Literatura, filosofía y espiritualidad

Todo tiene una razón de ser [??]…Destino


Destino : es la supuesta fuerza sobrenatural que guía las vidas de los hombres de forma necesaria y, a menudo, fatal.
En la cultura occidental la mayoría de las religiones han creído en formas de destino, especialmente relacionada con la predestinación.
El destino es un constructo metafísico y, como tal, está sometido a interpretaciones.
El destino sería la sucesión incognoscible e inevitable de acontecimientos que ocurren en diferente lugar y tiempo cuya consecuencia es uno o más hechos futuros, así como la red de posibilidades del futuro a causa de las acciones presentes y los acontecimientos pasados.
Se relacionaría con la teoría de causalidad, que afirma que «toda acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la misma reacción», a menos que se combinen varias causas entre sí haciendo impredecible a nuestros ojos el resultado.
Nada existe por azar al igual que nada se crea de la nada.
Todo tiene una causa, y si tiene una causa estaba predestinado a existir desde el momento en que la causa surgió. Debido a que la inmensa cantidad de causas es impensablemente inmensa, nos es imposible conocerlas todas y enlazarlas entre sí.
Desde un punto de vista religioso el destino es un plan creado por Dios, por lo que no puede ser modificado de ninguna manera.
Los griegos llamaban al destino «Anagké» y lo consideraban una fuerza superior no solo a los hombres sino incluso a los mismos dioses. El destino era Moira (rebautizada como Fatum para la mitología Romana).


—————–


Todos, alguna vez, en algún momento nos hemos preguntado:
¿Qué hago aquí?!! :O ¿ Qué motivo, con que objetivo he venido a parar a este mundo? ¿Cuál es el sentido de la vida?, Si todo sucede por un motivo, ¿cual es el mio?
Si todo sucede por una razón ¿cual será mi destino? ¿existe el destino? ¿A qué llamamos destino? ¿Todo mi pasado, presente y futuro ya estaba escrito?


Nada es por azar, todo, absolutamente todo sucede por alguna razón, la veamos o no. Nada es Casualidad, sino CAUSALIDAD.
Generalmente, suele ser dificil de comprender que todo lo que nos sucede, cada cosa que nos acontece tiene algo que enseñarnos.
Cada hecho, cada persona que cruza en nuestro camino, que llega a nuestra vida nos deja algo, nos marca de cierta manera.
Hay personas que llegan y pasan velozmente, como una estrella fugaz, pero dejando su luz al pasar…otras permanecen, y al reflejarnos en sus ojos, podemos saber de algún modo que afectarán nuestra vida de una manera profunda.
A menudo , pasamos por experiencias difíciles, inexplicables y hasta injustas ante nuestros ojos, horribles, dolorosas, pero, ¿sin ellas nunca alcanzariamos nuestro potencial, la fuerza, el poder del corazón?
¿Eso pasa porque debe ser así? ¿para enseñarnos una lección , para descubrir quienes somos? ¿o sólo sucede e intentamos darle una explicación y sentido a cosas que, definitivamente no lo tienen?
Podemos negarnos o resistirnos al pasar por estas situaciones, sintiendonos victimas del Destino, Dios, el azar, o como quieras llamarlo o
podemos aceptarlas, confiando en que, aunque aún no lo percibamos, tienen algún sentido positivo para uno, y seguramente así será, porque, sin dudarlo, las experiencias más difíciles son las que más avances nos permiten experimentar.


Albert Einstein decia que “El universo no juega a los dados con nosotros”
Por lo tanto, el azar no existe…
Cuantas veces sucede que uno se empecina con alcanzar algo, nos hemos propuesto a lograr determinado objetivo, poniendo lo mejor de nosotros mismos y, sin embargo, todo parece resistirse a que alcancemos dicha meta, pareciese como si el destino nos desafiara…y la cosecha es un resultado diferente al que buscamos, hagamos lo que hagamos, una y otra, y otra vez


Carl Jung, define al destino como “aquello de nosotros mismos que no conocemos”
Entonces, ¿el destino tiene que ver con uno mismo y la sumatoria de factores agenos?
De ser asi, el destino sería un conjunto de experiencias que Uno elige vivir, y Tú y nadie más que Tú eres el artífice de tu destino.


“Todo lo existente, es un constante flujo de conocimientos que va y viene y a veces jamás interpretamos, pero, aún así, no deja de existir”


Tú? que piensas del destino??

Por El aleteo de una mariposa
 
Última edición por un moderador:
Compromiso

“Imaginen la vida como un juego en el que ustedes hacen malabarismos con cinco bolas que arrojan al aire. Son el trabajo, la familia, la salud, los amigos y el espíritu. Pronto se darán cuenta de . que el trabajo es una bola de goma. Si se cae, rebota.
Pero las otras cuatro bolas: familia, salud, amigos y espíritu, son de vidrio. Si dejan caer una de esas van a quedar irrevocablemente dañadas, rayadas, rajadas o rotas. Nunca volverán a ser las mismas. Compréndanlo y busquen el equilibrio en la vida.
¿Cómo?
No disminuyan su propio valor comparándose con otros. Es porque somos todos diferentes, y cada uno de nosotros es especial.
No fijen sus objetivos en razón de lo que otros consideran importante.
Sólo ustedes están en condiciones de elegir lo que es mejor para ustedes.
No den por supuestas las cosas más queridas por su corazón.
Apéguense a ellas como a la vida misma, porque sin ellas la vida carece de sentido.
No dejen que la vida se les escurra entre los dedos por vivir en el pasado o para el futuro.
Si viven un día a la vez, vivirán TODOS los días de su vida.
No abandonen cuando todavía son capaces de un esfuerzo más.
Nada termina hasta el momento en que uno deja de intentar.
No teman admitir que no son perfectos. Ese es el frágil hilo que nos mantiene unidos.
No teman enfrentar riesgos. Es corriendo riesgos que aprendemos a ser valientes.
No excluyan de sus vidas al amor diciendo que no se lo puede encontrar. La mejor forma de recibir amor es darlo; la f0rma mas rápida de quedarse sin amor es aferrarlo demasiado; y la mejor forma de mantener el amor es darle alas.
No corran tanto por la vida que lleguen a olvidar no sólo dónde han estado sino también adónde van.
No olviden que la mayor necesidad emocional de una persona es la de sentirse apreciado.
No teman aprender. El conocimiento es liviano, es un tesoro que se lleva fácilmente.
No usen imprudentemente el tiempo o las palabras. No se pueden recuperar.

La vida no es una carrera, sino un viaje que debe ser disfrutado a cada paso. Ayer es historia, Mañana es misterio y Hoy es un regalo: por eso se lo llama “el Presente“.

El aleteo de la mariposa
 
Última edición por un moderador:
Los enigmas del azar

Nicholas Rescher




La suerte y lo inesperado



Vivimos en un mundo en el que nuestras intenciones y nuestros objetivos, nuestros "proyectos más elaborados y mejor diseñados", y, en definitiva, nuestra vida misma están a merced del puro azar y la contingencia inescrutable. En un mundo así, en el que somos nosotros los que disponemos, pero el destino dispone, en el que los resultados de gran parte de nuestras acciones depende de "circunstancias que escapan a nuestro control", la suerte está destinada a desempeñar un papel decisivo en el drama humano.

Es posible que nunca lleguemos a ser conscientes de lo afortunados que somos en realidad. En cada paso que damos el azar puede intervenir para bien o para mal. Se sabe que nos libramos de la muerte al menos una docena de veces al día al no inhalar un microbio mortal, o al no pisar una piedra que nos haría resbalar y chocar contra un autobús en marcha. La suerte es, pues, un factor omnipresente y formidable en la vida humana tal y como la conocemos, un compañero que, queramos o no, nos acompaña desde la cuna hasta la tumba.

La suerte entra en juego cuando las cosas que son importantes para nosotros acontecen de forma fortuita, por pura casualidad. "Importante" quiere decir en este contexto que nos acarrean beneficios o perjuicios. A veces, necesitamos del transcurso del tiempo para saber con certeza si un beneficio es tal. Por ejemplo, no se puede pronosticar el éxito o el fracaso de un matrimonio el mismo día de la boda. De la misma forma, sólo una consideración retrospectiva podrá juzgar el resultado de un encuentro entre un hombre y una mujer. Generalmente, sin embargo, tendemos a evaluar lo bueno y lo malo a corto plazo, sin preocuparnos demasiado por "cómo terminará". (Después de todo, tal y como afirmó John Maynard Keynes "a la larga nos morimos todos".

La suerte gira en torno a lo impredecible. En un mundo en el que todo estuviera previsto de acuerdo con un plan dado, no cabría la suerte. Pero nosotros vivimos en un mundo totalmente distinto. Las cosas nos pueden ir bien o mal y ello depende de condiciones y circunstancias que escapan totalmente a nuestro control cognitivo o manipulador. Tuvo verdaderamente mala suerte la España de Felipe II al dispersarse "La Armada Invencible" en el transcurso de una tormenta en el Canal de la Mancha. Sin embargo le vino muy bien a la Reina Isabel. La suerte, buena o mala, afecta tanto a los individuos particulares como a los grupos (piénsese en los judíos polacos, o en los pasajeros del Titanic). No hay forma de librarse de ella en este mundo. El traer niños a este mundo no es hacerlos rehenes de la fortuna, pero sí entraña una apuesta. Donde quiera que invirtamos nuestras esperanzas y objetivos e intenciones, y cualquiera que sean nuestras expectativas, planes y aspiraciones, la fortuna entra en juego para hacer que nuestros sueños se hagan realidad o para frustrar nuestros deseos. Los planes más estudiados, como el del ratón de Robert Burn fracasan ("gang aft agley",(1)) , y ocurre así por razones que escapan totalmente a nuestro control y a nuestro entendimiento. Jugamos nuestras cartas lo mejor que podemos, pero el resultado depende de lo que hace el resto de los jugadores en el sistema, ya se trate de la capacidad de la gente o de las fuerzas de la naturaleza. Vivimos la vida entre esperanzas y temores. Las cosas salen de tal forma que pueden redundar en nuestro bienestar o en nuestro infortunio sin que nosotros podamos preverlo o controlarlo. Y es justamente ahí donde el factor suerte recorre un camino inexorable en el dominio de los asuntos humanos. A menudo la vida de una persona es una cadena formada de eslabones de suerte. Las influencias personales de la juventud que ayudan a tomar decisiones respecto a qué carrera seguir, las contingencias que determinan el propio puesto de trabajo, los encuentros casuales que nos conducen al matrimonio, etc., constituyen ejemplos de lo que es la suerte.

El papel del azar en los asuntos humanos ha sido un tema ampliamente debatido en profundidad entre los filósofos. En la Grecia Helenística, los teóricos debatían incansablemente sobre el papel de la "e i m a r m e n h ", el destino insondable que implacablemente gobierna los asuntos de dioses y hombres, sin tener en cuenta sus deseos o sus acciones. Los Padres de la Iglesia lucharon poderosamente para combatir el canto de la sirena que constituían las ideas del azar y el destino, potencias que invitaban a la superstición. (San Agustín detestaba la palabra destino). El tema de la buena o la mala fortuna, junto con la cuestión de hasta qué punto controlamos nuestro destino en este mundo, volvió a ponerse de relieve en el Renacimiento, cuando los estudiosos volvieron a obsesionarse con los asuntos del destino humano planteados por Cicerón y San Agustín. Y el tema, sin lugar a dudas, tiene un amplio y largo futuro ante sí, puesto que es indudable que, mientras continúe la vida humana, la suerte tendrá un papel destacado en todo lo que a ella se refiera.

Los desastres representan una bifurcación destacada en la rueda de la fortuna en tanto que dividen a quienes les afecta en dos: los afortunados y los desafortunados, las víctimas y los supervivientes. (Piénsese en los aristócratas de la Revolución Francesa o los judíos europeos en la época de Hitler), los gulags de la Unión Soviética de Stalin, los pasajeros de un avión que se estrella o los de un barco que se hunde). Cuando nos golpea una tragedia nos enfrentamos a una de las estampidas de la historia que nos empuja y arrastra, lo queramos o no, en una u otra dirección, del bando de los afortunados o de los desafortunados. Es la forma más clara que tiene el ser humano de reconocer el papel que desempeña la fortuna, ya que nos hace apreciar la contingencia de los triunfos humanos y de los desastres. "Voy a donde me conducen los dictados de la fortuna" es un pensamiento humilde que nos invita a una reflexión muy saludable para todos nosotros. La cuestión clave (tanto para los afortunados como para los desafortunados) es ¿por qué yo?, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Por supuesto, la ironía es que la respuesta apropiada y correcta a dicha pregunta es: nada. Se trata simple y llanamente de un asunto de mera casualidad fortuita. Ocurre que, dada nuestra tendencia natural humana a pensar que vivimos en un mundo racional, creemos que existe siempre una última razón por la que las cosas ocurren de la forma en que ocurren. Cuando las cosas salen mal nos invade un sentimiento de culpa y de carga. (¿Por qué he sido elegido? Mientras que cuando todo sale bien nos preguntamos: ¿qué es lo que tengo que hacer ahora para hacerme merecedor de lo que me ocurre? Ambas reacciones son absolutamente normales, pero totalmente inútiles. En definitiva, la única actitud racional es sentarse cómodamente en la silla de la vida y aceptar la idea del azar como tal. En el fondo nos damos cuenta perfectamente bien de que no funciona siguiendo una razón o un ritmo compensador. Unas veces con ironía y otras en el sentido más literal, utilizamos el consuelo de "¡Qué haya suerte la próxima vez!".

En un mundo en el que no se puede evitar vivir sumergido en cierto grado de incertidumbre, en el que por alguna extraña razón las consecuencias de nuestras acciones o de nuestras omisiones están sustancialmente más allá de nuestro alcance profético, el hecho de confiar en la suerte es, en cierta medida, inevitable. Nuestras acciones pueden hacer propuestas al mundo, pero sus consecuencias, para bien o para mal, están casi fuera del alcance de nuestro conocimiento y control. Ya sea para bien o para mal, aquello que le ocurre realmente a la gente es con demasiada frecuencia un asunto de suerte.

Al igual que una herencia inesperada, la buena suerte nos llega por regla general inopidadamente, "por arte de magia". A veces para asegurarnos tomamos medidas preparatorias y preliminares para ponernos en el camino de la suerte. Es imposible ganar dinero a la lotería si no hemos jugado previamente, o no se pude hacer dinero en las carreras si no se apuesta. Algunas veces se trata de estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Pero con frecuencia es poco o nada lo que hay que hacer. Para escapar por los pelos, por ejemplo, simplemente hay que evitar, con un margen lo suficientemente estrecho, estar en el lugar inadecuado en el momento inoportuno. Por supuesto, se puede decir lo mismo con respecto a la mala suerte.

Con frecuencia es únicamente la suerte la que determina el estatus y el significado de nuestras acciones. Ese salto en el vacío, ¿fue un golpe genial, o el principio del fin? ¿La confesión de Juan fue un gesto inútil o se trató de un acto sincero de expiación? La decisión de Henry de regresar a los EEUU en un intento por evitar el precipitado matrimonio de Mary, ¿fue un movimiento inteligente o un paso hacia el desastre? Todo depende. Qué descripción se adapta mejor a un acto dependerá del resultado, y el resultado con demasiada frecuencia depende de cómo las cosas ocurren por casualidad, esto, por mera suerte.

Puede ser simplemente por casualidad o por un antojo cualquiera por lo que terminamos reservando nuestro billete en el Mauritania o en el Titanic para nuestro viaje de regreso. Pero qué camino toma nuestra decisión puede ser "determinante en el mundo." En esta vida no somos dueños de nuestro destino o más bien, lo somos, pero en una porción muy limitada. La mano de la contingencia imprevista está presente en todo lugar. La idea clásica según la cual "el carácter es el destino" es muy problemática en todas sus versiones, porque en mayor medida de lo que nos gustaría admitir, es la suerte más que la naturaleza la que determina lo que llegamos a ser en este mundo. Bajo la influencia de la filosofía estoica y epicúrea, algunos de los antiguos romanos concibieron al hombre como dueño de su propio destino. Pero un punto de vista totalmente diferente gozaba también de mucho predicamento. Según éste estamos a merced de fuerzas que escapan a nuestro control: el destino tiene sus propias mañas para con nosotros, lo queramos o no. "Los dioses nos golpean como si fuéramos pelotas" afirma Plauto. Y Shakespeare dice que somos bufones en la corte del reino del azar, regido por un monarca déspota que nos obliga a bailar al son de su látigo. Algunos de los riesgos que corremos son fruto de nuestra actividad, pero gran parte de lo que nos acontece nos llega sin ser bienvenido ni haber sido invitado; aspectos simplemente inevitables de la vida en un mundo incierto y a menudo poco amistoso.

No existe un equilibrio de la suerte en el curso natural de las cosas. El terrorista, que va a colocar una bomba en un establecimiento que está abarrotado de gente y le explota a él en el coche, tienen mala suerte. Pero gracias a su "mala suerte" hay mucha gente que la tiene buena.

Con frecuencia al elegir a una adinerada que compite con otra pretendiente, por ejemplo, o al escapar ileso de una explosión gracias al escudo humano de cualquier otra persona, la buena suerte de uno es a costa de la mala suerte de otro. X, sin darse cuenta, deja caer un billete de $100, Y se lo encuentra, suerte para él, pero mala para el que lo perdió. Pero, por supuesto, no siempre ocurre así; la buena suerte puede también no ocasionar víctimas. La persona que encuentra petróleo en su jardín es realmente afortunada sin serlo a expensas de nadie. La vida no es un juego de suma cero en el que la fortuna de uno es siempre a costa de otros. Si por mera casualidad el mundo se libra de una epidemia apocalíptica o de una guerra nuclear, todos somos afortunados sin que haya desafortunados que tengan que pagar un precio por ello.



Cómo funciona la suerte

La suerte en sí tiene que ver con que las cosas salgan bien o mal para alguien de forma fortuita e imprevista. El diccionario inglés de Oxford define el término de la siguiente manera: "el acontecer fortuito de un suceso favorable o adverso para los intereses de una persona". La suerte está de nuestra parte siempre que las cosas nos salgan bien inesperadamente (que nuestros deseos se hagan realidad o que favorezcan nuestros intereses) o todo lo contrario, esto es, en circunstancias donde no tenemos razones suficientes para esperar algo con confianza porque no podemos prever con certeza ni controlar el resultado. Los frutos de la suerte (sean buenos o malos) son en consecuencia inciertos. Si algo que nosotros no podemos anticipar con seguridad, y mucho menos controlar de forma unilateral, nos es favorable, en ese caso tenemos suerte, si resulta en perjuicio nuestro, en este caso no la tenemos. Con suerte nos encontramos en una situación en la que el resultado de todos nuestros intentos y propósitos depende de la casualidad. Por ejemplo, el ladrón de bancos, que es reconocido por un guardia de seguridad que casualmente es nuevo en el puesto, y que conocía ya a este ladrón porque lo había visto actuar previamente en otra sucursal, no tiene suerte.

Mientras que la buena suerte tiene normalmente que ver con que los acontecimientos nos sean favorables (o adversos si fracasan) de forma inopidada, "por casualidad", no tiene por qué necesariamente ser "probable". A veces la gente tiene suerte incluso cuando cuentan con ventaja. Jones jugó a la ruleta rusa y está vivo para contárnoslo. Tuvo suerte a pesar de que únicamente una de las seis recámaras de su revolver estaban cargados de forma que las probabilidades favorecían su supervivencia. Fue sólo "por casualidad" que el juego le saliera bien. Alguien que sale ileso de un accidente serio tiene suerte, incluso si en el accidente estaban involucradas más personas, y la mayoría de ellas consiguieron sobrevivir (por ejemplo, en este caso sobrevivir era probable). Decimos que ha tenido suerte puesto que fue solamente por casualidad que nuestro superviviente estuvo entre los afortunados y no entre los desafortunados. Es más, cuando el número de probabilidades es muy elevado y el lugar que le queda a la casualidad es mínimo, sería más preciso hablar de fortuna más que de suerte. (El que gana a la lotería tiene suerte, el que pierde no es que no la tenga, sino que ha sido desafortunado)

La suerte interrumpe el devenir normal de los acontecimientos. En consecuencia, no tenemos ciertamente derecho a esperar que "la suerte nos sonría". Es precisamente porque vivimos en un mundo en el que las cosas no salen normalmente así por lo que tendemos a pensar que cuando los acontecimientos nos son favorables es algo extraordinario, y por ello decimos que "hemos tenido un golpe de suerte". Tener "una racha de buena suerte es más inusual y por lo tanto, merece la pena que se celebre.

Tenemos suerte sobre todo siempre que los acontecimientos nos sean favorables inesperadamente y sin haber planeado nada al respecto, y lo somos muy especialmente cuando nos ocurre en contra de todo pronóstico. Si pierdes una aguja en un pajar y la encuentras en el primer montón de heno en el que buscas, has tenido suerte. Para hablar de suerte un acontecimiento tiene que ocurrir en contra de todo pronóstico digno de confianza. El que gana a la lotería tiene suerte, pero el que pierde, sabiendo la baja probabilidad de ganar, no tiene ningún derecho a decir que ha tenido mala suerte, a pesar de que en cierto sentido haya sido desafortunado. "Tendría que haberlo visto venir" puesto que se trataba de algo altamente probable; era de esperar y no le debería haber sorprendido en absoluto. Según las estadísticas, habría que volar diariamente durante 4.000 años en un vuelo regular para esperar que ocurriese un accidente (e incluso en este caso uno tendría posibilidades de sobrevivir). Así que no podemos hablar de suerte si llegamos a nuestro destino sanos y salvos, aunque eso sí, por supuesto que tendríamos mala suerte si sufriéramos un contratiempo.

Según esto, la suerte implica la imposibilidad de la predicción. Pero un análisis que determine cuándo un acontecimiento se puede calificar de afortunado debe elegir entre una de las siguientes alternativas: (1) que sea racionalmente impredecible, (2) que sea de hecho inesperado para los sujetos afectados, y (3) en circunstancias normales, que sea racionalmente impredecible para los beneficiarios, aunque en principio puede ser predecible por otros en su nombre. No vamos a optar aquí por la primera opción, porque inoportunamente excluye de tener suerte al sujeto desconocido al que su tío rico le da una buena sorpresa en un veintiún cumpleaños. Queda también descartada la opción segunda porque excluye al loco esperanzado que gana a la lotería porque tenía una confianza ciega (aunque absurda) en ello. La compleja combinación que funciona en el tercer caso muestra el camino correcto a seguir en esas circunstancias.

Lo inesperado que implica la suerte está íntimamente ligado a la ignorancia. Si uno se encuentra en una bifurcación en la carretera con tres opciones y no tiene ni idea de cuál de estos caminos le conducirá a su destino, es improbable (en el más objetivo de los casos) que elija la alternativa correcta. El riesgo de elegir bajo incertidumbre, que está estrechamente relacionada, con la ignorancia no tiene porque ser objetivo (no es casual que las carreteras conduzcan a donde lo hacen). El hecho de seleccionar la correcta es, en estas circunstancias, algo que ocurre simplemente por casualidad. Y es teniendo en cuenta esto cuando se puede decir que uno tiene suerte al elegir la opción correcta. Precisamente porque lo impredecible está en juego, no es aconsejable que la gente "confíe en la suerte".

Una decisión unida a la habilidad, el talento, la intuición y el esfuerzo apartan a la suerte de la escena. Las cosas que salen mal dada la falta de diligencia, esfuerzo y habilidad, o las que salen bien gracias al ejercicio de éstas no pueden achacarse propiamente a la mala suerte. Aquella persona que le sale todo mal por ser un incompetente es desafortunada, pero no se puede decir que no tenga suerte ya que el resultado de sus acciones es absolutamente "el esperado". Pero si consideramos el caso del presidente al que le ocurre una catástrofe de la que no es responsable, como Herbert Hoover y la depresión, tendremos que admitir que este hombre no tuvo suerte. No obstante, hay que tener en cuenta que se dan también casos más complejos. El conductor temerario que tiene un accidente en circunstancias en las que normalmente no ocurre nada, además de no tener suerte es desafortunado. Incluso en el caso de asuntos arriesgados, en los que las cosas salen bien de forma puramente accidental, dado lo inadecuado de la información que se maneja, todavía se puede decir que has tenido suerte.

El hecho de atribuirse la suerte puede resultar inapropiado al demostrar que no hay nada de importancia en juego, (que el resultado de los acontecimientos no es ni bueno ni malo, sino absolutamente indiferente), o bien al demostrar que lo que aparentemente era impredecible no era real en el sentido de que el beneficiario en cuestión tenía buenas razones para esperar un resultado determinado (por ejemplo, por ser el resultado lógico tras haber realizado determinados esfuerzos).

La buena suerte exige que el resultado favorable no sea fruto del curso normal de las cosas, ni fruto de un plan o una previsión, sino "por equivocación", por causas totalmente ajenas a nosotros o como dice el Lexicon Philosophicum de Goclenius de 1613 "que no sean resultado de la laboriosidad, la intuición, o la sagacidad de un hombre, sino de causas totalmente ocultas" De tal forma que el concurso de la suerte hace depender el resultado de lo que ocurre de forma casual y no de lo que ha sido previamente planeado. Siempre que hablemos de suerte, entra en juego el riesgo, lo imprevisible, dejando un hueco a la sorpresa. Siendo razonables no podemos esperar recoger peras de un olmo. Siempre que los acontecimientos nos sean favorables y sean fruto del esfuerzo, y que nos sean adversos por causa de errores, culpas o fallos, es decir, cuando la casualidad no intervenga, no podemos hablar de suerte. La persona que permite que un individuo en el que confía termine con los ahorros de toda una vida es desgraciada, pero hablando con propiedad, no podemos decir que no tenga suerte. Sí que podríamos hablar de suerte, sin embargo, si perdiera todos estos ahorros en una aventura financiera prometedora. (En el caso de que el individuo en cuestión hubiera elegido a su víctima entre un grupo al azar, sí se podría decir que además de desgraciada, tuvo también mala suerte).



La suerte versus el destino y la fortuna

La suerte consiste en que ocurra algo favorable o adverso que cae fuera del alcance de una prevision efectiva. Existe pues una diferencia significativa entre la suerte y la fortuna. Un individuo es afortunado siempre que le ocurra algo bueno siguiendo el curso normal de las cosas. Sin embargo, tiene suerte cuando el beneficio le llega a pesar de ser dudoso y especialmente si ocurre a pesar de ser poco probable y contra toda expectativa razonable. Una persona que hereda una gran cantidad de dinero que le va a permitir poder viajar en primera es afortunada, pero, en sentido estricto, no se puede decir que esta persona tenga suerte. Por el contrario, el pasajero de un avión al que la tripulación le cambia de su asiento de turista a primera clase, sí se puede afirmar que ha tenido suerte. Por regla general, el destino y la fortuna tienen que ver con las condiciones y circunstancias específicas de nuestras vidas, mientras que la suerte está en el ámbito de lo bueno o malo que nos acontece por pura casualidad. Nuestra capacidad y talentos innatos están del lado de la buena fortuna; las oportunidades que la casualidad nos pone en nuestro camino para desarrollarlos del lado de la suerte. Coger un resfriado es una desgracia, le pasa a mucha gente normalmente, pero que le ocurra a alguien en una noche de estreno es tener mala suerte.

Las cosas positivas y negativas que nos acontecen en el devenir normal, incluido la propia herencia, ya sea biológica, médica, social o económica, la capacidad y el talento, las circunstancias que marcan el tiempo y el lugar en el que a uno le toca vivir (pacífico o caótico), todo ello entraría en la categoría de destino o fortuna. No podemos decir que la gente que no tiene suerte porque sean tímidos o tengan mal carácter, son simplemente desafortunados. Sin embargo todo lo positivo y lo negativo que nos vamos encontrando por el camino por pura casualidad e imprevisto azar, por ejemplo: encontrar un tesoro, o salir ileso de un accidente mortal son asuntos que hay que atribuir a la suerte. Podemos decir, que John Doe es relativamente afortunado por poseer una navaja. Pero no cabe duda de que tuvo suerte al llevarla encima el día que se encontró con una serpiente. (Normalmente no la llevaba, pero por cosas del azar la cogió ese día). Tienes que heredar una inmensa fortuna gracias a un destino favorable, pero se puede decir que eres un tipo con suerte si la heredas justo a tiempo para salvarte de la bancarrota. La suerte y la casualidad constituyen dos caras de una misma moneda. Pero el destino es algo distinto, algo que carece de azar. Supongamos que se descubre que un enorme meteorito, que no ha sido detectado, está a punto de colisionar contra la tierra. El destino de la humanidad está marcado. Durante un determinado número de días, la tierra estará cubierta por una nube impenetrable de polvo que hará imposible la continuación de la vida para los mamíferos. ¡Qué catástrofe! En estas circunstancias podremos decir que la extinción de la especie humana, estrictamente hablando, es una desgracia, pero no podríamos decir que hemos tenido mala suerte. Es el elemento de la sorpresa, de la casualidad y de lo impredecible, lo que nos permite distinguir la suerte del destino, o de la fortuna en general.

Lo peligroso de la suerte significa que en interacciones donde una parte corre con todos los riesgos, sólo uno puede tener suerte. Los patrocinadores de la lotería están destinados a ganar, pero sólo los jugadores pueden tener suerte. Lo mismo se puede aplicar a los casinos donde las cosas están organizadas de tal modo que la banca "siempre gana". De la misma manera, podemos ser afortunados, en ciertas circunstancias, por ser pelirrojos (en caso de que esta peculiaridad nos haga elegibles para la obtención de un determinado beneficio), sin embargo, no podemos decir que uno tenga suerte por el hecho de serlo. No obstante, los individuos pelirrojos sí tienen suerte si el patrocinador decide que sean ellos los beneficiarios de su generosidad. La suerte en si misma es imprevisible. Y esto se refleja a su vez en la inconsistencia y lo variable de la suerte. Un proverbio escocés de 1721 dice: "Detrás de la mala suerte viene la buena." (Lo contrario es también cierto). Hay otra vieja máxima que dice: "La única cosa segura de la suerte es que cambia."

Únicamente si creemos que nos toca una vida en suerte, como si se tratara de un reparto al azar, podemos interpretar el destino global de una persona en términos de suerte. En ese caso la suma total de todo lo bueno y lo malo que le acontezca a un individuo queda reducido, de manera global y automática, a un asunto de asignación azarosa. Evidentemente parece poco realista. Así pues, se considera que una persona es afortunada por estar especialmente dotada en el campo de las matemáticas, pero no podemos decir que esta persona tenga suerte con respecto a las matemáticas porque la casualidad no está implicada. Su don y su capacidad son partes integrantes de dicha persona; no es algo que el azar le proporcione y que se añada a su identidad actual. Una persona tiene suerte si encuentra en su vida a una persona que le estimule o le ayude a desarrollar sus propias capacidades. Pero el hecho de tener dicha capacidad tiene que ver con la fortuna y no con la suerte. No tiene sentido establecer comparaciones entre el destino personal y los juegos de azar, porque en el caso de los juegos existe siempre antes un jugador que entra en una competición, mientras que en el caso de la gente nunca existe un antecedente, un individuo privado de identidad que obtiene todo por tener una cualidad especial.

La distinción que nos ocupa no es pura y totalmente un tener que dar cuenta de los distintos usos de los términos 'suerte' y 'fortuna'. Es necesario, hacer algunas aclaraciones de carácter lingüístico. Cuando le preguntamos a una chica que nos dice que se acaba de comprometer: "¿quién tiene esa suerte?", habría que utilizar la palabra fortuna y preguntar: ¿Quién es el afortunado?, siempre que queramos evitar cualquier otro tipo de sugerencia que nos haría pensar que ha sacado el nombre del susodicho de un sombrero. Habría que hablar pues de fortuna y no de suerte. La distinción entre ambas, teniendo en cuenta que la segunda conlleva un elemento azaroso del que carece la primera, a veces no está presente en el uso común donde se detecta alguna infracción ocasional.



¿En qué consiste la suerte?



"Si no se juega nada, no se gana nada." "Probar suerte" de vez en cuando es algo muy razonable, pero "confiar en la suerte" como una política sistemática a seguir es sencillamente una estupidez. ¿En qué consiste la suerte? Para determinar que una persona tiene suerte conviene hacer dos aclaraciones fundamentales:

En primer lugar, y por lo que respecta a la persona en cuestión, el resultado que se produce es totalmente "accidental". Tiene que haber algo azaroso siempre que hablemos de suerte. (No podríamos decir que un individuo tiene suerte porque le ha llegado el correo a su casa, a no ser que haya ocurrido una catástrofe en la que se haya perdido todo el correo con mensajes importantes excepto el de algunos individuos entre los que se encuentra el nuestro).

En segundo lugar, el resultado en cuestión es de gran importancia en tanto que se trata de un resultado positivo o negativo, una pérdida o un beneficio. (Si X gana a la lotería, ha tenido suerte; si Z es golpeado por un meteorito, tiene mala suerte; pero si consideramos un acontecimiento fortuito como que una persona esté momentáneamente en la sombra por causa de una nube, en este caso no se puede hablar de suerte).

Así pues, la suerte implica tres cosas: (1) un beneficiario y un afectado (2) un acontecimiento que resulte ser favorable (positivo) o adverso (negativo) desde el punto de vista de los intereses del individuo afectado, y que además, (3) sea fortuito (inesperado, azaroso e imprevisto).

La suerte (buena o mala) cuenta siempre con un elemento normativo de bueno o malo; alguien tiene que verse afectado ya sea de forma positiva o negativa por un acontecimiento antes de que su ejecución pueda ser propiamente calificada positiva o negativamente. Es única y exclusivamente porque tenemos intereses, por lo que las cosas nos pueden afectar para bien o para mal; de ahí que la suerte entre en acción. No podemos decir que una persona tenga suerte porque se encuentre palomas en una plaza, o porque vea una nube sobre su cabeza, en tanto que estos fenómenos no afectan al bienestar de una persona. (Sería muy distinto si se hubiera apostado al respecto.)

En caso de que nadie pueda decir si los acontecimientos se desarrollan para bien o para mal para los individuos involucrados, en caso de que todo sea ambiguo y oscuro y no haya forma de discernir si lo que acontece es para mejor o para peor, la suerte sale de la escena. Considérese la historia clásica del Quijote de Cervantes. Con un individuo normal, esos episodios estrafalarios, a saber el famoso encuentro con los molinos de viento, por ejemplo, serían una desgracia. Pero para el caballero andante de la Mancha con su extraña locura y su modo excéntrico de considerar las cosas, todo fue para bien en tanto que demostración de la seriedad de su dedicación a la misión caballeresca. La incertidumbre que se impone en este caso por lo que respecta a la ventura o desventura sirve para mantener el tema de la suerte en suspense: la posibilidad de beneficio o pérdida es crucial para la suerte. Un elemento inerte, a saber, una roca o un martillo no pueden tener suerte. Pueden ocurrir cosas que los conserven o que los deterioren, pero la ausencia de cualquier elemento de afectividad significa ausencia de intereses y por lo tanto descarta la entrada en acción de la suerte.

Se podría equiparar "el fracaso de un acontecer negativo" con "un acontecer positivo", y en consecuencia, "el fracaso de un acontecimiento positivo" con "un acontecimiento negativo"; los modos directos e indirectos de la suerte llegan a identificarse. (Dicha identificación resulta plausible ya que, considerando la ecuación mencionada más arriba, fracaso de lo negativo = acontecimiento positivo, parece totalmente apropiada. Evitar perder puede que no sea ganar, pero es, sin lugar a duda, algo positivo. En cualquier caso, la buena suerte no está en una ganancia de hecho del tipo que sea, sino en correr un riesgo y salir victorioso de él.

¿Tuvo Colón suerte cuando descubrió América? El hecho de que llegó al continente de forma fortuita es hoy indiscutible. Pero evaluar este hecho es bastante complejo. Aparentemente la dificultad estriba en el horizonte temporal en el que nos situemos. En aquel momento le sirvió para hacerse famoso y ser nombrado "Almirante del Mar Océano". A medio plazo, le ocasionó una indecible miseria e innumerables problemas para el resto de su vida. A largo plazo, le sirvió para inmortalizarlo. Hablando en términos generales, no obstante, para juzgar si se tiene o no suerte nos servimos de los acontecimientos inmediatos más que del devenir posterior. Es tener mala suerte si a uno se le inunda el sótano de su casa, incluso si en el transcurso de las reparaciones posteriores se encuentra un tesoro. La buena suerte puede contrarrestar la mala suerte del principio, pero esto no nos permite quitarle la categoría de mala suerte como tal.



La suerte y lo extraordinario



Gran parte de la vida humana es un asunto de rutina, un suceder previsible en su curso natural. Y es así como tiene que ser. Sin dicha rutina, sin hábitos, ni normalidad y regularidad, la vida humana, tal y como la conocemos, sería inviable. Si comer manzanas un día nos alimentara, y al día siguiente nos matara, si nuestro vecino fuera tan pronto un hombre agradable como un homicida maníaco, la vida humana y la sociedad no lo resistiría; en realidad no podría haberse desarrollado. Pero la regularidad y la normalidad del orden establecido no lo es todo en el reino humano. El azar y la casualidad irrumpe con frecuencia y trastocan dicha regularidad, provocando "sin saber cómo ni por qué" acontecimientos que afectan de forma considerable nuestro bienestar y nuestro infortunio. Y es justo aquí donde la suerte entra en escena. Tanto la suerte como la fortuna son notoriamente vanas. Según dice Horacio: "La fortuna, feliz en su cruel acción, y obstinada al jugar su juego perverso, siempre cambiando sus inconstantes honores, favoreciéndome ahora a mí o algún otro."

La suerte es la antítesis de una expectativa razonable. Se manifiesta ella misma de forma más llamativa en situaciones contraindicadas, acontecimientos que son sorprendentes porque se oponen a todo tipo de pervisión plausible. Algunos de los ejemplos fundamentales de sucesos que deberían sorprendernos son aquellos que están fuera de nuestro control y aquellos cuya eventualidad es inherentemente azarosa. La suerte crece entre la probabilidad y la realidad, entre lo que se puede esperar razonablemente (lo "que por lógica debería ocurrir) y lo que realmente ocurre. Cuando ambos coinciden, la suerte desaparece (Como hemos visto ya, el individuo que obtiene una ganancia previsible es afortunado, pero no tiene suerte.) Pero cuando lo bueno o lo malo entra en acción en circunstancias en las que la realidad está en desacuerdo con una expectativa razonable, entonces, la suerte, ya sea buena o aciaga, entra en escena.

Sin embargo, un acontecimiento feliz o infeliz puede ser un asunto de suerte desde el punto de vista del receptor, incluso si es fruto de una estrategia deliberada por otros. (Un secreto benefactor que nos envía un cheque con una importante cantidad representa un golpe de buena suerte, a pesar de que sea algo que él haya planeado desde hace años.) De tal forma que incluso si alguien distinto de la persona afectada es capaz de predecir un acontecimiento inesperado, el acontecer en cuestión entra en el terreno de la suerte para aquellos que están implicados.

El factor de lo impredecible es crucial para la suerte al proporcionar un contraste esencial con "lo que se espera" con buenas y suficientes razones. Existen dos fuentes principales que dan cuenta de la falta de predicción: la casualidad y la ignorancia. La primera radica en la naturaleza del caso en el que algo ocurre estocásticamente, pero no se puede predecir con toda confianza porque la ventaja es muy pequeña. (Por supuesto, cuando un acontecimiento fortuito ocurre en un 99,9% de los casos, se puede predecir con una gran margen de confianza, aunque ésta no puede ser absoluta.) El segundo gran responsable de lo impredecible es la ignorancia, en tanto que la ignorancia restringe el ámbito de lo que se puede predecir con absoluta seguridad. Cuando se presenta una bifurcación en la carretera y uno es incapaz de decir cuál es el camino que le conducirá a su destino, en este caso, aunque no se puede hablar de casualidad en lo que respecta a dónde conducen las carreteras, será únicamente la casualidad la que nos haga elegir la ruta correcta. Necesitamos una sola palabra para abarcar ambas parejas, casualidad-impredecibilidad e ignorancia-impredecibilidad, y el término fortuitamente nos servirá para dicho propósito. Cuando eliges el color correcto en la ruleta (donde el éxito depende del azar), o la bifurcación adecuada en la carretera (donde el éxito depende de un esfuerzo de hacer conjeturas), en ambos caso se podría afirmar que el acertar fue fortuito. De la misma forma, el éxito fortuito fue cuestión de suerte.

Hay, en general, tres caminos para alcanzar las cosas buenas de la vida tal como son la salud, la riqueza y el éxito, y otros similares: en teoría se pueden lograr mediante el esfuerzo y el trabajo duro (al viejo estilo), o gracias a la fortuna (por nacimiento y herencia), o simplemente teniendo suerte ganando en la "lotería de la vida". Por regla general, para la mayoría de nosotros y durante la mayor parte del tiempo, las cosas buenas son fruto del esfuerzo, la planificación, el trabajo y la tenacidad. La suerte representa una forma de obtenerlas más fácilmente, como si se tratara de un "regalo de los dioses". (Y, por supuesto, funciona en los dos sentidos: lo que la buena suerte da, la mala suerte se lo lleva). La suerte viene a ser un atajo que nos permite alcanzar las cosas buenas de la vida. Con buena suerte obtenemos algo por nada, un nacimiento inesperado e inmerecido. Normalmente las cosas buenas que nos pasan son fruto de nuestra habilidad, nuestro esfuerzo, mientras que todo lo malo que nos ocurre lo achacamos, en consecuencia, a nuestros defectos. Pero la suerte nos proporciona una ruta alternativa. Para aquellos que tienen los favores de la suerte, "un golpe de buena suerte es tan bueno como un saco de sabiduría" (tal y como dice el refrán). Cuando uno reconoce que tiene buena suerte, la reacción natural no sólo es de sorpresa, sino también de placer. Tener un favor que llevarse al cuerpo como un juego de circunstancias que se nos han anticipado y que no se han pedido es algo que uno tiene la obligación de encontrar agradable.

Entre los Presidentes de EEUU, Ulysses S. Grant fue afortunado porque las circunstancias le situaron para alcanzar el sillón presidencial, pero Harry S. Truman tuvo suerte al poder llegar a él a través de una serie de accidentes. Puesto que la suerte implica que las cosas acontezcan para bien o para mal de forma imprevisible, se deduce que hay que considerar que la gente tiene suerte siempre que alcance el éxito más allá del nivel razonable de expectación que sus cualidades heredadas y sus condiciones adquiridas indicarían. Y por el contrario, aquellos que fracasan más allá del nivel razonable de expectación que indican sus defectos, sus deficiencias y sus déficits personales habría que pensar que simplemente tienen mala suerte. Por lo tanto, siempre que las cosas discurran por cauces normales, naturales y tal y como se espera que discurran, la suerte no está en escena. La suerte implica un alejamiento de lo esperable, y su lugar en el escenario de los asuntos humanos se asegura por el hecho de que las condiciones de la vida son irregulares, ya sean éstas de carácter social, político o meteorológico; las cosas no discurren siempre por cauces normales y regulares. Incluso Homero se duerme a veces, y personas como Muhammad Ali o Pete Sampras pueden tener un mal día a pesar de ser casi invencibles.

No importa lo que la buena suerte nos depare, es siempre un regalo; siempre que la suerte esté implicada, no exige que pongamos a prueba nuestro talento ni que realicemos ningún esfuerzo, y ningún mérito está en juego. Por el contrario, sea lo que sea lo que la mala suerte nos quite, deja nuestros méritos intactos; nuestra valía no sufre disminución alguna cuando la suerte está en juego, no exige una disminución de nuestros talentos ni un fracaso de nuestro esfuerzo. La suerte afecta a nuestra condición personal, pero no refleja nuestra valía personal. Lincoln, Garfield y Mckinley fueron asesinados a balazos. Theodore Roosevelt, Harry Truman y Ronald Reagan sobrevivieron a los intentos de asesinatos. (En el caso de Truman salió totalmente ileso y se puede decir que tuvo suerte). En este contexto, ningún mérito particular se añade a un lado de la dicotomía, ni ningún defecto especial al otro. Cuando decimos que es así como la suerte funcionó, lo hemos dicho todo.

La casualidad se manifiesta de forma más notable cuando las circunstancias improbables ocurren en realidad. Tenemos especialmente suerte cuando las cosas nos son favorables a pesar de nuestra inacción, o incluso más, a pesar de los malos consejos y las acciones equivocadas. Y por ende, tenemos especialmente mala suerte cuando las cosas nos salen mal a pesar de haber hecho todo lo preciso para que salieran bien. El enfermo que se recupera de repente a pesar de haber tomado las medicinas que no debía, tiene suerte; el que empeora a pesar de estar tomando la medicación precisa y siguiendo el tratamiento adecuado, tiene mala suerte. En tales casos, la lógica del sentido común de la situación concreta señala en una dirección, mientras que los dictados del destino señalan en dirección contraria. El funcionamiento de la suerte se manifiesta claramente en los aconteceres favorables y adversos que no tienen porque darse en absoluto "por lógica".

Entre 1.000 acciones bursátiles algunas están destinadas a subir mientras que otras no, independientemente de que el momento sea propicio o no. La gente tiene participaciones en estas acciones. Por lo tanto, siempre habrá perdedores y ganadores. Y, dado lo azaroso del asunto, la diferencia entre ellos dependerá generalmente única y exclusivamente de la suerte.
 
¿Casualidad o causalidad?




Hace días que necesitaba escribir esto esto. Quiero, si me permites, reflexionar sobre mis propios pensamientos y compartirlos contigo. Mi intención es que poner en común estas reflexiones para que sirvan para remover algo en ti, querido/a lector/a sobre la casualidad o la causalidad.

Si has llegado hasta aquí en busca de respuesta o, al menos, para conocer una interpretación sobre ella, te adelanto que he dejado un final abierto para que seas tu quien saques tus propias conclusiones y las compartas con nosotros.



Os lanzo una pregunta: ¿Todo ocurre por casualidad, el azar? o ¿todo ocurre por algún motivo, es decir, por el movimiento que nosotros mismos generamos?

Mi historia de casualidad y causalidades

Antes de ayer por la mañana me senté delante del folio en blanco esperando a que mis manos y mi cabeza se pusieran a la obra, pero no hubo respuesta alguna. Tan sólo tenía una idea vaga en mi cabeza de aquello que quería transmitiros y tras cinco minutos decidí dejarlo para más tarde.



Quizás estaba cansado o no muy inspirado para hacer un escrito, así que salí a la calle a despejarme. Así lo hice. Lo cierto es que me vino muy bien el cambio de aires. Unas horas más tarde, más decidido y con ganas, volví a plantarme delante del papel a modo de reto conmigo mismo. Y nada. Imposible.

Tan sólo habían pasado diez minutos y ya me di por vencido al sentir que ese también iba a ser un nuevo intento fallido. Por tanto, abandoné otra vez la silla de escritorio y busqué en la lectura mi entretenimiento, sobre todo para dejar de pensar en mi incapacidad de escribir este artículo.


Así que recurrí a uno de mis libros favoritos: “El mundo azulde Albert Espinosa. Lo abrí por una página al azar que terminaba con la siguiente cita:

“Y allí me quedé, mirando aquella negrura, esperando que amaneciera”

¡Que casualidad! La cita describía justo cómo me encontraba ante tal vacío de ideas ¿Acaso el mundo me mandaba señales? Cerré el libro y volví de nuevo a la carga. Más inspirado y con ideas de cómo estructurar aquello que os quería contar, o eso pensaba, apoyé con firmeza mi bolígrafo para trazar la primera línea.

Escribí: ¿Casualidad o causalidad? y me sentí mejor conmigo mismo. Como si hubiera superado la barrera del vacío con aquella compleja interrogación. Y ahí se acabó mi inspiración, o mejor dicho, mis ganas y mi paciencia.


Desesperado, tras unos pocos minutos de búsqueda de otra casualidad que me llevara a dar con la tecla, me levanté de nuevo, hice la cena y fui a darme una ducha, por aquello de intentar “refrescar mis ideas”. Pero ya estaba demasiado cansado y pensé que era mejor dejar de intentarlo, así que me fui a la cama. Mañana será otro día. Borrón y cuenta nueva.

A primera hora de la mañana me desperté con ímpetu. Desayuné y me planté delante del que estos días se había convertido en mi “enemigo”: el papel en blanco. Con la sensación de estar estancado en un bucle infinito, volví a entrar en el mismo proceso de frustración del día anterior que hacía que volviera a dudar acerca de mi capacidad para redactar este artículo.



¿Acaso no era casualidad sino causalidad por mi parte?, ¿no era yo mismo el que estaba aplazando lo que me parecía imposible? Lo cierto es que no aguantaba ni cinco minutos sentado en la silla. En muchas ocasiones, la inspiración no se presenta sin más sino que hay que buscarla.

Podría haber hecho borradores, esquemas, buscar información acerca de esta temática o directamente aceptar que debía pasar a otro tema con la esperanza de poder enlazarlo con este. Sin embargo, me dejé llevar por la desesperanza, por la frustración que a su vez me llevaba a pensar que no era capaz cuando realmente sólo pasaban minutos y yo no hacía nada por intentarlo.

Ahora me encuentro escribiendo estas últimas palabras, que casualmente(¿o causalmente?) me han llevado a la pregunta más importante: ¿Tenía miedo de escribir lo que pensaba? o ¿no estaba seguro de compartir con vosotros/as estos pensamientos que me empeñaba a buscar como por casualidad?.

Sólo hay dos cosas ciertas en este escrito:

La primera es que, por casualidad, me he encontrado la siguiente cita al abrir de nuevo el libro en una página al azar: “Las dudas no resueltas son los miedos no aceptados”. La segunda es que, por causalidad, por hacer un esfuerzo, un pensamiento me ha llevado a otro. He sido yo el dueño de mis frases y mis emociones.

Por Álvaro Cabezuelo
 
La conexión entre la física cuántica y la espiritualidad según el Dalai Lama


La conexión entre la física cuántica y la espiritualidad es para el Dalai Lama algo evidente. Según él, todos los átomos de nuestros cuerpos incluyen parte de ese antiguo lienzo que conformó el Universo en el pasado. Somos polvo de estrellas y estamos conectados biológicamente a cualquier ser con vida; somos seres de energía invisible que vibra, entidades unidas a su vez a todo lo que existe…


Si hay algo que todos sabemos es que ciencia y espiritualidad no son precisamente conocidas por armonizar en sus principios. Así, mientras en la Edad Media y en el Renacimiento resultaba altamente peligroso progresar en el campo científico bajo un contexto dominado por la clase eclesiástica (ahí tenemos por ejemplo la triste historia de Giordano Bruno), en la actualidad los enfoques más espirituales han sentido durante años esa visión crítica y escéptica proveniente del mundo científico.




Decir ahora que estas dos áreas o universos tradicionalmente antagónicos de nuestra sociedad se han puesto de acuerdo en algo es arriesgarnos demasiado. Sin embargo, se han acercado posturas para converger en unas ideas que sin duda pueden invitarnos a reflexionar. La filosofía budista es ese marco desde el cual puede estrechar lazos un área tan compleja como fascinante de la ciencia: hablamos de la mecánica cuántica.


Ese primer acercamiento aconteció en el 2015 en Nueva Delhi. El Dalai Lama asistió a una conferencia de dos días sobre física cuántica y filosofía Madhyamaka donde, junto a una serie de relevantes físicos y científicos de diversas áreas, exploraron una gran variedad de temas donde descubrir puntos en común. Ejes que se complementan y que de algún modo enriquecen más aún el conocimiento humano.


“Cuando tenía unos 19 o 20 años desarrollé una gran curiosidad sobre la ciencia. En China, durante los años 1954 y 1955, conocí a Mao Zedong. Una vez me elogió por tener una mente científica, y agregó que la religión era veneno, esperando tal vez que eso atraería a alguien que tenía mente científica.


Sin embargo, hace ya más de 30 años comencé una serie de diálogos centrados en la cosmología, la neurobiología, la física, incluida la física cuántica y la psicología… Creo que el budismo aporta mayor sentido a todas estos conocimientos”.


-Dalai Lama-




dalai-lama.jpg



La conexión entre la física cuántica y la espiritualidad, ¿qué nos dice el Dalai Lama?

Las teorías que establecen una conexión entre la física cuántica y la espiritualidad no son nuevas ni provienen solo del Dalai Lama. A nuestro alcance tenemos, por ejemplo, libros como el de Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica de Amit Goswami, profesor jubilado del Departamento de Física Teórica de la Universidad de Oregón y pionero de un nuevo paradigma científico que busca asentar las bases de una ciencia de la consciencia.


Asimismo, también tenemos a Fritjof Capra, reconocido físico austriaco investigador en física subatómica. Este científico es conocido por su trabajo El Tao de la Física (1975), donde se inició una tibia apertura del mundo académico hacia el mundo espiritual. No nos equivocamos por tanto si decimos que se está produciendo un claro acercamiento entre la comunidad física y la filosofía budista.


De hecho, físicos como Raja Ramanna, fallecido hace unos años, pero conocido sobre todo por su papel en el desarrollo nuclear de la India, se interesó en sus últimos días en los textos del filósofo Nagarjuna para descubrir algo asombroso. Muchos de los enunciados del fundador de la escuela madhiamaka del budismo majaiana se tocaban con algunos principios de la física cuántica.




Veamos esos puntos en común, esos principios de los que habló el Dalai Lama en su conferencia del 2015 en la India.


¿Qué es la física cuántica?

  • El término “cuántica” proviene de “quantum”, que es la unidad más pequeña que conforma la luz. Así, lo que busca por encima de todo la mecánica cuántica es poder entender la fenomenología del átomo, y todas esa partículas elementales que lo componen.
  • Estamos ante una ciencia que empezó alrededor del siglo XX y donde nombres como el de Max Planck asentaron gran parte de las teorías de las que disponemos en la actualidad.
  • Se trata de una disciplina tan llamativa como compleja que aspira a definir y entender aquello que no se ve, lo que no se puede medir y todo ese indeterminismo inscrito en las partículas que conforman nuestra realidad. De este modo, algo que ha podido saber es que si pudiéramos ver un átomo bajo un microscopio, lo que descubriríamos es un pequeño tornado. Un vórtice donde giran los quarks y los fotones.

Si nos acercáramos a ellos un poco más descubriríamos algo aún más llamativo: un vacío. Porque los átomos no tienen estructura física, porque de lo que están hechos en realidad es de energía invisible, no de materia tangible. Esa idea, la de que somos energía, es uno de los pilares que configuran la conexión entre la física cuántica y la espiritualidad y de lo que habló el Dalai Lama.


atomo.jpg



Una conciencia que va más allá de lo físico

A día de hoy y en casi cualquier tienda podemos encontrar un sinfín de libros con el término “cuántico”: “computación cuántica”, “mente cuántica”, “psicología cuántica”, “curación cuántica” Es como si ese micromundo misterioso orquestara de pronto gran parte de nuestras actividades diarias.


Sin embargo, la conexión entre la física cuántica y espiritualidad sigue siendo una de las más relevantes por esos principios que estableció el Dalai Lama durante su conferencia en la India.


  • La física cuántica nos demuestra que más allá de todo lo tangible y material lo que hay es energía. El budismo siempre ha defendido esa idea y esa necesidad, la de trascender a lo físico para dar mayor relevancia a nuestra conciencia. Al fin y al cabo, es esa impronta psíquica la que da sentido y forma a la propia realidad. Somos lo que pensamos, y es el propio pensamiento el que diseña lo que nos envuelve.

Una mente creadora

  • Amit Goswani, el profesor de física en la universidad de Oregón antes citado nos indica que el comportamiento de las micropartículas cambia dependiendo de lo que hace el observador. Cuando un observador mira aparece un tipo de onda, cuando el experimentador no actúa, no hay cambio.

Todo ello demuestra lo sensibles que son los átomos ante cada cosa que hacemos. El budismo, ha incidido siempre en ese mismo aspecto: nuestras emociones y pensamientos nos definen y definen la realidad que nos envuelve.


Conexión universal

En cada uno de nuestros átomos reside parte de ese polvo de estrellas con el que se originó el propio universo. De algún modo, tal y como nos dice el Dalai Lama, todos estamos conectados y formamos parte de una misma esencia. Concebir esta conexión nos puede ayudar a entender la importancia de generar el bien, porque todo aquello que hacemos reverberaría en el Universo y nos sería devuelto.


Para concluir, la conexión entre la física cuántica y la espiritualidad nos invita a ver con otro prisma esta área de las ciencias. Es una perspectiva quizá más sugestiva, y aunque no sea aceptable para las mentes más ortodoxas y rigurosas, no desmerece nuestra atención.


“Si pensamos en la posible la conexión entre la física cuántica y la espiritualidad, podemos ver que la mente ya no sería ese intruso accidental en el reino de la materia, sino que se alzaría más bien como una entidad creadora y gobernadora del reino de la materia”.
-R. C. Henry, El Universo Mental

Por Valeria Sabater
 
Las 20 frases más inspiradoras de Deepak Chopra


Deepak Chopra es un doctor, escritor y orador motivacional. Ha escrito más de 80 libros que han sido traducidos a 43 idiomas. La revista Time lo ha nombrado como uno de los 100 héroes e íconos de este siglo y lo ha calificado como el "poeta-profeta de la medicina alternativa".


¿Hemos despertado tu curiosidad? ¡Genial!, pues hoy queremos compartir contigo las frases más inspiradoras de Deepak Chopra.


Tu presente

"Te guste o no, todo lo que te está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que has tomado en el pasado".


La risa

"La risa es el mecanismo de la humanidad para escapar del sufrimiento".

Libertad

"En la incertidumbre encontraremos la libertad para crear cualquier cosa que deseemos".

Quietud

"A donde quiera que vayamos en medio del movimiento y la actividad, llevemos con nosotros la quietud. De esa manera, el movimiento caótico que nos rodea jamás nos ocultará la puerta de acceso al manantial de creatividad, al campo de la potencialidad pura".

La mente

"Es probable que la mente logre hacernos inteligentes, pero está mal equipada para darnos la felicidad, la realización y la paz".

Tu verdadera esencia

"Debes aprender a ponerte en contacto con la más profunda y pura esencia de tu Ser. Esta esencia verdadera va más allá del ego, no conoce el miedo. Es libre, es inmune a la crítica. No le teme a ningún reto, no es inferior a nadie, ni superior a nadie. Está lleno de magia, misterio y encanto".

El mejor regalo

"Las formas más poderosas de dar no son materiales. Los regalos de cuidado, atención, afecto, apreciación y amor son algunos de los más preciosos regalos que se pueden dar, y no cuestan nada".

La verdad

"Solo el corazón conoce la respuesta correcta. La mayoría de la gente piensa que el corazón es blando y sentimental. Pero no lo es. El corazón es intuitivo; es holístico, conoce la totalidad, conoce todas las relaciones que existen. No posee una orientación a la ganancia o la pérdida".

Tu interior

"Debes encontrar el lugar dentro de ti donde nada es imposible".

Ahora

"Vive en el presente, que es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es porque el Universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las cosas; por el contrario, sé uno con él".

Aprobación interna

"Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo, sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una gran libertad".

Tu reflejo

" Recuerda que el mundo de allí fuera refleja tu realidad de aquí dentro. Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior. Lo que más odias es lo que más niegas en ti mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de ti. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará automáticamente allí; lo que más te disgusta desaparecerá".

Juicios

"Libérate de la carga de los juicios. Al juzgar impones el bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación. Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a ti mismo".

Salud

"No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida, la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del campo de la conciencia que eres tú".

El miedo

"Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita.


Pero tratar de imponer el pasado al presente jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo ocurre cuando encuentras la seguridad de tu propio ser, que es amor. Motivado por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu fuerza interior es invulnerable al miedo".

Riesgos

"Una vida sin riesgos está lejos de ser una vida saludable".


El lugar justo

"No existen pedazos extra en el universo. Cada uno está aquí porque él o ella tiene un puesto para llenar, y cada pedazo debe encajar bien en este puzzle gigante".

Curación

"Yo le enseño a la gente que sea cual sea la situación, sin importar que tan caótica sea, sin importar cuánto drama hay a tu alrededor, se puede curar con tu presencia si te quedas dentro de tu centro".

El reino del alma

"Debemos ir más allá del constante necesidad del ego, más allá de las herramientas de la lógica y la razón, a la naturaleza, al tranquilo lugar dentro de nosotros: el reino del alma".

20 Apertura

"Cuanto menos abras tu corazón, más sufrirá".

Por Valentina Mongrel




 
Francis Bacon

(Londres, 1561 - 1626) Filósofo y político inglés. Su padre era un alto magistrado en el gobierno de Isabel I, y fue educado por su madre en los principios del puritanismo calvinista. Estudió en el Trinity College de Cambridge y en 1576 ingresó en el Gray's Inn de Londres para estudiar leyes, aunque pocos meses después marchó a Francia como miembro de una misión diplomática.


bacon_francis_2.jpg

Francis Bacon


En 1579, la muerte repentina de su padre lo obligó a regresar precipitadamente y a reemprender sus estudios, falto de recursos para llevar una vida independiente. En 1582 empezó a ejercer la abogacía, y fue magistrado cuatro años más tarde. En 1584 obtuvo un escaño en la Cámara de los Comunes por mediación de su tío, el barón de Burghley, a la sazón lord del Tesoro; durante treinta y seis años se mantuvo como parlamentario y fue miembro de casi todas las comisiones importantes de la cámara baja. La protección de Robert Devereux, segundo conde de Essex, le permitió acceder al cargo de abogado de la reina.


Su situación mejoró con la subida al trono de Jacobo I, quien lo nombró procurador general en 1607, fiscal de la Corona en 1613 y lord canciller en 1618, además de concederle los títulos de barón Verulam de Verulam y de vizconde de St. Albans. Sin embargo, en 1621, procesado por cohecho y prevaricación, fue destituido de su cargo y encarcelado. Aunque fue puesto en libertad al poco tiempo, ya nunca recuperó el favor real.


Durante toda su carrera persiguió una reforma coherente de las leyes y el mantenimiento del Parlamento y los tribunales a salvo de las incursiones arbitrarias de los gobernantes; pero, sobre todo, su objetivo era la reforma del saber. Su propósito inicial era redactar una inmensa «historia natural», que debía abrir el camino a una nueva «filosofía inductiva», aunque la acumulación de cargos públicos le impidió el desarrollo de la tarea que se había impuesto, a la que, de hecho, sólo pudo dedicarse plenamente los últimos años de su vida.


Francis Bacon sometió todas las ramas del saber humano aceptadas en su tiempo a revisión, clasificándolas de acuerdo con la facultad de la mente (memoria, razón o imaginación) a la que pertenecían; llamó a este esquema «la gran instauración», y muchos de los escritos dispersos que llegó a elaborar, como El avance del conocimiento (Advancement of Learning, 1605) -superado más tarde por el De augmentis scientiarum-, estaban pensados como partes de una Instauratio magna final.


Criticando las ideas de Aristóteles, Francis Bacon consideró que la verdad sólo puede ser alcanzada a través de la experiencia y el razonamiento inductivo, de acuerdo con un método del que dio una exposición incompleta en su Novum organum scientiarum (1620). El método inductivo que elaboró pretendía proporcionar un instrumento para analizar la experiencia, a partir de la recopilación exhaustiva de casos particulares del fenómeno investigado y la posterior inducción, por analogía, de las características o propiedades comunes a todos ellos; ese procedimiento había de conducir, gradualmente, desde las proposiciones más particulares a los enunciados más generales. Por estos planteamientos, Bacon es considerado el primer representante del empirismo inglés, corriente filosófica que postula la experiencia como fuente de todo conocimiento y que tendría un amplio desarrollo en la obra de John Locke, George Berkeley y David Hume.


Aun cuando el método baconiano ejerció, nominalmente, una gran influencia en los medios científicos, lo cierto es que el filósofo desarrolló su pensamiento al margen de las corrientes que dieron lugar al surgimiento de la ciencia moderna, caracterizada (conforme a las ideas de Galileo) por la formulación matemática de sus resultados, a la que él mismo no concedió la importancia debida. Bacon concibió la ciencia como una actividad social ligada a la técnica, elaborando una utopía, Nueva Atlántida (The New Atlantis, publicada póstumamente en 1627), basada en la organización científica de la sociedad.

 
70 frases de Francis Bacon, filósofo y padre del empirismo





Francis Bacon (1561-1626) fue un célebre filósofo, escritor, orador, político, abogado, pionero de la ciencia y padre del empirismo. Fue uno de los ingleses más influyentes que han existido.


Bacon nació en el seno de una familia distinguida y después de haber sido educado en casa, asistió a la Universidad de Cambridge, donde deslumbró a todos, incluida la reina Isabel I con su intelecto. Como estadista, Bacon fue sin duda uno de los hombres más influyentes y ocupó los cargos de Fiscal General, así como el de Lord Chancellor of England. Por otro lado, también fue un excelente orador y un filósofo que se deleitaba con la filosofía natural y la lógica filosófica. A Bacon se le atribuye el establecimiento del método de estudios empíricos en el campo de la ciencia. Propuso el enfoque doble que consistía en ser escéptico y metódico.


Las contribuciones de Bacon en diferentes campos le valieron el título de Caballero del Rey James I y todavía es considerado como uno de los gigantes en la historia de Gran Bretaña.


Aquí te traemos algunas de las citas más famosas de Francis Bacon ha sido extraída de sus escritos, ensayos y discursos.


Citas célebres de Francis Bacon

Comienza a hacer lo que quieras hacer ahora. No estamos viviendo en la eternidad. Solo tenemos este momento, brillando como una estrella en nuestra mano y derritiéndose como un copo de nieve.


La virtud de la prosperidad es la templanza, la virtud de la adversidad es la fortaleza.


Un hombre debe aprovechar su oportunidad, tan a menudo como la encuentre.


Elige la vida que sea más útil, y el hábito la hará más agradable.


El conocimiento es poder.


La verdad es la hija del tiempo, no de la autoridad.


Para el sufrimiento hay un límite; para temer, ninguno.


Los monumentos del ingenio sobreviven a los monumentos del poder.


La verdad es muy difícil de decir, a veces necesita ficción para que sea plausible.


La serpiente, si quiere convertirse en dragón, debe comer sola.


Son los malos descubridores los que piensan que no hay tierra cuando no pueden ver nada más que mar.


Escribe los pensamientos del momento. Aquellos que vienen sin ser buscados son comúnmente los más valiosos.


El peor solitario es ser indigente de la verdadera amistad.


La gran osadía rara vez es absurda.


La esperanza es un buen desayuno, pero es una mala cena.





El que da buenos consejos, construye con una mano; el que da buenos consejos y ejemplos, edifica con ambas; pero el que da buena advertencia y mal ejemplo, construye con una mano y tira hacia abajo con la otra.


La naturaleza a menudo se oculta, a veces se supera, rara vez se extingue.


Una pregunta prudente es la mitad de la sabiduría.


Quien está encantado en la soledad es una bestia salvaje o un dios.


El silencio es la virtud de los tontos.


El remedio es peor que la enfermedad.


Porque una multitud no es compañía; y las caras no son más que una galería de imágenes; y habla, pero un címbalo tintineante, donde no hay amor.


Algunos libros deben ser probados, otros son para ser tragados y algunos son para ser masticados y digeridos.


El dinero es como el estiércol, solo es bueno si lo repartes.


La naturaleza no puede ser ordenada sino siendo obedecida.


Un hombre que es joven en años puede ser viejo en horas si no ha perdido el tiempo.


Nunca seré un hombre viejo. Para mí, la vejez siempre es 15 años mayor que yo.


Los padres que desean entrenar a sus hijos en la manera en que deben ir, deben interponerse en la forma en que llevarían a sus hijos.


Para los amigos… mira los buenos libros: son verdaderos amigos, que ni adularán ni disimularán.


Es un triste destino para un hombre morir demasiado conocido por todos los demás, y aún desconocido para él.


Con mucho, la mejor prueba es la experiencia.


Solo hay dos tragedias en la vida: una es la incapacidad de uno para alcanzar el deseo de un corazón: ¡el otro es tenerlo!


La imaginación se le dio al hombre para compensarlo por lo que no es; y sentido del humor para consolarlo por lo que es.


El hombre prefiere creer lo que prefiere que sea verdad.


La raíz general de la superstición: a saber, que los hombres observan cuando las cosas golpean, y no cuando fallan; comprométete a recordar el uno, y olvídate y pasa por encima del otro.


El que no aplica nuevos remedios debe esperar nuevos males; porque el tiempo es el mayor innovador.

Si un hombre comienza con certezas, terminará en dudas; pero si se contenta con comenzar con dudas, terminará con certezas.


Decir que un hombre miente es tanto como decir que es valiente con Dios y cobarde con los hombres.


La comprensión humana cuando una vez ha adoptado una opinión (ya sea como la opinión recibida o por ser agradable) atrae todas las demás cosas para apoyarla y estar de acuerdo con ella.


Porque nadie puede prohibir la chispa ni decir de dónde puede venir.


Un hombre sabio tendrá más oportunidades de las que encuentra.


La maravilla es la semilla del conocimiento.


El dinero es un gran servidor, pero un mal maestro.


Leer hace un hombre completo; y escribir un hombre exacto. Y, por lo tanto, si un hombre escribe poco, necesita tener el ingenio presente; y si lee poco, debe tener mucha astucia para parecer saber lo que no hace.


La constancia es la base de las virtudes.


No hay una belleza exquisita… sin algo extraño en la proporción.


Lo único realmente interesante es lo que sucede entre dos personas en una habitación.


El trabajo del artista siempre es profundizar en el misterio.


La venganza es un rey de la justicia salvaje.


La edad es mejor en cuatro cosas: madera vieja para quemar, el vino viejo para beber, los viejos amigos en quienes confiar y los viejos autores para leer.


Busca primero las cosas buenas de la mente, y el resto se proporcionará o su pérdida no se sentirá.


Un amigo falso es más peligroso que un enemigo abierto.


El que tiene esposa e hijos, ha dado rehenes a la fortuna; porque son impedimentos para las grandes empresas, ya sea por virtud o malicia.


Las personas mayores objetan demasiado, consultan demasiado tiempo, se aventuran muy poco, se arrepienten demasiado pronto y rara vez dirigen el negocio a su fin, pero se contentan con una mediocridad de éxito.


Para que la luz brille tan intensamente, la oscuridad debe estar presente.

Es imposible amar y ser sabio.


Lea para no contradecir y refutar, ni para creer y dar por sentado… sino para pesar y considerar.


Hay dos formas de esparcir la luz… ser la vela o el espejo que la refleja.


Mientras menos gente hable de su grandeza, más pensamos en ella.


Champagne para mis verdaderos amigos, verdadero dolor para mis amigos falsos.


Si queremos lograr cosas nunca antes logradas, debemos emplear métodos que nunca antes se habían intentado.


No hay comparación entre lo que se pierde al no tener éxito y lo que se pierde al no intentarlo.


Los libros hablan claro cuando los consejeros se suavizan.


Dios, de hecho, ha escrito dos libros, no solo uno. Por supuesto, todos estamos familiarizados con el primer libro que escribió, es decir, las Escrituras. Pero él escribió un segundo libro llamado creación.


La mejor parte de la belleza es lo que ninguna imagen puede expresar.


La filosofía, cuando se estudia superficialmente, despierta dudas; cuando se la explora a fondo, las disipa.


Una pequeña filosofía inclinó la mente del hombre hacia el ateísmo, pero la profundidad en la filosofía lleva la mente de los hombres a la religión.


Viajar, en el género más joven, es parte de la educación; en el anciano, una parte de la experiencia. El que viaja a un país antes de entrar en el idioma, va a la escuela.


Las habilidades naturales son como las plantas naturales; necesitan poda por estudio.


Si un hombre es amable y cortés con los extraños, muestra que es un ciudadano del mundo.


La muerte es una amiga nuestra; y el que no está listo para entretenerlo no está en casa.


Si el dinero no es tu siervo, será tu maestro. No se puede decir que el hombre codicioso posea riquezas, ya que se puede decir que las riquezas lo poseen a él.


Por Marta Guerri
 
100 frases de Ortega y Gasset de filosofía sobre la vida



José Ortega y Gasset (1883 – 1955) fue un famoso filósofo y ensayista español nacido en Madrid. Es conocido por sus análisis de la historia y la cultura moderna, especialmente por su penetrante examen del fenómeno de masas en su libro La rebelión de las masas. Ejerció una gran influencia en la filosofía española del siglo XX tanto por la temática de sus obras filosóficas, como por su estilo literario ágil pero elegante y muy cuidado.


Para Ortega y Gasset la filosofía tiene el deber fundamental de rebatir las creencias de las personas para promover nuevas ideas y de este modo explicar la realidad. Expuso un tipo filosofía que ha sido llamada “ratiovitalismo” o “razón vital“, en la que buscaba hacer justicia a las dimensiones intelectual y pasional del hombre como manifestaciones de la realidad fundamental de la vida humana. Según su perspectiva, el hombre está relacionado con el mundo en términos de las “preocupaciones” que se le van presentando. El ser humano individual es definitivamente libre en su yo interior y su vida y destino, son lo que él hace de ellos dentro de lo “recibido” de su herencia, medio ambiente, sociedad y cultura. Así, el hombre no es que tenga una historia; él es su propia historia, ya que la historia es únicamente la manifestación de la libertad humana.


Abandonó España al estallar la Guerra Civil y pasó sus años de exilio en Buenos Aires, Argentina, hasta regresar a Europa en 1942. Posteriormente se instaló en Portugal a mediados de 1945 y poco a poco comenzó a hacer pequeñas visitas a España. En 1948 regresó a Madrid, donde fundó el “Instituto de Humanidades” donde impartió lecciones dentro y fuera de España hasta su muerte en 1955.


Citas célebres de Ortega y Gasset

Camina lento, no te apresures, que a donde tienes que llegar es a ti mismo.


La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es la suma de lo que hemos sido, sino lo que anhelamos ser.


El esfuerzo es solo esfuerzo cuando comienza a doler.


Dime a qué le prestas atención y te diré quién eres.


Ser un artista significa dejar de tomar en serio a esa persona tan seria que somos cuando no somos artistas.


Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo de ella no me salvo yo.


La voluntad de ser uno mismo es heroísmo.


El rencor es el derramamiento de un sentimiento de inferioridad.


Vivir es un proceso constante de decidir lo que vamos a hacer.


El cínico, un parásito de la civilización, vive negándolo, por la sencilla razón de que está convencido de que no fallará.


El pasado no nos dirá lo que debemos hacer, pero sí lo que deberíamos evitar.

El hombre se adapta a todo, a lo mejor y a lo peor.


Quien hace una pregunta teme parecer un ignorante durante cinco minutos. Quien no pregunta se mantiene ignorante toda la vida.


Toda vida es lucha por ser sí misma.


La persona para quien las cosas pequeñas no existen, lo bueno no es grandioso.


Distinguimos al hombre excelente del hombre común al decir que el primero es el que se hace grandes exigencias, y el segundo que no se exige a sí mismo.


La metáfora es probablemente el poder más fértil que posee el hombre.


Lo bueno es, como la naturaleza, un inmenso paisaje en el que el hombre avanza a través de siglos de exploración.


El amor es ese desencadenante espléndido de la vitalidad humana, la actividad suprema que la naturaleza ofrece a cualquiera para salir de sí mismo hacia otra persona.


Odiar a alguien es irritarse por su mera existencia.


Pensar es el deseo de ganar realidad por medio de ideas.


No hay duda; incluso un rechazo puede ser la sombra de una caricia.


La división más radical que se puede hacer de la humanidad es la que la divide en dos clases de criaturas: las que se hacen grandes demandas, acumulando dificultades y deberes; y aquellos que no demandan nada especial de ellos mismos.


El pensamiento no es un regalo para el hombre, sino una adquisición laboriosa, precaria y volátil.


La revolución no es el alzamiento contra el orden preexistente, sino el establecimiento de un nuevo orden contradictorio al tradicional.


La voluntad del héroe no es la de sus antepasados ni la de su sociedad, sino la suya. Esto es ser uno mismo, esto es el heroísmo.


El hombre es un emigrante importante en una peregrinación del ser, y en consecuencia no tiene sentido establecer límites a lo que él es capaz de ser.


Excelencia significa cuando un hombre o una mujer se pregunta a sí mismo más que otros.


Hay personas que arreglan sus vidas de modo que se alimentan solo con guarniciones.


La verdadera varita mágica es la mente del niño.


La lucha con el pasado no es una lucha mano a mano. El futuro lo supera tragándolo. Si deja algo afuera, se pierde.


Bajo la especie de sindicalismo y fascismo, aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones o tener razón, sino que simplemente se muestra decidido a imponer sus opiniones.


Ser libre significa carecer de identidad constitutiva.


La civilización no es más que el esfuerzo por reducir el uso de la fuerza hasta el último recurso.


Una existencia ‘desempleada’ es la peor negación de la vida, es la muerte misma.


Lo que hace grande a una nación no es principalmente sus grandes hombres, sino la estatura de sus innumerables mediocres.


No podemos dejar de vivir hasta que estemos listos.


El punto de vista individual es el único punto de vista desde el cual se puede ver el mundo en su verdad.


El hombre no solo debe hacerse a sí mismo: lo más importante que tiene que hacer es determinar lo que va a ser.


El poeta comienza donde termina el hombre. La suerte del hombre es vivir su vida humana, la del poeta para inventar lo que no existe.


Vivimos en un momento en que el hombre se cree fabulosamente capaz de crear, pero no sabe qué crear.


El cazador es el hombre siempre alerta. Pero esto en sí mismo, la vida en completo estado de alerta, es la actitud en la que el animal existe en la jungla.


Vivir es sentirse perdido.


Cada vida es, más o menos, una ruina entre cuyos restos tenemos que descubrir qué debería haber sido esa persona.


El hombre que descubre una nueva verdad científica ha tenido que aplastar antes a los átomos de casi todo lo que había aprendido, y llega a la nueva verdad con las manos manchadas de sangre por la masacre de miles de trivialidades.


El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales.


Las masas piensan que es fácil huir de la realidad, cuando es lo más difícil del mundo.


El tipo de ser humano que preferimos revela los contornos de nuestro corazón.


La elección de un punto de vista es el acto inicial de una cultura.

l hablar, al pensar, nos comprometemos a aclarar las cosas, y eso nos obliga a exacerbarlas, dislocarlas, esquematizarlas. Cada concepto es en sí mismo una exageración.

Biografía: un sistema en el que se unifican las contradicciones de la vida humana.


La vitalidad humana es tan exuberante que en el desierto más triste todavía encuentra un pretexto para resplandecer y temblar.


Todo lo que se nos da son posibilidades de hacernos a nosotros mismos de una forma u otra.


La ley nace de la desesperación de la naturaleza humana.


El bienestar de las democracias, independientemente de su tipo y estado, depende de un pequeño detalle técnico: el derecho al voto. Todo lo demás es secundario.


La tragedia en el teatro nos abre los ojos para que podamos descubrir y apreciar lo heroico en la realidad.


Vivir no es más ni menos que hacer una cosa en lugar de otra.


El hombre no tiene naturaleza, sólo tiene historia.


Nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.


Los hombres juegan en la tragedia porque no creen en la realidad de la tragedia que se está escenificando en el mundo civilizado.


La poesía es la adolescencia fermentada, y así preservada.


Quien desea enseñarnos una verdad no debe decírnosla, sino simplemente sugerirla con un gesto breve, un gesto que comience una trayectoria ideal en el aire a lo largo del cual nos deslizamos hasta que nos encontremos a los pies de la nueva verdad.


Como el amor es el acto más delicado y total de un alma, reflejará el estado y la naturaleza del alma.


El orden no es una presión que se impone a la sociedad desde afuera, sino un equilibrio que se establece desde adentro.


El corazón del hombre no tolera la ausencia de lo excelente y supremo.


La tendencia hacia el arte puro no traiciona la arrogancia, como suele pensarse, sino la modestia.


Todo esfuerzo intelectual nos separa de lo cotidiano y nos conduce por caminos ocultos y difíciles a lugares apartados donde nos encontramos en medio de pensamientos desacostumbrados.

La vida es una operación que se realiza en una dirección hacia adelante. Uno vive hacia el futuro, porque vivir consiste inexorablemente en hacer, en cada vida individual que se hace a sí misma.


Sorprenderse, preguntarse, es comenzar a entender. Este es el deporte, el lujo, especial para el hombre intelectual.


Quien no ha sentido el peligro de que nuestro tiempo palpite bajo su mano, realmente no ha penetrado en los signos vitales del destino, simplemente ha pinchado la superficie.


El triunfo no puede evitar ser cruel.


El reconocimiento de un error es por sí mismo una nueva verdad y como una luz que dentro de éste se enciende.


Con la moralidad corregimos los errores de nuestros instintos, y con amor corregimos los errores de nuestra moral.


No es obligatorio para una generación tener grandes hombres.


La preocupación por lo que debería ser es estimable solo cuando hay respeto por lo que se ha agotado.


No vivimos para pensar, sino, por el contrario, pensamos para que podamos sobrevivir.


En estos años estamos presenciando el gigantesco espectáculo de innumerables vidas humanas vagando perdidas en sus propios laberintos, a través de no tener nada a lo que entregarse.


Necesitamos estudiar toda la historia, no volver a caer en ella, sino ver si podemos escapar de ella.


La historia es la ciencia de las personas.


Nos enamoramos cuando nuestra imaginación proyecta una perfección inexistente sobre otra persona. Un día, la fantasía se evapora y con ella, el amor muere.


La vida nos dispara a bocajarro.


Una edad no puede comprenderse completamente si no se comprenden todas las demás. La canción de la historia solo se puede cantar como un todo.


Hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama.


La masa cree que tiene el derecho de imponer y dar fuerza de ley a las ideas nacidas de un café.


El hombre es un fugitivo de la naturaleza.


La vida significa tener algo definido que hacer, una misión que cumplir, y en la medida en que evitemos configurar nuestra vida a algo, la dejamos vacía. La vida humana, por su propia naturaleza, tiene que estar dedicada a algo.


El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza.


La estupefacción, cuando persiste, se convierte en estupidez.


La poesía se ha convertido en el álgebra superior de las metáforas.


Solo queda un camino para salvar un clásico; dejar de reverenciarlo y usarlo para nuestra propia salvación.


No niego que pueda haber otras causas bien fundamentadas para el odio que varias clases sienten hacia los políticos, pero la principal me parece que los políticos son símbolos del hecho de que cada clase debe tener en cuenta a todas las demás clases.


Soy libre por compulsión, quiera o no quiera.


Tanto si es un original o un plagio, el hombre es el novelista de sí mismo.


Este es el peligro más grave que amenaza hoy la civilización: la intervención del Estado; la absorción de todo esfuerzo social espontáneo por parte del Estado, es decir, de la acción histórica espontánea, que a largo plazo sostiene, nutre e impulsa los destinos humanos.


Hay, sobre todo, momentos en los que la realidad humana, siempre móvil, acelera y estalla a velocidades vertiginosas. Nuestro tiempo es tal, porque está hecho de descenso y caída.


La forma más contradictoria para la vida humana que puede aparecer entre la especie humana es el “hombre auto-saturado”.


Rige inexorable la paradoja de que, siendo la sociedad una suma de individuos, lo que de ella emana no depende de éstos, sino que, al revés, los tiraniza.

Por Marta Guerri
 
Back