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La Escuela de Fráncfort y el ‘cóctel Molotov’
Marcuse, Benjamin, Adorno y sus seguidores profetizaron algunos de los males del presente: el imperio tecnocrático, el consumismo o la colonización de las mentes. Una gran biografía coral analiza las paradojas de una filosofía que supo retratar el mundo pero no hizo nada por cambiarlo

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Herbert Marcuse, en un acto en la Universidad Libre de Berlín en 1967. GETTY
CÉSAR RENDUELES
24 FEB 2018 -



El 15 de mayo de 1942 Bertolt Brecht anotó en su diario: “Con [Hanns] Eisler en casa de Horkheimer a comer. Al salir, Eisler sugiere para la novela de Tui: la historia del Instituto de Investigaciones Sociales de Fráncfort. Un anciano muy rico muere; preocupado por el sufrimiento del mundo, deja en su testamento una cantidad sustancial de dinero para establecer un instituto que investigará la causa de la miseria… que, naturalmente, es él mismo”. Brecht tenía un radar muy fino para las contradicciones y, desde sus mismos inicios, la historia de la Escuela de Fráncfort estuvo plagada de ellas. En efecto, en 1922 Félix Weil le pidió dinero a su padre —el exportador de cereales más importante del mundo— para organizar en Ilmenau unas jornadas de estudios marxistas a las que asistieron Georg Lukács, Karl Korsch o el legendario espía soviético Richard Sorge. Dos años después, Weil fundó en Fráncfort el Instituto para la Investigación Social, al que Max Horkheimer dio un rumbo innovador y original cuando, en 1930, se convirtió en su director con la estrecha colaboración de Theodor Adorno, que, a su vez, colocó a Walter Benjamin en la órbita de la institución.

En 1962, 20 años después de que Brecht y Eisler se echaran unas risas a costa del Instituto de Weil, Lukács escribió un virulento texto contra Adorno y otros intelectuales progresistas. Lukács entendía el compromiso con la causa del proletariado como un salto de fe —una conversión, en un sentido muy literal— que conllevaba tensiones y sacrificios personales. Los marxistas occidentales, en cambio, llegaban a asomarse al pozo sin fondo de los problemas e injusticias del capitalismo… y allí se quedaban. El Gran Hotel Abismo, decía Lukács, ha sido erigido precisamente al borde de esa sima para dar acomodo a las mentes inquietas: “Se vive aquí en la más exuberante libertad espiritual: todo está permitido; nada escapa a la crítica. Para cada tipo de crítica radical —dentro de los límites invisibles— hay habitaciones especialmente diseñadas. (…) Toda forma de embriaguez intelectual, pero también toda forma de ascetismo, de autoflagelación, está igualmente permitida”.

¡Bum! La crítica de Lukács daba exactamente en el punto flaco de la teoría crítica y, en realidad, de la práctica totalidad del marxismo occidental. Seguramente porque sabía bien de lo que hablaba. También él era un alma bella, hijo de uno de los empresarios judíos más ricos de Hungría, pero lo abandonó todo para participar en la revolución socialista de 1918 y, posteriormente, convertirse en cómplice y víctima del estalinismo. A los francfortianos, en cambio, siempre se les indigestó el compromiso, incluso en las pocas ocasiones en las que lo buscaron con entusiasmo. Walter Benjamin escribió un artículo sobre Goethe para la Gran enciclopedia soviética que fue rechazado por demasiado dogmático: “La expresión ‘lucha de clases’ aparece 10 veces en cada párrafo”, le reprocharon los editores. Adorno, más lúcido para las cuestiones prácticas, lo resumió así en 1969: “Yo establecí un modelo teórico de pensamiento. ¿Cómo podría haber sospechado que la gente querría ponerlo en práctica con cócteles molotov?”.

DE WALTER BENJAMIN A JÜRGEN HABERMAS
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Gran Hotel Abismo. Una biografía coral de la Escuela de Frankfurt.Stuart Jeffries. Traducción de José Adrián Vitier. Turner, 2018, 496 páginas, 29,90 euros.

Fragmentos de contenido misceláneo. Escritos autobiográficos. (Obra completa vol. VI). Walter Benjamin. Abada, 2017, 832 páginas, 40 euros.

La obra de arte en la era de su reproducibilidad técnica. Walter Benjamin. Traducción de José Aníbal Campos. La Moderna, 2017. 100 páginas. 12 euros

Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza. Vicente Valero. Periférica, 2017, 224 páginas, 18 euros.

Un final para Walter Benjamin. Álex Chico. 256 páginas. 16 euros. Candaya, 2017.

Correspondencia, 1939-1969.Theodor W. Adorno y G. Scholem. Eterna Cadencia, 2017, 543 páginas, 24,30 euros.

En la espiral de la tecnocracia.Jürgen Habermas.Traducción de David Hereza y Fernando García. Trotta, 2016, 176 páginas, 20 euros.


En Gran Hotel Abismo, Stuart Jeffries propone una trepidante biografía coral de los miembros de la Escuela de Fráncfort —Benjamin, Adorno y Horkheimer, pero también Herbert Marcuse, Erich Fromm, Leo Löwenthal, Friedrich Pollock o Franz Neumann—, autores cuyo legado sobrevive a través de un continuo ciclo de olvido y reivindicación (en la década de los sesenta Benjamin era un autor muy poco leído y el propio Michel Foucault reconoció que había conocido tardíamente la teoría crítica). El ensayo de Jeffries es un excelente retrato intelectual del periodo de entreguerras, no siempre sutil pero sí enérgico y nada pomposo. Muchos de los artistas y pensadores centroeuropeos más importantes de la época pertenecían, como los miembros de la Escuela de Fráncfort, a familias judías adineradas cuya vida burguesa detestaban y con las que intentaron romper a través de una recepción febril del modernismo. En esta dinámica edípica, el compromiso político fue casi siempre posterior a la rebelión artística. Lukács se intoxicó de Dostoievski y Endre Ady mucho antes de sucumbir a los encantos de Lenin, Adorno llegó a la crítica de la alienación desde el dodecafonismo y Horkheimer hizo sus primeras armas literarias escribiendo novelitas románticas.

También desde un punto de vista doctrinal, los orígenes de la Escuela de Fráncfort son el producto de un momento histórico muy concreto en el que las tesis del marxismo mecanicista hacían aguas. Por un lado, los proyectos revolucionarios posteriores a la Primera Guerra Mundial fracasaron salvo allí donde nadie los esperaba: en un país del este atrasado material y culturalmente. Por otro, el consumismo empezaba a colonizar la vida de las clases trabajadoras desmovilizándolas. Es muy característico de esos años un retorno crítico a las tradiciones filosóficas idealistas por parte de autores que prestan una creciente atención a la subjetividad como motor o freno del cambio social: la alienación, la subordinación o la conciencia de clase son los objetos de análisis favoritos antes que las condiciones materiales objetivas.

Los miembros de la Escuela de Fráncfort achacaron al positivismo hegemónico el haber perdido de vista el primado de la totalidad, la perspectiva de lo existente en su conjunto, sucumbiendo a una fragmentación conceptual que reproducía las inercias acríticas de un sistema social crecientemente burocratizado. Desde su perspectiva, el capitalismo se había convertido en algo más que un modo de producción: una cultura enquistada en los corazones, las mentes y los cuerpos. No hay ya un afuera de la realidad mercantilizada, el fetichismo lo penetra todo. Por eso proponen un desplazamiento del foco teórico desde la fábrica y la cadena de montaje hasta las formas de vida y la industria cultural. La estetización filosófica que a menudo se ha reprochado a Adorno o Benjamin sería, en realidad, una respuesta conceptual a la propia estetización de un capitalismo que estaba fagocitando los afectos y las pasiones.

Se trata de un giro teórico que anticipa en 50 años las tesis de autores como Gilles Deleuze, Guy Debord, Jean Baudrillard o Slavoj Zizek. Y también una fuente sistemática de paradojas, igualmente pertinaces. En primer lugar, metodológicas. Los francfortianos querían atender a la totalidad sin sucumbir a la tentación reconciliatoria, se negaban a que su filosofía sirviera para legitimar la facticidad presente. Seguramente es una aspiración imposible y por eso se vieron obligados a recurrir a estrategias discursivas muy esotéricas: la “iluminación profana” de Benjamin, la “dialéctica negativa” de Adorno o el propio concepto de “teoría crítica” de Horkheimer son oscuros e intrínsecamente paradójicos. En segundo lugar, el giro crítico convertía a los teóricos en actores protagonistas de la transformación social radical. En la medida en que la clave de bóveda del capitalismo se había desplazado a la esfera de la superestructura, los agentes del cambio político serían aquellos que estaban en condiciones de denunciar el fetichismo y los mecanismos de control ideológico, o sea, los intelectuales. En palabras de Jeffries: “Es como si el proletariado hubiera sido hallado deficiente como agente revolucionario y hubiese sido reemplazado por teóricos críticos”. Como señaló hace años Jacobo Muñoz, también en este aspecto la Escuela de Fráncfort anticipó el logocentrismo teoreticista característico de buena parte de la izquierda intelectual desde los años sesenta hasta hoy. Así que, de alguna manera, hoy la teoría crítica es un letrero luminoso que anuncia un camino que aunque sabemos cegado nos vemos obligados a intentar recorrer

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“La política me repele, está enviciada, alejada de las necesidades de la gente”
Gay Talese repasa su libro ‘El puente’, que se publica en España 50 años después de su edición en inglés
“Soy un escritor lento, no tomo atajos, doy lo mejor de mí mismo”, afirma


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El escritor y periodista Gay Talese, esta semana frente al Hotel Plaza de Manhattan (Nueva York). MAITE H. MATEO



JAN MARTÍNEZ AHRENS
Nueva York 25 FEB 2018


Gay Talese es delgado y algo traslúcido. Traje de tres piezas, zapatos de 3.000 dólares (2.400 euros) y, en la mano, un sombrero color crema del que en cualquier momento pueden salir Frank Sinatra y su voz de platino. “Si uno se viste para un funeral, por qué no vestirse para la vida”, sentencia. La leyenda viva del nuevo periodismo aguarda en el bar The Champagne del decimonónico Hotel Plaza, en Manhattan. Hoy está de buen humor. Ha venido a hablar de El puente, el libro que Alfaguara publica ahora por primera vez en español. La obra describe las historias humanas que rodearon el levantamiento del puente que une Brooklyn con Staten Island. Considerada una de las cumbres del periodismo del siglo XX, han transcurrido más de 50 años desde que Talese la escribió. Tiempo suficiente para emitir juicio.


CON CORBATA Y SIN TUTEO


Gay Talese tiene sus propias reglas. Le irrita el tuteo y espera que a la entrevista acudan con corbata. “Me gusta la formalidad; le dignifica a uno y a la profesión. Ante la gente hay que ser respetuoso y no asumir una familiaridad que no se tiene”, explica con ojos vivaces.


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Pregunta. ¿Qué ha sentido al releerla?


Respuesta. Pues me he vuelto a ver a mí mismo, he vuelto a visitar mi juventud.

P. ¿Y le ha gustado?

R. Sí, claro. Mire, mi vida son los otros. Yo me he conocido conociendo a otros; me he descubierto descubriendo a los demás. Y en este libro los he vuelto a reencontrar.

P. ¿Y pasado todo este tiempo, no cambiaría nada?

R. No. Soy un escritor lento, primero recojo mucha información, luego escribo y reescribo hasta que no puedo más. Pero no tomo atajos, doy lo mejor de mí mismo. No me arrepiento de lo que hice.

P. ¿Y cómo dosifica tanta información?

R. Busco una escena y luego desarrollo la película. Todo lo que escribo tiene una imagen. Pero lo más difícil no es eso, lo más difícil es hacer fácil la lectura.

P. Pues un puente no parece un tema fácil.

R. Me gusta escribir sobre gente real, haciendo cosas reales. Eso es El puente.


EL MOTEL DEL VOYEUR Y LA MAFIA

Aquello estaba destinado a ser el gran reportaje final de Gay Talese. Era la increíble historia de Gerald Foos, el dueño de un hotel que había espiado durante décadas a sus huéspedes y al que Talese llegó a visitar a principios de los ochenta. Cuando en 2016 salió a la luz El motel del voyeur, la espectacular historia fue puesta en duda por medios como The Washington Post. La crítica se basaba en que Foos había mentido sobre la posesión del establecimiento y la comisión de un crimen (no denunciado) en sus habitaciones. Talese, en un primer momento, abominó de su propia obra. Pero meses después, rectificó.

“Cuando se me fue la decepción, me di cuenta de que las mentiras de Foos no afectaban a mi libro, de que lo publicado se mantenía. Y por eso lo defiendo”, explica el autor. “Me ha pasado mucho, eso de estar abajo y arriba. Me ocurrió cuando en Honrarás a tu padre escribí sobre la Mafia, entonces me criticaron por ser demasiado amable. Y no lo era, pero no me gusta matar a la gente, me preocupo sobre quienes escribo, no voy con un hacha en la mano”.

P. Y su técnica, ¿ha cambiado desde entonces?

R. Tengo 86 años y soy la misma persona que cuando tenía 26. Tomo notas en trozos de cartón y nunca delante de la gente. No quiero intimidarla. Converso con ellos y luego, cuando me quedo solo, me apunto aquello que me ha interesado. Si quiero saber más, vuelvo al día siguiente. Trabajo igual que hace 60 años.

P. ¿Sin teléfono móvil?

R. No me hace falta. Si quiero hablar con alguien, prefiero hacerlo personalmente. Cuando empezaba en The New York Times, un viejo redactor jefe nos dio un consejo; para un reportaje, quédense lejos del teléfono, vayan a los sitios y conozcan a la gente. En aquellos años, el teléfono también era tecnología…

P. Deduzco que tampoco usará las redes sociales.

R. Directamente no las entiendo.

Talese está sentado en un silloncito de terciopelo dorado. Se ha puesto cerca del periodista para no forzar la voz. En los altavoces de The Champagne se van alternando Billie Holiday y Duke Ellington. Los camareros, preocupados por la intimidad de su clientela, no permiten hacer fotos. Ni siquiera a mister Talese y su sombrero crema. A él no parece importarle. Ha pedido un café con leche que acompaña con dos galletas de chocolate y una conversación amable en la que no deja de asaetear a preguntas al entrevistador. Sobre su familia, su trabajo, sus lecturas, su vivienda... Lo hace cuando ya hay cierta confianza y entregando siempre a cambio pequeñas virutas de su vida, anécdotas de sus hijas y su esposa, de sus años de oficio. Hablar es para Talese, como él reconoce, una terapia. Una forma de vida. Y le gusta hacerlo con la “gente normal”. No se olvida, dice, de sus orígenes inmigrantes: su padre, un sastre italiano; su madre, una modista. Solo al recordar las dificultades de los trabajadores se le quiebra, a él, el hombre de los zapatos de 3.000 dólares, la voz. “Hay demasiados ricos en este país”, dice. La pregunta se vuelve inevitable.

P. ¿Por quién voto?

R. No voté por Donald Trump ni Hillary Clinton. Prefiero a Bernie Sanders. Pero la política me repele, está enviciada, alejada de las necesidades de la gente común.

P. ¿Y qué opina de la cobertura de Trump?

R. Terrible. No hacen más que escribir la misma historia. Todos los días, Trump, Trump, Trump. Trama rusa, trama rusa. Pero no leo nada sobre América y su gente. Todo gira en torno a Washington. Les resulta demasiado fácil. Lo odian pero están seducidos por Trump. Deberían sacar a esos periodistas de la Casa Blanca y diseminarlos por el país.

P. ¿Y Trump qué le parece?

R. Le han satanizado; es el diablo, fornica, miente, engaña. Y es fascinante ver cómo él persevera. Uno se pregunta cuánto puede durar y seguir creyendo en sí mismo. Porque el día en que deje de hacerlo, no tendrá más salida que dimitir. Pero hay que tener cuidado con criticarle constantemente. Puede parecer que el único malo del mundo sea Trump. Pero nadie es inmaculado.

Talese se ha atragantado. Tose sin perder la compostura y sigue por otros derroteros. Fiel a su mundo, admite que no le interesan las ediciones digitales. “Es todo demasiado fácil, no se busca la lectura”. Su momento sagrado, explica, llega a las siete de la mañana, cuando se levanta a por los periódicos de papel y se sienta a leerlos sin hablar con nadie. Los devora como cuando era un adolescente. Desde la primera página a la última. Economía, Deportes, Política, Cultura… Todo, todo.

P. Si volviera a nacer, ¿sería periodista?

R. No sé qué otra cosa podría hacer.

“HAY QUE DENUNCIAR EL ACOSO, PERO SIN DEJAR DE TENER CUIDADO”


Gay Talese (Nueva Jersey, 1932) vive días agitados. Defendió al actor Kevin Spacey cuando surgieron las primeras acusaciones de acoso sexual, proclamó en un foro que solo una mujer —Mary McCarthy, autora de El grupo— había influido en su prosa, y con el #MeToo no ha dejado de alertar de los riesgos de una caza de brujas. Talese es consciente del incendio que ha prendido y trata de defenderse. “Me equivoqué con las palabras. Con Spacey no tenía ni idea de que eran tantos los casos de acoso ni entendí lo que realmente querían preguntarme; solo quise señalar que todos tenemos algo de qué avergonzarnos, incluso el Dalai Lama. Y con las mujeres, pues mire, yo de joven quería ser periodista de Deportes y no había mujeres dedicadas a ello, si llego a saber que en realidad me estaban preguntando si las odio, habría contestado que por supuesto que no. Pero el error voló por Internet y no hubo forma de pararlo”.

—¿Apoya el #MeToo?

—Tengo esposa y dos hijas. Mi propia mujer sufrió un caso cuando era joven. No hay que tolerar a los depredadores, desde luego que no. Harvey Weinstein, Charlie Rose y Spacey lo son. Pero tampoco hay que dejar de tener cuidado; muchas denuncias se están solventando en televisión y en Internet; y se ha despedido a gente que no había hecho nada, a gente inocente sin darle posibilidad de defensa. Ahora, en una oficina, es fácil caer en problemas.

Pero habrá que denunciar el acoso ahí donde se ve, ¿no?

—Por supuesto.



https://elpais.com/cultura/2018/02/23/actualidad/1519413828_996891.html


 
El libro que te hará reconciliarte con tu familia y tu pueblo (aunque seas comunista)
Un sociólogo trotskista se disculpa por el menosprecio a los votantes obreros del Frente Nacional

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Detalle de portada de 'Regreso a Reims'

AUTOR
VÍCTOR LENORE
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TIEMPO DE LECTURA7 min
25.02.2018 –


Pocos libros resultan tan cruciales para el actual debate sobre izquierda, clase social y burbujas culturales. Estos días se publica en España el catálogo de la editorial argentina Libros del Zorzal, una de cuyas joyas es 'Regreso a Reims', la autobiografía política que causó gran polémica en Francia. Se trata de un texto descarnado, que disparó el prestigio de Didier Eribon (1953), sociólogo de renombre y discípulo del influyente Pierre Bourdieu. ¿Sinopsis? Un adolescente de clase obrera se engancha a la Filosofía y consigue romper las barreras impuestas por el sistema educativo francés (una estructura rígida e hiperclasista). Al cumplir veinte años, se muda a París y decide cortar casi todos los vínculos con su entorno familiar. Influye un hecho particular, la condición gay de Eribon, que necesita tomar distancia del ambiente homófobo de cualquier población pequeña de Francia en los años sesenta.

Militante del trotskismo y de Mayo del 68, el sociólogo asiste con horror a la mutación social que lleva a su familia desde el voto comunista hasta apoyar al ultraderechista y xenófobo Frente Nacional. Como suele ocurrir, el fallecimiento de su padre, con quien nunca llegó a tener una verdadera relación, le hace lamentar la frialdad que dispensó a los suyos. Eribon usa el ensayo para disculparse, tanto en el plano político como en el humano.

Exaltar a los obreros para alejarse de ellos
Antes de la página cien, llega la primera confesión brutal: “Exaltaba la clase obrera para poder alejarme aún más de los obreros reales. Leyendo a Marx y Trotsky, creía estar a la vanguardia del pueblo. Pero en realidad estaba entrando en el mundo de los privilegiados, en su temporalidad, en su modo de subjetivación: el de los que los que disponen de tiempo para leer a Marx y Trotsky. Me apasionaba el Sartre, que escribía sobre la clase obrera, pero yo detestaba la clase obrera en la que estaba inserto, el ambiente obrero que delimitaba mi horizonte”.



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'Regreso a Reims'. (Libros del Zorzal)



Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, decían los déspotas ilustrados. Algo parecido les pasó a muchos hijos de obreros que tuvieron la oportunidad de acudir a la universidad. “Interesarme por Marx, por Sartre, era la manera que tenía de salir de ese mundo, del mundo de mis padres, imaginando, por supuesto, que era más lúcido que ellos sobre sus propias vidas”, reconoce.

Explotación desnuda
Al llegar a la madurez, Eribon se reprocha no haber sido consciente del enorme esfuerzo que hicieron sus padres para que pudiera estudiar. “En aquella época, ese rigor implacable que domina el mundo del trabajo en las fábricas casi no me preocupaba, si no era de manera abstracta: estaba demasiado fascinado por el descubrimiento de la cultura, la literatura, la filosofía, como para inquietarme por las condiciones de mi acceso a ella”. El autor no exagera: su madre trabajó en una cadena de montaje tapando frascos de vidrio. Su jornada de ocho horas se desarrollaba de pie y solo le permitían diez minutos de descanso por la mañana y otros diez por la tarde. El propio Eribon, a pesar de su juventud, acabó extenuado el verano que trabajó en condiciones similares.

Su madre soportaba doble jornada laboral, mientras el padre se iba los viernes de bares, volviendo a casa uno o dos días después

Ahora lamenta su actitud. “La palabra ‘desigualdad’ me parece un eufemismo, que le quita el carácter de realidad de lo que realmente es: la violencia desnuda de la explotación. El cuerpo de una obrera, cuando envejece, muestra, ante todas las miradas, la verdad de la existencia de las clases”, señala. Por si fuera poco, su madre soportaba doble jornada laboral, mientras el padre se iba los viernes de bares, volviendo a casa uno o dos días después. “Ella nunca estuvo enamorada”, recuerda. “Al poco tiempo de casados, ya no le unía a su marido más que un sentimiento de constante hostilidad”. El texto también funciona como recordatorio del machismo de los ambientes obreros franceses de la época, incluyendo los más rojos.

Abandono popular
Cuando Eribon se incorpora a la vida universitaria, comienza a sentir vergüenza por sus orígenes familiares, que oculta en lo posible a sus compañeros burgueses. La brecha con los suyos crece cuando descubre que han cambiado el voto comunista por el del Frente Nacional. Comienza a sentir rechazo a los barrios populares de Reims, que han cambiado el eje ‘obreros contra patrones’ por el de ‘franceses contra extranjeros’.



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Didier Eribond. (Fayard)


Con el paso del tiempo, sin cambiar de posición política, reconoce que en los juicios sumarios que dedicaba a su familia y su barrio había un elemento clasista. También admite que su padre, casi analfabeto, acertó en muchos análisis. “Se dice que cuando Marcel Jouhandeau -un escritor católico- vio pasar una comitiva de estudiantes durante Mayo del 68 les gritó ‘¡Váyanse a sus casas! ¡En veinte años todos serán notarios!’ Más o menos, eso es lo que mi padre pensaba o sentía, aunque por razones diametralmente opuestas. Y fue justo lo que sucedió. Quizá no notarios, pero sí notables, instalados política, intelectual y personalmente, al término de trayectorias en general pasmosas, en la comodidad del orden social y la defensa del mundo real tal cual es”, afirma.

Los izquierdistas esnobs, etiqueta en la que Eribon se incluye, tuvieron parte de culpa en el ascenso del partido de Le Pen. “Por más paradójico que pueda parecer, estoy convencido de que el voto por el Frente Nacional se puede interpretar, al menos en parte, como el último recurso con el que contaban los medios populares para defender su identidad colectiva y, en todo caso, una identidad que sentían igual de pisoteada que siempre, pero ahora también por quienes los habían defendido y representado en el pasado”, afirma.

¿Qué podemos aprender?
El conflicto está bien explicado por el ensayista alemán Raúl Zelik. “El libro de Eribon tuvo un eco tan grande porque su historia personal podría haber sido descrita de manera similar en muchos otros países. En la Austria de hoy, el partido ultraderechista FPÖ es, con diferencia, el partido más votado por la clase trabajadora. La racista Alternativa por Alemania llegó al 30% en algunos de los barrios más humildes de Magdeburg, Halle o Berlín. Y en Estados Unidos fue el cinturón del acero, duramente golpeado por la reconversión industrial, el que decidió las elecciones presidenciales de 2016 en favor de Donald Trump. Aunque el multimillonario racista, sexista y especulador -a diferencia de lo que informaron muchos medios- siguió obteniendo los mejores resultados entre personas con ingresos medios-altos, el avance electoral de la derecha republicana fue más fuerte entre la clase obrera”, señala.

Algunos defienden que la constitución de Podemos fue una estrategia de ascenso social de jóvenes de clase media sin perspectivas

El problema es conocido. “Tanto la izquierda parlamentaria como la movimentista prevalecen las clases medias académicas que se identifican más con la vida hipster que con la periferia urbana o rural”, señala Zelik. Se reseña recoge las críticas más crudas a los partidos del cambio: “Algunos críticos han defendido incluso que la constitución de Podemos puede ser interpretada como una estrategia de ascenso social de jóvenes de clase media que, a pesar de su formación profesional, ya no podían acceder a puestos de dirección de manera regular”. Seguramente se le ha pasado por la cabeza a más de uno.

Arrogancia roja
Eribon concluye que hemos asumido con demasiada naturalidad la relación entre los barrios pobres y el apoyo a la izquierda. En su época de máximo esplendor, el Partido Comunista Francés solo recogía un treinta por ciento de los votos de barrios populares, más o menos la misma proporción de obreros que optaba por la derecha. Las relaciones políticas no son algo natural, sino construido. El autor se atormenta por la actitud que mostró hacia su entorno, sobre todo respecto a sus dos hermanos pequeños. “Hoy me encuentro enfrentado a estos interrogantes. ¿Y si me hubiera interesado por ellos? ¿Si los hubiera ayudado en su escolaridad? ¿Si hubiera intentado que les gustara la lectura?”, lamenta. “¿Debería haberme dado cuenta de que un milagro como ese podría volver a producirse y que sería menos improbable que lo hiciera si ya había sucedido para alguno de nosotros, y que este último -¡yo!- podría transmitir a los que seguían todo lo que había aprendido, así como también el deseo de seguir aprendiendo?” Medio siglo después de Mayo del 68, gran parte de los militantes de la izquierda española siguen llamando “fachas”, “machirulos” y “cuñaos” a quien discrepa de alguna de sus posturas.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-02-25/regreso-a-reims-didier-eribon-resena_1526413/
 
Hitler nunca pudo ganar la guerra
James Holland, autor de ‘El auge de Alemania’, sostiene que las carencias del ejército alemán jamás le hubieran permitido vencer en la Segunda Guerra Mundial


JACINTO ANTÓN
Barcelona 1 MAR 2018 - 15:20 CET
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Tropas alemanas de la Wehrmacht pasando revista. FOTO: GETTY | VÍDEO: EPV

VIDEO:https://elpais.com/cultura/2018/02/28/actualidad/1519832097_149422.html


¿De verdad piensa que el Tigre era un mal tanque? Ante la primera pregunta, lanzada de sopetón con ánimo combativo y que conjura en este mediodía gris la mole del legendario y temido carro de combate alemán, James Holland sonríe y se arrellana en su asiento; está en su terreno, su campo de batalla: el nivel operacional.

Holland (Salisbury, Gran Bretaña, 1970) es un popularísimo especialista en la Segunda Guerra Mundial, autor de numerosos libros sobre la contienda —entre ellos el fascinante Heroes (Harper, 2006), una apasionante galería de combatientes en todos los frentes y armas—, y del que Ático de los Libros va a publicar ahora El auge de Alemania, el primer volumen de una trilogía que revisa, desde nuevas, "refrescantes" perspectivas, lo que sabemos o creemos saber de esa guerra. El estudioso afirma (y argumenta) que la Alemania de Hitler no podía de ninguna manera haber ganado la Segunda Guerra Mundial, que su ejército era un gigante con los pies de barro, y ni siquiera tan gigante, y que la Blitzkrieg fue un espejismo. Lo hace investigando pormenorizadamente, con el punto de vista de la historia económica y social y no solo la militar, los recursos y el armamento de ambos bandos, desde la producción de aviones hasta los detalles más ínfimos de las ametralladoras -como la aclamada MG 34 alemana, muy buena, sí, pero cuyo cañón había que ir cambiando porque se recalentaba-, incluyendo el análisis de los uniformes: los de los alemanes eran, desde luego, más chulos, pero se malgastó en ellos recursos que el país simplemente no tenía. El auge de Alemaniano olvida sin embargo la dimensión humana del conflicto y sus páginas están llenas de testimonios de primera mano tanto de combatientes como de civiles, desde un comandante de submarino o un Fallschirmjäger (paracaidista) alemanes a un empresario del acero estadounidense, pasando por un zapador australiano, un granjero británico o una actriz francesa .

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El historiador británico James Holland. MASSIMILIANO MINOCRI


Volvamos al Tigre. "Si lo pones en un campo de fútbol con un Sherman aliado al otro lado, el Tigre va a ganar, evidentemente. Pero hay un gran pero: era un tanque increíblemente complejo. Su sistema de transmisión, la suspensión y la tracción eran muy complicados. Y solo se fabricaron 1.347 unidades (a los que habría que sumar los 492 del modelo perfeccionado Tigre II o Königstiger, Rey Tigre). Del Sherman los aliados fabricaron 4.900 unidades y otros 17.000 chasis que sirvieron para diferentes propósitos militares. Además construyeron talleres móviles y todo lo necesario para repararlos sobre el terreno. El Shermann disponía asimismo de un sistema de reequilibrado que le permitía efectuar disparos certeros sobre cualquier terreno, una tecnología de la que los alemanes carecían. Tendemos a juzgar los tanques por el tamaño de su cañón y el grosor de su blindaje, pasando por alto aspectos más sutiles pero muy relevantes. Si la prioridad para los alemanes era el cañón grande y el blindaje grueso, británicos y estadounidenses prefirieron la fiabilidad y la facilidad de mantenimiento. Si tienes que cambiar la suspensión de un Sherman el acceso es fácil, mientras que si va mal en un Tigre tienes que apartar enteras las orugas y las ruedas. Era todo muy sofisticado. Pero ¿qué pasa además cuando en un carro así metes a un recluta novato de 18 años? Es como darle un Ferrari a alguien que se acaba de sacar el carnet de conducir: a la primera se te carga la caja de cambios. Y la de un Tigre era algo complicadísimo de arreglar".

Holland señala que durante la Operación Goodwood en Normandía en julio de 1944 los aliados perdieron 400 tanques a manos especialmente de los Tigre, sí, pero habían desembarcado ya 3.500 y a los tres días, 300 de los 400 averiados ya estaban reparados y otra vez en acción. "Eso muestra la diferencia entre aliados y alemanes en la forma de entender la guerra. El mantenimiento de los alemanes era muy pobre. Más del 50 % de sus pérdidas de tanques en la Segunda Guerra Mundial se debió a fallos mecánicos. Añade que un Shermann gastaba dos galones de gasolina por milla. Mientras que el Tigre consumía cuatro galones por milla. “¿Y cuál era el recurso del que menos disponían los alemanes?: gasolina. ¿Qué sentido tiene construir tanques de 56 toneladas entonces?".

El debate sobre el Tigre ejemplifica la forma de proceder de Holland. "Lo que trato de hacer es ver el nivel operacional, introducir ese punto de vista en la narrativa de la Segunda Guerra Mundial, en la que han predominado las perspectivas de la estrategia (los objetivos) y la táctica (el combate y la forma de llevarlo a cabo). De alguna manera lo operacional, las tuercas, los tornillos, la munición, el equipo, los recursos, es lo que relaciona ambas. Ha sido dejado de lado y no puedes leer una campaña como la de Normandía, por ejemplo, solo contando las decisiones de los generales o las experiencias de los soldados pero con poca o ninguna explicación de cómo se desarrollaban operacionalmente las batalla. Es como tratar de comparar el Tigre y el Sherman solo en el campo de fútbol. Siempre nos centramos en la batalla en lugar de en cómo funcionaban las armas”.

Y los uniformes. "Por eso también les presto mucha atención. Dan mucha información sobre la actitud de un país en guerra. La guerrera alemana llegaba hasta el muslo, mientras que la chaqueta de combate británica solo hasta la cintura. Los alemanes gastaban 30 centímetros más de lana que no servía para nada, excepto para aparentar. Es la diferencia entre un Estado militarista, Alemania, y un Estado en guerra, Gran Bretaña. Para los alemanes el parecer, el look, lo era todo. Las botas altas de cuero son un engorro en combate y se desgastan, pero son aparentes, sin duda. Los británicos tenían una visión práctica. Los alemanes preferían pavonearse, eso es muy nazi".

Holland afirma en El auge de Alemania que el ejército alemán no era la reoca (y no solo en el paso) que creíamos. Dice que estaba mal preparado para una guerra sin cuartel, poco equipado, escasísimamente mecanizado (dependía aún de los caballos y los pies de los soldados), poco entrenado, que era inferior incluso al británico. Por no hablar de la carencia de recursos naturales de Alemania. Pero empezaron ganando, y mucho. ¿Fue suerte? "No enteramente. Aunque fueron apuestas muy arriesgadas de Hitler. Pero esas victorias no fueron suficientes. Polonia era débil. La caída de Francia se debió en un 50 % a la brillantez militar alemana y en otro 50 % a la incompetencia francesa". Parece ese un punto de vista muy británico. "Los británicos admiramos mucho a los alemanes", ironiza Holland, "y también a los franceses, casi tanto".

En todo caso, "el Estado nazi, su constructo, era muy frágil, y su ejército, a pesar de las apariencias, también. Nada, excepto una victoria total, le servía a Alemania. Ir a la guerra en 1939 fue un riesgo excesivo. Cuando miramos los éxitos de la Blitzkrieg adoptamos un punto de vista muy terrestre. Pero desde el principio, la lucha en el mar y la lucha en el aire no les fueron favorables. La Armada alemana ya fue destrozada por la Royal Navy desde la campaña de Noruega y la Luftwaffe en la Batalla de Inglaterra. Tampoco los submarinos fueron todo lo exitosos que se hacía creer. Probablemente la Batalla del Atlántico es la más importante de la guerra".

EN LA BAÑERA DE GOEBBELS
Le digo a Holland que mientras leía El auge de Alemania le vi por televisión. Salía en un reportaje de Megaestructuras nazis,de National Geographic. "Estamos por la cuarta temporada, rodar esos documentales te permite acceder a sitios fabulosos". Como el tren privado de Goebbels. "Se conservan varios vagones, todavía con águilas y esvásticas, entre ellos el del baño. La bañera es lujosa pero muy pequeña e imaginar allí sentado desnudo al ministro de Propaganda fue realmente horrible". El estudioso en cambio tiene una debilidad (relativa) por Goering. “Era brillante y maquiavélico. No se le puede negar que sabía disfrutar de la vida, a diferencia de los otros jerarcas que compartían en general la aburrida austeridad de Hitler. Si eres un nazi, se diría, selo a lo grande”. En el curso de los documentales Holland ha podido también disparar un 88 alemán y ver sus devastadores efectos.

A diferencia de los historiadores militares de la generación anterior a la suya como Antony Beevor o Max Hastings, a los que conoce personalmente y admira (aunque reprocha no tener suficiente punto de vista operacional), Holland no ha sido soldado. "No, pero he estado con una unidad de infantería en Afganistán y he pasado mucho tiempo con gente que ha visto acción, es muy útil para un historiador. Y he disparado muchas armas, he estado en tanques y Spitfires. Aunque nunca me han disparado, sé lo que ocurre en un combate".

Holland, que además de ensayos escribe novelas (como el thriller bélico a lo Alistar MacLean Misión Odín, ambientado en la invasión de Noruega y publicado por Militaria-Planeta), es el hermano dos años menor del célebre autor Tom Holland (Rubicón, Fuego Persa, Dinastía). ¿Se han repartido la historia los dos hermanos? James Holland ríe: "No, ha ido así, él ama los clásicos y está a otro nivel, es un erudito y un intelectual”.

James Holland se posicionó contra la independencia de Escocia. “Siempre he considerado una locura que Escocia, que no es rica, quiera marcharse. Lo de Cataluña me parece diferente. Creo que los catalanes tienen más problemas reales a resolver con Madrid y heridas históricas más recientes. Dudo de todas formas que les fuera mejor fuera de España".

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El quinto jinete del apocalipsis: cien años de la gripe española
En 'El jinete pálido', la británica Laura Spinney nos descubre la historia de una pandemia tan salvaje que aun hoy nadie se pone de acuerdo en el balance de muertos, entre 50 y 100 millones


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Enfermos atendidos en mas en plena epidemia de la llamada gripe española



JORDI COROMINAS I JULIÁN
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02.03.2018 –

La secuencia es colosal. En febrero de 1918 Gustav Klimt falleció de hemiplejía. Poco después T.S. Eliot y su esposa Vivienne enfermaron de gripe, lo que quizá, dada la extraña condición del virus, agravó el delirio de esta última. En octubre del mismo año Egon Schiele, resucitado por el neopuritanismo imperante, exhaló su último suspiró con tan solo 28 años. Una semana más tarde Guillaume Apollinaire abandonaba el reino de los vivos con Blaise Cendrars, Pablo Picasso y Jean Cocteaucobijándolo en su lecho mortuorio.

En la calle la multitud gritaba "À bas Guillaume!" porque en el Imperio Alemán su emperador acababa de renunciar al trono y el aire deseaba que las campanas anunciaran el cese de hostilidades, el anuncio de esa pesadilla llamada Gran Guerra. Por ese mismo motivo Edmond Rostand abandonó su finca de Arnaga en el país vasco francés para celebrar en París la victoria aliada. Ignoraba que la fiesta se troncaría en muerte porque el quinto jinete del Apocalipsis, no mencionado por Blasco Ibáñez en su éxito novela de 1916, se cebaba con más facilidad en los centros urbanos, en pleno auge expansivo durante la primera mitad del siglo XX.

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'El jinete pálido' (Crítica)


La gripe española es la pandemia más decisiva y menos mencionada de nuestra Historia reciente. Cambió la faz del planeta y dejó un poso inconsolable siempre envuelto de misterio, quizá por su invisibilidad, la misma que propicia el título del ensayo de Laura Spinney. En 'El jinete pálido' (Crítica), la escritora británica Laura Spinney intenta abarcar el asunto desde una clara conciencia de imposibilidad, pues resulta quimérico dar carpetazo al problema y perfilar sin aristas su gravedad, tan salvaje que aun hoy en día nadie se pone de acuerdo en el balance definitivo de pérdidas, cifrada entre cincuenta y cien millones de muertos.


Si somos optimistas los óbitos triplican los de la Primera Guerra Mundial, donde la enfermedad pudo ser decisiva según algunos historiadores, pero ni en eso hay consenso, porque si bien el general Luddendorf, a posteriori aliado hitleriano de primera hora, la juzgaba clave para el desarrollo de los acontecimientos y en ese sentido Stefan Zweig nos desvela que al ingresar por obligación en un vagón austríaco vio rostros enjutos, precariedad material y un ambiente que respiraba traspaso, pero aquí ya podríamos entrar en otro tipo de elucubraciones porque en ese tren, además del mal, viajaba el declive de un orden centroeuropeo que obsesionó a todos aquellos que lo vivieron en su máximo esplendor, entre otros Joseph Roth, máximo cronista nostálgico del mismo.

Nosferatu
Si no nos movemos del Viejo Continente es probable que muchos recuerden una escena de 'Nosferatu', de Friedich Wilhelm Murnau. Desde una ventana vemos un eterno fluir cadavérico en forma de funeral masivo, un bucle visual aterrador. En la película la muerte llega por la mar, esa que Jorge Manrique decía que es el morir, y a quien escribe no le parece casual la proximidad de fechas entre el filme y la pandemia.

Reza el tópico que la gripe española dio sus primeros pasos estadísticos en Kansas, cuando el cocinero de un campamento ingresó en la enfermería el 4 de marzo. Tenía fiebre y fuertes dolores de cabeza. De ese punto los barcos que transportaban a los soldados estadounidenses al frente francés la expandieron por el mundo. Se contraía por vía aérea y, además de una notable hinchazón pulmonar, cubría la piel de manchas caoba, provocaba hemorragias nasales, cansancio, diarrea, vómitos y en algunos pacientes una visión donde el color se desvanecía para engendrar un universo vacilante, tenue y alicaído, casi un blanco y negro para confirmar el acceso a otra realidad desvanecida, un horizonte premonitorio de lo que vendría.

La gripe española dio en realidad sus primeros pasos en Kansas, cuando el cocinero de un campamento ingresó en la enfermería

La epidemia tuvo tres fases que no terminaron hasta la primera mitad de los años veinte. La primera de ellas transcurrió durante la primavera de 1918 y la bautizó. España fue, a su manera, neutral durante la Gran Guerra y la prensa no debía censurar informaciones médicas porque nada debía temer por sus soldados en el frente. De este modo nuestro país fue el primero en divulgar la extensión del infierno, lo que a la gripe se le añadiera nuestra nacionalidad, en parte por lo dicho, en parte por la leyenda negra que siempre nos acompañó, visible durante esos meses críticos en Zamora, donde la labor del obispo entre misas, concentraciones para implorar salvación y otras prácticas clericales terminó con el 3% de la población de esta localidad castellana.

En otros lugares se barajaron otras medidas. En Nueva York, Babel de babeles, se temió un brote racista contra la población italiana, la más afectada, que no llegó a buen puerto por esa extraña cordura humana que se da de vez en cuando y porque las autoridades, entre las que figuraban personas con experiencia médica, escalonaron horarios de cines, centros comerciales y otros sitios para evitar aglomeraciones, nulas en los entierros, reservados a los cónyuges de los finados.



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Recorte de prensa de la época sobre la epidemia de gripe española


En otros lugares la plaga devino inevitable y la única profilaxis fue encerrarse en casa. En la India Británica alcanzó a quince millones de personas y en Australia, indemne en las primeras oleadas por el establecimiento de cordones sanitarios y cuarentenas, esta peste moderna se cobró cien mil víctimas.

Uno de los grandes méritos de Spinney es estructurar los datos con un orden impecable, pero si su libro destaca es por el alud de historias mínimas que humanizan el fenómeno, envuelto por aquel entonces en el más completo irraciocinio porque muchos lo integraron en un imaginario que aún bebía de otras épocas repletas de calamidades atribuidas a castigos de la divinidad. Impacta leer sobre Brasil, sus avenidas desiertas y un pánico desde el mutismo que selló una estela global.

A partir de entonces los Estados procuraron desarrollar sistemas sanitarios para proteger a la ciudadanía, más fuerte tras la hecatombe. Se produjo un baby boom planetario y dos Humanidades, mezcla de euforia y nostalgia, convivieron hasta que la Segunda Guerra Mundial desató otra masacre a gran escala con otras componendas.

https://www.elconfidencial.com/cult...-palido-laura-spinney-gripe-espanola_1529201/
 
UN LIBRO DIFERENTE
Las hazañas eróticas del 'cuarentón hijop*ta': "Solo intento sentirme bien conmigo mismo"
Entrevistamos a Hernán Migoya y Santiago Sequeiros con motivo de la publicación de su último libro, 'Hazañas eróticas del cuarentón hijop*ta'

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Hernán Migoya (izq), ilustración del 'cuarentón hijop*ta' (centro), Santiago Sequeiros (dcha)
AUTOR
MARÍA PALMERO
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05.03.2018 –






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Cuando vimos 'Hazañas eróticas del cuarentón hijop*ta' (ed. Dibbuks), con una ilustración de un hombre con nariz de pexx en la portada, no lo pensamos dos veces: queríamos devorar ese libro y hablar con sus autores. Todo en sí era llamativo. Entre tanto ensayo político y novela 'rándom' que se publica últimamente, esa recopilación de hilarantes narraciones de ficción satírica y erotico-festiva, imaginadas por Hernán Migoya y magníficamente ilustradas por Santiago Sequeiros, eran como un faro luminoso. ¡Léeme, léeme!, parecía que gritaba. Y no nos quedó de otra.

Las 180 páginas volaron en dos días. No podíamos parar de seguirle la pista al cuarentón hijop*ta, el protagonista, que va pasando de cama en cama y de mujer en mujer, a veces de una en una, a veces de dos en dos, en grupo, o con hombres. Su mentalidad, mezcla de pringado estúpido, pajero y salido te acaba enamorando. Es una mezcla entre pena y cariño. Todos los relatos de los que se compone el libro son estimulantes y libertinos, un canto al s*x* libre en una cuidada edición que seduce a todo amante de la literatura y del arte picarescos.

El libro es una recopilación de hilarantes narraciones de ficción satírica y erotico-festiva, imaginadas por Migoya e ilustradas por Sequeiros



El lenguaje, prosa y ritmo con el que Hernán va contando las desventuras sexuales del cuarentón nos encantó, y las ilustraciones de Santiago que acompañan a cada historia nos maravillaron. Queríamos saber más, hablar con ellos. Y eso hicimos. Cada uno estábamos en una punta del país, así que nos reunimos en una llamada a tres (seguro que el 'cuarentón' habría tenido broma verde para esto). Este fue pues el resultado de la conversación de El Confidencial con los autores más irreverentes de la actualidad:


PREGUNTA: Antes de nada, ¡enhorabuena por el libro! La primera duda que he tenido al leerlo, y que me interesa mucho por la gran cantidad de detalles que hay en los relatos, es si estos son reales o si tienen algún parecido con la realidad.




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Hernán Migoya.


HERNÁN: En realidad, están basado en la vida de Santi, que es un caballero... Jajaja.

SANTIAGO: Jajajajajaajajaja.

HERNÁN: No, grado coincidencia, ninguno. Todo es resultado de años de tesón masturbatorio, que al final han acabado dando sus frutos. Yo pertenezco a esa generación de masturbadores compulsivos, que pasó su adolescencia tocándose a solas. Y al final le hemos sacado partido. Es todo pura fantasía.

SANTIAGO: No follamos tanto, no. Apenas follamos, de hecho.

P: El 'cuarentón hijop*ta' tiene mucho s*x*, con muchas mujeres y hombres diferentes. ¿Qué tiene de parecido el personaje con vosotros?


H: Jajajajaja. Lo que mas se parece es que para dibujar el carácter y la personalidad del cuarentón me he basado en la parte más cínica y desenfadada, hedonista, más hijop*ta de los hombres. En realidad es un compendio de chistes verdes que te permites con tus amistades más intimas, porque tienes confianza con ellos. Es un personaje muy generoso, porque te permite combinar todas las estupideces que se te ocurren en la vida real y que no podrías meterlas en una serie o película. Y aquí tienen cabida. Es un personaje ridículo pero que funciona. En el fondo es la redención de todo escritor satírico. Con el 'cuarentón hijop*ta' funciona muy bien, como una especie de muñeco deformable. No tiene miedo a ser estúpido o de hacer el ridículo, o de vivir situaciones patéticas. Y sobre todo al hablar de s*x* es una posición muy sana y divertida. Los cuentos reflejan el vacío que hay detrás de toda exploración sexual. Me gusta desculpabilizar el s*x*... Lo que quería con estos cuentos, en estos tiempos en los que se demoniza el s*x* libre, es hacer un s*x* sin culpa.

S: Jajajaja. Visualmente se parece a Hernán, jajaja. El personaje está adquiriendo su propia identidad. Es una mezcla de Homer Simpson, RanXerox... Y bueno, yo he tenido experiencias de tipo swinger, pero mis experiencias en los dibujos no las reflejan. En los dibujos no logro trasladar la realidad, tal y como puede entenderse en el s*x*. Cuando dibujo, reflejo el miedo, la dificultad, ese punto entre la desintegración y la identidad que se produce en el s*x*. Disgregación sexual, en definitiva.

P: El libro lo protagoniza un hombre que tiene s*x* con diferentes personas, y que le mueve el s*x* por el s*x*. Y está escrito por un hombre e ilustrado por otro varón. ¿Creéis que si lo hubiera escrito una mujer le hubieran caído críticas por el hecho de serlo?


H: Yo no me identifico con la mayoría de hombres... ¿Si lo hubiese escrito una mujer? Pues, no sé. Me gustaría tener un gran físico para promocionar el libro. Tener el de Sasha Grey, por ejemplo.



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Santiago Sequeiros. (Ana Port)


S: No estarías cómodo con el físico de Sasha Grey. Estarías más incómodo. Si fuese una mujer la autora, se venderían más libros, pero estaría menos cómoda.

H: Es un país bastante pacato a nivel literario y a lo mejor las autoras lo tendrían mas complicado o más difícil. Yo sigo mucho a Valérie Tasso: me parece que su visión del s*x* y lo que implica es supersano, y muy inteligente, sorprendentemente rigurosa. No me parezco a la mayoría de hombres, no comparto ni creo en ningún determinismo sexual. Me parezco más a muchas feministas lesbianas que a hombres hetero.

S: Sí, pero es cierto que aunque una mujer vendería más lo tendría más complicado, porque la gente ni siquiera preguntaría lo que tú: si los relatos coinciden con la realidad. Simplemente darían por hecho que así es.

P: El personaje del libro es un cuarentón que disfruta del s*x* libre, que no quiere comprometerse ni tener hijos. Tampoco busca enamorarse. ¿Qué opináis de esta forma de vivir? ¿Creéis que se puede estar así toda la vida?


S: ¡Yo lo estoy intentando! Jajaja Pero no follo tanto porque no me dejan...

H: No te preocupes, Santi. Con todo lo que vamos a ganar, adoptaremos un niño. El niño nos mataría a los dos, pero bueno.

P: ¡Se os moriría!


S: Jajaja. Yo le tengo pánico al compromiso, la verdad. No me veo siendo padre, me entra ansiedad solo de pensarlo. Me gustan los niños de otros. No en plan de cogerlos y cuidarlos, pero sí me gusta verlos y que otros los tengan. Pero si son tuyos, luego tienes que responsabilizarte de ellos... TODA la vida... y ya no eres tú. Pfff. A mí me ha costado mucho cuidad de mí mismo, y lo hago bien desde los 40. Ahora tengo 46. No me veo capaz de ser padre ni casarme. Mi plan de vida que tengo está marcado. Yo solo intento sentirme bien conmigo mismo.

Yo le tengo pánico al compromiso, la verdad. No me veo siendo padre, me entra ansiedad solo de pensarlo. Me gustan los niños de otros

H: Una de las cosas más bonitas que ha pasado en la sociedad actual es que se ha roto la necesidad de formar un núcleo familiar, te hablo de convencional o no. Ya nadie te mira raro por querer formar una familia contigo mismo. Me parece un gran avance. Hay gente como loca por casarse y tener hijos. Nosotros no, y está muy bien que la sociedad comience a permitir esto.

P: A pesar de que el 'cuarentón hijop*ta' es muy individualista, tanto en sus relaciones personales como sexuales, es muy generoso en la cama. Un muy buen amante. Le pone mucho empeño en que la mujer disfrute. ¿Creéis que esto es posible porque está soltero? Si el 'cuarentón' tuviese una pareja, ¿sería tan bueno en la cama?


H: No hay ninguna militancia moral, didáctica, pedagógica en el personaje. El cuarentón se desmarca. No se pretende aleccionar a nadie, y me gusta mucho ese posicionamiento: él vive su vida, no le dice a nadie lo que tiene que hacer, y nadie se lo dice a él. Nunca impone nada. Y eso me gusta en estos tiempos en los que todos buscan emparejarse y comenzar una relación. Una pareja entra en rutina, es inevitable. Las pobres parejas... Su cariño acaba sustituyendo a la pasión, y tampoco hay que poner sobre sus hombros esa presión de satisfacer a quien tiene al lado. Pueden hacer otras cosas, como ver Netflix juntos.

S: Cuando vives en pareja el s*x* es cotidiano. Solo juegan los dos, y las relaciones sexuales se vuelven algo más del día a día, como pagar el alquiler o hacer la compra. En cuanto a la reciprocidad en el s*x*, siempre hay que dar placer. Cuando yo me preocupo del placer del otro, me da placer a mí. Si no hay eso, el s*x* no tiene sentido.

Una pareja entra en rutina, es inevitable. Las pobres parejas. Su cariño acaba sustituyendo a la pasión. Pero pueden ver Netflix juntos

H: Sí, en el s*x* excita mucho excitar a la otra persona. No se puede concebir de un modo egoísta. Siempre tiene que haber interacción, y el cuarentón lo sabe: él disfruta dando placer.

S: Que conste que no hemos compartido trío...

H: Jajajaja. ¡Ni dúo!

P: Tanto el lenguaje del libro, como el tono y las ilustraciones, son bastante claras, es decir, esquivan completamente lo que se entiende como políticamente correcto.


H: A mí me parece normal, pero a todo el mundo le sorprende. No obstante, hemos recibido una reacción muy positiva por parte de la prensa, y pensábamos que no iba a ser así.

S: En mi caso, las ilustraciones del libro van evolucionando. La primera es un poco normal, no es muy erótica, porque la verdad es que el tema de dibujar erotismo se me da de pena. La segunda ilustración era un poco igual, porque sale una mujer con un ojo dentro de la vulva... Sin embargo, ya en la tercera, el 'cuarentón' sodomiza a una mujer. Ahí cambia de repente mi punto de vista. En ese momento supe que mi parte iba a evolucionar. Empecé a cambiar las cosas de sitio, las partes del cuerpo, era todo más surrealista pero sin ser gore. Para mí son amputaciones psicológicas, y por eso se empiezan a oscurecer un poco. A ver, yo emocionalmente estoy muy jodido, y soy un dibujante que no puede distanciarse de sus dibujos. O sea, si es para un encargo, pues sí, pero si estoy durante largo tiempo con un trabajo, es inevitable que acabe apareciendo el miedo, la represión... y eso se acaba reflejando en los dibujos.



P: Tengo curiosidad, ¿cómo acabasteis haciendo esto juntos? ¿Quién se lo propuso a quién?

H: ¿Se lo dices tú o yo? Jajaja.


S: No sé, ¡tú!

H: Somos amigos, muy buenos amigos desde el 96. Tenemos muchos gustos diferentes, pero emocionalmente somos muy parecidos. Tenemos un carácter similar, y hay una cierta pureza en nuestros gustos. Los dos podíamos haber sido snobs o patanes, no tenemos doblez al abrazar lo que nos apasiona. Y reconocemos esa pureza en el otro, porque sabemos que ninguno se va a aprovechar del otro.

S: Sí, somos muy buenos amigos. Y nos entendemos muy bien, aunque él tenga un pésimo gusto musical. ¿Quién era ese que te gustaba?

H: Jajaja.

S: Jajaja.

P: ¿Cuál es el relato y la ilustración de la que os sentís más orgullosos?


H: A mí de Santi me gusta mucho la del salón de comic, donde el 'cuarentón' sujeta a 'Wonder Woman' y comienza a pegar patadas a todos los frikis que hay alrededor con el pexx fuera. Es una imagen que me trasmite mucha ternura, en parte porque una novia a la que quise mucho era cosplayer y se disfrazaba de estos personajes, y también porque he sido -o lo soy- toda la vida un friki. Siempre he formado parte de este marasmo de 'outsiders' de cosas raras. Y porque es un 'freak' representando a otros 'freaks', y me parece muy tierno y muy bonito. En cuanto al relato, mi favorito es el de 'Los poliamorosos son gilipollas'. Es un tema muy actual, y supone una especie de crítica a la obsesión que hay ahora por otorgar respetabilidad al s*x* libre disfrazándolo de otra cosa. Ese cuento propone una dignificación de la promiscuidad per se, para mujeres y hombres. Porque los falsos progres afirman ahora que si el s*x* con varias personas incluye amor, ya es respetable... o sea, aburguesan el s*x*. De esa forma maquillan la vergüenza que esta sociedad les obliga a albergar por sentir deseo. Y no, el s*x* es bueno porque sí: la obra reivindica el s*x* por el s*x* y ya está. Y si desestabiliza la sociedad, que se joda la sociedad.

S: No sé, me gustan muchas ilustraciones y cuentos. No podría decirte uno ahora. Bueno, y de Hernán, todos, sobre todo los últimos, porque cada día escribe mejor.

H: Jajaja. Cuidaremos bien del niño.

S: Jajaja.

¿"Poliamor"? Es una obsesión por otorgar respetabilidad al s*x* libre. Es una dignificación de la promiscuidad

P: ¿Quién debería leer este libro?


H: Vaya pregunta... No tengo ni idea. A mí me ha hecho ilusión que lo hagas leído tú y que te haya gustado. Yo a priori siempre pienso que vamos a vender muy mal, pero no me importa. Lo más seguro, con perdón de Ricardo, mi editor, es que vendamos poco, pero bueno, estamos contentos. Yo estoy muy feliz por Santi, porque llevaba mucho años sin editar una obra encuadernada, y para él es una oportunidad maravillosa.

S: Yo creo que se venderá bien, en el sentido de cubrir los gastos y que a nosotros no nos llegará casi nada. Pero dentro del mercado es lo normal. Esta es la expectativa que tenemos. Los dibujos aseguran unas ventas a un determinado target, pero nunca serán un bombazo.

P: Oye, yo le he dicho a tres amigos cuarentones que lo estaba leyendo y me han dicho que se lo pase. Les diré que lo compren. Nos vemos el 14 de marzo en Madrid, en la presentación del libro.


H: ¡Al final vendemos algo y todo!

S: ¡Gracias! Allí nos vemos.

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LIBROS
Diez libros para educar en igualdad
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Especial Cómo educar en igualdad a nuestros hijos

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Con motivo del Día Internacional de la Mujer, seleccionamos 10 libros que nos hablan de mujeres históricas, respeto en las relaciones, roles y estereotipos de género. Porque cuando compramos libros a nuestros hijos e hijas, además de entretenimiento debemos buscar que contengan valores de acuerdo a la educación que queremos darles.


1. Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes 2


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Autora: Elena Favilli

Edad: De 7 a 12 años

La segunda parte de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes nos trae cien nuevas historias de mujeres extraordinarias de todo el mundo. Desde Beyoncé, pasando por J. K. Rowling, hasta Madonna; desde Rigoberta Menchú pasando por Nefertiti hasta Isadora Duncan, retratadas por las 50 ilustradoras más importantes de todo el mundo. Después del éxito del primer libro en todo el mundo, la selección de historias de este segundo volumen fue realizada con las aportaciones de la gran comunidad de lectores y lectoras que #Niñasrebeldes #RebelGirls ha creado. Comprar


2. Jane Goodall: Una historia inspiradora


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Autora: Sabrina Kraus

Edad: De 5 a 9 años

Este libro cuenta la fascinante vida de la Dra. Jane Goodall, primatóloga y mensajera de la paz. Una historia inspiradora que lleva al lector por un viaje increíble y que transmite que los sueños se pueden hacer realidad. Porque nunca debemos olvidar que un sueño tiene el poder de nutrir la voluntad y la fuerza para poder lograrlo todo en la vida. Su mini cuestionario lo convierte en un libro ideal no solo para madres y padres, sino también para colegios. Con estas preguntas se puede iniciar una conversación muy valiosa e interesante con las niñas o niños y verás cómo sus respuestas te sorprenden en más de una ocasión. Comprar


3. Pequeña & Grande: Jane Austen


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Autora: Mª Isabel Sánchez Vegara

Edad: De 6 a 9 años

El undécimo título de una colección de cuentos con la que niños y niñas descubrirán quiénes eran y qué lograron las más grandes mujeres de la historia contemporánea. Diseñadoras, pintoras, aventureras y científicas. Mujeres únicas y maravillosas de las que aprender y con las que identificarse. Mujeres que, como Jane, convirtieron un pequeño sueño en una gran historia. Jane Austen fue una novelista inglesa nacida en la época georgiana. Sus novelas, llenas de encanto, retratan el ambiente de la clase alta rural del sur de Inglaterra y están consideradas obras esenciales de la literatura universal. Una autora que abogó por la educación de la mujer con aguda y sutil ironía, y cuyo talento hoy sigue conquistando a generaciones de lectores. Comprar


4. La historia de los Bonobos con gafas


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Autoras e ilustradoras: Adela Turin y Nella Bosnian

Edad: De 3 a 6 años

Ellos comían, viajaban y se modernizaban mientras ellas recolectaban comida y criaban a la prole. Pero los bonobos no aceptaban que las bonobas también pudiesen aprender y evolucionar. El legado de las autoras e ilustradoras pioneras en la creación de álbumes sobre igualdad y coeducación, todavía vigente. Comprar


5. La niña más pequeña de toda la escuela


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Autor / Ilustrador: Justin Roberts

Edad: 5-8 años

A Sally McCabe nadie la veía. Era la niña más pequeña de toda la escuela. Pero Sally se fija en todo: desde las veintisiete llaves del conserje hasta los abusos que se cometen en el patio del recreo. Un día Sally se harta y decide plantarse. Aprovechando una oportunidad, hace frente a los abusones y así descubre que una niña pequeña puede lograr grandes cambios. Comprar


6. Las Princesas también se tiran pedos


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Autor e ilustrador: Ilan Brenman

Edad: De 6 a 12 años

Todo un clásico ya en libros infantiles sobre igualdad. A la pequeña Laura le ha surgido una duda muy importante después de una larga discusión en clase sobre Cenicienta. Su amigo Marcelo les ha confesado que la famosa y delicada princesa se tiraba muchos pedos. Afortunadamente, el padre de Laura, al que le gustan los libros y las buenas historias, posee el libro secreto de las princesas donde Laura encontrará todas las respuestas. Comprar


7. Arturo y Clementina


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Autoras e ilustradoras: Adela Turin y Nella Bosnian

Edad: De 3 a 6 años

De la mítica colección "A favor de las niñas", una historia fabulada que reivindica el rol femenino en la sociedad, combate los estereotipos sexistas y denuncia la discriminación. Porque aún se necesitan obras sobre coeducación e igualdad. Comprar


8. Te quiero (casi siempre) - Edición pop-up


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Autora: Anna Llenas

Edad: 3-6 años

Lolo y Rita son muy distintos, por eso a veces se molestan. Un ejemplo de cómo las relaciones de amor se tienen que construir desde el respeto y la aceptación de las distintas personalidades de los que las forman, hasta entender que son precisamente estas diferencias las que los hacen quererse tanto y sentir el mágico efecto de los polos opuestos.

9. De mayor quiero ser feliz
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Autora / Ilustradora: Anna Morató García

Edad: 3-6 años

Un libro con 6 cuentos cortos para potenciar la positividad y autoestima de los niños. Porque ser feliz no solo es estar contento cuando las cosas van bien. Un valor diferente para cada cuento: Lenguaje positivo, quererse a uno mismo, empatía, agradecimiento, confianza en un mismo y gestión de la frustración. Explica, de una forma muy sencilla y visual, estos conceptos en situaciones en que los niños se ven reflejados. Es un libro ideal, no solo para que los compren los padres para su hijos, sino también, profesores para sus alumnos y abuelos, para sus nietos. Comprar
 
10. Educar niñas


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Autor: Steve Biddulph

Para padres

Tras el enorme éxito de Educar niños su autor se centra en las niñas. Desde su punto de vista "son las que actualmente están en apuros y viven en un mundo que tiende a mermar su confianza y echa su vida a perder". En Educar niñas descubrirás las cinco etapas de la infancia y cómo ayudar a tu hija a crecer desde la infancia hasta la edad adulta, cómo darle confianza y seguridad, ayudarla a forjar amistades y confiar en sí misma. El libro trata todos y cada uno de los temas más actuales: el acoso, los trastornos alimenticios, la imagen corporal, el alcohol, el manejo de las redes sociales y las relaciones satisfactorias con los chicos. Comprar>

http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2018/03/06/5a9e9d16ca4741870e8b4625.html
 
No, Umbral, Rosa Chacel no era una bruja, sino una gran escritora
La autora de 'Memorias de Leticia Valle' sufrió en vida el desdén de novelistas tan influyentes como Francisco Umbral, y su obra sigue estando hoy infravalorada por los libros de texto


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Estatua de Rosa Chacel en Valladolid

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ALBERTO OLMOS
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07.03.2018 –Mañana hay una huelga feminista y, a falta de un 8 mejor, me agarro a ese octavo día del mes de marzo para hablarles de Rosa Chacel. Sucede que Rosa Chacel no hizo nada particularmente reseñable hace cincuenta años o hace cien, ni nació ni murió; tampoco coincide que publicara un gran libro en 1993, y que ahora se cumpla el vigésimoquinto aniversario. La aritmética del aniversario es casi la única forma de resurrección que asiste a los escritores olvidados, pero Rosa Chacel no me cuadra por ningún número con este 2018. Nació hace 120 años, murió hace 24; en 1996 la sentaron en bronce en un banco de Valladolid. Parece -por Google imágenes- que ese banco de la plaza de Poniente lo pintan de morado con regularidad, impugnando menos la lluvia que el hecho tristísimo de que una estatua a un escritor exima ya de leerlo. Los escritores muertos prefieren ser leídos, mucho más que moldeados.

Si hay algo que me enerva como lector es que se me traspapele un escritor. ¡Que yo he leído hasta a Eduardo Zamacois, por Dios santo! Sin embargo, nadie me dijo nunca que Rosa Chacel era tan buena. Después de leer bastantes libros suyos, en estos últimos meses, me he esforzado en averiguar por qué no la había leído antes. El motivo tiene nombre y bufanda: Francisco Umbral.

Sí. Fue Francisco Umbral, desde 'Las palabras de la tribu' y desde algunas columnas y entrevistas, el que me quitó las ganas de leer a Rosa Chacel. Fácilmente podemos hablar de machismo, pero miren que ambos eran de Valladolid, y que los castellanos, a mayores del machismo, somos bastante hijos de put*. A lo mejor Rosa Chacel no le abrió la puerta un día a Umbral cuando se apellidaba Pérez y le tocó el timbre. A lo mejor ella ganó un premio que él quería o no le dio respuesta a un envío literario o sus familias se juraron odio eterno por una fuga de fontanería. En Valladolid la fontanería echa a perder muchas amistades.

El machismo del libro de texto que no dedica un tema entero a Chacel -como sí hace con Cela- es el que se debe solucionar.

Dijo Umbral de Chacel: “Es una bruja cruzada de Mary Poppins”. Reincidió: “una vieja bruja de Valladolid”. Como vemos, lo de la brujería de Chacel lo tenía clarísimo. En el año 2000 explicó un poco la cosa a Nuria Azancot en una entrevista: “Las experiencias que yo tengo de relaciones con ella son muy negativas, pero no sólo las personales, las colectivas también.”

Quizá se escriba así la historia de la literatura: primero tiene una que caer bien.

Alcancía
Dos novelas maravillosas tiene en su haber Rosa Chacel: 'Estación. Ida y vuelta' y -sobre todo- 'Memorias de Leticia Valle'. Tratar de encontrarlas en librerías o bibliotecas puede retrotraerles a aquellos días escolares en los que sus profesores organizaban ambiciosas yincanas. Sin embargo, quiero hablarles aquí de 'Alcancía II. Vuelta', el segundo tomo de sus diarios. Entre otras cosas, porque ni el CNI localizaría un ejemplar de este libro si el futuro de España dependiera de lo que pone -digamos- en su página 129.



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'Alcancía II'


'Alcancía II' lo fue escribiendo Rosa Chacel en su exilio brasileño, sexagenaria y septuagenaria, y no precisamente al ritmo de la samba, sino del desprecio que le llegaba desde su país natal. Este libro es como la carta de navegación del fracaso literario, en concreto, del fracaso literario que los demás deciden para ti. “Haber llegado a los sesenta y ocho años sin tener un editor, sabiendo escribir el castellano con propiedad y correctamente, es cosa que no le pasa a cualquiera, pero yo preferiría una situación menos excepcional; preferiría que mis cosas se imprimiesen modestamente, se echasen a la calle y viviesen su vida. Parece ser que esto me está vedado.”

El tormento de Chacel era casi diario: “Recibo una carta de la editorial Edhasa, en estos términos: “Por correo separado, le devolvemos su obra: 'Desde el amanecer', puesto que no entra dentro de nuestra línea de publicaciones. Sin otro particular... etc.” Esto, a los setenta años, yo creo que no le ha sucedido a nadie que sepa escribir su idioma.”

Más tortura: “Si mi carrera literaria fuese normal, es decir, si tuviera un editor, si se hubiese traducido algún libro mío y existiese la probabilidad de que esto saliera a la calle en poco tiempo y diese algún resultado económico, afrontaría el bochorno porque, después de todo, creo que no tengo derecho a negarme tan en redondo a la prostit*ción.”

Todo es tan repugnante que me da vergüenza seguir. No, no se me toma en serio; se ve a la legua que soy un ser indefenso

El 1 de enero de 1971 anotaba: “Todo es tan repugnante que me da vergüenza seguir”. “No, no se me toma en serio como persona; se ve a la legua que soy un ser indefenso.”

Una de las pocas alegrías brasileñas de nuestra autora consistía al cabo en que algo le impidiera escribir: “Qué bien; se me ha terminado la carga del bolígrafo; es un pretexto para no seguir con este simulacro.”

Amarga, cascarrabias, sincerota (“mi repudio de 'Cien años de soledad'”; “Termino 'Moby Dick'. ¡Qué bluff, santo Dios!”), encantadora (“Me gustó 'Los girasoles de Rusia' [una película] porque se ve bastante de Rusia”), Rosa Chacel -a la que Mario Levrero sí leía, por cierto- es seguramente el mayor talento literario español ninguneado de todo el siglo XX.

Casi lo veía venir Rosa Chacel en 'Estación. Ida y vuelta', su primera novela: “Yo escribiré algún día las memorias de mi pasado condicional, las memorias de todas mis potencias triunfantes o fallidas, según fueron de buen o mal modo condicionadas, y tendré que pegar hebra muchas veces en todas aquellas cosas que se soslayaron, que sólo dejaron una débil huella en el punto de partida desde donde hubieran podido ser.”

https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2018-03-07/8-de-marzo-rosa-chacel-umbral_1531353/
 
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