Los Romanov

Soy artista y amante empedernida de todo lo relacionado con ello pero debio de ser frustante para el pueblo ruso contemplar todas esas bellezas con el estomago vacio. Pensar en que no tendrian practicamente nada para comer al otro dia mientras los zares y la familia imperial se entretenia, no en pensar en lo que comerian, sino en que nueva joya o lujo disfrutarian... Toda esa inversion en obras de arte hubiese sido fantastica si el pueblo llano hubiese tenido el minimo para alimentarse y vestirse...de otra forma pude ser juzgado por la historia como derroche y hasta abuso que mientras otros morian de hambre, ellos encargaban joyas.

Totalmente de acuerdo, el zar y su familia despilfarrando el dinero y el pueblo muriendose de hambre , por eso la revolución llamaba a la justicia social
 
La Rusia zarista
El Imperio ruso era gobernado autocráticamente por los zares, y durante la 1ª mitad del S. XIX permanece ajeno a los cambios económicos y sociales de la revolución industrial. Es un país de base rural, la mayoría siervos.
Los zares concentran todos los poderes, decretan las leyes, designan ministros y tienen autoridad religiosa. A diferencia de los monarcas occidentales, el zar no tiene limitaciones parlamentarias o constitucionales, gobierna con ayuda de la policía política (Ochrana) y una compleja burocracia.
La estructura social es la siguiente:
Clases altas, formadas sobre todo por la nobleza y los clérigos. La nobleza ocupa la oficialidad del ejército, el alto funcionario y poseen la mayor parte de la tierra.
Clases medias, muy escasa, formada por campesinos ricos (kulaks) y pequeños comerciantes e industriales (ausencia de burguesía). Algunas profesiones liberales estaban reservadas a los nobles.
Clases bajas, compuestas por campesinos y obreros industriales, que carecían de todo tipo de derechos y sus salarios eran mínimos. Estaban muy concentrados geográficamente y también en grandes empresas.
La economía se basaba fundamentalmente en la agricultura, con una estructura arcaica y escasa modernización técnica. La mayoría de las tierras y las mejores, están en manos de las clases altas, siendo los siervos liberados los que sufrían las mayores cargas impositivas. La industrialización tendrá un importante desarrollo a partir del año 1880 hasta la guerra.
En los últimos años del S. XIX, había ciertos movimientos de oposición al zarismo:
Una corriente liberal moderada (profesiones liberales)
Una corriente revolucionaria (mundo rural)
En 1881, muere asesinado el zar Alejandro II, lo que va a provocar el endurecimiento del régimen zarista por parte de Alejandro III y el aumento de la oposición. En 1894 sube al trono Nicolás II que va a seguir con el absolutismo.
2. Revolución de 1905
La situación económica y política ya expuesta, se agrava por el fracaso en la contienda ruso-japonesa. La carestía de productos básicos y el alza de los precios van a provocar una situación prerrevolucionaria.
En 1904, se producen algunos actos terroristas, lo que hace que el estado autocrático tome una postura de extrema dureza. El asesinato del ministro de Interior, Plevhe, y su sustitución por un hombre más liberal (Sviatopolsk-Mirski) hace que haya un acercamiento entre las autoridades y el pueblo.
En diciembre de 1904 se inician una serie de huelgas en Bakú, Moscú y S. Petesburgo.
En enero de 1905, una manifestación pacífica dirigida por el pope Gapón, se dirige al palacio de invierno del zar en S. Petesburgo, donde piden mejoras salariales, en las condiciones de trabajo y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Los cosacos cargaron contra ellos ocasionando un gran número de víctimas (Domingo Rojo o Sangriento). A partir de aquí, cambia la visión del zar como benefactor por la de un tirano contra el que se dirige el odio popular.
Este hecho trae como consecuencia la generalización de las huelgas y las manifestaciones, donde se unen burguesía y proletariado. Además se produce la sublevación de algunas unidades militares.
Tras el paréntesis del verano, en septiembre vuelve la ebullición revolucionaria. En los manifiestos se comprueba que las fuerzas de oposición no tienen fines coincidentes: la burguesía busca libertades políticas, los obreros mejoras económicas y los campesinos el reparto de tierras.
En octubre hay una huelga de ferrocarriles que paraliza a Rusia, El paro es total, no hay comida, los precios se disparan y en varias ciudades se forman barricadas y la oposición logra el control de Odessa.
Ante la presión popular, el zar nombra primer ministro a Witte (liberal) y hace algunas concesiones en el "Manifiesto de Octubre", donde promete ciertas libertades, la creación de una Duma (Asamblea Legislativa) y la ampliación del derecho a voto. Tras este primer triunfo se produce la división de las fuerzas antizaristas.
Los sectores moderados, propugnan un parlamentarismo a la imagen de Occidente. Mientras los bolcheviques anuncian que no participarán en las elecciones para una Duma sin auténtico poder.
Aprovechando las divergencias entre la oposición, el zar inicia la represión. A finales de noviembre se detiene a los líderes obreros y se proclama la ley marcial.
La revolución había terminado. La ley electoral de febrero de 1906 es muy restrictiva (el zar tenía posibilidad de veto y nombra a la mitad de sus miembros). En 1906 tenemos la reposición del liberalismo. Witte es sustituido por Goremkin, que hace públicas las "Leyes del Imperio" (el zar es sagrado). En febrero de 1907 se convoca la 2ª Duma y a finales de 1907 se convoca la 3ª Duma, que supone el regreso a orientaciones autocráticas.

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Los Romanov son cautivantes,son la pura expresion de los pro y los contra de la realeza y la monarquia!gracias por traer este hilo al foro!
 
Rusia: nostalgia del zar

A 90 años del exterminio de la familia imperial, las encuestas muestran el peso de Nicolás II en la consideración del pueblo ruso.

Por Claudio Fantini *

Putin. En las preferencias de los rusos, su figura es opacada por la de Nicolás II.

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La huelga había comenzado en Putilov y paralizaba a toda San Petersburgo, cuando los treinta mil obreros liderados por Georgi Gapón llegaron con su petitorio al Palacio de Invierno.
Más importante que lo reclamado era que se lo reclamaban al zar. O sea que todavía esperaban de él las reformas y cambios que necesitaba Rusia. Pero Nicolás II no entendió lo que eso significaba y ordenó la feroz represión que dejó cinco mil muertos.
Paralelamente, en aquel trágico 1905 se desarrollaba otro desastre atribuible al zar Romanov. Los japoneses, que ya habían derrotado al ejército ruso en Liao Yang, lo echaban de Port Arthur, la posesión más estratégica que Rusia tenía en el Mar Amarillo, y lo dejaban fuera de Manchuria al derrotarlo en la batalla de Mukden.
Aún faltaba lo peor, y se produjo en el estrecho de Tsushima, donde la poderosa flota que comandaba el almirante Rojestvenski fue devastada por los buques del almirante Togo. Junto con los 20 barcos hundidos, naufragaba la insensata aventura bélica del zar.

Aquel desastre trajo nuevas tormentas. Primero el motín del acorazado Potemkin en el puerto de Sebastopol y, a renglón seguido, la rebelión de los marineros de la isla fortificada de Kronstadt, guardiana de Petrogrado.
Las tardías y tímidas reformas que ensayó Nicolás II después de la derrota en la guerra con Japón, de poco servirían. En 1905 comenzó a declinar el zarismo. Su final llegó 12 años más tarde; primero con la abdicación y el entremés socialdemócrata de Kerenski, luego con el octubre rojo en manos de Lenin.
Pero hubo un episodio más, del cual por estos días se cumplieron 90 años: en el marco de la guerra civil contra los rusos blancos, comandos bolcheviques ejecutaron a la familia Romanov en Ekaterimburgo.
En esa ciudad de los Urales, Nicolás II, su esposa, la zarina Alejandra, y todos sus hijos, junto a algunos sirvientes, fueron arrastrados al sótano de la casa de Ipatiev, y ejecutados a sangre fría.
Tuvieron que pasar ocho décadas para que aquel acontecimiento, sacralizado en la era soviética, sea reconocido como lo que fue: una masacre atroz. Pero la bestialidad de aquel crimen no puede ocultar la negligencia y el despotismo del último zar de todas las Rusias.
Muchos quedaron estupefactos ante el resultado de las encuestas que se realizaron en el aniversario de la masacre de Ekaterimburgo. Para una inmensa mayoría de rusos, Nicolás Romanov es el mayor personaje de la historia del gigante euro-asiático.
La estupefacción derivó en escalofrío cuando las mismas encuestas situaron en el segundo puesto de ese podio a Joseph Vissarionovich Dzhugashvili, o sea Stalin, por encima de su mentor y máximo líder de la revolución bolchevique: Vladimir Ilich Ulianov, o sea Lenin.
Recién después de la implosión soviética, con Rusia gobernada por el ultrarreformista Boris Nicolaievich Yeltsin, se admitió oficialmente la brutalidad de aquel acto que exterminó a padres e hijos, entre ellos la princesa Anastasia, el zarevich Alexei (heredero del trono) y la gran duquesa María. Y dos años atrás, la Iglesia Ortodoxa declaró mártir a la familia masacrada.
Es cierto que la encuesta era ambigua en cuanto a la valoración de los personajes. No obstante, para la mayoría de los analistas rusos resultó claro que el resultado implica un reconocimiento positivo de los personajes en cuestión. Y a muchos decepcionó la consideración que se tiene de Nicolás II, quien defendió su decrépito régimen a fuerza de represión, proscripciones y censura.
¿Qué borró de la memoria histórica las represiones ordenadas por el liderazgo errático de una casa real dominada por personajes nefastos como Rasputín? Por eso, más allá del necesario reconocimiento de que lo ocurrido hace 90 años en un sótano de Ekaterimburgo fue una masacre, la entronización de Nicolás II como gran personaje histórico es una señal preocupante de la persistencia de la autocracia como rasgo principal de la cultura política rusa.
Al fin de cuentas, habría tenido más lógica que, si de reivindicar zares se trata, al primer puesto de esa encuesta lo ocupara Pedro el Grande, quien expulsando a los turcos del Mar Negro y avanzando hacia el Mar de Barents y hacia el Pacífico, convirtió a Rusia en un imperio de vastas dimensiones territoriales.
 
Patricia Espinosa de los Monteros

Baccarat: El cristal que amaban los zares vuelve a Rusia


Hubo un tiempo en que el intercambio comercial de la fábrica francesa de Baccarat con Rusia era constante. A finales del XIX, la corte imperial cayó rendida ante los brillos del mejor cristal del mundo y príncipes y grandes duques, arrastrados por los gustos de sus emperadores, encargaban para sus palacios candelabros electrificados, lo más novedoso entonces en cuanto a tecnología, enormes arañas o cristalerías completas de colores, talladas y cinceladas para sus banquetes, a sabiendas de que se usarían tan solo una vez para luego, siguiendo la tradición, estrellarlas contra el suelo a sus espaldas.

El gusto ruso por el cristal se mantuvo incluso en épocas soviéticas, y sabiendo esto, la firma francesa no ha dudado en recuperar el tiempo perdido y abrir, el pasado mes de enero, una gran sede —segunda de sus tiendas en Moscú—, en un palacete, situado en pleno centro de la ciudad, a un paso de la Plaza Roja, en la calle Nikolskaya, de cuya restauración y rehabilitación se ha encargado el gran diseñador Philippe Stark.
En este lugar se pueden adquirir, además de las piezas históricas de Baccarat, las colecciones de diseño por las que ha apostado esta casa desde hace años: piezas muy especiales de creadores inspirados en la magia del cristal, como Kenzo Takada, Ettore Sottsass, Andrée Putman, Arik Lévy el mismo Philippe Stark. Todas piezas con sello de identidad que ya han entrado a formar parte del catálogo de Baccarat.

Recetas de lujo
La nueva tienda fue la sede de una antigua farmacia, un edificio emblemático de la ciudad por su chimenea en forma de flecha y su gran reloj, visibles desde todo el centro de la capital. Se terminó de construir en 1895 y, aunque no muy grande, su fachada es imponente por su decoración, y su interior, tan elegante que apetece vagar por los salas iluminadas con la luz que entra por los enormes ventanales del segundo piso. Así se lo encontró el famoso diseñador cuando recibió este encargo e, inspirado por su romántica y un poco misteriosa historia, ha transformado los salones de la antigua botica de la planta baja en una moderna y vanguardista tienda-almacén con muebles y expositores diseñados por él mismo. Aquí se pueden encontrar todas las colecciones de joyería y decoración de la firma. La segunda planta, donde antiguamente se ubicaba el laboratorio y se despachaban y elaboraban las recetas magistrales, alberga ahora el Cristal Room, el restaurante de moda y dirección imprescindible para ver y ser visto, de la capital rusa, con sus muros de ladrillo lavado y lámparas de muchos brazos de cristal. Y, por supuesto, con dos grandes chefs franceses al frente, que ofrecen platos con sabor ruso de temporada y nombres de cristalería y una sommellier rusa que escancia los mejores vinos, champagnes y cruts de Europa, servidos, eso sí, en copas firmadas por Baccarat.

No es lo primero ni lo último que hace Stark en el mundo de la hostelería y de la restauración. Este creador, de casi 60 años, que siempre quiso ser astrofísico o compositor, un eterno niño malo, imaginativo y algo subversivo, empieza dándose a conocer porque el entonces presidente Mitterrand le encargó el cambio de imagen y de la decoración del palacio del Eliseo. Luego llegarían hoteles como el Royalton de Nueva York o el Delano de Miami, restaurantes como el Felix en Hong Kong, el Teatriz de Madrid, o el Teatron en México. Más recientemente evoluciona en los japoneses Katsuya, considerados por la prensa estadounidense como los restaurantes más fascinantes de los últimos diez años. También ha diseñado el misterioso Ramsés de Madrid. Sigue su racha con los hoteles Sanderson o Saint Martin’s Lane, en Londres, y el encargo de convertir el antiguo palacete de Marie-Laure de Noailles, en París, en el actual Palacio de Cristal de Baccarat.

El espejo de Alicia
Su visión del cristal y de este mundo mágico le ha llevado a representar en Rusia un escenario como el que viera Alicia al otro lado del espejo, un lugar un tanto fantasmagórico y teatral, que es lo que significa para él esta marca tan conocida dentro del mundo del lujo. «Baccarat es para mi —dice el diseñador— un mundo de ilusión a través de la caras del cristal tallado. Así pues, he imaginado un palacio de cristal donde todo sería posible. Es lo que yo percibo como actitud ante la vida, la sensación de que todo es relativo, donde sueño y realidad están permanentemente mezclados y por ello hemos querido unir la magnificencia de las lámparas y las colecciones de cristal con los muros de cemento y ladrillo, o hemos suspendido la enorme lámpara de cristal tallado dentro de un acuario, como una enorme urna, porque el cristal es amor, milagro, espejismo y embrujo».

El «horno ruso»
La firma francesa estuvo desde siempre presente en la vida y en los gustos rusos. Rusia era uno de los mercados más importantes para sus exportaciones. Tanto que casi un millar de los artesanos de la fábrica se dedicaba exclusivamente a los pedidos de lámparas y cristalerías de la corte imperial, y uno de los tres hornos que funcionaban a toda potencia era conocido como «el horno ruso». Las mercancías destinadas a los grandes palacios se trasladaban en caravanas de carros tirados por mulas que unían Nancy con San Petersburgo, aunque a veces el viaje también se hacía por barco, por la ruta del mar Báltico y del mar del Norte. Uno de estos barcos naufragó cerca de Amberes, en 1912, y fue descubierto en 1999 por unos exploradores belgas con sus bodegas repletas todavía de miles de piezas, entre las que había desde grandes arañas de cristal hasta jarras y servicios de mesa del modelo Colbert.

Y es que a lo largo de la historia, los rusos —de los zares a los popes—, se han deslumbrado con los reflejos y la transparencia de este cristal de altísima calidad. Ya en 1867, cuando el Zar Alejandro III visitó la Exposición Universal de París, se sintió fascinado por las piezas que allí se presentaron, entre ellas, una fuente monumental de siete metros de altura, las arañas de gran diámetro, los jarrones firmados por Jean Baptiste Simon y los servicios de copas tallados a la rueda. Cuando su nieto el Zar Nicolás II y su esposa la Zarina Alejandra, con motivo de su boda y su coronación, recorrieron Europa en 1896 quedaron deslumbrados por los gustos franceses y por su delicadeza. En este viaje tuvieron la ocasión de visitar la fábrica de Baccarat y el Zar encargó allí varias piezas que llevan todavía hoy su nombre, como un candelabro electrificado, el primero que se hacía, de 3,25 metros de alto y 79 bombillas. La pieza se logró gracias a unos moldes especiales con brazos huecos y tuvo tanto éxito que se empezó a fabricar para todos los palacios europeos.

Por su parte, el llamado candelabro de la Zarina tiene una altura de 2,15 metros y 24 brazos y es famosa, además, la cristalería del Zar, hecha para él en cristal doblado con un tallo muy alto y cincelada que se fabrica todavía hoy en seis colores distintos.

Honores diplomáticos
El representante de Baccarat, que viajaba periódicamente a Rusia para atender a su clientela era un personaje en la corte, recibido con honores diplomáticos, alojándose en los mejores hoteles y festejado por las mejores familias. Muchos príncipes y miembros de la corte encargaron piezas a la firma francesa, como los grandes duques Wladimir y Alexis, el príncipe Demidoff o la princesa Tereorchenko, que llenaron sus palacios de candelabros, de arañas, de servicios de tocador, espejos o frascos para el perfume. Por cierto, los Fabergé encargan los soportes para sus famosos huevos —también de gran éxito en San Petersburgo— en la fábrica francesa . Los encargos eran numerosos y más los de cristalería, pues en la alta sociedad rusa se mantenía la norma real de que nadie debía de beber en la misma copa, por lo que las arrojaban a la espalda. una vez vacías.

En época soviética, Leonidas Breznev fue un gran admirador de la firma y encargó para su cenas, tras conocer las piezas en un viaje a París, una cristalería modelo Capri de 2500 copas. La locura de los rusos por el cristal ha permanecido a pesar de los pesares (políticos) y así la firma francesa en realidad ha vuelto a casa al abrir las puertas de esta especial «embajada» que ya es un referente dentro de la vida de Moscú.
 
Detalles del Palacio de Invierno en San Petesburgo
 

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Pero aclaro que el bellisimo trabajo realizado por los coticompis como Arhani, Eton y Alej asi como otros mas, compartiendo todas estas inagenes y la informacion, es maravilloso! Gracias !
 
Cuanta información en este hilo, todos los días paso por aquí para ver lo que han puesto. Gracias
 
que bueno que te guste cleopatra y a ti slava, como puso luisa fernanda los romanov es el mejor ejemplo de riqueza pero también de lo que no debe hacerse como gobernantes, pero ya que no estan aqui los recordaremos con sus excentricidades y defectos

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Los Romanov, forjadores de un imperio
Foto: INAH

iudad de México (México). La época imperial de la Rusia antigua está definida, en gran medida, por el periodo en que los zares y zarinas estuvieron al mando de la dirección política, social y económica de esa nación. Sin embargo, la Dinastía Romanov sobresale de manera significativa por su larga permanencia en el poder (1613-1917), opulencia y la diversidad de sus gobernantes que, por 80 años, fueron mujeres.

Además, se distinguieron por su constante empeño en adquirir obras de arte realizadas por artistas de diferentes partes del mundo, así como el apoyo económico que brindaron a las causas culturales. Decían que “lo mejor del arte debía estar con la mejor familia del mundo”.

Tanto el linaje como la dinastía en su totalidad serán los ejes temáticos de la exposición Zares. Arte y cultura del Imperio Ruso. Colecciones del Museo del Ermitage, que se presentará en el Museo Nacional de Antropología (MNA) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a partir del 6 de diciembre.

La historia de los Romanov comienza, según datos históricos, con Andrey Ivánovich Kobyla, boyardo de origen lituano del siglo XIV, a quien se le atribuye parentesco con Julio César, el emperador romano. Sin embargo, fue con Román Zajarín-Yuriév, descendiente del primero, que se acuña el nombre de la dinastía, derivado de su apelativo.

Producto de su matrimonio, Román Zajarín procreó dos hijos, Fiódor Nikitch y Anastasia Romanovna, esposa de Ivan IV El Terrible, zar de Rusia de 1547 a 1584. El mandato de este último se vio influenciado significativamente por su mujer, quien murió en 1560.

Para 1584, con la muerte de Ivan El Terrible, los Romanov cobraron relevancia gracias al Gran Interregno —periodo que transcurre antes de elegir otro gobernante— y fue 29 años después, en 1613, que se eligió a Miguel I como el primer zar de Rusia, acto que dio inicio al linaje en el poder.

Su gobierno comenzó el 21 de febrero de 1613 y concluyó con su muerte en 1645; durante su mandato, basado en la autocracia, sistema en el que el poder absoluto se centraba en su figura, se autodenominó Zar de todas las Rusias, lo que dejaba ver su totalitarismo imperial, diseminado por todas las provincias de la nación.

A Miguel I lo sucedieron, en ese orden, Alexis I de Rusia y Fiodor III. A la muerte de este último se originó un conflicto entre los hijos del primero: Pedro y sus hermanastros Ivan V y Sofía. A pesar de los contratiempos, el benjamín se impuso, para convertirse en el zar Pedro I El Grande, Emperador y Autócrata de todas las Rusias.

José Enrique Ortiz Lanz, coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH, destacó a Pedro I El Grande como el modernizador de la Rusia Imperial; con él se lograron avances significativos en materia industrial que permitieron a esa nación competir con otras del continente europeo, así como la fundación de San Petesburgo, en 1703.

Con el paso del tiempo la sucesión en el poder se dio de manera paulatina; la muerte de zares y zarinas motivó que el trono fuera y viniera de manos de los Romanov. Al fallecer Pedro I El Grande, una junta de boyardos designa zarina a su esposa Catalina I, quien gobernó de 1725 a 1727.

Luego de tres años de gobierno, el trono vuelve al linaje con el nieto de la zarina desaparecida, Pedro II. Los mandatos continuaron en la alternancia hasta que otro de los personajes más representativos toma posesión: Catalina II La Grande (1762-1796).

Con ella, dicen los historiadores, la Rusia Imperial registra otro impulso en el campo industrial y agrícola, además de ser la iniciadora de la obsesión por acumular tesoros, obras de arte y diferentes artículos de valor.

“A Catalina II La Grande también se le conoció como El Grande, por ser una mujer sumamente dominante y poderosa; con el tiempo se convirtió en uno de los íconos más representativos de la dinastía por su fuerte personalidad, pero también por su gusto por el arte y la cultura mundial, además del apoyo a diferentes artistas”, puntualizó Ortiz Lanz.

Con la gestación de lo que se convertiría años después en la Revolución Rusa en 1917, se verificó el asesinato de los últimos integrantes de la familia Romanov, de quienes, por mandato de los rebeldes, no debía quedar rastro alguno de sus cuerpos que permitiera identificarlos. Con esto, el sistema zarista fue remplazado por un gobierno provisional, que dio paso a la formación de la Unión Soviética en 1922.

“En nuestro imaginario sólo tres zares son mencionados con mayor frecuencia como Pedro I El Grande, Catalina II y Nicolás II, por lo tanto, la exposición de zares ampliará el conocimiento de la sociedad mexicana acerca de la Rusia imperial”, concluyó.

A partir del 6 de diciembre el público en general podrá disfrutar de la exposición Zares. Arte y cultura del Imperio Ruso. Colecciones del Museo del Ermitage en el MNA.

El INAH desarrolló un micrositio en internet con el nombre Zares. Maravillas de la Rusia Imperial donde se podrá obtener mayor información sobre la exposición; la dirección es www.inah.gob.mx/zares
 
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