La verdadera razón por la que Felipe VI se enamoró de Letizia Ortiz

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¿Y si esta fuera la verdadera razón por la que Felipe VI se enamoró de Letizia Ortiz?
Al fin y al cabo, todos los niños de su generación estuvieron obsesionados con Bea, de Verano Azul.
Por RAQUEL PELÁEZ

3 de agosto de 2018 / 11:28
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El 4 de octubre 1981, un niño rubio de trece años llamado Felipe se subió vestido con una chaqueta azul de corte marinero con doble abotonadura al escenario del teatro Campoamor. Su indumentaria llamaba la atención porque era la primera vez que los españoles tenían ocasión ver a este muchacho vestido de una manera tan formal. Con el rey Juan Carlos I a un lado y Leopoldo Calvo Sotelo, que entonces era el Presidente del Gobierno al otro, el niño Felipe pronunció su primer discurso como Príncipe de Asturias.
Toda España miraba hipnotizada el televisor.
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Apenas un mes después, el mismo año, el mismo país (que entonces acumulaba en un solo canal audiencias de un noventa por ciento) veía en sus televisiones a una niña rubia de quince años llamaba Bea sentada en un silla en la playa de Nerja. Vestida con una camisa de color blanco roto abotonada hasta arriba y una casta falda floral rematada con un volante, leía un libro. Su indumentaria llamaba la atención porque a su lado estaban su hermano, Tito, y sus amigos, Desi, Piraña, Javi, Quique y Pancho, casi desnudos, en bañador. La contemplaban perplejos y fascinados: le había venido la regla.
El 22 de noviembre de 1981, día en el que se emitió ese capítulo de Verano Azul, quedó marcado en la memoria de una generación a la que el futuro rey pertenecía.
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No sabemos si el que ahora es Felipe VI vio ese episodio de la serie de culto de Antonio Mercero, como tampoco sabemos si el libro que leía Bea era el ‘El Doncel de Don Enrique El Doliente’, pero sí es cierto que aquellos personajes, uno real (mucho) y otro de ficción (pero tan real) cumplieron ambos con los ritos de paso que les anunciaban el paso de la niñez a otra edad.
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Bea, la adolescente a la que encarnaba la actriz Pilar Torres, quedó grabada a fuego en la memoria de los espectadores que vivieron el crucial momento catódico como la representación simbólica de la nueva feminidad española: una que era capaz de derribar un tabú tan infranqueable como la menarquia.

La monarquía, por su parte, también se modernizaba. Aquel niño príncipe convertido en hombre y futuro rey gracias a una chaqueta de marinero, decía a la audiencia del Campoamor: “Gracias a todos los que habéis acudido hoy aquí para realzar esta ceremonia, que contiene una gran esperanza de futuro. Mi felicitación más sincera también a la fundación que inicia ahora una labor importante, y que ha de tener una significación destacada y eficaz, en beneficio de esta Asturias querida, que llevo y llevaré siempre en lo más profundo de mi corazón". La relectura de estas palabras, vista hoy con perspectiva, cobra un sentido muy especial.

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A su vez, la revisión en estos tiempos de nuevo despertar feminista de aquel capítulo de Verano Azul, titulado ‘Bea Mon Amour’, también adquiere otro significado y provoca bastante bochorno: el monstruo del menstruo se presenta en la vida de esta chica para marcarla con su estigma, y ella no solo tiene que soportar que los niños de su pandilla la miren como un bicho raro.

Encima tiene que ponerse atuendo de monja para bajar a la playa y así significar que de ahora en adelante es en un objeto de deseo y que por lo tanto ha que andar con mucho ojo con los hombres. De ahí que sus amigos le reciten unos versos que les había enseñado previamente Chanquete y que rezan así:

“Que ni el viento la toque.
Que ni el viento la toque, ni mirarla
Mujer, mi varadero, ni cantarla
Porque amarga es mi voz, más yo la canto
Que ni el viento la toque porque tiene
pena de muerte el viento si la toca”.


Que ni el viento la toque, vale, pero lo cierto es que Bea era la mujer más deseada de España.

Con su melena larga de tonadillera, que sujetaba con prendedores y diadamenas de carey, sus vestidos de tirantes con corpiño de nido de abeja, sus shorts vaqueros, sus camisetas de algodón con letras varsity, sus bikinis de triángulo y su sempiterno rictus de asquete, ella tenía ese aura de virgen suicida que marcó las fantasías de niños, adolescentes y mayores de ambos géneros.


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Su pelo al viento sobre la cubierta del barco de Chanquete, era un símbolo de felicidad para una nación que necesitaba ese tipo de argumentos.

Un imaginario que el príncipe Borbón se encargó de llevar de la ficción a la vida real, para deleite de todos. Sanote, guapo, bien formado, regatista, esbelto, deportista: la versión masculina del verano eterno era él. Felipe no se subía a una chalana, sino a barcos de vela. Pero igual que al primer amor de Bea, le encantaba patinar.

Cuando supimos que él se había echado una primera novia fue gracias a unas fotos en la que se les veía tomar el sol sobre la cubierta de un yate.

Isabel Sartorius, la afortunada, era rubia y tenía los ojos azules. Y un bañador con la cara de Micky Mouse.

Todas las novias de Felipe de Borbón, de hecho, desde Gigi Howard hasta Eva Sanuum, han respondido a ese fenotipo.

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Cuando las revistas del corazón nos hablaron por primera vez
de Sartorious no mencionaron que posiblemente eso signficaba el inicio de la vida sexual activa del heredero, pero no era necesario.

Cuando en 'Bea Mon Amour', el famoso capítulo de la regla, Bea se encapricha de un patinador argentino que la lleva en moto al monte y de la mano al cine, tampoco.
Aunque la pareja no consigue consumar la tensión que hay entre ellos, Bea, la noche después de su primera cita, se mira frente al espejo de su habitación y, en una escena de un simbolismo tan subido que hace palidecer a todos los vídeos de Canadá juntos, juega con la tela de su camisón y sueña con tener ya las t*tas grandes. ¿Para qué demonios las quiere? Mercero no nos lo explica. Pero nosotros nos hacemos una idea.
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Si Bea y su novio patinador argentino no llegan a conocerse más es porque sus amigos, que como todos los españoles aquellos momentos viven atormentados por las poluciones nocturnas en las que ella es la protagonista, quieren impedir que la chica pierda su pureza. Lo hacen por su bien.
A España todo esto le parecía muy normal.

Como también le parecía muy normal a España que la familia del heredero al trono sabotease los noviazgos de Felipe una y otra vez, en virtud de diferentes pero similares criterios: que si una viene de una familia desestructurada, que si la otra era modelo de lencería...

Con la divorciada no pudieron.

En un capítulo de Verano Azul, titulado “Eva” hay una escena en la que los chicos de la pandilla tienen una conversación sobre una hippy que responde a tal nombre.

Perece ser que la tal Eva ha atrevido a tomar la decisión tener un niño sin pasar por la vicaría.
Bea le pregunta a Pancho: “¿Tú te casarías con una chica que ha tenido un niño?”.
A lo que él contesta: “Yo no. Seguro que mi tío no me iba a dejar”.
Bea le repone: “Pero si tuvieras que decidir por ti mismo. Si fuera una chica como Eva, o como yo o como Desi. O una chica que te gustara”. Pancho dice que bueno, que entonces sí, “pero me tendría que ir a vivir a un sitio donde no me conocieran”.
Al final, el rubísimo Javi se atreve a decir lo que ninguno de los otros ha dicho:
“Si fuera una chica como la que dice Bea, a mí no me importaría lo que dijera la gente ni lo que dijera mi padre. Aunque ese, sí que me la iba a armar”.
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Parece ser que fue el padre de Felipe VI el que puso el grito en el cielo cuando le vio el escote a Eva Sanuum en aquella recepción que supuso el final de su relación. Parece ser que fue Letizia Ortiz quien le sugirió al padre de Felipe VI que abdicase.
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Ya hemos dicho que en Verano Azul se abordan temas verdaderamente peliagudos para su tiempo. Por ejemplo, el divorcio. Al igual que ocurre con el tema de la menstruación, la aproximación es rancia y prejuiciosa, pero se menciona el tema, cosa que en aquella época era un auténtico logro.

No sabemos si el príncipe Felipe, ahora rey, vio Verano Azul. Tampoco tenemos la certeza de que viviese obsesionado con Bea, como el resto de la población. Sabemos eso, eso sí, que de todas las novias que ha tenido Felipe VI, la que más se parece a it-girl de la serie de Mercero es Letizia Ortiz.

Ella, que, según dicen, odia el ambiente estirado y aristocrático donde la miran como si fuese un bicho raro, y que detesta los veraneos en Palma de Mallorca, tan diferentes de los de Nerja, sí vio la serie, seguro. Ella es la mujer con la que España se obsesiona ahora.


No, no. Mucho amigo imaginario, nada que ver con la realidad. Si la escritora se ha quedado a gusto, pues muy bien.
 

Esta foto se la deberíamos enviar enmarcada a Federico, ese comentarista radial que dice que ha sido y es la periodista más guapa del mundo mundial y que ha pasado por las teles, también del mundo mundial. El marco en dorado, siempre en dorado.
Yo todavía me pregunto cómo siendo su papi íntimo de un señor que se llama Lalo y se apellida de Arriba Azcona tardó tantísimo en entrar en la tele española; este señor tocaba un timbre y se ponía el director general del entre o en su defecto el presidente del Gobierno. Nunca lo entendí, se paso años deambulando por las teles menores deseando entrar en la pública. Debía pensar que ella se lo merecía como la que más. Las teles están llenas de loreales, luego les quitas el papel y te organizan una guerra justo en el país opuesto donde de verdad se desarrolla.
Ellas son así de estupendas.
 
Esto demuestra que aún nadie entiende cómo pudo Felipe enamorarse ( si así fué) de LetiCia. A seguir pensando....


Qué sí, qué sí, que no hay gran misterio. A los pijos estos les gusta este tipo de señoras arrabaleras que dicen palabrotas por doquier y no se cortan un pelo con nada porque no tienen tabúes. Estos chicos se han pasado la vida viendo a su alrededor 'el misterio de la vida' que suele ser muy oscuro. Llegan estas todas fresquísimas con un feminismo que abochornaría a una mujer realmente emancipada que nunca ha utilizado sus encantos como arma de destrucción masiva, y que se ha limitado a hacer ver a los hombretucos que somos iguales, lo quieran o no. Claro si llegas al trabajo en plan verano tropical con las poitrines apretás y pantalones ídem de ídem y si te dicen algo tú contestas 'yo soy dueña de mi cuerpo y tú que dices', y el hombre en vez de arrimarse se separa y sigue con su plan de siempre, le mira las piernas y no le pide cuentas de su trabajo.
Lo que tienen todos estos chicos es que con la feministas de poitrine apretás no se casan, ahí Felipe fue cándido y sería pijo todo lo que queramos, pero no estaba muy maleado.
 
Felipe nunca se enamoró de Letizia. Tuvo un calentón, se encoñó y se cegó con ella.
Se dice que antes de anunciar el compromiso el tuvo dudas sobre seguir adelante con ello, pero ella filtró la noticia (era periodista) para que no se le escapara la presa y conseguir su meta, trepar a toda costa. Todo lo demás "merdé", la historia de estos dos no se puede comparar con nada ni con la de nadie, las mentiras están a la orden del día.

Pues pienso que el comentario es muy acertado. Sí señor.
 
Difiero, en el vídeo de la presentación no estaba ni tan fea ni tan viejuna, ni de lejos vamos, y lo he visto así como un millón de veces con el famoso puñetazo y "déjame terminar".
Después del compromiso empezó a adelgazar. El día del casamiento ya estaba muy delgada y la verdad, feísima y a partir de ahí cada vez más, tal como se ve en ésta foto. Si miras el vídeo o fotos del " déjame terminar " y las comparas con las del casorio : ....:rolleyes:
 
No, no. Mucho amigo imaginario, nada que ver con la realidad. Si la escritora se ha quedado a gusto, pues muy bien.
...o " él " escritor ....a ver si es el mismo Felipe ,quien agotado ya de preguntarse cómo diablos pudo caer en la trampa de la KKizia. escribió todo ésto para explicárselo a sí mismo :ROFLMAO:
y someterlo a nuestra consideración ? :cry: Pobre....
 
Y la vista cuando se la graduó ??:watching::watching:
Recientemente entiendo...:jawdrop:
Que la belleza no lo es todo..ojo..
Será la inteligencia o ..:grumpy::grumpy:...el saber estar..:sorry:
 
El prepa aún no ha conocido a la mujer que lo haga un hombre, no sentir un hombre. En realidad casi ningún hombre ha conocido a esa mujer porque son bien escasas. Ha conocido a una locadelcoño más, está el mundo lleno...y caro lo está pagando. Pobre ignorante.


-"Ha conocido a una locadelcoño más, está el mundo lleno", espléndida definición para todas estas que irrumpen en los trabajos con las piernas abiertas. Para enmarcar.
 
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