Los/as grandes pianistas de la Historia

Vladímir Hórowitz, un ave fénix del piano
El legendario músico volvió a los escenarios en 1965 con un recital en el Carnegie Hall de Nueva York. La integral del material fonográfico de aquel regreso se publica ahora en formato de lujo

Pablo L. Rodríguez
29 AGO 2019 - 08:17 ART
Ampliar
El pianista Vladímir Hórowitz posa ante el piano en 1936. Sasha Getty Images
Vladímir Hórowitz (Kiev, 1903-Nueva York, 1989) compartió el carisma y la atracción pública de Toscanini o Callas, pero también las críticas que acompañaron a Puccini o Rachmaninov. Siempre se le consideró más un virtuoso que un artista verdadero. Mejor pianista que músico. Pero nadie que lo escuchó en directo ha podido olvidar la colorista experiencia de su sonido y la incandescencia de su interpretación. Hórowitz era, además, un ser neurótico. Y sus vaivenes emocionales determinaron hasta cuatro retiradas sucesivas de los escenarios. La más prolongada duró 12 años, a partir de 1953. Y terminó el 9 de mayo de 1965, con su legendario recital de regreso en el Carnegie Hall de Nueva York, que agotó sus 3.000 localidades en menos de dos horas. La cola congregó a cientos de jóvenes ante las taquillas desde el día anterior. Y es famosa la pregunta que escuchó un periodista de The New York Times a la policía: “¿Es esto algo Beatle?”.


La grabación de ese recital que publicó Columbia Masterworks (hoy Sony Classical) no sólo cosechó tres premios Grammy, sino que se convirtió en uno de los discos clásicos más vendidos. Sin embargo, pronto se detectó que las tomas con obras de Bach-Busoni y Schumann no siempre coincidían con las grabaciones que algunos espectadores realizaron furtivamente en la sala. Hórowitz había registrado varios ensayos previos en el Carnegie Hall que sirvieron para la edición final. En 2003, Sony Classical publicó las cintas originales del recital sin posproducción. Y fue el comienzo de la recuperación del Hórowitz verdadero para conmemorar su centenario. El proyecto ha continuado, hasta 2013, con una caja de 50 discos que incluye todas sus grabaciones inéditas en vivo, desde 1966 hasta 1983.

Sony saca ahora a la luz todo el material fonográfico relacionado con ese famoso regreso de Hórowitz, desde enero de 1965 hasta abril de 1966. Quince CD con los referidos ensayos previos y el recital en el Carnegie Hall, pero también con otras pruebas y recitales privados posteriores en la misma sala, como el que coincidió con un apagón, en noviembre de 1965. Se han añadido, además, las sesiones coetáneas en el estudio Columbia de la calle 30 de Manhattan. Y la recopilación termina con una extensa entrevista de Hórowitz con el pianista y musicólogo Abram Chasins.

De su legendaria elocuencia pirotécnica pasó a una mayor hondura musical sin alterar su riquísima paleta sonora

Las cintas se publican completas. Y, aparte de múltiples tomas inéditas de Bach-Busoni, Scarlatti, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Chopin, Schumann, Liszt, Debussy, Moszkowski y Rachmaninov, se ha incluido todo el material sonoro adicional. Escuchamos, antes y después de muchas piezas, breves conversaciones de Hórowitz en inglés donde comenta detalles de sonido e interpretación con los productores de Columbia y con el técnico de Steinway, pero también en francés con su inseparable compañera, Wanda Toscanini, hija del mítico director. Incluso hay breves improvisaciones, previas a cada ensayo, donde el pianista muestra ese universo sonoro tan afín a Rachmaninov, pero aderezado con exóticas disonancias. Un tesoro inagotable.

Para el formato de la edición se ha optado por un voluminoso libro que acomoda los discos en las solapas. El tomo tiene 212 páginas e incluye abundante material fotográfico, principalmente relacionado con el recital de regreso, junto a reproducciones de los contratos que firmó el pianista, las fichas de cada cinta, memorandos del sello discográfico o el programa de mano. Pero también se incluyen varios artículos en inglés, alemán y francés que ahondan en el contexto de todo lo publicado. Tim Page esboza el contexto neoyorquino del recital de regreso, Jed Distler ahonda en el contenido musical y Robert Russ explica el proceso de edición de las cintas.

Pero es el ensayo de Bernard Hórowitz (hijo del historiador cultural Joseph Hórowitz) el más esclarecedor acerca de las circunstancias de su retiro. Aclara, por ejemplo, que fue provocado por un incidente con George Szell. El director de orquesta no sólo arruinó la celebración de sus bodas de plata con el público neoyorquino, en enero de 1953, sino que se mofó de sus gustos. Al ver su cuadro favorito, Saltimbanqui sentado con brazos cruzados, de Picasso, colgado en el salón de su casa, exclamó: “¡Ajá! Es igualito al pianista”.

1566482217_579798_1566482217_751020_sumario_normal.jpg
ampliar foto

La depresión de Hórowitz no impidió que siguiera grabando, tal como ha recordado Piero Rattalino en su fundamental biografía (Nortesur). En octubre de 1954 registró, para RCA Victor, sus primeras grabaciones de Clementi. Después realizó otros monográficos dedicados a Skriabin, Chopin y Beethoven, hasta junio de 1959. Cambió de sello discográfico en 1962 y realizó para Columbia Masterworks su primer disco con sonatas de Scarlatti. Durante ese retiro, el pianista no sólo renovó su repertorio, sino que también transformó su estilo. Y de su legendaria elocuencia pirotécnica pasó a una mayor hondura musical sin alterar su riquísima paleta sonora. Además, ese cambio fue mejor capturado por los registros naturalistas de Columbia frente a las producciones más intervencionistas de RCA.

Bernard Hórowitz rellena, en su referido ensayo, los huecos de esos 12 años. Y muestra las heridas del pianista. Tras planificar su regreso en 1957, el intento de su***dio de su hija Sonia le hizo recaer en otra depresión. Entonces se sometió a una agresiva terapia basada en amobarbital y electrochoque, que tuvo efectos físicos devastadores para su memoria y sus reflejos. Reconoció que había perdido mucha música. Pero como el mito del ave fénix, Hórowitz se desvanecía para renacer con toda su gloria. Y, tras cada nuevo tratamiento, volvió a aprender desde el principio el instrumento del que seguía siendo una leyenda.

Vladímir Hórowitz. The Great Comeback. Sony, 2019.

https://elpais.com/cultura/2019/08/22/babelia/1566482217_579798.html?por=mosaico
 
Yukie Nishimura ~Piano Switch~ Full Album - 西村由紀江 - 西村由纪江


 
НАБЕРЕЖНЫЕ ЧЕЛНЫ - Mozart, Piano Concerto No 3 in D major - Елисей Мысин - Young pianist and composer



 
Elisey Mysin concert J.S.Bach in F Minor, Part 1 | Синяя птица 5 лет

Elisey Mysin, age 5 years Сoncert J.S.Bach in F Minor, Part 1



 
Ilan 13 ans, pianiste, joue "Concerto n°1" de Tchaïkovsky - Prodiges


 
Muere el pianista McCoy Tyner, miembro del cuarteto de Coltrane
Fue uno de los intérpretes de jazz más influyentes en las jóvenes generaciones del último medio siglo



McCoy Tyner en octubre de 2016 en el Apollo Theatre de Harlem, en Nueva York.


McCoy Tyner en octubre de 2016 en el Apollo Theatre de Harlem, en Nueva York.EBET ROBERTS / REDFERNS



IKER SEISDEDOS
Madrid - 06 MAR 2020


McCoy Tyner, que alcanzó la inmortalidad jazzística acompañando a John Coltrane como parte de su legendario cuarteto de los sesenta y después desarrolló una carrera sin tacha como líder, ha muerto a los 81 años. Era uno de los pianistas más originales e influyentes de la historia del jazz, gracias a su incomparable mano izquierda y a su toque percusivo, elegante y meditabundo.

Con la muerte del pianista, desaparece el último miembro vivo de aquella banda inconmensurable


Natural de Filadelfia, ciudad de grandes músicos como Bud Powell, Lee Morgan, Jimmy Smith o los hermanos Heath, este hijo de la clase media nació en 1938 y empezó a estudiar el instrumento a los 11 años. Conoció a Coltrane en 1957 y pronto forjaron una amistad duradera. Tras una breve estancia como miembro de The Jazztet, banda que lideraron Benny Golson y Art Farmer, registró en 1960, ya como parte del cuarteto del saxofonista, My Favorite Things, composición de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein del musical The Sound of Music (Sonrisas y lágrimas). Coltrane convirtió aquella tonada pegadiza en una de las más bellas canciones de la historia del jazz. Bastaría el solo que Tyner despliega en ese tema para certificar su ingreso en el panteón de los pianistas. Su forma de atacar el instrumento, inspirado por las enseñanzas del jazz modal, en el que las capas de sonido van persiguiéndose sin llegar nunca a chocar, se distinguió desde el principio de su carrera de sus coetáneos, con una estética a la que permanecería fiel hasta el final.

Con una serie de discos para el sello Atlantic comenzó una de las más fructíferas relaciones entre pianista y saxofonista de la historia. Junto a la sección rítmica completada por Elvin Jones a la batería y Jimmy Garrison al contrabajo, Tyner aupó a un Coltrane que estaba a punto de despegar hacia lugares inexplorados. La complicidad de aquel fue un inmejorable trampolín para que este brillara. “Tyner sostiene las armonías, lo cual me permite olvidarme de ellas”, aseguró Coltrane en una entrevista de 1961. Con la muerte del pianista, desaparece el último miembro vivo de aquella banda inconmensurable.

La obra de madurez del cuarteto, registrada para el sello neoyorquino Impulse!, dejó un puñado de muestras de genio entre 1961 y 1965, aunque tal vez sea A Love Supreme, una suite espiritual dividida en cuatro partes y registrada a finales de 1964, la pieza más perdurable del conjunto. Y también una de las más difundidas; antes del final de la década se habían vendido cerca de medio de millón de copias del disco, una cifra extraordinaria para un álbum de jazz de la época. Su influencia, también en el rock, resulta difícil de exagerar.

Poco después de aquella grabación, Tyner, que también grabó discos en Impulse! como líder, dejó el grupo, donde fue sustituido por la sobresaliente pianista Alice McLeod, Coltrane tras su matrimonio con el líder de la banda. Esta supo acompañar al saxofonista por derroteros más libres hasta la muerte de este en 1967.

No fue fácil superar aquella pérdida para Tyner (ni, dicho sea de paso, para Alice Coltrane). El pianista gozó del cobijo del prestigioso sello Blue Note en los últimos años de la década de los sesenta, para el que grabó sensacionales álbumes como The Real Mccoy o Extensions. Con la década siguiente llegó la estabilidad y su producción discográfica se debatió entre el jazz de tintes espirituales al frente de bandas de tamaño medio nutridas por supervivientes de los tiempos heroicos y el formato tradicional del trío, en el que siempre se las ingenió para resultar original. Tan fiel fue siempre a su estética que cuesta encontrar una referencia poco interesante en su discografía.

La noticia de la muerte se dio a conocer este viernes en las redes sociales. Después llegó la confirmación en la forma de un comunicado de la familia, colgado en la discreta cuenta de Twitter del pianista. “McCoy fue un músico inspirado que dedicó su vida a su arte, su familia y su espiritualidad”, dice el comunicado. “La música y el legado de McCoy Tyner continuarán inspirando a sus fans y también a las generaciones venideras. La familia Tyner agradece el recuerdo y las oraciones en este momento difícil”. La causa del fallecimiento no ha trascendido. El vacío que este deja en la historia del piano de jazz es incalculable.

 
Back