Literatura y espiritualidad en Saint-Exúpery
Yo soy el más fuerte si consigo volver a encontrarme” reflexiona Saint-Exupéry (1900-1944) en su “Piloto de guerra”. Luce e importa este escritor, y aviador, francés, por su expresión y su meditación, armoniosa y honda. Por su descripción fina, su retrato agudo, su sereno, delicado, raigal y trascendente pensamiento. Belleza y profundidad. Sin densidad que ahoga, ni erudición superficial. Prosa tersa. Riqueza vital, acción y aventura, unidos a una capacidad contemplativa valiosa. (Cito por la traducción de editorial Plaza y Janés, 1966).
*“Lo esencial es que sobreviva algo de lo que se ha vivido”. En su “Carta a un rehén” (capítulo II) nos aguarda una excelente observación sobre el silencio y el desierto. En éste, “la vida interior lejos de aletargarse se fortifica (…). El hombre está gobernado por el Espíritu. Yo valgo en el desierto lo que valen mis dioses”. “Porque el desierto no está allí donde se cree. El Sahara está más vivo que cualquier capital, y la ciudad más hirviente se vacía si los polos esenciales de la vida son desimantados”.
- Escritor filosófico, más aún, mejor,: religioso, místico. Celebratorio de lo metafísico. Angustiado por lo inefable. En la Vº parte de su “Carta…” citada, analiza, advierte, señala con acuidad y agudeza, los peligros de la civilización totalitaria para la calidad de la vida humana. “Las convulsiones del mundo moderno nos han sumido en las tinieblas”. “…Una política no tiene sentido más que a condición de estar al servicio de una evidencia espiritual”. El hombre es un peregrino en búsqueda del calor de la sustancia, del fuego de lo humano esencial.
- Hay que leerlo en estado de gracia. “El Principito” es verdaderamente un tratado de Sabiduría. “Si logras juzgarte bien a ti mismo, eres un verdadero Sabio” le aconseja el rey del primer planeta que visita “le petit prince”. Simbolismo, crítica fundamental al mundo adulto, las máscaras, los fanatismos. El hombre es menos absurdo cuando su trabajo tiene sentido, sentencia en el quinto planeta, donde reside el farolero.
- “Sólo se conocen las cosas que se domestican- dijo el zorro. Los hombres no tienen tiempo de conocer nada”. “Domesticar”: “crear lazos” “Los ritos son necesarios”, hacen la felicidad. El secreto que el zorro le revela al principito: “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Los ojos están ciegos, es imprescindible buscar con el corazón.
- Edward Capestany en su “La dialéctica de ·El Principito” (según 2º edición, 1975) observa con justeza que el libro mencionado no posee entidad de literatura infantil. No se evade, sino que enfrenta la condición humana, moraliza, postula una infancia espiritual: “pretende ofrecer un mensaje salvífico”. Es obra perdurable de pedagogía del alma.
- Sobre la impersonalidad e inhumanidad del mundo, en su “Ciudadela”: “…yo que odio ese ganado y al hombre vaciado de su sustancia y sin patria interior.”. “Odio ante todo a los que no son”. “Guardad vuestra forma, sed permanentes”. En otra de sus magníficas obras, “Carta al General X”: “En el mundo no hay más que un problema y sólo uno. Dar al hombre un significado espiritual, inquietudes espirituales. Derramar sobre él algo parecido a un canto gregoriano”. “No hay más que un problema, uno solo: volver a descubrir que existe una vida del espíritu más elevada todavía que la vida de la inteligencia y que es la única que satisface al hombre”: el amor a la familia, la fiesta campesina, el culto a los muertos.
- En “Ciudadela”: “lo que es verdad, y sin duda nunca en forma absoluta, para la materia, se torna falso para el espíritu”. Alegoría, trascendencia, esplenden en su alta escritura. “…pero si tú me permites que te guíe para ayudarte a escalar la más alta montaña, tengo tesoros para ti, tan duros de conquistar….”. “Ven, pues, a mi casa a edificarte: saldrás resplandeciente”. “Y te edificas y te mantengo (…), para que seas camino bien trazado, puerta bien abierta, templo bien edificado para recibir”. “Quiero mostrarte tu patria, que es la única donde puede moverse tu espíritu”. “…la brutalidad grosera” y “la bajeza”, desgraciadamente, así está configurado (desfigurado) este planeta, “amenaza a las almas nobles”.
“Venero a aquel que siendo conquista difícil, provoca esa sensación de montaña, esa educación en vista de un poema, esa seducción del alma inaccesible y que te obliga a transformarte”. Y sentencia: “Yo traigo el sentido olvidado a la fiesta”. Y reitera: “porque lo esencial no son las cosas, sino el sentido de las cosas”.
- Sigue ofreciéndonos diamantes de alto pensamiento: “…la experiencia me ha enseñado que los hombres felices se encuentran en mayor proporción en los desiertos, los monasterios y el sacrificio, que en los sedentarios de los oasis fértiles o de las islas que se llaman venturosas”. Opuesto a las ideologías occidentales contemporáneas, contrario radical al consumismo y pretensioso preconcepto de “civilización” y “progreso” y “éxito” que nos imponen los medios masivos de información. No quiere que olvidemos que la alegría depende del sentido de las cosas. Y que “…sólo el espíritu gobierna a los hombres y que los gobierna absolutamente”. Sostiene convencidamente que “el espíritu conduce al mundo y no la inteligencia”.
- “Tu única muralla es la potencia de la estructura que te amasa y que sirves…”. En definitiva Saint-Exupéry nos deja el mensaje indeleble de que a través de nuestra vida terrenal hemos de actuar, pensar y sentir como una “muralla admirable”, pues aquel que “es permanente y bien fundado está pronto a expandirse en un campo de fuerza, según sus líneas de fuerza, primero invisibles”. Postula así su antropología espiritualista, significativamente goetheana, su calificada teoría de la persona humana: la “muralla”, una construcción en la que el tiempo no hará mella, no la gastará, “sino que “…(la) construirá”. El tiempo adquiere una dimensión extraordinaria, una altura humanizadora y constructiva, la de estar hecho para servir al hombre. Desde la semilla de esta “muralla del cedro”, metáfora del ser terreno, expresa en su “Cittadelle”, éste podrá “establecerse”, enaltecerse y continuarse maravillosamente “contra la tempestad, la sequía o la rocalla”.
Otras reflexiones literarias:
- Leyendo el sublime “Cántico Espiritual” de SAN JUAN DE LA CRUZ (1542-1591). Toda su escritura, continente y contenido, bella y sugerente. Me conmueve su ritmo ascendente, su prosa tersa. Y sus imágenes inmensas de “la música callada” y “la soledad sonora”:
“parece una armonía de música subidísima, que sobrepuja todas las melodías del mundo”.
Es la “música espiritual”, armonía que patentiza, que presentiza a Dios:
“Soledad muy sonora para las potencias espirituales”.
“Música de grandeza de Dios”.
En el estado místico, del “desposorio con Dios”. Nos comunicamos con Él através de las “ínsulas extrañas”, las vías “raras”, extraordinarias:
“Pues va mi alma a Ti por noticias espirituales, extrañas y ajenas de los sentidos” …, “en tan interior y subido grado”.
Así, de este modo sutil y elevado se alcanza la bendición de la “hermosura y fortaleza”, “en el ameno huerto deseado”, “de paz edificado”.
- En este grado de Elevación Espiritual conmueve el mensaje y los escritos de ALLAN KARDEC (1804-1869). En sus “Obras póstumas”:
“La oración que es una verdadera evocación, atrae los buenos espíritus, solícitos en venir a secundar las fuerzas del hombre bienintencionado, su fluido bienhechor se une fácilmente con el de éste”.
Advierte, siempre el sabio y precursor:
“Con un Espíritu es preciso luchar, no cuerpo a cuerpo, sino
Espíritu a Espíritu, y en este caso también vence el más fuerte;
Aquí la fuerza está en la autoridad, que se puede tomar sobre el Espíritu, y esta autoridad está subordinada a la superioridad Moral. Esta superioridad es como el sol que disipa la niebla con
el poder de sus rayos”.
Es constante la normativa ética kardeciana, brillante y hermosamente expresada:
“Esforzarse en ser bueno, ser mejor, si se es ya bueno, purificarse de todas las imperfecciones, en una palabra, elevarse moralmente: tal es el medio de adquirir el poder de mandar a los Espíritus inferiores para separarlos; de otro modo se ríen de vuestros mandatos”.
El maestro fundador, dicta enseñanzas de alcance universal, de infinita validez para construir una conducta según las pautas sagradas del Maestro:
“Antes de esperar dominar a los malos Espíritus, es menester
dominarse a sí mismo. De todos los medios para adquirir fuerza
y conseguirlo, el más eficaz es la voluntad secundada por la
oración; la oración de corazón”.
Profundo conocedor del alma humana, precisa que debemos “…Pedirles /a los buenos Espíritus/, sobre todo, la fuerza quenos falta para vencer nuestras malas inclinaciones, que son para nosotros peores que los malos Espíritus, pues estas inclinaciones son las que los atraen”.
El pedagogo médico, definitivamente, apela al raciocinio humano, al “bon sense”, el buen sentido y la voluntad benefactora:
“…la oración ferviente y los esfuerzos serios para mejorarse, son los solos medios de alejar los malos Espíritus”
La fuerza moral, la ascética y la mística, es la condición “sine qua non” para el progreso general de los pueblos:
“..es el resultado de todos los progresos individuales, pero éste no
consiste solo en el desarrollo de la inteligencia (…). Consiste,
, sobre todo, en el mejoramiento moral, en la depuración del espíritu”.
Sus observaciones y asertos semejan un Decálogo Mosaico y una síntesis de sabiduría bíblica, cristiana en su más cimera configuración:
“Fuera de la caridad no hay salvación”.
“Estos principios no representan para mí tan sólo una teoría,
sino también una práctica (…). Véase cómo yo comprendo la
caridad cristiana: como una religión que nos ordena devolver
bien por mal”.
Comulgamos con lo escrito, por la nobleza de los significados y excelsitud de los significantes, , en su “Qué es el Espiritismo”;
“Hay dos cosas en el Espiritismo: la parte experimental de
las manifestaciones y la doctrina filosófica; y todos los días
me visitan personas que nada han visto y que creen tan
firmemente como yo, únicamente por el estudio que han hecho
de la parte filosófica. Para ellas el fenómeno de las
manifestaciones es lo accesorio; el fondo, la doctrina, la ciencia, la encuentran tan grande y tan racional, que hallan en la
misma todo lo que puede satisfacer sus aspiraciones
interiores”.
Nos atrae el imán de la acuidad estilística kardeciana. Juntamente, nos admira la exposición de su pensamiento. He ahí las múltiples bonanzas, la irradiación incesante de su prosa fecundísima. Inmortal, claro. Nutritiva, por supuesto, formadora e incentivadora, de Inteligencias Superiores, en que la Virtud y la Oración ejercen su acción poderosa.
- Estoy transitando los escritos de LEON DENIS (1846-1927). Agrada, motiva la espiritualidad, entusiasman, las dotes oratorias, la elocuencia arrebatadora, la exposición reflexiva, el pensamiento de este discípulo destacado de Kardec.
Así, por ejemplo, su ensayo “Cristianismo y Espiritismo”. Revela su absoluto
Idealismo, y su paradigmático Espiritualismo. Observa agudamente que el
Materialismo, difundido y aceptado por las masas, ha causado la desesperanza, la intolerancia de las miserias de la vida, “ha disminuido la energía humana”. Es un libro escrito hace más de un siglo, y apabulla su entera actualidad. Este materialismo masivo,proféticamente afirma, es causa de suicidios, infanticidios y alineación mental. “El ejército del crimen y del asesinato” crecen alarmantemente. Contundentes, sus críticas a las doctrinas católicas y protestantes. Pero remarca el claro y libre espiritualismo de la Iglesia Primitiva.
En nuestra época positivista, denuncia, se han desarrollado prevalentemente el sensualismo exclusivo y grosero, y el egoísmo totalizador. Diagnostica meridianamente que se han acallado las sagradas ideas de Justicia y de Moral. Anuncia, es evidente, las teorías, semejantes del pensador contemporáneo Giles Lipovetzki sobre la “ética sacrificial” hoy ausente desgraciadamente. Desconocimiento y ausencia de responsabilidad, deber, esfuerzo, lucha, austeridad, han debilitado los caracteres y la dignidad personal, y por ende, han decaído la virilidad y grandeza de las naciones. Han disminuido o desaparecido los Valores Eternos y definitivos de la Sociedad Humana. Platónico León Denis. El mal está siendo sembrado con profusión y alevosía.Tras el pesimismo y sensualismo omnipresentes, se ahogan progresiva y peligrosamente, las esperanzas generosas y los sacros entusiasmos:
“Sin ideal en su triste vida, sin fe en el porvenir, sin luz moral, el hombre ha retrocedido hacia el estado bestial”. “…Ha sentido despertar sus instintos feroces, se ha entregado a la codicia, la envidia, a los arrebatos furiosos”.
- Gracias a estas esforzadas lecturas espiritualistas, comprendo ahora que Dios es Señor de Bondad, Perdón y Misericordia. De Justicia, de Auxilio. No de castigo y de crueldad, de terror y dolor. Me consuela también de que no estamos solos en este pluriverso inabarcable. De que podemos invocar felizmente la ayuda espiritual de los seres queridos difuntos y de los Ángeles, los espíritus buenos que interceden ante la Divinidad, como ya los describiera Tomás de Aquino (1225-1275) en sus textos teológicos Medievales. Y que tenemos que tener fe y valor, y esperanza, ante las pruebas y dificultades de nuestros días terrenales. Dios siempre ayuda y comprende.
Asimismo he aprendido sobre la imperfección del mundo que habitamos: planeta de pruebas y expiaciones, de perversidad y mal, pasto para una saga gótica. Estimula la relación fontal, estrecha, que establece Kardec entre Evangelio y Espiritismo. Brilla, sugestiva, su fundamentación crística, bíblica, del mismo.
Vivimos, consecuentemente, en un planeta inferior dentro de la inmensidad múltiplemente habitada, de la Creación. Nuestro mejoramiento, necesario para merecer colaborar con nuestro Padre Amado, estriba en aceptar las pruebas de la existencia. En elevarnos espiritual y moralmente. En esgrimir la Fe incólume en Dios, en su Bondad y Justicia. Y en la Vida Futura, en el Progreso y la Evolución completamente indispensables.
Estas lecturas nos iniciarán y estimularán a una mayor actividad meditativa, que nos madure y defina, que nos humanice principalmente. Para justificar, aunque sea pobremente, parcialmente, nuestra existencia, desde y hacia nuestra esencia.
Guillermo R. Gagliardi. Bibliotecario y Profesor en Letras. Ha publicado poesías y ensayos literarios e históricos.
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