Ampárame en esta hora,
¡oh San Antonio adorado!
Bajo tu acción bienhechora,
halla alivio el desgraciado.
El enfermo y el desvalido
y el que en la cárcel se ve
son por ti favorecidos
cuando te invocan con fe.
Yo, con toda confianza,
te invoco en esta ocasión,
y vivo con la esperanza
de obtener tu protección.
La imagen de San Antonio lista con su Capelo-Capa de Doutor de la Universidad de Coimbra y el lírio oferecido por el Rey D. João V en la mano. Que San Antonio nos pueda curar de todas nuestras enfermedades. San Antonio ruega por nosotros y por nuestra salud vosotros que sois Doutor, nuestro Doutor.
Imagen de San Antonio que perteneció a un marinero al siempre acompañó y protegió.
Lobado sea San Antonio de Lisboa, de Padova y de todo el Mundo. Ámen
HISTORIA DE LA DEVOCIÓN DE LOS TRECE MARTES DE SAN ANTONIO
El origen de los Trece Martes se debe a la gran cantidad de milagros que obró San Antonio de Padua el martes siguiente al día de su muerte, 13 de junio de 1231, de tal manera que ninguno de los afligidos que le invocaron quedó sin consuelo. Posteriormente la piedad de los fieles aumentó a trece el número de los martes dedicados a este santo pues al principio eran sólo nueve. Se trata de un ejercicio muy agradable al santo y al que León XIII concedió el 1 de marzo de 1898 indulgencia plenaria para cada uno de los Trece Martes o Domingos consecutivos, en los cuales los devotos reciban los Sacramentos y practiquen algún piadoso ejercicio en honor al Santo. Acudid a San Antonio, y sabreis por propia experiencia cúan útil y poderosa es su protección.
DE LOS MILAGROS DEL SANTO
La Visión
Antonio mientras rezaba solo, en la habitación, el dueño que lo hospedó espiando a hurtadillas por una ventana, vio aparecer entre los brazos del beato Antonio a un crío guapísimo y alegre. El Santo lo abrazó y besó, contemplando en ello la cara con empeño incesante. Aquel ciudadano, atónito y extasiado por la belleza de aquel niño, fue pensando entre si de donde hubiera venido un niño tan gracioso. Aquel crío era el Señor Jesús. Él le reveló al beato Antonio que el huésped estaba observándolo. Después de larga oración, desapareció la visión, el Santo llamó al ciudadano y le prohibió de contar lo que había visto.
(Imagen del monasterio de hermanas clarisas de ASTORGA)