LOCOMOTORAS A VAPOR - TRENES HISTORICOS Y TURISTICOS - FFCC (tranvías, metros, funiculares)

Oficios del tren: vigilantes de estación

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Desde el comienzo de la explotación ferroviaria, se hace necesario establecer un control sobre el acceso a las estaciones y, en especial, a los andenes, cuya entrada se limita durante muchos años y, además, se grava, lo que obliga a quienes quieran pasar a estas deppendencias a adquirir un billete especial, lo que restringe el número de personas con entrada a los mismos. Años después, cuando la práctica de ascenso a estas secciones deja de estar controlada, las compañías deciden crear un servicio especial de agentes que vigilen la estancia de personas en estas instalaciones.


El 23 de noviembre de 1877, se regula la figura del guarda jurado mediante una Ley sobre Policía de Ferrocarriles, que desarrolla un reglamento específico para que estos agentes desarrollen funciones de seguridad publica y conservación de las vías férreas. Con la creación de Renfe en 1941, estos guardas jurados se convierten en el Cuerpo de Guardería Jurada por la Circular número 276 de la Dirección General, de 1 de marzo de 1963, y queda adscrito administrativa y funcionalmente a la Comisaría de Información y Relaciones Públicas de Renfe. Pero hay antecedentes confirmados de que las antiguas compañías concesionarias también disponen de agentes especiales dedicados a esste fin.


La historia de los agentes de seguridad privada se remonta a 1849, recién acabada la segunda guerra carlista, con Ramón María Narvaez Campos, duque de Valencia, como presidente del Gobierno de la reina Isabel II. Se crean los primeros guardas de campo, jurados por contraposición a los guardas particulares, que deben ser «hombres de buen criterio y prestigio entre sus gentes, que cuidaran como suyo lo que era de los demás y en los campos existe, pues no cuanto hay en el campo es de todos ….» Los guardas jurados de campo están bajo la dirección e inspección de los alcaldes, a quienes deben presentar informes, y deben llevar una bandolera de cuero ancha, en la que se clava la placa con su cargo y el nombre del municipio.


Bajo el reinado de Alfonso XII, con Antonio Maura al frente del Gobierno, se modifica la regulación de los guardas, en la misma norma que recoge el nuevo Reglamento de la Guardia Civil. A esta institución se le añaden las funciones de guarderíar rural, por lo que los guardas de campo pasan a llamarse guardas jurados y quedan bajo la dirección del instituo armado. Tienen licencia para detener, disparar y matar en defensa de las vidas y propiedades encomendadas, como agentes de la autoridad. En 1900 viste uniforme como el que emplean aún hoy los del Parque del Retiro en Madrid: sombrero de ala ancha, doblado en vertical por una de sus alas, y escarapela distintiva con los colores nacionales; lllevan también una bandolera de izquierda a derecha y la típica casaca verde caqui.


Con el régimen franquista, las funciones cambian y se abre paso su labor de protección también a las empresas. Al poco de acabar la Guerra Civil, durante la dictadura, surge un decreto que autoriza a las grandes industrias a crear para su uso interno un cuerpo de seguridad. Las primeras industrias que los utilizan son las empresas petrolíferas. Campsa forma el primer cuerpo privado de guarda jurados armados con el famoso ‘chopo’, revólver y cinturón de balas para ambas armas. El distintivo original es una placa en la que se lee GJ; su uniforme es gris, del mismo tono de la policía gubernativa de Franco. Se les ve armados hasta los dientes, subidos en los depósitos de gasolina de la estación de carga, en una época de estraperlo, con robos de gasolina y mercado negro, debido a la escasez y el racionamiento obligados por la II Guerra Mundial y el posterior bloqueo comercial de la ONU.


A la creación de estos primeros guardas jurados se une Renfe, quien forma también sus propios agentes de vigilancia (Guardería Jurada) y que viajan por parejas en los trenes y van armados. Tienen la consideración, en el ejercicio de sus funciones, de agente de la autoridad; para ser investido del carácter de autoridad deben prestar juramento y obtener la correspondiente credencial de la Dirección General de Seguridad del Estado. El uniforme reglamentario es de color gris azulado, guerrera con hombreras, pantalón largo sin vuelta, una gorra de plato y el correaje con una placa de metal dorado y la inscripción: “Cuerpo de Guardería Jurada Renfe”, Ademas del arma corta disponen de una carabina ‘Destroyer’ de calibre 9 milímetros Bergmann (largo), ligera, manejable, con poco retroceso y relativamente precisa, por lo que coloquialmente son bautizados como ‘escopeteros’. También disponen de una carabina de repetición de acción de cerrojo, modificada del sistema Máuser, con cargador extraíble. La culata es de madera y el arma tiene una longitud total de 1.000 milímetros, 544 milímetros de cañón y un peso de 2.790 gramos. Cuenta con un alza de dos posiciones, una con mira abierta de combate en forma de V para disparos a 25 a-50 metros y otra ajustable para disparos de 100 a 700 metros (ambas forman un mismo conjunto, abatiendo una se utiliza la otra) y con un punto de mira ajustable en lateralidad.


La Guardería Jurada de Renfe establece, como se ve en párrafos anteriores, que los agentes presten servicio por parejas en los trenes y que para la vigilancia de la instalaciones dispongan de perros entrenados, para lo que cuentan con una Perrera Central en Madrid, que tiene como finalidad su cría y educación. La misión que tienen encomendada es evitar daños, menoscabos o atentados contra las vías, estaciones, vehículos, mercancías, instalaciones fijas y dependencias de la empresa, y mantener el orden dentro de sus recintos, pero quedan excluidas las dependencias o recintos cerrados de las estaciones, o que dispongan de guarda propio, como ocurre en los muelles, almacenes, talleres, depósitos, vagones durante la carga y descarga, etc. El guarda jurado tiene la consideración, en el ejercicio de sus funciones, de agente de la autoridad, por disposición de legal, y actúa siempre en estrecha colaboración con el cuerpo de la Guardia Civil. Si bien, para ser investido del carácter de autoridad debe prestar juramento (jura “defender la patria, la bandera y a nuestro Caudillo” y lo hace por “la Santa Biblia” para detener y si es preciso matar para cumplir con su deber allá donde se le ordene”) y obtener la correspondiente credencial de la Dirección General de Seguridad del Estado.


Estos vigilantes, así como otros vinculados a la Industria y el Comercio, usan un mismo uniforme gris, una gorra de plato gris, con picos del mismo modelo que el de la policía estadounidense, y portan doble armamento, por un lado el fusil, y por otro el revólver que, además, cuelgan de la pernera en vez del cinturón. Para ser vigilante jurado en esa época, hay que tener unas condiciones sociales algo especiales. Para empezar, la dirección de la industria elige a aquellos hombres de mayor confianza y cuya valía en su profesión queda demostrada; aunque también suelen acceder, con preferencia incluso, policías o guardias civiles en activo o que lo sean en el pasado. La «buena conducta» que se exige a los aspirantes a estos puestos se concreta, de forma no oficial, en tener un nivel cultural normal, y afinidades al ideal político franquista, aparte de ser entrevistado por el comandante de la Guardia Civil de la capitanía más próxima y tener el servicio militar cumplido. Además, tal y como contempla el Reglamento de Armas y Explosivos, debe seguir un curso de preparación en el manejo del arma. En las zonas urbanas, en vez de seguirse esta vía, se dirigen a la Dirección General de Seguridad, a través de la Policía.


Una vez cumplimentado el juramento y aceptada su incorporación al cuerpo, el vigilante queda entonces sometido a las leyes militares, correspondientes a la Guardia Civil. Como autoridad, puede portar el arma fuera del servicio sin temor a problemas. Basta con identificarse como guarda jurado mediante su acreditación (son grandes, cuadradas, amarillas con una banda en diagonal de la bandera de España y en un extremo el rombo de la Guardia Civil). Se les asimila casi como a un policía y su fama es respetable, ya que no se andan con tonterías y repelen cualquier intento de ataque con las armas correspondientes. La preparación de estos agentes queda bajo la administración de la Guardia Civil; lo normal es estudiar un temario de 56 páginas, en las que se detallan aspectos relacionados con la escopeta, munición de dotación, y el revólver reglamentario. También se incluye un extracto de la ley de enjuiciamiento civil y criminal, y otro tanto del código penal, aparte de una serie de temas relacionados con el “Glorioso Cuerpo Benemérito Español”.


A finales de los 60 y principios de los 70, los guardas jurados comienzan a ser considerados como un elemento importante para la seguridad y se inicia la época moderna, que implica la renovación de su normativa. En 1974, un decreto sobre medidas de seguridad en bancos, cajas de ahorro y entidades de crédito, obliga a unificar ambos servicios en la figura del ‘Vigilante Jurado de Entidades Bancarias y de Ahorro’. En esta norma surgen las primera obligaciones legales para la banca en materia de seguridad en el transporte de fondos. Al poco, un grupo de militares, conjuntamente con policías y guardias civiles, fundan la primera empresa de seguridad en España, con número de registro nº 1, dedicada al transporte de caudales, llamada “Transportes Blindados”. Los furgones, que no son blindados, son grises y portan un elefante azul pintado en ambos lados del furgón. La dotación se compone de seis agentes (conductor, acompañante y cuatro operadores); dos cubren y dos transportan las sacas. Todos van fuertemente armados, tanto con revólver como con fusiles. La empresa pasa a manos de SAS, firma que forman la estadounidense Pony Express y Prosegur, que finalmente es absorbida y convertida únicamente en Prosegur.


Los agentes de seguridad pierden su papel de vigilantes en los servicios ferroviarios a partir de la creación de estas empresas privadas que comienzan a sustituir con sus propios empleados a todos los que aún conservan a este tipo de personal, entre otras Renfe. La operadora externaliza este servicio como tantos otros.


(Imagen Vía Libre. Fuentes. Renfe. Fundación de Ferrocarriles Españoles. Todo Policía. “El jefe de seguridad: Manual para pruebas de habilitación”
 
Grave descarriló de una formación de Union Pacific


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Gentileza: AP
EE.UU – 30/07/2020:

Un tren de carga se descarriló este miércoles a lo largo de un puente sobre el lago Tempe Town, cerca de Phoenix (Arizona), en Estados Unidos, y provocó un importante incendio en el lugar.
El colgante colapsó de manera parcial por lo cual el Departamento de Bomberos acudió para extinguir las llamas. Entre la tripulación del tren, no hubo víctimas fatales o heridos, según detallaron las autoridades.

Una persona en un parque cercano fue atendida por inhalación de humo, además de que llevaron a cabo las labores correspondientes para apagar el fuego que comenzaba a consumir la madera de la estructura.
La compañía Union Pacific, dueña del tren en cuestión, declaró a través de un comunicado que entre ocho y 10 vagones fueron los que se incendiaron. Asimismo, el lado sur del puente se derrumbó y los vagones cayeron a un parque vacío.

«Tres vagones tanque estaban en el suelo debajo del puente. Dos contenían ciclohexanonoa; uno contenía material de goma. No se informó de fugas, y no hubo de estos involucrados en el incendio», detalló la empresa, la cual también explicó que se trataba de materias inflamables.
De todas formas, la empresa informó que los puentes por donde pasan los trenes en Estados Unidos se inspeccionan visualmente cada 30 días para darles mantenimiento en caso de requerirlo. En específico, el puente de Tempe Town tuvo su última revisión el 9 de julio.

Brandon Siebert, portavoz del Departamento de Bomberos de Tempe, contó que llegaron al lugar después de recibir múltiples llamados de emergencia al 911 sobre el descarrilamiento del tren alrededor de las 6. Es preciso mencionar que los responsables de la estación informaron que uno de los vagones del tren transportaba madera.
Fuente: Agencia
 
¡Familias, al tren! Los Museos del Ferrocarril, tu plan para este verano


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Los museos de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles han preparado sus instalaciones para el disfrute de una visita segura y saludable - El Museo de Vilanova i la Geltrú celebra su 30 aniversario y participa en las celebraciones de la Fiesta Mayor de la localidad

Madrid – España – 31/07/2020:

Los museos del ferrocarril de Madrid y Cataluña, gestionados por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, han preparado sus instalaciones para que los visitantes puedan disfrutar este verano en familia del emocionante mundo del tren. Estos centros poseen equipamientos de amplias dimensiones, fruto de la transformación en museo de una antigua estación –en el caso del museo de Madrid– o de un depósito de locomotoras de vapor –en el de Cataluña–, todos ellos lugares propicios para la realización de visitas inspiradoras, seguras y saludables, que favorecen el bienestar de los visitantes.

Museo del Ferrocarril de Madrid

Se ha reincorporado con fuerza a la oferta cultural de Madrid, con la propuesta de visitar su exposición permanente en la centenaria estación de Madrid-Delicias, decana de las estaciones de ferrocarril de la capital y uno de los ejemplos más significativos de la llamada “arquitectura del hierro” del siglo XIX. Delicias celebra este año su 140 aniversario.

El Museo reúne una variedad de colecciones de carácter único y excepcional, que explican la historia del ferrocarril en España, entre las que destaca por su valor la colección de vehículos ferroviarios, donde las locomotoras de vapor ocupan un lugar sobresaliente.

Durante el mes de agosto el Museo permanecerá abierto al público los sábados y domingos, de 10 a 15 h. En ese horario se podrá visitar la exposición “A vista de mapa. Un recorrido por la evolución histórica del ferrocarril en España”, que explica cómo el ferrocarril contribuyó a popularizar el uso de la cartografía en general y la evolución del ferrocarril a través de mapas realizados entre 1855 y 2017.

La tienda del Museo de Madrid-Delicias ha renovado su catálogo de productos que ahora incluye desde reproducciones de placas de locomotoras de vapor y eléctricas realizadas en resina hasta pisapapeles en forma de tope, pasando por una amplia gama de relojes de estación. También se ha ampliado el catálogo de títulos que se ofrecen en la librería, con las últimas novedades del mercado y todas las colecciones de Historia Ferroviaria que edita la Fundación. Ocupan un lugar especial la literatura infantil y los juegos de mesa con temática ferroviaria.
Más información: www.museodelferrocarril.org

Museo del Ferrocarril de Cataluña

Esta singular muestra del patrimonio industrial ferroviario, que este año celebra su 30 aniversario, se ubica en uno de los pocos depósitos de locomotoras de vapor de finales del siglo XIX que hoy se conservan, y ofrece a los visitantes más de 13.000 m2 al aire libre. En su colección se reúnen más de sesenta vehículos de diversas épocas, destacando 28 locomotoras de vapor, coches de viajeros, máquinas diésel o eléctricas y otros vehículos curiosos.

En agosto el Museo abrirá sus puertas de martes a domingo, de 11 a 14:30 h y de 17 a 20 h. Una de las novedades de la nueva etapa es la posibilidad de realizar un viaje audioguiado, que podrá descargarse en el propio smartphone de cada visitante.

Entre los actos que está organizando con motivo de su aniversario figura la nueva exposición temporal de arte «Próxima Parada: Arte Estación», que gira alrededor del universo de las estaciones y aspira a transmitir las sensaciones y sentimientos que nacen en ellas. Además, aunque el programa de celebraciones de este año está condicionado por el actual contexto, se han previsto una serie de actuaciones conmemorativas: el domingo 2 de agosto, el encendido de la emblemática locomotora «Mataró»; y el lunes 3, una jornada de puertas abiertas para los residentes en la ciudad y visita a la Gran Nave.

El Museo ha puesto en marcha un programa de promociones especiales dirigidas a las familias: los niños hasta 14 años no pagan entrada, el aparcamiento es gratuito (a partir de núcleos familiares de 3 personas, niños incluidos) y se aplica un 15 por ciento de descuento en Redbar Vilanova (Pizza & Pasta & Sushi & Burguer), presentando la entrada del Museo. Otra posibilidad es la Promoción Garraf-Penedés, 2×1 para hacer un viaje a “La Casa de los Trenes”, que supone un descuento del 50 por ciento en las tarifas habituales. Para redondear su oferta, el Museo del Ferrocarril de Cataluña ha puesto en marcha la venta online de artículos de la tienda.
Más información: www.museudelferrocarril.org

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Acceso gratuito para el sector sanitario y cuerpos de seguridad

Los museos del ferrocarril de la Fundación ofrecen durante todo el verano la entrada gratuita a los profesionales del sector sanitario y de los cuerpos de seguridad del Estado, con el fin de invitar a estos colectivos a disfrutar de sus espacios y expresarles la gratitud del sector ferroviario por su gran aportación social durante la pandemia. El Museo del Ferrocarril de Madrid lo hace, además, en colaboración con el Ayuntamiento y su campaña “Madrid os da las gracias”.
Fuente: Agencia Rieles
 
Oficios del tren: ambulantes


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Cuando se inaugura la primera línea de ferrocarril, en 1848, Correos se encuentra dentro de un proceso de reforma y modernización, por el que pasa la creación de una red cada vez más extensa para llegar a todos los territorios. El correo es uno de los principales instrumentos de la Administración para hacer llegar su política al rincón más apartado. Y el tren va a ser el mecanismo para hacer posible esa determinación y, lo que es más importante, la herramienta precisa para su consecución. Desde que se toma la decisión de utilizar el ferrocarril para la distribución del correo, se produce una simbiosis entre ambos servicios que adquiere carta de naturaleza con la creación de los trenes correo que atienden las necesidades de la Administración y de las concesionarias.


A los empleados de Correos que se encargan de este servicio se les conoce como ambulantes. Su misión es la de recibir, clasificar y entregar la correspondencia que intercambian con otras oficinas fijas de su trayecto. A la oficina postal en la que realizan su trabajo, es decir, al vagón de tren, se la denomina ambulancia; son oficinas móviles de Correos, en las que, a excepción de la correspondencia urgente, no se atiende directamente al público, pero donde sí se puede a depositar correspondencia en los buzones instalados en dichos vehículos. Otras modalidades de transporte de correo se realiza en los trenes postales, composiciones que únicamente llevan correspondencia, y en los vagones despacho, que transportan correspondencia no epistolar, que circulan cerrados y precintados.


Al abordar este tema, surge una duda que intento hacer patente con el asterisco (*) en el mismo enunciado del título. ‘Stricto sensu’ los funcionarios de correos no forman parte de la familia ferroviaria, pero es innegable que el mundo de los ambulantes es tan ferroviario como el de los jefes de tren y los interventores de ruta y que su presencia es cosustancial al ferrocarril. De hecho, como se apunta líneas más arriba, las concesionarias deciden bautizar con su nombre una serie de servicios y establecen empleos, vehículos y dependencias para su correcta atención. Reconozco que hay lectores muy puristas que no van a apoyar esta decisión, pero este tipo de licencias siempre quedan en manos del autor; que debe estar dispuesto a asumir las críticas de los discrepantes. Y yo procuro hacerlo.


El ferrocarril utiliza los trenes correo desde la misma década de la puesta en marcha de la línea entre Manchester y Liverpool. En la siguiente década, lo hacen Francia y Alemania; una después, Rusia y Dinamarca; y así se extiende por toda Europa y América, donde llega a sustituir al famoso ‘pony exprés’. En España, cuando empiezan a operar las diferentes compañías, establecen convenios con el Estado que pasan por la gratuidad o por tarifas preferenciales para el arrastre de los vagones-de Correos, “La compañía reservará en cada convoy de viajeros o mercaderías una sección especial de carruaje. La forma y dimensiones de esta sección serán determinadas por la Dirección de Correos”, reza la una real orden de 1844. Durante los primeros años las expediciones ambulantes se instalan en los coches de viajeros, aunque las leyes ya prevén que “La Dirección de Correos hará construir y conservar a sus expensas los carruajes propios al transporte de las cartas y convoyes especiales”. Correos dispone de vagones exclusivos para su servicio en 1859, cuando decide la compra de dos “wagones” a una empresa belga.


Los vehículos constituyen oficinas de Correos ambulantes, que junto con las administraciones principales, establecidas en las capitales de provincia, y las estafetas y carterías, son también centros de recepción y distribución de la correspondencia. Con ellos se soluciona el problema de capacidad de los carruajes que, desde la década de 1840, resultan insuficientes ante el aumento del volumen de la correspondencia, especialmente de impresos y periódicos. Con la llegada del ferrocarril, la capacidad de carga se multiplica por diez respecto a los vehículos de tracción animal. Se pasa de acarrear unas cuantas arrobas (la cuarta parte del quintal, lo que supone 25 libras castellanas, aproximadamente 90 kilogramos) de correspondencia en las sillas de postas y diligencias, a transportar dos toneladas en las primeras versiones de coches correo. Además, en los ambulantes el personal clasifica durante el viaje la correspondencia para poderla entregar con mayor rapidez en las estaciones intermedias.


El trabajo de los ambulantes es especialmente duro, como muestra la Revista de Correos en una referencia de 1883. “El campo de batalla de las oficinas ambulantes no es extenso: se reduce a un vagón de 6 a 7 metros de largo por 3 de ancho, en cuyo espacio es necesario luchar y vencer (…) Cada empleado de pie, delante de su mesa, y sacudido furiosamente a cada vaivén del vagón, abre los paquetes, y con incansable mano dirige la correspondencia, lanzándola rápidamente al casillero en que deba alojarse, atando y empaquetando de nuevo. En arco las piernas, y buscando a costa de violentos esfuerzos el equilibrio a cada instante comprometido, cada uno trabaja con loca actividad”.


Asimismo, otra de las repercusiones del transporte del correo por ferrocarril es el aumento de velocidad en los itinerarios principales de Correos que, naturalmente, repercuten en el resto de la red postal. Se calcula que se pasa de los 10-12 kilómetros por hora de las diligencias más rápidas a los 40-50 kilómetros por hora de los trenes. Por ejemplo, el trayecto Barcelona-Mataró, de unos 30 kilómetros, con un carruaje rápido de pasajeros es excepcional poderlo realizar en menos de tres horas, mientras que con el ferrocarril, en sus primeros años de funcionamiento, por término medio se cubre en una hora.


Al llegar a las dos últimas décadas del siglo XIX, la construcción del ferrocarril en España ya está muy avanzada, y queda la organización general de la conducción de la correspondencia configurada en siete líneas férreas que tienen como origen Madrid. Se denominan descendentes a los ambulantes que parten de la capital de España y ascendentes a los que regresan a ella. Aunque las concesionarias los llaman de otro modo y parte de su trayecto es de diferentes empresas, para el servicio de Correos se los denomina como el ambulante que las sirve que son diez: 1ª Ambulante del Norte, de Madrid a Irún (631 kilómetros); 2ª Ambulante del Noroeste, de Madrid a la Coruña (831 km); 3ª Ambulante del Mediterráneo, de Madrid a Valencia (490 km); 4ª Ambulante de Aragón, de Madrid a Barcelona (707 km); 5ª Ambulante de Extremadura, de Madrid a Badajoz (507 km); 6ª Ambulante de Andalucía, de Madrid a Cádiz (732 km); 7ª Ambulante del Tajo, de Madrid a Valencia de Alcántara (402 km).


La primera estafeta ambulante se crea el 27 de julio de 1855, tan sólo siete años después de que se ponga en marcha el ferrocarril Barcelona-Mataró, que recorre el trayecto Madrid-Albacete. Aunque esa es la fecha de inauguración del servicio en sí, cabe destacar que con anterioridad ya se transporta de manera gratuita correo por vía férrea. El tren correo supone un gran impulso para el servicio de correspondencia: a mitad del siglo XIX, sólo 613 poblaciones tiene correspondencia diaria, mientras que en 1866 ya se cubre el 84% de los ayuntamientos gracias a este nuevo servicio postal. Solo carecen de él 1.490 municipios. El éxito y popularidad de la correspondencia es ya evidente al finalizar el siglo, aunque aún alcanza cotas más altas en décadas posteriores. Si en 1880 cada español envía cuatro cartas al año, en 1913 son ya 7,74 y en 1925 alcanza las 9,44. En 45 años la proporción se multiplica por 2,5. El tren correo irrumpe con fuerza desde el principio y se implanta directamente en todas las líneas ferroviarias que llevan, además, coches de viajeros si la demanda es suficiente. En ese caso se establecen, por lo general, tres clases de coches para pasajeros, que se convierten en trenes pesados que muchas veces no cumplen los horarios por la cantidad de tareas y paradas que deben realizar. El servicio habitual establece que los trenes ordinarios paren en todas las estaciones y los correo-expreso, que lo hacen sólo en algunas; los expresos y rápidos solo se dedican al servicio de viajeros.


El personal destinado en estos servicios móviles debe tener una gran capacidad de trabajo y sacrificio, tanto por la responsabilidad de la tarea encomendada como por lo ajustado del tiempo de recogida y entrega de la correspondencia (un retraso afecta a otras líneas ambulantes), además de que muchos servicios se realizan por la noche. Por todo ello, reciben una gratificación especial, lo que hace que dichas plazas sean muy codiciadas, a pesar de lo peligroso que puede resultar, a veces, el empleo. Los funcionarios ambulantes son víctimas de descarrilamientos, choques, incendios, asaltos, además de los consabidos retrasos de varias horas o incluso días, por cualquier avería o desperfecto. El personal porta armas cortas para su defensa y viaja totalmente aislado del resto del tren en los compartimentos de Correos, cerrados desde el interior como medida de precaución, ya que no solo transportan cartas, sino también valores, certificados, metálico y paquetería. La correspondencia entra y sale de los vagones en cada parada. Clasificada durante el viaje, llega a su destino ya lista para su entrega, sin que exista comunicación de los agentes con el exterior.


El jefe o encargado de la expedición consigna en el «Vaya» (credencial que autoriza el viaje) las incidencias relativas que se produzcan durante la prestación del servicio. que deben incluir la firma del empleado que las redacte y el sello, y confeccionar en cada expedición el balance de correspondencia asegurada, cuyos datos se toman de los boletines de entrega recibidos y expedidos. Los funcionarios ambulantes no pueden llevar en el coche-correo objetos extraños a la correspondencia, salvo el equipaje indispensable y las vituallas necesarias para el viaje. Para garantizar la seguridad personal de los funcionarios ambulantes y la de la correspondencia y valores confiados a su custodia, aquéllos deben llevar echados los cerrojos de las puertas de los coches-correo durante el recorrido, y no abrirlas más que en las estaciones en que hayan de efectuarse cambios de correspondencia. Bajo ningún pretexto deben permitir el acceso de personas extrañas al servicio.


En las estafetas de correos habilitadas en las estaciones de ferrocarril, hay también una gran actividad, diurna y nocturna, a veces con un ritmo vertiginoso, ya que en innumerables ocasiones vienen varios trenes-correo seguidos, a causa de los retrasos y coincidencias de alguna expedición. Desde siempre, estos funcionarios especiales de Correos reivindican mejoras en sus condiciones de trabajo, así como aumentos salariales. Ya al inicio de la Segunda República, se lamentan que para obtener “un pequeño ingreso que añadir a nuestro mezquino sueldo” deba ser a costa de grandes penalidades, sacrificios y privaciones. Achacan la frecuencia con que resultan heridos o muertos los ambulantes, al material “menguado y endeble” en que están construidos los coches correo, además del exceso de velocidad que a veces llevan los trenes para recuperar los retrasos “no debidos ciertamente a las operaciones de entrega y recepción de la correspondencia”. Las pavesas suelen provocar incndios en los vagones de Correos, que van a cola de la composición; y se dice integrarlos en cabeza.


A pesar de las constantes protestas y demandas a la Dirección de Correos, las gratificaciones y complementos que percibe los ambulantes pueden representar un incremento del 25% respecto a los sueldos que perciben funcionarios de la misma categoría, destinados en oficinas. En 1934, por ejemplo, la mayoría de salarios de los funcionarios del cuerpo Técnico oscila entre las 4.000 y las 6.000 pesetas anuales, según la antigüedad y el destino. Ese mismo año, el sueldo del administrador de una expedición ronda entre las 7.000 y 8.000 pesetas. Esto explica la gran demanda por obtener una plaza en ambulantes. Por cierto, el personal femenino de correos tiene vetado el acceso a plazas en ambulantes: hasta 1971 no pueden prestar servicio en estas oficinas móviles.


Los contratos con las concesionarias por el alquiler de vagones no resultan nada favorables para éstas, ya que el Gobierno les impone unas tarifas muy beneficiosas para Correos. El contrato anual varía en función del recorrido efectuado y del tipo de tren utilizado. Así, por ejemplo, un departamento de segunda clase en los trenes entre Sevilla y Huelva supone un desembolso para la Dirección General de Correos de 12.000 pesetas anuales (1931). Durante el régimen republicano hay entre el personal de correos dos posturas enfrentadas: los que desean que el personal ambulante sea “una modalidad especial de la Corporación postal” (mayoritariamente afines a partidos y gobiernos conservadores), y los que, por el contrario, desean un servicio de listas y turnos que permita a todos los funcionarios poder ejercer de ambulantes en un momento u otro, y así poder optar todos a las gratificaciones de este servicio especial (de orientación más progresista). Con el triunfo del Frente Popular (1936) se proyecta una nueva estructuración de las líneas postales, así como un cambio en los horarios y jornadas de trabajo; se suprimen servicios ambulantes considerados innecesarios o poco rentables. Todo esto coincide con el cambio de horarios que para el 30 de junio de ese año proyecta la Compañía M.Z.A. y que afecta a los enlaces con Francia, lo que repercute también en casi todas las líneas ambulantes y conducciones del correo establecidas. La reforma no contenta a ningún sector del funcionariado.


Un administrador y un ayudante prestan los primeros servicios ambulantes a bordo de unos pequeños coches-oficinas pintados de color cereza construidos en 1855 y matriculados como “DGDC-1”y “DGDC-2” para el transporte de cartas y objetos postales, además de dinero en métalico. La carrocería es de caja de madera apoyada sobre un bastidor metálico de ejes y ruedas de radios; miden siete metros de largo y los testeros están cerrados. Para pasar de un coche a otro, los ambulantes tienen que desplazarse por fuera de la caja a través de largos estribos corridos de madera. Durante el día, la iluminación interior entra a través de lucernarios y claraboyas situadas en el techo; para los viajes nocturnos, se utilizan lámparas de aceite y la calefacción interior funciona a base de estufas de carbón. Estas dos unidades se construyen con materiales de excelente calidad; el coche “DGDC-2” se mantiene en activo y en servicio hasta 1950. A partir de 1865, la DGDC dota a todos los administradores, ayudantes y subalternos de las expediciones ambulantes de un uniforme reglamentario para el desempeño de los servicios. Hay servicios que llevan hasta cinco funcionarios (administrador, oficial de 1ª, dos ayudantes y un subalterno) e incluso seis, aunque lo normal es que no pasen de tres.


En 1965 Correos adquiere coches-estafetas y furgones postales, con lo que el viejo parque de la DGDC se moderniza casi en su totalidad gracias a la fabricación gradual de nuevos coches-estafetas y furgones postales de nueva generación: 18 coches de bogies ‘Franco’, 41 coches de bogies de 16,40metros, 56 coches de bogiess de 21 metros, 79 coches de bogies de 26,10 metros, 22 coches de bogies de 20,20 metros,16 furgones largos de 26,10 metros y 45 furgones cortos de 14,90 metros. Cada rama de u tren postal está compuesta por coches correo (estafetas)y furgones postales y, en función de la necesidad del servicio, se alquilan a Renfe furgones mixtos e incluso plataformas porta-contenedores para el correo destinado a Canarias.


En los años 70, este servicio se realiza mediante 5 trenes postales, 166 coches y 69 furgones, todos propiedad de Correos, y un porcentaje variable de vehículos alquilados a Renfe, y los vagones de madera, popularmente conocidos como ‘borregueros’. El ferrocarril es, con diferencia, el medio de transporte más utilizado por Correos, con un coste de 3,0501 pesetas tonelada/kilómetro. El parque móvil ferroviario está formado por los coches de las series 1500, 3000 y 3200. La única diferencia entre ellos estriba en el tamaño y en la fecha de construcción. En 1995 dejan de circular. Desde la puesta en circulación del primer servicio (1855), hasta la supresión del mismo (1 de julio de1993), decenas de expediciones atendidas por cientos de ambulantes a bordo de coches-estafetas y furgones-correo acoplados a los trenes-correo, expresos, rápidos, ómnibus, ligeros, mixtos ferrobuses que circulan diariamente por toda la red, hace posible que el correo llegue hasta el más recóndito rincón del país. Hasta que el correo decide abandonar el tren.


(Imagen, personal de la administración principal de Correos de Zaragoza ante el coche correo Norte BB 145. La España Postal)
 
Buscan cambiar el nombre de dos estaciones del subte


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Buenos Aires – Argentina – 03/08/2020:

La Legislatura porteña tratará este lunes en audiencia pública la ley que propone agregar a la estación de subte “Callao” de la línea D el nombre de “Raquel Liberman”, en homenaje a la joven inmigrante polaca que se convirtió en un símbolo de lucha contra la trata en la Argentina al denunciar a una red que explotaba mujeres en 1929. También quieren que la actual estación «Echeverría» de la línea B lleve el nombre de «Mártires Palotinos» en recuerdo de los sacerdotes y seminaristas asesinados en 1976 por un grupo de tareas de la dictadura militar, en la iglesia de San Patricio, en el barrio de Villa Urquiza.

A poco de cumplirse el Día Mundial de Lucha contra la Trata, que se conmemora cada 30 de julio, fuentes parlamentarias informaron a Télam que la audiencia se hará a las 15.30 bajo la modalidad mixta, que permite la participación presencial y virtual, tanto de los diputados como de los oradores que se inscribieron a la convocatoria.

Según indicaron, serán 17 las personas que expresarán su postura respecto de la ley, que ya cuenta con una primer aprobación legislativa del 28 de noviembre del año pasado y que, para su sanción definitiva, requiere de la instancia de la audiencia pública.

El cambio de nombre contempla a la estación de subte de la línea D y fue impulsado por la diputada Patricia Vischi, del bloque UCR-Evolución.

La iniciativa es en recuerdo de Liberman, la mujer que sirvió de inspiración al personaje de una novela televisiva emitida en 2019 que retrató la explotación sexual de inmigrantes que arribaban al país durante las primera décadas del siglo XX.

“Ella, a quien llamaban ‘la polaca’ como a tantas otras prost*tutas rubias sometidas por proxenetas, decide denunciar en 1929 a sus explotadores, y esa actitud valiente permitió desbaratar por primera vez en el país una red de proxenetas con ramificaciones internacionales”, recordó Vischi.

Según sostuvo, esa denuncia “puso el tema de la trata en la consideración de la opinión pública y, en consecuencia, en 1935 la Municipalidad de Buenos Aires decretó la clausura de todos los prostíbulos”.

En tanto, el presidente del bloque del Frente de Todos en la Legislatura porteña, Claudio Ferreño, presentó el viernes un proyecto de ley para que la actual estación de subte de la línea B «Echeverría» lleve también el nombre de «Mártires Palotinos» en recuerdo de los sacerdotes y seminaristas asesinados en 1976 por un grupo de tareas de la dictadura militar, en la iglesia de San Patricio, en el barrio de Villa Urquiza.

La iniciativa será discutida por la Comisión de Cultura de la Legislatura y se suma a varios proyectos que buscan sumar nomenclatura a algunas de las paradas del subte, entre ellos, denominar «Corrientes-Ana Frank» a la estación de la línea H y «Río de Janeiro-Marielle Franco» en la línea B.

El proyecto del Frente de Todos busca recordar a los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo José Kelly como los aspirantes Salvador Barbeito Doval y Emilio José Barletti, quienes fueron víctimas, el 4 de julio de 1976, de lo que se conoció como «La masacre de San Patricio», por la parroquia en la que prestaban asistencia los religiosos.

«Durante esa oscura jornada el entonces recientemente instalado gobierno de facto ejecutó nada menos que el asesinato de tres sacerdotes y dos seminaristas de la Congregación Palotina dentro de la Parroquia de San Patricio, en la actual comuna de Villa Urquiza, donde también se encuentra la estación aludida», indicó Ferreño en los fundamentos de su iniciativa.

En ese sentido, el legislador destacó que «los padres palotinos dejaron una marca indeleble en nuestra sociedad, y recordó «la masiva misa realizada tras la masacre celebrada por el nuncio Pío Laghi a la que concurrieron miles de personas fue tan solo una de las miles de manifestaciones de agradecimiento que la comunidad cristiana en particular y los argentinos en general le han otorgado a estos verdaderos mártires de nuestra historia reciente».

«Afortunadamente, tras décadas de incertidumbre judicial y causas que naufragaron, este lamentable hecho se investiga como delito de lesa humanidad en lo que significa un faro a nivel mundial en políticas de Estado en materia de derechos humanos», sostiene el proyecto.

Y concluye en que «la valentía» de las víctimas de aquella masacre «no puede ser olvidada, por lo que recordarlos en una estación de subterráneo próxima a la Parroquia de San Patricio como lo es Echeverría de la línea B es tan sólo uno de los miles de homenajes que se merecen estos verdaderos hombres de servicio».

Fuente: Telefe
 
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