Las bibliotecas más asombrosas del mundo

La Biblioteca Joe & Rika en la Universidad de Chicago - Chicago, Illinois


Joe & Rika Mansueto Library / Murphy Jahn | ArchDaily
The Joe and Rika Mansueto Library, The University of Chicago ...



 
La Biblioteca Frederick Thompson Memorial en Vassar College - Poughkeepsie, Nueva York



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La Biblioteca Central en la Universidad Nacional Autónoma de México - Ciudad de México, México



Biblioteca Central UNAM, Ciudad de México - TuriMexico




 
La Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial - San Lorenzo de El Escorial, España


Archivo:Biblioteca El Escorial.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre



Os mostramos la increíble Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, fundada por Felipe II. Es de las más bonitas de España, de estilo renacentista. Destaca la bóveda de cañón del techo decorada con frescos que representan las 7 artes liberales, el mobiliario y por supuesto, los libros, legajos, mapas y otros documentos que guarda


 
La Biblioteca Pública de Taipéi en su Rama de Beitou - Taipéi, Taiwán



Biblioteca Pública De Taipei Beitou Rama Foto de stock y más banco ...
Beitou rama de la biblioteca pública de Taipei. Beitou Biblioteca ...





 
La enfermera que creó una biblioteca en un hospital de campaña
Ana Ruiz ha sido premiada por la Asociación de Editores de Madrid por el espacio de lectura creado en Ifema



Ana Ruiz, delante de una estantería abarrotada de libros


Ana Ruiz, delante de una estantería abarrotada de libros - Ángel de Antonio


Josefina G. Stegmann
Josefina G. Stegmann
24/04/2020




Ana Ruiz coge el teléfono y llora. El torrente de lágrimas es equivalente a su torrente de emociones. No por el hecho de haber sido premiada por la Asociación de Editores de Madridpor su hermoso proyecto en el hospital de campaña en el Ifema de Madrid que ha merecido el galardón, sino por la inmensa cantidad de gente que escuchó su voz cuando pidió ayuda para que creciera su idea, que nació con un carrito de supermercado que pidió prestado a los bomberos, y que llenó con unos cuantos libros; ella misma se encargó de sumar volúmenes, y aquel carrito se transformó en una biblioteca. La bautizó como «Resistiré», un nombre no hace falta explicar, y que nació en el hospital de la mano de esta valdepeñera. No es biblioteca más, es «una que ayuda a curar a la gente», como dice Ana que no duda en asegurar que «la humanización y la compañía que dan los libros son terapeúticas». Los libros curan, piensa esta emprendedora enfermera.

Que fuera Ana quien pusiera en marcha esta idea no es casual. Esta apasionada de los libros, sobre todo de novelas históricas, forma parte de un club de lectura formado por dieciocho mujeres, todas mayores de 60 años -salvo ella, de 41-, que se reunía en la Biblioteca «La Chata» de Carabanchel, y, posteriormente en el Centro Cultural Fernando de los Ríos, en Aluche, donde cada dos semanas (antes del estado de alarma), «poníamos en común nuestras ideas sobre los libros leídos».

Ana confiesa que en su libreta no solo apuntaba sus pensamientos para compartir con sus compañeras en el encuentro siguiente sino que también registraba todo lo que sus amigas le aportaban a esta enfermera. «Me nutro de ellas, llevan toda la vida entregadas a la cultura». Tal es su pasión por el club, que a los quince días de dar a luz a su hija Martina, ahora de un año y medio, se fue con ella en los brazos a seguir descubriendo historias. Esas mismas que quiso compartir con los pacientes de Ifema.

La mejor compañía
«Cuando vi por primera vez esa nave industrial, con tantos metros cuadrados sin ventanas, en la que los pacientes no sabían si es de día o de noche, y además estaban solos, pensé que tenía que traer libros; qué mejor compañía que esa». Ana tardó muy poco en ponerse manos a la obra. Entró al hospital por primera vez dos días después de abrirse, el martes 24 de marzo, para hacer guardias desde las ocho de la tarde hasta las diez de la mañana. A la semana de entrar ya tenía rebosante su primer carrito, que fue haciendo crecer con libros que recogía con su coche en sus horas libres para cenar, aunque fuera de madrugada.

Y Ana no solo construyó una biblioteca, sino también un hábito de lectura en pacientes que no lo tenían. «Recuerdo un chico muy joven al que ayudé a ir al baño; antes de volver le dije que cogiera un libro, él dijo que no, que no leía, le insistí y se llevó el Principito», cuenta orgullosa. Pero su humildad hace difícil la tarea de sacarle las palabras. Para ella, esto ha sido el resultado de la solidaridad de muchos, incluso la que emana de las propias páginas y que a ella tanto le han aportado: «Saco tiempo para leer de donde no lo tengo. La lectura en estos momentos tan duros me está haciendo bien, me lleva a pensar algo diferente y tuve claro que quería compartir esa sensación con los pacientes

 
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