Los Kennedy

¿LA CONFIRMACIÓN DE UN RUMOR?
Marilyn y Bob Kennedy, amantes por escrito
  • Una carta de Jean Kennedy a la actriz se refiere a ella y su hermano Robert como pareja
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La carta que Jean Kennedy Smith remitió a Marilyn Monroe fue encontrada en un lote con otros documentos pertenecientes a la actriz (Keystone Features / Getty)

SILVIA HINOJOSA, Barcelona 29/09/2016 00:19 | Actualizado a 29/09/2016 17:43
El rumor lleva circulando más de cinco décadas, sin pruebas para confirmarlo. ¿Fueron amantes Marilyn Monroe y Robert Kennedy? Una carta dirigida a la actriz y escrita a principios de los sesenta por Jean Kennedy Smith, la hermana pequeña del entonces presidente John F. Kennedy y de Robert F. Kennedy, que en la época era fiscal general, así lo sugiere ahora. De hecho, se considera una prueba convincente de que Monroe y Bob Kennedy mantuvieron una relación sentimental hasta el fallecimiento de ella. En la carta, Jean escribió: “¡Entienda que usted y Bobby son la nueva pareja! ¡Todos pensamos que debe venir con él cuando regrese al Este!”. El documento se subastará en California el 17 de noviembre, como parte de un lote de David Gainsborough Roberts que incluye también vestidos, joyas y otros objetos de la actriz.

Sobre la relación de Marilyn Monroe con los Kennedy, John y Robert, han circulado diversas versiones. Que la actriz y el presidente fueron amantes lo puso ella en evidencia, con descaro, cuando le cantó el cumpleaños feliz en el Madison Square Garden, el 19 de mayo de 1962. La amistad especial que Monroe mantenía con Robert F. Kennedy está incluso documentada en los archivos del FBI y la CIA, en los que expresan su preocupación por los secretos que el presidente hubiera podido confiarle. Al parecer, el FBI seguía la pista a Monroe ya desde mediados de los cincuenta, en plena guerra fría, cuando conoció al dramaturgo Arthur Miller –con el que se casó–, considerado por el FBI como un posible comunista. Sin embargo, la relación de la actriz más deseada de Hollywood con Bob Kennedy no contaba con pruebas tan flagrantes.

La carta de la pequeña de los Kennedy apuntala ahora los rumores que empezaron a circular después de que Bob y Marilyn fueron fotografiados juntos en una serie de actos. En la citada fiesta del 40.º cumpleaños de John F. Kennedy, en 1962, algunos de los asistentes sostienen que fue ella quien abordó a Robert, incluso en presencia de su esposa, Ethel Skakel. “Ella literalmente lo inmovilizó contra la pared, le tenía atrapado”, aseguró el periodista Lou Harris. “Ethel estaba muy disgustada y cuando llegaron a casa le dijo (a su marido) que era lo más repugnante que había visto en la vida”, afirmó Harris. Robert y Ethel tenían en aquella época siete hijos, pero llegaron a tener once, el último, una niña, nació después de que el senador fuera asesinado a tiros, en junio de 1968.

La carta que Jean Kennedy Smith remitió a Marilyn Monroe fue encontrada en un lote con otros documentos pertenecientes a la actriz. Monroe se lo había dejado a Lee Strasberg, el profesor de actuación que representaba una figura paterna para ella. En los años previos a su fallecimiento por una sobredosis de barbitúricos, en agosto de 1962, Marilyn había confiado a Strasberg no sólo gran parte de su carrera, sino que llegó a confesarle, en una misiva, que su vida ya no tenía sentido delante de una cámara y que el su***dio le empezaba a parecer una salida digna a la situación de impotencia en la que se encontraba.

Fue su hijo, David Strasberg, quien descubrió el lote de do-
cumentos en el que se encuentra la carta de la hermana de los Kennedy, durante una limpieza de
armarios. En otra de las misivas, esta escrita por Monroe a su terapeuta en 1961, le confiesa: “Anoche volví a estar despierta toda la noche. A veces me pregunto para qué es la noche. Casi no existe para mí. Me parece un horrible largo largo día”.

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a buenas horas xD, en fin que todos los conocidos de Marylin, encabezados por Joe diMaggio digan que eran amantes pues como que es un dato xD
http://www.economiahoy.mx/life-styl...oe-y-Robert-F-Kennedy-romance-confirmado.html

A ver si lo he entendido bien: que Jean Kennedy dijo a Marilyn que tenia que acompañar a Bobby porque eran pareja. ¿Hay alguien en este planeta que pueda creerse que una hermana pida a la supuesta amante de su hermano que se presente con él en público humillando a la prolífica esposa de éste?

He aqui la prueba de las sandeces que llegan a decirse para probar lo que es probable sin necesidad de decir tales tonterias.

Y lo que no se dice es que el Happy Birday fué la gran metedura de pata de la rubia ante el presidente. Entonces Kennedy se dió cuenta de que esa mujer se pasaba de la raya que él se habia marcado con ella, es decir, cama en la intimidad y punto. Se habian acostado dos o tres veces y él ya no quiso saber nada más de ella, le dijo a Bobby que le librase de ella, cosa que Bobby aceptó hacer más que nada por Jackie, Bobby adoraba a Jackie, no entendia la forma que su hermano se portaba tan desconsideradamente en sus adulterios con semejante esposa que tenia, pero advirtiendo a su hermano que él estaba hasta las narices de taparle en esos asuntos. Asi que habló con la rubia y posiblemente se dejó tentar por ver como era la estrella en la cama, para darse cuenta enseguida que era una dependiente emocional tremenda no valida como amante de adulterio.

Pero eso de que Jean Kennedy escribiese semejante cosa es inverosimil y me da igual que digan que existe la carta y demás, habria que escuchar a Jean, que aun vive, y creo que será mejor no mencionarle semejante cosa a su edad.
 
A ver si lo he entendido bien: que Jean Kennedy dijo a Marilyn que tenia que acompañar a Bobby porque eran pareja. ¿Hay alguien en este planeta que pueda creerse que una hermana pida a la supuesta amante de su hermano que se presente con él en público humillando a la prolífica esposa de éste?

He aqui la prueba de las sandeces que llegan a decirse para probar lo que es probable sin necesidad de decir tales tonterias.

Y lo que no se dice es que el Happy Birday fué la gran metedura de pata de la rubia ante el presidente. Entonces Kennedy se dió cuenta de que esa mujer se pasaba de la raya que él se habia marcado con ella, es decir, cama en la intimidad y punto. Se habian acostado dos o tres veces y él ya no quiso saber nada más de ella, le dijo a Bobby que le librase de ella, cosa que Bobby aceptó hacer más que nada por Jackie, Bobby adoraba a Jackie, no entendia la forma que su hermano se portaba tan desconsideradamente en sus adulterios con semejante esposa que tenia, pero advirtiendo a su hermano que él estaba hasta las narices de taparle en esos asuntos. Asi que habló con la rubia y posiblemente se dejó tentar por ver como era la estrella en la cama, para darse cuenta enseguida que era una dependiente emocional tremenda no valida como amante de adulterio.

Pero eso de que Jean Kennedy escribiese semejante cosa es inverosimil y me da igual que digan que existe la carta y demás, habria que escuchar a Jean, que aun vive, y creo que será mejor no mencionarle semejante cosa a su edad.


el porblema es que la escribió jean, si la hubiera escrito Pat sería muy posible, porque era especialista en esete tipo de meteduras de pata, Pat no era muy lista, y de hecho olawfirord es e que ha hablado varias veces del sauntillo a boca chancla además. Par era amiga de Marilyn.
Siempre se habño de cartas de patm su la carta de verdad es de principios de los 60, es oe s fácil de comprobar la antiguedad de la escritura, habria que mirar porqué esta formada por jean y si ni era jean quien tendrñia interés. Uno de lso amyores inetersados en que el follón siguiera era Lawford que qera quien presionaba a su mujer para que mediara,
 
Última edición:
el porblema es que la escribió jean, si la hubiera escrito Pat sería muy posible, porque era especialista en esete tipo de meteduras de pata, Pat no era muy lista, y de hecho olawfirord es e que ha hablado varias veces del sauntillo a boca chancla además. Par era amiga de Marilyn.
Siempre se habño de cartas de patm su la carta de verdad es de principios de los 60, es oe s fácil de comprobar la antiguedad de la escritura, habria que mirar porqué esta formada por jean y si ni era jean quien tendrñia interés. Uno de lso amyores inetersados en que el follón siguiera era Lawford que qera quien presionaba a su mujer para que mediara,

Da igual quien digan que la escribió, esta historia no tiene sentido ni pies ni cabeza, parece una broma pesada de santos inocentes, lo que son capaces de inventar por vender morbo.
 
Yo leí este libro y es espléndido, porque quien lo escribe no es un novelista - aunque tiene tiene una prosa envidiable, sino un médico que analiza a JFK como un hombre de los tiempos que le tocó vivir, a la vez fuerte y fragil, con oscuros impulsos y deseos privados, y a la vez un gran talento y visión política.

Aunque esté narrada como ensayo-novela es producto de una investigación que hace verle ante todo como un hombre enfermo, y no os podeis imaginar hasta que punto. Y lo mejor es que el autor no juzga ni moraliza al personaje, solo lo retrata y deja que el lector le juzgue en base a sus propios principios morales.

He aqui una critica que, aunque os parezca larga, la verdad es que se lee en un suspiro y sirve de base para un interesante debate sobre el tema.


viernes, 26 de noviembre de 2010
Mi crítica de un adúltero americano de Jed Mercurio en Panfleto Calidoscopio


Un adúltero americano de Jed Mercurio

Por Jordi Corominas i Julián

“Antiguamense se decía que sólo un buen hombre sería un buen rey, pero si el fornicio fuese un acto infame habría habido muy pocos reyes buenos”

(Jed Mercurio, Un adúltero americano, Barcelona, Anagrama, 2010)

Juventud, temple, carisma, capacidad de liderazgo, glamour, Camelot, nuevas fronteras, conciencia cívica, deshielo, igualdad racial, deshielo atómico, preocupación global, pero también, para su propia desgracia, la enfermedad de Addison e hipotiroidismo con la consecuencia de sufrir fatiga, debilidad, anorexia, vómitos, náuseas, pérdida de peso, pigmentación de la piel y las mucosas, somnolencia, pérdidas capilares, depresión y aumento del colesterol, todo ello tratado con un abundante surtido diario de píldoras rojas, verdes y amarillas. John Fitzgerald Kennedy, encarnación presidencial vivía un tormento continuo con su cuerpo, sujetado por una faja ortopédica, que sólo lograba aliviar con la mejor medicina: el s*x*.

La figura del primer mandatario católico del país de las barras y estrellas siempre levantará ríos de tinta y montañas de celuloide. Hace ya casi veinte años Oliver Stone recuperó su figura a base de polémica con la meritoria JFK, película de tesis que desmontaba las conclusiones de la comisión Warren sobre el asesinato de Dallas. Jed Mercurio, y es de agradecer, concluye Un adúltero americano ese fatídico 22 de noviembre de 1963, abordando el asunto desde otra óptica, pues su libro puede leerse como una interpretación de los dos años y medio de Kennedy en la Casa Blanca con lo que ello conlleva en decisiones y medidas adoptadas, granjeándose con las mismas la profunda y temerosa enemistad de las más altas instancias, poderes fácticos que en absoluto podían tolerar el golpe de timón que se pretendía dar desde el despacho oval para cambiar órdenes estables poco aconsejables para quien cada mañana se sentaba con la aspiración de construir un mundo pacífico que sepultara la Guerra Fría al bunker de la Historia.

El personaje que aborda Mercurio, un autor idóneo para tratar el tema al ser médico de profesión, es, sin duda, uno de los pilares del último medio siglo occidental, una de aquellas figuras conocidas por todo hijo de vecino. Cualquiera puede tener una opinión formada sobre Jack Kennedy, y probablemente sea así porque su figura es pionera en el moldeo de una imagen efectiva, muy bien enfocada al universo mediático que ya despuntaba a finales de los cincuenta. Un ejemplo seria el primer debate de la campaña electoral de 1960 contra Richard Nixon, quien cayó derrotado por la telegenia de su rival, siempre mirando a la cámara, impecable en su vestimenta y con una oratoria cercana para el telespectador, embelesado y rendido ante una forma distinta de dirigirse al votante, con un lenguaje profundo y cercano que distaba un universo del empleado por Eisenhower, paternalista y anacrónico, halcón con otras perspectivas para su pueblo. Asimismo la familia del futuro presidente ayudaba a catapultar su trayectoria con influencias y consejos, entre los que cabe mencionar la búsqueda de una esposa útil para sus objetivos, una mujer perfecta de cara a la galería, que apabullara por inteligencia y atractivo para potenciar sus estratagemas de seducción a la opinión pública. Jacqueline Bouvier fue la elegida y cumplió el papel a las mil maravillas, con el añadido de ser la única con quien su esposo creía ser capaz de convivir y respetar.

Sólo como marido y mujer

El mismo título de la novela de Mercurio ya indica cual es el argumento central de la misma. John Fitzgerald Kennedy y sus amoríos, siempre mitificados, siempre flotando por la superficie ávida del cotilleo que poco se preocupa de entender los motivos que impulsaban al estadista. Ya hemos comprobado como su cuadro clínico era desolador. La responsabilidad pesaba tanto como residir en el 1600 de Pennsylvania Avenue. Antes de llevar los galones de mando las cosas eran más sencillas para saciar las necesidades del lecho; la urgencia de curvas se solventaba con secretarias, amigas y flirteos ocasionales que llegaban a buen puerto. Ser el mandamás implicaba mantener una actitud prudente o encontrar una vía óptima para dar rienda suelta a la energía que le proporcionaba hacer el amor. Es la tónica del seductor, por eso la elegancia de Jackie era menos que nada en la cama, una rutina intolerable para el conquistador doliente, voraz acaparador de presas. El orgasmo y la calma, reanudación de la normalidad y bienestar inmediato, bálsamo del dolor. Los músculos se recomponían y el trauma de ser el emblema del vigor, un engaño de carne y hueso, se mitigaba al recuperar piezas extraviadas en la abstinencia: concentración, confianza y capacidad de convicción, fundamental en la guarida del lobo de Washington, infierno sobre la Tierra, pentagonal nido de ratas. Los generales son verdugos que defienden su interés sin contemplaciones. Les ampara ser los liberadores de 1945 y el interés industrial fomentado por Ike entre 1952 y 1960. El país tiene bien implementada su fábrica de armamento. Los misiles y las pistolas deben salir de los almacenes y quemar bloques comunistas, las amenazas del bloque oriental son excusas para obtener pingues beneficios. Kennedy cae en la trampa, porque tampoco tiene otra alternativa y no sabe rechazar una operación militar heredada de su predecesor, de Bahía Cochinos, pero aprende de sus errores y empieza a pregonar con acierto sus intenciones de virar la embarcación y dirigirla al horizonte del futuro, donde la bomba atómica será un recuerdo de una época aciaga y la discriminación racial una pesadilla remota. Las ideas del presidente topan con las de sus asesores, y esa lucha produce la angustia que determina su frenesí erótico-festivo. Becarias, invitadas, actrices y prost*tutas ceñidas a un mismo patrón estético desfilan por despachos, piscinas y hoteles en un circo delirante. Los coitos, por los impedimentos físicos del héroe renqueante, son suspiros que en el presente muestran la aceleración del gobernante, repleto de vínculos pasados poco recomendables que aprovisionan su despensa con Venus de rompe y rasga, famosas rendidas a la estrella del rey, quien las usa como a sus jóvenes empleadas, simples distracciones, analgésicos que, a diferencia de las pastillas del doctor, tienen sentimientos y pueden rebelarse, secretos de seguridad nacional con corazón. Si late demasiado la expulsión del paraíso está garantizada.

Esas amistades previas a la púrpura, la mafia y sus contactos con la farándula hollywoodiense, se juntan con los ases de la baraja -FBI, Ejército y periodistas- para facilitar a Mercurio la estructuración de la trama mediante ilustres nombres que suscitan la atención del lector. Sinatra es el pobretón que al encumbrarse se transforma en altivo pavo real, Marylin -sin un atisbo de Bob Kennedy en todo el manuscrito- el presagio de la amenaza que destruya la privacidad de la existencia, Mary Meyer la voz de la conciencia, Ellen Rometsch la espía que me amó, Judith Campbell una ruleta del hampa y J. Edgar Hoover el peso de la tradición disturbada, firme constatación que sus acciones están traspasando unos límites que incomodan a la cúpula que no depende de unas elecciones para ostentar bastones de mando, ojos que están por todas partes y se otorgan, al controlar los mecanismos, el derecho de juzgar al bostoniano de origen irlandés que ocupa el trono con ínfulas de reforma.


Hoover es el último vórtice de la pirámide. Su aparición en escena tiene ecos shakesperianos que genera la misma vida. El presidente no resiste la tentación que acucie su íncubo corporal y aprende cómo sortear las trabas, pero en ocasiones eso no basta. Ser el jerifalte conlleva estar vigilado las veinticuatros horas. Los agentes apostados en la puerta tienen años de oficio y una red amplia que va de lo más alto a lo más bajo. Los peones edifican, transmiten y las carpetas hacen el resto. El jefe del FBI, de extraños hábitos extralaborales, emite sentencia y recomienda. El disgusto moral fluye en paralelo al desencanto temeroso por la metamorfosis. Si la apariencia es agradable de cara al exterior con las giras internacionales, la distensión y un liderazgo universal, la realidad de la administración y allegados contiene un germen viciado que no tolera la actitud del mocoso cargado de buenas palabras, mejores intenciones y firme voluntad de trastocar el tinglado porque cree en lo que hace y no da su brazo a torcer. Evitar la Tercera Guerra Mundial y aplacar los belicosos ánimos comunistas se contempló como un estorbo a la lógica instaurada tras la derrota del nazismo. Las armas y el retumbe lucran más el bolsillo que erradicar enfermedades, pobreza y disputas. El enfado del verdadero poder, en la sombra, correrá siguiendo el pulso de la paranoia que mezclará el ritmo privado con la esfera histórica. La desconfianza interna se intenta contrarrestar, algo imposible, estrechando lazos con aliados fiables, primos lejanos con mucha sapiencia.


A veces las efemérides de dos naciones nadan por mares con asombrosas similitudes. La amistad de Kennedy y Harold Macmillan, primer ministro británico entre enero de 1957 y octubre de 1963, se nutre de contrarios que se complementan. La esposa del premier le es infiel desde hace siglos, al igual que JFK lo es con Jacqueline, derrochadora que suple su carencia afectiva ensalzando la moda en beneficio de su marido. Ambas parejas son discretas en sus luces y sombras, pero tienen la mala suerte de vivir en la época donde los medios de comunicación empezaron a desentenderse del elogio de la virtud para escarbar en la mierda ajena. El escándalo Profumo, ministro de defensa que mantuvo relaciones con una bailarina que a su vez se acostó con un conocido espía soviético, fue el pistoletazo de salida de ese pan que ahora masticamos cada dos por tres, mierda empapadora de cerebro, balas eficaces de múltiple impacto. La situación inglesa, que acarreó la dimisión de Profumo, ocurrió cuando el acoso al presidente se incrementaba en un negro instante donde convergieron la muerte del neonato Patrick, la presión para intervenir en Vietnam del sur y la inminente vorágine viajera por los Estados de la Unión para consolidar apoyos en vista a la cita electoral de 1964. La tragedia americana se nutría de ingredientes, y sólo el regicidio de la Plaza Dealey impidió que las hienas consiguieran su misión de devorar la carroña de un idealista herido de muerte, desafiante, empecinado en defender un proyecto y perecer, como así fue, en el intento. El tema cobra actualidad porque la actual situación estadounidense se hermana con la narrada a lo largo del relato. Un hombre valiente ocupa el poder y combate con uñas y dientes para reformar pese a la oposición de una serie de grupos, que más o menos son los mismos que en los sesenta, obstinados en no ceder ni un ápice de su terreno. La última administración democráta antes de Barack Obama se vio salpicada por un episodio sexual por todos conocido. Clinton aparece en su versión pueril, cuando con apenas dieciséis años visitó la Casa Blanca y estrechó la mano a su ídolo, y la referencia no es casual, sino otro guiño que realza la crítica completa a la tendencia de apuntar con dedo acusatorio a quien sea hurgando en secretos de alcoba y adicciones sin contemplar causas o motivos porque el dardo envenado es un certero ariete, escaparate de diseño para ocultar verdaderos males que siempre nos acompañarán si el sólido esqueleto de los titiriteros sigue esparciendo la cicuta ociosa, información de gran valor nimio, que enmascara sus fechorías.
 
Última edición:
La critica la he releido tres veces y ¡que verdades dice! Esa visión de Kennedy como un estadista de altura que pensó que la solución para los conflictos estaba en dar carpetazo a la Guerra Fria, lo que concuerda con la tensión que tuvo que afrontar frente a la CIA y el Estado Mayor en la crisis de los misiles - cuando lo lógico es que el Ejército hubiese velado por la seguridad del pais apoyando al presidente en sus intentos por mantener la paz-, que necesitaban de la guerra fria para mantener su industria armamentística con las guerras locales a nivel mundial. Que ya estaba decidido a no mantener la presencia americana en Vietnam y, mucho menos, a aumentarla con envio de efectivos militares masivos, como hizo Johnson.

Un estadista que también osó decir que la segregación era intolerable y que no claudicaria ante nada ni nadie para eliminarla, enviando a la Guardia Nacional para escoltar a clase a un estudiante negro, recibiendo a Martin Luther King, enfrentándose asi a las fuerzas conservadoras blancas del sur e incluso a su propio padre, que solo habia soñado el poder para su estirpe para lucirlo y aprovecharlo en su beneficio familiar, para equiparar a los irlandeses a la alta sociedad protestante, no para cambiar las esencias del pais en los demás aspectos - sin duda impulsado por ser nieto de minusvalorados inmigrantes irlandeses por parte de los WAPS-. no se conformaron con asesinarlo, sino que a lo largo de décadas han tratado con éxito de ocultar sus méritos politicos sacando a la luz las miserias de su vida personal, pasto del que se alimenta hoy el mundo sin ver lo realmente importante detrás de esos cotilleos por reales que fuesen. ¡Y como si el resto de los mandatarios y subjefes hubiesen sido santos, pero desde luego que no fueron santos del pueblo, esa leyenda era la que habia que destruir!

Y su hermano Robert decidió llevar ese proyecto enfrentandose al presidente Johnson por Vietnam como simbolo de esa guerra fria que, encima,estaba matando a la población estadounidense.

Los Kennedy, por eso, son mucho más que los montones de cotilleos de alcoba con que han enmascarado que fueron una bomba de relojeria para el establisment estadounidense.

¡Bingo rebingo merece esta critica de este libro!
 
Última edición:
Sobre John John es que el tipo salió a su tía Lee, su máxima preocupación de joven era salir guapo y le tiraba la actuación, como su tía era un mal estudiante. No pudo entrar en Harvard, n vale con ser un Kennedy solo para entrar en Harvard, de hecho la mayoria no entran y acaban en Brown que es donde recaló John John, eso si tení a carisma, pero lo habrían fulminado en un debate porque su nivel cultural no era muy alto, pero tenia chispa para contestar raido en una entrevista, eso si necesitaba preparación para enfrentarse a los leones republicanos ue lo hubieran dejado en evidencia muy pronto. Hubiera necesitado 10 años de preparacón, es decir dejar la revista empezar desde el congreso y subir porque en el senado lo funden, o sea que si hubiera seguido vivo a lo mejor hoy dia estaria maduro. No tenia base para una carrera metórica. Su padre y su tia tenian un nivelón a los 30 por eso a los 40 ya estaban maduros.

El sobrinito, Jack, se me hace mas intelectual pero demasiados aires de principe, John John con todo sabía ser mas cercano y simpático, tambiñen demasiada educación Bouvier, siempre bajo las faldas de su madre, en tnto los Kennedy por regla general a los 15 ya estan en internados a tiempo completo, pasan inviernos solos haciendo deporte o se independizan muy rápido aunque luego tienen todos el centro en Hyannis Port.Es una eduación muy especifica y auqnue la tercera generación se perdió por ompleto parece que estos aplican cons su hijos la educación Kennedy de Joe: internados/disciplina/viajes e independencia jovenes/trabajos juveniles como manera de que esta no se desprramen como pasó tras el caos que siguió a la muerte de Bobby. Caroline sigue la educación tipo de madre que la mantuvo a salvo marcando la distancia con los primos, pero no se, los hijos de sus primos son un monton d chicos pijos todos con buenas carreras y sin ningun lio gordo que no parecen ser un peligro para nadie o sea quizás Jack si deberia cercarse un poco a sus primos puesto que esto no son unapanda de salvajes drogadictos como la generación anterior y son una buena baza cuando se requiere ya que el RFK de dereos humanos y el EMK institut son lugares muy concurridos donde tener visibilidad para los proyectos personales de Jack, sino puede sarle como a Caroline que cuando fue a pedir ayuda todos le dieron la espalda porque no tenian trato con ella.
 
Si, me pregunto como se habria llevado con Jacqueline. Las dos eran muy elegantes, de orígenes sociales similares y universitaria. Y era de familia católica, es como si John la hubiese escogido como esposa pensando en agradar a su madre. Supongo que habria dependido de lo feliz que hiciese a su amado hijo, pero de entrada creo que la habria recibido bien pues no era actriz sino una chica bien que hacia muy buena pareja con su hijo.

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Carolyn se sabia constantemente comparada con su difunta mítica suegra, por haber logrado casarse con el principe de América y ser objeto de envidia y escrutinio ante los medios, habiendo perdido su privacidad. Eso supongo que debia crearle mucha inseguridad y pudiese afectar a su relación conyugal. Sin embargo, amigos de la pareja, como John Perry Barlow - escritor y ensayista - y Christiane Amanpour - periodista británica-iraní y corresponsal de la CNN - niegan que ella tuviese problemas con las drogas y que la pareja planease divorciarse. No sé por qué no hay que creer a quienes les conocieron y si a quienes hunden su reputación estando muertos. Ellos en público se mostraban unidos y tan glamourosos como los padres de él. Eso, en una pareja joven es bastante normal y no tenian ninguna obligación de permanecer juntos como estaban si no lo hubiesen deseado. En esa avioneta se fueron juntos incluso con la hermana de ella, lo que muestra que la relación familiar funcionaba, cosa extraña en una pareja mal avenida. John se mostraba muy enamorado y eso tenia que contar para ella.


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Todo lo que se dice sobre Carolyn procede del libro del escritor Edward Klein, un escritor que no tiene buena fama porque las fuentes que afirma tener suelen tener poca fiabilidad por ser anónimas y su trabajo y fuente de ingresos se basa en sacar supuestos escándalos de famosos políticos, sean los Kennedy, los Clinton e incluso los Obama. Y Klein no tuvo relación con John jr. ni Carolyn. Con el tiempo salió aquel modelo diciendo que habia sido amante de Carolyn, un desconocido que gracias a ello estuvo un tiempo en el candelero antes de volver a caer en el olvido, diciendo algo sobre una mujer muerta que no podia rebatir nada.

Con todo esto no digo que la relación fuese perfecta, pero que los ricos guapos y famosos son carne de envidia es un hecho y si encima están muertos y no se pueden defender, tanto mejor. Solo el tiempo habria dicho la verdad de haber ellos vivido, pero dudo que hubiesen podido en tal caso decir tales cosas porque en caso de no ser ciertas les podrian haber caido demandas por difamación por parte de la pareja a tutiplén.

John era guapísimo y buena persona, es dificil creer que ella no estuviese enamorada de él como todas las féminas del planeta.

La gran duda está en si John hubiese seguido la carrera política. Dicen que él tenia dentro la espina de querer descubrir a los asesinos de su padre y si que albergaba aspiraciones políticas. Eso podria haber preocupado a los culpables, claro, pero bueno, pensemos que la tragedia fué un accidente y no hubo manipulación en la avioneta.
Yo de verdad no sè que pensar acerca de ellos...he visto un documental en donde hablaban personas cercanas a ambos, como el socio de John en su revista, y decian que esos ùltimos tiempos habian sido terribles, que se estaban llevando muy mal, que ella tenia un caracter muy complicado, casi bipolar y que el pobre estaba desesperado porque la amaba pero ya no podia seguir viviendo asi...y luego las fotos discutiendo en el parque...y ella que parecia llevar tan mal la fama y los paparazzis...el rumor de que ella no queria tener hijos y èl si...el libro del modelo ese, que fue su amante...es muy complicado y no sè que pensar...supongo que Jackie, como toda madre, la hubiese aceptado si su hijo era felìz, pero tambien creo que hubiese sido una suegra celosa y conflictiva...como sea, jamàs lo sabremos, ese accidente se llevò tristemente la vida de tres personas jovenes...lo que si creo es que al dia de hoy dificilmente seguirian casados, no me los imagino actualmente como una familia felìz rodeada de hijos...
 
Me ronda por la cabeza la pregunta de cómo seria hoy la familia Kennedy de haber vivido John y Robert Kennedy más años. El tipo de influencia que hubiesen ejercido a todos los niveles: politico, social, familiar... Eran dos figuras excepcionales.
 
Yo de verdad no sè que pensar acerca de ellos...he visto un documental en donde hablaban personas cercanas a ambos, como el socio de John en su revista, y decian que esos ùltimos tiempos habian sido terribles, que se estaban llevando muy mal, que ella tenia un caracter muy complicado, casi bipolar y que el pobre estaba desesperado porque la amaba pero ya no podia seguir viviendo asi...y luego las fotos discutiendo en el parque...y ella que parecia llevar tan mal la fama y los paparazzis...el rumor de que ella no queria tener hijos y èl si...el libro del modelo ese, que fue su amante...es muy complicado y no sè que pensar...supongo que Jackie, como toda madre, la hubiese aceptado si su hijo era felìz, pero tambien creo que hubiese sido una suegra celosa y conflictiva...como sea, jamàs lo sabremos, ese accidente se llevò tristemente la vida de tres personas jovenes...lo que si creo es que al dia de hoy dificilmente seguirian casados, no me los imagino actualmente como una familia felìz rodeada de hijos...

El análisis del tremendo accidente que se llevó las vidas de John, Carolyn y Lauren. Es muy interesante, con recreación de todo lo ocurrido.

 
El análisis del tremendo accidente que se llevó las vidas de John, Carolyn y Lauren. Es muy interesante, con recreación de todo lo ocurrido.



Para los invesigadores fué muy duro descubrir que la culpa del accidente habia sido del propio John, poco instruido en el vuelo instrumental. Salió con dos horas de retraso por el retraso de Carolyn para llegar al aeródromo, cuando el tiempo empeoró, habia rechazado la compañia de un instructor más experimentado, habia volado casi siempre de dia y acompañado, no tenia experiencia guiandose por los indicadores instrumentales del aparato. Al dejar atrás las luces de New York, de noche entre la niebla no distinguia nada y no llegaba a entender lo que le decian los indicadores pues contradecian sus propios sentidos, sin darse cuenta que en el vuelo puedes estar boca abajo sin darte cuenta. Seguramente lo pasaron mal por el nerviosismo de verse perdidos, pero no llegaron a darse cuenta de que iban a estrellarse contra el mar, como sucedió. Todo sale más detallado en el reportaje.

Un instructor de vuelo dice en el reportaje que él a sus alumnos siempre les dice que en malas condiciones se compren un billete de avion en vuelo comercial, pero John ni se lo planteó. Pecó de arrogancia al pensar que no pasaria nada. Es muy triste.
 
Yo leí este libro y es espléndido, porque quien lo escribe no es un novelista - aunque tiene tiene una prosa envidiable, sino un médico que analiza a JFK como un hombre de los tiempos que le tocó vivir, a la vez fuerte y fragil, con oscuros impulsos y deseos privados, y a la vez un gran talento y visión política.

Aunque esté narrada como ensayo-novela es producto de una investigación que hace verle ante todo como un hombre enfermo, y no os podeis imaginar hasta que punto. Y lo mejor es que el autor no juzga ni moraliza al personaje, solo lo retrata y deja que el lector le juzgue en base a sus propios principios morales.

He aqui una critica que, aunque os parezca larga, la verdad es que se lee en un suspiro y sirve de base para un interesante debate sobre el tema.


viernes, 26 de noviembre de 2010
Mi crítica de un adúltero americano de Jed Mercurio en Panfleto Calidoscopio


Un adúltero americano de Jed Mercurio

Por Jordi Corominas i Julián

“Antiguamense se decía que sólo un buen hombre sería un buen rey, pero si el fornicio fuese un acto infame habría habido muy pocos reyes buenos”

(Jed Mercurio, Un adúltero americano, Barcelona, Anagrama, 2010)

Juventud, temple, carisma, capacidad de liderazgo, glamour, Camelot, nuevas fronteras, conciencia cívica, deshielo, igualdad racial, deshielo atómico, preocupación global, pero también, para su propia desgracia, la enfermedad de Addison e hipotiroidismo con la consecuencia de sufrir fatiga, debilidad, anorexia, vómitos, náuseas, pérdida de peso, pigmentación de la piel y las mucosas, somnolencia, pérdidas capilares, depresión y aumento del colesterol, todo ello tratado con un abundante surtido diario de píldoras rojas, verdes y amarillas. John Fitzgerald Kennedy, encarnación presidencial vivía un tormento continuo con su cuerpo, sujetado por una faja ortopédica, que sólo lograba aliviar con la mejor medicina: el s*x*.

La figura del primer mandatario católico del país de las barras y estrellas siempre levantará ríos de tinta y montañas de celuloide. Hace ya casi veinte años Oliver Stone recuperó su figura a base de polémica con la meritoria JFK, película de tesis que desmontaba las conclusiones de la comisión Warren sobre el asesinato de Dallas. Jed Mercurio, y es de agradecer, concluye Un adúltero americano ese fatídico 22 de noviembre de 1963, abordando el asunto desde otra óptica, pues su libro puede leerse como una interpretación de los dos años y medio de Kennedy en la Casa Blanca con lo que ello conlleva en decisiones y medidas adoptadas, granjeándose con las mismas la profunda y temerosa enemistad de las más altas instancias, poderes fácticos que en absoluto podían tolerar el golpe de timón que se pretendía dar desde el despacho oval para cambiar órdenes estables poco aconsejables para quien cada mañana se sentaba con la aspiración de construir un mundo pacífico que sepultara la Guerra Fría al bunker de la Historia.

El personaje que aborda Mercurio, un autor idóneo para tratar el tema al ser médico de profesión, es, sin duda, uno de los pilares del último medio siglo occidental, una de aquellas figuras conocidas por todo hijo de vecino. Cualquiera puede tener una opinión formada sobre Jack Kennedy, y probablemente sea así porque su figura es pionera en el moldeo de una imagen efectiva, muy bien enfocada al universo mediático que ya despuntaba a finales de los cincuenta. Un ejemplo seria el primer debate de la campaña electoral de 1960 contra Richard Nixon, quien cayó derrotado por la telegenia de su rival, siempre mirando a la cámara, impecable en su vestimenta y con una oratoria cercana para el telespectador, embelesado y rendido ante una forma distinta de dirigirse al votante, con un lenguaje profundo y cercano que distaba un universo del empleado por Eisenhower, paternalista y anacrónico, halcón con otras perspectivas para su pueblo. Asimismo la familia del futuro presidente ayudaba a catapultar su trayectoria con influencias y consejos, entre los que cabe mencionar la búsqueda de una esposa útil para sus objetivos, una mujer perfecta de cara a la galería, que apabullara por inteligencia y atractivo para potenciar sus estratagemas de seducción a la opinión pública. Jacqueline Bouvier fue la elegida y cumplió el papel a las mil maravillas, con el añadido de ser la única con quien su esposo creía ser capaz de convivir y respetar.

Sólo como marido y mujer

El mismo título de la novela de Mercurio ya indica cual es el argumento central de la misma. John Fitzgerald Kennedy y sus amoríos, siempre mitificados, siempre flotando por la superficie ávida del cotilleo que poco se preocupa de entender los motivos que impulsaban al estadista. Ya hemos comprobado como su cuadro clínico era desolador. La responsabilidad pesaba tanto como residir en el 1600 de Pennsylvania Avenue. Antes de llevar los galones de mando las cosas eran más sencillas para saciar las necesidades del lecho; la urgencia de curvas se solventaba con secretarias, amigas y flirteos ocasionales que llegaban a buen puerto. Ser el mandamás implicaba mantener una actitud prudente o encontrar una vía óptima para dar rienda suelta a la energía que le proporcionaba hacer el amor. Es la tónica del seductor, por eso la elegancia de Jackie era menos que nada en la cama, una rutina intolerable para el conquistador doliente, voraz acaparador de presas. El orgasmo y la calma, reanudación de la normalidad y bienestar inmediato, bálsamo del dolor. Los músculos se recomponían y el trauma de ser el emblema del vigor, un engaño de carne y hueso, se mitigaba al recuperar piezas extraviadas en la abstinencia: concentración, confianza y capacidad de convicción, fundamental en la guarida del lobo de Washington, infierno sobre la Tierra, pentagonal nido de ratas. Los generales son verdugos que defienden su interés sin contemplaciones. Les ampara ser los liberadores de 1945 y el interés industrial fomentado por Ike entre 1952 y 1960. El país tiene bien implementada su fábrica de armamento. Los misiles y las pistolas deben salir de los almacenes y quemar bloques comunistas, las amenazas del bloque oriental son excusas para obtener pingues beneficios. Kennedy cae en la trampa, porque tampoco tiene otra alternativa y no sabe rechazar una operación militar heredada de su predecesor, de Bahía Cochinos, pero aprende de sus errores y empieza a pregonar con acierto sus intenciones de virar la embarcación y dirigirla al horizonte del futuro, donde la bomba atómica será un recuerdo de una época aciaga y la discriminación racial una pesadilla remota. Las ideas del presidente topan con las de sus asesores, y esa lucha produce la angustia que determina su frenesí erótico-festivo. Becarias, invitadas, actrices y prost*tutas ceñidas a un mismo patrón estético desfilan por despachos, piscinas y hoteles en un circo delirante. Los coitos, por los impedimentos físicos del héroe renqueante, son suspiros que en el presente muestran la aceleración del gobernante, repleto de vínculos pasados poco recomendables que aprovisionan su despensa con Venus de rompe y rasga, famosas rendidas a la estrella del rey, quien las usa como a sus jóvenes empleadas, simples distracciones, analgésicos que, a diferencia de las pastillas del doctor, tienen sentimientos y pueden rebelarse, secretos de seguridad nacional con corazón. Si late demasiado la expulsión del paraíso está garantizada.

Esas amistades previas a la púrpura, la mafia y sus contactos con la farándula hollywoodiense, se juntan con los ases de la baraja -FBI, Ejército y periodistas- para facilitar a Mercurio la estructuración de la trama mediante ilustres nombres que suscitan la atención del lector. Sinatra es el pobretón que al encumbrarse se transforma en altivo pavo real, Marylin -sin un atisbo de Bob Kennedy en todo el manuscrito- el presagio de la amenaza que destruya la privacidad de la existencia, Mary Meyer la voz de la conciencia, Ellen Rometsch la espía que me amó, Judith Campbell una ruleta del hampa y J. Edgar Hoover el peso de la tradición disturbada, firme constatación que sus acciones están traspasando unos límites que incomodan a la cúpula que no depende de unas elecciones para ostentar bastones de mando, ojos que están por todas partes y se otorgan, al controlar los mecanismos, el derecho de juzgar al bostoniano de origen irlandés que ocupa el trono con ínfulas de reforma.


Hoover es el último vórtice de la pirámide. Su aparición en escena tiene ecos shakesperianos que genera la misma vida. El presidente no resiste la tentación que acucie su íncubo corporal y aprende cómo sortear las trabas, pero en ocasiones eso no basta. Ser el jerifalte conlleva estar vigilado las veinticuatros horas. Los agentes apostados en la puerta tienen años de oficio y una red amplia que va de lo más alto a lo más bajo. Los peones edifican, transmiten y las carpetas hacen el resto. El jefe del FBI, de extraños hábitos extralaborales, emite sentencia y recomienda. El disgusto moral fluye en paralelo al desencanto temeroso por la metamorfosis. Si la apariencia es agradable de cara al exterior con las giras internacionales, la distensión y un liderazgo universal, la realidad de la administración y allegados contiene un germen viciado que no tolera la actitud del mocoso cargado de buenas palabras, mejores intenciones y firme voluntad de trastocar el tinglado porque cree en lo que hace y no da su brazo a torcer. Evitar la Tercera Guerra Mundial y aplacar los belicosos ánimos comunistas se contempló como un estorbo a la lógica instaurada tras la derrota del nazismo. Las armas y el retumbe lucran más el bolsillo que erradicar enfermedades, pobreza y disputas. El enfado del verdadero poder, en la sombra, correrá siguiendo el pulso de la paranoia que mezclará el ritmo privado con la esfera histórica. La desconfianza interna se intenta contrarrestar, algo imposible, estrechando lazos con aliados fiables, primos lejanos con mucha sapiencia.


A veces las efemérides de dos naciones nadan por mares con asombrosas similitudes. La amistad de Kennedy y Harold Macmillan, primer ministro británico entre enero de 1957 y octubre de 1963, se nutre de contrarios que se complementan. La esposa del premier le es infiel desde hace siglos, al igual que JFK lo es con Jacqueline, derrochadora que suple su carencia afectiva ensalzando la moda en beneficio de su marido. Ambas parejas son discretas en sus luces y sombras, pero tienen la mala suerte de vivir en la época donde los medios de comunicación empezaron a desentenderse del elogio de la virtud para escarbar en la mierda ajena. El escándalo Profumo, ministro de defensa que mantuvo relaciones con una bailarina que a su vez se acostó con un conocido espía soviético, fue el pistoletazo de salida de ese pan que ahora masticamos cada dos por tres, mierda empapadora de cerebro, balas eficaces de múltiple impacto. La situación inglesa, que acarreó la dimisión de Profumo, ocurrió cuando el acoso al presidente se incrementaba en un negro instante donde convergieron la muerte del neonato Patrick, la presión para intervenir en Vietnam del sur y la inminente vorágine viajera por los Estados de la Unión para consolidar apoyos en vista a la cita electoral de 1964. La tragedia americana se nutría de ingredientes, y sólo el regicidio de la Plaza Dealey impidió que las hienas consiguieran su misión de devorar la carroña de un idealista herido de muerte, desafiante, empecinado en defender un proyecto y perecer, como así fue, en el intento. El tema cobra actualidad porque la actual situación estadounidense se hermana con la narrada a lo largo del relato. Un hombre valiente ocupa el poder y combate con uñas y dientes para reformar pese a la oposición de una serie de grupos, que más o menos son los mismos que en los sesenta, obstinados en no ceder ni un ápice de su terreno. La última administración democráta antes de Barack Obama se vio salpicada por un episodio sexual por todos conocido. Clinton aparece en su versión pueril, cuando con apenas dieciséis años visitó la Casa Blanca y estrechó la mano a su ídolo, y la referencia no es casual, sino otro guiño que realza la crítica completa a la tendencia de apuntar con dedo acusatorio a quien sea hurgando en secretos de alcoba y adicciones sin contemplar causas o motivos porque el dardo envenado es un certero ariete, escaparate de diseño para ocultar verdaderos males que siempre nos acompañarán si el sólido esqueleto de los titiriteros sigue esparciendo la cicuta ociosa, información de gran valor nimio, que enmascara sus fechorías.


El inicio del libro:

"Nuestro hombre es un ciudadano americano que ocupa un alto cargo en el gobierno, casado y padre de una familia joven, que opina que la monogamia rara vez ha sido un acicate en la vida de un gran hombre. Siempre ha tenido mujeres - numerosas mujeres, consecutiva y simultaneamente, entre ellas amigas de la familia, herederas, figuras mundanas, modelos, actrices, amistades profesionales, esposas de colegas, golfillas y prost*tutas -, a raiz del descubrimiento juvenil de que a él le gustaban las mujeres y que a ellas les gustaba él.

Solo en las aventuras más duraderas surgió la cuestión del matrimonio; no se la tomó en serio hasta que sus ambiciones politicas empezaron a aspirar a un alto cargo, y entonces muchos colegas le aseguraron que un buen matrimonio no solo era una ventaja, sino una necesidad. Un político tiene que mantenerse públicamente fiel a los principios y causas que decide abrazar; que sea fiel o no a su mujer es harina de otro costal.

Hace siete años, a los treinta y seis, se casó con una belleza joven, doce años menor que él. Nuestro hombre no admitirá que ha violado sus votos matrimoniales. Ante Dios, decidió que no sería un obstáculo la necesidad de hacer promesas basadas en la permanencia del amor, cuando cualquiera con dos dedos de frente sabe que es absurdo garantizar el mismo estado de ánimo a lo largo de veinte e incluso treinta años. Prometer es un méro trámite, al igual que aparentar que se cumple la promesa.

La esposa se convenció a si misma de que la institución del matrimonio obraría como una varita mágica sobre la líbido católica de su marido. Por supuesto, en los primeros tiempos él la encauzaba principalmente hacia ella. Se niegaa culparse de la faalsa suposición de la esposa. A ella le atrajo un hombre que tenia una cohorte de mujeres. Si no deseara a un hombre que no despertara pasiones, se habria casado con otro; hay mucho donde elegir.

Cuando él ve una mujer hermosa, quiere hacer el amor con ella. Es un deseo natural, físico, que ha sentido desde su juventud. Si el matrimonio hubiese aplacado este impulso, nadie habria sido más feliz que él... exceptuando, naturalmente, a su mujer.

Ya casado, obviamente, nuestro hombre tuvo que hacerse más discreto. Siempre negaba cualquier fechoria, salvo a cómplices cruciales. El trabajo le absorbia por las noches y los fines de semana, y durante muchos meses de esta fase inicial del matrimonio, hizo creer a su mujer que estaba ausente en compañia de otros hombreso trabajando con mujeres presentes por pura coincidencia. Andando el tiempo, sus desmentidos verosímiles ya no disipaban las sospechas de la cónyuge. El tiempo que pasaba fuera de casa y sus compromisos sociales rodeado de mujeres atractivas eran oportunidades de fornicar, pero solo en la medida que él conservaba el apetito necesario. La revelación vino más por lo que ella veía por sus propios ojos que por lo que él hacia a sus espaladas: miradas furtivas, apretones de manos prolongados y cambios imperceptibles en su foco de atención cuando contaba una anécdota. Por más enérgicamente que lo negase, prevalecia la intuición de que su interés sexual por otras mujeres no habia desaparecido.

Con el paso del tiempo, siguió persuadido de que su mujjer era una elección excelente, de la cual sin duda no se arrepentía, salvo por el hecho de que ella no se daptaba a la necesidad que él tenia de una vida personal independiente; asi que adoptó la estratagema de recordarle continuamente a ella la posición que ocupaba. Le otorga a su mujer la prioridad en todo, y el lugar que ella ocupa en su vida y en su corazón es estable y único. No es extraaño, quizás, que estos argumentos no zanjen el problema".

Asi continua describiendo toda la psique de Kennedy, su lucha contra las enfermedades, su deseo de vivir a tope la vida porque la siente corta, su necesidad de su esposa como apoyo sin corresponderla con fidelidad . El final del libro también es impactante.

"De repente, el dolor explota en la espalda y la garganta del presidente, y empieza a asfixiarse. Se siente como su bebé debió de sentirse cuando se debatia para respirar, y el pensamiento de la valentia de su hijo, que todavia le enorgullece, le cruza como un rayo por última vez. Brota sangre de su frente y la primera dama grita: "¡Jack! ¡Jack!"

El intenta agacharse. Caé y gira, aterrado; el borde duro de la faja ortopédica se le clava en la piel pero está fabricada para mantenerle erguido. Nunca cederá.

Este hombre se destrozó la espalda salvando a un camarada herido, pero ésto es solo parte de la historia. La dolencia la exacerbaron sus enredos en una habitación de un hotel en El Paso, y por estas dos razones inseparables lleva una faja que le mantiene la cabeza erguida, porque de lo contrario habria podido agacharse para esquivar el segundo disparo.

Su mujer grita de nuevo per la segunda bala lobotomiza al presidente y le libera por fín del dolor de cabeza. El sonido final que oye no es el chasquido de los disparos, ni las aclamaciones de la multitud que se están convirtiendo en gritos, sino la voz de su mujer gritando su nombre. Es lo único que consuela a la primera dama, que él muriera en los brazos de la única mujer que amaba."

Lo que se revela, con esta prosa tan potente y cautivadora de Jed Mercurio, entre las páginas intermedias, analizado Kennedy como hombre de su tiempo, es de lo mejor que podais leer para entenderlo pues es analizado por el autor en su calidad de médico tanto fisica como psicológicamente, sin juzgarle pero sin ocultar nada respecto a su personalidad.i
 
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