Las hermanas Fraile, una promesa y un crimen espeluznante a punto de resolverse 38 años después

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ASESINATOS
Las hermanas Fraile, una promesa y un crimen espeluznante a punto de resolverse 38 años después
Procesado por homicidio y aborto el escritor Manuel Macarro por matar en 1981 a Carmen Fraile. El ADN permitió en 2017 identificar el cadáver de la mujer embarazada y ahora ha determinado que él era el padre




manuel macarro


Josefa Fraile, a a izquierda, junto a su hermana Carmen, en una imagen familiar.




JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ
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Madrid 26 NOV 2019




Cuando tenían cuatro y cinco años, las hermanas Josefa y Carmen Fraile Muñoz —abandonadas por sus padres tras separarse— se juraron, abrazadas, que se mantendrían unidas y que no dejarían que nadie les hiciera más daño. Pero el destino les tenía reservado más dolor y una separación eterna.


A finales de 1981, Carmen, la hermana menor, tenía 24 años. Viajó desde Madrid a Barcelona acompañada de un ciudadano de origen alemán. Después, desapareció.

Josefa, la hermana mayor, hoy con 64 años, la buscó y la buscó, pero no volvió a saber de ella hasta 36 años después, en 2017. El Juzgado de Instrucción número 81 de Madrid —en el marco de una declaración de fallecimiento de Carmen necesaria para que el padre de ambas, que aún vive, pudiera hacer testamento—, envió a todas las comisarías de España el ADN de Josefa para que se cotejase con los ficheros policiales.

La alarma saltó en la comisaría de Manresa (Barcelona). El ADN de Josefa coincidía con el del cadáver de una mujer encinta que llevaba 20 años sin identificar, extraído casualmente por una máquina en 1999 de las entrañas de la tierra durante las obras en el jardín de un chalé del municipio barcelonés de Sant Salvador de Guardiola, en la urbanización Cal Esteve. Entonces, la policía de Manresa no pudo identificar el cadáver, pero guardó la huella genética.

Casi dos décadas después los agentes pudieron por fin resolver aquel crimen archivado y sin autor conocido. Era Carmen Fraile Muñoz. Presentaba un tiro en la base del cráneo. Y no estaba sola: en el interior del esqueleto había restos óseos de un feto de seis meses.

Un juez de Manresa acaba de dictar ahora, 38 años después de la desaparición de Carmen, un auto al que ha tenido acceso EL PAÍS en el que procesa por delitos de homicidio y aborto al novelista de origen alemán y residente español Manuel Macarro Thierbach, de 74 años. Según el juez Pedro Cerviño, Macarro, supuestamente, disparó en 1981 a la cabeza de Carmen y luego la enterró en el jardín del chalé alquilado en el que el escritor y la joven convivieron durante algunos días tras viajar allí desde Madrid en un Seat 124.

Este crimen ahora resuelto (el escritor irá a juicio como presunto autor de ambos delitos, aunque acecha la sombra de la prescripción) aún esconde enigmas. Y realza la tenacidad de Josefa y de dos juzgados, el 81 de Madrid y el de Instrucción 4 de Manresa, que ordenó detener hace un año al novelista cuando el ADN volvió a unir los destinos de ambas hermanas después de 13.140 días. El juez dejó a Macarro en libertad provisional, pero ordenó que se analizase si era el padre del bebé no nacido. El resultado, positivo, llegó hace unas semanas al juzgado, precipitando el procesamiento del hombre.


Una infancia desgarrada
Josefa lloró mucho buscando a su hermana. No quería morirse sin saber qué había sido de Carmen, que hoy tendría 63 años. La promesa de que se buscarían si a alguna de ellas le sucedía algo y el recuerdo común de tantas fatigas la mantenían en vilo. Compartieron una infancia desgarrada por unos padres que se divorciaron y las abandonaron. A Josefa la recogió su abuela paterna y Carmen acabó en un internado. Años después, el padre volvió del extranjero con una nueva pareja y se hizo cargo de ambas junto a la abuela. Pero las hijas huían de él, no lo querían.




Manuel Macarro, en una imagen de Facebook.


Manuel Macarro, en una imagen de Facebook.




Angélica Albor, hija de Josefa, conoce bien el sinvivir que ha acompañado a su madre durante todos estos años. Siempre con su pensamiento en aquel año 1981, cuando su tía Carmen encontró un trabajo y decidió independizarse yéndose a vivir a un piso de la zona de Huertas, en Madrid. Siempre dándole vueltas al día que habló por última vez con su hermana Carmen, cuando esta se presentó "muy nerviosa" en su trabajo. “Iba desaliñada, llorando sin parar y parecía embarazada”, contó Josefa al juez más tarde. Le pidió que la esperase a la salida del trabajo para hablar, pero no volvió a verla.

A casa de la abuela paterna llegó, tras aquel fugaz y último encuentro, una postal supuestamente de ella diciendo que estaba en Barcelona. Al menos eso le dijeron a Josefa, pero ella nunca llegó a leerla. Supuso que se había ido a Barcelona con Manuel Macarro, a quien Josefa y su entonces pareja, Antonio Ampuero, le habían presentado tres meses antes. Macarro, que estaba casado y vivía con su esposa y tres hijos en Móstoles, se ganaba la vida en Madrid traduciendo textos del alemán al español. Más tarde, tarde narraría en un libro su propio horror por haber nacido en un campo de concentración de la decrépita Alemania de 1945.

El hombre con el que salía Josefa conocía a Macarro por haberle hecho varios encargos: importaba perros desde Alemania y necesitaba traducir las guías de los animales. Se hicieron amigos y el escritor le pidió un día que le presentase a una chica. La noche en que se conocieron quedaron en casa de Carmen. Cuenta el juez en el auto que Josefa y Antonio se quedaron en el sofá del salón mientras Carmen y Manuel se metieron en el dormitorio, donde mantuvieron relaciones.

Así que Josefa asumió que su hermana estaba con el escritor en Barcelona, pero pasó el tiempo y Carmen no volvió a dar señales de vida. A Josefa le dijeron que no se preocupase, que a veces las personas cambian de ciudad para olvidar el pasado. Por eso ella no denunció, pero tampoco olvidó a su hermana.



Josefa Fraile Muñoz, en una foto actual.


Josefa Fraile Muñoz, en una foto actual. EL PAÍS




Sucesos clave para la investigación
En 2017 ocurrieron dos cosas clave para la investigación: la primera, Josefa denunció formalmente ante la policía la desaparición de su hermana y los agentes se quedaron con su ADN y el de su padre. Y segunda, el Juzgado de Primera Instancia 81 de Madrid abrió un expediente testamentario para el reparto de los bienes del padre de ambas. Josefa declaró en este juzgado que la última vez que vio a su hermana fue en 1981. Fue entonces cuando dio el nombre de Manuel Macarro como la persona que en aquella época había tenido una relación con su hermana pero al que no había vuelto a ver después de aquella noche. Ni siquiera sabía si Carmen seguía con él cuando meses después de aquel primer encuentro amoroso ella fue a buscarla llorando a su empresa.

El juzgado localizó a Macarro en Barcelona y le preguntó por María del Carmen Fraile Muñoz. Por escrito, Macarro respondió que "nunca había oído hablar de ella". No dijo la verdad, según el auto de procesamiento. Meses después, el ADN descubría que el cadáver desenterrado era de Carmen y que la última persona con la que fue vista era el escritor. El Juzgado Número 4 de Manresa abrió diligencias por homicidio y mandó detener a Macarro en diciembre de 2018. Esta vez, delante del juez, el hombre sí admitió que a finales de 1981 viajó con ella a Barcelona, y que pasaron varios días en la casa de campo que había alquilado. Después, dijo, volvió a Madrid para recoger a su familia y llevarla al chalé de Barcelona. Antes, acordó con Carmen que se podía quedar allí varios días más y luego se marcharía. Aseguró que ignoraba que estuviera embarazada y que quedaron "como amigos".

El juez Cerviño no se cree que lo ignorase y ve maniobras de ocultación en que el escritor, tras instalarse durante unos meses con su familia en la casa del jardín, cambiase constantemente de vivienda en distintos municipios de Cataluña, como escondiéndose para evitar su localización.

El juez ha dado por concluida la investigación penal de este caso y acredita indicios para procesar a Macarro por delitos de homicidio y aborto. Lo ha citado a declarar el día 17 de diciembre en su juzgado de Manresa. De momento, le ha fijado una fianza civil de 150.000 euros. El supuesto móvil del crimen, según el auto de procesamiento, es que Macarro mató a Carmen porque estaba embarazada y él estaba casado y tenía tres hijos.

Más tranquila de espíritu, pues ya sabe qué fue de su hermana menor, Josefa esperará ahora a que haya sentencia. Legalmente, solo el padre de Carmen, que aún vive, puede pedir que los restos de su hija vuelvan a Madrid para ser enterrados. "No lo ha hecho, en el testamento ha puesto que se queden enterrados en Manresa", cuenta Angélica. Josefa no se habla con su padre desde hace muchos lustros. "Cuando acabe el juicio, ya veremos qué hacemos con mi tía Carmen y mi primo", avanza Angélica, con la esperanza de que su madre, 38 años después, haya encontrado por fin la paz interior de ver cumplida la promesa.

 
Wow, el crimen se cometió en 1981, en 1999 encuentran el cadáver y no lo pueden identificar, en 2017 se identifica, falta que nos digan en que año condenan al monstruo este, eso de que el crimen prescriba me da miedito, ¿como puede un asesinato preescribir? , en fin.

Me recuerda mucho el caso del asesinato de Reyna Angélica Marroquín en EEUU, la matan en 1969, encuentran su cadáver en 1999, solo que en ese mismo año rastrean al culpable no solo del asesinato de ella sino del bebé que llevaba en su vientre, que resulta ser hijo del asesino, el motivo el mismo de este caso, los monstruos no quieren que su esposa sepa que embarazaron a su amante y la solución de estas bestias es asesinarlas a ellas y a los pequeños. El asesino de Reyna al saberse descubierto se suicido como el vil cobarde que fue en toda su mugrienta vida, una lacra menos en La Tierra. El asesino de Carmen todavía tendrá el descaro de decir que es inocente, espero que lo condenen de una vez.
 
Yo no entiendo que la hermana no denunciara, la verdad. La última vez que la vio llorando a lágrima viva. No la vuelve a ver mas y ni denuncia. Tan unidas no estarían
 
“Solo quiero justicia para mi hermana”
Josefa Fraile teme que el homicidio de Carmen, resuelto 38 años después gracias al ADN, se quede sin castigo por prescripción



manuel macarro


Josefa Fraile, a la izquierda, junto a su hermana Carmen, en una imagen familiar.




JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ
Madrid
22 DIC 2019


Josefa Fraile Muñoz, la madrileña de 61 años que se ha pasado media vida tras las huellas de su hermana Carmen, desaparecida en 1981 y quien hoy tendría 63 años, se metió en la cama el pasado martes. Está a fuerza de pastillas antidepresivas y un nuevo brote de artritis la tiene "casi paralizada". Es mencionar a Carmen y se echa a llorar. Desde que desapareció, viste de negro. Su abogado le dio el martes una mala noticia. Después de haber estado buscándola durante 38 años, y conseguir, gracias a una providencial prueba de ADN, descubrir su paradero e incluso dar con el supuesto homicida —un escritor de origen alemán afincado en España, Manuel Macarro—, su abogado le ha dicho que no es descartable que el sospechoso se vaya de rositas.

El crimen de Carmen puede estar prescrito por el paso del tiempo. Desde que trascendió su caso, Josefa huye de los periodistas, pero ha accedido a hablar con EL PAÍS. "Estoy que no vivo desde el martes", cuenta entre lágrimas. "Siento mucha rabia, tanta lucha para nada”. Aun así, explica, "está será mi mejor Navidad desde 1981; al menos ya sé dónde está y quién le hizo daño". La última vez que la vio con vida fue un día de noviembre de 1981. "Vino a mi trabajo muy nerviosa. Lloraba sin parar. Le pedí que me esperase a la salida, pero cuando fui ya no estaba", describe Josefa.

Ambas eran entonces unas veinteañeras que trataban de remontar una infancia y adolescencia muy desgraciadas. Sus padres las abandonaron con cuatro y seis años. Su madre se fue con un hombre que le puso como condición dejar a las niñas. “Nos dejó como a un perro y se fue”, lamenta Josefa. El padre se marchó a Suiza y luego regresó a Madrid “con una italiana”. Ella acabó en un orfanato y Carmen se quedó con la abuela paterna.

Un día, antes de que el destino las separara, se prometieron, abrazadas, que siempre estarían juntas y que si alguna faltaba, la otra la buscaría. Treinta y ocho años después, un juez le ha dicho a Josefa qué ocurrió con Carmen. Al menos, le queda esa pequeña tranquilidad. “Por fin sé lo que le sucedió a mi hermana, pero no he podido cumplir mi palabra de encontrarla con vida”, llora. Gracias al ADN y a un testamento, Josefa ha sabido recientemente que, pocos días después de su desaparición, a Carmen, embarazada, le descerrajaron un tiro en la base del cráneo y la enterraron en el jardín de un chalé en Sant Salvador de Guardiola (Barcelona).

La búsqueda ha sido muy larga. “Cuando vi que pasaba el tiempo y no daba señales de vida”, rememora, “fui a la policía a denunciar su desaparición, pero me decían que ella era mayor y que se habría ido a otro país, que lo dejara estar, eran otros tiempos... Pero yo sabía que no, que a mi hermana le había pasado algo”. En 2011, Josefa puso una denuncia, y otra en 2017. Y pidió ayuda a una asociación de desaparecidos. Y desde que supo de la existencia de Google, casi a diario, durante muchos años, ponía en el buscador el nombre completo de Carmen. “A ver sí salía algo de ella, pero nunca salía nada”.




Manuel Macarro, en una imagen de Facebook.


Manuel Macarro, en una imagen de Facebook.




El panorama cambió en 2017. Vio en una web que el Juzgado de Primera Instancia 81 de Madrid decretaba dar por fallecida a “María del Carmen Fraile Muñoz”. Y que lo hacía a efectos del testamento que pretendía inscribir el padre de ambas hermanas en favor de sus otros hijos. Para ello, era necesario declarar judicialmente fallecida a Carmen. Cuenta Josefa que nada más leerlo, fue corriendo al juzgado y le pidió al juez y al letrado judicial que no la dieran por muerta y que siguieran buscándola.

El juzgado abrió una investigación e interrogó a la persona con la que se vio por última vez a Carmen. Era Manuel Macarro, el amante de Carmen en aquella época, que entonces vivía en Madrid de traducir textos del alemán al español. El juzgado lo localizó en Castellón y le preguntó por la mujer. Macarro, por escrito, indicó que no la conocía de nada, mentira que le acarrearía luego serias consecuencias. Además, el juzgado instó a Josefa y a su padre a que facilitasen su ADN para enviarlo a todas las comisarías.

Casi 20 años antes, en 1999, otro juzgado, el 4 de instrucción de Manresa, se había hecho cargo del caso de un cadáver hallado enterrado en el jardín del chalé antes citado, que llevaba dentro un feto de seis meses. El juez que levantó el cadáver archivó el caso provisionalmente al no poder identificarlo, aunque antes se le extrajo el ADN. Al llegar en 2017 el ADN de Josefa y de su padre, se descubrió que el cadáver del jardín era el de Carmen Fraile.

El escritor ha vivido durante todo esos años tranquilamente en Castellón. Hasta que hace un año y medio, tras el cotejo del ADN, la Guardia Civil le detuvo como sospechoso de homicidio y aborto. Ante el juez penal, sí admitió que Carmen y él eran amantes. Esta contradicción es uno de los indicios que han conducido a su procesamiento. Pero negó haberla matado. Reconoció que en 1981 viajó con la joven de Madrid a Barcelona y que compartieron durante varios días la casa en la que fue hallado su cadáver. Según Macarro, alquiló esa vivienda para llevar allí a su esposa y tres hijos, que vivían en Móstoles (Madrid). Dijo que no sabía que Carmen estuviese embarazada, y que la joven le dijo, antes de volver él a Madrid a recoger a su familia, que se quedaría varios días más sola y que luego se marcharía a Australia. Y precisó que nada más supo de ella.

El juez de Manresa no le cree. Y le ha dicho a la cara, en su despacho, que está convencido de que él mató a Carmen. El ADN ha certificado que Macarro era el padre del bebé que esperaba la joven, lo que finalmente ha llevado al juez a procesarle. Le extraña, y así lo dice en el auto de procesamiento, que el escritor no se hubiese percatado de un embarazo de seis meses. El pasado martes, a través de videoconferencia, Macarro volvió a declarar ante el juez de Manresa. Y reiteró que él no la mató, que ignoraba el embarazo y que volvió a Madrid a por su familia y a la vuelta no volvió a verla.

La defensa de Macarro ha acudido a la Audiencia de Barcelona para pedirle que archive el caso porque los delitos que se le atribuyen ya habrían prescrito. El juez instructor le ha impuesto una responsabilidad civil de 150.000 euros, pero dado el tiempo transcurrido, ha optado por dejarle en libertad con cargos hasta que la Audiencia dictamine.

Josefa no quiere ni pensar que “tanta lucha al final quede en nada”. “Cuando supe que el fiscal avalaba la petición de prescripción que se ha puesto ante la Audiencia de Barcelona, me quedé bloqueada, y estoy en la cama desde entonces, mi artritis se ha descontrolado y la depresión no me deja vivir”, solloza. "Solo quiero justicia para mi hermana", concluye.


 
Lo de la prescripción es criminal, una víctima no revive de repente cuando pasan x años, deberían quitarlo. O es que la familia de repente se olvida de su familiar asesinado y deja de sufrir?
 
Eso de sospechoso de homicidio y aborto deberían cambiarlo por dos homicidios. ¿Es que ese bebé tiene menos valor que una persona?
 
Yo no entiendo que la hermana no denunciara, la verdad. La última vez que la vio llorando a lágrima viva. No la vuelve a ver mas y ni denuncia. Tan unidas no estarían
En esos años no era tan extraño que alguien desapareciera. No existía el ADN, ni Internet. Era muy difícil encontrar a alguien, si era una desaparición voluntaria.
 
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