LOS ANIMALES



"En todo el mundo hay un creciente sentimiento de inquietud con respecto a cómo los humanos explotamos y maltratamos a los otros seres vivos. De forma realmente admirable, SINPALABRAS nos anima a mirar a nuestros prójimos con ojos nuevos." - J.M. Coetzee -- Premio Nobel de Literatura 2003
 
Lo habrá confundido con uno de su propia especie? Mira de quién se hizo amigo esta foca
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Por Catalina Vasquez

Un soleado día de verano, esta foca decidió salir del mar para hacer nuevos amigos. Apenas salió del agua se arrastró por la arena hasta que encontró a alguien que le pareció lo suficientemente atractivo como para acercarse a él.

Se desplazó enérgicamente por la playa con sus aletas en dirección al animal y una vez que que estuvo a su lado demostró lo que pareció ser un amor a primera vista, aunque al parecer no se dio cuenta de que no era de su misma especie…

Mira cómo la foca se acerca al labrador que descansaba en la playa.
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Su nuevo amigo es un perro labrador que está disfrutando de la playa. La foca no se ha dado cuenta aun, ya que al estar acostado, no se le ven sus largas piernas.

Foca: “¿Qué clase de foca eres?, nunca había visto una con pelo tan largo”.
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¡Ups! ya se dio cuenta de su error. Pero el perro es cálido, sociable y de todas formas pueden ser amigos.
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El refugio del 'pensador de la jungla'
  • Casi el 85% de la población mundial de orangutanes ha desaparecido en el último siglo
  • Gracias al Centro de Rehabilitación de Sepilok, en Borneo, la especie se está recuperando
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El santuario de los orangutanes. Jorge Barreno

JORGE BARRENO Enviado especial Sepilok (Borneo, Malasia)
Actualizado: 30/01/2015 03:05 horas 7
Cuenta una leyenda malaya que los hombres y los orangutanes vivían en perfecta armonía (hoy se sabe que compartimos con ellos hasta el 97% del genoma). Un día, los primeros comenzaron a comunicarse en un lenguaje que los orangutanes aprendieron pero se negaron a usar, por miedo a que los hombres los convirtieran en esclavos.

Estaban tan aterrados que dejaron el mundo de los humanos y se refugiaron en las altas copas de los árboles, donde decidieron ponerse a pensar. Miles de años después, «el hombre de los bosques» -significado de orang Utan en malayo-, conocido también como «el pensador de la jungla» por su extraordinaria inteligencia, se está quedando sin una tranquila morada donde meditar.

Viajar por las carreteras de Borneo en autobús provoca una gran tristeza. Contemplar el homogéneo paisaje se torna desolador. Donde hasta hace poco había frondosos bosques tropicales, ya solo se ven kilómetros y kilómetros de plantaciones de aceite de palma.

La deforestación salvaje de las selvas de Malasia e Indonesia y la caza furtiva de crías, para venderlas a los zoos, hacen que sea cada vez más difícil encontrar grupos de orangutanes en libertad. Según los cálculos oficiales de los Gobiernos de Malasia e Indonesia, existen unos 40.000 ejemplares en estado salvaje en las selvas de Borneo, frente a unos 7.000 de la especie de Sumatra, aunque el número de individuos podría ser considerablemente menor.

La Fundación Orangután, de Reino Unido, afirma que hace sólo un siglo más de 315.000 orangutanes vivían en libertad. En 100 años, casi el 85% de la población mundial de orangutanes ha desaparecido. El elefante pigmeo de Borneo, vecino del bosque del orangután, aún lo tiene más crudo. Se estima que existen poco más de 1.000 ejemplares. Pero eso es otra historia, más turbia si cabe.

Sin embargo, no todo está perdido. En medio de este lamentable panorama, quedan lugares como el Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok, localizado en el Distrito de Sabah, al norte de Borneo, a unos 20 kilómetros de Sandakan, en la Malasia insular. En 2014, este hospital que atiende a los Pongo pygmaeus (orangutanes de Borneo) huérfanos, y que ocupa 43 kilómetros cuadrados de selva protegida, cumplió medio siglo de vida.

«El lugar fue inaugurado en 1964 por una mujer británica, Sue Sheward, y fue el primer centro del mundo dedicado a la rehabilitación de orangutanes. En Sepilok cuidamos orangutanes jóvenes que se han quedado huérfanos debido a la captura de sus padres y a la deforestación ilegal», explica apasionadamente Laurentius Ambu, el director estatal del Departamento de Vida Salvaje.

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Orangutanes en Sumatra. ROSLAN RAHMAN

«Nada más llegar se les hace un examen médico antes de empezar el largo camino de su rehabilitación, hasta que puedan ser reintroducidos en el bosque. Los orangutanes son muy susceptibles y vulnerables a las enfermedades de los humanos, por lo que la exposición está estrictamente regulada para evitar cualquier infección potencial. No sólo por la seguridad de los orangutanes, sino también para evitar cualquier riesgo para nuestros visitantes», añade el experto malayo.

Ambu sabe de lo que habla. A la entrada del centro se puede ver una divertida fotografía en la que aparece un orangután llevando una mochila. Y no es porque estos primos hermanos de los humanos la utilicen para llevar libros de filosofía, sino porque a estos curiosos simios les gusta sustraer objetos ajenos.

Los primatólogos coinciden en que los orangutanes se parecen a nosotros en muchos aspectos relacionados con el comportamiento. Su vida social es rica, procesan una gran cantidad de información, generan alianzas con otros miembros, son capaces de utilizar instrumentos, de cruzar ríos sirviéndose de palos...

En Sepilok, como en su hábitat natural, el aprendizaje comienza desde muy temprano: «Una de las aptitudes que más necesitan desarrollar los bebés orangután es trepar, ya que se pasarán toda su vida en las alturas. Los huérfanos de más edad enseñan a los demás lo que deberían haber aprendido de sus madres. El proceso dura por lo menos siete años y requiere mucha dedicación. Los bebés orangután necesitan cuidados las 24 horas del día, exactamente igual que un bebé humano», explica Ambu.

Cada día, a las 10 de la mañana y a las 15 de la tarde, los cuidadores de Sepilok dan de comer a sus vecinos primates. Unas pasarelas de madera insertas en mitad de la jungla conducen al punto de observación. Por el camino, paseando entre grandes y viejos árboles de los que dependen muchas especies autóctonas de Borneo, hay que tener cuidado con las sanguijuelas. Estas repulsivas criaturas esperan a sus víctimas colgadas de las hojas de las plantas. Dos segundos parado haciendo una foto es suficiente para que la sanguijuela haya incrustado su garfio chupasangre.

Con calma, los primeros pensadores del bosque comienzan a bajar de sus nidos en los árboles. Una madre lleva a su cría pegada del pecho. Lo trata con un cariño extremo. Es impactante ver cómo nos parecemos. Los mismos gestos, la misma mirada, los mismos movimientos... Un escalofrío general estremece al centenar de observadores humanos. Los orangutanes parecen confiados, están acostumbrados a su suculento desayuno a base de bananas y mango.

En menos de 20 minutos, la familia de orangutanes se ha zampado su tentempié. Entonces, varios macacos descienden de las alturas para comerse las sobras que han dejado los pensadores del bosque. Comienza la discusión entre monos y simios por la última banana. Parece como si se tratara un juego teatral. Sus primos, los humanos, los están mirando fijamente.

«Desde su apertura, Sepilok ha recibido 758 orangutanes, de los cuales el 81,6% se ha rehabilitado correctamente. Aproximadamente dos de cada tres se han reintegrado en la reserva. Actualmente hay al menos 10.000 orangutanes en Sabah. Nuestro centro lo visitan unos 80.000 turistas al año», asegura Laurentius Ambu.

Del punto de observación nos dirigimos a la guardería-enfermería. Hay que darse prisa porque abre muy pocas horas al día. Las instalaciones son espectaculares. Dos crías de orangután juegan en un jardín infantil rodeado por un pequeño anfiteatro acristalado. El más joven disfruta sacándose un moco y poniéndoselo en la boca.

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Una hembra de orangután con su cría. EM

«Cuando se han desarrollado las aptitudes necesarias, los simios ya están preparados para que los liberemos por los alrededores de la reserva y se valgan por sí mismos. Entonces, se pasan la mayoría del tiempo en el bosque y ya solo vuelven de vez en cuando al centro a por su comida gratis», añade el funcionario del Departamento de Vida Salvaje.

Aunque los orangutanes parecen solitarios la mayor parte del tiempo, bien porque se ha reducido su espacio o porque habitan en un zoológico, también forman colonias. Entonces se vuelven muy sociables y adaptables, lo que posibilita que su supervivencia aumente.

Para visitar el Centro de Rehabilitación, hay que pagar una entrada que cuesta 30 ringgits malayos (unos 7,5 euros), Y 10 más (2,5 euros) para hacer fotos o vídeo. Esta fuente de ingresos es fundamental para la supervivencia del centro, ya que el Departamento de Vida Salvaje de Sabah no aporta muchos fondos. La financiación del santuario se logra fundamentalmente a través de las entradas que pagan los malayos y los turistas internacionales.

El tiempo pasa rápido con los pensadores del bosque. Es hora de volver a Kota Kinabalu, la capital del Departamento de Sabah. Pero no sin antes ver el centro de rehabilitación del oso malayo, recién inaugurado, a pocos metros de los orangutanes.

La palma se ha convertido en el principal enemigo de los orangutanes, así como de todos sus vecinos de la jungla borneana. Del fruto de esta planta se elabora el aceite con más volumen de producción del mundo, sólo superado por el de soja, mucho más barato que el de oliva. Los residuos sólidos del fruto, denominados torta de palma o torta de palmiste, son utilizados en la alimentación animal.

El 87% de la producción mundial de aceite de palma procede de Indonesia y de Malasia. Borneo, la tercera isla más grande del mundo, con 744.000 kilómetros cuadrados, ha sido durante los últimos años el lugar de la Tierra donde más rápido se han talado los bosques.

Según una investigación conducida por un equipo de científicos de la Universidad de Tasmania, la Universidad de Papúa Nueva Guinea y el Instituto Carnegie, el 80% de las selvas del Borneo malayo (364.000 kilómetros cuadrados) están fuertemente afectadas por la tala indiscriminada. Hasta hace 30 años, eran consideradas unas de las tierras más salvajes del planeta. Hoy, sólo 45.400 kilómetros cuadrados permanecen intactos.

En el lado opuesto de la balanza, un importante porcentaje de los ingresos malayos proceden del aceite de palma. Miles de personas viven de este producto, que ha permitido elevar los índices de riqueza en el país. Tan Sri Yusof Basiron, director ejecutivo del Malaysian Palm Oil Council, opina que «existe una preocupación válida sobre la protección de la biodiversidad de la jungla y los bosques naturales. Esto se consigue designando áreas de conservación claramente demarcadas. No es necesario conservar toda la jungla». «Hace muchos años, el Convenio de las Naciones Unidas para la Diversidad Biológica decidió que debe conservarse el 10% de los bosques del mundo para proteger la biodiversidad forestal. En Malasia, más del 50% de la superficie nacional se ha reservado para este propósito (la media europea es de un 25%)», añade.

Que los orangutanes también sean una fuente de ingresos para la gente de la zona puede ser una solución a corto y a medio plazo para terminar con la deforestación y, de paso, salvarlos de la extinción. Les debemos más de lo que parece. Además de ser nuestros primos-hermanos, forman parte de nuestro pasado. Lugares como Sepilok son necesarios para que tanto las leyendas, como la realidad, tengan un final feliz.
 
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