La vida al otro lado del alzhéimer.

La fase inicial es la peor; la persona enferma se da cuenta de sus lagunas mentales, cuando recupera la memoria sabe que le ha pasado algo, es como si volviera de una nube y se siente fatal. Empieza a olvidar cosas tan básicas que le paralizan en momentos cotidianos, por ejemplo, sentarse en la mesa y no reconocer lo que tiene en el plato y no saber cómo se come. La persona intenta seguir con su vida y los del entorno también, pero de repente un día te encuentras los platos sucios en el armario o que tu madre ha ido a comprar el pan y no ha sabido volver a casa. Llega el momento en que no puedes dejar que maneje dinero ni salir sola de casa.......
En fin, eso de que siga participando de las actividades y las conversaciones cotidianas me parece una risión.
Luego llegan las fases posteriores, las visitas al médico, los tratamientos con efectos secundarios como el imsomnio o el sueño permanente, la agresividad, las obsesiones, la repetición obsesiva de frases o palabras, la repetición de movimientos compulsivos. Ahí es cuando empiezan a desconocer a los miembros de la familia y a no recordar cuántos hijos tiene y preguntar una y otra vez "¿Estáis todos aquí? Por favor decidme la verdad ¿Estáis todos?". Los momentos de lucidez ya son esporádicos y dramáticos con llantos.
Más adelante empieza la desinhibición y parece como si los instintos se rebelaran contra quien está al lado.....la pérdida de facultades se acelera hasta llegar a la discapacidad absoluta y ya no saber si te reconoce o si siente algo.
Vaya, muy bonito el Alzheimer.
 
El registro de voluntades anticipadas es muy fácil y algo que recomiendo a todo el mundo, igual que hacer testamento. Si se registra queda añadido a la historia cínica digital y es de obligado cumplimiento por los médicos, mientras no contravenga la legalidad.

En lo que a mí respecta, provengo de una familia sanísima de longevos en la que, quitando alguno que murió de niño a principio de siglo, no se muere nadie, hasta la fecha al menos, más que de senilidad. Así que he vivido de cerca un buen puñado de demencias en mis parientes, pasados los 85. Obviamente no sé qué será de mí, pero tengo clarísimo que no quiero vivir a ninguna edad sin reconocer a mis hijos, haciéndome mis necesidades encima, sin recuerdos, sin poder mantener una conversación y encima esclavizando a los míos. Sé que aún no es legal la eutanasia, por lo que no puedo pedirla. Pero sí puedo pedir que si llego a ese estado, ante una neumonía, una enfermedad cardíaca o cualquier cosa que amenace mi vida no se me aplique ningún tratamiento más que la hidratación, la analgesia y la sedación.

Tampoco quiero de ninguna manera que sean mis hijos los que tengan que tomar ese tipo de decisiones. Que se despidan del continente externo de la que yo fui, si se da el caso, sin atisbo de culpa. (No quiero ofender a nadie con esto último, es una opinión personal que sólo se aplica a mí misma)
 

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