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En resumen, Sir P. la describe como...la chacha
NO DEBE EL ROYAL DEJARSE A LA DESMAÑA POR NO RECIBIR EL RETORNO DE SUS DEBERES CON LA MONARQUÍA, PUES SE DEBE A LA GRACIA Y A LA LIBERALIDAD DEL DESTINO DE SU VIDA. Despeluzadas han sido siempre las muñecas que, como juguete roto, han acabado arrumbadas en un cuarto de trastos, en un desván o en cualquier baúl, o sea como una Letizia cualquiera. Pero ha sido típica la escena de la flaquez de una doméstica, o acaso doncellí, tomada por despeluzada por causa del ajetreo trajinante en las labores de la casa, como lo han sido los escobones de patio, flacos y de cerdas despeluzadas a costa del baldar y el recoger por aquí y por allí, como lo han sido gallinas poco duchas en la atención de su plumaje, que acaban bajo el castigo discriminador de todo el gallinero o del corral. Pero también lo han sido esos cordeles aviejados que sujetaban el cierre de grandes maletones y las coletas de gente poco digna de presentación. En definitiva, estamos ante el reino del desaliño dejado de sí, que no enoja a los idiotas ni preocupa a los disipados del mundo. Es el caso de la funcionaria royal Letizia La Fiztizia, tal como ilustramos en esta egregia videola. ¿Cómo va ella a desprenderse del lastre plebeyo a cuyo caldo liban en revuelo corrillos de moscas? No, porque a La Fiztizia le arde dentro un infierno de vagamundia contra el magno edificio histórico de la monarquía. No, porque todo en ella clama por el ataque al resguardo de las ideas disolventes del pijoprogresismo. No, porque clama en sí un monstruo que la hace despeluzar su moño como desmañar las hechuras de mangas, de un vestido total de rojo tomate y sanguino, fuera de talla, con bullones informes que semejan a un sujeto arlequinesco. No, porque impide que la interrumpamos en su desvarío estético y quiere seguir en su éxtasis de licencia y rebeldía. No, porque la Fiztizia es de suyo crespa por dárselas infuladas siendo huera y, si no la siguen los pollos, pretende ser el gallo levantisco del amanecer, cuando no es más que una ponedora de cuando en vez. Ante tanto no, no debemos sorpendernos, se trata del "no importa de España", del que ya hablaba en una magnífica obra impresa en el año 1787 quien fuera criado del rey, Francisco Santos. Porque cuando se porfía de no, no y más no, lo que en realidad se nos quiere decir es que: no importa. O sea la vida y milagros de Letizia La Fiztizia. No importa. Vemos a la funcionaria royal española acompañando como consorte a Felipe El Preparao, en la visita a la Feria Internacional de Arco, en Madrid, yendo de brazos caídos, dando una estampa de su real figurilla nada copernicana, no satiafaciendo las mercedes que, como don de privilegio, se sacan del mundo para ella y su disfrute, lo que nos parece una mala postura que debe corregirse con el frenesí del acero critico que nos conduce por las sendas de la ciencia del bien.
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NO DEBE EL ROYAL DEJARSE A LA DESMAÑA POR NO RECIBIR EL RETORNO DE SUS DEBERES CON LA MONARQUÍA, PUES SE DEBE A LA GRACIA Y A LA LIBERALIDAD DEL DESTINO DE SU VIDA. Despeluzadas han sido siempre las muñecas que, como juguete roto, han acabado arrumbadas en un cuarto de trastos, en un desván o en cualquier baúl, o sea como una Letizia cualquiera. Pero ha sido típica la escena de la flaquez de una doméstica, o acaso doncellí, tomada por despeluzada por causa del ajetreo trajinante en las labores de la casa, como lo han sido los escobones de patio, flacos y de cerdas despeluzadas a costa del baldar y el recoger por aquí y por allí, como lo han sido gallinas poco duchas en la atención de su plumaje, que acaban bajo el castigo discriminador de todo el gallinero o del corral. Pero también lo han sido esos cordeles aviejados que sujetaban el cierre de grandes maletones y las coletas de gente poco digna de presentación. En definitiva, estamos ante el reino del desaliño dejado de sí, que no enoja a los idiotas ni preocupa a los disipados del mundo. Es el caso de la funcionaria royal Letizia La Fiztizia, tal como ilustramos en esta egregia videola. ¿Cómo va ella a desprenderse del lastre plebeyo a cuyo caldo liban en revuelo corrillos de moscas? No, porque a La Fiztizia le arde dentro un infierno de vagamundia contra el magno edificio histórico de la monarquía. No, porque todo en ella clama por el ataque al resguardo de las ideas disolventes del pijoprogresismo. No, porque clama en sí un monstruo que la hace despeluzar su moño como desmañar las hechuras de mangas, de un vestido total de rojo tomate y sanguino, fuera de talla, con bullones informes que semejan a un sujeto arlequinesco. No, porque impide que la interrumpamos en su desvarío estético y quiere seguir en su éxtasis de licencia y rebeldía. No, porque la Fiztizia es de suyo crespa por dárselas infuladas siendo huera y, si no la siguen los pollos, pretende ser el gallo levantisco del amanecer, cuando no es más que una ponedora de cuando en vez. Ante tanto no, no debemos sorpendernos, se trata del "no importa de España", del que ya hablaba en una magnífica obra impresa en el año 1787 quien fuera criado del rey, Francisco Santos. Porque cuando se porfía de no, no y más no, lo que en realidad se nos quiere decir es que: no importa. O sea la vida y milagros de Letizia La Fiztizia. No importa. Vemos a la funcionaria royal española acompañando como consorte a Felipe El Preparao, en la visita a la Feria Internacional de Arco, en Madrid, yendo de brazos caídos, dando una estampa de su real figurilla nada copernicana, no satiafaciendo las mercedes que, como don de privilegio, se sacan del mundo para ella y su disfrute, lo que nos parece una mala postura que debe corregirse con el frenesí del acero critico que nos conduce por las sendas de la ciencia del bien.
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