrid, una construcción que se acercaba más a las preferencias arquitectónicas francesas. El arquitecto italiano Giovanni Battista Sacchetti ideó un monumental proyecto inspirado en el Palacio del Louvre de París, con una envergadura y un lujo desmedidos, que hoy se conoce como Palacio de Oriente por la plaza de dicho nombre y es, con más de tres mil habitaciones y 135.000 metros cuadrados, el complejo palaciego más grande de toda Europa, superando a los más mediáticos Palacio de Buckingham y al de Versalles.





Las obras concluyeron en el reinado de Carlos III, con un coste, cifrado hasta la invasión napoleónica, de 300 millones de reales, tal y como calculó José Canga Argüelles en su obra «Diccionario de Hacienda».

Palacio entre italiano y francés
La familia de Carlos III fue la primera en vivir como tal en este palacio, aunque, dada la afición por el campo y los bosques del Rey, no fue el lugar donde más residió precisamente. Influido por las modas italianas, el Monarca retiró en 1760 todas las esculturas de la cornisa y pidió a su arquitecto predilecto, Francesco Sabatini, que ampliara el palacio y dieran un toque menos barroco a la decoración. Carlos IV también realizó importantes añadidos, entre ellos cambió la Escalera Principal de lugar al simétrico opuesto, y su hijo Fernando VII, que estuvo varios años preso en el castillo de Valençay, apostó de nuevo por retornar al estilo francés.



El Palacio Real en el año 1830, Modelo de Madrid, Museo de Historia de Madrid
El Palacio Real en el año 1830, Modelo de Madrid, Museo de Historia de Madrid

Estas constantes oscilaciones entre la moda italiana a la francesa, y tiro porque me toca, se rompió con Alfonso XII, que impulsó una residencia al estilo victoriano. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto José Segundo de Lema, que introdujo algunas de las comodidades propias de la vida moderna. Tras la proclamación de la República en 1931, se confiscaron todas las propiedades de la Familia Real, incluido el Palacio Real, que fue rebautizado como Palacio Nacional. Si bien Niceto Alcalá Zamora prefirió no trasladarse a sus estancias, el siguiente jefe de Estado, Manuel Azaña, sí lo habitó en sus años de presidente de la República, y aún hoy se puede encontrar una habitación llamada el «despacho Azaña». Durante la Guerra Civil el complejo palaciego sufrió numerosos daños.

Pero más allá de la proclamación de la II República y la guerra en sí, las puertas de palacio han sido testigas silenciosas de grandes episodios de la historia de España, entre ellos los primeros gritos de levantamiento de Madrid contra el ejército de Napoleón el 2 de Mayo, cuando la multitud trató de impedir que el infante Francisco de Paula fuera trasladado a Francia desenganchando los caballos del carruaje. Todo ello derivó en un enfrentamiento contra las tropas de Murat.

Si bien Niceto Alcalá Zamora prefirió no trasladarse a sus estancias, el siguiente jefe de Estado, Manuel Azaña, sí lo habitó en sus años de presidente de la República
Asimismo, en su escalera principal tuvo lugar el 7 de octubre de 1841 el intento de los generales afines a la Reina madre María Cristina de sacar de palacio a Isabel II y a su hermana, que se encontraban en ese momento bajo la tutela del regente Espartero. Las criadas de las herederas al trono español atrancaron las puertas y se sentaron lo más lejos posible de las ventanas a limpiar las lágrimas de las niñas, asustadas por los disparos. Los asaltantes trataron de abrir un tabique para acceder a una escalera interior, mientras que las criadas de las niñas escondieron a las herederas en uno de los múltiples pasadizos del laberíntico palacio.

El orden de las salas
La etiqueta real fue un elemento fundamental para establecer la distribución de las salas: cada aposento estaba destinado a un cometido concreto y el acceso era progresivamente más restringido conforme se avanzaba. Lo habitual en la época de los Austrias era distribuir los espacios entre la Sala, para recibir, y la Cámara, para dormir, si bien con el paso de los siglos y el aumento de las etiquetas se fueron introducir otros espacios intermedios: la Antesala, la Sala, la Saleta, la Antecámara, la Cámara, las camarillas o los gabinetes, cuyo acceso y uso estaban establecidos según el rango de cada persona.

Imagen del Salón de Tronos
Imagen del Salón de Tronos
El Salón del Trono, conocido en el siglo XVIII como Salón de Embajadores, del Besamanos, de Reinos o de Audiencias, es de todas las salas la más reconocida del palacio y una de las que ha permanecido más inalterable desde el reinado de Carlos III. Junto al trono se sitúan cuatro leones de bronce dorado, que datan del periodo Habsburgo, y alrededor hay doce consolas doradas acompañadas por otros tantos espejos italianos. Todos estos elementos rococós representan las cuatro estaciones del año, los cuatro elementos y los cuatro continentes conocidos hasta aquel momento.

Otros elementos visuales también de la dinastía anterior decoran la estancia en un intento de dotar de tradición y continuidad a la Monarquía española. Las estatuas de Apolo y Minerva flanquean, al fondo, los tronos de rey y reina, aunque estas piezas de la dinastía anterior son copias de las originales, que están en el museo de el Prado.

Entre la infinidad de actos que han tenido lugar entre las paredes de esta sala es especialmente conocido el doble enlace entre la Reina Isabel II y Francisco de Asís, por un lado, y María Luisa Fernanda y el Duque de Montpensier, por otro, celebrado el 10 de octubre de 1846. El Salón del Trono, engalanado con gradas de terciopelo rojo y bajo la mirada pétrea de los dos leones ibéricos de bronce, fue testigo de una exhibición de músculo monárquico a ambos lados de los Pirineos. A la ceremonia asistió Alejandro Dumas, autor de «El conde de Montecristo» y «Los tres mosqueteros», junto a una abundante representación de escritores franceses.

En 1879, Alfonso XII, roto de dolor, situó en dicho salón el velatorio por la muerte de su primera esposa
La otra estancia más conocida del complejo es el Salón de Columnas, que se destinó a la celebración de bailes y banquetes hasta el reinado de Isabel II. Además, se celebraba durante el Jueves Santo el ceremonial del «Lavatorio y comida de pobres», durante el cual el Rey y la Reina daban tradicionalmente de comer y lavaban los pies a veinticinco pobres.

Esta gran estancia está dominada por la magna estatua de «El Emperador Carlos V dominando el Furor», un copia decimonónica, encargada al broncista parisino Barbedienne en 1878, del original de Leone Leoni que se encuentra en el Museo del Prado. Su colocación aquí en 1879 correspondió a la reorganización realizada por Alfonso XII tras la muerte de su amada esposa.

En 1879, Alfonso XII, roto de dolor, situó en dicho salón el velatorio por la muerte de su primera esposa, su prima María de las Mercedes. Desde entonces ha sido escenario de grandes acontecimientos de la Historia de España tales como la capilla ardiente de Francisco Franco, la ceremonia de la firma del Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas o la ceremonia de la firma de la abdicación de Juan Carlos I.

Velatorio de Alfonso XII en el Salón de Columnas
Velatorio de Alfonso XII en el Salón de Columnas
El Palacio Real, en general, cuenta con una gran colección de obras de artes y de objetos curiosos, desde esculturas hasta utensilios de la Real Farmacia. Una de las series más exclusivas está compuesta por el cuarteto de Stradivarius Palatinos, el conjunto más importante del mundo de instrumentos realizados por el lutier Antonio Stradivari. Dos violines, una viola y un violonchelo que fueron adquiridos en su mayoría por Carlos IV, que aparte de coleccionista era un excelente músico.

Los túneles secretos
El Palacio Real de Madrid es conocido popularmente como Palacio de Oriente, si bien en verdad es la plaza donde se encuentra, situada al oriente del edificio, la que recibe este apellido. Se trata de una plaza rectangular de carácter monumental que impulsó originalmente el Rey José I, quien ordenó la demolición de las casas medievales situadas sobre su solar y se ganó por ello el sobrenombre de Pepe Plazuelas (además del famoso hoy de Pepe Botella).

Bonaparte utilizó el palacio como único refugio de una ciudad que le resultaba hostil y mostró, según la leyenda, verdadera obsesión por los distintos túneles que, en caso de un asalto inesperado, le permitieran salir del complejo lo más rápido posible.

Retrato de José I
Retrato de José I
Se sabe de la existencia de un pasadizo construido en el año 1612, que conectaba el Monasterio de la Encarnación con el antiguo Alcázar de los Austrias y, más tarde, con el Palacio Real. Además, otro túnel, derribado por José Bonaparte, se dice que conectaba directamente el palacio con el Teatro Real.

No obstante, el túnel predilecto de José I, situado en el ala oeste del Palacio Real, era el que conectaba la residencia real con el palacete de los Vargas, aún en pie junto a la puerta del Rey de la Casa de Campo. Un antiguo pabellón de caza donde el Monarca podía escaparse en caso de problemas. Años después, en julio de 1822, tropas afines a Fernando VII usaron probablemente este tramo para huir de Madrid tras la fracasada tentativa de golpe contra el Gobierno constitucional del Trienio Liberal.

Durante la Guerra Civil, este mismo túnel fue utilizado como línea de abastecimiento de munición y personal para la defensa republicana de Madrid.

 
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