Libros, libros, libros

Yo empecé el 5to de la saga, va bien.
9786070742996.jpg
 
Recordar sin piedad, aunque sin saña
El escritor Jorge Martínez Reverte publica ‘Una infancia feliz en una España feroz’, un delicado recuerdo de su niñez, marcada por la posguerra


JUAN CRUZ
Madrid 9 MAR 2018
1520525114_288387_1520530522_noticia_normal.jpg

Jorge Martínez Reverte (segundo por la izquierda) con unos amigos en una playa de Alicante. ÁLBUM FAMILIAR MARTÍNEZ REVERTE




9788467051865.jpg


Este hombre, Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948), tiene un tesoro: el humor. Sufrió un ictus, que contó sin un lamento en un libro (Inútilmente guapo, 2015) donde explicaba la herida que marcó su vida como si ya fuera un recuerdo. Y ha seguido escribiendo (también en EL PAÍS) de lo que piensa y de lo que ve con una sonrisa agreste, a veces con un humor que rescata vetas del sarcasmo español que consagraron Jardiel, Mihura y Azcona.

Aquel libro en el que contó el ictus, cuyas secuelas arrastra, mostró a un hombre capaz de reírse hasta de su sombra. Y en este libro, que es casi tan delicado, sobre la infancia feliz en una familia herida por la posguerra feroz, solo se le quiebra la sonrisa al final, como si estuviera esperando él mismo que se diluyera la memoria del drama: “Mis padres no se dirigían la palabra”.

Una infancia feliz en una España feroz (Espasa) es la historia de Jorge entre hermanos felices con los que juega en casas humildes, tirando a acomodadas incluso cuando hay miseria en la caja. Está una tía tirana, que con su otra hermana vigiló cárceles de Franco; un padre periodista y pluriempleado —al que él y su hermano Javier dedicaron un libro, Soldado de poca fortuna (2001)—, cuyo sarcasmo no excluía la ternura, que pasó por la República y por la guerra, y por la División Azul, como si estuviera cada vez en un lugar distinto al que transitaba. Y están los numerosos hermanos y la madre dolida. La madre, la abuela, todo el mundo, vivía para que el padre no se sintiera molesto y pudiera ir y venir de los trabajos sin sobresalto para sus sagradas siestas.

A lo largo de esa infancia feliz, Jorge descubrió (con los suyos) las crueldades de la infancia, las riñas y las humillaciones, que a veces tenían que ver con la ferocidad de los curas, en colegios de los que, de todos modos, guarda algunos buenos recuerdos. En su casa del centro de Madrid, junto al ordenador, su cómplice, al lado de su hijo Mario (“mi traductor”, como dice), este hombre al que ni la enfermedad le robó el humor, que ya puso de manifiesto en Demasiado para Gálvez, el principio de una famosa saga iniciada en 1979, habla de su libro como un destilado de memoria cuya parte feroz es esa. “Las relaciones entre mis padres eran muy difíciles, y son muy difíciles de contar. ¡Nos usaban a nosotros para comunicarse, y lo hacían con una maestría increíble! Y a pesar de ello mantuvimos una fuerte unión. Si en España hubiera habido divorcio veinte o treinta años antes, habría sido buenísimo”.

—Un libro así reconcilia o perdona.

—Es un acto de reconciliación con todo. Con mi entorno, con mi familia y conmigo. Recordar, sin piedad, pero sin saña, es muy recomendable, porque obliga a mucho. Y hacerlo público obliga más, porque evita la tentación de no dar explicaciones de algunas cosas.

—Ha escrito dos libros dramáticos, el del ictus y este. ¿Cómo ha podido mantener el humor en ambos?

—No se puede vivir sin humor porque la vida a veces es muy cabrona. La única manera de sobrevivirla es el humor. Y eso lo aprendí de mi padre. Él impedía que me tomara en serio. Y cuando yo reclamaba que tenía razón en lo que decía o hacía, él exclamaba: “¡Razón, tienes demasiada razón!”.

El padre lo protegía de la realidad dura de los colegios, del miedo; el ambiente español de la posguerra los llevó a él y a los hermanos a creer que aquel era el mejor mundo posible. En el que Pepe Iglesias, El Zorro, el gran humorista argentino que aparecía en la cadena SER de su infancia, le educó “más que todos los escolapios juntos”. El padre, al contrario que algunos amigos que van a visitarlos, “no odiaba a los rojos”, y esa transigencia “fue crucial, porque pude empezar a ver en gente buena que sufría” las consecuencias de la guerra en el lado perdedor. “Él había luchado codo con codo con los rojos, no podía odiarlos. Toda la guerra la hizo con El Campesino [militar comunista] escuchaba con amor a Miguel Hernández en el frente… Estaba enamorado de Miguel y odiaba a Rafael Alberti. Después de la guerra se fue a la División Azul, a hacerse perdonar”. Pero nunca hablaba de la guerra en casa.

Aquella expresión, “mis padres no se dirigían la palabra”, el relato de la crueldad con los animales, que él mismo protagoniza, y lo que dice en una sobremesa Bibiana, una sirvienta extremeña, marcan el tiempo feroz del libro. Bibiana afirma, con visitas en la casa: “El día en que matamos a los ricos…”. Tras el estupor, el silencio. Bibiana jamás explicó qué pasó. Jorge fue a Extremadura a buscar los restos de la historia, pero cuando llegó al pueblo de Bibiana, ya quedaban allí solo flecos del drama que marcó la vida de los españoles que tienen la edad de Jorge Martínez Reverte.

—¿Y la España de ahora, es feliz o feroz?

—Es mucho mejor, pero despilfarra el talento.

—Y hay rotos. ¿Cuál le preocupa más?

—La vuelta a la intolerancia. Hay media España que sigue yendo a escuchar al cura.

En el libro hay una sola mala persona. Es una historia muchas veces triste que, sin embargo, se lee con una estimulante alegría. Misterios, como dice él, de querer contarlo.

https://elpais.com/cultura/2018/03/08/actualidad/1520525114_288387.html
 
Édouard Louis: “Vivimos rodeados de violencia, pero la llamamos vida”
El escritor francés publica ‘Historia de la violencia’, donde relata la violación que padeció en 2012 y, a la vez, cuestiona las categorías de víctima y verdugo


1520503723_591870_1520530570_noticia_normal.jpg

Edouard Louis retratado esta semana en París.MANUEL BRAUN



Historia-de-la-violencia-i1n15763197.jpg
Édouard Louis (Amiens, 1992) es el último prodigio de la literatura francesa. Hace cuatro años, cuando sumaba solo 21, triunfó con un debut, Para acabar con Eddie Bellegueule, en el que narraba su infancia en un pueblo de la Picardía profunda, de esos donde el paro es estratosférico y el 60% de la población vota al Frente Nacional. Daba cuenta también las vejaciones a las que le sometió un entorno furiosamente homófobo, del que lograría escapar, pero no sin profundas heridas. Con su segunda novela, Historia de la violencia(Salamandra), que llega esta semana a las librerías españolas, Louis incide en una literatura del yo y donde el papel de la ficción es mínimo, muy influida por las tesis sobre la desigualdad del sociólogo Pierre Bourdieu. En el libro, Louis relata la estrangulación y la violación que sufrió en 2012 por parte de Reda, un joven argelino al que había conocido en la calle y con el que compartió una noche de pasión que terminó mal. Lo sorprendente es que Louis relata los hechos, pero luego los olvida, prefiriendo investigar las causas en la exclusión y el pasado familiar de su supuesto verdugo.

Pregunta. ¿Por qué quiso escribir un libro sobre la violencia?

Respuesta. Porque nuestro mundo está estructurado a partir de relaciones violentas. Al haber nacido pobre y gay, sentí muy pronto que la violencia era, para muchos individuos, como una acta de nacimiento. Nuestro día a día es fruto de la violencia, aunque esta esté poco representada en la literatura. Uno de los impulsos del libro fue acabar con el desfase entre el mundo y lo que la literatura dice de él. Cuando eso sucede, casi es mejor que la literatura desaparezca, porque deja de tener sentido…

P. ¿Usted se considera un ser violento?

R. Soy violento contra quienes han destruido la vida de mis padres, de Chirac a Macron pasando por Sarkozy y Hollande. La historia política de los últimos veinte años ha sido una guerra contra los más precarios. También ejerzo la violencia contra la literatura, que hoy está formada por un grupo de privilegiados que se limitan a contemplarse a sí mismos de forma congratulatoria. Cuando voy a una librería, el 95% de lo que veo no me gusta. Son libros que siguen haciendo funcionar el mundo, sin ponerlo en duda.

P. Su libro cuestiona categorías como víctima y verdugo. Se pregunta qué le habrá sucedido al segundo para terminar así.

R. En una situación de violencia sexual, hay un agresor y un agredido. Esa distinción está muy clara. Pero eso no impide que la violencia del agresor tenga unas causas. Cuando uno escribe sobre los pobres o los inmigrantes, se suele encontrar atrapado entre el discurso de la derecha, que consiste en decir que son violentos y alcohólicos, y el de una pseudoizquierda que idealiza a la clase obrera y se prohíbe criticarla, como en su día Genet o Pasolini. Yo digo otra cosa: esa clase dominada no hace más que reproducir la violencia que ha recibido. No se trata de justificar nada, pero sí de buscar causas que superan la escala de un solo individuo.

P. Pero usted va todavía más lejos: dice que ese verdugo podría haber sido usted.

R. Ambos tenemos experiencias sociales similares: la pobreza, la exclusión... Yo también robé de joven y varios miembros de mi familia han estado en la cárcel. Reda y yo éramos dos seres llenos de vergüenza, que nos cruzamos en un París burgués donde no encontramos nuestro sitio, lleno de cafés y teatros en los que no nos atrevemos a entrar. Yo podría haber sido ese chico, pero en un momento determinado nuestras trayectorias tomaron direcciones distintas. Solo intenté comprenderlo…

P. ¿Su motor es describir la realidad social de manera casi científica, como hizo Zola en el siglo XIX?

R. Zola está algo devaluado en Francia, como todos los autores que uno aprende en el colegio, pero tiene una belleza y un poder infinitos. Introduce la cuestión de la verdad en la literatura, como hoy siguen haciendo autores como Svetlana Alexiévich, Karl Ove Knausgård o Ta-Nehisi Coates. El mundo ya tiene suficiente ficción. Hasta los Gobiernos crean ficción. Yo no me opongo programáticamente a la ficción, pero cuando empecé a escribir me dije que no podía permitírmela. Me acuerdo de que, cuando Le Clézio ganó el Nobel en 2008, vi un reportaje en la televisión donde explicaba cómo creaba sus novelas. Y recuerdo que me pregunté: ¿Y por qué no habla de nosotros? Mi padre está paralizado, mi madre no tiene derecho a trabajar por ser mujer y mi primo está en la cárcel, pero él prefiere inventarse personajes…”.

P. Tras la publicación de su primer libro, mucha gente afirmó que se lo había inventado todo. También con este segundo. ¿Esa verdad molesta tanto que se prefiere creer que todo es mentira?

R. Exacto. La escritora Christa Wolf dice que, cuando se habló por primera vez de los campos de concentración, la gente también creyó que era mentira. El mundo se protege girando la vista. Es como cuando ves a un sin techo por la calle y miras a otro lugar. Eso también pasa con mis libros: la reacción más común es decir que es imposible que cuenten la verdad.

P. En el libro hay dos registros lingüísticos: el suyo, culto, y el de su familia, coloquial.

R. Céline o Faulkner reflejaron una visión burguesa de la forma de hablar de los obreros. Es una fantasía bonita, pero que no tiene nada que ver con la realidad. Es como si la propia condición de la literatura excluyese ciertas formas de expresión. Cuando James Baldwin o Zora Neale Hurston hablan de la experiencia negra en sus libros, se oponen a eso. El caso de Hurston me influyó, porque se plantea esa exclusión a través del lenguaje, dando una forma literaria al vernáculo afroamericano. Yo he intentado hacer algo así. Si no muestras el lenguaje de esas personas, no estás mostrando su vida.

P. ¿Qué opina sobre el #MeToo y el nuevo despertar del feminismo? ¿Es el principio del fin del patriarcado?

R. No es grave ser un hombre blanco y heterosexual. Por ejemplo, Bourdieu lo fue y lo considero uno de los grandes pensadores de la humanidad. El problema es que eso te vuelva ciego respecto a la realidad de los demás. Está siendo una transformación que, como todos los cambios de envergadura, tiene muchas resistencias. Pero esa violencia demuestra que está produciéndose un cambio en la forma de hablar de la exclusión social. Ya no tiene nada que ver con la de hace solo 20 años.

P. ¿Por qué dudo antes de denunciar a su agresor?

R. No quería solucionar la violencia con más violencia. Hay gente que no quiere que su agresor vaya a la cárcel. Lo odian y no quieren volver a verlo en la vida, pero no creen en la idea del castigo. Preferirían resolverlo de otra forma, aunque al Estado le dé igual. En el sistema penal, el perdón está prohibido.

P. ¿Cómo se llega al perdón tras un caso tan grave como una violación?

R. Nunca diré que todo el mundo debe perdonar, porque entonces estaría proponiendo lo mismo que el Estado: la misma solución para todos. Tal vez la reparación sea una palabra más precisa. Y existen mil maneras de reparar. Hay víctimas que quieren hablar con sus agresores, otros exigen no verlos nunca más y los de más allá piden dinero. Lo que digo es que hay que poner a la víctima en el centro. Que cada uno encuentre su propia solución para atenuar su trauma. En algunos casos extremos, hay locos que necesitan una vigilancia más intensa, pero yo creo que la cárcel no elimina la violencia del mundo, sino que la hace crecer.

P. Termina su libro con una frase de Kertész. “Resultó que escribir sobre la felicidad era imposible”, dice la cita. “Resultó que, al escribir, buscaba el sufrimiento más agudo posible, en el límite de lo insoportable, porque el sufrimiento era la verdad”.

R. Todo el mundo me pregunta si escribir mis libros fue una catarsis. Yo respondo que no, porque no quiero librarme de esa violencia. El problema es que vivimos rodeados de tanta violencia que ya ni la percibimos e incluso la llamamos vida. Mi objetivo es hablar de esa violencia que no es enunciada en voz alta. En realidad, no soy pesimista. Solo intento ver lo que resulta problemático para intentar que mañana suponga un problema menor



https://elpais.com/cultura/2018/03/08/actualidad/1520503723_591870.html
 
Lo que el padre de Lulú nos enseño sobre el erotismo y la mujer fatal
Centenario de la muerte del escritor Benjamín Franklin Dedekind

imagen-sin-titulo.jpg

Louise Brooks como Lulú en la célebre película de G. W. Pabst

AUTOR
GERMÁN GÓMEZ ORFANEL
Contacta al autor
TAGS
TIEMPO DE LECTURA6 min
12.03.2018 –
El 9 de marzo de 1918, falleció en Munich, Benjamín Franklin Wedekind el literato y sobre todo, pero no sólo, autor teatral, cuya biografía resulta notablemente espectacular compitiendo intensamente su realidad con la ficción que incorporó a sus obras. En primer lugar su familia, el padre médico ginecólogo y al servicio durante diez años del sultán de Turquía, participó después activamente en la revolución de 1848 en Alemania, emigrando como consecuencia a California y enriqueciéndose con negocios inmobiliarios. Allí conoció a la cantante y actriz suiza Emilie Kammerer, hija del inventor de los fósforos de madera, con quien se casó en 1862.Poco tiempo después regresaron a Alemania donde nació Frank en 1864 y ocho años después previa compra del castillo de Lenzburg, la familia se trasladó a Suiza.

En 1884 inició estudios de Derecho en Munich, que pronto abandonó, trabajando como director de prensa y publicidad en la empresa de Sopas Maggi y luego como secretario del conocido circo Herzog. Al morir su padre en 1888 la herencia recibida le permitió dedicarse durante unos años a sus aficiones literarias y vivir en ciudades como Berlín, Munich, París y Londres .





En 1896 vuelta a Munich donde participa en la fundación del semanario satírico 'Simplicissimu's en el que publica frecuentes colaboraciones. Precisamente una de ellas en la que se burlaba de un viaje de Guillermo II a Palestina, le supuso un proceso y condena por ofensas al Emperador, por lo que decidió huir a Suiza, según él para terminar un texto teatral que estaba escribiendo ('El Marqués de Keith'), y una vez finalizado se presentó ante el Tribunal para cumplir condena durante seis meses en la prisión de Königstein, donde aprovechó para escribir su novela 'Mine-Haha o sobre la educación física de las jóvenes'.



cartel.jpg

Cartel



Se ha considerado a Wedekind como un autor influenciado por el simbolismo de fin de siglo y como un antecedente del expresionismocapaz de abrir nuevas vías al teatro alemán. El erotismo, el poder de la sexualidad es el elemento nuclear de su literatura. No es de extrañar que cuando en 1986 se publicaron sus 'Diarios' (Die Tagebücher), se acompañaran del subtítulo “Una vida erótica”, aunque para él el diario era un sucedáneo (Ersatz), pues la vida sería el auténtico diario, una vida a la que el calificaría de tobogán (Das Leben ist eine Ruchtsbahn).

Al mismo tiempo lo que pretende Wedekind'y lo consiguió muchas veces, fue provocar y burlarse de las buenas costumbres, de la moral burguesa y bastante hipócrita y mojigata de su época, ejerciendo una notable crítica social, con la consecuencia de sufrir frecuentemente la censura de las autoridades competentes que prohibían o retrasaban la representación de sus textos.

El erotismo, el poder de la sexualidad es el elemento nuclear de su literatura

En 1891 publicó en Zurich una de sus más importantes obras, 'Despertar de la Primavera. Una tragedia infantil' (Frühlings Erwachen. Ein kindertragödie), que no pudo estrenarse hasta 1906 en Berlín bajo la dirección de Max Reinhart con un enorme éxito, y que por cierto ha sido representada por una compañía portuguesa en Madrid hace unos días y sin olvidar el montaje dirigido porFlotats en 1986. Se trata del descubrimiento de la sexualidad por parte de unos jóvenes condenados por la rigidez de las normas morales y educativas al fracaso e incluso a la muerte, con un estilo teatral grotesco y tragicómico. En palabras de Manuel Pedroso escritas en 1 919 primer traductor español de la obra y catedrático de Derecho Político, “Wedekind canta el deseo todopoderoso como fuente incomparable de emoción y de vida. Cree que el amor, tal como es, sin velos artificiosos y sin mentira mística debe admitirse y tratarse como un problema eterno de la vida del hombre sobre la tierra”.Freud y Lacan se interesaron en su momento por el contenido de la obra.

El personaje más importante y trascendente de la literatura de Wedekind es LULÚ, para simplificar, el mito de la mujer fatal en la que multitud de hombres y alguna mujer depositan sus fantasías y así les va... aunque Lulú también es una víctima, finalmente asesinada nada menos que por Jack el Destripador, encarnado en el estreno de 1905 en Viena por el propio Wedekind y con Tilly Newes que se convertiría en su esposa un año después, en el papel de Lulú.

Karl Kraus se refirió a Lulú como “mujer que desea, no que da a luz; no conservadora del género sino dadora de placer"


En realidad, el texto de Lulú no se publicó hasta 1913, resumiendo dos obras anteriores, una continuación de la otra, me refiero al 'Espíritu de la Tierra' (Erdgeist), publicada en 1895, en la que se alude a Lulú como una serpiente creada para sembrar la desgracia, para atraer, seducir y envenenar, para matar sin que uno lo sienta”, y a 'La caja de Pandora' (Die Büchse der Pandora) de 1904, cuyo estreno un año después en Viena contó con la intervención en escena de Karl Kraus , con un Prólogo introductorio en el que se refería a Lulú como “mujer que desea, no que da a luz; no conservadora del género sino dadora de placer. No castillo forzado de la femineidad; sin embargo siempre abierta y siempre nuevamente cerrada.... una sonámbula del amor que solo 'cae' cuando se la llama, eterna dadora, eterna perdedora”.

El éxito de la obra generó que en 1921 apareciera una versión cinematográfica y sobre todo que en 1929, el director austríaco G. W. Pabst realizara su célebre película con la norteamericana Louise Brooks como Lulú. En 1937 se estrenó en el Stadttheater de Zurich la ópera con el mismo título que Alban Berg no pudo finalizar ya que falleció en diciembre de 1935.

Nómada, libertino, audaz, bohemio, vanguardista, adorador de la mujer, trabajador y a su manera moralista y defensor de la libertad de decidir

No quisiera deja de comentar otros dos dramas de Wedekind que me parecen especialmente interesantes, me refiero a 'El Marqués de Keith', para nuestro autor su mejor obra, publicada en 1901 y en el que analiza a través de la interacción entre sus protagonistas un conflicto entre la Moral encarnada por el hombre de honor, el Cálculo representado por el burgués capitalista poseído por el ánimo de lucro y el Juego o el Placer atribuido al marqués aventurero, artista, estafador y outsider. El otro texto corresponde a 'Franziska', publicado en 1911 y estrenado un año después y que en síntesis supone un Fausto femenino, en el que una mujer pacta con el diablo su conversión en hombre, para disfrutar de todas las ventajas a ellos atribuidas.

Wedekind publicó alrededor de veinte obras de teatro, además de textos poéticos y alguna novela, fue un personaje poliédrico, incluso actuó en numerosas ocasiones como actor, artista de cabaret y cantante. Además entre otras cosas, nómada, libertino, audaz, bohemio, vanguardista, adorador de la mujer, trabajador y a su manera moralista y defensor de la libertad de decidir.

Al final de su vida la entrada de Alemania en la Primera Guerra Mundial parece ser que le produjo alguna mutación, se discute si dejó de ser pacifista y adoptó posiciones nacionalistas, sobre todo porque el 27 de septiembre de 1914 publicó un texto en el Berliner Tageblatt con el expresivo título de “Alemania trae la libertad”. En cualquier caso la situación bélica desató la censura y el rechazo de varias obras suyas.

Uno de sus grandes amigos el pacifista y literato Heinrich Mann, publicó una necrológica en su honor aludiendo al “heroico Frank Wedekind que había dirigido la lucha por la dignidad humana”.


* GERMÁN GÓMEZ ORFANEL es catedrático Emérito de Derecho Constitucional

https://blogs.elconfidencial.com/cu...12/benjamin-franklin-wedekind-libros_1533088/
 
Dos Españas, la misma sangre
Un abuelo de Cristina Fallarás fue fusilado en 1936, el otro formaba parte de los pelotones de fusilamiento. Ahora publica la historia de su familia en 'Honrarás a tu padre y a tu madre'


JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS
12 MAR 2018 -
1520275093_986691_1520884735_noticia_normal.jpg

La abuela Presen y el abuelo Pablo de la autora Cristina Fallarás.


El día 5 de diciembre de 1936 Félix Fallarás, de 35 años, casado y con dos hijos, tramoyista del Teatro Argensola, fue fusilado en el cementerio de Torrero, en Zaragoza. No se le conocía militancia política. Su familia siempre pensó que ocupó por error el lugar de su padre, dirigente de la UGT. Se llevaban mal, se llamaban igual. Por aquellas fechas, uno de los encargados de los pelotones de fusilamiento era Pablo Sánchez, un alférez de dos metros y rasgos indios. Bisnieto del presidente mexicano Benito Juárez, colaboró con la Gestapo y terminó alcanzando el grado de coronel en el ejército de Franco. Pasado el tiempo, un día de 1957, acudió a la sucursal de su banco acompañado de su hija María Jesús. Les presentaron a un nuevo empleado. Era el hijo pequeño de Félix Fallarás, tenía tres años cuando mataron a su padre y se llamaba como él. Diez años después de aquel encuentro se casó con María Jesús. Al año de la boda nació su hija Cristina.

Durante años, la escritora y periodista Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), que se ha decidido a contar la historia de su familia en Honrarás a tu padre y a tu madre(Anagrama), no supo nada de su abuelo paterno. Su abuela Presentación, una “mula de carga” que trabajaba desde niña fregando suelos, “se quedó sin marido” y ya está. En su casa no se hablaba de la guerra. “En la de mis otros abuelos, sí”, cuenta la autora en la cafetería de la librería La Central de Madrid. “Mi abuelo Pablo, franquista de arriba abajo, era oficial de caballería y las espuelas colgaban en las paredes. A veces sacaba un sable y decía: ‘Entonces se lo clavé a un rojo…’ No preguntábamos nada. Era lo que tenía que ser. A veces venía mi otra abuela y nunca hubo un roce”.


1520275093_986691_1520884868_sumario_normal.jpg

Cristina Fallarás, en una librería madrileña. JAIME VILLANUEVA


Cristina Fallarás, que vive en Madrid desde hace cuatro años, estudió periodismo en Barcelona. Allí conoció a Vázquez Montalbán, a quien contó la peripecia de la parte mexicana de su familia, la que ella conocía, las vueltas que los Sánchez Juárez dieron para terminar en España. “Escríbela ya”, le dijo el creador de Carvalho. “Fue en 1992 y mira cuánto tiempo ha pasado”, se lamenta ella. “Un día me puse a escribir un novelón sobre los Juárez y no funcionaba”. Y empezó a preguntarse por su otro abuelo. En 2014 dio con una pista en un libro de Julián Casanova sobre los fusilados en Zaragoza. El historiador recuerda la consulta de Fallarás. Mientras habla por teléfono, consulta una base de datos “con 9.000 fusilados” y confirma los datos: “Aquí está. Carpintero, 35 años. Causa de la muerte: fractura de cráneo. El eufemismo habitual”. Sus restos fueron a parar a una fosa común, pero su nombre aparece en el memorial construido en el cementerio para recordar a los asesinados allí.

Julián Casanova recuerda que, en los años noventa, las familias de los fusilados “lloraban y agradecían” que les diesen señales de sus muertos pero nunca reivindicaron nada. “A muchas viudas se las condenó a la muerte civil y los hijos eran gente sin estudios, descendientes de obreros y jornaleros. Tenían interiorizado el silencio. Son los nietos los que han tenido acceso a la educación. Ellos sí preguntan”. Cristina Fallarás es nieta por partida doble y preguntó. “Que cercenen una parte de tu memoria, te modifica; recuperarla te modifica dos veces”, dice. Su libro, mezcla magistral de contención y brutalidad, arranca: “Me llamó Cristina Fallarás y he salido a buscar a mis muertos”. Y termina: “Ya no tengo miedo. Apártense los vivos”. ¿Lo leyeron sus padres? “Sí, porque los utilizo. No lo habría publicado sin su consentimiento. Mi madre me dijo, como es ella: ‘Cariñico, es mi familia, pero también es la tuya”, recuerda. Y añade: “He conseguido no juzgarlos. Como mucho me juzgo a mí misma. Y no a mí cuando era una niña de 12 años que asistía es casa de mi familia franquista a escenas humillantes para mi abuela Presen, me juzgo a mí de adulta. He tenido que cumplir casi 50 años para preguntarme de dónde vengo y quién soy: si soy una intensa, una payasa, una hija de put* o una escritora”.

Fallarás no juzga “lo íntimo” pero sí “lo público”. ¿Habría que juzgar el franquismo? “Por supuesto” ¿Aunque afecte a su abuelo materno y, por ende, a su madre? “¡Y a mí misma! ¿De quién había sido antes de la guerra la casa gigantesca en la que yo viví si ninguno de mis abuelos era de Zaragoza? Hay que juzgar los delitos de lesa humanidad, pero también a las empresas del Ibex que se enriquecieron durante el franquismo y lo siguen haciendo ahora. No seremos un país culto si no devolvemos a la sociedad lo que le robó un país de patanes que no leía un libro. Yo he escrito este para mis hijos, para que podamos mirarnos a la cara”.

LA 'VIDA JABALÍ' QUE SIGUIÓ AL DESAHUCIO
1520275093_986691_1520275442_sumario_normal.jpg



Cristina Fallarás reconoce que no habría tenido fuerzas para contar la historia de su familia a sangre y fuego si en 2012 no la hubieran desahuciado de su casa de Barcelona. Embarazada de ocho meses, la despidieron del diario ADN y no pudo pagar la hipoteca. Lo contó en el libro-crónica A la put* calle (Bronce, 2013). Lo que no contó es que terminó viviendo dos años en una cabaña de La Floresta, en la sierra de Collserola. “Las paredes eran así”, dice enmarcando entre el pulgar y el índice un pedazo de aire de unos cuatro centímetros. Allí mismo, tras aquel proceso de “empobrecimiento radical”, empezó a escribir Honrarás a tu padre y a tu madre. “Algo tiene que sacarte muy violentamente de la comodidad para que cuestiones tu propia comodidad pasada y futura”. La cabaña tenía una sola habitación. Sus hijos, 10 y 4 años. “A veces dicen que les gustaría volver. ‘Volverás tú’, les respondo yo. Es duro decirlo, pero su apego a La Floresta y a aquella vida jabalí está ligada a la coherencia con la que yo les digo que tienen que vivir. Ahora nuestra incomodidad es la diferencia entre lo que les enseño y la vida que llevamos allí”.

https://elpais.com/cultura/2018/03/05/actualidad/1520275093_986691.html
 
LAS HUELLAS DE JULIO VERNE
El 'Nautilus' vuelve a Galicia: el fabuloso tesoro sumergido en la ría de Vigo
La ciudad gallega celebra su vinculación con el autor francés y con su obra ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, que sitúa en la ría viguesa un capítulo crucial


imagen-sin-titulo.jpg

Grabado de 'La batalla de Rande', el tesoro hundido en la ría de Vigo que inspiró a Verne
AUTOR
PABLO LÓPEZ. VIGO
Contacta al autor
@pablolopez_c
TAGS

14.03.2018 –
En 1868 el 'Nautilus' alcanzó la ría de Vigo, se sumergió en sus profundidades y –ojo al spoiler– extrajo de sus tesoros toda la riqueza que el capitán Nemo precisaba para financiar sus excéntricas aventuras. Quedó una frase para el recuerdo: “Pues bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo, y solo de usted depende que pueda conocer sus secretos”. Y la entonces pequeña ciudad gallega, ajena todavía al crecimiento que en el siglo XX la convertiría en la mayor de Galicia, pasó a formar parte de una de las obras literarias más leídas de todos los tiempos. Fue el 18 de febrero de aquel año, hace exactamente 150, un aniversario que Vigo no ha querido pasar por alto, y que ha celebrado en un ambiente de creciente recuperación de la vinculación de Jules Verne con la ciudad.

Un encuentro internacional atrajo estos días a algunos de los principales expertos en Verne del mundo, llegados de Nantes, París, Turín Valencia o Barcelona. Entre ellos, el mayor coleccionista del universo verniano, el noble italiano Piero Gondollo della Riva. Fue gracias a él, y al contacto que estableció en 2013 de forma poco menos que casual con el periodista vigués Eduardo Rolland, como se pudieron desentrañar las incógnitas de otro hito de la conexión Vigo-Verne que en 2018 está de aniversario: la primera visita, hace 140 años, del escritor de Nantes a la ciudad, que quedó perfectamente documentada en un diario de Verne que permaneció inédito hasta el feliz encuentro entre Della Riva y Rolland.





Mucho se habló durante los días que duró el encuentro internacional ‘De Verne a Vigo’ de los motivos que llevaron al autor a situar en la ciudad y su ría, que aún no había visitado, un capítulo tan crucial de su novela. De alguna manera, Verne necesitaba una explicación literaria de la inconmensurable fortuna del famoso capitán, y si de fortunas se trata, pocos acontecimientos históricos como el de la batalla de Rande de 1702, conocida en muchos países como la batalla de Vigo, en la que desapareció el mayor tesoro que haya cruzado jamás el océano Atlántico.

Tesoros bajo el mar
La batalla de Rande se libró en el interior de la ría viguesa y enfrentó a las escuadras de las coaliciones anglo-holandesa e hispano-francesa, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española. La flota de Indias estuvo bloqueada en La Habana y en Tierra Firme durante años, acumulando riquezas que debían servir para financiar la contienda. Tal era la fortuna a bordo que incluso se tiraron las bombas de los cañones para sustituirlas por grandes esferas de plata que se pintaban luego de negro, para traer más metales preciosos de estraperlo. La leyenda dice que parte de aquellos tesoros se encuentra aún hoy bajo el mar entre los pecios, aunque la realidad dicta que los galeones fueron convenientemente saqueados antes de que la flota al mando de sir George Rooke los enviase al fondo de la ría.

Pues bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo, y solo de usted depende que pueda conocer sus secretos


Pero eso no se sabía en el momento en que Verne escribió la novela, entre 1866 y 1870. “En aquellos años, la batalla de Vigo estaba de actualidad debido a un escándalo financiero internacional relacionado con los derechos de rescate de los tesoros de Rande”, precisa Rolland, codirector del portal de divulgación GCiencia y organizador de las jornadas. “Un tal David Langland, de nacionalidad inglesa, había obtenido licencia de la corona de España para rescatar los tesoros, pero no la utiliza, la revende y estafa a un montón de inversores europeos que compran acciones falsas. Todos los periódicos de Europa, especialmente los de Francia, estaban hablando de las campañas de rescate de los tesoros como consecuencia de esta estafa internacional”.

veinte-mil-leguas-nordica.jpg

'Veinte mil leguas'. (Nórdica)


Así debió ser cómo Verne supo de la existencia del tesoro, de Rande y de Vigo, hasta decidir utilizarlo en ese capítulo de la célebre novela titulado 'La bahía de Vigo' en el que se puede situar el inicio del desenlace. Pero hubo más, porque la célebre batalla no solo le sirvió en bandeja al autor la carta financiera del capitán Nemo, sino también algunas de las tecnologías que Verne aprovechó para su obra. “Hay dos en concreto que emplean los buceadores del Nautilus. Una de ellas son las lámparas eléctricas Ruhmkorff, una novedad en esa época, más seguras que las de combustión a las que sustituían, y que se emplearon bajo el mar por primeva vez en Vigo, en la campaña que hizo Hipólito Magen para buscar los galeones de Rande. Es evidente que Verne conocía de la campaña de Magen y del uso de esas lámparas, que decide entregar a sus buceadores de ficción en el Nautilus”, apunta Rolland.

La trastienda
El segundo elemento son los respiradores llamados Rouquayrol de esos mismos buceadores, que también fueron empleados por primera vez de una manera profesional en la ría de Vigo. “Ya se habían presentado en la Exposición Universal de París un par de años antes de que escribiese la novela, pero sólo a manera de exhibición. Hay una relación evidente entre las noticias que está leyendo sobre la campaña de Magen y los adelantos técnicos que luego refleja en su novela”, sostiene el organizador de ‘De Verne a Vigo’.





“Busqué en los periódicos franceses de la época y son incontables las noticias en que se hablaba de Vigo, en muchísimos periódicos y revistas. Incluso acompañadas de grabados, en el momento en que estos comienzan a aparecer en la prensa diaria, y hay muchísimos que muestran estampas de la ría de Vigo y de los buceadores de la expedición de Magen. Es evidente que Verne, que era un gran lector de periódicos, aprovechaba esas noticias para inspirarse y equipar a los buceadores del Nautilus”, concluye Rolland.

Que Verne situase en Vigo tan importante capítulo no significa que se sintiese la obligación de conocer la ciudad. Solo una casualidad, una tormenta que amenazaba su yate, el St. Michel III, con el que realizaba un viaje de placer, le obligó a recalar en el puerto vigués en 1878, hace 140 años. De ese viaje y del que realizaría seis años después, en ese caso por una avería en el mismo barco, se conocían hasta ahora datos difusos. Verne era ya un personaje famoso y la prensa local de la época se hizo eco de aquel acontecimiento, pero la hemeroteca está preñada de errores y contradicciones. Solo la aparición del famoso diario de Verne permitido reconstruir con detalle aquellas dos estancias.

"Admirable bahía'
Por ejemplo, Verne escribe: “Domingo, 2 de junio. Paseo matinal a las 6 horas con Pierre. Barco de vapor. Fondo de la bahía. Galeones. Vista. Un verdadero fiordo. Graneros de maíz. Naranjos. Retorno a bordo”. O más adelante: “Con el cónsul. Cargamos carbón. Cena a bordo del Flore. Comedor de oficiales. Siete salvas de cañón por el cónsul. Noche. En la casa del cónsul. Procesión. Mujeres sobre las rodillas durante cuatro horas. De 4 horas a 8 horas. Retorno a bordo. Mujeres con colores vistosos, amarillo, rojo y verde”. Le acompaña en su travesía el diputado francés Edouard Raoul Duval, mucho más expresivo en su propio diario: “No podéis imaginar nada más admirable que esta bahía de Vigo, lago inmenso rodeado de montañas cortadas a pico cuyas cimas acaban como las de los Pirineos: algo así como el lago de los Cuatro Cantones en una latitud meridional”.

Gracias a los carnés de viaje, de puño y letra de Verne, sabemos que se integró plenamente en la vida social de la ciudad

Rolland explica así la importancia de los diarios: “Cambiaron la imagen de las dos visitas del escritor a la ciudad. Hasta entonces se pensaba que habían sido dos breves escalas en 1878 y 1884, pero gracias a los carnés de viaje, de puño y letra de Verne, conocimos que pasó cuatro días y tres días en los que se integró plenamente en la vida social de la ciudad, participó en la procesión del Cristo de la Victoria, en las fiestas de la Reconquista, asistió a bailes en sociedades recreativas como La Tertulia o El Casino, visitó casas de personajes destacados de la ciudad y la paseó cada día, acudiendo al monte de O Castro para admirar las vistas de la ría, tomando café en el Café Suizo, para leer la prensa internacional que allí se recibía o dejando sus cartas en el hotel Continental”.

Durante tres días, Vigo se sumergió en el encanto de Verne en un encuentro internacional que repasó todas estas anécdotas, y que incluyó conferencias y rutas literarias y marítimas, entre otras actividades. Pero la ciudad continuará la celebración de su particular año verniano con una exposición sobre al autor de Nantes, e incluso se plantea reconocer esa vinculación con un museo estable. Quizás el tesoro de Vigo no se encuentre bajo la ría, como se pensaba, sino en una combinación de realidad y ficción literaria que hacen de ella una de las ciudades más vernianas del universo.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-03-14/julio-verne-vigo-nautilus-galicia_1532588/
 
Agustín Fernández Mallo: “Estamos en guerra contra la realidad”
El escritor abandona las 'polaroids' de su trilogía 'Nocilla' y se arroja a la novela caleidoscópica con una reflexión sobre el conflicto en todas sus vertientes


LAURA FERNÁNDEZ
15 MAR 2018 -

1517830396_192471_1517833887_noticia_normal.jpg

Agustín Fernández Mallo, en la entrega del premio Biblioteca Breve el pasado febrero. J. SÁNCHEZ


Agustín Fernández Mallo no sabe cómo empezó todo. En realidad, no cree que haya un detonante. Nunca lo hay, dice. Lo que hay es una construcción, asegura. Se está refiriendo a cómo acabó haciendo saltar en mil pedazos el panorama literario español hace más de una década cuando publicó su Nocilla Dream. En realidad, se está refiriendo a lo que le llevó a escribir. “Me recuerdo siempre intentando expresar cosas pero sin encontrar el vehículo”, dice. Está hablando de cuando tenía 16 años. “Hacía fotografías en blanco y negro y luego las coloreaba”, asegura. Esa es una de las primeras cosas que recuerda haber hecho, mucho antes de sentarse ante una libreta. “Supongo que era un medio de expresión de algo que aún no sabía qué era, aunque cuando echo la vista atrás veo que en ese detalle ya está la noción de reciclaje, y la obsesión por deformar la copia”, admite.

En su última novela, Trilogía de la guerra (Premio Biblioteca Breve), un paseo sebaldiano por la Historia, con mayúsculas, la guerra, de todo tipo, en el punto de mira, hay materia que desaparece y materia que no podrá reutilizarse porque siempre será, dice, “carne”. También hay una bakery neoyorquina regentada por un gallego, Antonio, que una vez estuvo preso en la isla de San Simón. Una artista llamada Tucker, experta en guerras del siglo XX y el XXI, que parece estar, todo el tiempo, escuchando a Sparklehorse. Un astronauta que estuvo en la Luna, y también en la guerra de Vietnam, pero que no tiene forma de probar lo primero y a ratos cree en un mundo paralelo hecho de placenta de vaca. Salvador Dalí vistiendo camisetas de Prada garabateadas con la máxima The Crime of the Century. Un vaso de leche humana fresca. Una galleta de perro embarazado. Una mujer que recorre la costa de Normandía a la que 14 hombres enviaron a morir a 100.000 y se pregunta de dónde viene la violencia que ejercen los hombres contra los hombres. Un mensaje de texto que alguien escribe a un muerto que quizá no esté muerto y que dice lo siguiente: “Es un error dar por hecho lo que fue contemplado”.

Del puñado de polaroids de sus anteriores asaltos narrativos —la trilogía Nocilla, Limbo— a la novela caleidoscópica y circular, que sumerge al lector en una burbuja en la que la ficción se revuelve y viaja en el tiempo hacia otros presentes, Fernández Mallo, como el escritor sin nombre que en la primera página de la novela descubre que un décimo de la superficie terrestre se quema debido a causas naturales, vive la vida como una forma de arte. Lo siguiente que recuerda a todas aquellas fotografías que coloreó, con 16 años, es sentirse poderosamente atraído por la ciencia, por la belleza de la ciencia, y no entender qué tenía de distinta esa belleza de la belleza artística. “Me recuerdo estudiando ciencias como algo con una belleza interna y emocionándome como me emocionaba al leer un poema. Supongo que si empecé a escribir fue para intentar expresar lo que sentía, porque era exactamente lo mismo lo que sentía pintando aquellas fotografías que leyendo un teorema. Lo primero que hice fueron poemas y letras de canciones para los grupos con los que tocaba. No pensaba en dedicarme a esto. Me parecía algo estratosférico. De hecho, no conocí a un sólo novelista hasta que cumplí los 39, el año en que publiqué Nocilla Dream”, cuenta.

Le llevó años, dice, construir el complejo mundo que despliega en cada libro, el mapa literario de ideas al que llama su poética. Una poética que se derrumbó la mañana de octubre de hace cuatro años en que aterrizó en la isla de San Simón y se topó con algo que su poética era incapaz de explicar: el horror de la guerra. “Lo curioso es que tampoco me servía la poética de nadie más. Tenía que inventar algo nuevo”. Y ese algo fue un personaje, un personaje que podría estar vivo pero también podría estar muerto, y que es el protagonista del Libro Primerode Trilogía de la guerra.

PREGUNTA. El protagonista del Libro Primero es un escritor al que invitan a un congreso en la isla de San Simón, un inhóspito peñasco que fue usado campo de concentración durante la Guerra Civil. Accede a ir y se planta allí con un ejemplar de Aillados, un estudio sobre el asunto publicado en 1995. Hasta aquí, todo ocurrió.

RESPUESTA. Exacto. Hasta ahí es todo cierto. Estuve en esa isla, y me llevé mi ejemplar de Aillados, porque tiendo a aburrirme soberanamente en los congresos literarios y siempre llevo un libro conmigo. Una vez allí, empecé a hacer fotos, comparando los sitios que estaba viendo con los que aparecían en el libro. Y fue entonces cuando apareció el vértigo de la Historia. Veía mis fotografías, en las que brillaba el sol y todo era un paisaje maravilloso, casi de película mala de Walt Disney, y luego miraba el libro y veía allí a aquella gente que había muerto allí y me preguntaba dónde estaban. Sentí el vértigo de la carne, de lo que es un archivo, de cómo donde hubo algo y ya no hay nada, sigue habiendo algo. Esa es una de las ideas que planea en el libro, la de que los cuerpos y la carne no son archivos, no circulan por la red, no podemos jugar con ellos. La carne es un remolino de basura activo, que sigue ahí, no es espíritu.

P. La novela viaja al pasado, y lo hace preguntándose qué sería de nosotros si el reciclaje hubiera existido desde el principio de los tiempos. Se dice que habría que dejar en paz a a basura porque sin ella, ¿dónde quedará la memoria? ¿Cómo nos reconoceremos en el pasado si todo es radicalmente transformado? “Los futuros arqueólogos”, se dice, “no podrán trabajar con objetos, sino con archivos, archivos informáticos, y todo eso de nada valdrá”, porque “todo lo valioso de cuanto conocemos de civilizaciones anteriores es aquello que nos dejaron sin querer”.

R. Efectivamente. Las idas al pasado no son nostálgicas. Los personajes van al pasado en busca de cosas que expliquen su propio presente. ¿Y si no hubiera nada que encontrar en ese pasado, cómo explicaríamos nuestro presente? Reivindico la idea de usar el pasado como residuo, un residuo activo, que viene al presente a construirlo.

1521030956_451191_1521043009_sumario_normal.jpg



P. Porque la realidad es una construcción.

R. Por supuesto. La realidad la creamos a través de metáforas. Es una contínua construcción metafórica en base a una materialidad. Si no fuera por las metáforas no sabríamos qué significaría esa materialidad. Lo que yo hago en esta novela es una investigación poética para explicarme una realidad que no entiendo, la de la guerra entendida como un acto legal, y lo hago no a través de un libro de historia, no a través de un ensayo, sino de una novela, pero una novela con enlaces, en modo red, una red analógica, pero una red, a la propia cultura contemporánea, y ahí aparecen la ciencia, la filosofía, la antropología. Y todas esas teorías que son dadas por ciertas y que a mí me gusta estirar hasta casi el absurdo para alcanzar el límite poético y dar explicación a eso que quieres reconfigurar. De ahí que el humor absurdo sea una fuente inagotable de creación de realidad.

P. La novela, de hecho, no está exenta de humor.

R.- Reivindico el humor como fuente para investigar la realidad. No me interesa nada sobre el planeta Tierra que no contenga humor. Nada. Porque lo que no contiene humor no contiene inteligencia. Lo que no contiene humor se toma demasiado en serio a sí mismo y resulta infantil. El humor introduce un error en el sistema. Abre un mundo nuevo.

P. En el Libro Segundo viajamos hasta Nueva York para seguir los pasos de Kurt, el cuarto astronauta que pisó la Luna pero del que nada sabemos porque fue él quien tomó las imágenes de los otros tres, ¿no debemos fiarnos de lo que se nos cuenta?

R.- A través de Kurt me pregunto si los transmisores fiables de la historia estaban dentro de la misma historia o estaban fuera. Si el relato es siempre subjetivo o si puede existir un relato objetivo. Podría decirse que es algo que queda apuntado, sin resolver. De la misma manera que apunto que Nueva York me parece la última ciudad medieval de la Modernidad. Una ciudad rota, sucia, en la que los mendigos conviven con los multimillonarios sin imaginar ningún tipo de forma de protesta. Y luego están las ratas, todas esas ratas, que son como las ratas de los mercados medievales.

P. Se menciona a menudo el hecho de que los seis grados de separación se convierten en cuatro cuando se aplica a las víctimas de una guerra, o a las redes sociales, ¿es cierto?

R. Ése es uno de los puntos clave de la novela. El de que la red social más grande que existe no es la internauta sino la que une a los vivos con los muertos. Luego está el hecho de que los muertos nunca están muertos del todo, porque los recordamos, ¿y es cierto el inverso? ¿Que los vivos no estamos tampoco vivos del todo? Yo creo que tampoco estamos vivos del todo porque cohabitamos una zona común con los muertos.

Hace poco ha vuelto a escalar. Ha abierto una vía, dice, a lo que queda de la cabaña en la que Ludwig Wittgenstein se encerró, allá por 1909, para empezar a dar forma a su famoso tractatus. La cabaña, lo que queda de ella, apenas los cimientos, está en la cima de un fiordo noruego. “La idea era llegar directamente, desde el agua, pasase lo que pasase, a los rescoldos de lo que fue el cerebro de uno de los grandes pensadores del siglo XX”, dice. No aparece Wittgenstein en Trilogía de la guerra, pero sí lo que hacen otros grandes del siglo pasado. Salvador Dalí, decíamos, conversa con Federico García Lorca –¿son sus fantasmas los que lo hacen?– en Central Park, y el desvanecimiento de Friedrich Nietzsche –los diez años de silencio que siguieron al “Madre, soy tonto” que le dijo a aquel caballo en una calle de Turín– le sirve para hablar de lo que ocurre cuando no aceptamos la realidad, cuando se produce un “desenfoque”, una “perturbación” en esa realidad, que hace “que el yo se desconecte del mundo porque la perturbación es tan grande que no puede soportarla”.

P. ¿Es el conflicto con la realidad otra guerra?

R. Sí. Esa desconexión es el mecanismo límite de cuando hay un conflicto con la propia realidad. Que es otra guerra. Cómo construimos la realidad cada día es una guerra contra la propia realidad. Y la identidad es una alucinación del ego. Y el delirio absoluto son ya las llamadas identidades colectivas. Cuando intentan que tu identidad esté asociada a un lugar, a un país, y podrías decirle a quien sea, no, perdone, mi identidad es una amalgama construida a través de otras identidades planetarias.

P. En el Libro Tercero aparece una mujer que intenta recorrer a pie la costa de Normandía y en su caminata aparece W.G. Sebald, como metáfora, pero de hecho, la figura de Sebald planea por toda la novela, ¿no es así?

R. Sí, ella se dice: “Soy espejo de la caminata que hizo Sebald en Los anillos de Saturno”. ¿Y qué significa ser espejo de Sebald? Sebald poetiza el mundo de un modo fractal, y ella también, así, la costa que recorre es infinita, y puede acoger infinitos hombres que van a esa playa a morir. Porque lo que me interesa es cómo narra las cosas fractalmente. Sebald se enrosca infinitamente en un detalle, y de ese detalle hace emerger otro mundo que llega a otro detalle y de ese detalle a otro mundo, y puedes ir ampliando la escala, y aparecerá algo igual a lo primero pero ligeramente diferente. He intentado trasladar eso al libro. Que hay detalles que explican el mundo. Algo que es también muy borgiano. Es la idea de El Aleph o del famoso poema de William Blake, el que dice que en un grano de arena puede contenerse el universo. Algo que a la vez es muy físico, porque para un geólogo, un grano de arena es un mundo.

P. Y si antes hablábamos del reciclaje, ahora podríamos hablar de la copia, y de la idea del doble. Los protagonistas tienen miedo de toparse con alguien que sea idéntico a ellos. ¿Por qué? ¿Les hará conscientes de su no originalidad?

R. Es un guiño a los dos polos entre los que mueve toda la cultura contemporánea: el de la supuesta originalidad absoluta, algo que viene de muy antiguo pero que termina de cuajar en el siglo XIX con el Romanticismo y que es la idea de que cualquier obra es única porque ha salido de una mente única, un horizonte metafísico que no existe, porque no existe la originalidad absoluta, y el de que todo es eternamente copiable, algo que aparece a mediados finales del siglo XX con el pop. Esto último tampoco es verdad porque no hay dos objetos en el mundo ni dos personas idénticamente iguales, ni siquiera una botella del mismo producto comprada en el mismo supermercado es idéntica a otra. Entre esos dos polos nos movemos. Y esos dos polos son los que contaminan toda la historia de la literatura, y del arte. Porque la realidad es una realimentación entre cosas iguales que actúan como células, se replican igual pero acaban siendo todas diferentes porque hay un momento en el que aparece un error positivo que da lugar a la diferencia.

P. ¿Forma parte Trilogía de la guerra de un proceso parecido? ¿Ha habido una variable que ha hecho evolucionar su estilo, de la 'polaroid' a la historia contenedora de historias?

R.- Ha sido un proceso muy natural. No quería estar preso de los demás, ni de mí mismo. Siempre he escrito al margen de modas y tendencias exteriores, si no no habría hecho lo que hice en su momento. Y sigo igual. Y tampoco quería estar preso de mi éxito anterior. Mis novelas funcionan como un cuerpo orgánico que va creciendo con sus virtudes y sus defectos. Lo único que tengo claro es que debe tener defectos, porque son los defectos los que te hacen creíble. Borges decía que de Quevedo no puede enamorarte porque es un diamante perfecto, sin embargo, puedes enamorarte de Cervantes, porque está lleno de imperfecciones. Pues eso.



https://elpais.com/cultura/2018/03/14/babelia/1521030956_451191.html
 
Cinco novelas para leer y viajar en el ‘ascensor espacial’ de Arthur C. Clarke
19 DE MARZO DE 2018

“Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Es una de las tres míticas Leyes de Arthur C. Clarke, que falleció hoy hace diez años, cuando también se cumple medio siglo de la publicación de 2001: una odisea del espacio, su novela más famosa para el común de los lectores.

Así que por eso, pero también porque es uno de los pocos creadores de ciencia ficción capaz de ponerme en órbita hacia su universo creativo interestelar y porque tenía una pecera vacía a mano he decidido metamorfosearme en la mítica Barbarella y convertir la librería en una estación espacial desde donde prescribir a toda la galaxia las lecturas de un genio sideral como Arthur C. Clarke.


barbarella-CASCO-620-ok.jpg


(Barbarella, 1968 / Paramount)


Y es que de no ser por él y por Úrsula K. Le Guin por muy bibliófaga que sea habría seguido replegada en mi bibliostracismo, renegando de viajes interestelares, formas de vida extraterrestre, distopias y civilizaciones superiores. Pero resulta que un buen día me subí al ascensor espacial imaginado por este visionario en varios de sus relatos y mis apetencias lectoras se expandieron hacia infinitas dimensiones desconocidas.

Nadie como él para combinar la literatura con la divulgación científica rigurosa y amena, articulando sus tramas en torno a los beneficios del progreso científico que no solo posibilita encuentros con especies y culturas avanzadas, sino que éstas son superiores, entre otras cosas, gracias a su desarrollo tecnológico. Pero un desarrollo tecnológico posible a corto plazo.





Cinco títulos de Arthur C. Clarke


En este sentido Arthur C. Clarke inventó el satélite de comunicación antes de que la tecnología permitiera lanzar uno, y con su visión del futuro interconectado esbozó la aldea global que hoy nos ha fagocitado. También predijo el desarrollo de internet y de los ordenadores, e incluso de «pequeños ordenadores de bolsillo con los que podríamos conectar el conocimiento del mundo», o de la red de satélites, en cuya implantación participó de forma activa.

Y en cuanto a su trayectoria literaria toda su obra lo avala como el novelista que ha dado forma con mayor detalle, rigor y lucidez el futuro de los viajes por el espacio y las posibilidades de explorar el sistema solar, así como quien siempre respeta en sus ficciones las leyes de la física y la inteligencia del lector. Tanto es así que sus cuentos y novelas han motivado e inspirado a generaciones de astronautas de carne y hueso.

Dicho lo cual paso a prescribir cinco novelas de ciencia ficción de la buena para leer y volar en el “ascensor espacial” de Arthur C. Clarke:

1. Una odisea espacial. La saga completa. Arthur C. Clarke. Debolsillo. Esta edición aglutina una de las tetralogías más célebres de la ciencia-ficción, compuesta por: 2001. Una odisea espacial; 2010. Odisea dos; 2061. Odisea tres y 3001. Odisea final. Es el relato, fantástico pero no fantasioso, de una de las mayores epopeyas de todos los tiempos, donde la aparición de un monolito negro desencadena una aventura que dura miles de años, desde los orígenes del hombre hasta la conquista del espacio, la creación de inteligencia artificial y el contacto con seres y formas de vida superiores. La intriga, la acción, el rigor científico y la desbordante imaginación propias del género confluyen en esta obra magna con el planteamiento de las grandes cuestiones de la humanidad: ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra esencia? ¿Qué lugar ocupamos en el cosmos? Uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción, que ofrece una visión totalizadora sobre el origen de la consciencia y la evolución de la humanidad.




Una odisea espacial


2. Cita con Rama. Arthur C. Clarke. Edhasa Pocket. Después del impacto de un enorme asteroide que destruye Padua y Verona, se crea un sofisticado sistema de detectar la trayectoria de cualquier objeto que se aproxime a la Tierra. Así se descubre Rama, un extraño asteroide que gira a una velocidad increíble y que, según todos los cálculos, no volverá a pasar jamás por el sistema solar. Pero lo más inquietante es que hay indicios de que Rama pueda ser artificial, y aquí se detona la inquietud y el temor. Cargada de acción y de rigor es una es una de las obras de ciencia ficción especulativa más premiadas de todos los tiempos (premios Nébula, Hugo, Locus, Júpiter, etc) y una de las mejores de Arthur C. Clarke. Un clasicazo para los aficionados a la ciencia ficción pura.



Cita con Rama

3. Cánticos de la lejana Tierra. Arthur C. Clarke. Alamut. Una de las mejores novelas sobre el primer contacto humano con un artefacto extraterrestre que arranca cuando la Magallanes, última astronave de la Tierra, llega a Thalassa con los últimos restos de la humanidad tras la destrucción del sistema solar. Aunque el plan era parar y abastecerse antes de proseguir su travesía de quinientos años, todo cambia cuando descubren que una sonda sembradora enviada por la Tierra para preservar la vida humana en la galaxia fructificó, creando en Thalassa una civilización utópica. ¿Cómo afectará la llegada de la Magallanes a la feliz sociedad thalassana? ¿Podrán los supervivientes de la Tierra evitar la tentación de terminar su viaje en ese paraíso? Cánticos de la lejana Tierra que recrea magníficamente tanto el encuentro de dos mundos como el reto de las vastas distancias estelares en una novela colosal cargada de nostalgia que inspiró a Mike Oldfield en su The Songs of Distant Earth.




Cánticos de la lejana Tierra

4. Las fuentes del paraíso. Arthur C. Clarke. Alamut. Galardonada con los premios Hugo y Nébula, es la historia de Vannevar Morgan, el mayor ingeniero de su época: el siglo XXII. Tras construir un puente sobre el estrecho de Gibraltar, sueña con un logro aún mayor, una suerte de puente hacia las estrellas: un ascensor espacial. Para ello, proyecta tender un cable que se extienda desde el ecuador hasta un satélite en órbita geosincrónica. Pero en su empeño Morgan encontrará la oposición de los monjes que ocupan el punto ideal de anclaje del cable, una montaña en la isla de Taprobana. También debe encontrar financiación, resolver problemas políticos, convencer a los escépticos y solucionar las crisis de ingeniería que acompañan a la construcción del ascensor.




Las fuentes del paraíso

5. Expedición a la Tierra. Arthur C. Clarke. Edhasa – Nebulae. Los once relatos breves reunidos cimentan la culminación de Arthur C. Clarke como autor de un tipo de ciencia ficción a la vez imaginativo y riguroso, de una extraordinaria versatilidad. Entre ellos destaca El centinela”, germen del guión cinematográfico y posterior novela “2001: una odisea en el espacio”, que relata el descubrimiento de un monolito milenario en la Luna. En “Superioridad”, el exclusivo desarrollo tecnológico militar es causa principal de debilidad, y en “Lección de historia” los venusinos tratan de reconstruir la extinta cultura terrestre a partir de un único registro: un dibujo de Walt Disney. Esta colección de relatos es una de las mejores vías de acceso al universo arturceclarkeano, sobre todo para los lectores más reticentes a la ciencia ficción dura.




Expedición a la Tierra

La grandeza de Arthur C. Clarke estriba, más allá de su talla como científico y de su innato talento literario, en que fue un soñador. Pero fue un soñador capaz de materializar sus visiones unas veces con la ciencia y la tecnología y otras con la literatura, y sobre todo con ella nos abrió a muchos una biblioventana para observar lo que ya llegó, lo que tenemos encima y, mejor aún, lo que todavía está por llegar.

Dicho eso, ¿quién no va a querer leer y viajar al espacio en el biblioascensor espacial de Arthur C. Clarke?

Entre tanto y para meteros en harina, podéis ir despegando con esta muestra de otro talento interestelar, el de Mike Olfield, que como os dije bebió de Arthur C. Clarke:





https://blogs.20minutos.es/diariode...r-en-el-ascensor-espacial-de-arthur-c-clarke/
 
CUENTA SU VIDA EN UN LIBRO
Carlos Magdalena, el asturiano sin carrera que se convirtió en el mesías de las plantas
Marchó de Gijón a Londres a buscarse la vida y acabó como conservador estrella del Real Jardín Botánico de Kew, el más importante del mundo, y milagroso salvador de las especies más acosadas


imagen-sin-titulo.jpg

Carlos Magdalena en el Jardín Botánico de Madrid. (Daniel Arjona)

AUTOR
DANIEL ARJONA
Contacta al autor
@DaniArjo
TAGS
TIEMPO DE LECTURA6 min
19.03.2018 –
Una planta zombi es una planta que aún vive pero que no tiene esperanza, un muerto viviente, una especie de la que no quedan más ejemplares que se mantiene artificialmente viva mediante esquejes pero que no da semillas, que nunca se reproducirá, cuyo destino está sellado. En realidad, la Tierra en su conjunto podría estar cerca ya de ser un planeta zombi, al límite, mantenido en una gigantesca UVI tecnológica que agota cada día sus posibilidades de futuro. Pero la esperanza, a veces, más que abandonada, solo anda temporalmente en barbecho. Tal era la obsesión de Carlos Magdalena (Gijón, 1972) cuando logró en su trabajo en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, reproducir milagrosamente la Rasmosmania rodriguesii -conocida como "café marrón"- una planta que se llegó a considerar extinta y de la que sólo existía un ejemplar. Y lo mismo cree que podremos lograr con nuestro mundo si nos ponemos las pilas. Lo cuenta en 'El mesías de las plantas'(Debate), un libro feliz sobre la vida, las plantas y por qué debemos quererlas tanto.


el-mesias-de-las-plantas-debate.jpg

'El mesías de las plantas'. (Debate)


Magdalena me espera por la mañana en el Jardín Botánico de Madrid. La lluvia que anega la ciudad desde hace ya demasiados días para lo acostumbrado aquí fastidia el prometedor plan de recorrer este templo vegetal con uno de los grandes expertos mundiales en la materia, un Schindler de las plantas en peligro de extinción que llegó a Londres en los años 90 a trabajar como camarero, sin ningún tipo de formación universitaria, y que acabó recorriendo el planeta comandado por el Jardín Botánico de Kew, el más importante del mundo, para salvar todo tipo de plantas amenazadas. Así que nos refugiamos en la caldeada sala de los bonsais y le pregunto: ¿cómo lo hizo?

"A mí esto me viene en el código genético", nos cuenta, "me gustaban los animales y las plantas antes de tener conciencia siquiera de quién era yo. No tenía titulación pero absorbía como una esponja aunque claro, en España tú cuentas que algo te apasiona y se te da bien y nadie te da trabajo por eso debido a la 'titulitis' aguda que sufrimos. En Inglaterra no es igual, necesitas títulos, claro, pero allí premian más tus intereses y motivaciones, quieren saber sinceramente: 'a ver, ¿tú que puedes hacer para nosotros?'". Así que un buen día de enero de 2003, Carlos Magdalena se presentó a las bravas ante Ian Leese, el director de Kew, y le dijo: "Escuche, señor Leese, sé que sobre el papel mi currículum no impresiona mucho, pero sé también algo que no está escrito en él. Sé que necesito este lugar y que este lugar me necesita a mí. Dígame qué tengo que hacer". Leese se rió, admirado ante el desparpajo de aquel español que se expresaba con pasión en una inglés tan reducido y le ofreció un puesto de becario sin salario, que a su vez le permitió presentarse y ser aceptado en el curso de tres años del Jardín, el más exigente en horticultura que existe.


Obsesionado con no rendirse
Tres años después Magdalena ya era una pieza fundamental de aquel lugar tan complejo y gigantesco como delicado y había logrado salvar de la extinción, frente al escepticismo de sus jefes, aquel legendario "café marrón" originario de Isla Rodrigues, del archipiélago de las Mascareñas, dependiente de Mauricio, en el Índico. "Yo tenía habilidades, aunque no tantas como ellos aún, pero sí contaba con algo que a ellos les faltaba, la obsesión por no rendirme. Mientras tengas algo vivo, aún no se ha extinguido y, por lo tanto, nunca hay que aceptar la extinción. Pasó por ejemplo con el cóndor de California del que quedaban 17 ejemplares, la mitad de ellos muy viejos, de los que se decía que eran matemáticamente imposible de sacar adelante. Los grupos conservacionistas clamaban: 'Mejor dejadlos morir con dignidad'. Y, sin embargo, un grupo de entusiastas sin nada que perder los sacaron adelante. Lo mismo logré yo con el "café marrón".



carlos-magdalena-en-el-jardin-botanico-de-madrid-daniel-arjona.jpg

Carlos Magdalena en el Jardín Botánico de Madrid. (Daniel Arjona)


Carlos Magdalena habla a toda velocidad, desgrana cifras, informes, lugares, especies, pasando de la ecología de poblaciones a la química, de la genética a la geografía, del ciclo del agua a la geopolítica. Y todo germina. Nos explica la mejor manera de practicar un esqueje, lamenta escandalizado cómo la política de reforestación española, que despliega oleadas de pinos y eucaliptus codificados genéticamente para generar fuegos y aniquilar a sus competidores, es una locura que desencadena incendios más devastadores cada año, y no deja pasar la oportunidad de mostrar su escepticismo ante el vegetarianismo. No en vano en las últimas y fascinantes páginas de su libro muestran cómo las plantas recuerdan -sin tener cerebro- y reaccionan a los contactos externos -sin disponer aparentemente de un sistema nervioso. Si las diferencias entre plantas y animales son más ilusorias de lo que nos creemos, ¿por qué podemos comernos a las primeras pero no a los segundos?"

En lugar de dejar de comer carne, podemos comerla mejor: buscar un mejor trato de los animales que comemos

"La sensibilidad de las plantas es una frontera a explorar. Se dice que nos son "seres sintientes" pero nosotros tenemos cinco sentidos y ellas tienen 14. Es cierto que la vida del ganado en las granjas industriales es terrible pero nuestra piedad por un cerdo en lugar de por una lechuga es claramente antropomórfica y no muy justificable. El contexto es esencial y, en lugar de dejar de comer carne, podemos comerla mejor: lo que habría que buscar es un mejor trato de los animales que comemos, que sean los más diversos, integrales y enraizados posibles en sus ecosistemas naturales".

El planeta está jodido, resume, amenazado por la demografía, la agricultura intensiva que evapora la biodiversidad y otras malas hierbas, pero el apocalipsis no es inevitable y, de hecho, él parece un tipo optimista, ansioso por volver manos a la tierra. "Tres de cuada cuatro medicinas que se descubren en la actualidad provienen de hongos, todo lo que comemos son plantas o cosas que comen plantas, los mayores fijadores del dióxido de carbono que acelera el cambio climático, conservadores del suelo y del agua son las plantas y, en fin, uno de los productos más consumidos y que mayores ingresos genera del mundo es el café que te has tomado esta mañana. La biodiversidad botánica y horticultura son esenciales para nuestra supervivencia y, lo más importante, en nuestro día a día, con grandes o pequeñas acciones, todos podemos ser 'mesías de las plantas'".

https://www.elconfidencial.com/cult...ias-plantas-kew-londres-horticultura_1537821/
 
La verdadera historia del policía Pedro Urraca, cazador de rojos
Loreto Urraca publica la novela biográfica de su abuelo, agente franquista clave en la persecución de los republicanos exiliados y colaborador de la Gestapo


1521635467_154021_1521636409_noticia_normal.jpg

Pedro Urraca con su mujer, Heléne.



KRISTIN SULENG
21 MAR 2018 -
Hasta hace diez años, su abuelo paterno no era más que un familiar al que apenas había conocido y del que había heredado un apellido tan infrecuente como sonoro. Pero un domingo, al hojear las páginas de este diario, leyó el nombre de Pedro Urraca en un reportaje que desempolvaba del olvido a un personaje siniestro de la historia reciente de España. El abuelo de Loreto Urraca había sido cazador de rojos en la Francia ocupada, un policía franquista destinado al territorio galo con la misión de perseguir y detener a republicanos españoles exiliados, entre quienes figuró Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Catalunya durante la guerra.

Descubrir que un pariente cercano perteneció a las alcantarillas de un régimen dictatorial no es un trago fácil de digerir. En una situación similar, hay dos opciones: guardar silencio y pasar página o asumirlo y compartirlo en público. “Si me hubiera llamado López o Martínez, a lo mejor me hubiera sido más fácil pasar inadvertida, incluso no hubiera hecho nada, pero me di cuenta de que sería imposible negar mi vínculo. Decidí afrontarlo, pero a la vez necesitaba desafiliarme de él públicamente”, reconoce a este diario la nieta de Urraca, que acaba de publicar Entre hienas (Editorial Funamubilista), una novela biográfica fruto de casi una década de investigación entre archivos, cartas y diarios.

En lugar de ocultar el pasado en un archivo personal, a Loreto, de 53 años, la movió la necesidad de contar una versión de nuestra historia muy diferente a la que la había escuchado en el aula. “De lo poco que se contaba, se venía a decir que lo poco bueno que había hecho Franco fue haber evitado que España entrara en la Segunda Guerra Mundial. Con la historia de Urraca, empecé a comprender que nuestra implicación había sido más importante de lo que se nos hizo ver”, explica Loreto.

Basado en documentación inédita, el relato se centra en la época en la que Urraca, casado con una francesa que había sido compañera de escuela de Simone de Beauvoir, trabajó como agregado policial en la Embajada de España en Francia y para la Gestapo bajo el alias Unamuno.

La pintora y resistente de origen judío Antoinette Sachs, a la que se relacionó sentimentalmente con Jean Moulin, promotor del Consejo Nacional de la Resistencia, que había tenido un litigio a cuenta de un piso alquilado a la familia política de Urraca, denunció al policía franquista por colaboracionista pasada la guerra, por lo que fue condenado en rebeldía a la pena de muerte en 1948. “Por la condena, llegué a los diarios de Sachs, donde se muestra convencida de una cierta implicación de Urraca en la captura de Moulin. En Francia abre una nueva vía sobre la captura de varios resistentes, y en España se incita a que se siga investigando la trayectoria de Urraca tras la guerra”.

Urraca huyó de Francia y se refugió en Bélgica con una carrera de diplomático en la oscuridad. “Era un vividor. Se movía por su propio interés, por conseguir comer tres veces al día mientras había gente que moría de hambre en la España de posguerra y en la Francia ocupada. El bando de Pedro Urraca era tener la panza llena y dormir caliente”, describe su nieta.

Loreto sigue la estela de los descendientes del núcleo duro del Tercer Reich o de los colaboracionistas en Francia que han prestado su testimonio en documentales y libros. “Fuera existe una especie de movimiento de los nietos de los vencedores y de los vencidos como una necesidad vital y espontánea de saber de dónde venimos para construir mejor nuestro futuro, antes de que desaparezcan los últimos vestigios. Cuanto más conozcamos nuestro pasado, más capacitados estaremos para no revivir lo que sufrieron nuestros antepasados”, anhela la nieta de Urraca, que hoy trabaja en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea en Alicante para una Europa muy diferente, la de la construcción democrática.

1521635467_154021_1521636124_sumario_normal.jpg




https://elpais.com/cultura/2018/03/21/actualidad/1521635467_154021.html
 
  1. El País
    LIBROS RECOMENDADOS DE LIBROTEA
    Nuevos modelos de masculinidad en 10 libros


    A comienzos de los 2000, Michel Houellebecq mandó a su personaje Michel de vacaciones a Tailandia. Fue enPlataforma y con esta novela quedó inaugurado el género de la reflexión sobre las masculinidades del siglo XXI: hombres un tanto desorientados con prácticamente todo, incluido el s*x*. La visión de Houellebecq suele ser casi siempre bastante pesimista y, por supuesto, esta novela no acaba muy bien (y Michel, el protagonista, es uno de esos tipos despreciables, pero que estimas de alguna manera extraña). Puede que no guste el escritor, pero con esta historia se apuntó un tanto (uno más).

    Otro autor francés que desmitifica a los hombres del siglo anterior es Pierre Lemaitre. Su personaje, el detective Verhoeven, es un claro nuevo paradigma: enano, sufriente y atormentado. Si algunos se preguntan dónde quedan los Marlowe y Sam Spade de turno (inolvidables en el rostro de Humphrey Bogart) es obvio que han desaparecido del mapa.

    El británico Nick Hornby es uno de los escritores que mejor ha retratado a los treintañeros del XXI (ahora ya más bien cuarentañeros). Es lo que hace en Un gran chico, con un tipo de 36 años que se inventa tener un hijo para ligar con madres solteras (¡¡¡). Y claro, al principio cuela, pero luego empieza a quedar bastante como un patán (con su ternura, eso sí).

    Un personaje real que despierta esos sentimientos extremos de odio y amor esLimónov, a quien tan bien retrató Emmanuel Carrère en la novela –reportaje homónimo. Apasionado, entregado, politizado, optimista, un hombre que se va a levantar una y otra vez. Ok, esto está muy bien. El problema es cuando esa pasión le lleva también a disparar desde una colina de Sarajevo o ponerse a dar patadas hasta dejar a cualquiera al borde del otro barrio. Tanta testosterona igual no hace falta.

    Carlos Zanón suele saber mezclar bien el exceso de testosterona con la falta de dopamina. Sus personajes suelen andar ahí, entre la tristeza de los sueños no conseguidos y malogrados y la rabia por que las cosas salgan regular. Son esos antihéroes que a veces se ponen un poco gallitos. Como le sucede a Francis, el protagonista de Yo fui Johnny Thunders.

    Luego tenemos a los padres de este siglo, a los que también les cuesta (como a las madres, que nadie nace con libro de instrucciones). Varios libros se han publicado últimamente sobre este tema, como el del alemán David Wagner,Cosas de niños, el del argentino Pedro Mairal, La uruguaya y Ordesa, del español Manuel Vilas. Son hombres que se encuentran en crisis (conyugal muchas veces, otras tantas, profesional) y para los que es difícil lidiar con el asunto de las criaturas. Antes, cuando no existían las separaciones, les parecía todo más fácil. No lo es.

    Finalmente, una historia sobre la amistad masculina. La que cuenta Nickolas Butler en El corazón de los hombres sobre la relación entre Nelson y Jonathan. Pocas veces hemos podido leer las confidencias, el amor que también nutre estas relaciones, de una forma tan intimista. Aunque para retrato íntimo y abierto en canal el que ofrece James Rhodes en Instrumental sobre los abusos que sufrió de niño y lo que influyeron en su madurez como persona. Uno es imposible que vuelva a ser el mismo, pero el amor (y la música en este caso) siempre pueden salvarte. Y eso, contra el mito del abusado que se convierte en abusador, revela a un hombre compasivo. Que, por supuesto, también existen. Es la sentimentalidad masculina del siglo XXI.
    41-7uEWXhuL._SX324_BO1,204,203,200_.jpg
    4758e1a2fc2b2932b7f1ea0ec90ad61e.jpeg


    d27ac3f8b841ccc48835121fa5dcfbbb.jpeg
    41pM-MJqAJL._SX324_BO1,204,203,200_.jpg

    9788490568095.jpg


    51vH9iPuwiL._SX324_BO1,204,203,200_.jpg
    51CGInjubTL._SX324_BO1,204,203,200_.jpg

    a841a85f29d84dfcd040ca16bcfed5ad.jpeg
    3a36fa7dad110cb12a582d092e0347ec.jpeg

    54256ed553194b9ddc4306c09fcac2b3.jpeg


    https://librotea.elpais.com/usuarios/librotea/estanteria/nuevos-modelos-de-masculinidad-en-10-libros
 
Contra el por**. ¿Estamos dañando nuestra sexualidad para siempre?
Analía Iglesias y Martha Zein publican un polémico ensayo sobre la omnipresencia de la por**grafía, la estafa de sus versiones alternativas y cómo puede estar afectando a los 'millennials

imagen-sin-titulo.jpg

Foto: iStock.

AUTOR
VÍCTOR LENORE
Contacta al autor
TAGS
22.03.2018 –
Cada día se publican decenas de textos sobre el por**, uno de los asuntos que más interés despiertan en redes. Lo inusual es encontrar un ensayo tan práctico y riguroso como 'Lo que el agujero esconde. El por** en tiempos obscenos' (La Catarata), firmado por la periodista Analía Iglesias y la investigadora de estrategias narrativas Martha Zein. Se trata de un libro accesible, crudo y salpicado de referencias de primer nivel, desde Byung-Chul Han a John Berger, pasando por Paul B. Preciado. Abordan, entre otros asuntos, la batalla que ha abierto el por** dentro del feminismo, dividiendo a las militantes entre partidarias de abolirlo y de reformarlo.

lo-que-el-agujero-esconde-catarata.jpg

'Lo que el agujero esconde' (Catarata).


“Históricamente han sido las feministas las que más han puesto en su sitio al por** y han denunciado las heridas que genera su existencia en el cuerpo social y en el individual. Pero nosotras nos desvinculamos de esas dos corrientes del feminismo porque no abordamos el por** desde la explotación del cuerpo femenino en la prostit*ción. Consideramos que el por** lleva las identidades creadas por el neoliberalismo a nuestras relaciones sexoafectivas; es su gran colaborador. Por tanto, va más allá de los cuerpos femeninos más vulnerabilizados, nos afecta a todos los habitantes de este planeta en todos nuestros vínculos”, apunta Zein. Por su parte, Iglesias aclara que “ser prosexo no significa ser proporno”. Hablamos de un negocio que mueve 60.000 millones de euros anuales.


Los límites de la libertad

Una de las aportaciones más valiosas del libro es señalar la diferencia entre las fantasías sexuales femeninas y lo que realmente están dispuestas a hacer las mujeres en la vida real. Que una chica se excite imaginándose víctima de una violación múltiple no significa que tenga ganas de que ocurra. ¿Por qué ha pasado tan desapercibida la distancia entre ambas cosas? “Las mujeres habíamos aprendido a ocultar —a veces, ni siquiera a reconocer— nuestras fantasías, para sobrevivir en el rol asignado de seres frígidamente románticos, que no importunan con su propio deseo. Hasta que nuestro deseo se ha vuelto también una mercancía, entonces ya estamos autorizadas”, explica Iglesias.

Que una chica se excite imaginándose víctima de una violación múltiple no significa que tenga ganas de que ocurra

Pensamos el s*x* como un espacio de libertad personal absoluta, pero en realidad no lo es tanto: “Una de las victorias de la cultura neoliberal es que coloniza nuestra capacidad para imaginar el mundo y con ello merma nuestro poder para cambiarlo. En su lugar, fabrica fantasías que consolidan los valores de nuestra cultura… y las universaliza con estrategias de mercado. Si nos educan en el poder y consideramos a quien lo ostenta como una persona de éxito, no extraña que quien 'compre' las fantasías sexuales sea el hombre, porque en el relato por**gráfico quien lleva las riendas es el dueño del falo. Toda peli por** termina con ese ‘final feliz”, añade Zein

¿Funciona el por** alternativo?
Las autoras reivindican los límites y los cuidados como una manera de multiplicar el placer y minimizar la frustración. También se declaran escépticas respecto a las posibilidades de una por**grafía alternativa. “Nos desmarcamos del por**, de todo tipo de variantes, incluidas las más innovadoras y rebeldes. Concebimos el por** como una epidemia que no necesita que le demos de comer porque ya bastante condiciona nuestro comportamiento sexoafectivo. La lógica de mercado facilita su carácter patógeno: los consumidores necesitan nuevos productos, más intensos e innovadores. En los setenta, la felación era una fantasía de vanguardia, hoy lo es el 'gangbang'. En la sociedad violenta en la que vivimos, el s*x* extremo se convierte en la oferta lúdica capaz de convertir la vida y el placer en dominación y daño”, resume Zein.

No se preocupen, no pretenden amargar ninguna fiesta, sino hacerla más divertida. Su teoría es que la iluminación total de nuestros rincones oscuros que ha traído el por** quita intensidad a nuestras relaciones. “El deseo requiere cierta distancia y misterio. Ocultar las sombras que habitan en nosotras es un camino corto a la frustración. Reivindicamos esas fantasías oscuritas de las que también echamos mano las mujeres —como lo prueban estudios sobre irrigación de los genitales frente a imágenes crudas—, aunque no necesitemos hacerlas explícitas ni en relatos ni en fotogramas. Defendemos ese espacio íntimo individual, aun en la sexualidad compartida, de ‘carne’ en absoluta libertad sin explicaciones”, apunta Iglesias. “Si reconociéramos nuestra fragilidad como un denominador común con todo lo vivo, nuestra identidad cambiaría y, por tanto, todos nuestros vínculos”, completa Zein.

El s*x* de los 'millennials'
Otro de los méritos de este ensayo breve —132 páginas— es que no solo se centra en la población madurita, sino también en los llamados ‘pornonativos’, los chavales que crecieron con los grandes portales de por** siempre accesibles en casa. “Los que hemos conocido el por** en los canales codificados o las cintas en VHS sabemos que el por** sí ocupaba lugar. No era accesible desde la infancia y mucho menos a diario. Nuestra sexualidad se construía antes de verla representada artificialmente en planos ginecológicos. Por eso definimos como pornonativos a quienes llegaron mucho antes al por** que a la propia sexualidad. Creo que todavía es un fenómeno demasiado reciente como para saber si tendrán más o menos herramientas críticas. En principio, hay bastante comportamiento de imitación (según relatan, por ejemplo, las mujeres que trabajan en la prostit*ción) y su contracara, una inhibición patológica creciente, entre los veinteañeros y treintañeros. Por otro lado, hay mucho humor sobre el por** entre 'millennials', lo cual es un buen arranque de reflexión. No sabemos cómo debutarán en las relaciones los pornonativos de la última hornada: los hijos de los 'millennials'…”, apunta Iglesias.

Es cómodo no tener que hablar con tus hijos de s*x*: deja, ya te los educa PornHub gratis y disponible las 24 horas

En todo caso, continúa Iglesias, estamos ante un cambio de paradigma: “Bromeamos con la gente, le decimos: ‘Si quieres saber algo de la industria del por**, pregúntale a tu hijo o hija adolescente’ [la edad de inicio en el visionado ronda los 11 años]. Hasta parece que resulta cómodo no tener que hablar con tus hijos de s*x*: deja, ya te los educa PornHub, en versión original, con subtítulos, gratis, disponible las 24 horas. Esto, para decir que lo primero es tomar consciencia del fenómeno, que no alcanza con producir por** de modales amables. ¿De verdad creemos que la demanda va a decantarse por el por** de buenas prácticas?", pregunta Iglesias. Más allá del grado de acuerdo que tengamos con el texto, hay que celebrar que alguien hable contra el por** para defender una mayor intensidad sexual. “Es necesario dotar al placer de su condición de virtud”, concluyen.

https://www.elconfidencial.com/cult...lo-que-el-agujero-esconde-entrevista_1538909/
 
Back