Duques de Sussex: Opiniones en su contra.

Muy razonable lo que dices. En principio seguro fue una cita sin más, y como tantas, podía haber quedado en eso. Lo que no me creo, y muchos tampoco, es el supuesto de que "no sabía mucho de Harry". Menos viviendo en Canadá, donde la familia real es conocida, país que Harry ha visitado sin pasar desapercibido, y siendo un individuo que ha dado mucho que hablar.

Esa frase se puede interpretar cómo que no sabía mucho de él como persona, más allá de lo que saliese en los medios y que en su vida diaria podía prestar poca atención a "estudiarle", cosa también lógica, porque tenía su propia vida e incluso en este foro, que se dedica a especular con los famosos, en realidad pocos saben cómo son en realidad, si su imagen pública coincide con la realidad o no. Naturalmente aquí nadie quiere darle ese margen de duda, pero no por ello puede dejar de ser verdad.
 
Le conocía de sobra y fue a por el consiguiendo una cita que previamente consiguió conociendo a amigos de Harry.

Hay una foto de ella en Wimbledon y solía ir mucho a Londres a labrarse el terreno.

Ya dijo su hermana Samantha que Meghan desde pequeña estaba obsesionada con la familia Real inglesa y que era una trepa. Fue a cazar a Harry y lo consiguió.

Vaya, asi que tienes el poder de entrar en la mente de Megham y saber que basta con ir a Winbledon como tantas otras personas y mujeres, para "labrarse el terreno" para cazar a Harry. Pues vaya forma tan dudosa de conseguirlo, ahí, en medio del gentío que llena las gradas de Wimbledon.

Ir mucho a Londres no basta para "labrarse el terreno". Mucha gente va mucho a Londres y nada, porque es una urbe de millones de personas que viven allí sus vidas sin haber podido toparse siquiera con los coronados jamás, por no hablar de los millones de turistas. Y no todos son simple plebe, también hay gente con relaciones pero que, aún así, no consiguen entrar en el cerrado y exclusivo círculo en que se mueven estos coronados, y ella no consiguió su "objetivo", si es que lo tenia, yendo a Wimbledon y a Londres, sino en Canadá y a través de una cita a ciegas concertada por una amiga.

En Canadá son conocidos como celebridades, pero dudo mucho que todos los canadienses sean expertos en la familia de la Queen.

Ese círculo de amigos de Harry es muy relativo, porque si no llega a ser por esa amiga suya, podía haberse pasado la vida siendo "conocida" dentro del círculo sin conocerlo jamás. Tenía más posibilidades de pescar un tipo rico de ese círculo que conocer a Harry.

En cuanto a lo que diga su hermana Samantha, despechada por no haber sido invitada a la boda y cobrando de los medios a base de difamar a su medio hermana, la verdad es que no sé por qué le das tanto crédito.
 
Última edición:
Vaya, asi que tienes el poder de entrar en la mente de Megham y saber que basta con ir a Winbledon como tantas otras personas y mujeres, para "labrarse el terreno" para cazar a Harry. Pues vaya forma tan dudosa de conseguirlo, ahí, en medio del gentío que llena las gradas de Wimbledon.

Ir mucho a Londres no basta para "labrarse el terreno". Mucha gente va mucho a Londres y nada, porque es una urbe de millones de personas que viven allí sus vidas sin haber podido toparse siquiera con los coronados jamás, por no hablar de los millones de turistas. Y no todos son simple plebe, también hay gente con relaciones pero que, aún así, no consiguen entrar en el cerrado y exclusivo círculo en que se mueven estos coronados, y ella no consiguió su "objetivo", si es que lo tenia, yendo a Wimbledon y a Londres, sino en Canadá y a través de una cita a ciegas concertada por una amiga.

En Canadá son conocidos como celebridades, pero dudo mucho que todos los canadienses sean expertos en la familia de la Queen.

Ese círculo de amigos de Harry es muy relativo, porque si no llega a ser por esa amiga suya, podía haberse pasado la vida siendo "conocida" dentro del círculo sin conocerlo jamás. Tenía más posibilidades de pescar un tipo rico de ese círculo que conocer a Harry.

En cuanto a lo que diga su hermana Samantha, despechada por no haber sido invitada a la boda y cobrando de los medios a base de difamar a su medio hermana, la verdad es que no sé por qué le das tanto crédito.

Siendo actriz tenía mucho más facil conocer a Harry y usó a estos conocidos de él para conseguir una cita.

Harry dijo que el nunca vió Suits y que no sabía quien era ella.
 
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EL 'FEUD' FEMENINO MÁS INTERESANTE QUE SE LIBRARÁ EN 2019 ES EL DE MEGHAN MARKLE VS. THERESA MAY

No está claro si las dos mujeres más influyentes del mundo son feministas, ¿pero alguien puede negar que tienen mucho poder?
RAQUEL PELÁEZ
23 DE DICIEMBRE DE 2018 · 08:04 TIEMPO DE LECTURA: 9 MINUTOS

La prensa inglesa (y la española) se han empeñado en decir últimamente, agarrándose a pistas muy débiles (filtraciones que no se sabe muy bien de dónde vienen, fotos que supuestamente demuestran su lejanía, gestos solo visibles a los expertos en heráldica continental), que la esposa de Harry Windsor y la de su hermano William, se llevan mal. Este feud inventado en realidad se sustenta en uno de los estereotipos machistas más viejos del mundo: que entre dos mujeres siempre tiene que haber una pelea de gatas. Pero quienes compran entradas para Markle Vs. Middleton se están perdiendo el combate femenino que de verdad está teniendo lugar sobre el suelo inglés y es el que la actriz devenida en marquesa sostiene con la primera ministra, Theresa May.

A un lado del ring tenemos a una mujer nacida en 1981 que se hizo mayor en un barrio de clase media tirando a baja de Los Ángeles al lado de una madre instructora de yoga divorciada cuando Bush (padre), Clinton y Bush (hijo) fueron presidentes. A los 30 había conseguido una dosis de celebridad razonable protagonizando una serie sobre abogados en la que siempre iba con faldas lápiz. A los 35 había demostrado tener un don para el networking (personal y virtual), olfato para los negocios (su Instagram llegó a ser una potente herramienta de prescripción) y un sentido del estilo acentuadísimo. A las 37 se casó con un Windsor picarón y travieso, con cierta inclinación a hacerle guiño a la izquierda caviar, y se mudó de la soleada California al siempre gloomy London. Al otro lado del ring hallamos a Theresa Mary May, una fémina nacida en 1956 con un sentido del estilo tan rudimentario como el de Pedro Picapiedra y un charme personal equiparable al de José Antonio Camacho que se crio es una típica casita inglesa junto a una ama de casa y a un vicario y que maduró políticamente en los ochenta pensando que la cera que se le daba a los mineros y el desmantelamiento del estado de bienestar eran necesarios. A los 30 años era concejala en Londres, a los cuarenta parlamentaria, a los 46 resultó elegida presidenta del partido conservador y a los 61 decidió que su país debía estar separado de Europa por algo más que las moquetas en el baño y el Canal de la Mancha. ¡Fight!

¿Y por qué habrían de pelear? ¿Ya estamos con el viejo estereotipo? No se sulfuren. Se trata de una lucha simbólica entre dos modelos de feminidad que se libra en un momento en el que la opinión pública parece más dispuesta que nunca a debatir sobre el lugar que las mujeres deben ocupar en el mundo. Meghan Markle es la persona más buscada por los humanos en Google de 2018 y un rostro que en el último año ha convivido con los británicos más que el de Isabel II, y eso que la Reina sale en los billetes de 20 libras. Theresa May, es una de las figuras políticas sobre las que todo el planeta tiene puesto los ojos y la persona que ha conseguido dividir a los británicos como no lo había hecho ni el Marmite (ese condimento pringoso para sandwiches cuyo lema es “Lo amas o lo odias”).

Una, firme defensora de políticas antiinmigración, es incapaz de promover una sola medida pensada para ayudar a la integración en igualdad de condiciones de las mujeres en el mercado laboral, para favorecer la conciliación familiar o para luchar contra la violencia de género, pero ha conseguido llegar a lo más alto de la pirámide de poder de su país y desde allí poner en jaque a toda Europa. La otra se ha mostrado en favor de la igualdad salarial, de los principios de no-discriminación por razones de género o raza y de las medidas más progresistas de Obama, pero ha emigrado a Europa y aquí ha entrado en una institución mordaza que no le permite hablar. Una forma parte de la monarquía parlamentaria más antigua del mundo. Otra, de la corona que la sustenta (que dirige, por cierto, desde hace sesenta y seis años una mujer). Una dice cosas terribles contra la libre circulación de personas y capitales, en el marco de la libertad expresión del sistema democrático. Y la otra, suponemos por las pistas que ha ido dando, se posicionaría radicalmente contra el Brexit, pero no podemos saberlo. Porque voluntariamente ha entrado en esa versión con tiaras de El Cuento de la Criada que son las casas reales, instituciones donde la función primordial de las mujeres es engendrar hijos y parirlos para garantizar que la línea de sucesión tienda al infinito.

Pero aunque parezcan radicalmente opuestas, tanto Markle como May han visto cómo quienes las rodean han intentado acotar su campo de acción a los “dominios de lo femenino”. Cuando May consiguió llegar al parlamento inglés a principios de los noventa después de varias debacles electorales, la misión que le encomendaron fue, por supuesto, el departamento de escuelas, personas con discapacidad y mujeres. ¿Porque de qué se encargan las mujeres? De todo lo que tenga que ver con educación, cuidados y otras mujeres. Cuando a Meghan Markle la enviaron a su primera misión caritativa en solitario. ¿A dónde la mandaron? A presentar un libro de cocina a los damnificados de Grenfell Tower. ¡Un libro de cocina! Porque ya se sabe que las mujeres cocinan muy bien. Si Margaret Thatcher viviese quizá habría podido comentar con ambas cómo ella, dura, implacable y hombruna, también se enfrentó a la dificultad de salir de la zona asignada a las portadoras de estrógenos. Antes de convertirse en la Dama de Hierro, sus compañeros de partido no creían que pudiese llegar a ser en líder: “Decían que una mujer no puede mantener el temple cuando se encuentra en una verdadera crisis. Y cuando llegan a la menopausia no pueden hacerse cargo de absolutamente nada”, narró en una ocasión una de sus personas de confianza. No es que sea obligatorio sentir lástima por la neoliberalísima Maggie: el suyo no era precisamente un ejemplo de sororidad. El político y analista conservador Matthew Parris ha contado que Thatcher prefería siempre la compañía masculina a la femenina. En 11 años, la Dama de Hierro promocionó únicamente a una mujer en su gabinete. Y por eso, la columnista de The Guardian y activista Hadley Freeman, fue muy clara cuando tuvo que escribir su obituario: “Más que romper el techo de cristal, fue la que lo atravesó para después darle un empujón a la escalera. Thatcher era simplemente una primera ministra que, casualmente, era una mujer”.

Aunque, en palabras de la escritora Allison Pearson “no deja de ser extraordinario que la hija de un tendero (y vicario) de Grantham consiguiese hacerse camino en el establishment masculino en un tiempo en el que el esnobismo y la misoginia eran tan espesos como el humor de un puro”.

Desde que Thatcher llegó al poder hasta hoy el número de representantes femeninas en el parlamento inglés ha aumentado un treinta por ciento. No es que la llegada de las mujeres a la alta política británica sea un logro directamente relacionado con el Thatcherismo, ni mucho menos. De hecho, su heredera directa, Theresa May, ha seguido su camino y lejos de promocionar a sus mujeres en su gabinete, ha nombrado a nueve, las mismas que sus tres predecesores.

Sophie Walker, la líder del Partido por la Igualdad de las mujeres de Reino Unido reconoce en su manifiesto Theresa May. Female but not feminist que “es importante tener representantes políticos que se parezcan a ti. Para las mujeres ver a otras mujeres en posiciones de poder es muy significativo, estén en la parte del espectro político en la que estén”. Hadley Freeman, en cambio, asegura que no hay debate posible: “Decir que el éxito de cualquier mujer es un incentivo para el feminismo es como decir que toda publicidad es buena publicidad”. Walker, finalmente, le condece la mayor: “Para que el poder de una mujer sea realmente feminista tiene que tomar plena consciencia de cómo sus políticas afectan a la vida de otras mujeres”. Ser mujer no significa necesariamente ser feminista. Ni ser negra significa compartir ideario con Angela Davies. Pero Meghan Markle, que es hija de negra, se fue a pasar una mañana con los jóvenes la comunidad afrocaribeña de Brixton justo cuando Theresa May había dicho cuando que los abuelos y padres de muchos de esos chicos, que llegaron en los años cincuenta para ayudar a reconstruir el país después de la Segunda Guerra Mundial, quizá tenían que abandonar el país porque muchos de ellos carecen de documentos legales. Aquella visita fue su manera de ponerse del lado de la multiculturalidad.


No son más que gestos: poco más que guiños puede hacer la mujer de Harry Windsor, quien siempre va maravillosamente vestida. El problema de los guiños es que se pueden interpretar muy libremente (¿qué significa que Meghan Markle se suba con su bombo de seis meses a tacones de dieciséis centímetros?). El problema de vestir maravillosamente, es que corres el peligro de que los medios hablen exclusivamente de eso (¿queda alguien el planeta tierra que no sepa ya que Meghan Markle es capaz de hacer que una prenda se agote en cuestión de minutos?).

Aunque una mujer que viste terriblemente mal tampoco se libra de los comentarios: Theresa May lo sabe bien. Sus zapatos son una obsesión de los tabloides británicos. Un paper de una universidad australiana que ha analizado la cobertura mediática de su mandato ha llegado a la conclusión de que el tratamiento informativo de sus andanzas es notoriamente más sexista de lo que fue en su día el de Thatcher, quien, por cierto, en su día dijo que los ataques personales y frívolos a ella le hacían crecerse: “Eso significa que a quienes los hacen no les queda un solo argumento político”.


¿Usted de parte de quién se pone? ¿De la derechista que ha recuperado para su país la retórica xenófoba que llevaba enterrada desde tiempos de Enoch Powell pero que ha conseguido superar una moción de censura por parte de los miembros de su propio partido haciendo gala de una dureza de carácter y una testarudez dignas de Libro Guinness? ¿O de la royal-fashionista-mestiza-divorciada-americana con buenas intenciones que si pudiera pronunciarse políticamente, probablemente se posicionaría claramente a favor de Europa? ¿A quién prefiere? ¿A la tanqueta testaruda que le enmienda la plana públicamente a Jean Claude Juncker por faltarle al respeto? ¿O a la delicada starlette que enseña su barriga de embarazada con un descaro inédito y que no deja que le escriban los discursos? ¿Cuál cree usted que tiene más poder de las dos? ¿La que quiere desmontar Europa o la que podría dinamitar la monarquía? ¡Fight!
Ahora comprendo porque William parece tan a gusto con Theresa.:smuggrin:
 
0_Meghan-and-her-father-Thomas-Markle.jpg

Cómo se ha podido blanquear tanto, tiene los mismos médicos que Michael Jackson?


Los mismos médicos no, la misma enfermedad si!!!
 
Bueno...
Meghan dijo, que no sabia nada sobre Harry, o familia real.


Al final del año, resurgió esta foto/ Twitter que demuestra que Meghan ya tenía contactos con amigos de FAMILIA REAL....en 2015...



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Más fotos con Wiliam

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Ohhh
Sorpresa
El amigo de Meghan:
2015

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Ay si igualito que Diana no sabía usar un teléfono público. Seguro cuando iba al súper cerraba los ojos para no ver las revistas donde una semana si y otra también aparecen los Windsor, o cuando pasaban una noticia de los reales británicos ella tenía la TV apagada, en USA se sigue mucho a la Casa Real Inglesa, que no venga con cuentos!!!
 
Esa frase se puede interpretar cómo que no sabía mucho de él como persona, más allá de lo que saliese en los medios y que en su vida diaria podía prestar poca atención a "estudiarle", cosa también lógica, porque tenía su propia vida e incluso en este foro, que se dedica a especular con los famosos, en realidad pocos saben cómo son en realidad, si su imagen pública coincide con la realidad o no. Naturalmente aquí nadie quiere darle ese margen de duda, pero no por ello puede dejar de ser verdad.
Pues claro que no podía saber nada de él como persona más allá de lo que dijeran los medios...a no ser que leyera este foro, que acá sí saben todo lo que hay que saber de todo el mundo. Pero todo lo que es de público conocimiento sobre Harry, sin duda lo sabría. Y si no, sin duda se habrá informado cuando le arreglaron la cita. No creo que haya ido como una inocente corderita.
 
La verdad es que yo, casi todo lo que como lo cocino yo, incluidas las salsas, pero de viaje no tengo más remedio que adaptarme, seguiré tu consejo y me daré un homenaje de Tostitos y salsa, gracias a Dios, viajó siempre con un buen seguro médico, no quiero ni pensar la factura del hospital por un empacho de Tostitos en en EE.UU.
En España hay un snack llamado "Doritos" no sé si será parecido o el parecido será sólo de nombre, también se toma con salsa, a veces.

Es parecido. Esperemos que tengas un buen viaje y nada de empacho. Feliz navidad :)
 
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RAQUEL PELÁEZ
23 DE DICIEMBRE DE 2018 · 08:04 TIEMPO DE LECTURA: 9 MINUTOS

La prensa inglesa (y la española) se han empeñado en decir últimamente, agarrándose a pistas muy débiles (filtraciones que no se sabe muy bien de dónde vienen, fotos que supuestamente demuestran su lejanía, gestos solo visibles a los expertos en heráldica continental), que la esposa de Harry Windsor y la de su hermano William, se llevan mal. Este feud inventado en realidad se sustenta en uno de los estereotipos machistas más viejos del mundo: que entre dos mujeres siempre tiene que haber una pelea de gatas. Pero quienes compran entradas para Markle Vs. Middleton se están perdiendo el combate femenino que de verdad está teniendo lugar sobre el suelo inglés y es el que la actriz devenida en marquesa sostiene con la primera ministra, Theresa May.

A un lado del ring tenemos a una mujer nacida en 1981 que se hizo mayor en un barrio de clase media tirando a baja de Los Ángeles al lado de una madre instructora de yoga divorciada cuando Bush (padre), Clinton y Bush (hijo) fueron presidentes. A los 30 había conseguido una dosis de celebridad razonable protagonizando una serie sobre abogados en la que siempre iba con faldas lápiz. A los 35 había demostrado tener un don para el networking (personal y virtual), olfato para los negocios (su Instagram llegó a ser una potente herramienta de prescripción) y un sentido del estilo acentuadísimo. A las 37 se casó con un Windsor picarón y travieso, con cierta inclinación a hacerle guiño a la izquierda caviar, y se mudó de la soleada California al siempre gloomy London. Al otro lado del ring hallamos a Theresa Mary May, una fémina nacida en 1956 con un sentido del estilo tan rudimentario como el de Pedro Picapiedra y un charme personal equiparable al de José Antonio Camacho que se crio es una típica casita inglesa junto a una ama de casa y a un vicario y que maduró políticamente en los ochenta pensando que la cera que se le daba a los mineros y el desmantelamiento del estado de bienestar eran necesarios. A los 30 años era concejala en Londres, a los cuarenta parlamentaria, a los 46 resultó elegida presidenta del partido conservador y a los 61 decidió que su país debía estar separado de Europa por algo más que las moquetas en el baño y el Canal de la Mancha. ¡Fight!

¿Y por qué habrían de pelear? ¿Ya estamos con el viejo estereotipo? No se sulfuren. Se trata de una lucha simbólica entre dos modelos de feminidad que se libra en un momento en el que la opinión pública parece más dispuesta que nunca a debatir sobre el lugar que las mujeres deben ocupar en el mundo. Meghan Markle es la persona más buscada por los humanos en Google de 2018 y un rostro que en el último año ha convivido con los británicos más que el de Isabel II, y eso que la Reina sale en los billetes de 20 libras. Theresa May, es una de las figuras políticas sobre las que todo el planeta tiene puesto los ojos y la persona que ha conseguido dividir a los británicos como no lo había hecho ni el Marmite (ese condimento pringoso para sandwiches cuyo lema es “Lo amas o lo odias”).

Una, firme defensora de políticas antiinmigración, es incapaz de promover una sola medida pensada para ayudar a la integración en igualdad de condiciones de las mujeres en el mercado laboral, para favorecer la conciliación familiar o para luchar contra la violencia de género, pero ha conseguido llegar a lo más alto de la pirámide de poder de su país y desde allí poner en jaque a toda Europa. La otra se ha mostrado en favor de la igualdad salarial, de los principios de no-discriminación por razones de género o raza y de las medidas más progresistas de Obama, pero ha emigrado a Europa y aquí ha entrado en una institución mordaza que no le permite hablar. Una forma parte de la monarquía parlamentaria más antigua del mundo. Otra, de la corona que la sustenta (que dirige, por cierto, desde hace sesenta y seis años una mujer). Una dice cosas terribles contra la libre circulación de personas y capitales, en el marco de la libertad expresión del sistema democrático. Y la otra, suponemos por las pistas que ha ido dando, se posicionaría radicalmente contra el Brexit, pero no podemos saberlo. Porque voluntariamente ha entrado en esa versión con tiaras de El Cuento de la Criada que son las casas reales, instituciones donde la función primordial de las mujeres es engendrar hijos y parirlos para garantizar que la línea de sucesión tienda al infinito.

Pero aunque parezcan radicalmente opuestas, tanto Markle como May han visto cómo quienes las rodean han intentado acotar su campo de acción a los “dominios de lo femenino”. Cuando May consiguió llegar al parlamento inglés a principios de los noventa después de varias debacles electorales, la misión que le encomendaron fue, por supuesto, el departamento de escuelas, personas con discapacidad y mujeres. ¿Porque de qué se encargan las mujeres? De todo lo que tenga que ver con educación, cuidados y otras mujeres. Cuando a Meghan Markle la enviaron a su primera misión caritativa en solitario. ¿A dónde la mandaron? A presentar un libro de cocina a los damnificados de Grenfell Tower. ¡Un libro de cocina! Porque ya se sabe que las mujeres cocinan muy bien. Si Margaret Thatcher viviese quizá habría podido comentar con ambas cómo ella, dura, implacable y hombruna, también se enfrentó a la dificultad de salir de la zona asignada a las portadoras de estrógenos. Antes de convertirse en la Dama de Hierro, sus compañeros de partido no creían que pudiese llegar a ser en líder: “Decían que una mujer no puede mantener el temple cuando se encuentra en una verdadera crisis. Y cuando llegan a la menopausia no pueden hacerse cargo de absolutamente nada”, narró en una ocasión una de sus personas de confianza. No es que sea obligatorio sentir lástima por la neoliberalísima Maggie: el suyo no era precisamente un ejemplo de sororidad. El político y analista conservador Matthew Parris ha contado que Thatcher prefería siempre la compañía masculina a la femenina. En 11 años, la Dama de Hierro promocionó únicamente a una mujer en su gabinete. Y por eso, la columnista de The Guardian y activista Hadley Freeman, fue muy clara cuando tuvo que escribir su obituario: “Más que romper el techo de cristal, fue la que lo atravesó para después darle un empujón a la escalera. Thatcher era simplemente una primera ministra que, casualmente, era una mujer”.

Aunque, en palabras de la escritora Allison Pearson “no deja de ser extraordinario que la hija de un tendero (y vicario) de Grantham consiguiese hacerse camino en el establishment masculino en un tiempo en el que el esnobismo y la misoginia eran tan espesos como el humor de un puro”.

Desde que Thatcher llegó al poder hasta hoy el número de representantes femeninas en el parlamento inglés ha aumentado un treinta por ciento. No es que la llegada de las mujeres a la alta política británica sea un logro directamente relacionado con el Thatcherismo, ni mucho menos. De hecho, su heredera directa, Theresa May, ha seguido su camino y lejos de promocionar a sus mujeres en su gabinete, ha nombrado a nueve, las mismas que sus tres predecesores.

Sophie Walker, la líder del Partido por la Igualdad de las mujeres de Reino Unido reconoce en su manifiesto Theresa May. Female but not feminist que “es importante tener representantes políticos que se parezcan a ti. Para las mujeres ver a otras mujeres en posiciones de poder es muy significativo, estén en la parte del espectro político en la que estén”. Hadley Freeman, en cambio, asegura que no hay debate posible: “Decir que el éxito de cualquier mujer es un incentivo para el feminismo es como decir que toda publicidad es buena publicidad”. Walker, finalmente, le condece la mayor: “Para que el poder de una mujer sea realmente feminista tiene que tomar plena consciencia de cómo sus políticas afectan a la vida de otras mujeres”. Ser mujer no significa necesariamente ser feminista. Ni ser negra significa compartir ideario con Angela Davies. Pero Meghan Markle, que es hija de negra, se fue a pasar una mañana con los jóvenes la comunidad afrocaribeña de Brixton justo cuando Theresa May había dicho cuando que los abuelos y padres de muchos de esos chicos, que llegaron en los años cincuenta para ayudar a reconstruir el país después de la Segunda Guerra Mundial, quizá tenían que abandonar el país porque muchos de ellos carecen de documentos legales. Aquella visita fue su manera de ponerse del lado de la multiculturalidad.


No son más que gestos: poco más que guiños puede hacer la mujer de Harry Windsor, quien siempre va maravillosamente vestida. El problema de los guiños es que se pueden interpretar muy libremente (¿qué significa que Meghan Markle se suba con su bombo de seis meses a tacones de dieciséis centímetros?). El problema de vestir maravillosamente, es que corres el peligro de que los medios hablen exclusivamente de eso (¿queda alguien el planeta tierra que no sepa ya que Meghan Markle es capaz de hacer que una prenda se agote en cuestión de minutos?).

Aunque una mujer que viste terriblemente mal tampoco se libra de los comentarios: Theresa May lo sabe bien. Sus zapatos son una obsesión de los tabloides británicos. Un paper de una universidad australiana que ha analizado la cobertura mediática de su mandato ha llegado a la conclusión de que el tratamiento informativo de sus andanzas es notoriamente más sexista de lo que fue en su día el de Thatcher, quien, por cierto, en su día dijo que los ataques personales y frívolos a ella le hacían crecerse: “Eso significa que a quienes los hacen no les queda un solo argumento político”.


¿Usted de parte de quién se pone? ¿De la derechista que ha recuperado para su país la retórica xenófoba que llevaba enterrada desde tiempos de Enoch Powell pero que ha conseguido superar una moción de censura por parte de los miembros de su propio partido haciendo gala de una dureza de carácter y una testarudez dignas de Libro Guinness? ¿O de la royal-fashionista-mestiza-divorciada-americana con buenas intenciones que si pudiera pronunciarse políticamente, probablemente se posicionaría claramente a favor de Europa? ¿A quién prefiere? ¿A la tanqueta testaruda que le enmienda la plana públicamente a Jean Claude Juncker por faltarle al respeto? ¿O a la delicada starlette que enseña su barriga de embarazada con un descaro inédito y que no deja que le escriban los discursos? ¿Cuál cree usted que tiene más poder de las dos? ¿La que quiere desmontar Europa o la que podría dinamitar la monarquía? ¡Fight!

Pero ¿de verdad hay alguien que puede tomar en serio semejante artículo? ¿comparar el poder de la jefa del ejecutivo con el de la mujer del segundón del Principe de Gales? ¿están de guasa?
 
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