Literatura, filosofía y espiritualidad

Las 7 mejores frases de Anaïs Nin


En las frases de Anaïs Nin encontramos a una escritora honesta y profunda, que no solamente en sus textos, sino en su propia vida, se atrevió a vivir de acuerdo con su propio criterio y no con los mandatos de la sociedad.


Lo más característico de las frases de Anaïs Nin son la frescura y la honestidad con las que fueron elaboradas. Algunas sus afirmaciones salen de sus Diarios, que en total comprenden un volumen de 35.000 páginas. Comenzó a escribirlos a los 11 años y ya nunca dejó de hacerlo.

Así mismo, otra buena parte de las frases de Anaïs Nin que más fama le han dado, provienen de la correspondencia que intercambió con Henry Miller, desde que ella tenía 27 años hasta la muerte. Los dos se convirtieron en una de las parejas más emblemáticas del mundo literario.


La alegría de las cosas pequeñas es todo cuanto tenemos para combatir lo trágico de la vida”.

-Anaïs Nin-

Esta escritora, nacida en Francia, pero nacionalizada en los Estados Unidos, le resultaba escandalosa a muchos. Fue la primera mujer en publicar relatos eróticos en América. Su estilo directo y desinhibido causó mucho escozor en su tiempo. Sin embargo, lo más notable de su obra no es lo erótico, sino su reflexión sobre lo humano. Sin más preámbulos, estas son algunas de las frases de Anaïs Nin más recordadas.

1. En el coraje está la medida
Una de las más bellas y exultantes frases de Anaïs Nin dice lo siguiente: “La vida se encoge o expande en proporción al coraje de uno”. Lo más interesante de la afirmación es que menciona al coraje como el gran determinante del grado de cobertura de la vida, por así decirlo.

Tiene toda la razón. El miedo tiene la particularidad de confinarnos a unos márgenes estrechos, bien sea de ideas o bien sea de espacios y vivencias. El coraje, en cambio, es la fuerza que nos lleva a cruzar fronteras y ampliar nuestra realidad.


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2. Las cosas como son
Esta es una de las frases de Anaïs Nin en la que reafirma esa tradición subjetivista de la que formaba parte. Señala: “No vemos las cosas como son, las vemos como nosotros somos”. En otras palabras, la realidad es una construcción personal.

Cada ser humano “filtra” la realidad, a partir de sus deseos, temores, historia persona, etc. Por eso mismo, lo que una persona define como “real”, no es exactamente equivalente a lo que otra persona define como tal. La subjetividad determina cómo ve las cosas cada quien.

3. Una de las frases de Anaïs Nin sobre el amor
Muchas de las frases de Anaïs Nin están dedicadas al amor. Esta, por ejemplo, dice: “No puedes salvar a la gente. Solo las puedes amar”. Nos muestra una perspectiva realista, por oposición a un punto de vista romántico sobre el amor.


En el romanticismo, el amor es la respuesta y la salvación. En realidad, cada quien debe lidiar con su destino, que es fruto de factores internos y externos. Nada ni nadie cambia esto. El amor verdadero, simplemente ama.

4. El mundo que cada quien construye
Muchas personas van por la vida creyendo que son los otros o el mundo los que deben cambiar para que la realidad sea más tolerable. Sin embargo, quien finalmente hace que la misma se pueda asimilar y digerir somos nosotros mismos.

Eso es lo que queda plasmado en esta frase: “Cuando haces a un mundo tolerable para ti mismo, haces un mundo tolerable para otros”. La tarea es construir un mundo tolerable para nosotros mismos. Con eso es más que suficiente para mejorar el mundo de los demás.

5. La muerte natural en el amor
Esta es otra de las bellas frases de Anaïs Nin sobre el amor: “El amor nunca muere de muerte natural. Muere porque no sabemos cómo reponer su fuente”. Lo más interesante de la afirmación es la referencia a la fuente.

El amor no nace de la nada, sino que hay factores o motivos que se combinan para que surja. En ese origen del amor también está su esencia. Así que si queremos que no muera, el objetivo es volver a lo esencial del mismo, una y otra vez.

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6. ¿Qué es la vergüenza?
Dice Anaïs Nin que: “La vergüenza es la mentira que alguien te contó de ti”. Es una observación muy aguda y profunda que desentraña la trama oculta de la vergüenza. Primero la define como una mentira y luego, como algo que parte de de los demás, no de uno mismo.

Hay vergüenza, porque simultáneamente hay una mirada de otro que señala. Es ese señalamiento el que nos lleva a sentir que lo propio no es digno, o que se debe ocultar. De ahí nace la vergüenza: del crédito que le damos a lo que alguien ve parcialmente de nosotros.

7. El miedo a la muerte
La muerte es un tema recurrente en la literatura. Anaïs Nin también reflexionó en torno a ella y a sus implicaciones. De ahí nace esta sencilla, pero contundente afirmación: “La gente que vive profundamente no tiene miedo de la muerte”.

El miedo a la muerte nace en gran medida de esa confrontación con la posibilidad de no ser. De diluirnos en la nada. Ese temor es más grande cuando no se ha explorado a fondo el pulso de la vida. Es algo así como el miedo a ya no poder ser jamás, lo que no se ha logrado ser.

Estas frases de Anaïs Nin son solo una pequeña muestra de la interesante obra de esta escritora, que desafió tabús y prejuicios. Tuvo el valor de vivir de acuerdo con su propio criterio y haciendo del amor un sentimiento universal y muy humano, que no tiene barreras.

Edith Sánchez
 
El Marqués de Sade, biografía de un ícono de la maldad

Lo que convirtió al Marqués de Sade en un ícono de la maldad fueron sus obras literarias. Aunque estas describen perversiones sexuales, no fue él quien las inventó y lo que su entorno no le perdonó fue exponer públicamente algo que ocurría solo en secreto.

El Marqués de Sade es una figura frente a la que existe un cúmulo de leyendas, la mayoría de ellas falsas o sin fundamento. Básicamente su gran “pecado” fue pensar en el s*x* y escribir sobre el s*x*, de una manera que desafiaba los tabúes y las hipocresías de su época.

Si lo que hubiera puesto en sus escritos fuera absurdo, o “loco”, como lo llamaron, simplemente hubiera sido ignorado. Las reacciones duras, y hasta violentas en su contra llevan a pensar que, muy por el contrario, su obra no era tan descabellada, sino que trataba acerca de aquello de lo que nadie quería hablar.


El cuerpo es el templo donde la naturaleza pide ser venerada”.

-Marqués de Sade-

El nombre del Marqués de Sade pasó a la historia porque se convirtió en la manera de nombrar una perversión sexual. El sadismo se define como la obtención de placer sexual, mediante actos de crueldad contra otra persona. Esto no es exactamente lo que está en las obras del famoso marqués, pero así quedó establecido por la historia.


La infancia y juventud del Marqués de Sade
El nombre del Marqués de Sade era Donatien Alphonse François de Sade. Nació en París el 2 de junio de 1740. Venía de una familia noble, emparentada con la dinastía Borbón. Debido a las labores de su padre como diplomático, desde los 4 años quedó a cargo de su abuela y de sus tías paternas.

Más adelante, uno de sus tíos, Jacques François Paul Aldonce de Sade, libertino reconocido, se lo llevó con él para encargarse de su educación. Se le asignó como tutor a Jacques Francois Amblet, quien lo acompañó durante gran parte de la vida.

Cuando el famoso Marqués de Sade tenía apenas 16 años, participó en una de las batallas de la Guerra de los Siete Años. Su actuación destacada lo llevó a convertirse en capitán en la caballería de Borgoña. Luego volvió a París y se le obligó a casarse con Renèe-Pélagie Cordier de Launay de Montreuil, a pesar de que estaba enamorado de otra joven. Poco después del matrimonio comenzaron los escándalos.


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La leyenda negra del Marqués de Sade
Poco después de su matrimonio, el Marqués de Sade comenzó formalmente su carrera como escritor. El 1763 fue arrestado durante 15 días, aparentemente por haber elaborado un escrito con alto contenido sexual. También por aquel entonces tuvo varias amantes y se rodeó frecuentemente de prost*tutas.

Dos años después, tuvo lugar el famoso escándalo de Arcueil. Según la prost*t*ta Rose Keller, el Marqués de Sade la había azotado y torturado. El hecho tuvo muchas repercusiones y la leyenda popular fue agregando detalles ficticios, hasta el punto de que realmente no se supo qué pasó. Sade pasó siete meses en prisión por ello.

Luego tuvo lugar el “caso de Marsella”. Sade fue acusado de sodomía y de intentar envenenar a unas prost*tutas. En realidad, les había dado un afrodisiaco, en medio de una orgía. Aunque nadie murió, de todas maneras se le acusó de intento de asesinato, fue preso y condenado a muerte. Duró 13 años confinado, primero en la prisión de Vincennes y luego en La Bastilla. Esto afectó su salud.

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Un final cruel
Con el triunfo de la Revolución Francesa, el Marqués de Sade fue enviado primero a un manicomio y luego dejado en libertad. Salió de prisión a los 51 años de edad y bastante maltratado físicamente. Sin embargo, en la época del terror, Robespierre volvió a condenarlo a muerte y se salvó de milagro de la guillotina. Al salir de prisión quedó prácticamente en la indigencia.

Sus obras despertaban enorme aprehensión, ya que en ellas describía violaciones sexuales, parafilias y toda suerte de perversiones. Napoleón en persona arrojó la novela Justine a la hoguera y dijo que era “el libro más abominable jamás engendrado”. También en aquella época muchos de los escritos del Marqués de Sade fueron destruidos, por lo que buena parte de su obra se perdió.

En 1801, el régimen napoleónico lo acusó de “demencia libertina” y lo confinó en un asilo para locos. Su familia quemó lo que quedaba de su obra, cuando el Marqués de Sade murió, en 1814.

Varias generaciones de escritores, especialmente los de la corriente surrealista, rescataron la obra de Sade y le otorgaron un gran valor. Hasta el día de hoy, las opiniones sobre su trabajo literario no son unánimes. Mientras Breton lo llamó “El divino Marqués”, Bataille señaló que su obra era una apología del crimen.

Por Edith Sánchez
 
El anillo, un cuento sobre el valor de las cosas

En el cuento sobre el valor de las cosas hay una enseñanza muy importante: no todo el mundo sabe apreciar cuan valioso es algo. A primera vista, muchas veces esto pasa desapercibido. Por eso no hay que darle tanto crédito a los juicios de quienes solo ven las apariencias.

Este es un cuento sobre el valor de las cosas que nos permite también hablar acerca del valor de las personas. La historia comienza en un país lejano en el que vivía un hombre sabio al que todos llamaban “el maestro”. Eran muchos los que acudían a él para recibir sus consejos, que siempre eran acertados y provechosos.

El maestro era también un artesano muy hábil, que hacía objetos preciosos, muy apetecidos por todos. Una mañana llegó hasta su taller un joven bastante compungido. Se acercó al maestro y le dijo que se sentía muy desdichado. “Todos dicen que soy bastante tonto y no tengo ninguna habilidad”, dijo el muchacho. “¿Cómo puedo cambiar, qué debo hacer para convertirme en alguien que realmente valga la pena?”, preguntó.


El maestro ni siquiera lo miró. Le dijo que de momento no podía ayudarle de ningún modo, pues él también tenía un problema y debía ocuparse en solucionarlo, antes de ayudar a otro a resolver sus problemas. Dice el cuento sobre el valor de las cosas, que el joven quedó desconcertado por la respuesta.

Las cosas no valen sino lo que se las hace valer”.

-Molière-


Un trato interesante
El maestro esperó un momento y luego dijo: “Claro que si resuelvo mi problema, con mucho gusto podría ayudarte. Quizás, si me ayudas, podría salir más rápido del atolladero en el que estoy y de esa forma también podría ayudarte con más prontitud”. Al joven se le iluminaron los ojos y por primera vez sonrió. “¡Claro!”, dijo. “Solamente dime qué puedo hacer por ti y estaré encantado de ayudarte”, agregó. En el fondo, sin embargo, le dolió que sus necesidades siempre fueran postergadas.

Dice el cuento sobre el valor de las cosas que una vez se pusieron de acuerdo, el maestro se quitó un anillo que llevaba en su dedo meñique. Luego se lo mostró al joven y le dijo que le urgía vender esa joya. Necesitaba pagar una deuda y solo disponía de ese objeto valioso.

Le pidió, entonces, que le ayudara a vender ese anillo, advirtiéndole que el objetivo era lograr que les pagaran la suma más alta posible por la joya. “No aceptes por él menos de una moneda de oro, le advirtió. Luego le señaló un caballo que estaba en el establo y le dijo que lo tomara y cabalgara lo más rápido posible hacia el mercado más próximo. Tan pronto como volviera, él se ocuparía de ayudarle a resolver su problema.


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Una venta difícil
Dice el cuento sobre el valor de las cosas que el joven partió rápidamente, con la intención de resolver el asunto en el menor tiempo posible. Al llegar al mercado, comenzó a ofrecer el anillo. Algunos comerciantes se mostraban interesados, pero cuando el muchacho les decía el precio, estallaban en risas, o daban la espalda.

Al final, un hombre mayor le señaló que estaba pidiendo un precio muy alto por un anillo tan pequeño. Nadie le pagaría lo que él estaba pidiendo. El anciano le ofreció una moneda de plata y una pieza de cobre por la joya, pero el joven no aceptó.

Estuvo todo el día intentando vender el anillo, pero fue imposible. Lo ofreció a más de 100 comerciantes, pero el resultado era siempre el mismo. Abatido por el choque de sus expectativas con la realidad, montó de nuevo en el caballo y regresó al taller del maestro.

El desenlace del cuento sobre el valor de las cosas
El joven llegó cabizbajo y le contó al maestro lo que había ocurrido. “Creo que este anillo, a lo sumo, vale un par de monedas de plata”, dijo. “Y tampoco quiero engañar a la gente, mintiéndoles sobre el valor del anillo”, agregó. El maestro se puso feliz. Lo felicitó por su esfuerzo y su actitud. Sin embargo, le recalcó algo: como bien lo decía, ni siquiera él mismo sabía cuál era el valor del anillo. Lo mejor entonces era llevarlo a un experto para que lo tasara.

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El muchacho se desplazó hasta una de las joyerías más prestigiosas. Después de presentarse, le pidió al tendero que le dijera por cuánto estaba dispuesto a comprar la joya. Según el cuento sobre el valor de las cosas, el joyero examinó la pieza con mucha atención. Luego dijo: “No puedo darte más de 58 monedas de oro por este anillo. El muchacho quedó sorprendido. Sin dudarlo, volvió rápidamente al taller del maestro.

Llegó al lugar y le contó emocionado lo que había sucedido. Entonces el maestro le dijo: “Tú eres como este anillo. Una joya valiosa y única, pero de eso solamente puede darse cuenta un experto. Nadie puede a simple vista detectar el verdadero valor de las cosas. Eres tú quien debe conocer ese valor, antes de darle crédito a lo que dicen los demás”. Luego, el maestro volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique.

Por Edith Sánchez
 
Tumushido, un hermoso cuento popular de oriente

Este hermoso cuento popular de oriente se divide en dos partes. Cada una de ellas tiene su propia enseñanza, pero un solo protagonista: el maestro Tumushido. Un anciano muy sabio, que vivió hace miles de años y que aún se recuerda por todo lo que enseñó.

La primera parte de la historia dice que había un imponente samurái en una aldea lejana. Era uno de los más fieros guerreros de la comarca. Todos los conocían porque era extremadamente irascible. No toleraba que nadie le llevara la contraria y tenía un orgullo exagerado.


La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”.

-Michelle de la Montaigne-

El samurái reaccionaba con tal fiereza y agilidad, que todos le temían. Si alguien lo contrariaba, simplemente sacaba su sable y de inmediato cualquiera se intimidaba. Este guerrero se fue de viaje y pasó por una pequeña aldea en la que todos los habitantes parecían apresurados y se dirigían hacia un mismo lugar.


El maestro Tumushido
Intrigado por lo que estaba ocurriendo, el samurái detuvo a uno de los hombres que corría presurosamente. Le preguntó qué pasaba. El hombre le dijo que todos iban hacia la casa del maestro Tumushido. El samurái estaba extrañado.

¿Quién es el maestro Tumushido?”, dijo luego. El hombre se sorprendió. No podía creer que no hubiera escuchado hablar de él. “Es el más sabio de los maestros. Todas las tardes, a esta hora, nos brinda sus enseñanzas. Y toda la gente de la aldea acude a escucharlo”.

El samurái sintió curiosidad. Jamás había oído hablar del maestro Tumushido, pero evidentemente era alguien que todos respetaban. Su soberbia y su orgullo se encendieron. No toleraba ni pensar que alguien pudiera ser superior a él.

El encuentro con el maestro
El samurái no aguantó. Tenía que escuchar al maestro Tumushido, para ver si ameritaba la fama que tenía. Se desplazó entonces hasta donde estaba toda la aldea reunida. Cuando llegó, el maestro estaba diciendo que la palabra era la fuerza más poderosa de la Tierra.


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El samurái le gritó airadamente: “¡Eres un completo tonto! ¡La fuerza más grande del mundo es la espada, hombre ignorante!” El maestro Tumushido entonces se levantó de su silla y gritó: “¡Cómo dices eso! ¡Eres un estúpido! A leguas se ve lo ignorante que eres!

Al escuchar esto, el samurái se puso furioso. Saltó del lugar en donde estaba, con el sable en la mano, tomó al maestro y amenazó con degollarlo. Tumushido entonces comenzó a rogar por su vida. “No me mates, valiente samurái. Perdona mi ofensa. He descubierto que tu espada es lo más poderoso de la tierra”. El guerrero entonces se calmó. “Te perdono la vida. Eres un buen hombre”, dijo.

Entonces, el maestro Tumushido se incorporó y luego dijo: “La palabra es la fuerza más poderosa de la Tierra. ¿Viste cómo te he dominado a través de ella? Quería que me atacaras y lo hiciste. Luego quise que te calmaras y también me obedeciste”.

El segundo samurái
Cuando un segundo samurái escuchó la historia anterior, sintió que la curiosidad lo invadía. Quería conocer a aquel hombre sabio y demostrarle que él no podía ser dominado por la fuerza de la palabra. Así, se dirigió a la aldea, convencido de poder demostrar que Tumushido era solo un farsante.

Cuando llegó a la aldea, el maestro Tumushido estaba en el centro de la plaza. Le hablaba a un grupo de gente que lo escuchaba. El segundo samurái se confundió entre la multitud. Cuando nadie lo esperaba, lanzó un grito terrible que asustó a todos. “¡Te desafío viejo farsante! ¡Si eres tan sabio y poderoso, también podrás batirte contra mí y salir airoso!” El maestro lo miró un momento. Luego hizo una venia, en señal de que aceptaba el reto.

Todos los presentes hicieron un círculo. En la mitad quedaron el segundo samurái y el maestro Tumushido. Este último cerró los ojos y se sentó, en actitud sumisa. El guerrero pensó que se había intimidado y entonces quiso provocarlo. Comenzó a gritarle los peores insultos que conocía. Aún así, el maestro no reaccionaba. Duró varias horas haciendo esto, hasta que se cansó. Luego se fue, exhausto, indicando que en verdad el viejo solo era un farsante.

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Cuando se marchó el segundo samurái la gente estaba desconcertada. “¿Cómo es posible que te hayas dejado insultar de esa manera, sin reaccionar?”, le preguntaron. “Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo?”, preguntó el maestro Tumushido. “A quien quiso entregarlo”, respondió un joven. “Pues lo mismo vale para la ira, los insultos y el odio. Cuando no son aceptados siguen perteneciendo a quien los traía consigo”, replicó el maestro.

Por Edith Sánchez
 
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El árbol de corazones
En un país muy lejano, muy desconocido y diferente a cuanto conocemos, se encontraba en la pradera de colores el árbol de corazones.


Era uno de los ejemplares más admirados y queridos de todo el país, no sólo por su belleza sino por su significado para todos.


Era el árbol de las mil historias y las mil leyendas, y tal como citaba una de ellas, era un árbol muy especial, no era como cuantos conocemos en nuestro mundo, tenía el tronco de color naranja y la copa de sus hojas estaba formada por miles de corazones multicolores, todo ello cubierto por un halo de brillo y majestuosidad. Cada una de sus hojas de corazón tenía una finalidad, las de color amarillo eran las destinadas a la familia, las de color blanco las de la amistad, las de color rojo las del amor, las del color verde de la naturaleza, las de color azul de la pureza de espíritu y las de color malva eran muy reservadas, eran las de los afligidos y la tristeza. Es por ello que había pocas hojas de este color, pues se trataba de un árbol de buenos y nobles sentimientos, pero no todo el mundo albergaba en lo más profundo de su corazón tales proezas.


Así nuestro querido árbol de corazones estaba en continuo contacto con el mundo que lo rodeaba, y por ello siempre estaba observando todos los sentimientos que afloraban en cada uno de los universos paralelos que tenía a su alrededor, guardando así el equilibrio entre ellos y las gentes que lo habitaban.


Pero un buen día todo cambió, parecía una mañana como otra cualquiera pero el cielo había amanecido gris, un profundo olor azufre recorría toda la pradera, el viento era demasiado cálido para la época en la que nos encontrábamos, las nubes parecían casi negras y todo acontecía muy diferente a cualquiera de los días vividos con anterioridad.


Así fue transcurriendo el día, y en la lejanía se vio aparecer a Pipi, era un lindo pajarito del paraíso de color negro y turquesa, era de las más bellas aves de cuantas existía, y como su nombre indicaba venía del paraíso, del edén, y venía muy apesadumbrado.


– Mi querido Pipi ¿qué es lo que enturbia tus pensamientos? Preguntó el árbol de corazones totalmente desconcertado.


– Árbol de corazones debes de ayudarnos, vengo del Paraíso y hay un gran estruendo formado por los mundos que nos rodean, están contagiados unos de otros de falta de buenos sentimientos, el universo se tambalea y con él la existencia que los guarda, ya no hay esperanza, todos lloran y buscan consuelo sin hallarlo, eres tú mi única llave a la alegría que se nos esconde


El árbol de corazones muy atento escuchaba cuanto le estaba diciendo su amable amiguito.
Pipi estaba triste y abatido, más sabía lo que significaba pedirle tanto al árbol de corazones


Así, interrumpiendo los pensamientos de nuestro pájaro del paraíso, árbol de corazones mirando con cariño a su fiel amiguito alado, sabía cuánto tenía que hacer.


Mientras el aire se hacía más turbio e irrespirable, empezó a temblar moviendo así todas y cada una de sus hojas corazón multicolores, Pipi al mismo tiempo alrededor de él iba batiendo con fuerza sus alas, de esta manera cada una de las hojas de árbol de corazones empezaron a desprenderse de él, y una suave brisa fue trasladando y meciendo a cada uno de estos corazones de colores, el aire se hacía cada vez más puro, las nubes iban blanqueando su color, y la pradera poco a poco iba luciendo en todo su esplendor.


Pipi sollozando seguía moviendo rítmicamente sus pequeñas y lindas alitas, hasta que sólo quedó una hoja corazón en la parte más alta del árbol de corazones, y Pipi paró sin pensárselo, su querido amigo había perdido todos los colores que lo formaban, incluso el tronco se había coloreado de gris, y sólo la hojita corazón de color rojo le daba un toque de color, árbol estaba realmente cansado y agotado por tanto esfuerzo, así, mirando con cariño a Pipi, le dijo.


– Mi querido y fiel amigo, he aquí dónde se separaban nuestros caminos, dónde se distancian para nunca volver, mientras el mundo rejuvenece con brotes nuevos de bellos sentimientos de arrebatadores colores, yo envejezco y muero Pipi, sabía lo que estaba diciendo, más no quería que aquello ocurriera, así mientras sollozaba sin consuelo alguno fue entonando una linda melodía.


De repente los cielos se abrieron y aparecieron miles de aves del paraíso, cada una de un color diferente tornando el cielo de un gran arco iris alado, todos se fueron aproximando al árbol de corazones y junto con Pipi, cada uno fue cogiendo un minúsculo trocito de hoja de corazón roja, y volando por toda la pradera las aves fueron soltando el pedacito que habían cogido del árbol de corazones, el sol brilló como nunca y poco a poco fueron brotando pequeños arbolitos de corazones por toda la pradera, no quedando un hueco sin cubrir.


Así mientras el gran árbol de corazones se iba marchitando, iban floreciendo miles de árboles de corazones adornando aquel paraje, cubriéndolo con los mejores sentimientos de los universos, con una nueva hoja que tenía todos los colores, la hoja de la Esperanza, que habitaba en todos los nuevos árboles de corazones así como los mundos que los rodeaban, gracias al gran sacrificio y esfuerzo del primer gran Árbol de Corazones.


Fin

Por Elena Ramírez Martínez
 
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