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Me encanta que aparezcan estos artículos en medios muy conocidos, aunque sea en versión digital, (que cada vez lee más gente), porque así se llega a más personas, no sólo a los "antimonárquicos" de @cotilleando. Y me encanta, porque recoge las opiniones de la mayoría que aquí dejamos, poniendo en evidencia el enorme error que están cometiendo al tener a esas niñas escondidas. No hablo solo de la mayor, que es el caso más sangrante, sino de la menor también, que algún papel tendrá que asumir en el futuro (hasta que la mayor la aparte como hizo Felipe con su hermana Elena). En realidad yo no las quiero ver, ni a los padres, pero si seguimos con este sistema de gobierno, en unos años (seis a lo sumo) a la Leo le tocará hablar en público, y no sabrá hacerlo, porque será como cualquier ciudadano anónimo que nunca se ha subido a un estrado y dado un discurso. Le temblará a la voz, le entrarán sudores fríos, tartamudeará y, con mala suerte, le dará hasta un vahído de los nervios. ¿Y así lo quieren resolver los padres? ¿O es que no piensan darle el entrenamiento que requiere? Y, por otro lado, está la vertiente de Representante del Estado, Jefa nada menos. ¿Creen que está preparada? Yo pienso que no. Y el tiempo se les agota..... O entonces es que no creen que vaya a reinar......Las Infantas existen, no son hologramas
BALLESTEROS
1 AGO. 2017 03:21
- EDUARDO ÁLVAREZ
El posado agosteño de nuestra capitidisminuida Familia Real en Marivent, y la foto en la Misa de Pascua en la catedral de Palma, se han convertido prácticamente en las dos únicas ocasiones en todo el año que nos permiten concluir que las hijas de los Reyes existen. Se desmonta así, protocolariamente, el mito de que las niñas son en realidad dos hologramas.
No se comprende el sinsentido de mantener a la Princesa de Asturias y a su hermana, la Infanta Sofía, completamente alejadas del foco mediático y del mundanal ruido. Desde Zarzuela llegan explicaciones oficiosas -oficialmente, Palacio casi nunca informa de nada-, como la de que los padres de las criaturas están empeñados en que se eduquen y crezcan como dos niñas normales. Mal favor se hace a una institución que hoy sólo se puede sustentar en la utilidad real que demuestre y en la simpatía o aprecio sincero que despierten sus miembros entre la ciudadanía. Lejos quedan los tiempos en los que a reyes y reinas como Isabel de Farnesio podía traerles al pairo el rechazo mayoritario que provocaban en el pueblo.
Difícil resulta sentir mucha estima por una heredera al Trono que, a sus 11 años, ignoramos si de España conoce algo más que los jardines de Marivent y los de El Pardo. Su padre, Don Felipe, recibió en Covadonga los atributos que le correspondían como Príncipe de Asturias a los nueve años, siguiendo una tradición importante para la dinastía borbónica, hasta que las tradiciones han dejado de importar casi nada. Y, a los 13 años, pronunció su primer discurso, aunque para entonces los españoles habían tenido ocasión de ver al chaval y a sus hermanas -las hoy apartadas Infantas- en toda clase de postales bucólicas, como corresponde a una Monarquía que se lo crea.
Por estos pagos, sabemos mucho más de los hijos de Guillermo de Inglaterra y señora que de nuestra supuesta futura Reina. Y hemos perdido la cuenta de los reportajes fotográficos publicados de los gemelos de Mónaco, mientras a Leonor y Sofía se las trata como si fueran protagonistas de Los otros.
No es el único asunto de familia mal gestionado por la Real. No tiene un pase que Doña Letizia y sus hijas sigan tratando como 'apestados' a los niños Urdangarin. El propio Rey también lo hace, aunque con su excursión de tapadillo el fin de semana, llevándose en la lancha al mayor de los hermanos, parece demostrar mayor sensibilidad que la Reina y el pundonor que a todo tío le inspiran sus sobrinos.
Por razón de Estado, bien está que Felipe VI impusiera un cordón sanitario en torno a Cristina y a su cuñado. Pero qué culpa tendrán sus cuatro hijos para haber sido expatriados de toda foto. El empeño por alejar a Leonor y Sofía de sus primos contagiosos transmite una perniciosa imagen de familia desestructurada que, a la larga, o a la corta, pasará factura a una institución cuyo anclaje es la sangre.
Pero es que la Corona española en esto también es caso aparte. En casi todas las monarquías parlamentarias vigentes, los descendientes de los hijos de Reyes reciben el título de príncipes -véase Reino Unido, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Japón...-. Aquí, los retoños de las Infantas vinieron al mundo convertidos en excelentísimos señores... don nadie.
El chiste fácil es que de buena nos hemos librado, pensando que Froilán podría ser príncipe. Pero que no lo sea ha permitido que se convierta en un chulángano calcado de los que salen en Mujeres, Hombres y viceversa. Y, nos guste o no, proyecta imagen en el exterior de la marca España y de su monarquía, no precisamente buena. Es lo que tiene una familia real empeñada en parecer una familia cualquiera.
http://www.elmundo.es/opinion/2017/08/01/597f5eac22601d193d8b45c2.html
