Lidia Lozano

Haberse enrollado con muchos tíos no es tener un pasado oscuro, ni aunque uno de esos folleteos sea Pipi.
 
El viernes oí decir a esta impresentable mujer en Salvame que la Campanario estaba con
su novio en Barcelona .Carlota la corregia diciendo amigo pero ella erre que erre repetia novio.
Por lo que os leo aquí todo fué un montaje del "morenito",me gustaria saber si Lidia rectifico
y pidio perdón que es lo que tenia que hacer.
Que maldad tiene esta mujer es de la escuela de la Patiño pero a lo zorro.Pobre de la persona que caiga en las redes de T5
 
LYDIA LOZANO
12/12/2020

EN TÓMBOLA “HABÍA COPAS DEBAJO DE LAS SILLAS”​

LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA
A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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A LYDIA LOZANO LE GUSTARÍA CELEBRAR que hoy cumple 60 años con una fiesta épica de las que hacen temblar el suelo. No sería la primera vez: los saraos en su chalé de Madrid tienen fama de ser acontecimientos despreocupados en los que las señoras se suben la falda para hacer el baile chuminero mientras se van vaciando las botellas de champán. Pero en estos tiempos en los que una reunión social es un delito, no queda más remedio que dejar las celebraciones para otro día. “Este año seremos seis, qué le vamos a hacer”, cuenta la periodista y colaboradora de Sálvame. “También te digo que ahora me tiraría para atrás meter a 500 personas en mi casa. Este año ha sido triste, han fallecido amigos míos, y me parecería una frivolidad. Pero el año que viene, esto se celebrará”.
Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 
LYDIA LOZANO
12/12/2020

EN TÓMBOLA “HABÍA COPAS DEBAJO DE LAS SILLAS”​

LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA​

A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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A LYDIA LOZANO LE GUSTARÍA CELEBRAR que hoy cumple 60 años con una fiesta épica de las que hacen temblar el suelo. No sería la primera vez: los saraos en su chalé de Madrid tienen fama de ser acontecimientos despreocupados en los que las señoras se suben la falda para hacer el baile chuminero mientras se van vaciando las botellas de champán. Pero en estos tiempos en los que una reunión social es un delito, no queda más remedio que dejar las celebraciones para otro día. “Este año seremos seis, qué le vamos a hacer”, cuenta la periodista y colaboradora de Sálvame. “También te digo que ahora me tiraría para atrás meter a 500 personas en mi casa. Este año ha sido triste, han fallecido amigos míos, y me parecería una frivolidad. Pero el año que viene, esto se celebrará”.
Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 
Sí de acuerdo, que Lidia cumpla muchos más. Pero tanto "lloriqueo" ya empieza a cansar.
En dos minutos pasa del llanto a la risa. Esta señora muy equilibrada no está. Claro que
en Sálvame son todos iguales. Destripan al que le toca y no tienen respeto por nadie.
¡¡¡¡¡¡¡ Qué pena....!!!!!!. Así se mantienen en el candelero.
Y si hablamos de JJ....... ha perdido el norte, ..es zafio, ordinario, endiosado y se le nota
que está "necesitado "........
Saluditos....
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Se cree "divino de la muerte" y es feo. horrible y vanidoso

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LYDIA LOZANO
12/12/2020

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LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA​

A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 

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