Libros, libros, libros

El retrato oscuro de la noche lapona
Muertes, historia, tradición y secretos son algunas de las claves de los dos primeros libros de Cecilia Ekbäck

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ISABEL VALDÉS
22 SEP 2017 - 09:10 CEST



Cecilia Ekbäck, decía su madre, nació con una pluma en la mano. Y con esa pluma creció en Hudiksvall, una pequeña ciudad sueca que parece construida para aparecer en alguna postal, junto al mar, a 300 kilómetros al norte de Estocolmo. Leer y escribir es lo que más recuerda. Leer mucho, escribir mucho. En todas partes y todo el tiempo. Ahora, aquella niña que escribía historias en el colegio para que sus compañeros le pusieran el final se ha convertido en uno de los nombres que podría reinar en la novela negra escandinava.

La pasada primavera se publicó en español el segundo de sus libros, La oscura luz del sol a medianoche (Roca Editorial, 2017), ampliando el camino de ese noir nórdico que ve peligrar desde hace un tiempo y de forma intermitente su imperio (el nacimiento de nuevos nombres y estilos obliga), y poniendo un puntal en un subgénero que crece y que va más allá del simple frío. En los dos títulos de Ekbäck —el primero, El invierno más largo, se publicó en castellano en enero de 2016 (Roca Editorial)— se cruzan la historia y las leyendas, la geografía en sí misma como argumento, el retrato social y puntillista de épocas pasadas y la certeza que siembra en el lector de diferenciar en cada párrafo la realidad y la fantasía, y, sin embargo, no tener claro cuál provoca más miedo. Angustia, a veces, inquietud, desasosiego. Y el monte Blackasen, el punto común de ambas novelas.

“Esa montaña es la encarnación de lo que sentí mientras crecía”, cuenta Ekbäck. El temor, las dudas, el fervor religioso, la soledad y la aparente necesidad de encajar y pertenecer en una familia muy comprometida con el pentecostalismo (un movimiento evangélico cristiano). Ese resumen de la infancia y la adolescencia de la autora podría servir como telón de fondo de sus novelas. Dos historias tejidas alrededor de dos asesinatos, ambos aparentemente inexplicables y confusos y perpetrados alrededor del monte Blackasen en dos siglos distintos, el XVIII (la primera de sus novelas) y el XIX (la segunda).

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Mapa del monte Blackasen del libro 'La oscura luz del sol de medianoche'.


“Cuando escribí el primer libro tuve el deseo de volver donde sentía que mi historia familiar comenzaba, en Laponia, con la llegada de los colonos a principios de 1700, cuando muchos de los conflictos comenzaron”, recuerda la escritora. Más allá de su árbol genealógico, explica que fue un momento muy interesante para Suecia, en aquel momento una gran potencia bajo Carlos XII: “ Pero el imperio está desmoronándose y el cambio era inevitable”. Para el segundo libro, la autora quería saber cómo sería aquel lugar 100 años más tarde: “Todavía no había terminado con Blackasen, o tal vez no él no había terminado conmigo”. Y eligió 1856 porque fue otro momento importante para Suecia, con muchos cambios por la industrialización. “Me gusta este tipo de momento en el que el trastorno es inminente, creando una inseguridad extra para los personajes, que ven como el mundo va cambiando delante de ellos”.

Para la narración, un profundo ejercicio de investigación histórica, que incluye a los Sami —el pueblo lapón— y que da fuerza a cada una de las páginas, vestidas con descripciones detalladas, sutiles, que obligan a entrar de lleno en el frío, en la oscuridad y en la dicotomía de un paraje en el que cohabitaban reyes, nobleza y chamanismo. La misma sensación que Ekbäck lleva de serie: “Mis padres nacieron en Laponia y pasamos mucho tiempo allí con nuestros abuelos, tíos, tíos y primos. Tenemos un antepasado Sami, pero todos los demás eran, hasta donde yo sé, colonos suecos”. Ser parte del pueblo Sami (lapón), que habita en el extremo más septentrional de Europa, es, según la autora “ser criado en la tradición y la cultura más que serlo por sangre”.

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Cecilia Ekbäck (Hudiksvall, Suecia, 1971). Creció en un pequeño pueblo en el golfo de Botnia. A los 24 años se mudó a Londres, donde se licenció en Escritura Creativa en la Royal Holloway. Ahora vive en Canadá, con su marido y sus gemelas, de cinco años. "Una de ellas ama el arte. He escrito una carta para cuando sea adulta, para que, si alguna vez se pierde, dibuje. Porque eso es lo que le ha dado felicidad desde que nació". 'El invierno más largo' y 'La oscura luz del sol de medianoche', ambos de Roca Editorial, son sus dos obras hasta el momento. MARTIN JASON



De aquella infancia, la autora tiene muchos otros recuerdos: sentarse junto a su familia en la mesa de la cocina y ver cómo el crepúsculo se convertía en la noche, la tradición de contar historias, la de leer la Biblia… “Principalmente el Antiguo Testamento. Creo que pocos libros son tan violentos y ricos como la Biblia. Cuando fui un poco mayor, mi padre me dejaba en la biblioteca local y me recogía a la hora de cerrar. Era la única persona en el pueblo que pedía prestados más de diez libros por semana”.

Después, cuando Ekbäck se mudó al extranjero, con 24 años, dejó de escribir. Sentía que su inglés no era lo suficientemente bueno y volvió a hacerlo cuando murió su padre, en 2008. No encontró otra manera de librarse de ese dolor. “Cuando empecé de nuevo, después de tantos años de ausencia, fue como volver a casa”. Reconoce que el primer libro fue fácil porque nunca pensó que fuese a ser publicado; pero el segundo no lo fue tanto. La presión y el miedo a la decepción hicieron que su mente comenzara a hacer “ruido”; cree que ha aprendido a calmarlo y se recuerda a sí misma que escribe porque quiere escribir, “y por ninguna otra razón”.

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Facsímil del libro 'Svecia Antiqua et Hodierna' de 1983. WIKIPEDIA

“Comienzo a entender que el desorden también es parte del proceso. Algunos días puedes escribir mucho, otros días puedes no escribir nada, pero necesitas confiar en que la mente está todavía ahí, trabajando en esa historia…”. A Ekbäck, a veces, la realidad la asalta como una intrusa cuando está en medio de una historia; quizás porque, al imaginar, finge estar allí, se sienta en una de las rocas del bosque que recuerda y vuelve a vivirlo. “Puedo ver, oler y escuchar esa realidad. Paso mucho tiempo escribiendo los lugares, es importante para mí. Siento que si el lugar es creíble, puedes traer al lector contigo, y entonces la historia se vuelve más que una experiencia, más que algo leído”.

Y la mayor parte del tiempo funciona. Tal vez también por esa proporción medida de realidad y distopía, por la imperfección humana de sus personajes, sus obsesiones y soledades, sus debilidades y fortalezas… Y entre todos ellos, las mujeres como protagonistas, como guías del relato. Ekbäck quería protagonistas femeninas: “Creo que tenemos que volver a escribir a la mujer en la historia. Ya se ha escrito tanto desde el punto de vista masculino…”. Mujeres reales, valiente, con miedos, frustradas, felices. Mujeres que luchan y lloran y se sobreponen y caen. Mujeres. Dice la autora que para ser una mujer y sobrevivir en Laponia tenías que ser inmensamente fuerte, feroz. “Y eso es algo por lo que vale la pena escribir”.

https://elpais.com/cultura/2017/09/09/elemental/1504974864_891983.html
 
‘Una columna de fuego’: Ken Follet sigue siendo el rey del ‘best seller’ histórico
La batalla de Adrianópolis, una derrota imperial del siglo IV con ecos en el presente

22 DE SEPTIEMBRE DE 2017



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Ken Follet, en Sevilla (Penguin Random House Grupo Editorial)


“Lo ahorcamos delante de la catedral de Kingsbridge…” Leer ‘catedral de Kingsbridge’, sin el menor género de dudas, llevará a millones de lectores a pensar en el galés Ken Follet (Cardiff, 1949) y en Los pilares de la tierra. O lo que es lo mismo, en el rey del best seller histórico mundial. Y ¿por qué lo es? Por lo que vuelve a demostrar con su nueva novela, tercera del ciclo de la ficticia ciudad inglesa de la citada catedral, Una columna de fuego (Plaza y Janés, 2017, traducción de ANUVELA).

Si algo siempre he dicho de este autor es que es un escritor honesto. No vende lo que no es ni se da ínfulas que no tiene. “Soy mainstream” aseguraba certero en una reciente entrevista en El País en el que reconocía que su obra no era “intelectual”.

Y tiene razón. Así que siguiendo su propia sinceridad, podemos asegurar que sus grandes virtudes son los que algunos señalarán como sus grandes defectos: que es folletinesco (y no es un chiste fácil por su apellido; aunque unos lo digan con connotación peyorativa, yo no lo hago), que es facilón, que simplifica, que sus protagonistas son buenísimos y sus villanos malísimos, que tiene algo de literatura de fórmula… Algunos dicen que es fácil lo que hace, pero no lo es. Tantos autores del mundo que buscan ser calificados como el Ken Follet propio, pero no lo logran pueden asegurarlo.

¿Qué nos ofrece nuevo en Una columna de fuego? Una narración fácil, llena de eventos, en la que no paran de ocurrir cosas (venganzas, intrigas, batallas, amoríos, s*x*) y llena de dramatismo que lleva al lector en volandas a lo largo de sus 935 páginas. Lo que los anglosajones llaman un pageturner. Tan fácil. Tan difícil.

Follet nos traslada al siglo XVI y condiciona la historia de Ned Willard, principal protagonista de esta obra coral y futuro espía de la reina Isabel I de Inglaterra, al conflicto entre católicos (los malos, en esta historia) y los protestantes (los buenos), la guerra de religiones. El galés simplifica la historia hasta hacerla un tanto maniquea, pero tanto su contextualización como su representación resultan eficaces, sin necesidad de recurrir a los extensos didactismos a los que son tan aficionados otros autores de éxito del género histórico (lo que algunos llaman infodumping).


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Quizá el gran logro (para algunos defecto) de Follet en torno a lo histórico sea su aproximación la historia con los ojos del siglo XXI. El lector viaja con él al siglo XVI de manera efectiva, pero sin dejar de estar en su tiempo. Es ficción histórica, por tanto, para los lectores del mundo de los EE UU de Trump, del ISIS, de la crisis de refugiados con su nada sutil mensaje sobre tolerancia religiosa.

El propio narrador (que en la parte, por ejemplo, de Sevilla hace una comparación entre la similitud de fundamentalistas católicos y protestantes, ciertamente moderna) o sus héroes (tolerantes, abiertos, inteligentes,que evitan en lo posible la violencia, héroes para el lector actual) son las gafas que mantienen el anclaje al tiempo presente en este viaje al pasado. Sus villanos (en este caso Pierre), en cambio, concuerdan bien con el fanatismo de la época, son machistas, crueles y tienen gustos sexuales algo turbios, algo que es marca de la casa Follet. Los personajes ‘folletianos’ son casi herramientas, que funcionan eso sí a la perfección, y que, casi, casi podrían ser intercambiables de una novela a otra.

Por cierto, aunque Follet simplifique y no arriesgue demasiado en lo histórico no hay que desdeñar la labor de documentación histórica. Si os pica la curiosidad, hojead los agradecimientos finales y fijaos en los historiadores que cita como sus asesores: Geoffrey Parker, Robert Hutchinson, Mercedes García Arenal…

Así que en ese espacio nos esperan aventuras y pasiones continuas y una cascada de lugares y hechos históricos: Londres, Escocia, París, Sevilla, la Española, Flandes, por un lado; y el ascenso de Isabel I al trono, la historia de María Estuardo, la matanza de San Bartolomé (¡cómo no pensar en La reina Margot! Más viendo en Follet a una especie de Dumas del siglo XX), la derrota de la Armada Invencible o incluso la Conspiración de la Pólvora. Como lector, me sorprende que siendo una novela donde el eje es lo inglés, lo más logrado e interesante sea la parte relacionada con la corte francesa.

Una columna de fuego no es la mejor novela de Ken Follet, pero sí es otra de sus novelas de oficio innegable, que buscan y logran entretener al gran público. Que arrasará, que muchos disfrutarán y muchos también criticarán. Con razones y sin ellas. Para mí Follet es uno de los autores mal llamados comerciales o best seller mejores y uno de los más honestos. Y habría que reflexionar sobre cuántos miles de personas se interesaron por la Edad Media y el gótico o por la historia del siglo XX gracias a él.

Sin deslumbrar, Follet demuestra que sigue siendo el rey de la novela histórica mainstream.

https://blogs.20minutos.es/xx-siglo...igue-siendo-el-rey-del-best-seller-historico/
 
El retrato oscuro de la noche lapona
Muertes, historia, tradición y secretos son algunas de las claves de los dos primeros libros de Cecilia Ekbäck

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ISABEL VALDÉS
22 SEP 2017 - 09:10 CEST



Cecilia Ekbäck, decía su madre, nació con una pluma en la mano. Y con esa pluma creció en Hudiksvall, una pequeña ciudad sueca que parece construida para aparecer en alguna postal, junto al mar, a 300 kilómetros al norte de Estocolmo. Leer y escribir es lo que más recuerda. Leer mucho, escribir mucho. En todas partes y todo el tiempo. Ahora, aquella niña que escribía historias en el colegio para que sus compañeros le pusieran el final se ha convertido en uno de los nombres que podría reinar en la novela negra escandinava.

La pasada primavera se publicó en español el segundo de sus libros, La oscura luz del sol a medianoche (Roca Editorial, 2017), ampliando el camino de ese noir nórdico que ve peligrar desde hace un tiempo y de forma intermitente su imperio (el nacimiento de nuevos nombres y estilos obliga), y poniendo un puntal en un subgénero que crece y que va más allá del simple frío. En los dos títulos de Ekbäck —el primero, El invierno más largo, se publicó en castellano en enero de 2016 (Roca Editorial)— se cruzan la historia y las leyendas, la geografía en sí misma como argumento, el retrato social y puntillista de épocas pasadas y la certeza que siembra en el lector de diferenciar en cada párrafo la realidad y la fantasía, y, sin embargo, no tener claro cuál provoca más miedo. Angustia, a veces, inquietud, desasosiego. Y el monte Blackasen, el punto común de ambas novelas.

“Esa montaña es la encarnación de lo que sentí mientras crecía”, cuenta Ekbäck. El temor, las dudas, el fervor religioso, la soledad y la aparente necesidad de encajar y pertenecer en una familia muy comprometida con el pentecostalismo (un movimiento evangélico cristiano). Ese resumen de la infancia y la adolescencia de la autora podría servir como telón de fondo de sus novelas. Dos historias tejidas alrededor de dos asesinatos, ambos aparentemente inexplicables y confusos y perpetrados alrededor del monte Blackasen en dos siglos distintos, el XVIII (la primera de sus novelas) y el XIX (la segunda).

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Mapa del monte Blackasen del libro 'La oscura luz del sol de medianoche'.


“Cuando escribí el primer libro tuve el deseo de volver donde sentía que mi historia familiar comenzaba, en Laponia, con la llegada de los colonos a principios de 1700, cuando muchos de los conflictos comenzaron”, recuerda la escritora. Más allá de su árbol genealógico, explica que fue un momento muy interesante para Suecia, en aquel momento una gran potencia bajo Carlos XII: “ Pero el imperio está desmoronándose y el cambio era inevitable”. Para el segundo libro, la autora quería saber cómo sería aquel lugar 100 años más tarde: “Todavía no había terminado con Blackasen, o tal vez no él no había terminado conmigo”. Y eligió 1856 porque fue otro momento importante para Suecia, con muchos cambios por la industrialización. “Me gusta este tipo de momento en el que el trastorno es inminente, creando una inseguridad extra para los personajes, que ven como el mundo va cambiando delante de ellos”.

Para la narración, un profundo ejercicio de investigación histórica, que incluye a los Sami —el pueblo lapón— y que da fuerza a cada una de las páginas, vestidas con descripciones detalladas, sutiles, que obligan a entrar de lleno en el frío, en la oscuridad y en la dicotomía de un paraje en el que cohabitaban reyes, nobleza y chamanismo. La misma sensación que Ekbäck lleva de serie: “Mis padres nacieron en Laponia y pasamos mucho tiempo allí con nuestros abuelos, tíos, tíos y primos. Tenemos un antepasado Sami, pero todos los demás eran, hasta donde yo sé, colonos suecos”. Ser parte del pueblo Sami (lapón), que habita en el extremo más septentrional de Europa, es, según la autora “ser criado en la tradición y la cultura más que serlo por sangre”.

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Cecilia Ekbäck (Hudiksvall, Suecia, 1971). Creció en un pequeño pueblo en el golfo de Botnia. A los 24 años se mudó a Londres, donde se licenció en Escritura Creativa en la Royal Holloway. Ahora vive en Canadá, con su marido y sus gemelas, de cinco años. "Una de ellas ama el arte. He escrito una carta para cuando sea adulta, para que, si alguna vez se pierde, dibuje. Porque eso es lo que le ha dado felicidad desde que nació". 'El invierno más largo' y 'La oscura luz del sol de medianoche', ambos de Roca Editorial, son sus dos obras hasta el momento. MARTIN JASON



De aquella infancia, la autora tiene muchos otros recuerdos: sentarse junto a su familia en la mesa de la cocina y ver cómo el crepúsculo se convertía en la noche, la tradición de contar historias, la de leer la Biblia… “Principalmente el Antiguo Testamento. Creo que pocos libros son tan violentos y ricos como la Biblia. Cuando fui un poco mayor, mi padre me dejaba en la biblioteca local y me recogía a la hora de cerrar. Era la única persona en el pueblo que pedía prestados más de diez libros por semana”.

Después, cuando Ekbäck se mudó al extranjero, con 24 años, dejó de escribir. Sentía que su inglés no era lo suficientemente bueno y volvió a hacerlo cuando murió su padre, en 2008. No encontró otra manera de librarse de ese dolor. “Cuando empecé de nuevo, después de tantos años de ausencia, fue como volver a casa”. Reconoce que el primer libro fue fácil porque nunca pensó que fuese a ser publicado; pero el segundo no lo fue tanto. La presión y el miedo a la decepción hicieron que su mente comenzara a hacer “ruido”; cree que ha aprendido a calmarlo y se recuerda a sí misma que escribe porque quiere escribir, “y por ninguna otra razón”.

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Facsímil del libro 'Svecia Antiqua et Hodierna' de 1983. WIKIPEDIA

“Comienzo a entender que el desorden también es parte del proceso. Algunos días puedes escribir mucho, otros días puedes no escribir nada, pero necesitas confiar en que la mente está todavía ahí, trabajando en esa historia…”. A Ekbäck, a veces, la realidad la asalta como una intrusa cuando está en medio de una historia; quizás porque, al imaginar, finge estar allí, se sienta en una de las rocas del bosque que recuerda y vuelve a vivirlo. “Puedo ver, oler y escuchar esa realidad. Paso mucho tiempo escribiendo los lugares, es importante para mí. Siento que si el lugar es creíble, puedes traer al lector contigo, y entonces la historia se vuelve más que una experiencia, más que algo leído”.

Y la mayor parte del tiempo funciona. Tal vez también por esa proporción medida de realidad y distopía, por la imperfección humana de sus personajes, sus obsesiones y soledades, sus debilidades y fortalezas… Y entre todos ellos, las mujeres como protagonistas, como guías del relato. Ekbäck quería protagonistas femeninas: “Creo que tenemos que volver a escribir a la mujer en la historia. Ya se ha escrito tanto desde el punto de vista masculino…”. Mujeres reales, valiente, con miedos, frustradas, felices. Mujeres que luchan y lloran y se sobreponen y caen. Mujeres. Dice la autora que para ser una mujer y sobrevivir en Laponia tenías que ser inmensamente fuerte, feroz. “Y eso es algo por lo que vale la pena escribir”.

https://elpais.com/cultura/2017/09/09/elemental/1504974864_891983.html
Qué hermosa descripción cuando dice que cuando finge estar ahí puede ver, oler y escuchar la realidad. Ya me dieron ganas de leer sus libros, creo que va a ser de esos escritores que te transportan con sus letras hacia dentro del libro y lo sientes como si fueras parte de la historia. Gracias por compartirlo. :kiss:
 
‘Una columna de fuego’: Ken Follet sigue siendo el rey del ‘best seller’ histórico
La batalla de Adrianópolis, una derrota imperial del siglo IV con ecos en el presente

22 DE SEPTIEMBRE DE 2017



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Ken Follet, en Sevilla (Penguin Random House Grupo Editorial)


“Lo ahorcamos delante de la catedral de Kingsbridge…” Leer ‘catedral de Kingsbridge’, sin el menor género de dudas, llevará a millones de lectores a pensar en el galés Ken Follet (Cardiff, 1949) y en Los pilares de la tierra. O lo que es lo mismo, en el rey del best seller histórico mundial. Y ¿por qué lo es? Por lo que vuelve a demostrar con su nueva novela, tercera del ciclo de la ficticia ciudad inglesa de la citada catedral, Una columna de fuego (Plaza y Janés, 2017, traducción de ANUVELA).

Si algo siempre he dicho de este autor es que es un escritor honesto. No vende lo que no es ni se da ínfulas que no tiene. “Soy mainstream” aseguraba certero en una reciente entrevista en El País en el que reconocía que su obra no era “intelectual”.

Y tiene razón. Así que siguiendo su propia sinceridad, podemos asegurar que sus grandes virtudes son los que algunos señalarán como sus grandes defectos: que es folletinesco (y no es un chiste fácil por su apellido; aunque unos lo digan con connotación peyorativa, yo no lo hago), que es facilón, que simplifica, que sus protagonistas son buenísimos y sus villanos malísimos, que tiene algo de literatura de fórmula… Algunos dicen que es fácil lo que hace, pero no lo es. Tantos autores del mundo que buscan ser calificados como el Ken Follet propio, pero no lo logran pueden asegurarlo.

¿Qué nos ofrece nuevo en Una columna de fuego? Una narración fácil, llena de eventos, en la que no paran de ocurrir cosas (venganzas, intrigas, batallas, amoríos, s*x*) y llena de dramatismo que lleva al lector en volandas a lo largo de sus 935 páginas. Lo que los anglosajones llaman un pageturner. Tan fácil. Tan difícil.

Follet nos traslada al siglo XVI y condiciona la historia de Ned Willard, principal protagonista de esta obra coral y futuro espía de la reina Isabel I de Inglaterra, al conflicto entre católicos (los malos, en esta historia) y los protestantes (los buenos), la guerra de religiones. El galés simplifica la historia hasta hacerla un tanto maniquea, pero tanto su contextualización como su representación resultan eficaces, sin necesidad de recurrir a los extensos didactismos a los que son tan aficionados otros autores de éxito del género histórico (lo que algunos llaman infodumping).


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Quizá el gran logro (para algunos defecto) de Follet en torno a lo histórico sea su aproximación la historia con los ojos del siglo XXI. El lector viaja con él al siglo XVI de manera efectiva, pero sin dejar de estar en su tiempo. Es ficción histórica, por tanto, para los lectores del mundo de los EE UU de Trump, del ISIS, de la crisis de refugiados con su nada sutil mensaje sobre tolerancia religiosa.

El propio narrador (que en la parte, por ejemplo, de Sevilla hace una comparación entre la similitud de fundamentalistas católicos y protestantes, ciertamente moderna) o sus héroes (tolerantes, abiertos, inteligentes,que evitan en lo posible la violencia, héroes para el lector actual) son las gafas que mantienen el anclaje al tiempo presente en este viaje al pasado. Sus villanos (en este caso Pierre), en cambio, concuerdan bien con el fanatismo de la época, son machistas, crueles y tienen gustos sexuales algo turbios, algo que es marca de la casa Follet. Los personajes ‘folletianos’ son casi herramientas, que funcionan eso sí a la perfección, y que, casi, casi podrían ser intercambiables de una novela a otra.

Por cierto, aunque Follet simplifique y no arriesgue demasiado en lo histórico no hay que desdeñar la labor de documentación histórica. Si os pica la curiosidad, hojead los agradecimientos finales y fijaos en los historiadores que cita como sus asesores: Geoffrey Parker, Robert Hutchinson, Mercedes García Arenal…

Así que en ese espacio nos esperan aventuras y pasiones continuas y una cascada de lugares y hechos históricos: Londres, Escocia, París, Sevilla, la Española, Flandes, por un lado; y el ascenso de Isabel I al trono, la historia de María Estuardo, la matanza de San Bartolomé (¡cómo no pensar en La reina Margot! Más viendo en Follet a una especie de Dumas del siglo XX), la derrota de la Armada Invencible o incluso la Conspiración de la Pólvora. Como lector, me sorprende que siendo una novela donde el eje es lo inglés, lo más logrado e interesante sea la parte relacionada con la corte francesa.

Una columna de fuego no es la mejor novela de Ken Follet, pero sí es otra de sus novelas de oficio innegable, que buscan y logran entretener al gran público. Que arrasará, que muchos disfrutarán y muchos también criticarán. Con razones y sin ellas. Para mí Follet es uno de los autores mal llamados comerciales o best seller mejores y uno de los más honestos. Y habría que reflexionar sobre cuántos miles de personas se interesaron por la Edad Media y el gótico o por la historia del siglo XX gracias a él.

Sin deslumbrar, Follet demuestra que sigue siendo el rey de la novela histórica mainstream.

https://blogs.20minutos.es/xx-siglo...igue-siendo-el-rey-del-best-seller-historico/

No puedo con él. Su prosa simplona en cientos de páginas son demasiado para mi.
 
No se si conoceis a Jean-Patrick Manchette

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(1942-1995)

https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Patrick_Manchette

Loa amantes de la novela negra "dura" no deben ignorar quien fué este gran francés, revolucionario, politicamente incorrectísimo, anticapitalista, uno de los inductores del famoso Mayo del 68, que deja la novela escandinava como un cuento de niños. Y encima sin el humor corrosivo de Manchette. Reinventó el genero "neo-polar" francés, dejando a un lado la tradición de los bajos fondos parisinos, dando a su novela un tinte totalmente actual y muy sociopolítico. Manchette supo recoger lo que llegaba a los meandros de su máquina de escribir (terorismo político post-Mayo del 68, ideales y decepciones, xistencialismo, jazz, Flaubert, Godard, Alain Delon y chabrol, cigarrillos y armas como fetiches, Hegel, Argelis, Kafka y Gerry Mulligan, conspiranoia, terrorismo, descolonización) sin hacerlo un revoltijo, sin caer en el maniqueismo, sin adoctrinamiento ni caricaturas.

Gran guionista, su pasión fué el cine y se ha llevado al cine más de una de sus obras. Yo he leido Balada de la Costa Oeste y El caso N´Gustro. Prefiero la primera a la segunda, pues esta ultima, centrada en la politica de bajos fondos de los años 60, es mil veces más negra y desasosegante para mi sensibilidad, siendo su protagonista un tipo que se cree muy listo, como el de "El Crepúsculo de los Dioses", metiendose por dinero en un tema que le viene grande,Henri Butrón, una bestia violenta, confundia y expeditiva.Un delincuente juvenil, el salvaje al ue ha de reeducar, (follarse), las chicas (y sus madre) izquierdistas y combativas. mujeres insatisfechas, de buenas familias y cin leves puntazas de reproche por pertenecer a ellas, que fuman Gaulois, escuchan jazz y ecriben en panfletos subversivos sobre Sartre y el terrorismo de Estado, la "nouvelle vague" y el fin de la literatura. Butron es un joven que sale de la prisión y se enrrola como mercenario en Africa, entra a formar parte de una serie de grupos de esxtrema derecha para golpear fuerte, para revemtarlo todo en aras - primero destruyo; luego, si me ppreguntan, busco el argumentario - de una idea de nación que se ha vuelto difusa e incómoda.

En cambio, en "Balada...", junto a Caza al asesino", constituye la mejor novela de Manchette: un ejecutivo parisino, casado y aburrido, por ayudar a un hombre accidentado, se ve perseguido por los asesinos del hombre que ha tenido la mala idea de salvar, y desapareciendo, se mete durante un año en otra vida totalmente opuesta, con otro nombre, una pipa, matando...y finalmente regresando a su antigua vida con una oportuna "amnesia".El protagonista de Balada..., Gerfaut, acaba por reconocerse más en la violencia, en la lucha entre el cazador y la presa, que en la figura de buen padre de familia, hombre de éxito y excelente trabajador para el sistema de "consume, desea, consume, deja de desear pero sigue consumiendo".

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Se convirtió en el rey del detalle, que no deja nada al azar, y en el modelo de Brett Eaton Ellis con su American Psyco. el duro James Ellroy le admira muchísimo.

Es autor también de "Caza al asesino", protagonizada por Sean Penn.

Por ejemplo: "Fatídica", en original, "Fatale"

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La solitaria Aimée Joubert, una asesina a sueldo de cuya vida conocemos escasos datos, se instala en la localidad de Bléville. Tenaz y refinada, pronto seducirá al círculo más influyente de la ciudad, formado por empresarios corruptos que tienen negocios oscuros entre manos. Aimée, sirviéndose de su olfato para detectar las pugnas secretas en el seno de la alta sociedad, propondrá a esos hombres acaudalados un trato poco habitual. En esta novela de ritmo trepidante Manchette nos mete en la piel de la protagonista y nos arrastra con maestría hasta el desconcertante desenlace

Su cita

La buena novela negra es una novela social, una novela de crítica social, que toma como anécdota historias de crímenes.​
 
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EN PORTADA
Un misterio llamado Clarice Lispector
A los 40 años de su muerte, la autora de 'Cerca del corazón salvaje' reina en la historia de la literatura brasileña tanto como en las redes sociales. Una biografía retrata su enigmática figura

TOM C. AVENDAÑO
22 SEP 2017 - 17:44 CEST



La biblioteca Clarice Lispector de São Paulo es un edificio público de hormigón situado en Lapa, un barrio de clase media relativamente cerca del centro de la ciudad. Tiene puertas amarillas y azules por fuera; por dentro, principalmente personas mayores sentadas en media docena de mesas redondas. Casi todo el mundo sabe que la tal Lispector que da nombre al edificio era alguien importante, aunque no todos acaban de ubicarla como la escritora brasileña más traducida y aclamada en décadas. Y nadie responde con la disposición de Lycia, una adolescente de 14 años y enormes gafas de pasta que estaba repasando las estanterías de metal que hay en las paredes. “Creo que la conozco”, dice. Y, tras una búsqueda en Google, muestra el móvil como un trofeo: en la pantalla, varias fotos en blanco y negro de una mujer bella y congelada en un gesto distante, como de estrella del cine de los cuarenta. En cada versión de la foto hay una frase diferente: “El verano está instalado en mi corazón”. “Todo silencio tiene un nombre”. “Mi problema es que nunca fui de gustar más o menos; o gusto mucho o no gusto”. Todas las frases se atribuyen a Lispector, la mujer de la foto, pero pocas lo son. Lycia remata: “Libros suyos aún no he leído, pero creo que me gusta”.

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De izquierda a derecha, Mania Krimgold, Elisa, Clarice, Tania y Pinkhas Lispector. EDITORIAL SIRUELA

“Introspectiva e intimista, enseguida se diferenció del neorregionalismo que dominaba Brasil”


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Cuarenta años después de su muerte, Clarice Lispector goza de una tremenda fama en las redes convertida en un icono de la autoayuda adolescente. Para sus lectores más serios, los que defienden que arrancar sus frases del delicado contexto al que pertenecen equivale a quitarles el alma, es solo una anécdota ignominiosa. Para algunos jóvenes es lo que Lispector siempre ha sido. Pero también es un síntoma del complicado legado que la propia escritora, que nunca mostró el menor interés en la vida pública, ha dejado en su país. “Clarice goza hoy de más culto a su imagen que a su obra”, matiza Yudith Rosenbaum, profesora de letras clásicas en la Universidad de São Paulo y autora de dos libros sobre la escritora. “Por no conceder entrevistas, por haberse aislado y haber rodeado su vida de misterio, por preferir el silencio a las charlas, se ha creado un aura de inaccesibilidad de cara a una legión de fans idólatras”. Lispector se ha convertido a lo largo de las décadas en un fenómeno muy difícil de ignorar, pero eso solo ha ido empeorando el problema de la huella que dejó en la literatura brasileña alguien tan difícil de clasificar.

Resulta complicado hablar de Lispector incluso como autora brasileña, porque sus escritos parecen pasar por encima de la realidad terrenal. Una vez en 1969 dedicó unas de las crónicas que escribía en el periódico Jornal do Brasil al tema de la violencia policial (porque unos agentes habían disparado 13 veces sobre un famoso bandido). Su última novela, La hora de la estrella, habla de una chica que, al igual que ella hacía años, viaja del noreste a Río de Janeiro. Y ya. En casi 40 años de producción no hay más referencias explícitas al lugar ni la época que la rodeaban. Solo hay, defiende Rosenbaum, una referencia implícita en algunos textos. “Brasil aún es un país en el que la empleada doméstica ocupa un lugar importante en las familias de clase media y alta. Es un resquicio de nuestra triste herencia colonial”. Y hay varias crónicas de Clarice, publicadas en el Jornal do Brasil entre 1967 y 1973, que hablan de la experiencia de la escritora con sus empleadas: “Los momentos de semejanza y de diferenciación entre ellas revelan unos conflictos de clase que la sociedad brasileña había mantenido ocultos”. La académica recuerda que en la novela La pasión según GH el enredo central ocurre en la habitación de la empleada.

Casi tan inútil como intentar etiquetarla por el contenido de sus textos es estudiar su forma. Su estilo, entre la poesía y la prosa, de pintar de espiritualidad los detalles cotidianos y usar la primera persona en relatos en los que ella no es un personaje la distancia más que acercarla a sus coetáneos: no se parece a nadie y su visión no recuerda a ningún movimiento. “Ya desde el principio se diferenció del neorregionalismo de los años treinta que dominaba el panorama brasileño del que surgió. Era más cercana a la novela introspectiva e intimista, heredera de la prosa de la ficción católica francesa, pero aun así no se aproxima a ninguna de esas dos vertientes”, sopesa Rosenbaum. Benjamin Moser, autor de la biografía Por qué este mundo, que se publica ahora en España y que en 2009 galvanizó la fama internacional de la autora, se resiste también a la clasificación: “Leer a Clarice es una experiencia muy personal. Hablar de ella en clave nacional o académica es una idea pésima, es permitir que una camarilla sin imaginación entierre a una artista en una tumba polvorienta”, sostiene. “Clarice se describe mejor como una amante con la que uno tiene momentos de luz, de amor, de s*x* y de muerte. Esto le sonará exagerado a quienes no la hayan leído, pero a los que sí, les parecerá obvio y hasta un poco limitado”.

Lispector murió en 1977.Su influencia en los futuros escritores del país resultó ser más problemática de lo esperado. Muchos intentaron ocupar su hueco y durante años han proliferado imitaciones de su estilo: algunas excesivamente místicas, otras simplemente impenetrables. Otros escritores huyeron de su temible sombra. Caio Fernando Abreu, un autor de los años setenta y ochenta que hoy también está de revival 20 años después de su muerte, se negó a leer su obra para no contaminarse. No fue el único. “Un joven escritor de São Paulo me dijo que, tras Clarice, muchos brasileños sintieron que no tenían nada que decir”, recuerda Moser.

“Es, junto con Guimarães Rosa, la gran escritora de la segunda mitad de nuestro siglo XX”

A la vez, la visión universal de Lispector ayudó a que su obra medrase en el extranjero. En 1954 se publicó en Francia la primera traducción de una novela suya. En Nueva York la primera se lanzó en 1964: para los años ochenta los títulos en inglés se habían multiplicado. La editorial alemana Schöffling & Co. compró los derechos en alemán y Siruela hizo lo propio en español. “Ella siempre fue una figura de culto, pero solo entre los expertos, como un secreto bien guardado. Fueron las traducciones y el interés que empezó a generar fuera lo que la convirtió en un fenómeno brasileño”, opina el editor y escritor Pedro Corrêa do Lago. El prestigio de otros países completó la ecuación. Entre que su estilo era tan peculiar que se limitaba a su obra; entre que apenas había cultivado su faceta pública y que era un nombre más avalado por el extranjero que por el propio país, Clarice Lispector pasó a ser una figura de culto. Unas décadas más en ese camino y estaría protagonizando memes para la próxima generación.

Al menos por ahora, mientras su presencia siga relativamente cercana en el tiempo. Su valor para el país está claro: “Es, junto con Guimarães Rosa, la gran escritora de la segunda mitad de nuestro siglo XX”, sentencia Corrêa do Lago. Quizá sea cuestión de que, con el tiempo, se le acabe encontrando un hueco que no dependa de si representaba o no la mentalidad brasileña. “Y Shakespeare ¿representa la mentalidad inglesa? O Cervantes, ¿la española? Al principio desde luego que no: eran simples escritores, y el Quijote se pudo haber escrito en Francia tanto como Hamlet se pudo haber escrito en Italia”, protesta Moser. “Pero los grandes artistas saben proyectar, de una manera muy extraña, una visión muy excéntrica y personal sobre los hablantes de todo un idioma, y también saben hacerles creer que esa visión es la suya. Así, es imposible imaginar el español sin Cervantes, el inglés sin Shakespeare y el portugués sin Clarece”.

‘Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector’. Benjamin Moser. Traducción de Cristina Sánchez-Andrade. Siruela, 2017. 492 páginas. 34 euros

https://elpais.com/cultura/2017/09/20/babelia/1505923237_969591.html
 
La verdadera historia tras “El exorcista”
Un caso real de 1949 inspiró la novela y el célebre filme de terror


DAVID ALANDETE


Director Adjunto de El País
Washington 30 AGO 2009


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Tras el exorcismo más famoso de la historia del cine se halla un suceso real y sorprendente cuyo protagonista aún vive, oculto en el anonimato. La novela El exorcista (1971) y el largometraje homónimo (1973) se inspiraron en un caso documentado por la Iglesia. El supuesto endemoniado fue en realidad un niño, a quien los investigadores e historiadores llaman, simplemente, Robbie, y al que le sucedieron cosas extraordinarias y para los curas que le custodiaron, incomprensibles. Tanto, como para que las autoridades católicas de Washington aceptaran que se le sometiera a un exorcismo.


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Las escaleras donde se filmó parte de la película 'El exorcista' GETTY

Robbie era un niño afroamericano que fue víctima de arrebatos de ira y centro permanente de sucesos inexplicados. Dicen los que le trataron, que documentaron su estado en una serie de cuadernos que han ido pasando de mano en mano en Washington, que hablaba en latín y que en su cuerpo aparecían marcadas palabras malditas. Un grupo de jesuitas norteamericanos creyó que era víctima del demonio y lo sometió a un duro y tortuoso exorcismo.

publicó el 20 de agosto de 1949que "en lo que es, tal vez, una de las experiencias más destacables de su género en la reciente historia religiosa, un niño de 14 años [de los suburbios de Washington] fue liberado por un cura católico de la posesión por el demonio, según informaron fuentes católicas".

El que sería autor de la novela y el guión del filme, William Peter Blatty, estudiante en la Universidad de Georgetown, leyó el artículo. Corría por el campus de esa institución jesuita el rumor de que dicho cura católico, mencionado por el Washington Post, era un padre bastante conocido en la universidad: William Bowdern. Blatty le escribió, pidiéndole ayuda.

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"Nosotros (otro cura y yo) mantuvimos un recuento al minuto, cada día, sobre los sucesos acaecidos el día y la noche anteriores", le dijo el cura Bowden a Blatty en una carta de respuesta. Había, pues, un diario, escrito a mano, donde se narraba el exorcismo. Blatty lo consiguió y leyó partes de él. Pero fue Thomas Allen, historiador y escritor, el primero en lograr una copia, que reproduciría en la más reciente reedición de su libro Possessed.

"Me pasé meses llamando a diversos padres jesuitas, preguntándoles si conocían al padre Walter Halloran, del que se decía que había presenciado el exorcismo y que lo había mencionado en una entrevista a un diario local de Nebraska. Finalmente le encontré", explica Allen a EL PAÍS. "Curiosamente, era la noche de Todos los Santos". Halloran, fallecido en 2005, reveló a Allen que existía aquel diario, escrito por un tercer cura, el padre Raymond Bishop. "Halloran era un rebelde. Decía que al padre Bowdern, el que realizó el ritual, le hubiera gustado que la gente supiera de aquel exorcismo. Así que me mandó una copia del diario", explica.

Así vio la luz la historia de Robbie, una patraña para la ciencia y escondida por la Iglesia. El niño nació en 1935. Su calvario, según el relato de los jesuitas, comenzó el 15 de enero de 1949, cuando se comenzó a oír en su casa un arañazo persistente bajo el suelo, seguido por un extraño chirrido que parecía provenir del interior de su cama, siempre según el relato de sus familiares.

Aunque la familia era protestante, el caso llegó a las manos del padre católico Albert Hughes, párroco de la iglesia de Saint James, que vio cómo se multiplicaban acontecimientos extraños. Según recoge el diario de los jesuitas, el niño le dijo al padre Hughes en latín: "Cura de Cristo, sabes que soy el Demonio. ¿Por qué me molestas?". Hughes, fuente única de esos sucesos, ingresó al niño en el hospital de Georgetown y trató de exorcizarlo, con la autorización expresa del arzobispo de Washington. El hospital depende de la universidad del mismo nombre, gestionada por los jesuitas.

Entonces ocurrió el suceso que inspiró la novela de Blatty. En pleno ritual, el adolescente se liberó de las ataduras de su cama y atacó al reverendo con un muelle, provocándole una profunda herida en el brazo y el hombro, que requirió un centenar de puntos. Herido de gravedad, el padre abandonó el exorcismo, después de sufrir un ataque de nervios. Esta agresión es lo único cierto y demostrable en todo este proceso, pues hay certificados médicos que la prueban.

El barrio de Georgetown, plácido y exclusivo, es el marco de la novela y la película, con la Universidad y su rectorado, de estilo románico, de fondo. En el libro también se menciona la iglesia de la Santa Trinidad, en la que Reagan se cuela para profanar imágenes. En el largometraje se ilustró ese evento con la capilla Dahlgren, en la que el padre Damien Karras oficia misa. Junto a la casa en la que se supone que vivió la niña, en la calle Prospect, están las famosas escaleras del final del largometraje, aún tétricas, húmedas y oscuras, convertidas en un reclamo turístico más en una ciudad consagrada casi por completo a la política.

En la historia real, sin embargo, la familia de Robbie era muy modesta. Vivía lejos del exclusivo refugio blanco de Georgetown. Su barrio, Cottage City, es, aun hoy, uno de los más pobres de la zona metropolitana, con una tasa alta de pobreza y baja de escolarización secundaria y superior. Aunque no duraron mucho tiempo allí. Ante el escándalo que el niño había armado en el vecindario, decidieron marcharse a casa de unos familiares en San Luis, en el Estado de Misuri.
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Fotograma de 'El Exorcista'.

Allí consultaron con los jesuitas de la universidad católica local. El arzobispo de San Luis autorizó el exorcismo y el padre Bowden lo inició, descubriendo muy pronto a quién se enfrentaba. "La imagen del diablo y la palabra INFIERNO aparecieron [en el cuerpo del niño] en cuanto repetimos el Praecipicio, pidiéndole al espíritu maligno que se identificara", dice el padre Bishop en su diario. "El diablo apareció en rojo. Sus brazos se erguían sobre su cabeza y parecían estar palmeados, dándole la horrible apariencia de un murciélago", prosigue. De todo esto no hay prueba gráfica alguna, sólo el recuento de los curas.

Bowden practicó las últimas fases del exorcismo en la planta psiquiátrica del hospital de los Alexianos. El lunes de Pascua hubo una conversación en la que el niño decía hacer de portavoz del diablo. "Yo siempre estoy dentro de él", dijo, cuando le intentaron dar la comunión. Horas después, el niño, en pleno ataque, dijo tener la visión del arcángel san Miguel venciendo al diablo. Con una voz impostada, dijo: "Te obligo a ti, Satán, y a otros espíritus diabólicos a que abandonéis este cuerpo en el nombre de Dios, ahora". El drama, según las notas del jesuita, acabó en aquel momento.

A pesar de las más que razonables dudas médicas y científicas sobre la veracidad de los hechos descritos en ese diario, el padre Bowdern siempre los dio por ciertos. Así lo creyó hasta su muerte en 1993. "Fue real", le dijo a Blatty en una carta. Al fin y al cabo, él era un cura católico y Roma reconoce las posesiones como reales. El texto original del Ritual romano, utilizado para el menester de los exorcismos, fue redactado en 1614 a instancias del papa Pablo V y modificado por última vez en 1999, bajo la tutela del cardenal Jorge Arturo Medina Estévez.
  • En una conferencia en la que presentó el nuevo ritual, el cardenal dijo que la posesión es reconocible porque le permite al sujeto "hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas; desvelar cosas escondidas o distantes; demostrar fuerzas superiores a la propia condición física, y todo ello juntamente con una aversión vehemente hacia Dios".

Al pequeño Robbie, en 1949, se le practicaron todo tipo de pruebas médicas en el hospital de Georgetown. Los médicos temieron de forma razonable que sufriera un trastorno psiquiátrico. Los psiquiatras no se pusieron de acuerdo en un diagnóstico. Fueron su familia y los jesuitas los que creyeron que estaba poseído. Sus síntomas coinciden, es cierto, con los descritos por Medina Estévez. Hubo un exorcismo, eso es cierto. Pero si en realidad existe algo semejante la posesión demónica es algo que queda estrictamente en el ámbito de la creencia religiosa.


https://elpais.com/diario/2009/08/30/revistaverano/1251583204_850215.html
 
No se si conoceis a Jean-Patrick Manchette

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(1942-1995)

https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Patrick_Manchette

Loa amantes de la novela negra "dura" no deben ignorar quien fué este gran francés, revolucionario, politicamente incorrectísimo, anticapitalista, uno de los inductores del famoso Mayo del 68, que deja la novela escandinava como un cuento de niños. Y encima sin el humor corrosivo de Manchette. Reinventó el genero "neo-polar" francés, dejando a un lado la tradición de los bajos fondos parisinos, dando a su novela un tinte totalmente actual y muy sociopolítico. Manchette supo recoger lo que llegaba a los meandros de su máquina de escribir (terorismo político post-Mayo del 68, ideales y decepciones, xistencialismo, jazz, Flaubert, Godard, Alain Delon y chabrol, cigarrillos y armas como fetiches, Hegel, Argelis, Kafka y Gerry Mulligan, conspiranoia, terrorismo, descolonización) sin hacerlo un revoltijo, sin caer en el maniqueismo, sin adoctrinamiento ni caricaturas.

Gran guionista, su pasión fué el cine y se ha llevado al cine más de una de sus obras. Yo he leido Balada de la Costa Oeste y El caso N´Gustro. Prefiero la primera a la segunda, pues esta ultima, centrada en la politica de bajos fondos de los años 60, es mil veces más negra y desasosegante para mi sensibilidad, siendo su protagonista un tipo que se cree muy listo, como el de "El Crepúsculo de los Dioses", metiendose por dinero en un tema que le viene grande,Henri Butrón, una bestia violenta, confundia y expeditiva.Un delincuente juvenil, el salvaje al ue ha de reeducar, (follarse), las chicas (y sus madre) izquierdistas y combativas. mujeres insatisfechas, de buenas familias y cin leves puntazas de reproche por pertenecer a ellas, que fuman Gaulois, escuchan jazz y ecriben en panfletos subversivos sobre Sartre y el terrorismo de Estado, la "nouvelle vague" y el fin de la literatura. Butron es un joven que sale de la prisión y se enrrola como mercenario en Africa, entra a formar parte de una serie de grupos de esxtrema derecha para golpear fuerte, para revemtarlo todo en aras - primero destruyo; luego, si me ppreguntan, busco el argumentario - de una idea de nación que se ha vuelto difusa e incómoda.

En cambio, en "Balada...", junto a Caza al asesino", constituye la mejor novela de Manchette: un ejecutivo parisino, casado y aburrido, por ayudar a un hombre accidentado, se ve perseguido por los asesinos del hombre que ha tenido la mala idea de salvar, y desapareciendo, se mete durante un año en otra vida totalmente opuesta, con otro nombre, una pipa, matando...y finalmente regresando a su antigua vida con una oportuna "amnesia".El protagonista de Balada..., Gerfaut, acaba por reconocerse más en la violencia, en la lucha entre el cazador y la presa, que en la figura de buen padre de familia, hombre de éxito y excelente trabajador para el sistema de "consume, desea, consume, deja de desear pero sigue consumiendo".

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Se convirtió en el rey del detalle, que no deja nada al azar, y en el modelo de Brett Eaton Ellis con su American Psyco. el duro James Ellroy le admira muchísimo.

Es autor también de "Caza al asesino", protagonizada por Sean Penn.

Por ejemplo: "Fatídica", en original, "Fatale"

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La solitaria Aimée Joubert, una asesina a sueldo de cuya vida conocemos escasos datos, se instala en la localidad de Bléville. Tenaz y refinada, pronto seducirá al círculo más influyente de la ciudad, formado por empresarios corruptos que tienen negocios oscuros entre manos. Aimée, sirviéndose de su olfato para detectar las pugnas secretas en el seno de la alta sociedad, propondrá a esos hombres acaudalados un trato poco habitual. En esta novela de ritmo trepidante Manchette nos mete en la piel de la protagonista y nos arrastra con maestría hasta el desconcertante desenlace

Su cita

La buena novela negra es una novela social, una novela de crítica social, que toma como anécdota historias de crímenes.​

He aqui una entrevista en la que sale Manchette junto a otro grande de la polar francesa, Lèo Malet, al anciano de gafas.

https://es.wikipedia.org/wiki/Léo_Malet

La entrevista, de 1979 ¡que lujazo, Manchette y Malette juntos!



Se habla sobre el detalle que daba Manchette a los personajes, la marca de bebida,cigarros, musica de jazz... dota al personaje de una personalidad en sus gustos...​
 
7 novelas para saber si darías el perfil de trader de éxito en la turbia élite financiera
25 DE SEPTIEMBRE DE 2017

Codicia, s*x*, poder, excesos, pocos escrúpulos y mucho, muchísimo dinero rápido.


(Armas de mujer, 1988 / 20th Century Fox)

Esas serían, queridos, los siete pilares de la sabiduría rapaz sobre los que se erige desde la década de los 80 el submundo de las altas finanzas con puntales en las grandes capitales financieras, y que han detonado crisis económicas de proporciones bíblicas, polarizando el reparto de la riqueza a nivel planetario. Y yo, desde mi atalaya libresca contemplo entre líneas cómo, a pesar de todo, el tanque sigue a rebosar de yuppies, traders, brokers o como queráis llamarlos. Tiburones en la veintena, ambiciosos hasta el delirio, vestidos de alta costura, pilotando cochazos, yates y jets, y con querencia a empolvarse la nariz, que son la sangre fresca que permite que ese retorcido corazón financiero siga bombeando dinero y colapsando el sistema.

Porque no nos engañemos: que Melanie Griffith en Armas de Mujer encarnara, junto con Harrison Ford y Sigourney Weaver, la versión mas naíf, edulcorada y americandreamizada de la lucha por abrirse paso en el Wall Street de los 80 no eclipsa la turbia verdad: en los mercados financieros solo prosperan quienes carecen de sensibilidad y de empatía. Nada, pero nada que ver con la mítica canción de cabecera de la película de Carly Symon: “Let the river run, let all the dreamers
wake the nation. Come, the New Jerusalem
“. Y un cuerno, querid@s. Que esta gente se embotella el agua del río y se la bebe a precio de oro, no sueña porque esnifa y su Nueva Jerusalem es el nombre del burdel más exclusivo de occidente.

Y todo esto viene porque hoy en reginaexlibrislandia un reginaexlibrislandiano asiduo vino a buscar un ejemplar de La hoguera de las vanidades:

Cliente: Hola, Regina. ¿Tienes ejemplares de La hoguera de las vanidades?

Regina ExLibris: ¡Hola! Sí, del gran Tom Wolfe.

Cliente: Es que el otro día volví a ver la película y también la de Wall Street, y me picó el gusanillo. Por el entorno este de los yuppies pasados de vueltas y las finanzas en los 80, ya sabes.

Regina ExLibris: Sí, la de Wolf es una de las grandes novelas del Nueva York retratada como epicentro del capitalismo ochentero. A mi me encantó, la verdad. Pero no es la única ¡el tanque sigue llenito de tiburones, querido!

Cliente: ¿Sí? ¿Hay más literatura de ese tipo?

Regina ExLibris: La hay, sí. Y más que por su valor literario destacan porque son autobiografías noveladas de tiburones que abandonaron el tanque. No solo en los 80, también en los 90 y ya entrados en el XXI.

Cliente: Curioso. ¿Me enseñas algunas?

Regina ExLibris: ¡Vamos allá! Te voy a sugerir 7 novelas para que puedas reconocer a un verdadero trader de éxito. ¡Ja, ja, ja!

Y así sin más confeccioné mi selección reginaexlibrislandiana de 7 novelas para saber si tienes lo que hay que tener para ser trader en la élite financiera:

1. Memorias de un operador de Bolsa. Edwin Lefevre. Deusto. Esta fascinante mezcla de novela histórica, económica y biográfica, donde aritmética, dinero, poder y dolce vita son sinónimos, parte de una docena de artículos publicados por el periodista Edwin Lefèvre entre 1922 y 1923 en el Saturday Evening Post, y narra la vida de Larry Livingston, un operador de bolsa, alter ego literario de Jesse Livermore (1877-1940), mago de las finanzas y uno de los mayores especuladores de todos los tiempos. Uno de los puntos claves del libro es su disección de los turbios albores de los mercados de valores modernos, especialmente las prácticas fraudulentas en las corredurías -los rumores, la operativa a crédito, la manipulación, las colocaciones de acciones, etc- en el día a día del corazón financiero del mundo. Un clásico de obligada lectura para cualquier analista bursátil y una curiosa lectura para los no versados en bolsa, pero con la mente el paladar bibliófilo inquietos.


Memorias de un operador de Bolsa

2. La hoguera de las vanidades. Tom Wolfe. Anagrama. Esta monumental y ambiciosa novela de Tom Wolfe, su primera incursión en la narrativa más allá del periodismo, es una crítica tan brillante como brutal de las ramificaciones del capitalismo rapaz del Wall Street de 1980 y la gran novela de Nueva York por excelencia. En ella conocemos a un tal Sherman McCoy, un joven yuppie, adinerado y arribista, que es la joven estrella de una prestigiosa firma de brokers. Pero su suerte cambia el día que, tras recoger en el aeropuerto a su amante, ésta atropella a un joven negro al atravesar el Bronx camino de su coqueto picadero en el centro. A partir de ahí todo y todos se vuelven en su contra para hundir a Sherman y para mostrar las entrañas de la ciudad que representa el epicentro del dinero y el poder, una sucia ratonera plagada de conflictos raciales y envidias de clase donde todos quieren hacerse ricos cuanto antes y como sea, y donde el dinero, el s*x* y el poder son las monedas de cambio de todo el mundo.



La hoguera de las vanidades.

3. El póquer del mentiroso. Michael Lewis. Alienta. Antes de las caídas de Enron o Lehman Brothers, en los ochenta ya se produjo uno de los mayores escándalos financieros de la historia, el crac de Salomon Brothers, la mayor inversora de Nueva York. Y este libro narra la experiencia del autor como exitoso trader de la compañía. Con una fuerte carga de ironía, Lewis recrea una época marcada por la ética de la codicia, la frivolidad y la ambición desmesurada, con epicentros en Wall Street y la City londinense, donde veinteañeros sin experiencia ni escrúpulos vivían en la abundancia y lo arriesgaban todo en apuestas imposibles. Lewis dibuja un retrato mordaz de sus tres primeros años en uno de los mayores bancos de inversión del mundo, desde el insólito proceso de selección y su posterior experiencia como aprendiz, hasta su ascenso al epicentro del espíritu rapaz que guiaba el mercado financiero de la época.



El póquer del mentiroso

4. El lobo de Wall Street. Jordan Belfort. Booket. Autobiografía del ya legendario “moderno broker caído” del Olimpo de Wall street tras haber pulverizado el mercado bursátil con prácticas fraudulentas en los 90, y cuya adaptación homónima filmara Martin Scorsese con Leonardo DiCaprio en la piel de Belfort, alias “El lobo de Wall Street”. En la novela Belfort cuenta su meteórica y turbia ascensión a la cima de la élite financiera, donde, una vez asentado y siempre hambriento de dinero y de todo tipo de excesos dentro y fuera de la oficina -s*x* y droga en la jornada laboral eran parte de la cultura corporativa que Belfort alentaba y financiaba-, se mantuvo hasta que el FBI lo detuvo y lo encarceló acusado de múltiples fraudes y estafas. Con un ritmo frenético no solo detalla orgías y excesos, sino que también describe la ingeniería financiera que diseñó para embolsarse varios cientos de millones de dólares y poder blanquearlos y derrocharlos a su aire.


El lobo de Wall Street.

5. Directo al infierno. John LeFevre. Deusto. John LeFevre desarrolló una exitosa y fulgurante carrera en el mundo de las finanzas al conseguir, nada más terminar la universidad, una de las 350 plazas vacantes en Salomon Brothers. Trabajó en Nueva York, Londres y Hong Kong, ciudades en las que se sitúan la mayoría de vivencias que relata en el libro, un retrato descarnado del lado más salvaje de los negocios en el que airea los trapos sucios del submundo de las altas finanzas contemporáneas. Orgías de s*x*, alcohol, drogas, codicia ilimitada y noches de lujuria y desenfreno. Conductas sórdidas, honorarios amañados y soplos a los buenos clientes son el código de (des)honor de la élite de las finanzas del S.XXI. Porque para este joven texano y sus colegas de profesión el compañerismo consistía en examinarse mutuamente la nariz para comprobar que no sangraba antes de una reunión.


Directo al infierno

6. Cómo provoqué la crisis financiera. Tetsuya Ishikawa. Planeta. La historia de Tetsuya Ishikawa revela cómo un joven graduado de Oxford, inexperto, ambicioso y sin escrúpulos, empieza a trabajar en un banco de inversiones donde gestiona grandes sumas de dinero de otras personas rodeado de millonarios que se dedican al champán, el caviar, las mujeres y la cocaína. Los derroches en lujosos restaurantes de Londres o Manhattan o en refinados burdeles de Fráncfort se suceden, mientras venden o negocian con unos productos financieros tóxicos camuflados en un complejo entramado que pocos pueden entender. El libro, que explica con habilidad los instrumentos financieros, es a la vez una historia sobre la inocencia perdida y una inquietante exposición sobre la codicia y la fragilidad del sistema bancario que permite que un veinteañero lleve una vida desenfrenada mientas crea y vende miles de activos tóxicos que arruinarán a pequeños ahorradores.


Cómo provoqué la crisis financiera

7. Calle Erottaja. Karo Hämäläinen. Bruguera. Las matrices de las grandes empresas de Helsinki están radicadas en una única calle que, con el tiempo, ha pasado a dar nombre a los principales mercados financieros de Finlandia: Erottaja. También da título a este apasionante thriller financiero en el que el escritor finlandés Karo Hämäläinen narra la historia de tres socios que fundan una entidad e intentan aprovecharse de la quiebra de los bancos islandeses tras la caída de Lehman Brothers para especular y hacerse de nuevo con el poder total de Erottaja Investment Partners. Con una narrativa potente, Hämäläinen ficciona pero también describe las dinámicas reales de un sistema económico que ha detonado una crisis global sin precedentes. Una inquietante novela que explora los sórdidos entresijos del mundo financiero, corroído y retroalimentado por la corrupción sistemática durante décadas.


Calle Erottaja


https://blogs.20minutos.es/diariode...il-de-trader-de-exito-en-la-elite-financiera/
 
El erizo y el zorro

RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

El timo de la autenticidad: condenados a ser nosotros mismos
Las páginas de autoayuda de los periódicos nos recomiendan seriamente que seamos nosotros mismos, persigamos nuestros sueños y recordemos que somos, por el mero hecho de existir, especiales


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Detalle de un retrato de Rousseau, el 'inventor' de la 'autenticidad'
AUTOR
RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ
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26.09.2017 – 05:00 H.

Una forma de retórica ha invadido el espacio público: la retórica de la autenticidad, la virtud y la identidad. Está prácticamente en todas partes. Las páginas de autoayuda de los periódicos nos recomiendan seriamente que seamos nosotros mismos, persigamos nuestros sueños y recordemos que somos, por el mero hecho de existir, especiales. La publicidad nos insiste en que llevar una cierta prenda de ropa o conducir determinado coche son una muestra de autenticidad y de que no nos sometemos a la voluntad de los demás, y que lo importante en la vida es expresar nuestro verdadero carácter. Desde hace un tiempo, el debate político se ha teñido de constantes apelaciones identitarias que nos incitan a mostrar orgullo por ser miembros de nuestro grupo, nos recuerdan que la mera pertenencia a esa comunidad nos hace singulares (cuando no mejores) y que el fin último de la política es que tu identidad sea reconocida y ocupe un lugar especial en el imaginario colectivo.

Es una retórica narcisista que parece servir para todo y que tiende a expulsar de la discusión a la razón. En realidad, la mayoría de nosotros no somos especiales, ni auténticos, ni particularmente virtuosos. Llevamos las vidas que podemos -que son más fáciles si has nacido en el grupo demográfico y el hogar adecuados, e increíblemente más difíciles si no es el caso- y tratamos de hacerlo de acuerdo con las coordenadas morales que escogemos. Esta retórica, sin embargo, parece que nos quiere sacar a empellones de esta especie de mediocridad para recordarnos a gritos que esa existencia es falsa y, sobre todo, el sometimiento a unas convenciones sociales putrefactas. Aunque, por supuesto, esa otra forma de entender la vida que nos propone sea puramente convencional y no precisamente progresista.

Los orígenes de esta manera de mirar el mundo datarían del XVIII y de un escritor entre la ilustración y el romanticismo: Rousseau

Muchos piensan que ese discurso es el propio del neoliberalismo: una falsa épica vital que, en realidad, te lleva a dejar de ser un ciudadano para convertirte en un mero consumidor: un consumidor de mercancías, de experiencias y de tu propio ego. Yo mismo aventuré en un libro que esta retórica nació en los años sesenta, antes del neoliberalismo, fruto de una serie de circunstancias políticas, culturales y económicas que podríamos resumir como una suma de contracultura y bienestar. Pero un brillante ensayo del profesor de literatura Alex Matas Pons, 'En falso. Una crítica cultural del siglo XX' (Pretextos), recién publicado, sitúa los orígenes de esa manera de mirar el mundo mucho antes, concretamente en el siglo XVIII, y en un escritor que vivió en el tiempo de frontera entre el pensamiento ilustrado y la reacción romántica a este: Jean-Jacques Rousseau.


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'En falso'



Rousseau defendió “con una violencia extraordinaria la idea de que existe una identidad natural, ajena a lo social”, es decir, que todos somos una expresión de autenticidad que la sociedad desfigura. Sostuvo esta idea en muchas obras de naturaleza distinta, pero sobre todo lo hizo en un libro titulado 'Confesiones' (1782). En él decidió presentarse “desnudo”, revelar “sus secretos más vergonzantes”, convencido de que “su sinceridad, la revelación inmediata de su intimidad, es la virtud ejemplar gracias a la cual podrá ganarse el reconocimiento público. Si antes la ejemplaridad venía dada por la santidad o el heroísmo, ahora él quiere democratizarla haciéndola accesible a todo el mundo: cualquiera la merece por el simple hecho de ser único o genuino”. De ahí que Rousseau escribiera al principio de 'Confesiones': “Si no valgo más, al menos soy distinto”.

¿Una idea liberadora?
Puede parecer una idea liberadora. Como cuenta de forma admirable Matas, apoyándose en ejemplos literarios de obras de Joseph Conrad, Scott Fitzgerald, Patricia Highsmith o Philip Roth, entre otros, esta visión ha tenido una influencia crucial en toda la cultura posterior y llegado hasta nosotros. Antes de la época de Rousseau, el reconocimiento pasaba en buena medida por cumplir a la perfección el papel que desempeñabas en el seno de la sociedad -cumplir el código de honor de tu profesión, tu religión o tu grupo social-, pero, a medida que la sociedad se iba liberalizando y siendo más igualitaria, al menos nominalmente, empezaron a ser el carácter o la individualidad las cualidades que eran vistas como meritorias. Eso hizo que la cultura posterior estuviera dominada por algo que es probable que no estuviera en la mente de Rousseau: la impostura, la exhibición ante los demás de un carácter que no es el tuyo, sino una construcción falsa y vanidosa.

A medida que la sociedad iba siendo más igualitaria empezaron a ser el carácter o la individualidad las cualidades vistas como meritorias

Jim, el protagonista de la gran novela de Conrad 'Lord Jim' (1900), es un capitán de barco que incumple la más sagrada tarea que la sociedad ha depositado en él: ser el responsable de los pasajeros de su barco. Cuando se produce un naufragio, olvida ese compromiso y solo se preocupa de salvar su vida, así que salta de la nave en cuanto puede. Los pasajeros son recogidos y salvados por otro barco, y a partir de entonces Jim se convierte en un fugitivo. El resto de su vida consistirá en tratar de erigir un carácter que no sólo niegue que en determinada ocasión fue un cobarde, sino que exhiba exactamente lo contrario. En otra novela de Conrad, 'El agente secreto' (1907), un terrorista se considera poseedor de una moral superior, excepcional, pero el narrador del libro señala que, con su desafío revolucionario, “se procuraba a sí mismo una impresión de poder y prestigio personal. Mitigaba su desasosiego […] A su manera, los más ardientes revolucionarios no están haciendo sino buscar la paz al igual que el resto de los mortales: la paz de la vanidad apaciguada, de los apetitos satisfechos, o tal vez de la conciencia aplacada” .

El libro de Matas está repleto de ejemplos así de dramáticos. Los destinatarios actuales de las consignas de la autoayuda, la publicidad o la política identitaria no solemos vivir situaciones tan extremas. Pero cuando se ha desplegado la idea de que el carácter natural del individuo es algo que debe luchar constantemente contra las convenciones sociales luego es muy difícil volver a contenerla. Aunque, en última instancia, esta solo sirva para suturar las miserias personales o apaciguar el conocimiento de las limitaciones de uno. Y por eso, la idea deja de ser liberadora para convertirse en una especie de condena narcisista que ahora, paradójicamente, incluye a toda la sociedad de la que en teoría nos queremos desmarcar. Lo que quería acabar con la hipocresía social se convierte así en su motor.

“No seáis auténticos, sed prácticos sin ser inmorales”, sería mi respuesta a este estado de cosas. Da para un buen tuit. Pero es probable que me pasara las horas posteriores a su publicación pendiente de si ha tenido éxito -es decir, de cuántos reconocen mi autenticidad-, lo que no haría más que empeorar las cosas.

https://blogs.elconfidencial.com/cu...ad-sed-autenticos-identidad-rousseau_1448967/
 
El arte y el cuerpo

26.09.2017 – 05:00 H.
El arte lleva representando al cuerpo humano desde los orígenes. La pintura, la escultura y posteriormente la fotografía han dejado para la posteridad obras de verdadero calado que ahora recopila, de la mano de Phaidon, El Arte y el Cuerpo, un amplio estudio que abarca desde la Venus de Willendorf -una de las primeras representaciones que data del 24.000- 22.000 a.C.- hasta vídeos y performances de artistas contemporáneos como Marina Abramović, Joan Jonas y Bruce Nauman.

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GALERIA FOTOS:

https://www.gentleman.elconfidencia...-cuerpo-historia-escultura-pintura_1340771#18

El libro ilustra a través de más de 400 artistas la diversidad y los intereses comunes de las culturas del mundo a través de sus manifestaciones del cuerpo. Las obras están agrupadas en diez capítulos temáticos -belleza, el cuerpo ausente, religión y creencias, cuerpos y espacio, s*x* y género, emoción corpórea, poder, los límites del cuerpo, el cuerpo impuro e identidad-, todos ellos pertenecientes a distintos periodos históricos del arte y zonas del mundo. Botticelli, Rubens, Matisse, Antony Gormley, Yoko Ono, Barbara Kruger... Su visión más íntima en un libro de 440 páginas.
 
La Revolución Rusa en 10 libros para comunistas, anticomunistas... y todos los demás

23.09.2017 – 05:00 H.


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Galeria libros:
https://www.elconfidencial.com/mult...libros-trotski-reed-pipes-mcmeekin_1446164/#0


Se cuenta que cierto día León Trotski tuvo que presentar sus excusas a un joven delegado belga en la Komintern por cogerle de las solapas, explicando que fue un acto lamentable pero reflejo, al percibir "confusión entre ideas proletarias y pequeño burguesas". El picajoso genio militar del ejército rojo simboliza el alfa y omega de la Revolución Rusa, su principal ideólogo y estratega y uno de sus grandes damnificados, piolet en la nuca mediante. Suya fue también la primera gran historia de aquella inédita insurrección que transformó el mundo moderno y que cumple 100 años este mes de octubre de 2017.

El libro acaba de volver a reeditarse en castellano estos días en una magnífica edición en el sello Capitán Swing, una más de las innumerables novedades literarias que en torno a la Revolución Rusa se han publicado en el último año. Pero hay muchas más, tantas que se impone un mapa, una guía recomendada sobre los mejores libros publicados en los últimos meses sobre aquellos diez días -y algunos años más- que sacudieron al mundo.

Y como no hay mayor campo de minas ideológico que la Revolución Rusa, los atrevidos prescriptores que se atrevan con una lista semejante debieran ser capaces de anotar el pie cojo de cada libro, las razones que motivaron a cada autor bajo la superficie. Y, también, el rigor de aquellos trabajos que logran el más difícil todavía de la certeza histórica. Para comunistas, para anticomunistas... y para todos los demás.

Es el caso del puñado de libros que les ofrecemos a continuación.
 
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