LOCOMOTORAS A VAPOR - TRENES HISTORICOS Y TURISTICOS - FFCC (tranvías, metros, funiculares)

Pistoleros famosos y su relacion con el tren de LA TROCHITA, en ARGENTINA.-
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CHUBUT. NUEVA VISITA A LA TROCHITA

Patagonia sobre rieles
Dos estaciones del ramal de la Trochita, en la meseta del norte de Chubut, permiten subirse al histórico tren para recorrer varias decenas de kilómetros y vivir la experiencia de viajar a vapor como en el pasado. El Maitén y Nahuel Pan son la puerta de entrada a otra tierra, a otro mundo.



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Por Graciela Cutuli


Hace un par de meses la noticia conmocionó a la comarca del Paralelo 42, compartida entre las provincias de Chubut y Río Negro: allí, donde casi nunca pasa nada, por una vez llegó una noticia importante. Luego de décadas de abandono, se está proyectando la nueva puesta en marcha de la Trochita, es decir el Viejo Expreso Patagónico, uno de los últimos trenes a vapor que existen en el mundo. Los gobernadores de ambas provincias firmaron ya un acuerdo para reactivar el ramal, que desde hace tiempo circula sobre un itinerario reducido. Originalmente el tren atravesaba la estepa a partir de Ingeniero Jacobacci, donde conectaba con el ramal de Viedma a Bariloche y, más allá, con la red nacional de ferrocarriles hasta Esquel. El proyecto inicial, sin embargo, era más ambicioso todavía: había sido fomentado por Ramos Mexía, un ministro de los años más prósperos de la Argentina, con el objetivo de llegar hasta la costa y conectar las regiones andinas. Por falta de presupuesto, las obras finalmente se atrasaron y se achicaron, en todos los sentidos: no sólo en cantidad de kilómetros sino también en ancho de vías. Por esto, hoy día, el tren se llama la “Trochita”, un apodo cariñoso de sus pasajeros que los técnicos reemplazan en su jerga profesional por el de “trocha económica”.

El tren resistió al clima, la aridez de la estepa, el paso del tiempo y los cambios de tecnología, pero no la ola de privatizaciones de los ‘90. Actualmente, luego de varios años de incertidumbre, sólo es posible embarcar para cortos trayectos en El Maitén y Esquel. La buena noticia es el proyecto de reactivación del resto del ramal, que desde hace algunas semanas ya puso en movimiento a técnicos e ingenieros que recorren los pueblos y vías de la región para preparar el regreso a lo grande de un tren pequeño.

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La Trochita hace su parada en la estación de Nahuel Pan.

DE POLONIA A EL MAITEN El Maitén es la base de operación de la Trochita. Es un pueblo perdido en la meseta, que la aridez parece alejar aún más de la comarca turística de El Bolsón y Epuyén. Sin embargo, no está tan lejos. Algunas decenas de kilómetros apenas alcanzan para llegar a este pueblito que –como base operativa de todo el ramal– fue un centro próspero e importante. Hoy día, los talleres son al pueblo como un traje demasiado grande a quien haya hecho una dieta drástica. Los galpones ocupan toda una porción del ejido del Maitén, pero muy pocos están todavía en uso.

Carlos Kmet es el responsable de estos talleres y recibe a los visitantes con mucha dedicación. Es hijo y nieto de ferroviarios. Sus antepasados vinieron de la lejana Polonia para participar en la construcción de este ramal que quedaría en la historia, como tantos otros que vinieron de todos los rincones de Europa y hasta de la India... En el galpón principal, el tiempo parece no haber pasado nunca. La Trochita ya era un anacronismo en los años ’40, cuando empezó a circular, entonces ni hablar de lo que es hoy. Kmet comenta que “pudimos guardar los planos originales de las locomotoras y los vagones, así que podemos mantenerlos fabricando pieza por pieza lo que hace falta. Conservo estos planes como oro en mi propia oficina”. La oficina es tan venerable como el tren. En los galpones se remonta el tiempo a la velocidad de un tren bala, para llegar a los albores del siglo XX con herramientas y maquinarias de época.

El tren circula desde El Maitén una vez por semana hasta el Desvío Thomae. Es un viaje de un par de horas, suficientes para una ida y la vuelta que culmina sobre el puente del río Chubut, donde el tren para y los pasajeros bajan para sacar una foto. Una imagen del siglo XIX que suele ir a parar al Facebook del siglo XXI.

Las viejas locomotoras a vapor Baldwin y Henschel venían de Alemania e Inglaterra. Dentro de diez años festejarán un siglo de existencia. Y siguen en servicio porque son desmontadas cada siete años, con minuciosidad oriental, por Kmet y su equipo. La caldera está reacondicionada y cada pieza puesta como nueva. En realidad, apenas un puñado de locomotoras se mantienen de esta forma: las demás sirven de monumentos o museos en vías de la región, como en Nahuel Pan, o en la entrada misma de El Maitén, en medio de su único bulevar. Los vagones, por su parte, venían de Bélgica. En los convoyes turísticos de hoy no se hacen ya distinciones de clases, pero los había de primera y segunda y cada formación contaba también con un coche restaurante. Es que el viaje era largo: un día entero, sin imprevistos.

En esos tiempos, tal como hoy, cada vagón se calefaccionaba con estufas a leña. Hoy es el detalle final para remontarse a otras épocas, pero antiguamente –cuando el tren hacía el recorrido completo– la estufa era un “pasajero” más, el centro del vagón y de las atenciones de los viajeros. Algunos vecinos de El Maitén recuerdan que hasta servía de cocina, para calentar el agua del mate, pero también para cocinar y hasta para asar carne. Es que el viaje era extenso: más de 400 kilómetros entre las dos estaciones de cabecera, mientras las horas pasaban tan lentamente como el paisaje por las ventanas. Hay que imaginar cómo era leyendo el famoso relato de Paul Théroux, que llegó desde América del Norte y terminó su derrotero ferroviario en Esquel, a bordo de la Trochita. Le dedicó un libro a fines de los años ‘70, The Old Patagonian Express: una obra que dio la vuelta al mundo y empezó a atraer a mochileros y aventureros que embarcaban junto a los vecinos de los pueblos de la meseta en los angostos vagones.

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Las casas de Nahuel Pan están hechas con durmientes de las vías.

CUIDADO CON EL HUEVO En El Maitén estas escenas no existen más, pero sí se pueden ver de vez en cuando en Esquel. Porque el tren llega hasta la estación de Nahuel Pan, donde vive una comunidad de familias mapuches que usan el tren para ir y venir desde sus casas hasta Esquel. Es un viaje de una hora a lo largo de unos 20 kilómetros.

Entre Nahuel Pan y el Desvío Thomae hay otras cuatro estaciones, que esperan con ansiedad que el proyecto de reapertura de la línea se haga realidad para renacer de un letargo de dos décadas. Son las de Leleque, Lepá, Mayoco y La Cancha. Nombres esparcidos sobre los mapas de la meseta patagónica del Chubut. Al norte de El Maitén, el ramal sigue en dirección al centro de Río Negro y la estación de Jacobacci. Actualmente, un tren circula entre Viedma y Bariloche (luego de un parate de unos meses a raíz de un temporal que afectó las vías) y pasa por esta estación. La Trochita podría así vincularse de nuevo con otro ramal y recobrar su antiguo papel. Durante unos kilómetros, además, las formaciones usan las mismas vías: Carlos Kmet explica que se agregó un tercer riel entre los dos de la trocha estándar, que oficia de trocha angosta. Una curiosidad más de este trencito único.

Mientras tanto, en El Maitén hay más rieles que calles y la vida sigue girando en torno del ferrocarril y sus talleres. Esquel, por el contrario, ya es una ciudad relevante con un centro comercial de importancia, y en invierno, uno de los grandes centros de esquí de la Cordillera. La Trochita es uno de los atractivos más de la región, donde no hay que perderse el alerzal milenario en el Parque Nacional Los Alerces, las casas de té galés de Trevelin y varios museos que trazan la historia regional.

La estación de tren de Esquel fue reacondicionada hace poco tiempo. En temporada, de verano o invierno, el convoy sale varias veces al día, llamando a los pasajeros con humos y silbatos que ya son todo un clásico. El resto del año sale los fines de semana y cuando hay grupos lo suficientemente numerosos. Carlos Kmet explica que “hace tiempo que reacondicionamos las calderas para que funcionen con fueloil y no con leña. Es un carburante barato, pero que se encarece cuando se lleva por camión hasta El Maitén o Esquel. Así que resulta muy caro poner en marcha el tren, y por eso se cobran pasajes de $100 a $180 por persona. Con esto cubrimos los costos. Era otra historia en los tiempos de Ferrocarriles Argentinos, cuando los trenes de carga permitían traer el carburante a un costo mínimo”.

Los entretelones de la historia, sin embargo, no afectan en nada la magia del tren. Con fueloil o con leña, sus pistones siguen funcionando con vapor y la nube de humo que sale de la chimenea es tan abundante como las de las viejas fotos sepia de los museos de Esquel y El Maitén. En ambas estaciones parte de las instalaciones fueron reconvertidas. La de Esquel es reciente y exhibe algunos muebles curiosos como el distribuidor de boletos. En El Maitén, entretanto, hay fotos y algunas rarezas como una bici fabricada por un mecánico de los talleres que podía circular sobre los rieles. Entre las fotos está también la de un descarrilamiento de los años ‘50. A principio de año hubo otro, entre Esquel y Nahuel Pan, que inmovilizó el servicio durante varias semanas. Una ráfaga de viento en la Curva del Huevo fue potenciada por el hecho de que todos los pasajeros se concentraban en un costado de los vagones para sacar fotos de la locomotora sobre la curva... La combinación fue fatal para una trocha tan angosta y el convoy se recostó, lentamente, vagón por vagón, como un juego de dominó.

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Una vista de la ciudad de Esquel desde los vagones de la Trochita.

EL ASALTO AL TREN Nahuel Pan no es un pueblo, y no es una estación propiamente dicha tampoco: es un caserío de media decena de casas, todas construidas frente a la vía y todas levantadas con durmientes. Cada una tiene la misma silueta y la misma arquitectura singular. La madera sirvió para levantar paredes y conformar los pisos. Durante la parada del tren hay tiempo para acercarse a los pobladores que venden tortas fritas en el umbral de sus casas e inspeccionar dos de ellas: la del pequeño pero interesante museo, y el negocio de venta de artesanías.


Mientras tanto, el maquinista separa la locomotora de los vagones y la conduce hasta la otra extremidad del convoy. La cola pasa a ser la cabecera y pronto el tren estará listo para salir de nuevo y regresar a Esquel. Son ruidos, movimientos y todo un trajín que anima este rincón perdido de la estepa chubutense, donde si no fuera por la Trochita, nunca –nunca– pasaría algo. El viaje de Esquel a Nahuel Pan y regreso dura entre dos horas y media a tres horas. Ofrece hermosas vistas sobre Esquel y su valle y sobre la meseta de la Patagonia, aunque el bosque andino y sus famosos alerces no llegan hasta la traza del ramal sino que están confinados a los repliegues de los Andes.

En el camino se pueden avistar algunas de las liebres que abundan en toda la comarca y ocuparon el lugar que la naturaleza había reservado a las maras. En El Maitén, “el” momento de las fotos es cuando el tren pasa por el puente sobre el río Chubut. En Esquel en cambio es en la Curva del Huevo, desde donde se pueden ver bien la locomotora y su formación desde los vagones de cola. Los maquinistas no dejan de largar una buena nube de humo para realzar las fotos de los pasajeros. Los guías de a bordo, por su parte, no dejan de recordar por sus altavoces que si hay viento fuerte no hay que ubicarse todos juntos del mismo lado... El otro show, que no se realiza con frecuencia (sólo un par de veces durante el verano), es cuando algunos vecinos de Esquel recrean la pandilla de Butch Cassidy (un pistolero norteamericano que vivió un tiempo en el paraje vecino de Cholila) y “asaltan” el tren. Es un poquito antes de la llegada a Esquel, al final del viaje. Toman de rehenes a algunas mujeres, y las llevan a tomar un café en el centro de la ciudad, esperando que su familia las vaya a “rescatar”. En realidad, Cassidy y sus compañeros ya habían regresado a Estados Unidos décadas antes de que el tren llegara a Esquel... Pero el anacronismo encanta a quienes tienen la suerte de estar a bordo del tren durante aquellos “asaltos”.

Hoy día la Trochita, el Viejo Expreso Patagónico, tiene renombre mundial a pesar de recorrer sólo porciones muy truncas de su ramal. El regreso del tren chico a lo grande sería una buena noticia para todos los fanáticos del turismo en ferrocarril, que son legiones en la Argentina y el mundo. Mientras tanto, se conforman con las salidas al Desvío Thomae o a Nahuel Pan, y en febrero pueden asistir a la Fiesta Nacional del Tren a Vapor que se organiza cada año en El Maitén. Se recuerda aquel día de 1941 en que el tren finalmente llegó a este paraje aislado de la meseta, una promesa que se esperaba desde el comienzo del siglo XX. En cuanto a Esquel, tuvo que esperar su llegada hasta el 25 de mayo de 1945. Las vías, sin embargo, no pasaron de ahí y la Trochita nunca siguió viaje hacia Puerto Deseado como estaba previsto originalmente. A pesar de todo, con sus 402 kilómetros de vías tiene el record absoluto de largo para una trocha de 75 centímetros de ancho.






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Una de las curvas del ramal brinda una buena toma fotográfica de la meseta patagónica.


 
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Principal tren de cargas de Argentina recupera 711 kilómetros de vías
CC0 / Pixabay
AMÉRICA LATINA

BUENOS AIRES (Sputnik) — El ferrocarril de cargas General Belgrano, el más extenso de la red ferroviaria argentina, recuperó 711 kilómetros de vías renovadas que recorren cuatro provincias del país, anunció el presidente Mauricio Macri durante un acto en la provincia de Salta (norte).

"Donde haya carga y trabajo, el ferrocarril va a llegar, es una pieza fundamental porque acerca a los argentinos con otros argentinos", expresó el mandatario desde la localidad de Joaquín V. González.




© SPUTNIK / PATRICIA LEE WYNNE
Macri anuncia la construcción de una fábrica de trenes con una millonaria inversión rusa
Las obras demandaron 3.000 millones de dólares, de los cuales 1.235 millones se invirtieron en la renovación de las vías, 427 millones correspondieron a compras de durmientes, rieles y fijaciones y otros 60 millones se destinaron a gastos logísticos.


En añadido, la empresa pública Trenes Argentinos también adquirió por 807 millones de dólares 107 locomotoras y 3.500 vagones, maquinaria y herramientas.

La recuperación de los 711 kilómetros del ferrocarril generaron 3.700 empleos directos, según el Gobierno argentino, que emprendió estos trabajos en el marco del Plan Belgrano lanzado desde el inicio de su gestión para desarrollar el norte del país a través de proyectos productivos y de infraestructura.

Dentro de este programa, la actual gestión se aboca a recuperar el ramal C8 que atraviesa las provincias de Tucumán (noroeste), Salta y Santiago del Estero (norte) a lo largo de de 1.800 kilómetros de vías.


De esa longitud, fueron recuperados 711 kilómetros que recorren las provincias de Santa Fe (centro-oeste), Chaco (norte), Tucumán (noroeste) y Santiago del Estero (norte).


Récord de transporte
El Gobierno destacó que por primera vez en la historia del país, el pasado 17 de mayo llegó hasta Timbúes, en Santa Fe, el primer tren que transportó 100 vagones cargados durante 1.180 kilómetros por el denominado ramal cerealero "que se completó en solo siete días y que el año que viene demandará tan solo tres".




© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTI
Macri inauguró en Argentina el primer viaducto ferroviario que se construye en 100 años
El Ejecutivo planea realizar una obra de circunvalación a la ciudad de Santa Fe para evitar retrasos en el ingreso del tren a la zona urbana.


"Este conjunto de trabajos permitirá, por primera vez en la historia, el ingreso de trenes de hasta 100 vagones a los puertos agroexportadores más importantes de la región", sostuvo la actual gestión.

Entre enero y abril de este año, el ferrocarril Belgrano transportó 674.010 toneladas, un 27 por ciento más que en el primer cuatrimestre de 2018, cuando se movilizaron 529.047 toneladas, una cifra récord de acuerdo los registros de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT).

La actual administración estima que recuperar todo el sistema ferroviario de carga de todo el país, compuesto de 9.850 kilómetros de vías, conllevará una inversión de 8.800 millones de dólares con una generación estimada de 70.000 empleos directos.
 
EFEMERIDES FERROVIARIA DEL DEL DIA DE HOY.-
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12 DE OCTUBRE DE 1859.-Muere en Londres Robert Stephenson.-
 
El tren de Hitler












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Tal día como hoy hace 70 años, el Ejército alemán invadió Polonia en una campaña relámpago (Operación Fall Weiss») y que fue el detonante de la II Guerra Mundial. La invasión de Polonia fue la primera de las agresiones bélicas que la Alemania de Hitler emprendería. El ejército polaco fue fácilmente derrotado, al no poder hacer frente a las superiores tropas germanas que iniciaron el uso de su famosa técnica Blitzkrieg (‘Guerra relámpago’) que estaba basada en el movimiento rápido de los blindados y la máxima potencia de fuego brutalmente aplicada. Cuarenta y ocho horas después, el propio Hitler se adentró en territorio polaco a bordo de un tren para seguir las operaciones en la zona..

Sin grandes preparativos, el 3 de septiembre de 1939 Hitler utilizó el ferrrocarril para dirigirse al frente oriental, mientras el Estado Mayor del OKW, incluida su sección más importante, permanecía en Berlín. El tren de Hitler fue en esta campaña el cuartel general del Ejército alemán y permaneció en territorio ocupado hasta el 26 de septiembre, según aseguran los historiadores. No fue la primera ni la última vez, que el centro de mando se instalaba en un tren de los ferrocarriles alemanes.

El tren de Hitler ( Führersonderzug en alemán) aparece en algunas crónicas de la época bautizado como ‘Amérika’ (otras fuentes aseguran que se le conocía como ‘Erika’, aunque no está históricamente acreditado), pero pasó a ser denominado ‘Brandenburg’, una vez que los americanos entraron en guerra. La última vez que se vio a Hitler en este tren fue el 15 de enero de 1945, cuando salió de la sede de Adlerhorst a las 18.00 horas y regresó a Berlín el día siguiente.

Hitler sentía verdadera pasión por los coches (y por la mecánica). Casi siempre dirigidos por chóferes de su confianza (el último Erich Kempka se encargó de quemar su cuerpo y el de su compañera Eva Braun), pero tenía a su disposición una flota de Mercedes de alta gama, y que en muchos casos la factoría alemana los fabricaba en exclusiva para su uso personal. Para los trayectos ordinarios, tenía dos limusinas cerradas; para las operaciones militares, modelos todoterreno, uno de ellos de seis ruedas. Y para los desfiles, Hitler poseía un descapotable fabricado sobre el modelo de gama alta 770. También se le vio en alguna ocasión en su yate privado y, aunque no le gustaba volar, disponía para los trayectos largos de un Junkers Ju-290, adaptado también a sus gustos y necesidades de megalómano, que solo despegaba del suelo rodeado de una nube de cazas. Y aunque tampoco era un entusiasta del ferrocarril (en sus sueños de conquista ideó un proyecto que duplicaba el ancho de vía) no tuvo más remedio que recurrir a su tren privado para desplazarse, como a él le gustaba, hasta los lugares recién conquistados por sus disciplinadas tropas.

Antes de la guerra, era evidente que ya utilizaba el tren en sus desplazamientos más largos.El primer Staatssonderzug (tren especial del Estado) o más abreviado Sonderzug de Hitler data de 1933-1934. Disponía de diez vagones de tamaño estándar, pintados de color verde oscuro y tirados por dos locomotoras. En contra de lo que pueda creerse, no era una fortaleza rodante; de hecho, los vagones no se blindaron hasta 1944; por tanto, hasta esa fecha era un tren común y corriente de los ferrocarriles alemanes, aunque adaptado a las circunstancias.

La verdad es que no existen muchos documentos sobre el empleo de los trenes, quizá porque muchos de los textos o fueron destruidos durante la guerra o requisados por las topas soviéticas cuando conquistaron Berlín en 1945. Sin embargo, algunas especialistas de modelismo han llegado a describir la circulación más habitual utilizada por Hitler en los tiempos de guerra. En particular, existe una información denominada “BLN 2009” que relata la salida del Führersonderzug cuando el tren salió de Anhalter Bahnfof en Berlín el 23 de junio de 1941 y llegó un día más tarde a Wolfsschanze con quince coches arrastrados por dos locomotoras en la siguiente composición:

Dos locomotoras en tándem (probablemente las BR 03, 2-3-1 que alcanzaban los 130 kilómetros a la hora);un Flakwagen armado con 2 cañones antiaéreos; un coche de equipaje; el Führerwagen, que Hitler utilizado personalmente; un Befehlswagen (coche de comandos), incluyendo una sala de conferencias y un centro de comunicaciones; Begleitkommandowagen, para los acompañantes más distinguidos del personal de mando; un coche comedor; dos coches paras huéspedes; un coche de baño; otro coche-comedor; dos coches-cama para el personal; el vagón para la Prensa; otro vagón de equipajes; y, finalmente, otro Flakwagen, con cañones aintiaéreos. Composiciones similares fueron utilizadas por otros dirigentes del nazismo que disponían también de trenes especiales para sus desplazamientos a los puntos calienets del conflicto.

Cada vagón antiaéreo llevaba dos cañones Flak tipo zwilling de 20 mm con una tripulación de 20 a 30 hombres agregados al destacamento Führer-Flak y que según parece jamás hicieron un disparo real en toda la guerra.

Un oficial de enlace del E jército, el Oberleutnant von Vormann, dejó escrita su impresión personal sobre la composición especial que tulizaba Hitler al inicio de la campaña polaca, precisamente para señalar su inadecuación a tales menesteres:

“El Führerzug era extremadamente largo. Al final de cada tramo había vagones especiales con cañones antiaéreos ligeros bajo una cubierta blindada. Nunca fui al coche de cabeza, que estaba ocupado por Hitler y su estado mayor personal, por lo que nada puedo decir sobre ello. El segundo vagón era el coche de operaciones, en el cual se concentró la vida durante los días siguientes. La mitad delantera era una habitación con una gran mesa de mapas, tres teléfonos y algunos asientos móviles. La central telefónica y de señales estaban en la mitad trasera. Luego venía un coche-cama para los guardas SS, dos coches-cama más para ayudantes, doctores, soldados, etc., y un coche-comedor. El resto del tren estaba ocupado por el Reichspressechef Dietrich. Von Ribbentrop, Lammers y Himmler con sus estados mayores estaban en el segundo Sonderzug, Heinrich, que siempre seguía al Führerzug…”

“Los vagones no tenían nada que envidiar a la habitación de un hotel de lujo: las paredes eran de madera y el suelo estaba forrado de terciopelo. El tapizado de los muebles era diferente en cada coche y los lavabos tenían agua caliente y fría. E incluso había un vagón-baño, con duchas y bañeras. Para iluminación se usaban apliques de latón y lámparas de araña en todos los coches”. “Lógicamente había vagones restaurante y coches salón, que podían modificarse como salas de reunión. Todos ellos tenían teléfono con los que uno podía comunicarse con otra parte del tren.

Cuando no se utilizaba, estaba estacionado en Anhalter (Berlín) en una terminal de vía directa a Munich y cerca de la Cancillería alemana.

El Führerzug sirvió como cuartel general del Führer hasta el 26 de septiembre de 1939. Luego seguiría siendo empleado por Hitler en campañas posteriores, aunque ya no como única sede de mando. En realidad existía un programa de construcción que preveía la entrega en 1941 de 388 coches para los diferentes trenes de los dirigentes del Tercer Reich, lo que posibilitaría la puesta en marcha de 25 Sonderzüge, siendo el más grande (llamado Enzian) el operado por el Chef des Nachrichtenwesens der Luftwaffe (Jefe de Señales de la Luftwaffe), con nada menos que 35 coches.

Salvo algunos viajes documentados (quizá el más conocido sea el de Hendaya donde se entrevistó con Franco y del que contaré algo en un próximo post), apenas si existen imágenes de Hitler en los trenes; entre otras cosas porque le aterraban las fotografías personales. Incluso hay quien asegura que Hitler visitó París una segunda vez porque existe una imagen en la que se le ve descender de un tren. Y, sin embargo, lo más conocido de su presencia en la capital francesa se circuncribe a su primera visita.

(Imagen: Hitler y Ribbentrop ante el tren especial que utilizaron de cuartel general durante la campaña de Polonia. Historia de la Segunda Guerra Mundial. Salvat)
 
Centenario del Metro de Madrid: el «tranvía subterráneo» se estrenó con 56.220 viajeros
ABC contó el primer viaje oficial del metropolitano, con Alfonso XIII, y también el estreno para los madrileños
Sara Medialdea@smedial
MadridActualizado:13/10/2019 00:37h

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La llegada del Metro a Madrid, de la que este mes se cumplen cien años, llenó de entusiasmo a sus vecinos. Más allá del viaje inaugural, con el rey Alfonso XIII y su séquito, el 17 de octubre, hubo un primer día de funcionamiento para el resto de los madrileños:fue el 31 de octubre, y esa jornada recorrieron los 3,4 kilómetros de distancia entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos nada menos que 56.220 viajeros.

Pese a que el día se levantó frío y lluvioso, los madrileños hicieron cola en los dos extremos de la línea para probar el «invento». Madrid estaba, al decir del cronista de ABC, «como chiquillo con juguete nuevo». Los usuarios viajaron de la mañana a la noche, repartidos en los cuatro trenes que recorrían las entrañas de Madrid, «en medio del mayor orden y la mayor felicidad». Lo que hizo exclamar al periodista, al final de su información: «¡Ovación y vuelta al ruedo para los Otamendis!». Con ello se refería al equipo de ingenieros «padres» de la iniciativa: Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González Echarte. Ellos diseñaron, en 1914, el proyecto de un metropolitano con cuatro líneas, 35 estaciones y una longitud total de 13,9 kilómetros. A Antonio Palacios se le encargó diseñar las estaciones y las bocas del Metro.

Siempre, un Otamendi
Otamendi era un enamorado de este sistema: en 1904, fue uno de los primeros en cruzar bajo tierra Nueva York en el «tubo». Después, se vinculó a la Compañía Metropolitana en Madrid, y hasta salió de su mano el logotipo del rombo, que con algunas variaciones, aún se mantiene en esencia, cien años después. Desde entonces, siempre ha habido un Otamendi, hasta que hace apenas un año se jubiló Javier Otamendi.

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Las señoritas taquilleras: todas solteras. Al casarse, perdían el empleo (foto de 1921) - ABC
Madrid tenía, en esos comienzos del siglo XX, 614.000 habitantes. Y atascos. En otras capitales del mundo, el Metro ya había hecho su aparición: en Chicago en 1862, en Londres en 1863, en Budapest en 1896, en París en 1900, en Buenos Aires en 1913... La prensa española ya mencionaba proyectos para traer el Metro a la capital en los últimos años del siglo XIX, incluso con variantes tan sorprendentes como incluir vagones para mercancías o para transportar animales.

Las obras comenzaron en 1917, en un principio sólo para la línea Sol-Cuatro Caminos. La inversión fue inicialmente de ocho millones de pesetas, de los que el Banco de Vizcaya aportó cuatro, y los otros costó algo de trabajo recopilarlos. Alfonso XIII contribuyó con uno, lo que animó a otros inversores. Así nació la Compañía Metropolitana Alfonso XIII, con accionariado íntegramente privado. Los trabajos tuvieron sus dificultades, porque Europa estaba en plena Primera Guerra Mundial y no era fácil conseguir los materiales.

Bendición y cronómetro
Ese primer viaje –que tuvo lugar a las tres y media de la tarde– contó con la presencia del obispo de Madrid-Alcalá, que bendijo el nuevo modo de transporte. Durante el mismo, el periodista Rufino Blanco, cronómetro en mano, fue contando «los minutos empleados en cada uno de los trayectos comprendidos entre las ocho estaciones de la línea». Al llegar a Sol, en el rellano de la escalera el monarca descubrió un escudo en bronce de Madrid y debajo una lápida en mármol blanco con la siguiente inscripción: «SS. MM. los reyes don Alfonso y doña Victoria Eugenia inauguraron la línea de Cuatro Caminos-Puerta del Sol el día 17 de octubre de 1919».

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Imagen del banquete ofrecido por la empresa constructora a los obreros que construían el Metro, en enero de 1919, en las vías de la estación de la Plaza de Bilbao - ALBA
Ese mismo mes, el 31, comenzó a funcionar para el resto de los mortales. En su primer día, recaudó 8.433 pesetas. El recorrido bajo la ciudad duraba unos diez minutos, y en tranvía por la superficie, más de media hora. Fue una empresa muy moderna: de las primeras en incluir mujeres en la plantilla, las taquilleras, que eso sí, eran todas solteras porque cuando se casaban dejaban su puesto.

Dicen que la idea de traer el Metro a Madrid le llegó a Carlos Mendoza y Sáez de Argandoña cuando estaba esperando la cola del tranvía en Sol. El billete sencillo costaba en sus inicios 15 céntimos. Las obras, como se ha dicho, contaron al principio con apoyo de la Casa Real. Pero lo que no tenían en sus comienzos era licencia municipal.

Abría sus puertas a las 6.30 de la mañana, la hora en que lo cogían los que iban a trabajar pero también –ya por aquellas fechas– los que volvían de alguna juerga: por eso los periódicos recogen que se formaban largas colas y que había en la Puerta del Sol, en las proximidades de la estación, puestos de churros y aguardiente para entretener la espera, hasta que abrieran las puertas.

Las estaciones de Sol y Gran Vía contaban con ascensores desde 1920, aunque eran de pago. Y también en los años 20, al iniciarse las obras de Tirso de Molina, se encontraron los esqueletos de los monjes del convento de la Merced, que había sido derribado en el siglo XIX. Forma parte de la leyenda de Metro que en esta estación se escuchen a veces voces lúgubres. También la estación fantasma –la de Chamberí, cerrada en 1966– ha tenido su misterio, hasta que ha sido abierta al público, convertida en museo vivo de este transporte público.

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Ascensor en la estación de la Red de San Luis, hoy Montera - ABC
El famosísimo «Antes de entrar dejen salir» nació de una campaña publicitaria en el año 1939. Los asientos reservados para personas con discapacidad – «para caballeros mutilados», decía un cartel– aparecen en 1942, tras la Guerra Civil.

Metro tenía una peluquería de trabajadores en 1921, situada junto a las cocheras de Cuatro Caminos. En cuanto a lo de fumar en el interior de los trenes de Metro, los primeros viajeros no hacían mucho caso a la prohibición, hasta que en 1930 el Gobierno Civil tuvo que publicar una nota exigiendo el cumplimiento estricto de la norma.

https://www.abc.es/espana/madrid/ab...reno-56220-viajeros-201910130037_noticia.html
 
El 23 de octubre de 1940 Hitler y Franco se encontraron en la estación de Hendaya para negociar la entrada de España en la II Guerra Mundial. 70 años después, el historiador Xavier Moreno Julià analiza qué no funcionó en esta entrevista



Hitler y Franco: choque de trenes en Hendaya
 
Hola cotis!
Acabo de descubrir este hilo..qué interesante...

No he leído nada pero este verano he trabajado en el metro de Barcelona...así que si tenéis alguna duda de este mundillo adelante jeje

Un saludo a todxs!
 
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