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Al cine 'Ventajas de viajar en tren', la gran novela española de culto del siglo XXI
¿Qué es una novela de culto?, se preguntarán. Una novela de culto es aquella de la que no puedes olvidar que la has leído sólo tú. Y cuatro más


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Portada de 'Ventajas de viajar en tren'.

ALBERTO OLMOS
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NOVELA
LITERATURA
CINE ESPAÑOL


15/08/2018

Casi veinte años han pasado desde que leímos 'Ventajas de viajar en tren' y esperamos que se convirtiera en un 'bestseller'. La novela era tan divertida, tan gamberra y tan original que ¿por qué no? Pero fue que no. Uno nunca ha entendido a la gente, esto es, ¿qué más quiere la gente? Un libro corto (apenas 150 páginas), lleno de s*x* y con lenguaje accesible, que además empieza con la frase —muy citada en los talleres de escritura creativa—: "Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda", ¿no debería estar en todas las casas de España? Si esto de "inspeccionando con un palito su propia mierda" no es hablar para el vulgo, ¿qué lo es?

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Portada de 'Ventajas de viajar en tren'


No sé qué película estaba viendo el otro día que me dio por entrar en IMDb y mirar la ficha de Luis Tosar. Allí me llevé la alegría: Tosar iba a hacer una película llamada 'Ventajas de viajar en tren'. ¿Serían las mismas ventajas? Así que le escribí a Antonio Orejudo para tener información de primera mano, y asegurarme de que no le estaban levantando un título. Que una extraordinaria novela española publicada en el año 2000 siga viva en librerías, y que además alguien mucho tiempo después tenga la ocurrencia de llevarla al cine, nos consuela largamente de que 'Ventajas de viajar en tren' no tuviera un éxito similar a —pongamos— 'Sin noticias de Gurb' o 'Lo mejor que le puede pasar a un cruasán'.

Novela de culto
Recuerdo haber comprado esta novela hace exactamente 18 años después de leer un artículo encomiástico de Juan Bonilla. Juan Bonilla, además de escritor, es uno de los mejores lectores de España, y gracias a él mis nietos podrán saldar deudas vendiendo primeras ediciones del abuelo, como la de 'Ventajas de viajar en tren' o la de 'Soldados de Salamina'. Sí, yo tengo una primera edición de Soldados de Salamina. Fíjense si he perdido olfato financiero que de 'Patria' tengo la cuarta.


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Alberto Ferreiro en fotograma de 'Soldados de Salamina'.


'Ventajas de viajar en tren' fue la segunda novela de Antonio Orejudo. Había debutado en Lengua de Trapo con 'Fabulosas narraciones por historias' (1998), y dejó el pequeño sello madrileño por Alfaguara, que le había concedido el premio Andalucía de novela ("hay que suponer que sin demasiadas dificultades", decía Ricardo Senabre en su reseña). El libro gustó en el mundillo editorial y fue reeditado enseguida por Círculo de Lectores y Punto de lectura (bolsillo), pero durante diez años le perdimos la pista, hasta que Tusquets decidió recuperarla junto a 'Fabulosas narraciones por historias' y hacer de Orejudo una de las firmas fundamentales de la editorial.

¿Qué es una novela de culto?, se preguntarán. Una novela de culto es aquella de la que no puedes olvidar que la has leído sólo tú. Y cuatro más.

Para mí 'Ventajas...' es una novela de culto, y 'La flaqueza del bolchevique', de Lorenzo Silva, y 'La mala muerte', de Fernando Royuela. Y Esta noche moriré, de Fernando Marías. Y 'Bueyes y rosas dormían', de Cristina Sánchez-Andrade. Como ustedes no las han leído, son de culto.

Lo importante en una novela de culto no es que se la hayan leído pocas personas en comparación con la novela de moda o el 'bestseller'; lo importante es que los pocos que la han leído se creen mejores que los demás. Una novela sólo es de culto si te envanece. Vale, usted ha ganado medio millón de euros este año, pero, oiga, yo he leído 'Ventajas de viajar en tren', no me vaya a comparar.

Orejudo y el cine
"Es imposible adaptar 'Ventajas de viajar en tren' sin manipularla, sin cortar aquí y allá", nos dice Orejudo en su email. El autor firmó hace años el guión de 'Se buscan fulmontis' (película con gags memorables, verdaderamente), pero no va a participar en la adaptación de su novela. Y se alegra por ello: "Me gusta ese ambiente de promiscuidad creadora, que fue tan habitual en la Edad Media y que nosotros hemos perdido, en el que la gente tomaba obras ajenas y las convertía en otra cosa: todo era un poco de todos y no existía ese sentido de propiedad intelectual tan estricto y tan esterilizante que tenemos nosotros".

La película, cuyo rodaje comenzará en otoño de este año, estará protagonizada por Luis Tosar, Antonio de la Torre y Pilar Castro, y supondrá el debut en la dirección de Aritz Moreno, cortometrajista de éxito con títulos tan pimpantes como Portal mortal o Cotton Candy. El joven director vasco, además, le ha propuesto un cameo a Antonio Orejudo.

"Por supuesto, le dije que sí", nos cuenta en el email, "así que te está escribiendo la nueva revelación del cine español".

https://blogs.elconfidencial.com/cu...jas-viajar-tren-antonio-orejudo-cine_1604248/
 
'AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE'
Acompañé a la gente a morir durante cuatro meses: de ruta por el Portugal abandonado
El libro de Susana Moreira recoge la experiencia de la periodista el verano de 2011, cuando se unió a un proyecto de cuidados paliativos domiciliarios para decenas de enfermos


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'Ahora y en la hora de nuestra muerte' es el primer libro de la periodista Susana Moreira (Vitorino Coragem/Libros del K.O.)

PAULA CANTÓ
17/08/2018

“En 2009 la Fundación Calouste Gulbenkian puso en marcha un proyecto de cuidados paliativos domiciliarios en el altiplano mirandés, en Trás-os-Montes. De aldea en aldea, una médica, enfermeros y otros profesionales de la salud ayudan a decenas de enfermos de diferentes edades, condiciones sociales y circunstancias familiares a pasar el final de la vida con el mayor bienestar posible y a morir, acompañados, en casa. Este libro es el resultados de varias visitas, entre junio y octubre de 2011, a ese proyecto y esas personas”.

Esta nota aclaratoria abre ‘Ahora y en la hora de nuestra muerte’, el primer libro de la periodista Susana Moreira (Oporto, 1976) y que ahora ha editado en España Libros del K.O. Moreira viaja hasta el centro de la muerte y encuentra vida. A veces rota, pero vida al fin y al cabo. No demuestra miedo al adentrarse en la oscuridad durante la primavera de hace siete años. “No es la idea de lo desconocido lo que asusta: es la idea de que no haya desconocido; fin y se acabó”, escribe. No demuestra miedo pero sabe que existe.

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'Ahora y en la hora de nuestra muerte' (Libros del K.O.)


Durante su viaje por el aislado noroeste portugués, Moreira conoce a La Parca, a personas que la asumen y a otras que se enfrentan a ella, tanto pacientes como enfermeros o médicos y vive como propia la muerte ajena. Son historias cortas, amargas, delicadas y personales. Cuesta tragar cuando Moreira relata en pocas palabras el dolor, no de los hijos, sino del profesional que no pudo salvar a la madre. “Asistió al entierro; les puso la mano en el hombro a los hijos, que podrían ser hermanos suyos”.


Paula, João, Maria, Elisa y Sara protagonizan la segunda parte del libro. Si en la primera recogía fragmentos, notas y reflexiones sobre el fallecimiento, la vejez o la soledad, ahora la periodista pone nombre a los enfermos, a sus familiares o a la aldea en la que se reúnen para comer, reír o llorar en unos capítulos más novelados. Moreira los acompaña ese verano, recoge sus testimonios y les cede unas páginas para que su voz, cruda, suene en ellas en primera persona.

‘Ahora y en la hora de nuestra muerte’ es un relato dividido en píldoras literarias que forman las escenas mortuorias de los mayores del pueblo. Pero Moreira, en su narración intercalada con reflexiones personales, no quiere quitarle ni un ápice de realidad y recuerda las camas articuladas, los pañales, las dosis de morfina, las vendas, las pomadas, los tubos, sueros o agujas. “La muerte es sobre todo un proceso físico. La muerte de literario tiene poco”. De media, en 2010, una persona murió cada 38 días en estas aldeas y pueblos, en un área que en total abarca 1.728 kilómetros cuadrados.

Carreteras de morfina
Moreira recorre las casas y las piedras. Encuentra a la muerte en pueblos bonitos, solitarios, fríos, acogedores o desangelados. Entre la tierra, los huertos, la calidez y la compañía, despide a algunos de sus habitantes. Muchos no han conocido otro hogar en su larga vida. La muerte de la carne va unida a la del pueblo, un cuerpo en sí mismo, con pulmones que se van quedando sin aire y ahogándose a medida que merma su población carente de niños. La soledad, deja intuir, hace que la muerte llegue en vida.



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Casa típica de Trás-Os-Montes, en Carragosa (Manuel Anastácio)


La crónica de su ruta en coche sobre el asfalto caliente es casi igual de intensa que el relato de la atmósfera mortecina que envuelve las casas de los enfermos. En las carreteras, dice, se suceden las metáforas: frutos que caen maduros o caminos que se cortan. El de Moreira es un acercamiento a la muerte que ha perfumado y acicalado para que la miremos a los ojos sin tanto miedo, pero con la misma presión inamovible en el pecho.

En uno de esos pasajes que nos alejan por un momento de la preocupación de qué habrá más allá, Moreira advierte: “Cualquier parecido entre estos personajes y personas reales no es mera coincidencia y es muy probable que conozcas a alguien en la misma situación”. ‘Ahora y en la hora de nuestra muerte’ es un reportaje, una reflexión intimista, preciosa y delicada sobre la soledad, el campo, el amor, el olvido y la muerte, a la que roza con los dedos y mira de frente. Moreira está ahí para verla una y otra vez cumplir su cometido hasta marcharse saciada.

https://www.elconfidencial.com/cult...muerte-susana-moreira-libro-portugal_1605069/
 
LOS CAMINOS DE LA PICARESCA | 1 (SEGOVIA Y ALCALÁ DE HENARES)
Andanzas de un buscavidas
Un viaje literario y real por una España que no ha cambiado tanto a través de tres de los máximos exponentes del género literario más autóctono: ‘El Buscón’, ‘El Lazarillo de Tormes’ y ‘La pícara Justina’

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Viadantes pasean cerca del acueducto de Segovia. ANDREA COMAS EL PAÍS


JULIO LLAMAZARES
Madrid 18 AGO 2018
Se extrañan muchas personas del alto grado de corrupción que salpica la vida española últimamente. Si releyéramos a nuestros clásicos no nos sorprenderíamos tanto. Mientras que los alemanes daban a luz el Romanticismo,los italianos el Renacimiento, los franceses la Ilustración y los ingleses la tragedia moderna, entre otras cosas, los españoles hemos aportado al mundo un género literario que nos define como sociedad: la picaresca. Revisitar tres clásicos de este género, El Buscón, de Quevedo, El Lazarillo de Tormes y La Pícara Justina—la primera novela protagonizada por una mujer en la literatura nacional— y compararlos con la España de hoy es la pretensión de esta serie que comienza hoy y propone un viaje literario y real por una España que no ha cambiado tanto como nos gustaría.

EN LA ESCUELA DE SEGOVIA
El buscón

“Yo, señor, soy de Segovia. Mi padre se llamó Clemente, natural del mismo pueblo; Dios lo tenga en el cielo. Fue, tal como todos dicen, de oficio barbero; aunque eran tan altos sus pensamientos, que se corría de que le llamasen así, diciendo que él era tundidor de mejillas y sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa, y, según él bebía, es cosa para creer…”.

Así comienza El Buscón, por buen nombre Historia de la vida del Buscón,la novela que Quevedo dedicó a contar las aventuras del pobre Pablos, un desdichado personaje, hijo de bruja y barbero y sobrino de un verdugo que le daría su parte de herencia tras ejecutar a su padre en la horca (“Cayó sin encoger las piernas ni hacer gesto; quedó con una gravedad que no había más que pedir. Hícele cuartos y dile por sepultura los caminos”) y cuyo paralelismo, como el de sus coetáneos Lázaro de Tormes, Guzmán de Alfarache o la Pícara Justina, con tantos buscavidas e inmorales de la España actual es palmaria, tanto que parece escrita hace poco.

En Segovia, a pesar de ello, apenas hay huellas de las correrías del Buscón más allá de una placa de recuerdo al personaje colocada en el Arco del Socorro por un francés enamorado de la novela. La librería que había tomado su nombre lo trocó al cambiar de dueño por el de la iglesia junto a la que abre sus puertas y lo mismo le pasó al mesón que, en el mismo barrio del Salvador, llevó algún tiempo el del Dómine Cabra, el inolvidable clérigo a cuya terrible escuela de ayunos fue a parar el personaje de Quevedo y que forma ya parte de la literatura española: “Entramos en el primer domingo después de Cuaresma en poder del hambre viva, porque tal lacería no admite encarecimiento”.

Dómine Cabra
Así que en Segovia la memoria del Buscón hay que imaginarla, como bien sabe Ignacio Sanz, ceramista y escritor que trabaja a escasos metros del Arco del Socorro, en el antiguo barrio de la Judería, y de cuyo torno salen todos los años las piezas que los periodistas segovianos entregan a los personas de la ciudad que mejor y peor se han portado con ellos. La del mejor es un San Frutos, el patrón de la provincia, al que se le representa cubierto de pájaros rememorando la tradición que sostiene que se le posaban en la cabeza de tan pacífico como era, y la del peor un Dómine Cabra, cuyo célebre retrato quevedesco, que muchos aprendimos de memoria en el colegio, no deja lugar a dudas de la razón: “Era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, la cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y escuros que era buen sitio para cuevas de mercaderes; la nariz entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parece que amenazaba a comérselas; los dientes holgazanes y vagamundos parecía que se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada uno. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas…”.

Lo único que en Segovia aún puede identificarse de la obra de Quevedo —que hoy no reconocería la ciudad de tanto como ha crecido— es el mercado de la Plaza Mayor, recuperado después de años desterrado de ella y en el que se desarrolla una escena de las más significativas de la novela del Buscón. Es ésa en la que el infortunado Pablos, tras haber sido elegido rey de gallos en la escuela a la que fue antes de dar con sus pobres huesos en la de Cabra, protagonizó el primer altercado que sufrió en su vida y que le dejaría un marcado recuerdo. Sucedió cuando el desvencijado caballo en el que iba (“un caballo ético y mustio, el cual, más de manco que de bien criado, iba haciendo reverencias”), al pasar por las mesas de las verduras, cogió un repollo que “despachó a las tripas visto y no visto” provocando la ira de la bercera y una trifulca entre los compañeros del Buscón y las de ésta que se saldó a pedradas, berenjenazos y zanahoriazos y con varios descalabramientos, incluido el del famélico caballo, que, al ir a tirar dos coces, “se le desgajaron las ancas de puro flaco y se quedó en el lodo bien cerca de acabar”. Hoy, sin embargo, entre las verduleras del mercado de Segovia ninguna recuerda ya al Buscón, ni al caballo, ni a Cabra, ni a nadie de aquella época, al igual que en el resto de la ciudad.

—Vivimos tiempos de ignominia, se lamenta Ignacio Sanz, quien durante treinta años dirigió junto a otros escritores segovianos una tertulia literaria que, como el caballo del Buscón, murió por inanición y falta de ayuda pública.

Por fortuna, Segovia se conserva todavía como era, sino toda, sí en su parte más antigua, ésa que vive a la sombra de su acueducto y su catedral, y todavía es posible evocar los tiempos en los que los personajes de Quevedo vivían y caminaban por estas calles cuya picaresca antigua ha mudado por otra más moderna, ésta que vive de los turistas, a los que ofrece, amén de sus maravillas arquitectónicas y gastronómicas, sus productos artesanos, muchos llegados de China por más que se vendan como del país. Los bares y restaurantes con que se alternan y el Museo de los Títeres que hoy ocupa la Pobrera, el antiguo refugio de los pobres, dan fe, por su parte, de que el hambre ha sido ya desterrada, por suerte, de la ciudad.

EN LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ
El buscón

Acompañando a don Diego Coronel, el hijo de un caballero de Segovia del que se hizo amigo en la escuela y a cuyo servicio entró por deseo del padre, el Buscón, tras escapar junto con su amigo del pupilaje de hambres de Cabra, viajó a Alcalá de Henares, en cuya Universidad don Diego continuó sus estudios. Del viaje, al contrario que del de vuelta a Segovia, que hará ya solo y del que relatará todas las ventas en las que se hospedó, así como los personajes con los que se topó, a cual más atrabiliario (un loco que tenía solución para todos los retos del rey de España, incluido el de conquistar la flamenca Ostende secando el mar que la defendía con esponjas; otro desatinado para el que todo se resolvía con ángulos y geometría: “No tomé bien el medio de proporción para hacer la circunferencia al subir”, dijo al caerse de la mula; un tercero, antiguo sacristán de Majalahonda que había escrito más de ochocientas mil coplas y que se lamentaba de que nadie quisiera editárselas), el Buscón sólo da noticia de una venta, la de Viveros, de mal recuerdo para quienes la conocieron (“El ventero era morisco y ladrón”, escribe), pero que debió de ser muy famosa, puesto que la citan muchos autores del siglo de Oro. Debía de estar entre Madrid y Torrejón de Ardoz, en lo que hoy son construcciones sin fin.

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Una monja se tapa la cara en el casco histórico de Alcalá de Henares. ANDREA COMAS EL PAÍS


En Alcalá de Henares —junto con Salamanca la capital del saber de la España de entonces—, el Buscón conocerá los sinsabores de la vida de criado de estudiante ya desde el primer día: “Entré en el patio (de la Universidad), y no hube metido bien el pie, cuando se me encararon y empezaron a decir: —¡Nuevo!”. Lo demás es fácil de imaginar. La novatadas de hoy, tan denostadas, eran caricias comparadas con las de la Universidad del siglo XVII y más con los criados de estudiante como Pablos. “Nevado de pies a cabeza (de gargajos)” y lleno de pescozones y azotes acabó el Buscón ese día, que no sería muy diferente de otros hasta que espabiló y aguzó el ingenio acuciado por la necesidad: “Cuando comienzan desgracias en uno, parece que nunca se han de acabar, que andan encadenadas, y unas traen a otras”.

De Alcalá la novela de Quevedo, que estudió en su Universidad como tantos otros autores de su tiempo, da muchas referencias, algunas de las cuales son reconocibles hoy. Así, el edificio de la Universidad, que mandó construir el cardenal Cisneros y que se conserva igual que era entonces, con sus tres patios interiores —uno de ellos en el que “nevaron” a escupitajos al pobre Buscón—, o la calle y la plaza mayores, en las que se desarrollan algunas de sus aventuras, tales como la del robo del cofín de pasas de la confitería —en la primera— o la requisa de tablas para la chimenea del hospedaje los días de mercado, en la segunda. También la iglesia mayor, hoy catedral de Alcalá (la única con título de Magistral junto con la de Lovaina en Europa, por ser todos sus canónigos magister de la Universidad), o las calles de Santiago o de la Victoria, por la que huye del confitero burlado, que lo perseguía junto con otros vecinos. De todo ello, no obstante, pocos se acuerdan en esta ciudad que hoy es un parque temático para turistas como tantas de nuestra geografía. Los pícaros principales ya no son los estudiantes ni sus criados, que ya no tienen, sino los dueños de todos esos bares y restaurantes que venden la historia de una ciudad que la mayoría de ellos desconoce. “Aquí nadie lee ya El Buscón ni a ninguno de los autores que situaron sus narraciones en Alcalá”, se queja amargamente Javier, dueño de la librería de la ciudad que lleva su nombre, en la calle de Ramón y Cajal, cerca de donde abre sus puertas el corral de comedias que es el orgullo de los alcalaínos por ser el más antiguo de España (de principios del siglo XVII, cuando el Buscón andaba por la ciudad) aunque sea difícil verlo, pues está cerrado casi siempre. “Es que el Ayuntamiento tampoco hace gran cosa para que se conozcan más sus tesoros”, añade entre libros de actualidad, que son, según él, los que se venden y cada vez menos, Javier.

La novela de más éxito
La sentencia del librero es fácilmente comprobable a poco que uno pregunte por Alcalá por Quevedo o Mateo Alemán (que también estudió en su Universidad y que situó un buen trozo de su Guzmán de Alfarache, la novela picaresca de más éxito en su tiempo, en la ciudad del Henares), como es comprobable el desconocimiento que entre los propios estudiantes de la Universidad alcalaína se da de aquéllos que fueron sus más famosos antecesores, excepción hecha de Cervantes, cuya casa natal (inventada) sí se enseña a los turistas en la calle Mayor, en medio de los comercios y restaurantes que los turistas llenan en su recorrido por la Alcalá antigua. En la nueva, que forman barrios de trabajadores, a los pícaros del siglo de Oro ni siquiera se los recuerda, ni como antecesores de los que ven cada día en la televisión.

“Estudiantes y pícaros son todo uno” afirma el Buscón al final de su estancia en Alcalá, convertido ya él mismo en uno más tras sobrevivir a las novatadas y argucias de los primeros y licenciado por la necesidad en las artes de la sisa y del engaño, tan comunes en la España de la época y cuyo cultivo prosigue hoy tanto en la Universidad como fuera de ella. “Haz como vieres, dice el refrán, y dice bien. De puro considerar en él, vine a resolverme de ser bellaco con los bellacos, y más, si pudiese, que todos. No sé si salí con ello, pero yo aseguro a vuesa merced que hice todas las diligencias posibles”, concluye el relato de su estancia en Alcalá antes de despedirse de la ciudad para regresar a Segovia a cobrar la herencia paterna, con la que sobrevivirá algún tiempo en Madrid.

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'Lolita', ¿perversión u obra maestra? Las críticas de 1958 dan mil vueltas a las de hoy
La obra cumbre de Nabokov sigue de actualidad y envuelta en la polémica, pero ¿cómo fueron las críticas que recibió nada más publicarse?

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Sue Lyon en un momento de 'Lolita' (1962) de Kubrick. (MGM)
MARTA MEDINA
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NOVELA


22/08/2018

A 'Lolita' la rechazaron cuatro editores antes de ver la luz en el París de 1955; las artes de nínfula magnética que le impuso Humbert Humbert no le valieron para poner en jaque ni el bolsillo ni la reputación de ningún sello editorial. Hasta que Olympia Press —una modesta compañía francesa especializada en publicaciones eróticas— se arriesgó a mandar a imprenta los dos volúmenes de color verde escritos en inglés con los que un tal Vladimir Nabokov, escritor ruso emigrado a Estados Unidos, dinamitó los límites conocidos de los guardianes de la moral. Será que por sus manos nunca pasó un Pierre Louÿs. Aunque tampoco es difícil hacer saltar los plomos del radar de la decencia, sobre todo cuando la mecha de la pulsión del relato, el oscuro objeto del deseo, Lolita, Lola, Dolly, Lo, mide un "metro cuarenta y ocho de estatura" y todavía rinde cuentas ante sus maestros en la escuela.

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Portada del primer volumen de 'Lolita' de 1955

Nada más publicarse el libro llegaron el escándalo y la censura. En Francia —y en Inglaterra— 'Lolita' estuvo prohibida hasta 1959. Así que cuando hace 60 años la editorial Putnam puso a la venta el 18 de agosto de 1958 la primera edición americana fue una de esas raras ocasiones en las que la vieja Europa ganó a los yanquis en puritanismo. En España, obviamente, la obra tampoco fue bienvenida: antes de que en los ochenta la editase Anagrama, los lectores hubieron de conformarse con una defectuosa traducción del sello mexicano Grijalbo y, como curiosidad, la adaptación al cine a cargo de Kubrick se proyectó por primera vez en Madrid en 1971, casi una década después de su estreno estadounidense.

Después del tiempo de digestión, vinieron el reconocimiento y las re(y mal)interpretaciones. 'Lolita', ¿una obra maestra de la literatura universal, un catéter hacia la degradación del alma, la fantasía onanista de un pervertido o la perfecta coartada del patriarcado más baboso?

Ya en 1975 Nabokov se lamentó de los análisis tergiversados de su novela: "Es muy interesante plantearse, como hacen ustedes los periodistas, el problema de la tonta degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público. No sólo la perversidad de la pobre criatura fue grotescamente exagerada sino el aspecto físico, la edad, todo fue modificado por ilustraciones en publicaciones extranjeras. Muchachas de 20 años o más, pavas, gatas callejeras, modelos baratas, o simples delincuentes de largas piernas, son llamadas nínfulas o 'lolitas' en revistas italianas, francesas, alemanas, etc. Y las cubiertas de las traducciones turcas o árabes. El colmo de la estupidez. Representan a una joven de contornos opulentos, como se decía antes, con melena rubia, imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro".



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Vladimir Nabokov


"En realidad, Lolita es una niña de 12 años, mientras que Mr. Humbert es un hombre maduro, y el abismo entre su edad y la de la niña produce el vacío entre ellos; entre ese vacío, ese vértigo, la seducción, atracción de un peligro mortal", prosiguió. "En segundo lugar, la imaginación del triste sátiro, convierte en criatura mágica a aquella colegiala americana tan trivial y normal en su género como el poeta frustrado Humbert lo es en el suyo. Fuera de la mirada maníaca de Mr. Humbert no hay nínfula. Lolita, la nínfula, sólo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert. Éste es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa".






Cuarenta años después, y ante el sesenta aniversario de la primera edición estadounidense, la controversia se agudiza. Si la escritora Laura Freixas acusa al libro de Nabokov en una tribuna en 'El País' de ser una obra que "muestra, e implícitamente justifica, la violación de una niña, la reducción del ser humano femenino a la condición de objeto para el placer masculino, la ridiculización y burla de cualquier mujer no sometida", en otra columna en el mismo medio Sergio del Molino se muestra espantado con que "alguien conciba el libro de Nabokov como una apología de la violación".

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La nueva portada de 'Lolita', sufriente y no lasciva

Si Luna Miguel se acerca más a la tesis de Del Molino —"a 'Lolita' nunca la ha censurado el feminismo. En todo caso, lo ha hecho el conservadurismo, el puritanismo, el prejuicio y tantas otras cosas que se parecen más a una mala interpretación lectora"—, mientras que la ensayista Patricia Merinoseñala al libro de Nabokov — y a 'Trópico de Capricornio' o 'El amante de Lady Chaterley'— como "literatura falsamente transgresora" que refuerza y reproduce "el gran fondo normativo patriarcal".

Unos y otros parapetan sus argumentos tras las reconfiguraciones socioculturales propias de esta época, así que, ¿qué mejor que acudir a las críticas de la prensa especializada a raíz de las primeras ediciones de 'Lolita', como propone 'Bookmarks'. Críticas brillantes, por cierto, que, con sus aciertos y desaciertos, les dan mil vueltas a nuestras limitadas polémicas de hoy.

Lily Rothman, 'Time' (1/9/58)
"'Lolita' es una gran obra de ficción y también es un libro impactante. Con un prefacio escrito por un profesor cabeza hueca que lo presenta como un mensaje para 'padres, trabajadores sociales, [y] educadores', el libro describe la corrupción transcontinental de una niña de doce años por parte de un monomaníaco de mediana edad. Y resulta que el narrador está escribiendo su apología desde la celda de una prisión (le juzgan por asesinato)".

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Portada de 'Lolita' de Grijalbo

"En lo concerniente a los detalles eróticos, el libro no va mucho más allá de donde muchos 'bestsellers' de ficción ya han llegado, pero donde los 'bestsellers' eróticos hablan de los hechos sórdidos o trágicos de la vida desde una sociología desligada y con una jerga de diván de palabras de cuatro letras, Lolita impacta mucho más, porque es al mismo tiempo intensamente lírica y salvajemente divertida. Es (en muchas de sus páginas), una especie de cabeza de Medusa hecha de serpientes de papel engañosas, y su humor, que juega con los distintos sentidos de las palabras, y su poética oscura decepcionarán a los reastreadores de obscenidades, una raza que se toma las cosas demasiado en serio". (Texto completo)

Robert R. Kirsch, 'Los Angeles Times' (31/8/58)
"El boca a boca avisaba de que 'Lolita' era algo candente e implicaba que el libro era un 'Vidas borrascosas' de clase alta. Nada más lejos de la realidad. 'Lolita' no es un libro indecente y que despertase cualquier tipo de interés lúbrico en alguien no podría sorprenderme más. A aquellos que buscan excitarse les aviso de que vayan a otro lado, que prueben con esas novelas que no tienen otro propósito que coleccionar una escena sexual tras otra, bañadas en lujuriosos clichés. Lo que encontrarán en 'Lolita' serán otros placeres y otras tristezas. Si les gusta Fielding, Smollet y Sterne, si sienten inclinación por la novela cómica decimonónica, aquí tienen su premio. 'Lolita' es una pequeña obra maestra, una novela de humor casi perfecta, una 'rara avis' en estos días en los que hemos perdido de vista los efectos purgantes y placenteros de la comedia y cuando la tragedia se ha convertido en el terreno pequeño y empobrecido de los sureños decadentes y las amas de casa de Nueva Inglaterra". "A propósito o no, hay una sátira salvaje en lo inadecuado de su 'realismo psicológico'. No hay falta de percepción en 'Lolita', sino que está acentuada por su relación con todo lo que existe en el mundo y, por implicación, con el cosmos". (Texto completo)

Kingsley Amis, 'The Spectator' (6/11/59)
"Pocos libros que se hayan publicado en este país desde la Biblia del Rey Jacobo han despertado una expectación más entusiasta que 'Lolita' y, por otro lado, ningún otro trabajo era tan conocido con tanta anticipación por su público potencial. Resulta motivador ver todo este interés a causa de un libro con pretensiones literarias serias, incluso aunque parte del interés no sea tan literario como uno tendería a pensar. Estaría todavía más motivado si el libro en cuestión no fuese tan concienzudamente malo tanto como obra de arte como por la mala moral que implica, aunque en realidad no sea obsceno ni por**gráfico".

Amis: "Estaría más motivado si el libro en cuestión no fuese tan concienzudamente malo tanto como obra de arte como por la mala moral que implica"

"Ningún extracto, aun así, haría justicia al estrépito sostenido de juegos de palabras, alusiones, neologismos, aliteraciones, palabras de tradición galesa, apóstrofes, paréntesis, preguntas retóricas, francés, latín, [...]. A uno le dirían que, por supuesto, ahí está la gracia: que es el héroe, Humbert Humbert, hablando como personaje, no el autor, y que lo que nos ofrece es su 'caracterización'. De acuerdo, pero parece un mal consejo a seguir que, para caracterizar la verborrea del personaje, Nabokov le haga hablar 120.000 palabras. Y tras un vistazo a su anterior novela, 'Pnin', que no está escrita en primera persona, queda establecido que es el propio Nabokov quien habla". "Llega un punto en el que la atrofia del sentido moral, evidente a lo largo de todo el libro, acaba desembocando en la insulsez, la fatuidad y la falta de realismo.... El único logro del libro es el retrato de Lolita. En raras ocasiones he visto el entorno de un personaje tan maravillosamente construido". (Texto completo)

R.W. Flint, 'The New Republic (17/6/57)
"Lo primero que enciende la llama de este libro, creo, es la historia de amor con la América real. (Nada es más divertido que la vulgaridad más inculta... Elijo los moteles americanos en vez de los hoteles suizos o las posadas británicas sólo porque estoy intentando convertirme en un escritor americano y quiero reclamar los mismos derechos de los que disfrutan otros escritores americanos). Es en Estados Unidos donde el lenguaje y los hechos se unen en una red sin fisuras de maravillas, terrores, revelaciones y portentos. El inglés es, para el señor Nabokov, un instrumento para los cambios de tono más salvajes y más sorprendentemente adecuados, las payasadas más despreocupadamente extravertidas, el placer de la jerga y de la escritura".



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Portada de una edición de Anagrama


"Ya que 'Lolita' se desprende de sus partes más carnales, que el autor se defiende con bastante destreza y que obsesionarse con la parte más lúbrica del libro es cometer una estupidez, voy a saltarme estas partes. Aquí sólo hace falta decir que el actor principal de 'Lolita', Humbert Humbert', ciudadano suizo y 'ensalada de orígenes raciales', aqueja el mismo grado de humor, tedio, gusto que de un caso terriblemente obvio de obsesión por las nínfulas, la enfermedad de Ruskin y Lewis Carroll desatada y a rienda suelta en la América asalvajada de los moteles, suburbios e instituciones penitenciarias. 'Lolita' es el 'freudismo' de cabaré que seguro a Freud le hubiera gustado".

"Puedo respetar el punto de vista de Fred Dupee [un famoso crítico literario estadounidense de la época] en su prefacio al libro, sobre que 'hay una frecuente e inquietante sensación de tensión no resuelta'; pero también me inclino a pensar que la parodia le da una vuelta de tuerca más, como poco, a lo que estamos acostumbrados en las 'novelas confesionales' o la 'roman noir' (en palabras del señor Dupee). Todo de lo que Nabokov es culpable, creo, es de tener la suficiente imaginación para proyectar los encantos de una Fedra o una Cleopatra en la piel de una adolescente odiosa y suburbana. Será el lector quien decida cuan perverso es esto, pero pocas ridiculeces así de blanduzcas habrían servido mejor a los propósitos disparatados del señor Nabokov". (Texto completo)

Charles J. Rolo, 'The Atlantic' (9/58)
"La historia pseudoescandalosa de la novela y su temática —la relación entre un pervertido sexual de mediana edad y una chica de doce años— inevitablemente provocan ciertas expectativas pornográficas. Pero no hay ni una sola palabra obscena en 'Lolita', y los aficionados de la literatura erótica tienden a encontrar tal cosa decepcionante. De todas formas, 'Lolita' brilla con una perversidad de lo más original. El señor Nabokov ha destilado de su impactante material una farsa 100% intelectual. Su libro esconde algunas reminiscencias de 'Confesiones del estafador Felix Krüll' de Thomas Mann, pero 'Lolita' posee una mayor carga de ingenio cómico y está escrita de forma aún más brillante. El señor Nabokov, un emigrado ruso que ahora trabaja en su segundo idioma, tiene pocos contemporáneos vivos que manejen la lengua inglesa con igual virtuosismo".

"Salvaje, fantástica, maravillosamente imaginativa, con un estilo que parodia casi todo lo que toca. Desde luego justifica, al menos en parte, a esos críticos que han visto en 'Lolita' una sátira de la novela romántica, de las relaciones entre la 'vieja Europa' y la 'joven América' o la 'crónica de la adolescencia americana y el materialismo decadente'. Pero, por encima de todo, 'Lolita' es para mí la afirmación del poder del espíritu cómico de exprimir el placer y la verdad de los materiales más estrafalarios. Es una de las novelas serias más divertidas que he leído nunca y la visión de su héroe abominable, que jamás se excusa ni autoengaña, pone en grotesco relieve la hipocresía, la vulgaridad y las cínicas convenciones que inpregnan la comedia humana". (Texto completo)

Orville Prescott, 'The New York Times' (11/8/58)
"Ciertos libros consiguen una especie de reputación dentro de la subcultura antes siquiera de su publicación. El runrún previo levanta una expectación incluso más morbosa que el último escándalo de turno. Los universitarios de vuelta de un viaje a París exhiben su recién adquirida sofisticación blandiendo copias del libro en cuestión encuadernadas en rústica. Los profesores de universidad escriben análisis críticos solemnes en publicaciones académicas. Y, si el autor tiene la suficiente suerte, la censura oficial publicita su trabajo a las masas. 'Lolita', de Vladimir Nabokov, es ese tipo de libro. El señor Nabokov ha tenido su particular buena suerte porque su libro ha sido censurado, de todos los sitios posibles, no en Estados Unidos, sino en Francia. ¿Qué más podría desear? Francia ha acabado levantando la prohibición y este libro escrito en Estados Unidos, en inglés y por un emigrante ruso caucásico, ya puede adquirirse legalmente en París, lugar de su primera publicación. Las ediciones americanas de ahora han estado precedidas de toda la fanfarria publicitaria. El catedrático de Harvard Harry Levin ha dicho que es un gran libro siniestramente simbólico (el señor Nabokov ha negado cualquier simbolismo). Graham Greene ha dicho que 'Lolita' es una novela distinguida. William Styronha dicho que es 'de una jocosidad única' y 'genuinamente divertida'".

"'Lolita' es indiscutiblemente el último grito en el mundo literario. Desafortunadamente, es un mal grito. Hay dos razones igualmente serias por las que no merece la atención de ningún lector adulto. La primera es que es insulsa, insulsa, insulsa de una manera pretenciosa, florida y presuntuosamente fatua. La segunda es que es repulsiva".

Prescott: "Es insulsa, insulsa, insulsa de una manera pretenciosa, florida y presuntuosamente fatua. Y es repulsiva"

"'Lolita' no está toscamente embutida de nombres y verbos anglosajones ni escenas de violencia sexual explícita. Su depravación es mucho más refinada. El señor Nabokov, cuyo vocabulario inglés asombraría a los editores del Diccionario Oxford, no escribe por**grafía barata. Escribe por**grafía para intelectuales. Quizás no sea su intención. Quizás él ve su libro como una comedia satírica y como la exploración de una psicología desviada. Sea como fuere, 'Lolita' es repugnante".



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Dominique Swain es Lolita en la versión de 1997 dirigida por Adrian Lyne.


"Más allá de la línea roja que en el arte es la locura, hay algo todavía peor. Y se encuentra en la particular obsesión que supone la perversión de Humbert. Describir tal perversión con el entusiasmo de un pervertido sin ser asqueroso es imposible. Si el señor Nabokov ha intentado hacerlo, ha fallado". (Texto completo)

Frank S. Meyer, 'National Review' (22/11/58)
"Con un humor escarificante y un poder de descripción magistral, el autor excoria las monstruosidades materialistas de nuestra civilización: desde la educación progresiva hasta la arquitectura de los moteles, y de vuelta a través de la cultura popular hasta la increíble vulgaridad y el nihilismo moral en el que nuestros hijos, de la clase social que sea, son criados, y de ahí al psicoanálisis y a la escena literaria. [Nabokov] ha estampado indeleble en cada una de las páginas de este libro la repugnancia y la náusea que le han inspirado, incidiendo de manera desagradable en una trama desagradable: un despliegue detallado de la cautividad y los constantes abusos sexuales a una niña de doce años. Para culminar lo macabro y lo grotesco, remata la novela con un asesinato que es al mismo tiempo horrible y ridículo, a caballo entre un 'grand guignol' y los títeres de cachiporra". (Texto completo)

Meyer: "Puede que simplemente sea un escritor inmensamente dotado con una mente pervertida y procaz"

Jerry Talmer, 'The Village Voice' (3/9/58)
"Trecientas páginas con el s*x* metido en la cabeza. Muchas de ellas divertidas, lo admito. Incluso recuerdan levemente a Joyce. Pero son demasiadas y demasiado".


Francisco Umbral le dedicó una columna en 1982
"Lolita, gracias al genio literario de Nabokov, ha dado ya nombre genérico a un personaje universal, como Don Juan o la Celestina. Es decir, la adolescente que vive en el cruce invivible de la atracción por el maduro, muy antigua y muy moderna, y la explotación del maduro, muy de la cultura de mamá. Lolita es una rebelde sin causa, como su casi contemporáneo James Dean, y con todas las causas posibles. [...] Lolita era casi por**grafía y hoy sólo es sociología. Un escritor lúcido e inmigrante supo diagnosticar América a través de una niña y supo, de paso, diagnosticar a las niñas. La movida viene de Lolita a los Greenpeace, pasando por El Corte Inglés, planta juvenil. Lolita, hoy, quemando Electras y Edipos, quiere salvar las ballenas". (Texto completo)

https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-08-22/lolita-nabokov-criticas-publicacion-1958_1606266/
 
Tengo el libro y la verdad es que el presidente Azaña es el gran desconocido de los españoles, como la mayoria de los políticos anteriores a la dictadura franquista, que se ocupó de borrar de la memoria colectiva a sus adversarios. Nadie se acuerda de Indalecio Prieto, del doctor Negrín, quien jamás habria rendido a la República... De hecho, cuando tras la destitución del Presidente de la Republica, don Niceto Alcalá Zamora, republicano de derecha moderada, Azaña tomó el cargo, la guerra acabó desmoralizándole. La ayuda de la URSS daba demasiado poder a los comunistas para su gusto y ya a finales de la guerra, su inacción provocó la rendición. El presidente Negrín necesitaba del apoyo del Presidente para continuar con la guerra pero Azaña se negaba y tampoco dimitia. Negrin tendria que haber dado un golpe de Estado pero eso era inadmisible porque hubiese sido atacar la legalidad republicana igual que los franquistas golpistas. Al final, Azaña, enfermo, se fué de España dejando a Negrín con el marrón hasta que éste sufrió el golpe de Estado del comandante Casado para rendir la República, solo unos meses antes del estallido de la guerra mundial que Negrín esperaba como agua de mayo para que se tuviese que implicar en la guerra española toda Europa, teniendo a la República de aliada contra los nazis y fascistas.

Manuel Azaña fué un gran político y un gran demócrata que, influido por su salud y el desgaste de la guerra, erró en su responsabilidad. Pero fué un gran señor y cuando supo en Francia que habian requisado una casa a una señora para darle a él y su esposa la mejor habitación, su dormitorio, se excuso ante la señora y se negó a dormir allí, lo que rindió la tirantez de la señora.

Está enterrado allí y desde que llegó la "democracia" a España ningún dirigente español le ha rendido homenaje en la tumba y mucho menos ha intentado repatriar sus restos a España, como los del poeta Machado y tantos otros.

Siempre me he preguntado por qué no está Machado descansando en suelo español. Tiene que haber algún motivo, porque, a bote pronto, carece de toda lógica.

Azaña también debería volver, pero, si te soy sincera nunca había caído en la cuenta como sí me pasa con Machado.
 
JESÚS TORBADO
Jesús Torbado, existencialista de ‘Las corrupciones’
El escritor y periodista leonés, autor de 'Tierra mal bautizada' y coautor de 'Los topos', ha fallecido a los 75 años


JUAN CRUZ
Madrid 23 AGO 2018

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El escritor Jesús Torbado. FOTO DE ARCHIVOEFE


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En 1965, poco después de haber ganado el primer premio Alfaguara de Novela, en la época en que dirigían la editorial los hermanos Camilo y Jorge Cela, uno de los jurados permanentes invitó a Jesús Torbado, el ganador, a un viaje por Tenerife, conferencias incluidas.

Para albergarse, aquel Torbado que tenía 22 años prefirió quedarse en un hotel de Icod de los Vinos, en el profundo norte de la isla, lejos de las luces de la capital, frente a un mar bravo y oscuro como la noche de invierno en Tierra de Campos.

Al regresar a Madrid, donde quedaban muchos ecos de “un éxito formidable”, como califica ahora Manuel Vicent el que tuvo la novela premiada, Torbado le envió a su familia en León, donde había nacido en 1943, las fotografías que tomó esos días, en las que un hijo que debía tener meses era el protagonista omnipresente. Él remitió esa colección a una dirección equivocada, la del periodista que le había entrevistado para EL DÍA de Tenerife.

Entonces Torbado era el ariete de una generación de escritores españoles, no sólo de leoneses, que abría un surco profundo en la nueva narrativa que se zafaba de las tradiciones secas del realismo social. Las corrupciones, como recordaba ayer Juan José Millás, introducía aquí el existencialismo francés.

En la novela un joven que venía de la educación católica hace un viaje por la Europa desinhibida (desde París, donde él trabajó descargando camiones, a Estocolmo) y poco a poco va describiendo las malandazas saludables que le venían a su encuentro en las principales capitales liberadas del continente.

Por ese camino se fueron corrompiendo los ideales que este hijo de maestra de escuela en Tierra de Campos había atesorado en su juventud. La fe en el hombre, la fe en Dios, la fe en uno mismo, desataron los demonios que eran sombra y luz de la época. Presentó el libro al premio como Las descomposiciones. Los Cela y el novelista Héctor Vázquez Azpiri le sugirieron el que ya tuvo siempre.

El título llegó, dice Millás, “en un tiempo en que todos estábamos queriendo identificarnos con el existencialismo”. Era, dice Vicent, que ganaría con Pascuia y naranjas la edición siguiente, “una especie de On the road”, escrito por un leonés que, además, seguiría la senda de los viajes, no conducido por la pasión de fabular sino, simplemente, por la pasión de andar, como entonces Camilo José Cela o Miguel Delibes y luego, en esta última época, Julio Llamazares en lo rural y Antonio Muñoz Molina en lo urbano. Julio Llamazares destaca, en ese ámbito, “un libro formidable” de Torbado, Tierra mal bautizada (1969).

“En ese libro”, dice Llamazares, “hace a pie, desde su pueblo en Tierra de Campos un viaje que lo lleva por Valladolid, León, Palencia y Zamora. Mientras que Las corrupciones era un libro generacional, de época, lo que persiguió con esa esforzada excursión literaria fue abrazar su tierra leonesa”, con la que estuvo muy entrañado. Aún así, cuenta el autor de Luna de lobos, descreído y esquivo como uno de sus colegas del mismo territorio, Jesús Fernández Santos, Torbado no buscó ni quiso homenajes locales ni de ningún tipo. Una noche le dijo a Llamazares, en Madrid: “Ojalá me den un día el premio al leonés del año, para rechazarlo”.

Aquel autor de Las corrupciones no sólo fue testigo de la soledad de su tierra, sino que, en este periódico, entre otros, fue testigo y altavoz de la rabia con la que él y otros leoneses de su tiempo vivieron el trato que su región sufrió en el reparto autonómico.

Aparte de esos dos libros y de su abundante trabajo en algunos de los mejores espacios de Televisión Española (con José María Íñigo, con José Luis Balbín), Torbado hizo otra contribición a la historia de la narrativa española de posguera. Esta vez fue en colaboración con Manu Leguineche. Ese libro fue Los topos(1977), en el que ambos periodistas mostraron las vidas ocultas de represaliados del franquismo que vivieron escondidos en su país después de la guerra. Fue un libro que marcó un hito que abrió la ventana a la indagación general sobre la memoria histórica. No hubo en esa obra ni una gota de ficción; la realidad que mostraron era de denuncia y escalofrío.

Torbado ganó el Planeta un año antes, en 1976, con una ucronía de nostalgia imposible: En el día de hoy, novela que transcurre como si la victoria en la guerra hubiera sido de los republicanos. El día en que acudió a recibir el premio estaba en libertad provisional porque su libro Sobresalto español incluía, decía la autoridad, injurias a Franco.

Murió en Madrid ayer, a los 75 años, tras una enfermedad larga. Cuando lo conocí era un joven tímido; aquellas fotos familiares que me llegaron por error fue lo más cerca que estuve de saber de él más allá del conocimiento de su escritura veloz, solvente y capaz del aire de las metáforas de su tiempo.


https://elpais.com/cultura/2018/08/23/actualidad/1535036586_017688.html
 
BIOGRAFÍA DUAL
El secreto de Mary Shelley y 'Frankenstein'
La biografía publicada por Charlotte Gordon recupera la enorme influencia que la madre tuvo sobre su hija pese a que falleció en el momento del parto


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Mary Shelley y Mary Wollstonecraft.


PAULA CANTÓ
30/08/2018



Antes del horror inmortal de ‘Frankenstein’, antes de que Mary Godwinfuera Mary Shelley, estaba Mary Wollstonecraft, una de las escritoras más importantes del siglo XVIII que nos dejó regalos feministas como la revolucionaria ‘Vindicación de los derechos de la mujer’. Las dos fueron "proscritas románticas" adelantadas indudablemente a su tiempo, y aunque la historia las ha retratado por separado, sus vidas guardan una relación tan estrecha, sanguínea y similar como si fueran la misma persona. Madre e hija, dos autoras de dos de las obras clave de sus épocas correspondientes, en distinto espacio y tiempo, se deshicieron del nudo de su hogar y de su familia, alzaron la voz y la pluma en un mundo que todavía acallaba a las mujeres y lucharon con hambre por su independencia. Wollstonecraft y Shelley, Mary y Mary, convivieron juntas solo durante diez días hasta que la madre falleció por las consecuencias del parto, pero la huella que dejó en su hija sería un impulso vital para convertirla en la escritora más importante de su generación.


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Mary Wollstonecraft, Mary Shelley’ (CIRCE) es una completísima biografía dual escrita por Charlotte Gordonque recoge infancia, vida y muerte de Wollstonecraft y Shelley y entrelaza sus vivencias de forma alterna, plagadas de intersecciones y similitudes imposibles. La historia las recordó de forma individual pero sus vidas se fundieron más allá de la muerte. Shelley no conoció a su madre pero no habría sido la misma sin ella. “El recuerdo de mi madre ha sido siempre el orgullo y la dicha de mi vida”, dijo la propia autora. Las palabras de su padre fraguaron en su cabeza desde pequeña: siendo hija de escritores, la escritura era su herencia. Así, el radicalismo filosófico que se encendió en Wollstonecraft continuó ardiendo en Shelley, quien se aprendió de memoria pasajes de la obra de su madre. La autora de ‘Frankenstein’ visitaba la tumba de Wollstonecraft casi a diario y llevó allí al que sería su futuro marido, de quien adoptaría el apellido.

El ambicioso volumen de Charlotte Gordon, entre el ensayo y la narrativa, hace justicia con ambas -y con la historia- y las presenta con capítulos casi entrelazados, muestra el eco de Wollstonecraft que vivía en Shelley y la imagen de Shelley que proyectaba su propia madre. Gordon recoge cartas, diarios, poemas, imágenes y biografías como un puzzle incompleto y los junta para formar la imagen entera. Qué ciegos, parece decir, habíamos estado hasta ahora.


Feminismo, amor libre y libertad política
Tanto en época de Wollstonecraft como de Shelley, a pesar de ser un caldo de cultivo de revoluciones -la americana y francesa coincidieron en la época de la madre y su hija vivió de lleno el Romanticismo- los derechos de la mujer “eran tan absurdos como los de los chimpancés”. En el siglo XVIII, las niñas debían obedecer a los hermanos y padres; las mujeres casadas no podían tener propiedades ni pedir el divorcio; era legal que los maridos pegaran a sus esposas -es más, se alentaba-, y si la mujer trataba de huir, sería una prófuga y el esposo podría encarcelarla. Wollstonecraft y Shelley, claro, se pasaron esto por el arco de triunfo.



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Grabado de Mary Wollstonecraft Godwin


De pequeñas, ambas se sentían cercadas por la pobreza y una familia asfixiante -Shelley se empezó a sentir así cuando su padre se casó con su madrastra- y ambas se independizaron y se relacionaron románticamente con quien ellas quisieron -Shelley, por su esposo, fue partidaria en un principio del amor libre y Wollstonecraft rechazaba la idea del matrimonio-. En su escrito, Wollstonecraft quería que las libertades política y sexual fueran de la mano, romper los lazos de los matrimonios desiguales y que los hombres aprendieran a ver a las mujeres como dignas compañeras.

Ambas fueron duramente criticadas por sus ideas radicales, agravadas por ser mujeres. En 1786, después de la primera publicación de Wollstonecraft -’Reflexiones sobre la educación de las hijas’-, no había nadie más que hubiera expuesto los padecimientos de las jóvenes que intentaban independizarse y menos con el tono coloquial con el que ella pretendía dejar plasmada su indignación. Wollstonecraft, con el tiempo, se convirtió en la primera escritora que recibía encargos habituales por parte de un editor, aunque eso no le evitó ser el blanco de críticas que, como poco, ironizaban sobre su condición de mujer. Shelley también tenía el camino marcado: las ventas de ‘Frankenstein’ descendieron en cuanto se supo que el autor no era un hombre.

Filosofía revolucionaria
Fue tras independizarse y encontrar cobijo en unos conocidos cuando Wollstonecraft comenzó a familiarizarse con el pensamiento de John Locke, cuyos escritos habían sido prohibidos por la Universidad de Oxford en 1701. “Los seres de la misma especie y rango deberían ser iguales”, “el marido no debería tener más poder sobre la vida de su esposa que ella sobre la de él”, fueron algunos de los principios que la alentaron a seguir sus ideales. Quería elegir su futuro, no quería quedarse en casa cuidando de sus hermanas pequeñas en la tiranía impuesta por su padre. Según Rousseau, la humanidad debía gozar de su derecho intrínseco a la independencia. Mary, que criticaba la representación que el autor hacía de las mujeres, deducía que ellas también lo tenían y, por tanto, tenía derecho a resistirse de las exigencias de su familia.

Años después de la muerte de Wollstonecraft, su hija Mary bebería de la misma fuente gracias a su padre Godwin. Locke y Rousseau ocupaban las conversaciones a la hora de comer y Mary se impregnó desde pequeña de la misma idea que su madre antes: “hay que romper las cadenas de las convenciones”. Desde niñas se sabían destinadas a hacer algo grande. Si algo destaca de la lectura de la vida de ambas, además de su hambre de revolución y libertad, es su enorme ambición.

También Shelley, como la criatura de 'Frankenstein', se sentía abandonada por su creador

La filosofía romántica, revolucionaria y libertaria de Mary y su marido Shelley la llevó a huir del seno familiar -siempre entre gastos, pobreza y cansancio- y fue en uno de sus viajes cuando se topó con la semilla que acabaría germinando en su novela: un castillo cuyo nombre era Frankenstein, cerca de Holanda, y que, según la leyenda, estaba habitado por el alquimista Konrad Dippel, obsesionado con hallar una cura para la muerte.

Es imposible no remitirse a 'Frankenstein' después de leer el completo volumen de Gordon. Apetece devorar otra vez la fantástica obra de Shelley, empaparse nuevamente de la terrible historia para, ahora, ver el reflejo de Wollstonecraft en ella. Durante su escritura, Mary Shelley apeló a sus propias experiencias de niña cuya madre murió en el parto y profundizó en su rabia y su dolor. Gordon explica que si el relato lo hubieran escrito Shelley -su marido- o Byron -presente al comienzo de su escritura-, no parece probable que hubieran imaginado una situación de estas características. “También ella, como la criatura, se sentíaabandonada por su creador”.

https://www.elconfidencial.com/cult...ein-mary-shelly-wollstonecraft-madre_1585855/
 
LIBROS RECOMENDADOS DE ALMUDENA GRANDES
Maternidades literarias, por Almudena Grandes



La escritora, recientemente galardonada con el premio Liber, hace un repaso de los libros que abordan el tema de la maternidad y que más le han entusiasmado. Entre ellos, El cuento de la criada, de Margaret Atwood, “una obra maestra de la literatura de anticipación”, Lo que no tiene nombre, de Pilar Bonnett, “el desgarrador relato de una madre que narra el su***dio de un hijo joven y repleto de talento”, o Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff, “un ejercicio de honestidad feroz, una emoción absoluta”. Están elegidos por orden alfabético de los autores.

Los libros sobre maternidad preferidos de Almudena Grandes, nuevo Premio Liber

GALERIA: https://librotea.elpais.com/inspira...erno_promo=elpais_libros_maternidades_grandes
 
Una vuelta al verano del amor
Ayahuasca, microdosis de LSD, psilocibina... las drogas psicodélicas gozan de una nueva vida con fines terapéuticos medio siglo después de la explosión ‘hippie’. Varios libros relatan este resurgir


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DIEGO QUIJANO


Cuando Albert Hofmann descubrió por accidente los efectos del LSD o dietilamida de ácido lisérgico en 1943 poco podía imaginar que su hallazgo iba a marcar varios veranos en el calendario de la historia cultural. Aquella mañana de marzo de hace 75 años, iba en bicicleta y a su lado había una mujer de 21, Susi Ramstein, asistente del químico suizo en los laboratorios Sandoz de Basilea. Hofmann quiso saber después si la sustancia tenía efectos agradables. Así que se fue con una amiga —probablemente Ramstein— a un bosque cercano a la ciudad. Él tomó una dosis de 50 miligramos y a ella le dio 100. No sabemos si era generoso o un miedica.

Veinticuatro años después, California vivió una explosión de música psicodélica, moda hippie, liberación de las costumbres y consumo de LSD que marcó un hito en la contracultura y se conoce como el Primer verano del amor. Aquello supuso la popularización de una sustancia que en los cincuenta y sesenta se había estudiado más bien en los laboratorios, para asuntos como el tratamiento de las adicciones o en casos de cáncer terminal. En 1968, en plena resaca de aquel verano y en medio de un clima de presión de la prensa y los padres aterrados al ver a sus hijos dejar el nido en masa, las autoridades colocaron a gurús como Timothy Leary en el punto de mira, y a la tenencia de LSD en la casilla de los delitos graves. Pese a que se permitieron algunos experimentos aislados hasta finales de los años setenta, aquello supuso el regreso al underground de los fármacos psicodélicos.

Medio siglo después, y sin explosiones colectivas de júbilo, este verano la psicodelia ha parecido dar un salto en términos de aceptación por parte de la cultura anglosajona dominante, en parte, gracias al libro del periodista Michael Pollan How To Change Your Mind, que la editorial Debate publicará en septiembre con el título de Cómo cambiar tu mente, y lleva por subtítulo: Lo que la nueva ciencia de la psicodelia nos puede enseñar acerca de la conciencia, la adicción, la depresión y la trascendencia. Mezcla de ensayo, libro de viajes y memorias, ofrece un periplo en busca de aquellos que han peleado en este tiempo por hacer que la psicodelia vuelva a los laboratorios.


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El psicólogo estadounidense Timothy Leary en 1967. J. BULMER GETTY


Debutante a los 60

El texto, y la reputación del periodista (que se atreve a los 60 con drogas que no cató de joven), ha desencadenado una cascada de portadas sobre el ácido en publicaciones tan prestigiosas (y poco sospechosas de incitar al consumo) como Times Literary Supplemet o el dominical de The New York Times.

Esta insospechada presencia mediática se une a los artículos que vienen dando cuenta de la popularización del uso de las microdosis de LSD en entornos como Silicon Valley. No se trata de una nueva sustancia, sino de una nueva forma de tomar una vieja droga. En lugar de un viaje en toda regla, el consumidor toma una cantidad muy pequeña, que no le hace alucinar, sino que, dicen los conversos, fomenta la creatividad o la concentración.

Otra droga psicodélica, la ayahuasca (DMT), decocción de plantas amazónicas manejadas desde hace siglos por chamanes, vive por su parte un boom como herramienta “para desbloqueos emocionales, para reajustar cuentas con el pasado o para salir de una adicción”. Según cálculos publicados por la revista The New Yorker, unas cinco mil ceremonias de ayahuasca se celebran cada fin de semana en la costa Este de Estados Unidos. Susana, de 44 años, residente en el País Vasco y trabajadora en la gestión de proyectos sociales participó en uno de esos rituales “en 2013”, en una “época en la que atravesaba una crisis”. La liturgia es recurrente: la ceremonia la oficia un chamán, quien, a cambio de unos 60 euros por persona, prepara el brebaje para un grupo de gente. “Antes de tomar nada tuve una entrevista con él, le conté mis miedos y mi objetivo. Al día siguiente se celebró la ceremonia, todos tumbados, casi a oscuras. La protección y el respeto del chamán con el grupo son importantísimos”, recuerda Susana, que describe el resultado como “una liberación”.

La psilocibina, principio activo de los hongos alucinógenos, se investiga por sus efectos terapéuticos para la ansiedad y la depresión en enfermos terminales, mientras que la ibogaina, alcaloide extraído de un arbusto africano, se postula para eliminar el síndrome de abstinencia que conlleva el consumo de opiáceos. El problema es que muchas de estas sustancias —y sus supuestos efectos beneficiosos— se toman, salvo en experimentos clínicos determinados como los conducidos en la New York University o el Imperial College de Londres, con la guía de personas que carecen en la mayor parte de los casos de titulación científica. Pollan explica en su libro que no se conocen casos de adicción o sobredosis de LSD (aunque reconoce los peligros de su consumo en personas con trastornos mentales). Sí se han registrado muertes asociadas con la ayahuasca; cinco desde septiembre de 2015 en Perú, según The Guardian, que compara esa cifra con las muertes por sobredosis de opiáceos en Estados Unidos (63.632 en 2016).


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Papel secante conmemorando el día en que se descubrió el LSD. EL PAÍS


José Carlos Bouso, director científico del ICEERS (International Center for Etnobotanical Education Research and Service), con sede en Barcelona, cree que vivimos una nueva revolución en los psicofármacos, dado que los ansiolíticos, antidepresivos y sedantes convencionales, dice, ya no funcionan bien y se recetan a espuertas. “En EE UU, la FDA –lo que sería aquí la Agencia del Medicamento– ha autorizado su uso en psiquiatría. Y en Europa, la farmacéutica Compass Pathways y la organización de investigación clínica Worldwide Clinical Trials desarrollan un ensayo, también en fase III, con esta sustancia como antidepresivo”.

Este doctor en Farmacología añadió el pasado mes de abril un generoso aparato crítico al clásico de la literatura sobre drogas de Albert Hofmann LSD. Cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo (Arpa).

Bouso advierte que la moda de las microdosis tal vez no sea tan nueva, pues Hofmann ya había especulado con la posibilidad de que el LSD en dosis bajas (25 microgramos) actuara como euforizante y antidepresivo.

Lo difícil es calcular “la dosis exacta”, dice Mireia Ventura. “Lo que para uno es una microdosis, para otros es algo más y acaban ‘colocándose’. No hay protocolos”. Ventura es coordinadora del servicio de análisis de Energy Control, colectivo con casi tres décadas de trabajo reduciendo riesgos en el consumo de drogas. Esta experta ha detectado que no son los clásicos psiconautas los interesados en la microdosificación, “cada vez más gente pregunta por ellas”.

La escritora estadounidense Ayelet Waldman es una de esas personas. Diagnosticada con trastorno bipolar del tipo II, acaba de publicar Qué día más bueno. Tomar LSD en microdosis me cambió la vida (Reservoir Books), que explica su experimento con el ácido. En el ensayo asegura que dos gotitas (5 microgramos por gota) de aquel frasco azul cobalto dejado en su buzón por un viejo profesor universitario acostumbrado a las microdosis sirvieron para mejorar su vida. En un mes tomó diez veces esas microdosis. A ellas llegó Waldman a través de La guía del explorador psicodélico, de James Fadiman. Este psicólogo, que antes fue abogado de oficio, establece en ese tratado un método de consumo, lo que le ha convertido en un gurú de las dosis subperceptuales de LSD.

Maja Kohek, miembro de la European Coalition for Just and Effective Drug Policies, explica: “Tras recopilar muchos datos y testimonios, la conclusión de Fadiman es que los psicodélicos en dosis tan bajas pueden generar más energía y estimulación, sensibilidad a la luz, agilidad mejorada, así como la eliminación de las cefaleas en racimo. A nivel emocional, los que habían experimentado vieron disminuir la ira. Y a nivel cognitivo, los sujetos informaron haber mejorado la resolución de problemas, la memoria y la productividad. Aunque no todos los que probaron las microdosis sufrieron cambios”.

Pese a lo difícil de cuantificar el consumo de las microdosis en España —el Plan Nacional sobre Drogas aún no ha metido mano en este asunto—, suelen ser personas que han experimentado antes con psicoactivos los principales usuarios, así como algunos terapeutas. “Su uso se está extendiendo desde Silicon Valley a las salas de estar de personas comunes”, afirma Kohek


‘ACID HOUSE’ Y VETERANOS DE GUERRA

El MDMA es el principio activo del éxtasis. Su consumo dio lugar a lo que la prensa bautizó en 1988 en Reino Unido, con la experiencia hippie en mente, como segundo verano del amor. En lo musical se asoció fama del acid house.

El pasado mes de mayo, The Lancet Psychiatry publicó una investigación conducida en Estados Unidos con veteranos de guerra que sufrían trastorno de shock postraumático de forma crónica y que fueron tratados con MDMA (sustancia que no todos los expertos sitúan en la categoría de las drogas psicodélicas). La mayoría de los participantes en el experimento, en combinación con la psicoterapia, redujeron los síntomas, mejoraron el sueño y la concentración. Este año, tras la aprobación por parte de la Food and Drugs Administration (FAD), empezarán los ensayos en fase III. El éxtasis podría convertirse en un nuevo fármaco



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https://elpais.com/cultura/2018/09/01/actualidad/1535806015_342513.html
 
Libros para septiembre: una selección que hará olvidar el verano
MIGUEL POLO

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03.09.2018
Otro mes más, Miguel Polo muestra una cuidada selección para aquellos lectores que necesitan volver a la rutina tal y como la abandonaron –y, quizá, también la siguieron en verano–: con un libro entre las manos. Septiembre es el mes de las ilusiones, pero también de la depresión 'postvacacional'. ¿Cómo paliarla?

Novelas, memorias, poesía, historia, música, ensayo... "Búsqueda y lectura", según Polo. Libros y más libros, como debe ser todo el año. Estos son los diez ideales para este mes.

GALERIA :
https://www.gentleman.elconfidencia...3/diez-libros-septiembre-fin-verano_1609669#0
 
La caída de Lehman: la crisis que hundió la economía mundial, en 5 libros y películas
Desde que estalló en mil pedazos el sistema financiero mundial, la crisis ha sido un tema central de la cultura de nuestra época

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Imagen del 15 de septiembre de 2008 que muestra la fachada de la sede de Lehman Brothers en Nueva York el día en que el banco se hundió. (EFE)


RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ
04/09/2018

Cómo pasa el tiempo. En estos días, se cumplen 10 años de los acontecimientos que llevaron al inicio de la crisis financiera que marcará para siempre nuestras vidas. El 9 de septiembre de 2008, con el característico tono del periodismo financiero, el 'New York Times' decía: “Solo días después de que el Gobierno de Bush asumiera el control de las dos empresas hipotecarias más grandes del país, Wall Street ha quedado atenazado por el miedo a que otra gran institución financiera, el banco de inversión Lehman Brothers, pueda hundirse, y que esta vez el Gobierno no acuda al rescate”. Ahora suena oracular: “Lehman ha sobrevivido durante 157 años a guerras, a la Gran Depresión y los caprichos del mercado, pero se encuentra en dificultades por haber comprado y financiado activos inmobiliarios de carácter comercial y residencial, entre ellos hipotecas de baja calidad”.

Efectivamente, el Gobierno estadounidense no rescató a Lehman, que pocos días después se declaró en bancarrota. Propició así una crisis en el sistema financiero estadounidense que no tardaría en extenderse a casi todo el mundo. Sus consecuencias son conocidas: el rescate posterior de los bancos estadounidenses ―y también de otros países― con dinero de los contribuyentes, pero con poca o ninguna penalización a los causantes del desastre, millones de carreras laborales destruidas, gente que perdió su casa y la esperanza, el resurgimiento de populismos de izquierda y de derecha y la sensación generalizada de que lo que experimentó el sistema fue en el mejor de los casos un fracaso y en el peor, un saqueo.

Desde que estalló, la crisis ha sido un tema central de nuestra cultura. Y, de hecho, estoy convencido de que ―de manera directa o indirecta― lo seguirá siendo. En todo caso, en este décimo aniversario del cataclismo, aquí va un repaso de los cinco libros y películas que, a mi modo de ver, mejor han explicado el origen de los desastres sucedidos en la última década. Y recuerden: lo único que aprendemos de la historia es que nunca aprendemos de la historia.

'Malas noticias' / 'Too Big to Fail', el libro de Andrew Ross Sorkin en Planeta, y la película basada en él, de Curtis Hanson


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'Malas noticias'.

La crisis hipotecaria no pilló desprevenidas a las autoridades económicas estadounidenses, pero sí fue mucho más grave y profunda de lo que jamás pensaron. El libro de Andrew Ross Sorkin explica, con ritmo de 'thriller' (que la película, aunque no está mal, intenta replicar pero no consigue del todo), las innumerables llamadas, reuniones, los mensajes intempestivos y las broncas entre políticos y banqueros que se sucedieron en Estados Unidos en los meses inmediatamente previos y posteriores a la caída de Lehman Brothers. La duda ―lo que en términos económicos se conoce como 'riesgo moral'― era evidente: ¿qué era mejor, rescatar con dinero público unos bancos enormemente imprudentes cuyos directivos ganaban fortunas, o dejar que se hundieran, lo cual era justo pero podía provocar un efecto contagio de proporciones inimaginables? Aún no tenemos respuesta a esa pregunta, pero las historias del libro y la película dejan claras las ambivalencias de los cargos públicos frente al dilema.







'La gran apuesta', el libro de Michael Lewis en Debate, y la película basada en él, de Adam McKay




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'La gran apuesta'. (Debate)


Michael Lewis es, para mí, quien mejor ha escrito sobre la catástrofe financiera de 2008. En 'La gran apuesta', cuenta la historia de los pocos inversores que, en mitad del optimismo generado por las enormes ganancias que los nuevos productos financieros y la burbuja inmobiliaria supusieron para los bancos, apostaron que el sistema se vendría abajo. Fueron ridiculizados por quienes creían que vivíamos en un mundo de crecimiento infinito y se hicieron dolorosamente ricos al demostrarse que tenían razón; dolorosamente, porque su acierto implicaba que millones de personas perderían su trabajo o su casa. Tanto el libro como la película son la mejor introducción posible a lo que pasó en 2008: no solo son narraciones ágiles y adictivas, sino que incluyen descripciones comprensibles de lo que fueron cosas tan complejas como los célebres 'credit default swaps' (que pueden traducirse como seguro de impago de deuda), que estuvieron en el origen de la gran crisis. Michael Lewis tiene otros dos libros muy recomendables sobre el mundo financiero y la crisis: 'Boomerang' (sobre la burbuja inmobiliaria en países europeos) y 'Flash Boys' (sobre las transacciones financieras a alta velocidad). Ambos en la editorial Deusto.







'Margin Call', la película de J. C. Chandor


Un gran banco de inversión neoyorquino descubre, casi por casualidad, que una parte de sus activos son basura. Desde hace semanas, dice un joven analista de la empresa cuyo nombre su jefe apenas conoce, el banco está técnicamente en bancarrota. La película narra cómo la tremenda noticia se propaga a los escalafones superiores del banco (únicamente preocupados por salvar el culo o, al menos, conseguir una buena indemnización si les despiden por su clara incompetencia) hasta llegar al presidente. Este intenta salvar la empresa con una decisión que refleja la visión horriblemente cínica, y al mismo tiempo pragmática, que las finanzas tienen del capitalismo. Es una gran película y un buen retrato de la percepción del mundo que tienen quienes se han beneficiado de una manera desproporcionada de la financiarización de la economía.






'¡Huy! Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar' y 'Cómo hablar de dinero', dos ensayos de John Lanchester en Anagrama




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'¡Huy!'.


En 2006, el británico John Lanchester estaba comenzando a escribir una novela sobre Londres, ciudad en la que hacía tiempo que no vivía. Pero empezó a darse cuenta de algo: en esos años de ausencia, la ciudad se había transformado por completo a causa de las finanzas: tras la desregulación de los servicios financieros en 1986, la City ―el distrito de los bancos― había adquirido la categoría de capital global de las finanzas y eso había cambiado totalmente su antiguo barrio. Ante su incomprensión por ese cambio radical, Lanchester se puso a leer libros de economía y finanzas. Al final, se apasionó por el tema y acabó escribiendo no solo la novela que tenía en mente, titulada de manera elocuente 'Capital' (también en Anagrama), sino dos libros extraordinarios y divertidos para entender lo que pasó en la crisis y comprender el lenguaje muchas veces incomprensible, o voluntariamente oscuro, de las finanzas: “En la radio, en la tele y en los periódicos, una voz habla sobre la no se qué fiscal y la no sé cuántos monetaria, o los tipos marginales de lo de más allá, o los tipos de los bonos o los precios de las acciones, y nosotros más o menos sabemos lo que quieren decir, pero en realidad no, y no de la manera completa que nos permitiría seguir el argumento”. Es decir: muchas veces no entendemos lo que en mayor medida determina nuestras vidas. Estos libros ayudan a que deje de ser así.

'Fool’s Gold' ('El oro de los locos'), un ensayo de Gillian Tett




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'Fool’s Gold'.




En junio de 1994, más de una década antes de que Lehman Brothers cayera, varias docenas de jóvenes banqueros de la venerable institución JP Morgan se reunieron en el hotel Boca Ratón de Florida. Procedían de las sedes del banco en Nueva York, Londres y Tokio, y su objetivo era el diseño de productos financieros innovadores y más rentables que los tradicionales. Allí se creó la nueva clase de derivado que engordaría la burbuja que estalló con Lehman Brothers. “Fue en Boca donde empezamos a hablar en serio de los derivados de crédito”, recuerda Peter Hancock, el líder de la reunión, en este extraordinario libro de la periodista del 'Financial Times' Gilliam Tett, lamentablemente no traducido al castellano. “Fue ahí donde la idea realmente despegó, donde tuvimos de veras la visión de lo grande que podía volverse”. Otros lo recuerdan de manera más confusa. Como reconstruye Tett, en esa reunión los jóvenes banqueros estuvieron una parte desproporcionada del tiempo borrachos, de juerga o tonteando en la piscina. Es comprensible: la mayoría tenía menos de 30 años. Pero su obra, los derivados, se quedó con nosotros: en 2016 se realizaron 11.200 millones de transacciones de esa clase de productos.

https://blogs.elconfidencial.com/cu...onomica-lehman-brothers-libros-films_1611069/
 
OBITUARIO | LUIGI LUCA CAVALLI SFORZA

El genetista italiano que desmontó el concepto de raza
Luigi Luca Cavalli Sforza, autor de '¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana', muere a los 96 años en su casa de Belluno, en el norte de Italia


LUCA TANCREDI BARONE
4 SEP 2018
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Luigi Luca Cavalli Sforza. CONSUELO BAUTISTA


“El racismo es un antiguo flagelo de la humanidad”. Esta frase la pronunció el genetista italiano Luigi Luca Cavalli Sforza, junto a su compañera Mary-Claire King, genetista estadounidense, delante de un comité del Senado americano el 17 de febrero de 1993. No se podría sintetizar mejor el legado de este gran científico, muerto el sábado a los 96 años en su casa de Belluno, en el norte de Italia.

Cavalli Sforza, al que todo el mundo llamaba simplemente “Luca”, nació en Génova en 1922. Estudió medicina, primero en Turín, y después en Pavía, cuando su profesor de anatomía Giuseppe Levi –que también tuvo como alumnos a los tres premios Nobel Rita Levi Montalcini, Salvador Luria y Renato Dulbecco– fue expulsado de la universidad en aplicación de las leyes raciales aprobadas por el régimen fascista en 1939. Se licenció en 1944 y, sin embargo, no era la medicina su verdadera pasión. Ya había comenzado a trabajar en las relaciones sexuales de las bacterias antes de licenciarse, pero fue la mosca de la fruta, la famosa Drosophila, la que le abrió el camino hacia su verdadera pasión: la genética.

No fue fácil trabajar en esos años –entre 1943 y 1945 Italia no solo combatía una guerra mundial, sino también una sangrienta guerra civil– pero Cavalli Sforza tuvo la suerte de encontrar a Adriano Buzzati Traverso, que se convertiría años más tarde en el primer profesor de genética de Italia. Empezó a viajar entre Italia, Reino Unido, Alemania y EEUU, donde, en Stanford, en 1970 acabaron ofreciéndole una cátedra, que mantuvo más de 40 años, aún sin perder sus contactos científicos y humanos con el viejo continente.

El poliédrico Cavalli Sforza entendió desde los primeros años de su carrera que la multidisciplinaridad sería la clave para hacer avances significativos en la investigación. Consciente de sus límites, se dio cuenta enseguida que tenía que aprender matemáticas, y más específicamente estadística, que se fue a estudiar a Inglaterra con el más importante en el campo de la época: Ronald Fisher. Y esa fue una de las decisiones más acertadas de su vida, ya que el campo del cual devendría pionero, la genética de las poblaciones, se sustancia fundamentalmente en herramientas estadísticas.

Fue de hecho cuando dejó de pensar en las moscas y se enfocó en los humanos que empezó a emprender esa increíble odisea –le habría gustado esa expresión, pues Ulises era uno de sus personajes clásicos preferidos– que le habría llevado a construir el primer atlas genético de la humanidad.

Empezó estudiando qué factores determinaban la diferente distribución de los grupos sanguíneos entre las distintas poblaciones humanas –entre las cuales, estudió especialmente los vascos, que tienen una incidencia de Rh negativo del 25%, la más alta del mundo– para luego estudiar el cromosoma Y, el trocito de cromosoma común a todos los varones biológicos. Gracias a este conocimiento, fue capaz por primera vez de corroborar desde el punto de vista genético la teoría paleontológica del “Out of Africa”: el ADN confirmaba que los primeros homínidas dejaron el continente africano hace 100.000 años para colonizar el resto del planeta. Para reconstruir el pasado pues era necesario acudir a la genética. Cavalli Sforza llegó a este extraordinario resultado mucho antes que se secuenciara el primer genoma humano.

Fue una verdadera revolución. La genética de las poblaciones era capaz de producir un “árbol genealógico” de la humanidad que puede contar nuestra historia. El padre de Cavalli Sforza intentó que su hijo se apasionara a la astronomía. No lo consiguió: sin embargo, al igual que los astrónomos son capaces de mirar al pasado remoto cuando observan estrellas y galaxias, hoy los genetistas pueden detectar huellas de acontecimientos remotos dentro de nuestros genomas.

Y es más. En su famoso ensayo Genes, pueblos y lenguas (1996, traducido en el año 2000 al castellano; aquí un breve resumen) donde tira hasta de demografía, dibuja un paralelismo entre las líneas filogenéticas de las poblaciones mundiales, la lingüística y la arqueología para acabar reconociendo que las tres disciplinas cuentan la misma historia. Es un “atlas genético” que habla de hombres y mujeres migrantes desde siempre y que se mestizan entre sí. Un mal trago para connacionales suyos como el ministro Salvini.

En sus investigaciones y alrededor de 300 artículos científicos, Cavalli Sforza llega a una conclusión que le obsesiona desde cuando tuvo que enfrentarse al racismo que expulsó a su profesor y que padeció como italiano al principio de su carrera en los países nórdicos: las “razas” no existen, existen solo en las mentes de los racistas. En los años en los que se estaba fraguando en EEUU el Proyecto Genoma Humano, él lidera el “Proyecto Diversidad del Genoma Humano”, que fue el que presentó al Senado de ese país en 1993: estudiando genomas de las poblaciones más remotas de la tierra pudo demostrar que los seres humanos son bastante homogéneos genéticamente, que “los grupos que forman la población humana no son netamente separados, sino que constituyen un continuum. Las diferencias en los genes dentro de los grupos acomunados de algunas características físicas visibles son prácticamente idénticas a las entre varios grupos, y además las diferencias entre individuos son más importantes de las que se ven entre grupos raciales”, como escribe en ¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana (1995, en castellano 1999).

En otro escrito, cuando le concedieron el premio Balzan en 1999, decía que “aunque la población humana posee una enorme variabilidad genética entre individuos, el 85% del total de la variación es dentro de cada una de las poblaciones, y solo el 15% las divide. Por lo tanto, no podemos utilizar para la comparación de las diferentes poblaciones humanas la misma medida de distancia genética útil para comparar las especies vivientes, para las cuales es suficiente un individuo de cada especie”. En otras palabras, por mucho que sea genéticamente y hasta intuitivamente fácil distinguir las características de dos poblaciones en dos continentes diferentes, no lo es hacerlo con dos individuos, como puede pasar con dos perros. En una entrevista en El País de 1993 fue tajante: “Podemos hablar de población vasca, pero nunca de individuos de raza vasca. Las diferencias genéticas no justifican, ni en éste ni en ningún otro caso, el concepto de raza, y mucho menos el racismo”.

En su reflexión adquiere mucha más relevancia la cultura como motor para justificar las diferencias entre las poblaciones humanas. Y a la interacción entre genética y cultura dedica muchos escritos (aquí y aquí por ejemplo) explicando que los pocos años (evolutivamente hablando) que la humanidad ha tenido para evolucionar desde cuando un pequeño grupo de homínidas dejó África, no podrían haber permitido la evolución de razas diferentes, más allá de pequeñas diferencias. Sin embargo, la cultura –que al contrario de los genes se puede transmitir también horizontalmente entre individuos y no solo verticalmente, de padres en hijos– sí que permite explicar mucho más las innovaciones y las diferencias.

La divulgación de sus ideas era para Cavalli Sforza muy importante. Lo explicaba en otra entrevista en El País en 1998: “Con un poco más de tiempo, definiendo lo absolutamente necesario y reduciendo el número de términos científicos al mínimo necesario, es posible explicar ciencia a todo el mundo”. Pero no era un iluso. También escribía en ¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana:“Pensamos que la ciencia sea objetiva. La ciencia está modelada por la sociedad porque es una actividad humana productiva que necesita tiempo y dinero, pues está guiada y dirigida por aquellas fuerzas que en el mundo ejercen el control sobre el dinero y sobre el tiempo. Las fuerzas sociales y económicas determinan en larga medida lo que la ciencia hace y cómo lo hace”.

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https://elpais.com/elpais/2018/09/03/ciencia/1535974124_908508.html
 
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