Libros, libros, libros

Jane Austen inspira el cartel de la Feria del Libro de Madrid de octubre
Su creadora es la albaceteña Nuria Riaza. La Feria debería haber comenzado el 29 de mayo y fue aplazada a octubre por la pandemia del Covid-19



Foto: Cartel de la Feria del Libro de Madrid 2020


Cartel de la Feria del Libro de Madrid 2020


AUTOR
P. C.
Contacta al autor
21/05/2020



La Feria del Libro de Madrid, que se celebrará del 2 al 18 de octubre, ya tiene cartel. Se trata de un dibujo de la albaceteña Nuria Riaza (Almansa, 1990) elaborado con bolígrafo azul y que está inspirado, como ella misma afirma, en Rosalía de Castro y 'Las literatas. Carta a Eduarda' y en “Jane Austen, que escondía sus escritos en su caja de costuras”. La imagen, de hecho, muestra a una mujer con una estética muy del siglo XIX. Riaza también ha querido evocar porque así las tenía presentes, además de a sus abuelas, a Mary Ann Evans, las hermanas Brontë, Louisa May Alcott, Violet Paget, Karen Blixen, Sidonie-Gabrielle Colette, Cecilia Böhl de Faber, Caterina Albert, Amantine Dupin o J. K. Rowling. Todo un retrato clásico con corsé.

Como ya informaron sus organizadores el pasado mes de marzo, la Feria del Libro de Madrid que debería haber comenzado el 29 de mayo, fue aplazadapor la pandemia del Covid-19. Ahora se está buscando la fórmula para que resulte “una feria segura”, tal y como avanzaron hace unas semanas mediante un comunicado.

Es una reivindicación de “tantas mujeres, de antes y ahora, sin una habitación propia”. Virginia Woolf también como inspiradora

De momento ya se ha lanzado el cartel, en el que, según explica el director de la Feria, Manuel Gil, “prima y brilla la relación emocional que se establece entre una escritora y un libro”. A la vez, insiste, “rinde homenaje a las autoras que, a lo largo de la Historia de la Literatura, han tenido que escribir bajo la condición de anónimo, debiendo ocultar su nombre, y crear bajo pseudónimo; y es, por extensión, también un homenaje a las mujeres lectoras, hoy mayoritarias en su acercamiento al libro, la literatura, y la lectura”. La propia Riaza también sostiene que es una reivindicación de “tantas mujeres, de antes y ahora, sin una habitación propia”. Virginia Woolf también como inspiradora.


Buena hija, esposa y madre
Además del bolígrafo azul hay bordados en hilo de algodón. Según explican, esta parte bordada “nos lleva a la doble vida de esa mujer escritora y lectora; y los motivos de punto de cruz en la cubierta del libro o en parte de la tipografía del cartel, hacen referencia a la buena hija, esposa y madre que zurce los calcetines con dedicación y paciencia: mujeres relegadas a la casa, calladitas y en la sombra, a quienes se les niegan estudios igualitarios por miedo a que tengan iniciativa propia y libre pensamiento”, manifiesta Riaza. La mujer zurcidora.



Cartel de la Feria del Libro de Madrid 2020


Cartel de la Feria del Libro de Madrid 2020



Los organizadores de la Feria son los que eligen directamente al diseñador del cartel cada año. No hay ningún tipo de concurso. En las últimas ediciones han primado las diseñadoras. El año pasado fue Sara Morante, en 2018 Paula Bonet y en 2017 Ena Cardenal de la Nuez, con aquel gato simpático de colores. Desde la Feria creen que este cartel de Riaza gustará (es el que aparece después en todas las bolsas para llevar los libros). “Es un fresco coral que captará a buen seguro la atención del visitante de la Feria y que gustará a toda la sociedad lectora”, señala Manuel Gil.


 
Elena Poniatowska: «Se me quedaron un montón de novelas en los bolsillos»

La premio Cervantes mexicana, que el martes cumple 88 años, hace balance de su vida y analiza la crisis derivada de la pandemia


La escritora Elena Poniatowska, fotografiada en su casa de Ciudad de México


La escritora Elena Poniatowska, fotografiada en su casa de Ciudad de México - EFE





Inés Martín Rodrigo
Inés Martín Rodrigo
MADRID 18/05/2020


La casa de Elena Poniatowska (París, 1932) en Ciudad de Méxicoestá cerca del parque de La Bombilla, en el barrio de San Ángel, donde «hace muchos años», según ella misma recuerda, «mataron al general Álvaro Obregón». La escritora tenía por costumbre, antes de que la realidad que habitábamos se nos fuera al garete, ir a caminar a ese parque. Y siguió haciéndolo cuando el coronavirus empezó a acecharnos. Hasta que se enteró su hija Paula. «Se enojó muchísimo –explica la mexicana al otro lado del teléfono– y me dijo que ya no fuera, porque también allí hay otras gentes que caminan, y nos detenemos a platicar y no guardamos la sana distancia». Desde entonces, Poniatowska camina virtualmente, abraza virtualmente y lo hace todo, en definitiva, virtualmente. Eso sí, las 88 velas que soplará el martes serán tan reales como la vida misma.

¿Cómo se encuentra, cómo está llevando estas semanas tan extrañas?


Bueno, como yo, finalmente, me paso la vida frente a la pantalla de la computadora, pues mi vida no cambia tanto. Lo que sí cambia es la preocupación por los demás. Además, tengo amigos y amigas que tienen más o menos mi edad y sé que su vida quizá peligra.

¿Y de salud anda bien?


No, pues yo estoy bien, soy una medio gordita que va rodando por el mundo contenta. Es una manera de estar bien, podría ser una pelota (ríe).

¿Cómo de diferente es esa realidad virtual que estamos viviendo ahora?


Bueno, es una realidad que ahora abarca muchos aspectos. Está el aspecto político, con las críticas al Gobierno, las críticas a los médicos, también… Nosotros tenemos un médico que nos da las noticias todas las noches, que se llama López-Gatell, y que algunos han empezado a atacar diciendo que las cifras no son exactas. Pero mucha gente tenemos una enorme simpatía, entre ellas yo, por López-Gatell y por el presidente de la República.

¿Cómo cree que está gestionando el Gobierno de México esta crisis?


Bueno, una crisis de esta magnitud es siempre una incógnita saber qué se tiene que hacer con ella. Y, claro, es mucho más fácil criticar que aplaudir. Pero, hasta ahora, nosotros tenemos a un presidente que yo creo que ha seguido con su lema de «Primero los pobres», y que siempre se ha preocupado por los menos afortunados en México, que son miles. Puesto que yo he estado con él desde entonces, creo que su mayor preocupación es la vida y el bienestar de los mexicanos que no tienen nada.

Desgraciadamente, esta pandemia también está poniendo en evidencia las grandes diferencias económicas y sociales que existen.

Claro, porque Latinoamérica es un continente muy abandonado, es un continente finalmente de pobres, a pesar del petróleo, y es un continente de explotados, y es muy difícil. Lo mismo se puede decir de África o de los países que han sido colonizados, son países en los que es muy difícil levantar la cabeza pronto después de tanta matazón o tanto descrédito. Nosotros hemos sido considerados salvajes.

Hoy no es que haya políticos que les consideren salvajes, pero sí manifiestan poco aprecio hacia ustedes. Estoy pensando en su vecino, Donald Trump.

Bueno, claro, Trump representa el «blonde american», el americano victorioso que vino de Europa. Pero hay que pensar también que en Estados Unidos tuvieron los padres fundadores, que fundaron el país, pero se dedicaron a matar a los indios, pero no había una población tan grande como la nuestra ni tan creativa como la nuestra. Porque hay que recordar que el mayor político es Benito Juárez, que es uno de los grandes de México, y que los indígenas han hecho aportaciones notables. Los Estados Unidos no tienen ni la cultura pasada… vienen a México para conocer las pirámides y para conocer el arte prehispánico.

No sé si decir por fortuna, pero el caso es que la pandemia ha hecho olvidar otros asuntos, como el famoso muro que quería levantar Trump entre Estados Unidos y México.

Qué bueno, qué bueno, porque es un muro al que se oponen todos los mexicanos y yo creo que muchísimos también norteamericanos. Hay que recordar que el pueblo en general de Estados Unidos, la masa, la gente, pues es una masa liberal y es una masa compuesta de todas las culturas. Hay franceses, alemanes, irlandeses, ingleses, chinos, japoneses… Es un país hecho con todas las razas del mundo y todas las corrientes del mundo.

Lo que está claro es que este virus es bastante democrático, nos afecta a todos por igual, con independencia de nuestra clase social, origen o procedencia.

Sí, pero hay que pensar que en México han muerto pocos, pero los que han muerto finalmente son los de abajo, no los de arriba.

Porque son los que menos acceso tienen a la atención sanitaria, claro.

Sí o porque es muy difícil también la obediencia. A raíz de las medidas que se tomaron, muchos siguieron caminando en la calle, no guardaban la sana distancia que México promovió, y además cualquiera de nosotros tarda en entender una pandemia pues de esa magnitud.

En España llevamos ya casi setenta días confinados. Entiendo que usted, como escritora, está bastante acostumbrada, pero seguro que su alma de periodista le pide tirarse a la calle.


Sí, claro, pero también uno se acostumbra. Yo hago exactamente lo que usted hace ahorita: llamo por teléfono y hago entrevistas y crónicas, hablo con distintas personas, que me hacen el favor de acceder a mi petición y me dan su opinión, su experiencia… Ya con eso también puedo escribir.

¿Qué periodismo debemos hacer en estos días?

Pues yo creo que como el que hacemos siempre. Toda la vida yo me he inclinado por saber qué es lo que piensan aquellos a quienes jamás les hacemos preguntas, el que tiene que viajar en metro, el que tiene que viajar en autobús… Ahora tenemos un problema grave, que nos concierne a todos los que escribimos, que es el cierre de librerías y editoriales, y es gravísimo que se pierdan editoriales más pequeñas, que escogen y empujan a autores menos conocidos, autores que a veces no tienen cabida o no les interesan a las grandes transnacionales.

¿En qué lecturas está encontrando usted refugio estos días?


Bueno, he pasado al internet, a las redes, algunos poemas de Octavio Paz, de Carlos Pellicer, de Rosario Castellanos, de Renato Leduc… «Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo, que de amor y dolor alivia el tiempo». Todo eso he estado poniéndolo en las redes.

¿Y por qué se ha acordado de ellos?


A veces es una razón material, porque tengo el libro a la mano. Pero claro que los recuerdo porque los quiero y los admiro. Son razones a veces muy sencillas, no rebuscadas. A mí siempre me ha gustado divulgar todo lo de México. Podría divulgar lo de Francia, donde nací, o quizá lo de Estados Unidos, donde estuve en un convento de monjas cuatro años, pero a mí lo que me gusta es dar a conocer a mi país.

También está con la segunda parte de «El amante polaco», ¿verdad?


Sí, y eso me ayuda. Yo no quería ese título, pero en la editorial les gustó. No lo quería porque se parecía al de Antonio Muñoz Molina, pero de cuarenta títulos dijeron que ese era el más eficaz.

¿Logra concentrarse, escribe todos los días?


Sí, claro. Hay una disciplina que una adquiere, que es un poco casi como la gimnasia, que te acostumbras a hacer ciertos movimientos, así como en la cama te duermes sobre tu lado izquierdo o sobre tu lado derecho o de panza o boca arriba… Hay costumbres que, además, no se pierden si uno las cultiva todos los días. Piense que ya tengo más de sesenta años de hacer lo mismo.

Pero, ahora, con la incertidumbre y la desazón que nos rodea...


Sí, yo creo que subyace la tristeza, el ánimo es de tristeza, el ánimo es también de miedo, de temor, no le vaya a pasar a alguien cercano, a alguien que uno ama. Se ve al coronavirus como un monstruo, y vivir con una especie de monstruo no es normal. Esa falta de normalidad creo que es lo que más nos afecta.

Lo bueno es que yo tengo la sensación de que se han estrechado más los lazos entre las personas.

Claro que sí, es importante eso. Yo, por ejemplo, mando a una amiga un pastel o medio pastel o una gelatina o una compota o una mermelada… Pues todo eso son demostraciones de cariño y demostraciones de apoyo. Además, lo que estamos haciendo usted y yo ahorita, el teléfono, pues es un gran comunicador.

Teniendo en cuenta que cada vez que cumplimos años hacemos un poco balance de nuestra vida, usted, que ahora va a cumplir 88 años, ¿qué piensa cuando echa la vista atrás?


Bueno, pienso, en lo personal, que quizá le dediqué demasiado tiempo al periodismo, y que eso me duele porque se me quedaron un montón de cuentos y de novelas en los bolsillos, pero le di siempre prioridad a documentar a mi país. Yo llegué a México a los diez años y vi en un mapa que había muchos espacios que decía: «Zonas por descubrir». Una vez lo platicamos Carlos Monsiváis y yo y José Emilio Pacheco -mis dos grandes amigos, con quienes trabajé toda la vida y que murieron antes que yo, siendo yo mucho mayor que ellos-, que había que documentar a nuestro país, que había zonas por descubrir, gente por descubrir, personas con quienes hablar… Me dediqué muchísimo a las entrevistas y ya no hice lo mío. Quizá a veces eso pues siento no haberlo hecho, pero bueno, así fue. También el periodismo, lo que usted hace, estamos las dos hablando a través del océano, pues quizá eso tenga un sentido y sea valioso. Quizá no tanto como la creatividad, el inventar un mundo propio, pero también tenemos que pensar que ya poco se inventa, ya se dijo todo hace años.

¿Usted cree?


Pues sí, yo creo que muchas cosas se han dicho, a menos que descubramos otras cosas. Sí creo que finalmente la literatura es un plagio universal.

¿Y de qué es de lo que más orgullosa se siente, quizá del Cervantes?


Ah, bueno, de eso me siento muy agradecida, y creo que todos los periodistas de México y los que han hecho crónica se sienten agradecidos. Nunca entendí nada hasta que llegaron los periodistas, no entendí que se me estuviera premiando. Bueno, aquí también muchos han denostado, han dicho que cómo se me daba el premio a mí, que eso no era posible... España me tomó en brazos, me levantó y, además, frente a mis hijos, frente a mi familia. Como madre, yo siempre pensé: «Ay, a lo mejor no les dedico suficiente tiempo, ¿cómo le hago?». Escribía yo en la noche, cuando ya se habían dormido y eran pequeños... Pero, de todos modos uno se la vive, y yo me la viví en la culpabilidad. Entonces, este premio era como la razón de ser de todo un pasado, de toda una vida, y por eso me emocionó muchísimo.

Pese a que se encuentra bien de salud, entiendo que llega un determinado momento en la vida en el que es casi imposible no pensar en la muerte. ¿Usted piensa en ella?


Sí, claro, claro que pienso en la muerte. Sobre todo pienso en la gente de mi edad que no quisiera yo que se fuera antes que yo. Pienso mucho en la muerte de mi madre, que murió además de una especie de gripe muy fuerte, una pulmonía, y se fue rápidamente, siendo una mujer muy sana. Entonces, claro que pienso en la muerte, pienso en mi propia muerte, pienso siempre en que tengo todo en desorden, y eso me preocupa mucho, que los libros están en desorden, los papeles en desorden, y yo quisiera ordenar todo. Siempre pienso, ay, le voy a decir a una brigada de estudiantes que vengan aquí y que arreglen como Dios les dio a entender, pero ni siquiera tengo libreros, entonces todo eso está... Como que se me viene encima mi desorden y ese sí me afecta.

¿Y le asusta que llegue el final o no tiene miedo?


Pues, no sé si sea una bendición o sea una idiotez, pero tengo una enorme capacidad de inconsciencia, entonces, no estoy tan dedicada a pensar qué me va a pasar. A mí siempre me han dicho que atravieso muy mal la calle, que no obedezco a las señalizaciones, al verde, al rojo, al naranja y que me lanzo… No soy como muy autoprotegida.

¿Y se arrepiente de algo de lo que hizo o dejó de hacer?


Bueno, me arrepiento de haber hecho tanto periodismo. Aquí siempre se piensa que es un género menor, que es subalterno, que no es una novela, no es un poema… Pero esa fue mi condición y mi situación, quizá por no haber nacido en México.

El caso es que cuando sople las 88 velas, aún le va a quedar mucho por hacer y por escribir, estoy segura.


Ay, se lo agradezco mucho, es un muy buen deseo.


 
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¿Qué vas a aprender hoy? 10 novedades esenciales de ensayo, historia y divulgación
Se abre la veda, todos los libros retrasados por la crisis del coronavirus llegan en tromba a las librerías y aquí seleccionamos los mejores de no ficción



AUTOR
DANIEL ARJONA
Contacta al autor
@elarjonauta
21/05/2020



Relataba Nassim Taleb en 'El cisne negro' que el fallecido sabio Umberto Ecodividía en dos categorías a los visitantes que recibía y se quedaban boquiabiertos ante su gigantesca biblioteca de más de 30.000 volúmenes. La mayoría reaccionaban con un: "¡Oh! Pero ¿se los ha leído todos?". Y luego existía una pequeña minoría que le ahorraba la irritante preguntita porque sabía que: "Una biblioteca privada no es un apéndice para estimular el ego, sino una herramienta para la investigación. Los libros leídos tienen mucho menos valor que los no leídos. Nuestra biblioteca deberá contener tantos como nuestros medios económicos, la hipoteca y el actual mercado activo de la propiedad inmobiliaria nos permitieran colocar". Por su parte, el escritor Juan Bonilla, nuestro gran bibliófilo, coincide en su 'Novela del buscador de libros' (FJML): "La biblioteca cree firmemente en el infinito, desprecia la mera posibilidad de que haya un todo. Siempre hay algún volumen por conquistar, alguno que está más allá, no solo los que pertenecen al futuro, también los que se esconden en los pliegues del pasado".

En el Confidencial prosigue seleccionamos hoy las 10 mejores novedades, en papel y en digital, de ensayo, historia, biografía... de entre el aluvión de novedades aplazadas por el coronavirus que al fin llegan a las librerías. Y sin salir de casa.


1. 'Los europeos' - Orlando Figes (Taurus)


'Los europeos' (Taurus).


'Los europeos' (Taurus).

El autor de este libro es un historiador británico de la Universidad de Londres que en 2017, después del Brexit, se nacionalizó alemán porque no quería compartir pasaporte con unos compatriotas que se cerraban al mundo. Aquejado pues por la última y mejor herejía de estos tiempos oscuros de muros y fronteras, la del cosmopolitismo, Figes se aplicó desde entonces precisamente a escribir una historia de la cultura cosmopolita en ese fascinante momento a mediados del siglo XIX en el que, a lomos del ferrocarril, la literatura, el arte y la música fluyeron como nunca antes en la historia de Europa. Un triángulo amoroso es el protagonismo de esta historia cuyos tres vértices son Pauline Viardot, de origen español y una de las cantantes de ópera más célebres de todos los tiempos, su esposo, director teatral y crítico de arte Louis Viardot y su amante el gran escritor ruso filoeuropeo Iván Turgenev. Optimista, fascinante y conmovedor: el libro más necesario para un año aciago
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2. 'El mapa fantasma' - Steven Johnson (Capitán Swing)


'El mapa fantasma' (Capitán Swing).


'El mapa fantasma' (Capitán Swing).


Todo un clásico moderno de la literatura epidemiológica (y del urbanismo del shock), 'El mapa fantasma' nos estimula además a permanecer excepcionalmente atentos a las inevitables transformaciones que traerá el covid-19. Porque esto ya ha ocurrido antes. En 1854, el cólera cayó sobre Londres como una maldición. Mientras se amontonaban los cadáveres, dos héroes imprevistos: el anestesista John Snow y el reverendo bonachón Henry Whitehead le doblaron el brazo a la enfermedad mediante una combinación de sabiduría local, investigación científica y meticuloso trabajo cartográfico. Y, al tiempo que transcurre su investigación, Johnson despliega una gran historia que nos habla de gérmenes, ideas, ciudades y pasiones humanas. Mientras el mundo cambia de forma.
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3. 'La historia olvidada del liberalismo' - Helena Rosenblatt (Crítica)


'La historia olvidada del liberalismo' (Crítica).


'La historia olvidada del liberalismo' (Crítica).


¿Liberalismo en tiempos de Cicerón, del Renacimiento, liberalismo protestante, liberalismo en la Revolución Americana? Preocupada, como lamenta José María Lasalle en el prólogo, de que la luz del liberalismo se apague, la profesora Rosenblatt persigue mucho más atrás en el tiempo de lo que viene siendo habitual los hilos perdidos de una de nuestras más importantes tradiciones políticas. Porque, defiende la autora, "los liberales siempre se vieron a sí mismos luchando por el bien común y continuaron considerando este bien común en términos morales. Puede que hoy pensemos que eran ingenuos, ilusos o directamente hipócritas. Sin embargo, para los liberales del siglo XIX, ser liberal significaba sobre todo creer en un proyecto ético".
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4. 'La trampa del optimismo' - Ramón González Férriz (Debate)


'La trampa del optimismo' (Debate).
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La trampa del optimismo' (Debate).


En los momentos de felicidad planta su semilla, sin que nadie preste atención, la desgracia. La última década de optimismo irrefrenable que animó la historia fueron los noventa, aquellos años en los que tantos niños nos convertimos en adultos mientras la economía crecía y crecía y el planeta culminaba su globalización tras la caída del comunismo. Y después.... después nunca se había apelotonado tanta historia con prisas por destruirlo todo como después del fin de la historia. Ramón González Férriz firma aquí un libro brillante, encantador e incrédulo, con nostalgia inevitable, pero que deja también al descubierto sin autoengaños las costuras de una época en la que todo lo que nos pasa ahora ya nos estaba empezando a pasar. Y con tremenda galería de personajes Imprescindible.
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5. 'Buena economía para tiempos difíciles' - Esther Duflo y Abhijit Banerjee (Taurus)


'Buena economía para tiempos difíciles'.


'Buena economía para tiempos difíciles'.


Tal vez el libro más 'rompeprejuicios' sobre los que no tienen nada que se ha escrito, y con más talento, sea 'Repensar la pobreza', una joya en la que, aplicando la estricta investigación científica, la economista francesa Esther Duflo y su marido, el indio estadounidense Abhijit V. Banerjee, desmontaban todos los mitos sobre lo que necesitan los pobres (entendidos como sujetos activos y no como peones en el tablero de ajedrez de los ricos) para escapar de su miseria. En 2019 ambos ganaron el premio Nobel de Economía por sus investigaciones y en este su último libro demuestran como los malos tiempos son, sin embargo, excelentes para las buenas ideas.
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6. 'Pandemia' - Slavoj Zizek (Anagrama)


'Pandemia' (Anagrama).


'Pandemia' (Anagrama).


El perejil de todas las salsas filosóficas, la estrella mediática del pensamiento en la época de la cultura de masas, el espídico, guasón e inagotable esloveno Slavoj Zizek ha escrito uno de los libros más veloces de una carrera no caracterizada especialmente por su lentitud con nuestro minúsculo y omnipresente supervillano actual como protagonista: el covid-19. Breve, enérgico y cargado del sabor y los fogonazos que le caracterizan, el autor se lo pasa bomba dándole una vuelta al asunto. Y probablemente el lector también.
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7. 'A propósito de nada' - Woody Allen (Alianza)


'A propósito de nada' (Alianza).


'A propósito de nada' (Alianza).

Escribía Marta Medina en su reseña en El Confidencial: "A propósito de nada' suena más bien a canto del cisne. A un testamento literario y vital de alguien que ya se sabe sentenciado. Admite lo mucho que le pesa que, al final, haya sido el país que le vio nacer y al que ha dedicado la mayor parte de sus películas —aunque, en realidad, haya sido a la ciudad de Nueva York, más concretamente—, el primero que ha renegado de él y de su obra. Que Nueva York no quiera ver proyectados en ninguno de sus cines 'Manhattan' ni 'Balas sobre Broadway". La autobiografía de Woody Allen es uno de los libros más esperados del año, tal vez también algo maldito. Y uno de los más leídos ya en nuestro país.
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8. 'Galdós. Una biografía' - Yolanda Arencibia (Tusquets)


'Galdós. Una biografía' (Tusquets).


'Galdós. Una biografía' (Tusquets).


Una nueva e imponente biografía sobre Benito Pérez Galdós en el centenario de su muerte se alzó este año como ganadora del premio Comillas que publica Tusquets, uno de los más importantes del género en nuestra lengua. Apoyándose en los más diversos textos de Galdós (novela, teatro, crítica, memorias y prosas misceláneas), Arencibia, sin duda la mayor experta contemporánea en su obra, nos ofrece un extraordinario retrato de quien fuera el gran renovador de la novela española, un personaje que además siempre estuvo atento a los nuevos impulsos culturales y sociales europeos. El Galdós republicano, regeneracionista y feminista adelantado, despreciado por los reaccionarios pero aclamado por innumerables lectores ya en su tiempo, se alza en esta biografía memorable como uno de los mayores escritores en lengua española de todos los tiempos, a la par que como ejemplo destacado de una España de estirpe cervantina, liberal y de espíritu progresista, y como un autor vivo y actual, que todavía suscita debates y polémicas.
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9. 'Contagio' - David Quammen


'Contagio' (Debate).


'Contagio' (Debate).

¿Le vuelven loco las novelas de misterio originales y sorprendentes con las que se va la tarde, con un asesino ubicuo, tenaz y despiadado? ¿Y qué tal varios? Bingo. 'Contagio' es un inagotable y absorbente 'noir' completamente real que firma uno de los mejores periodistas científicos de nuestra generación, el estadounidense David Quammen, el hombre que sabía perfectamente cuando publicó esta historia en inglés sobre virus y pandemias hace menos de una década que algo como el coronavirus iba a pasar más temprano que tarde. Fantásticas historias de investigación en primera línea de batalla, de muerte y vida, de enfermedad y supervivencias que no puedes dejar de leer.
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10- ‘El solitario’ - Lorenzo Silva y Manuel Marlasca


'El solitario'.


'El solitario'.


Lorenzo Silva ha aunado esfuerzos con el periodista de sucesos Manuel Marlasca y el ilustrador Cristóbal Fortúnez para crear esta historia sobre El solitario, el famoso atracador que desvalijó más de treinta bancos durante catorce años. No fue detenido hasta 2007 en Figueira de Foz (Portugal), en una operación en la que participaron la Guardia Civil, la policía y agentes españoles y portugueses. En esta novela ilustrada puede seguirse toda la investigación policial mientras el lector se adentra en la personalidad histriónica y paranoica de este personaje que llegó a causar tres muertes. Sigue en la cárcel y suma unas cuantas condenas como para salir antes de que cumpla los setenta años.
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La Feria del Libro de Fráncfort se celebrará en otoño a pesar del coronavirus
La cita, la más importante del mundo, tendrá lugar de forma presencial entre el 14 y el 18 de octubre en la ciudad alemana



La Feria del Libro de Fráncfort es la más importante del mundo y atrae, cada año, a unos 30.000 visitantes


La Feria del Libro de Fráncfort es la más importante del mundo y atrae, cada año, a unos 30.000 visitantes - ABC




BERLÍN 27/05/2020


La Feria del Libro de Fráncfort, la mayor del mundo en su sector, se celebrará este año de forma presencial del 14 al 18 de octubre en la ciudad alemana a orillas del Meno a pesar de la pandemia de Covid-19, según dio a conocer la junta directiva de la organización de libreros alemanes (BGG).

El director de la Feria Juergen Boos apuntó que a consecuencia del coronavirus, el evento, que este año cuenta con Canadá como país invitado, adoptará la forma de una "edición especial", que combinará un programa de actividades presenciales con formatos digitales. "Este año es mas importante que nunca celebrar la Feria del Libro de Fráncfort. Con la presencia en el recinto ferial y con eventos de presentación de libros tanto en el lugar como virtuales, creamos atención pública para nuestros autores y autoras, para el sector, para nuestros temas", afirmó en el comunicado.

Está previsto que en la Feria participen expositores procedentes de toda Europa y, si las restricciones al tráfico de viajeros lo permiten, también del resto del mundo; los organizadores cuentan con que las primeras informaciones sobre el programa se puedan dar a conocer a finales de junio.


Medidas de higiene
Debido a la pandemia de coronavirus, grandes eventos del sector que se iban a celebrar en primavera, como la Feria del Libro de Leipzig o la Lit. Cologne, así como numerosas ferias de otros ramos, tuvieron que ser canceladas o trasladadas a formatos exclusivamente virtuales. Para adaptarse a las restricciones que, según esperan los organizadores, persistirán en octubre, se tratará de repartir los estands y las actividades por un mayor número de espacios para reducir la densidad del público, cuyo número será limitado, y se mantendrán estrictas medidas de higiene. En años anteriores, la Feria, que se celebra desde 1949, atrajo a casi 7.500 expositores de más 100 países diferentes y a más de 30.000 visitantes.


 
LO IMPREVISIBLE ES LA CLAVE DEL PRESENTE
El factor humano en la era de los algoritmos

La periodista Marta García Aller (Madrid, 1980) aborda en 'Lo imprevisible' (Planeta, 2020) todo lo que la tecnología quiere y no puede controlar. El Confidencial publica un extracto de su nuevo libro



Foto: Marta García Aller. (Javier Burgos)


Marta García Aller. (Javier Burgos)




AUTOR
MARTA GARCÍA ALLER
Contacta al autor
GarciaAller
23/05/2020



Este libro no está aquí. No ha podido llegar al lector porque este libro está confinado. Acabé de escribirlo en febrero de 2020, a tiempo de convertirse en una de las novedades de la primavera. O eso creía yo. Brindé por ello con amigos nada más entregarlo. No sabía por entonces que aquella iba a ser la última vez que pisaríamos un bar en mucho tiempo. Ni que este año nos íbamos a quedar sin primavera. De eso iban, al fin y al cabo, las páginas que acabaron confinadas. Advertían de que había que ir acostumbrándose a convivir con todo aquello que no se puede prever.

A principios de marzo, 'Lo imprevisible' ya estaba impreso y empaquetado, listo para llegar a las librerías. Y ahí se quedó. Atrapado por sorpresa en las cajas de una imprenta de Igualada, el primer municipio español en decretar el confinamiento total por el brote de coronavirus. Igualada sonaba entonces, igual que Bérgamo, como si fuera el reactor 4 de Chernóbil. No se podía salir ni entrar de allí por el alto riesgo de contagio. Mi editora me llamó para avisarme de que la publicación del libro se retrasaría. La semana siguiente se decretó el estado de alarma que puso a España en cuarentena. Y luego el covid-19 fue paralizando el resto del planeta. Más de tres mil millones de personas nos quedamos encerradas en casa durante semanas para tratar de frenar el virus que cambiaría el mundo.

Así que este libro no es exactamente el mismo que en febrero. De alguna manera, ninguno lo somos. Tampoco el lector. Ya no me va a costar convencerle de que un espejismo tecnológico nos ha hecho creer que tenemos bajo control más cosas de las que en realidad están a nuestro alcance. Eso ha quedado claro ahora que el mundo está patas arriba. Mientras reescribo estas líneas, aprovechando mi propia clausura, aún no sabemos cuánto durará el estado de alarma. Ni cuándo podremos volver a salir de casa para ir a trabajar o abrazar a la familia. Tampoco cuándo volverán a abrir las librerías para que estas páginas, estas sí, lleguen por fin a sus manos. De pronto, ya no sabemos nada del futuro.

Ni de lo que hay a la vuelta de la esquina. Solo hay algo seguro: nunca ha sido tan imprevisible. De pequeña me fascinaba un libro que fantaseaba sobre cómo sería el año 2020 y del que solo recuerdo esa fecha y el dibujo de una bañera robótica. He olvidado también el título, pero no aquel cuarto de baño. De él salían todo tipo de brazos que lavaban, peinaban y secaban el pelo de un niño sumergido en espuma sin mover un dedo. Todavía me da algo de envidia cuando lo pienso.

Tal vez por eso siempre había imaginado 2020 como un año futurista. Y, por supuesto, que a estas alturas ya tendríamos baños con robots. Antes de que esta devastadora pandemia que me tiene recluida en casa mientras escribo provocase la peor crisis económica y sanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, los nuevos años veinte se preveían de otra manera. Iba a ser la década dorada del progreso tecnológico y la robotización. De la medicina personalizada y la inteligencia artificial. Y ahora resulta que 2020 es el año en el que Occidente descubrió que no tenía suficientes camas, ni médicos, ni mascarillas para atender a sus enfermos en caso de emergencia. Y mientras la inteligencia artificial y la genética van dando forma a la medicina del futuro, en nuestros hospitales del presente los médicos improvisan batas con bolsas de basura para protegerse.

A principios de año todavía vivíamos ajenos a lo que se avecinaba. Las ferias tecnológicas prometían grandes avances que ahora parecen frívolos (conste que antes del coronavirus, también). En enero se presentó en Las Vegas un minirrobot rodante que se controlaba desde el móvil, pensado para acercar un rollo de papel higiénico allá donde alguien lo necesitara. También se anunció un sensor para avisar con un mensaje al móvil si el baño huele mal antes de tener que asomarse a comprobarlo.

No es esto lo que de niña entendía por un baño robotizado, ni tampoco por lo que pasará a la historia el papel higiénico en 2020. En enero, mientras en la feria tecnológica más importante del mundo se presentaban estos inventos para el supuesto váter del futuro, ya había un nuevo coronavirus extendiéndose por China que pronto llegaría al resto del planeta. En las semanas siguientes, a medida que la amenaza avanzaba, la gente reaccionó, para sorpresa de Gobiernos y reponedores de supermercados, almacenando compulsivamente montañas de papel higiénico. Por inútil que fuera comprar decenas de rollos, el acaparamiento irracional transmitía una paz a la población que ningún robot podría prever. El miedo a lo desconocido entra dentro de eso que a los humanos nos vuelve imprevisibles.


Una epidemia de incertidumbre
La escritura de este libro ha pasado por una moción de censura, dos elecciones generales y una pandemia mundial. La rutina iba desapareciendo mientras andaba yo buscando eso que nos vuelve imprevisibles. Para encontrarlo, he mantenido entrevistas con un centenar de expertos en cuestiones muy diversas: matemáticos, astrofísicos y psicólogos; con filósofos, abogadas e ingenieras; antropólogos, lingüistas y policías; con una niña de tres años, varias empresarias de éxito y un ligón de Tinder; en estas páginas hay también genetistas, meteorólogos y hasta un excombatiente de Irak que ahora reparte burritos a domicilio. No faltan las opiniones —últimamente, nunca lo hacen— de politólogos, epidemiólogos y periodistas, además de las charlas con un par de neurólogos, varios humoristas famosos y algún que otro robot.

Nos hemos ido acostumbrando a los sistemas de inteligencia artificial quecalculan por nosotros qué carretera escoger para evitar los atascos y predicen qué tiempo va a hacer. Al fin y al cabo, hay algoritmos para todo. Los hay que generan noticias falsas, invierten en bolsa y anticipan a quién vamos a votar. Otros prometen predecir los delitos, el amor y hasta el orgasmo. Incluso hay robots que conducen, componen música y pintan cuadros como los de Rembrandt. Se automatizan los despachos de abogados, las consultas de los médicos y los templos budistas.



'Lo imprevisible', a la venta el 25 de mayo.


'Lo imprevisible', a la venta el 25 de mayo.




La inteligencia artificial aspira a automatizarlo todo. ¿Todo? No, todo no. Al cómputo del algoritmo siempre se le escapará lo imprevisible. Y, más allá de las pandemias, la vida está llena de situaciones cotidianas que lo van a seguir siendo. Al final, los dilemas humanos son los mismos de siempre, solo que nunca habíamos tenido como especie tanta información disponible. Por eso nos desconcierta tanto descubrir lo vulnerables que somos en realidad. Por una parte, nos hemos vuelto, en cierto modo, más previsibles que nunca gracias al mayor procesamiento de datos de la historia. Por otra, el mundo está transformándose a tal velocidad que desconocemos las nuevas reglas de juego. No es casualidad que tanto desconcierto coincida con un profundo cambio tecnológico.

La nueva era de la predictibilidad técnica se caracteriza, paradójicamente, por una epidemia de incertidumbre. En 2016, nadie vio venir el Brexit ni la victoria de Trump. A partir de entonces, la crónica geopolítica ha sido una sucesión de acontecimientos inesperados. Tanto cambio constante llevaba tiempo desconcertándonos, mucho antes de que llegara el coronavirus. La sensación de estar entrando en territorio desconocido ya se había generalizado en un Occidente a medio repensar.

El exceso de información puede tener mucho que ver con ello. Alvin Toffler ya advertía en 'El shock del futuro' que la saturación informativa podía crear mecanismos de defensa en la gente, que necesitaría simplificar tanto el mundo para comprenderlo que acabaría reafirmando sus prejuicios. Era 1970.


La sobrecarga de información también provocó un aumento de la incertidumbre en los tiempos de Gutenberg. En cierto modo, la llegada de la imprenta también trajo consigo una acentuación del sectarismo. Acceder a más información de diferentes concepciones religiosas no generó más tolerancia, sino la convicción de que la única visión verdadera del mundo era la propia. La imprenta supuso un enorme progreso tecnológico para la humanidad que inauguró la Edad Moderna. Sin ella, no se entenderían las guerras de religión de los siglos XVI y XVII que causaron millones de muertos en Europa. La manera en la que accedemos a la información (y a la desinformación) transforma a las sociedades, como veremos en el capítulo dedicado a cómo la verdad y la mentira se vuelven más imprevisibles con los algoritmos.

Cuando los cambios tecnológicos se aceleran tanto, aumenta la sensación de vértigo. ¿De dónde viene tanta incertidumbre, teniendo como tenemos un acceso a la información y unos avances científicos y tecnológicos con los que nuestros padres y abuelos solo podían soñar leyendo a Julio Verne? En menos de un siglo, hemos visto llegar la penicilina y el 5G, los viajes a Marte y la secuenciación del genoma.

Y en el momento más álgido de las promesas tecnológicas, cuando el futuro parecía capaz de automatizarlo todo, el mundo, de pronto, se paraliza de golpe por un virus. Una cuarentena no deja de ser, al fin y al cabo, una técnica medieval para la prevención de los contagios. Tanto algoritmo y tanto big data, y cuando llega la gran pandemia nos tenemos que encerrar todos en casa como en tiempos de Boccaccio, pero con wifi.

Antes de la llegada del covid-19, se me ocurrió consultar con un experto en la estructura del universo. ¿Quién mejor para darle un poco de perspectiva al asunto? Pregunté a Martin Rees, astrofísico y astrónomo real, si veía relación entre la incertidumbre y la era de los algoritmos: "Mira, por ejemplo, la Edad Media en Europa. Fue una época turbulenta e incierta. En aquellos siglos, las cosas cambiaban poco de una generación a la siguiente; los albañiles medievales añadían ladrillo tras ladrillo a un mundo que tardaría más de un siglo en terminarse". A diferencia de lo que les ocurrió a nuestros antepasados, para nosotros el próximo siglo será drásticamente diferente al actual. Por no saber, no sabemos ni en qué planeta viviremos para entonces. Rees me habló de viajar a Marte muy en serio, pero con cautela. Un astrónomo real sabe lo arriesgado que es hacer predicciones. Su predecesor en el cargo vaticinó en los cincuenta que los viajes espaciales eran "una absoluta tontería".

La década siguiente, el Apolo 11 hizo historia: "Mis alumnos saben que los egipcios hicieron pirámides y que los americanos llegaron a la Luna, pero ambas les parecen cosas de hace siglos". En 1969, Rees tenía 27 años. El primero que ponía una piedra para construir una catedral del Medievo sabía que no viviría para verla terminada, pero daba por hecho que aquella estructura perduraría durante siglos. El herrero no sabía si moriría de gripe la semana siguiente, era un riesgo habitual con el que se había acostumbrado a convivir. Nadie dudaba, sin embargo, de que su trabajo sería necesario durante generaciones.

Ahora tenemos pulseras que cuentan las pulsaciones y los pasos que damos al día, pero ese espejismo de control no parece compensarnos ante la nueva incertidumbre. La tecnología actual nos da a los humanos la capacidad de transformar o, incluso, de devastarlo todo. Nunca habíamos tenido tanto poder para cambiar las cosas, y por eso nunca habían cambiado tan deprisa. Cuando hablé con Rees, meses antes de la pandemia del coronavirus, el astrofísico ya me advirtió de que una de las cosas que más le preocupaban sobre el futuro era lo vulnerable que se había vuelto un mundo tan interconectado a los errores de unos pocos. "Ahora una catástrofe tendría repercusiones planetarias —me dijo cuando hablamos—. Podría haber una pandemia que matara a millones de personas en todo el mundo".

Reconozco que estas últimas palabras me sonaron demasiado apocalípticas y no les hice mucho caso. No pudo ser más clarividente: "La peste negra no llegó a Australia. Pero en este mundo conectado no habría lugar en el que esconderse de un colapso económico global o de una pandemia". Así que esta no era una amenaza imprevisible, sino invisible. Una que no queríamos ver.

En Occidente, hace años que avanza la sensación de que las nuevas generaciones lo van a tener más complicado que sus padres


En Occidente, hace años que avanza la sensación de que las nuevas generaciones lo van a tener más complicado que sus padres. Cunde la desconfianza en la política, en la economía y en los avances tecnológicos que transforman la sociedad. La inteligencia artificial se presenta como solución mágica de todos los males y, a la vez, su causante. Sobrevuela el temor a que la robotización produzca un desempleo masivo y aumente la desigualdad, al tiempo que se considera que esta es la única esperanza para reimpulsar el modelo productivo.

Como soy muy de preguntar, además de a un experto en el futuro, también consulté sobre este miedo a los cambios tecnológicos a una de las mayores expertas en el pasado. Mary Beard, catedrática de Cambridge de Estudios Clásicos, me dio una perspectiva diferente sobre esta epidemia de incertidumbre: "Nunca ha habido un momento histórico en el que la gente que vivía en él comentara: 'Oh, qué momento tan calmado me ha tocado vivir' —me advirtió la historiadora entre risas, pero muy en serio—. Eso no ha pasado nunca, porque cada época tiene sus crisis". Y la nuestra, según esta célebre experta en la Antigua Roma, más que con la tecnología, de la que me advirtió que esperamos demasiado, "tiene que ver con el futuro de la democracia". Pasó en el Imperio romano y también en el siglo XXI. Las certezas desaparecen cuando el mundo que conocemos se transforma rápidamente.

Hemos vivido otras épocas de cambios vertiginosos, pero nunca nos los habían contado en tiempo real. Tal vez no es que ahora haya más gente enfadada ni desconcertada que en otras épocas de la historia, es que ahora la vemos quejarse. La retransmisión en vivo de los problemas del mundo alimenta la preocupación por cosas de las que antes nunca nos habríamos enterado. Solo en WhatsApp somos testigos directos de demasiados problemas simultáneamente. Asistimos al desmoronamiento del sistema contado, además, por nosotros mismos y sin filtros. Por eso, la era de los datos es también la era de la incertidumbre. Cuanto más nos empeñamos en medirlo todo, más nos preocupa lo imprevisible.


Cómo acertar una quiniela
Tendemos a sobreestimar hasta dónde puede llegar la tecnología y no a preguntarnos cuáles son sus límites. Los deportes y los juegos siguen siendo excelentes laboratorios para medir hasta dónde llega el poder de predicción de las máquinas, porque, a diferencia de la vida real, se rigen por normas definidas. A medida que avanza la capacidad de cálculo, el papel del azar va quedando más claro. La prueba es que además de ganarnos a un juego de estrategia, como el ajedrez, las máquinas también han aprendido a vencer en competiciones más espontáneas, como piedra, papel o tijera. Cuantas más rondas juguemos contra un algoritmo entrenado para ello, más información recogerá y más probabilidades habrá de que nos gane sacando el puño abierto, cerrado o solo dos dedos, según convenga. Predice el siguiente movimiento basándose en nuestro historial, porque los humanos tendemos a repetirnos más de lo que creemos, y eso es lo que nos hace previsibles.

A diferencia de lo que pasa con rivales humanos, la mejor manera de batir a una máquina jugando a piedra, papel o tijera es no siguiendo ninguna táctica. Aun así, incluso cuando improvisamos, tarde o temprano el sistema reconoce patrones que ni siquiera éramos conscientes de estar aplicando. No somos tan aleatorios como nos creemos, ni en el juego ni en la vida. De ahí que los algoritmos aprendan a anticipar nuestro comportamiento. Aunque no siempre sean tan listos como parecen. El sistema que probé tardó trescientas quince rondas en aprender a ganarme.

A diferencia de lo que pasa con rivales humanos, la mejor manera de batir a una máquina jugando a piedra, papel o tijera es no siguiendo ninguna táctica


Reconozco que, más que en vencerlo, centraba todos mis esfuerzos en jugar a lo loco. Qué difícil es a veces resultar imprevisible. Los patrones ocultos que rigen nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta yaestán sirviendo para que las máquinas aprendan a ganar a los mejores jugadores del mundo del póker, igual que hace más de veinte años fueron capaces de derrotar a Garri Kasparov al ajedrez. Y si ya sucede con un juego en el que mentir es habitual y hay mucha información oculta, podría pasar con cualquier otro comportamiento humano que se pueda predecir.

La pregunta es hasta dónde pueden llegar los datos. Nicolás Franco cree que no tienen límite. Cuando visité a este experto en inteligencia artificial en su oficina de la consultora mrHouston, me confesó que él y su equipo habían tratado de calcular hasta las quinielas. "Por diversión", me dijo. El típico pasatiempo de físicos y matemáticos. Franco quería comprobar cómo de previsible es una quiniela, porque le fascinan los límites del azar. Llegaron a asegurarse los doce aciertos, pero a partir de ahí era imposible afinar más. Aunque este doctor en Físicas con 'summa cum laude' dice que, en realidad, lo que llamamos azar no es más que todo aquello de lo que no podemos recopilar datos... todavía: "Si contáramos con más información de cada equipo de fútbol, desde el estado de ánimo de cada jugador a cada fenómeno meteorológico de la jornada, podríamos afinar más". Todo es cuestión de la cantidad y la calidad de los datos de los que se disponga. El resto depende, claro, de lo imprevisible.

Las aparentes dotes adivinatorias del big data radican en la capacidad de analizar millones de datos disponibles que nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido. Y eso ofrece enormes ventajas. Plantea también dilemas inquietantes si no entendemos cómo las máquinas toman esas decisiones por nosotros, ni cuándo están recopilando nuestros datos, ni cómo se encargan de filtrarlos. Solo hay que pensar en las apps en las que millones de mujeres registran cada mes cuándo les baja la regla para calcular su próximo ciclo. ¿Saben que muchos de esos calendarios digitales venden la información de sus días más fértiles a empresas que pagan por saber qué semanas son más vulnerables a según qué anuncios? Por eso, este no es un libro sobre el futuro, sino sobre el presente, porque las predicciones también lo transforman.

La inteligencia artificial no es un poder infalible, solo una herramienta más para hacernos la vida más fácil. Por eso, es el momento de preguntarse cómo funcionan todos estos algoritmos presuntamente predictivos y cuáles son sus límites. Las tecnologías asociadas al big data, igual que pueden salvar vidas anticipando el riesgo de inundaciones o el mejor tratamiento para un cáncer, también pueden estar anticipando erróneamente conductas futuras, como los sistemas de cálculo de reincidencia que utilizan en los juzgados estadounidenses para determinar quién merece y quién no la libertad condicional. Equivocarse en las predicciones influye en las decisiones que tomamos ahora.

Si nuestro rastro digital revela nuestros deseos y nuestros miedos, quien tenga acceso a esa información sabrá qué mensajes nos influyen más en cada momento


Aumenta la velocidad del cambio político, económico y social, y, sin embargo, nuestros pequeños gestos cotidianos están cada vez más monitorizados. Si nuestro rastro digital revela nuestros deseos y nuestros miedos, quien tenga acceso a esa información sabrá qué mensajes nos influyen más en cada momento, ya sea para vender un producto o una idea política. De las profecías que se cumplen a sí mismas ya hablaban los antiguos griegos mucho antes de que existiera la publicidad programática. Otorgamos a los números cada vez mayor poder. A las cifras, a diferencia de a las palabras, les confiamos el don de la objetividad, pero los algoritmos no son neutrales. ¿Hasta qué punto nos conocen los números realmente? Depende de la calidad, no solo de la cantidad, de la información. Si no, un robot que analizara estadísticamente el cuerpo de la gente podría llegar a la conclusión de que todos los humanos tenemos de media una teta y un testículo.


De menos a más
La inteligencia artificial ya está tratando de anticiparse a nuestros gustos y nuestros miedos; algunos sistemas prometen calcular hasta la esperanza de vida de cada uno. Predicen el riesgo de tener un accidente de tráfico, sufrir diabetes o un ataque al corazón. También calculan si una película puede ser o no un éxito en taquilla, y ya hay bancos que investigan si concederle o no un crédito a un cliente fijándose solo en las fotos en las que ha dado al "me gusta". Hay botellas de agua que mandan un mensaje al móvil cuando nos estamos deshidratando y pulseras que avisan a las aseguradoras de si llevamos o no una vida sana. Pero nada de esto logra reducir la perplejidad de estar viendo desde la ventana un mundo en profunda transformación.

No hace tanto que mucha de la información que ahora conocemos por anticipado parecía imposible de augurar. Pero todavía está lejos de resolver algunos de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad. ¿Hasta dónde puede ayudarnos esta tecnología en las cosas realmente importantes de la vida? ¿Cuánto se podrá prever a medida que la capacidad de cálculo aumente? ¿Cuánto de lo que nos rodea seguirá siendo imprevisible?

En medio de esta carrera tecnológica empeñada en controlarlo todo, los algoritmos no anticiparon la llegada de la última pandemia, ¿o sí?


En medio de esta carrera tecnológica empeñada en controlarlo todo, los algoritmos no anticiparon la llegada de la última pandemia, ¿o sí? En el siguiente capítulo veremos por qué no ha sido necesariamente un problema tecnológico. Luego, el libro se dividirá en dos partes. En la primera, veremos ejemplos de cómo la tecnología nos está volviendo cada vez más previsibles. En la segunda, casos en los que difícilmente llegaremos a serlo. Aunque el mundo se transforma tan rápido que tal vez en breve haya que cambiar algún capítulo de sitio.

La primera parte empieza en la gruta de la Sibila de Cumas, cuando solo los dioses conocían nuestro destino, y llega hasta un laboratorio en el que un científico investiga si lo llevamos escrito en los genes. Si pudieran editarse los genomas de los hijos antes de tenerlos, ¿alteraría la ciencia la definición de quiénes somos? También hay algoritmos que prometen predecir qué profesión se le dará mejor a un niño en el futuro. ¿Hasta qué punto saberlo condicionará su vocación? Así empieza la segunda parte del libro, la que aborda lo que nos hace más imprevisibles, porque el futuro del empleo necesariamente lo será. Al menos, el humano. El rutinario, tarde o temprano, se robotizará.

Vamos a necesitar reaccionar constantemente a nuevos retos. Siempre nos estamos inventando maneras de hacernos la vida más fácil, que a su vez crearán nuevas necesidades que precisan de tecnologías que luego ocasionarán otros problemas que tendremos que resolver. Por eso, el futuro es imprevisible. Porque a diferencia de los sistemas informáticos, nosotros nunca nos conformamos con lo que tenemos.

Así que difícilmente los robots conquistarán la Tierra: carecen de ambición para hacerlo. Las máquinas no sienten deseo de poder, ni empatía, ni miedo. Tampoco tienen, como veremos, sentido común. Un niño de cinco años sabe más de cómo funciona el mundo que un superordenador capaz de detectar cien tipos de tumores. Así que no podemos esperar que las máquinas piensen o decidan por nosotros, solo son una herramienta. La responsabilidad moral de las decisiones ha de quedar siempre del lado de las personas.

Difícilmente los robots conquistarán la Tierra: carecen de ambición para hacerlo. Las máquinas no sienten deseo de poder, ni empatía, ni miedo


Un algoritmo no puede decidir qué es o no mejor, porque mejor y peor son conceptos humanos. Por eso es tan controvertido el uso que de ellos se está haciendo en juzgados y fronteras. ¿Estamos seguros de que están bien programados? ¿Conocemos sus límites? Como ya no vamos a poder vivir sin la inteligencia artificial, lo mejor será empezar a comprenderla.

Los datos nunca son objetivos. Si un sistema informático llega a alguna conclusión, alguien lo ha programado para ello. Y los algoritmos, como veremos, pueden ser una peligrosa fuente de discriminación. La inteligencia artificial reproduce sesgos que no entiende. Porque no es realmente inteligente. Hace cosas extraordinarias, pero no comprende por qué lo son. Eso no quiere decir que siempre debamos fiarnos más de la gente que de las máquinas. La estupidez humana, de la que hablaremos en el penúltimo capítulo, puede ser más peligrosa que la inteligencia artificial. Y, desde luego, resulta imprevisible.

Sin embargo, hay algo aún más difícil de prever que una idiotez: la risa. El humor es una de las cualidades más sofisticadas de la inteligencia. Tal vez sea lo más difícil, junto con el sentido común, que puede aspirar a aprender una máquina. Es la última frontera de la inteligencia artificial. Lo imprevisible es el viaje a todo lo que los algoritmos todavía no pueden controlar en la era del big data y a aquello que pueden, pero tal vez convenga replantearse si deben.

Cuanto más nos acostumbremos a estos incipientes sistemas que predicen nuestros gustos y anticipan peligros, más nos asustará y fascinará todo aquello que no podemos controlar. El problema central del futuro no va a ser los robots, sino qué significa ser humano. Y a medida que vayamos dejando más decisiones en manos de las máquinas, más importante será lo imprevisible.


*Marta García Aller es periodista y escritora. Escribe en El Confidencial y colabora en Onda Cero y La Sexta. 'Lo imprevisible' es su cuarto libro.

 
Orhan Pamuk: “Estoy contento de tener miedo”
El premio Nobel de Literatura de 2006, estaba escribiendo una novela sobre las pandemias cuando sobre el mundo se desató esta atroz amenaza del siglo XXI



El escritor turco Orhan Pamuk, en Madrid en 2016.


El escritor turco Orhan Pamuk, en Madrid en 2016.SAMUEL SANCHEZ



JUAN CRUZ
Madrid -
01 JUN 2020

Orhan Pamuk (Estambul, 1952), premio Nobel de Literatura de 2006, estaba escribiendo una novela sobre las pandemias cuando sobre el mundo, y sobre Estambul también, donde tiene su casa, se desató esta atroz amenaza del siglo XXI. Ante el Bósforo que habita las mejores páginas del libro que escribió sobre su ciudad ha visto pasar el tiempo de la enfermedad, aún con la novela en la cabeza y, ahora, en la realidad. Desde allí escribió un artículo que publicó Babelia en el que relata todas las consecuencias históricas y literarias de las sucesivas pandemias. Ahí no tenía por qué hablar del miedo que él mismo ha sufrido desde que comenzó a caer cerca de él, en la acera de todas las casas del mundo, la peor amenaza que el género humano ha sufrido este siglo. Desde su cuarto de trabajar, confinado aún, habló con EL PAÍS por FaceTime.

Pregunta. ¿Ha temido por su propia salud actualmente?

Respuesta. No he tenido muchos problemas de salud en mi vida, y los que he contraído son propios de los niños, como cuento en Estambul. En relación con el coronavirus tengo miedo y no salgo. Sí, tengo miedo. El miedo está bien. El miedo hace que obedezcas las normas de aislamiento o de lavarse las manos. Estoy contento de tener miedo. El problema es que a veces no puedes controlarlo, a veces es demasiado. Hay momentos malos en los que piensas que esto no va a desaparecer, al contrario que Trump, que piensa que desaparecerá… Y eso me da miedo. Un miedo irracional. No lo tengo generalmente, pero sí tengo miedo de la muerte, de la soledad, de que la vida no tenga sentido. Todo esto está relacionado con el miedo a la muerte. Siento eso, pero no es un sentimiento muy fuerte, gracias a Dios. No entro en pánico. Mi mente está bajo control… Pienso firmemente que debemos tener miedo, pero no debe hacernos irracionales, no debemos dejar que el miedo nos domine. Pero lo necesitamos, necesitamos el miedo. Hay gente a la que no le importa. Creo que todas las cuarentenas funcionan si la gente tiene miedo. Es necesaria la cooperación de la gente, que coopere con las normas de la cuarentena, sean cuales sean. Si la gente tiene miedo, si cree que las normas de la cuarentena las establece alguien justo y racional, la cuarentena funciona.

P. Percibe desde su casa dos protagonistas muy reales de su libro sobre su ciudad: el murmullo y el aire de Estambul. ¿Cómo son?

R. Supongo que todas las ciudades tienen sus propios sonidos y olores. Cada sonido se mete de manera muy profunda en la memoria, pero nunca hablamos de estas cosas. Creo que la tarea del escritor es descubrir estos sonidos concretos. En el libro que usted menciona hay ejemplos. Están los barcos del Bósforo, sus estructuras de madera, sus ruedas. Tienen un sonido particular. Cada rueda tiene su propio sonido. O los sonidos del metro... Londres tiene un sonido de metro diferente. O los autobuses, los camiones, las calles… Todos los sonidos son distintos. Los sonidos de los anuncios… En las ciudades portuarias están las sirenas de los barcos, que son distintas en cada ciudad, están los sonidos de los barcos locales. Y pasa lo mismo con el olor. Yo puedo hablar del olor del Bósforo cuando hay viento sur… Sientes la humedad, sientes el olor del mar…


Si me preguntas si es como una cárcel te diría que no. Es una jaula hermosa. ¡Estoy en una casa con 20.000 libros, puedo ver películas y leer todo el tiempo!


P.
¿Y cómo son ahora, en silencio, el sonido y el olor de Estambul?

R. No son diferentes, en realidad. Muchas cosas no cambian. Lo que resulta sorprendente aquí es que todo es igual, en cierta manera, salvo que estamos dentro de casa. Nada ha cambiado. No hay terremotos, no hay incendios, pero, por supuesto, hay gente que muere en los hospitales. También se escuchan muchas ambulancias, voces, sonidos, como en Nueva York o en Madrid o en Italia, imagino. Cada sonido de ambulancia es diferente. En mi ciudad ha sido como si hubiese un toque de queda, y aquí se producen a veces toques de queda reales… Aquí, ahora, durante la cuarentena, todo el espacio que habito es mi espacio, me limita y yo me limito a él. Es sorprendente, una nueva vida. Si me preguntas si es como una cárcel te diría que no. Es una jaula hermosa. ¡Estoy en una casa con 20.000 libros, puedo ver películas y leer todo el tiempo! En este sentido, tengo suerte. Pero hay ciudadanos a los que les piden que sobrevivan y que sostengan la economía, en medio de la cuarentena, y que se preguntan “¿y cómo hago eso? Mis problemas son limitados, pero esta situación está llena de problemas…

P. En La mujer del pelo rojo dice que historias antiguas que uno va leyendo acaban pasando en la vida real. Y usted estaba escribiendo una novela sobre plagas… ¿Cómo se sintió cuando su propia metáfora se hizo coincidencia?

R. Fue algo muy profundo. Lo primero que sentí fue “Dios mío, he escrito un libro sobre plagas durante estos cuatro años y mira lo que ocurre…”. Pero es duro decir esto cuando la gente está sufriendo. Para mis libros hago mucha investigación, y así se encuentra información muy valiosa. Toda esa información valiosa la encuentro ahora en los periódicos. ¡Todas las cosas que imaginé están ahora también en los periódicos! Es chocante y sorprendente, muchos me preguntan por esto. Me sentí culpable durante un tiempo, porque sabía esto de antes. Conocía los artículos de Bill Gates, que estimaba que se acercaba una nueva pandemia. Estaba preparado para esto. Y aunque estaba preparado, no estaba listo, y también estaba sorprendido. Sentía que la realidad de mi ficción estaba pasando ahora, y entendía la gravedad de la realidad de lo que estaba haciendo mientras venía la pandemia, y también creía que la urgencia y la dureza de la situación era tal que no podía ir por ahí sin sentir vergüenza diciendo “Yo estaba escribiendo eso, yo estaba escribiendo eso”. Me da vergüenza decirlo. Solo puedo decirlo a una persona de la literatura, pero a la gente normal que está muriendo, o que tiene miedo a morir, no le puedo decir que pensaba en eso todo el tiempo. He tenido vergüenza de la situación.

P. ¿Qué le ha enseñado la realidad a este propósito?

R. Aprendo más sobre la situación, aprendo más sobre el miedo, sobre mi propio miedo. Aprendo más sobre las personas, si tienen virus o no… Cuando ocurrió todo esto estaba en Nueva York, dando mis clases en [la Universidad de] Columbia, todo estaba bien, y de repente se generó el pánico. Y volvimos a Turquía. En las dos primeras semanas sentí que todos los síntomas eran mis síntomas. ¿Tengo el coronavirus? Algunos días he padecido esas inquietudes, hasta el punto de que a veces pensaba que esto iba a acabar con nosotros, y el miedo me hacía sentir pavor ante el hecho de que iba a dejar cosas sin hacer…

P. En alguna parte usted cita a Mallarmé diciendo que “todo existe en el mundo para terminar un libro". Algo así le ha sucedido…

R. Al principio, todo estaba en mi libro, y eso luego iría al mundo, a los lectores. La secuencia ha cambiado: he escrito el libro durante cuatro años y, de repente, el libro empieza a pasar en el mundo…

P. Porque la literatura tiene algo de adivinatorio, de contar el futuro incluso cuando cuenta el pasado…

R. Mis amigos dicen ahora que el haber escrito un libro sobre pandemias durante cuatro años es profético. No. Eso pasa con tanta frecuencia que lo que resulta sorprendente después de leer tanto sobre las plagas antiguas, que afectan por igual a toda la humanidad, es por qué hay tan pocos libros sobre plagas. El más importante en ese sentido es Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, y creo que Los novios de Manzoni… Pero son novelas históricas o fantasías, no los ha escrito alguien que haya vivido la plaga.

¿La tarea del escritor es la de ser realista realmente y ser un espejo o su oficio es manifestar los demonios que tiene dentro y no ser una copia de lo que pasa y sale en los periódicos?

P.
Usted cita a Rousseau como el creador de la modernidad. Supongamos que esa época dura, ¿estaríamos al final de la modernidad? ¿Dónde estamos ahora en este mundo global?

R. Para mi Rousseau es un grandísimo pensador que me ha influido, no por sus teorías políticas, sino más por sus confesiones y su autobiografía. Es fantástico. Me asombra y me maravilla y admiro cómo una persona como él fue posible, cómo volcó su personalidad en el mundo moderno. Creo que en el mundo moderno la primera persona que lee libros por sí misma y que piensa por sí misma es Rousseau. Pero yo no soy sociólogo. Para mi la modernidad es más un estado mental o la libertad de juzgar el mundo con tus medios limitados. Hay ahora un tipo de clase media que lee libros y tiene la capacidad de ver y juzgar a través de su individualidad. Creo que eso es la modernidad. En cuanto al mundo…

P. Usted regresa de Estados Unidos, vive en Estambul, desde aquí contempla el mundo moderno… ¿Cómo ve que se afronta esta crisis global?

R. Plantearía una solución política, que es sin duda una utopía: es necesario un Gobierno mundial, capaz de decir: “Cerrad el mundo durante dos semanas”. Y así terminaría todo contagio… Estamos perdiendo el tiempo, porque cada país ha cerrado cuando lo ha estimado oportuno, mientras el virus ya estaba en su suelo, o en su aire… Habrá nuevos virus, habrá mutaciones, y esto no puede controlarse si no hay un Gobierno fuerte encargándose de ello. Al final, todo es consecuencia de los viajes de avión. Y eso debería controlarse, no hay otra manera. Y volverá a pasar, por ello debemos organizarnos. A veces soy optimista, y pienso que la humanidad tiene una inteligencia para resolver estos problemas, pero otras veces pienso que la humanidad tiene inteligencia pero las organizaciones y las grandes unidades son menos inteligentes que la humanidad, y en cierta manera estamos muriendo porque no hay un Gobierno mundial que pueda manejar esta situación.

Al final, todo es consecuencia de los viajes de avión. Y eso debería controlarse, no hay otra manera.

P.
¿Ha abierto ahora la novela hacia la realidad?

R. Me planteo todo el tiempo la eterna pregunta del realismo y las alegorías, después de todos estos acontecimientos. Y la otra pregunta: ¿la tarea del escritor es la de ser realista realmente y ser un espejo o su oficio es manifestar los demonios que tiene dentro y no ser una copia de lo que pasa y sale en los periódicos? La novela dará la respuesta.

P. Dice de su ciudad, en algún momento: “La fatiga, la debilidad, la cara humana de la pobreza”. ¿Qué siente hoy ante Estambul?

R. Ahora no veo a nadie en la calle. He perdido los rostros. Pero, mira, aquí estoy. Esta es mi mesa. Había una construcción allí, se paró. Veo muchas cosas desde mi ventana. Hay una mezquita, que solía estar abarrotada los viernes. Veo la puerta desde aquí. Hay un cartel que dice: “Prohibido”. Veo un Estambul sin barcos, sin aviones, y sin helicópteros volando. Es raro…

P. Dijo al principio que ha tenido miedo…

R. En esta época aprendo a respetar mi miedo. Mi miedo me ha enseñado a ser modesto, me ha dado humildad, me ha llevado a pensar en los demás, a sentirme solidario, en comunidad… Una plaga así enfurece a gente, que expresan su ira nacionalista. No soy como ellos. El espíritu de solidaridad es necesario. A veces pienso que me tomo tan en serio estas cosas que quizá estoy perdiendo mi sentido del humor, y me preocupo. Es muy difícil mantener el humor, la ironía, mucha gente tiene problemas. Estos también son desafíos para un escritor.



 
LIBROS
10 deliciosos libros independientes que nadie recomienda y tienes que leer
Escalar montañas, bajar a las mayores profundidades de la tierra, descubrir las diferentes caras del mal o vivir una historia de amor juvenil. Aquí va una decena de propuestas


AUTOR
PAULA CORROTO
Contacta al autor
02/06/2020



Para aventureros, para los que quieran escalar montañas o descender a las profundidades más acusadas del planeta. Para los que alucinaron con una serie de televisión sobre la mafia en Inglaterra y las apuestas ilegales. Para los que disfrutan con la historia de amor adolescente veraniega que nunca pasa de moda (y han vivido todas las generaciones). Para los que quieren descender a los infiernos de las drogas (pero salir sin muchas heridas). Para los que quieren descubrir a pintoras olvidadas y a las que no se les ha hecho mucho caso. Para los que se interesan por el mal y sus circunstancias. Para los que quieren revivir el gueto de Varsovia. Para los que les divierte que les cuenten el choque capitalismo vs. comunismo con un poco de humor.


Estos son algunos de los argumentos que los sellos independientes han preparado para este verano. Alguno se quedó colgando entre febrero y marzo —la peor época para ser publicado en este 2020— y ha contado con una segunda oportunidad a la que desde aquí también queremos ayudar (que lo necesitan).


1. 'Los sótanos del mundo' - Ander Izagirre

'Los sótanos del mundo'.


'Los sótanos del mundo'.


El periodista vasco Ander Izagirre ha escrito sobre campesinos que se enfrentan a la mafia en Sicilia, sobre supervivientes de Chernóbil… Y también ha plasmado sus crónicas en libros como 'Plomo en los bolsillos', con toda la épica que supone el ciclismo. Ahora regresa con esta historia de montañeros que recorren las mayores depresiones geográficas. El propio Izagirre estuvo enrolado en estas aventuras por el Valle de la Muerte, en EEUU, el lago Eyre, en Australia o el mar Muerto, en Asia. Un recorrido por los puntos más bajos donde, como dice el autor, vive realmente la gente.

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2. 'La caja negra' - Alek Popov

'La caja negra'.


'La caja negra'.

"Popov está considerado como uno de los mejores escritores búlgarosde la actualidad, y ha conseguido esto habiendo nacido en 1966 y, más difícil todavía, escribiendo literatura con una gran carga de humor. Porque, ya lo sabemos: si quieres que no te tomen muy en serio como escritor, haz reír… La caja negra es su primera novela publicada en España. Si quieres descubrir lo que es el cinismo balcánico, este es tu libro", dicen de este libro desde Automática. Sinópsis: en 1990 una caja negra llega a Sofía desde Estados Unidos. En su interior, descansan las cenizas del catedrático Banov, padre de Nedy Ango, fallecido en circunstancias extrañas durante una estancia como profesor visitante en Filadelfia. Quince años después, las vidas cada vez más distantes de los hermanos vuelven a cruzarse en Nueva York. Un choque tan amargo como divertido entre el capitalismo moderno y la caída del comunismo.
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3. 'Alimentar a la bestia' - Al Alvarez

'Alimentar a la bestia'.


'Alimentar a la bestia'.


Si Izagirre escribe sobre las grandes profundidades, Alvarez lo hizo sobre las alturas. Esta es la historia de Mo Anthoine, que fue uno de los mejores escaladores de su época y que lo único que buscaba era pasárselo bien, estar bien consigo mismo y llevar su resistencia al límite. En eso consistía “alimentar a la bestia”. Álvarez cuenta en este libro su amistad con Anthoine y algunas de sus más épicas expediciones. Como resaltan desde el sello editorial, un homenaje a la montaña y al compañerismo.
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4. 'Peaky Blinders' - Carl Chinn

'Peaky Blinders'.


'Peaky Blinders'.

Los Peaky Blinders fueron una de las organizaciones criminales más conocidas de Reino Unido. El lector puede que los conozca por la serie emitida en Netflix. El autor de este libro, Carl Chinn, profesor de Historia local en la Universidad de Birmingham, es bisnieto de uno de estos 'peaky blinders' y aquí cuenta cómo funcionaba esta banda que dominaba los negocios ilegales de protección de comercios y las apuestas de las carreras de caballos. Chinn se ha basado en multitud de entrevistas con descendientes de estos criminales para contar cómo fue el auge y caída de la banda.

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5. 'Vestida de corto' - Marie Gauthier

'Vestida de corto'.


'Vestida de corto'.


Marie Gauthier ganó el año pasado el Goncourt a la primera novela con esta historia que habla del primer amor y del despertar a la sexualidad de un joven durante un verano en un pueblo francés. Félix es un chico de 14 años que conoce a Gil, un par de años mayor, pero que suele mirar a hombres más mayores que ella sin hacer mucho caso a Félix, quien se pasa los días esperando una mínima señal, un mínimo gesto. Una novela muy veraniega porque quién no ha sentido alguna vez, hace ya muchos años durante un verano estar a la espera del más mínimo signo de esperanza.
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6. 'Pompeo' - Andrea Pazienza

'Pompeo'.


'Pompeo'.


Esta novela gráfica fue publicada poco antes del confinamiento por lo que merece tener también sus minutos de gloria, ya que, además, es la gran novela de Andrea Pazienza que se publica por primera vez en España. Cuenta la triste historia de la caída en desgracia de un heroinómano que acaba en su***dio. El propio Pompeo también fue heroinómano y falleció a causa de una sobredosis. En español, la editorial Fulgencio Pimentel también ha publicado otras dos de sus novelas gráficas, Zanardi y Corre Zanardi, sobre una generación de jóvenes hedonistas que, sin embargo, les tocó vivir un tiempo de muy pocas libertades.
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7. 'Y el asno vio al ángel' - Nick Cave

'Y el asno vio al ángel'.


'Y el asno vio al ángel'.

Fue la primera novela de Nick Cave y ahora la reedita Pre-Textos para este verano. Está considera de una de las grandes novelas literarias de este siglo (porque Cave escribe fenomenal ya sean canciones o relatos). En ella nos cuenta la vida de Euchrid Eucrow, un hombre lleno de malformaciones físicas y mudo de nacimiento, pero poseído por una sensibilidad fuera de lo común, que oculta bajo una simpática e indestructible fanfarronería: vive en una aislada comunidad de cultivadores de caña dominada por una estricta y peculiar secta religiosa, los ukulitas. Perturbadora, llena de simbolismo y profundidad… Así la han descrito sus lectores. No está nada mal.

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8. 'Artemisia' - Anna Banti

'Artemisia'.


'Artemisia'.

Periférica edita ahora esta historia para recordar la figura de la pintora Artemisia, hija del pintor Orazio Gentileschi, compañero de Caravaggio, que fue violada a los 17 años por su profesor de pintura, y humillada y torturada en un posterior juicio por estupro. Su venganza fue imponerse como artista, otorgando a las mujeres de sus lienzos un protagonismo incómodo y fascinante para su siglo, y que alcanzó un inaudito reconocimiento. Banti reconstruye la cotidianidad de una pintora itinerante a la fuerza, pero también ahonda en la complejidad psíquica de una vida marcada por las ausencias. Está considerada una de las cimas de la literatura italiana en el siglo XX.
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9. 'Del mal y sus signaturas' - Nil Santiáñez

'Del mal y sus asignaturas'.


'Del mal y sus asignaturas'.

Este sugerente ensayo aborda el asunto del mal explorado a partir de siete manifestaciones. Cuando surge como resentimiento, abyección, el mal radical, el mal absoluto, la banalidad del mal, el terror y el horror. Santiáñez hace este análisis a partir del cine y la literatura y, por ejemplo, relata cómo la teoría del resentimiento de Nietzsche se ve reflejada en el ‘Abel Sánchez’, de Miguel de Unamuno; o cómo el concepto de “mal radical” aparece en la literatura libertina del marqués de Sade y en el cine de Pier Paolo Pasolini; por su parte, el «mal absoluto» descrito por Hannah Arendt en ‘Los orígenes del totalitarismo’ se ve plasmado en Jorge Semprún, en Klaus Mann y en varios testimonios escritos sobre los campos de exterminio nazis.
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10. 'Territorio de luz' - Yuko Tsushima

'Territorio de luz'.


'Territorio de luz'.


Es la historia de un abandono y cómo una mujer sale adelante sola mientras cuida a su hija de dos años en la ciudad de Tokio. Muchas veces se ve superada por la tristeza y la depresión, pero le reconforta abrir las ventanas a la gran ciudad y que entre sol o la luz de los fuegos artificiales o la que expiden las farolas. Es su resquicio para seguir viviendo. Esta novela fue publicada por primera vez en 1978 y está considerada como una de las más reveladoras e influyentes novelas japonesas modernas. Según dicen desde la editorial, es tierna y a la vez inquietante, un relato sobre el abandono, el deseo y la transformación.
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Los principales festivales de novela negra de España crean de manera conjunta el premio Paco Camarasa
El galardón, impulsado por BCNegra, Getafe Negro o la Semana Negra de Gijón, entre otros, reconocerá la mejor novela negra publicada



Camarasa, en la puerta de la desaparecida Negra y Criminal


Camarasa, en la puerta de la desaparecida Negra y Criminal - Efe




Dos años después de su muerte, Paco Camarasa regresa a los titulares para desprenderse definitivamente de la placa de comisario, título honorífico que le acompañaba desde que se inventó desde la trastienda de la Negra y Criminal el festival BCNegra, y cambiar de división convertido en galardón literario. Porque, en efecto, nace el premio Paco Camarasa a la mejor novela negra del año, distinción que, ahí es nada, ha conseguido poner de acuerdo a los principales certámenes de novela negra del país.

«En la figura de Paco Camarasa los comisarios de los diferentes festivales han querido rendir homenaje no sólo a la figura del librero como prescriptor, divulgador, conocedor y descubridor de nuevos talentos en unos momentos difíciles para las librerías, sino también ayudar, en la medida de lo posible, a dar visibilidad a novelas de calidad dentro del género», destaca el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) en la partida de nacimiento de un galardón tras el que se encuentran la Semana Negra de Gijón, BCNegra, Getafe Negro, el Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca, Pamplona Negra, Valencia Negra, Las Casas Ahorcadas de Cuenca, Aragón Negro y Granada Noir.

A falta de conocer las bases completas, que se publicarán después de verano, el premio Paco Camarasa reconocerá la mejor novela negra publicada el año anterior por un autor o autora nacional menor de 45 años o mayor de edad si es su primera novela publicada. El galardón, de carácter anual, se fallará el 15 de diciembre, y permitirá al ganador recorrer los nueve festivales para promocionar y divulgar su obra.

 
Woody Allen: "Todavía hay dementes que piensan que me casé con mi hija"
La autobiografía de Woody Allen ya está disponible en español y en ella el cineasta repasa tanto su carrera como las acusaciones de ped*filia vertidas por Mia Farrow



Foto: Woody Allen en un fotograma de 'Toma el dinero y corre' (1969).


Woody Allen en un fotograma de 'Toma el dinero y corre' (1969).




AUTOR
JUAN SOTO IVARS
Contacta al autor
juansotoivars
02/06/2020




El título de la autobiografía de Woody Allen es 'A propósito de nada'. Esa "nada" del título se refiere a dos cosas: la primera, su propia vida y su trayectoria artística. Allen repite que no le interesa su legado tantas veces que uno termina creyéndoselo. El descuido y el desinterés con que habla de muchas de sus películas en lo que es la parte más floja y tediosa del libro parecen apoyar esta opinión. La segunda “nada” a la que se refiere el título es la que ocupa un cuarto de sus memorias: la violación ped*fila a Dylan Farrow, hija de Mia Farrow. Algo que, con todos los hechos en la mano, puede y debe catalogarse como falso. Nada.

Sin embargo, una parte ruidosa y necia de la opinión pública sostiene los siguientes hechos: Allen se lió con su propia hija (Soon-Yi) cuando ésta era menor de edad, y cometió un acto de ped*filia contra otra hija (Dylan) en el desván de la casa de Mia Farrow cuando la niña tenía siete años. La parte menos informada del público incluso parece confundir a Soon-Yi con Dylan Farrow. La imagen que ofrecen del caso es borrosa, imprecisa y ajena a los hechos. Se obvian datos vitales: por ejemplo, que Soon-Yi y Dylan no son hijas biológicas de Allen; por ejemplo, que la acusación partió de Mia Farrow, no de Dylan, durante la tormentosa separación de ambos tras el descubrimiento del romance con Soon-Yi.




Mia Farrow en 'La rosa púrpura de El Cairo', de Woody Allen


Mia Farrow en 'La rosa púrpura de El Cairo', de Woody Allen




Examinemos elementos de esta "nada": la relación entre Woody Allen y Mia Farrow nunca fue plena. Durante trece años, tuvieron un romance intermitente y tormentoso, trabajaron juntos en muchas películas, y nunca compartieron el mismo techo. Nunca se casaron. Vivían en casas distintas, una a cada lado de Central Park. Ella estaba consagrada a la crianza de sus hijos, que eran una legión entre biológicos y adoptivos. No tuvieron ninguno juntos, aunque lo intentaban. Allen quiso creer que Ronan Farrow era hijo suyo, pues nació durante su relación con Farrow, pero el propio Ronan ha sugerido que su padre podría ser Frank Sinatra.

Más cosas de esta nada: Soon-Yi terminaría siendo la esposa de Allen. Era una de las hijas adoptivas de Farrow, pero Allen no convivió con ella mientras era niña. Esto lo ha declarado la propia Soon-Yi, a quien nadie parece hacer caso. Decir que Allen se casó con su hija es una falsedad tremenda, y sorda: requiere no escuchar a Soon-Yi y obviar el hecho de que llevan 24 años juntos. Por cierto, han adoptado dos niñas, pese a las acusaciones -nunca oficiales- de pederastia contra Allen. Esto significa que Allen ha sido investigado por las autoridades para dirimir si existe riesgo de abusos para las niñas, y que se las han entregado. Ambas van hoy a la universidad.




Woody Allen y su mujer Soon Yi  durante la presentación de 'Café Society' en Cannes 2016. (Efe)


Woody Allen y su mujer Soon Yi durante la presentación de 'Café Society' en Cannes 2016. (Efe)




Más hechos de esta nada: Farrow recogió a Soon-Yi en un ofranato en Corea del Sur cuando ésta tenía siete años, antes de empezar con Allen. Farrow visitó otras instituciones en busca de más niños, sin encontrar a ninguno más de su agrado. Según ha contando la propia Soon-Yi, Farrow jamás mostró interés en cuidarla. La describía como una niña “retrasada”, puesto que Farrow era famosa por alardear de adoptar a niños discapacitados. A uno de ellos lo obligaba a ir por la calle con prótesis de hierro en las piernas, más vistosas que las de plástico, cuando salían juntos. Dos de esos hijos adoptivos se han suicidado, y una tercera murió de sida, sola en el hospital, el día de Navidad. Moses Farrow, que fue repudiado por la familia de Mia cuando llegó a la edad adulta por expresar su deseo de ver a Allen, ha dado una versión de aquella casa que coincide con la de Soon-Yi.


Más cosas sobre la nada: Mientras Allen convivió con Mia Farrow, sí que tuvo una relación paternal con dos de los pequeños, Moses y Dylan. Dado que Allen y Farrow no estaban casados y no vivían juntos, cuando la relación empezó a deteriorarse Allen insistió a Mia en su deseo de ser declarado legalmente el padre adoptivo de ambos niños, temeroso de que una ruptura pudiera alejarlo de ellos. Allen los llevaba cada mañana al colegio, desayunaba con ellos, los visitaba. Mia Farrow terminó accediendo. Pero, mientras rodaban 'Maridos y mujeres', la última película de Allen en la que actúa Farrow, el director empezó una relación con Soon-Yi.



Farrow y Allen en 'Maridos y mujeres', su última película juntos.


Farrow y Allen en 'Maridos y mujeres', su última película juntos.




Más: Soon-Yi no era menor de edad cuando empezó su romance con Allen. Tenía más de veinte años y estaba en la universidad. A Soon-Yi siempre se la describe como un objeto pasivo y no se la escucha, prueba de que mucha gente llamada feminista no tiene el más mínimo interés por dar voz a las mujeres, sino solo a las que resultan convenientes para ciertas cruzadas. Sí es cierto que la relación entre Allen y Soon-Yi empezó estando Allen todavía con Farrow. Sin duda, un grave pecado de Allen que justificaría sin duda la furia de Mia Farrow. El problema, claro, es la forma que terminaría adoptando esta furia.
Más hechos: siendo amantes, en pleno éxtasis amoroso, Soon-Yi y Woody Allen se hicieron unas fotos guarras de Polaroid en casa de Allen. Por descuido o por estupidez, Allen dejó estas fotos a la vista en su propia casa. Mia Farrow fue de visita y las descubrió. Fue entonces cuando estalló lo que hoy llamamos “caso Allen”. La separación definitiva entre Farrow y Allen se produjo a continuación, y en el horizonte se dibujó un juicio por la custodia de Dylan y Moses. Allen seguía visitándolos en la casa de campo de Mia Farrow. La madre solía irse a la ciudad para no cruzarse con el cerdo que se la había pegado con su hija. Hasta aquí todo normal.

La madre solía irse a la ciudad para no cruzarse con el cerdo que se la había pegado con su hija. Hasta aquí todo normal


Mia Farrow aisló a Soon-Yi de Allen, pese a que Soon-Yi era adulta. Además, Farrow trató de frustrar el romance -cosa muy comprensible- y difamó a Allen por todas partes. Pero nadie parece tener en cuenta el hecho de que Soon-Yi fue sometida a una tortura que llegó a ser física: ha declarado que Farrow llegó a pegarle con un teléfono. Tampoco parece cabal pasar por alto que Mia mintiera tanto antes de la gran mentira. Dijo que Allen había “violado a su hija retrasada y menor de edad” (Soon-Yi), cuando ni la había violado, ni era retrasada, ni era menor de edad. Pero esta calumnia podía destaparla Soon-Yi (como efectivamente hizo), así que Farrow, en el paroxismo de su furia, decidió emplear un peón más manipulable.

Ese peón es Dylan Farrow, hija de Farrow, adoptada por Allen, de siete años en aquel momento. Fue en una de esas visitas paternales de Allen a la casa de campo de Farrow para ver a Moses y Dylan cuando se produjo la “nada” que ocupa buena parte de las memorias del cineasta. Aquel día había nueve personas en casa, entre los hijos y las cuidadoras. Antes de marcharse a la ciudad, Farrow les dijo a las cuidadoras que estuvieran vigilantes. Una de ellas dijo que Allen había apoyado la cabeza en la falda de Dylan mientras el grupo veía una película en el salón. Farrow exclamó entonces: “lo tengo”. Había amenazado a Allen y a su hermana: “tengo algo grande preparado para ti”, o “tú me quitaste a mi hija y yo voy a quitarte a la tuya”.




 Woody Allen, en una imagen de 1971. (Getty)


Woody Allen, en una imagen de 1971. (Getty)




Fue Mia Farrow, y no Dylan, quien acusó a Woody Allen de haber violado a Dylan. La venganza iba a ser tan torpe como cruel: durante dos días grabó un vídeo en el que forzaba a Dylan a confesar la violación. El vídeo lo mandó a la prensa, que iba a ser su línea de batalla. Judicialmente, no tenía absolutamente nada que hacer. Dos equipos independientes, expertos en ped*filia, investigaron la acusación. Ambos concluyeron que la violación de Dylan no había tenido lugar y sugirieron que la niña estaba siendo manipulada por su madre. Allen fue sometido a toda clase de pruebas. No encontraron una sola insinuación de que fuera un ped*filo en toda su biografía, aunque Farrow trató de convencer a una de sus exparejas para que declarase que era menor de edad cuando empezó con Allen. Ella mandó al cuerno a Farrow.

En el curso de la investigación, la niña Dylan Farrow llegó a decir al equipo de policías, médicos y psiquiatras expertos en crímenes pedófilos que no había pasado nada, y que era su madre quien la obligaba a decir estas cosas. Los investigadores concluyeron que no había nada. Entretanto se celebraba el juicio por la custodia de Dylan y Moses: Farrow quiso utilizar su acusación para torpedear los derechos paternales de Allen, pero no lo consiguió. Nada sobre la ped*filia pudo utilizarse en el juicio de custodia. Nada.

Dylan Farrow llegó a decir al equipo de expertos en crímenes pedófilos que no había pasado nada, y que era su madre quien la obligaba a decir eso


En fin. Tres hechos más, de propina. Uno: durante las investigaciones para determinar la custodia en los años noventa, Allen se sometió voluntariamente a un detector de mentiras en el que no cometió ni un error, y Mia Farrow se negó a someterse al mismo proceso. Dos: Farrow trató de anular la custodia de Allen en otro juicio amparándose en la acusación de pederastia, pero la jueza detectó su estratagema y Farrow tuvo que echarse atrás. Tres: Mia Farrow y Woody Allen planeaban hacer otra película tras “Maridos y mujeres”.

Después de estallar el escándalo, después de que Farrow asegurase que Allen había violado a dos de sus hijas, ¡amenazó con demandarlo si no le daba un papel! ¿Qué clase de persona trabajaría con el hombre que ha violado a su hija?
Y hasta aquí la segunda “nada”, que ocupa un lugar tan dolorosamente grande en las memorias de Woody Allen. Daniel Gascón, en su reseña de Letras libres, ha dicho que que quizás es demasiado espacio. No estoy de acuerdo: como ocurre con las memorias de Lenny Bruce, la ordalía puede tener un peso asombroso al final de una vida. Es cierto que, una vez que se demostró públicamente que las acusaciones eran falsas, Allen continuó con su vida, y que esta parte de la biografía es la más descuidada. Siguió rodando, se resignó a perder el contacto con Dylan y Moses, se casó con Soon-Yi y han vivido felices. Adoptaron a dos niñas. Salvo Farrow, todas las antiguas parejas de Allen lo han defendido siempre. Pero el destino le tenía preparado otro capítulo particularmente cruel.




GRAFCAV6367. SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 30 03 2020.- Fotografía de archivo fechada el 10 de julio de 2019 que muestra al director de cine Woody Allen junto a su hija Dylan Farrow durante el rodaje de una película en el Boulevard de San Sebastián (España). Woody Allen relata con todo lujo de detalles sus 84 años de vida en su autobiografía 'Apropos of nothing' ('A propósito de nada'), en la que hace gala de su famoso sarcasmo hasta en el título, puesto que la obra tiene un destacado objetivo: defenderse de las acusaciones de abusos de su hija adoptiva Dylan Farrow después de que Hollywood le haya dado la espalda. EFE  Gorka Estrada


GRAFCAV6367. SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 30 03 2020.-



Fotografía de archivo fechada el 10 de julio de 2019 que muestra al director de cine Woody Allen junto a su hija Dylan Farrow durante el rodaje de una película en el Boulevard de San Sebastián (España). Woody Allen relata con todo lujo de detalles sus 84 años de vida en su autobiografía 'Apropos of nothing' ('A propósito de nada'), en la que hace gala de su famoso sarcasmo hasta en el título, puesto que la obra tiene un destacado objetivo: defenderse de las acusaciones de abusos de su hija adoptiva Dylan Farrow después de que Hollywood le haya dado la espalda. EFE Gorka Estrada

Con la llegada del #MeToo, la nada ha vuelto a levantarse y a soplar. Dylan, ahora una adulta, escribió una carta abierta asegurando que Allen sí la había violado. Añadió detalles escabrosos, como que ella miraba un tren eléctrico mientras Allen abusaba de ella en el desván. Moses, hermano de Dylan, ha dicho que eso es una locura y que en el desván no había ningún tren eléctrico, pues aquello era un trastero polvoriento y lleno de clavos. El propio Allen ha dicho que Dylan no miente, sino que sinceramente ha terminado creyendo la versión de Mia Farrow tras una educación asfixiante y regida por la manipulación.

Sin embargo, en la mente de la opinión pública la confusión es brutal, y las cosas solo empeoran debido a los actores y actrices oportunistas, dispuestos a escupir a quien sea para cuidar sus propias carreras. En los últimos años, se ha tratado a Allen como a un criminal. Sus películas no se distribuyen en Estados Unidos, los inversores huyen y se le cancela. Allen, resignado, explica que es imposible desmontar con hechos un delirio, y le tranquiliza constatar que en Europa hay más gente que le cree.

En los últimos años, se ha tratado a Allen como a un criminal. Sus películas no se distribuyen en Estados Unidos, los inversores huyen y se le cancela


En sus propias palabras: “Todavía hay gente que piensa que la audiencia de la custodia era una especie de juicio y que yo conseguí de alguna manera librarme de una acusación criminal. Todavía hay dementes que piensan que yo me casé con mi hija, que Soon-Yi era hija mía, que Mia era mi esposa, que yo adopté a Soon-Yi, que Obama no era estadounidense. Pero jamás tuvo lugar juicio alguno. Jamás fui acusado formalmente de ningún delito, puesto que quedó claro para los investigadores que no había ocurrido nada”.

Pienso que el tiempo pone las cosas en su sitio, y que la historia va a tratar muy mal a quienes han sostenido las calumnias contra Woody Allen. No se trata de creer o no creer a Dylan Farrow, sino de examinar a Mia Farrow a la luz de lo revelado por Moses y Soon-Yi, los únicos que escaparon de aquella casa, si descontamos a los suicidas. Respecto a su legado artístico, estoy sin embargo con David Torres: seguiré viendo las películas de Mia Farrow, puesto que es importante separar la obra y la vida del artista. Como el propio Allen dice, no sin cierta sorna: ella es una gran actriz.






La polemica ferma l'autobiografia di Woody Allen - Ticinonline




Los fragmentos más polémicos de la autobiografía de Woody Allen
A proposito di niente: Autobiografia (Italian Edition) eBook ...
 
Diez libros para entender las protestas en EE UU por la muerte de George Floyd
Desde Martin Luther King y Malcom X a Toni Morrison o Chimamanda Ngozi Adichie, activistas y escritores han tratado la discriminación racial en sus libros


ANDREA AGUILAR
6 JUN 2020



Diez libros para entender las protestas en EE UU por la muerte de George Floyd





En la última semana, las calles de las principales ciudades estadounidenses han sido el escenario de históricas manifestaciones y disturbios. El vídeo de la muerte en Minnesota de George Floyd, un afroamericano asfixiado por un policía, prendió una mecha. La ausencia, en un primer momento, de cargos criminales contra los policías ha convertido en masivas las protestas que se suceden por todo el país bajo el paraguas de Black Lives Matter. Tras este grupo de activistas y tras el asesinato de Floyd hay una larga y compleja trama. No es este el primer movimiento contra la desigualdad y el racismo sistémico en Estados Unidos: la opresión de la población afroamericana recorre la historia de ese país desde su fundación. Pero, como recordó el expresidente Obama el miércoles, sí es la primera vez que la mayoría de ciudadanos entiende y apoya estas manifestaciones desde el principio. Los libros de novelistas, ensayistas y poetas, sin duda, han desempeñado un papel importante en la propagación del mensaje, en la denuncia, la crítica y la minuciosa descripción de esa discriminación lacerante. Esta selección pretende abrir la conversación y acercar textos clásicos, algunos de ellos publicados en los últimos años.

El color de la justicia: la nueva segregación racial en Estados Unidos. Michelle Alexander (Capitán Swing). Este ensayo marcó un antes y un después, tras su publicación en EE UU hace ya una década, y ha guiado algunos importantes giros legislativos. Ofrece un riguroso análisis del fenómeno de la encarcelación masiva de afroamericanos y del sistema de justicia para acabar demostrando que la discriminación racial no terminó ni mucho menos en los años sesenta. Es uno de los libros que más han influido en la nueva generación de activistas.

La próxima vez el fuego. James Baldwin (Sudamericana). Brillante, poético y certero, este clásico publicado originalmente en 1962 sigue alentando e inspirando. Baldwin evoca su infancia en el Harlem de Nueva York y disecciona las consecuencias del racismo. Es una meditación fundamental sobre el tema de la raza, esencial para entender el dolor que está detrás de las manifestaciones y protestas

March. Una crónica de la lucha por los derechos civiles. John Lewis y Andrew Aydin. Ilustrado por Nate Powell (Norma). Esta novela gráfica se alzó con el National Book Award. En ella se narra la vida del mítico congresista Lewis que participó en el movimiento de los derechos civiles.

Entre el mundo y yo. Ta-Nehisi Coates (Seix Barral). Una de las voces más potentes y escuchadas, este autor, colaborador habitual en la revista The Atlantic, toma como modelo a James Baldwin para escribir una carta a su hijo explicando su visión y experiencia como hombre negro en Estados Unidos.
Jugando en la oscuridad. Toni Morrison (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo). Este libro reúne las conferencias que la premio Nobel dio en Harvard sobre la creación de una identidad blanca. Otro volumen recientemente aparecido en Lumen, La fuente de la autoestima, recopila los ensayos y discursos de la escritora, una de las voces fundamentales en la tradición literaria afroamericana.

Volver a casa. Yaa Gyasi (Salamandra). Ganadora del premio PEN, esta novela ofrece a través de una saga familiar un potente repaso que abarca tres siglos de historia: desde la trata de esclavos hasta el año 2000, pasando por los años del crash o la lucha de los derechos civiles.
Americanah. Chimamanda Ngozi Adichie (Literatura Random House). Desde Nigeria a EE UU viaja la protagonista de esta novela para convertirse en bloguera sobre el tema de la raza. La amplitud y potencia de este libro rebasan continentes, países y temas, pero en ella hay un fino análisis de lo que significa ser negro en EE UU.

Malcolm X. Alex Haley (Capitán Swing). La autobiografía del mítico líder de las Panteras Negras ilumina de alguna manera el resorte de la radicalidad ante la frustración y la injusticia manifiesta. Criado en un gueto, abocado a la delincuencia, su paso por la cárcel marcó un giro radical en su corta e intensa vida.
Por qué no podemos esperar. Martin Luther King (Círculo de Lectores). Publicado en 1964, en este libro el reverendo King aborda la revueltas en Birmingham y el arranque de la negro revolution.
Entre nosotras. Audre Lorde (Visor). Poeta, activista, gay, su obra, que incluye también los ensayos de La hermana, la extranjera (Horas y Horas), resuena en las protestas en muchos de los escritos que desde los años setenta hablan de raza y feminismo.


 
La Feria del Libro de Guadalajara y el Hay Festival, premio Princesa de Asturias de Comunicación 2020
El jurado del galardón, al que optaban veintiocho candidaturas de quince países, destaca que son "los más importantes puntos de encuentro del libro, los escritores, los lectores y la cultura en el mundo"



Actuación de Vetusta Morla en la edición de 2017 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara


Actuación de Vetusta Morla en la edición de 2017 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara - EFE




Juan Carlos Delgado
MADRID
09/06/2020


La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y el Hay Festival of Literature & Arts han sido galardonados con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2020, al que este año optaban veintiocho candidaturas de quince países.
Reunido telemáticamente por la crisis sanitaria del coronavirus, el jurado del galardón, presidido por Víctor García de la Concha, define a la FIL y al Hay Festival como "los más importantes puntos de encuentro del libro, los escritores, los lectores y la cultura en el mundo". A juicio del jurado, la FIL "se ha convertido en un fenómeno literario universal" y, con "una enorme resonancia popular y una participación masiva, constituye un gran foco de proyección de la lengua española". En cuanto al Hay Festival, "convoca a lectores y escritores a través de las ediciones que se extienden desde 2006 por América, Europa y Oriente Próximo".
El acta destaca, además, que "ambos acontecimientos reúnen en torno a la literatura a los públicos más variados y congregan cada año a cientos de miles de visitantes para fomentar entre ellos el hábito de la lectura", y "contribuyen decisivamente, además, a fortalecer las industrias culturales y a hacerlas sostenibles".


La FIL
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), conocida como la FIL, es el evento anual más importante de su tipo en el mundo de habla hispana, y la segunda feria del libro más grande del mundo, después de la de Fráncfort (Alemania). Creada en 1987, la FIL es organizada por la Universidad de Guadalajara y se realiza anualmente a partir del último sábado de noviembre y durante nueve días en la ciudad mexicana, sede de la cita. Autores, agentes literarios, bibliotecarios, libreros y unas 2.500 editoriales de 48 países se dan cita anualmente en Guadalajara.
Con una extensión superior a 40.000 metros cuadrados, esta feria cuenta con cientos de presentaciones de libros, actividades para profesionales del sector, actuaciones artísticas y musicales y miles de citas de negocios relacionadas con el sector del libro. Asimismo, acoge el Foro Internacional de Editores y el de Edición Universitaria y Académica, el Encuentro de Promotores de Lectura, el Coloquio Internacional de Bibliotecarios, el Salón de los Ilustradores y el Congreso de Traducción e Interpretación.

La FIL recibe de media unos 830.000 visitantes y cada año tiene a un invitado de honor, siendo la ciudad de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos) la de la edición de 2020. Además, en cada edición se concede el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en cuyo palmarés figuran escritores de la talla de António Lobo Antunes, Rafael Cadenas, Margo Glantz, Fernando Vallejo, Alfredo Bryce Echenique, Yves Bonnefoy, Claudio Magris, el español Enrique Vila-Matas, Norman Manea, Emmanuel Carrère, Ida Vitale o David Huerta. En 2016 celebró su treinta aniversario y en la Feria de 2017 se inauguró la primera edición del Salón del Cómic y la Novela Gráfica.

El Hay Festival
Por su parte, el Hay Festival of Literature & Arts tiene su origen en Hay-on-Wye, una pequeña localidad galesa de unos mil quinientos habitantes en la que hay cuarenta y una librerías, de ahí que sea conocida como "la ciudad de los libros". El festival se originó allí en 1988 como un encuentro de amigos para compartir y debatir sus gustos en literatura, música y otras artes y, desde entonces, se celebra allí anualmente durante once días a finales de mayo y principios de junio. El Hay Festival acoge más de 700 eventos, entre debates, entrevistas y conciertos, a los que asiste público de más de 40 países. Aunque inicialmente estaba dedicado a la literatura, el festival ha ido ampliado su ámbito de actuación a la música, al cine y al pensamiento. Algunos de los más reconocidos escritores contemporáneos, científicos, políticos, historiadores y creadores musicales, entre otros, participan en los encuentros. Las cifras de asistencia al Hay Festival superan las 270.000 personas.

Organizado por la Hay Festival Foundation, en 2006 el Festival comenzó a celebrar certámenes similares en diferentes países, como el Hay Festival Cartagena de Indias (Colombia), el Hay Festival Segovia (España), el Hay Festival Querétaro (México), el Hay Festival Arequipa (Perú) y el Hay Festival Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos). También organiza encuentros de escritores emergentes –menores de 40 años– con ediciones internacionales en Bogotá (2007 y 2018), Beirut (2010), Port Harcourt (Nigeria, 2014), México (2015) y Aarhus (Dinamarca, 2017).

El Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, que se concede en reconocimiento a “la labor de cultivo y perfeccionamiento de las ciencias y disciplinas consideradas como actividades humanísticas y de lo relacionado con los medios de comunicación social en todas sus expresiones”, es el tercer galardón que se falla este año, después de que la semana pasada se concediera el de la Concordia a los sanitarios españoles por su entrega y sacrificio para hacer frente a la pandemia de la Covid-19 y el de las Artes al italiano Ennio Morricone y al estadounidense John Williams, los dos compositores que atesoran las bandas sonoras más reconocidas del cine.

El año pasado, el galardón recayó en el Museo del Prado y en ediciones anteriores distinguió, entre otros, a Alma Guillermoprieto, Les Luthiers, James Nachtwey, Emilio Lledó, Quino, Annie Leibovitz, Shigeru Miyamoto y The Royal Society, entre otros.


 
Me encanta leer,eso sí no suelo comprar libros de ver en cuando a lo mejor me compro uno soy más de ir a la biblioteca el último que me leí que lo terminé hace unos dias es evaluna de Isabel Allende y anoche empecé Orgullo y Prejuicio.Soy de leer por la noche acostada en la cama voy leyendo hasta que me vence el sueño:)
 
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