La segunda oportunidad de Masako, la princesa que renunció a todo por amor
Se avecinan cambios en el imperio nipón: Akihito desea abdicar. Y cuando eso ocurra, junto a Naruhito, Masako volverá a ser objetivo de las miradas de todos. ¿Será un cambio a mejor?
Por CARMEN GALLARDO
1 de septiembre de 2016 / 13:20
Etiquetas:
Realeza
Masako, en Tokio, el pasado enero.
© Cordon press
El anuncio del emperador de Japón sobre sus deseos de abdicar el trono a favor de su heredero el príncipe Naruhito ha situado de nuevo en primera línea informativa a la pareja de Naruhito y Masako, llamada a convertirse en emperatriz de Japón.
El propio Akihito argumentaba su deseo por las carencias físicas debido a su edad avanzada y un estado de salud algo deteriorado; queda pendiente que el Parlamento nipón apruebe la ley que permita hacer realidad la solicitud del emperador, porque la abdicación no está contemplada en la legislación de la Casa Imperial. De un modo u otro, sí parece acercarse el momento en que la princesa Masako, ya como emperatriz, pueda volar de nuevo.
Sin embargo, aunque Naruhito no pretendía engañar sino convencer a su amada –él sí estaba muy enamorado de la brillante Masako–, las cosas no ocurrieron como habían planeado.
MASAKO CONOCE AL PRÍNCIPE
Todo comenzó en la embajada de España en Tokio durante una recepción en honor a la infanta Elena en octubre de 1986. El príncipe Naruhito, de 26 años, seguía soltero. Masako Owada y su familia acudieron como invitados. Era una de las tres mujeres que había alcanzado el nivel máximo en las pruebas de acceso al cuerpo diplomático. Tenía 23 años y una carrera apasionante en el mundo de la diplomacia. Esa tarde, su naturalidad, sonrisa de plenitud y felicidad impactó a los buscadores oficiales de novias para el príncipe y al propio Naruhito, que no necesitó sugerencias externas: Masako le había impactado.
Masako no creció en Japón. Debido a los destinos internacionales del padre, funcionario del Ministerio de Exteriores, vivió primero en Moscú, después en Nueva York, Boston… En 1985 se licenció en Ciencias empresariales con premio extraordinario en la universidad de Harvard. Al año siguiente comenzaba a preparar en la universidad de Tokio el examen de ingreso al cuerpo diplomático. Ese vaivén le hacía plantearse en ocasiones: “¿A dónde pertenezco?” Y explicaba a sus padres su necesidad de prestar algún servicio a su país. Masako pensaba en todo menos en boda. Voló a Inglaterra y en el Balliol College de Oxford estudió Relaciones Internacionales, que finalizó con calificación cum laude.
Tras cuatro años sin contactar con el príncipe heredero, que permanecía soltero a pesar de las presiones de la Oficina Imperial, el emperador y su propio hermano, Masako y Naruhito retomaron la relación, ella renunció a sus sueños. O los transformó. En enero de 1993, las televisiones de Japón confirmaban que Masako Owada de 29 años y funcionaria del ministerio de exteriores sería la próxima princesa heredera. Hubo de todo en aquel exceso de información sobre ella. También serias dudas de que una mujer educada fuera de Japón entendiese las tradicionales leyes de sumisión al marido. Masako Owada sería una princesa inteligente pero ¿sabría además rebosar delicadez y distinción y representar a la madre de Japón y observar la tradición?, se preguntaban. Sin embargo, los más jóvenes se mostraban encantados con esa mujer que podría modernizar la ancestral institución.
TRAS LOS MUROS DE PALACIO
La boda se celebró en julio de 1993. Masako estaba radiante durante el paseo en calesa por las calles de Tokio. Ni imaginar que al traspasar los muros de palacio encerraba también el sueño de ser una brillante profesional de la diplomacia. Lo habían intuido sus padres, Hisashi y Yumiko Owada, que nunca vieron bien ese enlace. El príncipe Naruhito se casaba enamorado de una joven brillante, hermosa y quizá no todo lo dócil que se requería para el puesto. Ambos compartían el deseo de modernizar las estrictas normas de la casa imperial.
A poco de casarse Masako brilló entre Clinton y Yeltsin durante un encuentro de los países más industrializados, no precisaba traductores,hablaba ruso, francés, inglés y alemán. Sin embargo, los ansiados viajes internacionales se redujeron a tres, dos de ellos a países árabes y a la boda de Felipe y Matilde de Bélgica. Su saber estar exquisito y profesional no entusiasmaba en palacio ante la posibilidad de que hiciese sombra al futuro emperador. Y acabó todo. A pesar de las peticiones de visitas por parte de muchos organismos y gobiernos, la pareja no volvió a viajar.
La oficina imperial, la Familia y los medios decidieron que la labor de Masako era la procreación, debía engendrar al 127 emperador de la monarquía más antigua del mundo. Tras sufrir un aborto a finales de 1999, había que conseguir no solo un nuevo embarazo, sino engendrar un varón porque la corona la transmite el emperador, la mujer se considera “sucia”.
Seguramente con ayuda médica, aunque es algo que nunca se ha confirmado,en diciembre de 2001, ocho años después de la boda, nació la princesa Aiko. La niña fue la alegría de sus padres, de hecho su nombre significa “hija del amor”, pero de nadie más. El problema de la sucesión seguía abierto y la edad de la madre y sus dificultades para tener un hijo hacían casi imposible un nuevo embarazo (en ningún momento se puso en duda la fertilidad de Naruhito).
Masako, Naruhito y Aiko, la hija de ambos.© Gtresonline
LA DEPRESIÓN
Y Masako se rindió, cayó muy enferma. La vida tras los muros palaciegos fue el infierno que no pudo soportar, ni siquiera contó con el apoyo de las mujeres de la familia, todas universitarias, licenciadas en profesiones tradicionalmente vinculadas a las mujeres y que nunca ejercieron. Ni la suegra Michiko ni las cuñadas Kiko (casada con Fumihito) ni Sayako (hermana de Naruhito y ya fuera de la familia imperial por su boda con un plebeyo) entendieron la necesidad de realización personal que reclamaba Masako, la realización personal siempre fue cumplir con el esposo y hacerle feliz.
Todo se mantuvo oculto hasta que Naruhito en 2004 dio una rueda de prensa con motivo de su viaje a Europa para acudir a las bodas reales de Dinamarca y España. Ante la perplejidad de los medios presentes, el príncipe heredero denunció que “ha habido intentos de anular la carrera y la personalidad de Masako.”
Naruhito se enfrentó a su familia, y no ha dejado a de apoyar a su mujer ni un solo día. La cuestión dinástica la solucionaron los príncipes Fumihito y Kiko, con dos hijas mayores pero que por el bien del Imperio engendraron un niño, el príncipe Hisahito –a punto de cumplir 10 años- el heredero al trono tras Naruhito y por encima de la que sería heredera natural la princesa Aiko. Y Masako tras casi una década en el ostracismo, hizo su primer viaje internacional en abril de 2013 para viajar a Holanda a la entronización de Máxima y Guillermo. Y poco a poco, va apareciendo de nuevo la sonrisa de la joven que quiso ser diplomática. Quizá en la nueva etapa que se abre en el viejo Japón pueda hacer realidad su deseo: “Me gustaría llevar una vida de la que en algún momento, cuando vuelva la vista atrás, pueda decir que ha sido una vida bonita”.
http://www.revistavanityfair.es/rea...o-princesa-que-renuncio-a-todo-por-amor/22793
Se avecinan cambios en el imperio nipón: Akihito desea abdicar. Y cuando eso ocurra, junto a Naruhito, Masako volverá a ser objetivo de las miradas de todos. ¿Será un cambio a mejor?
Por CARMEN GALLARDO
1 de septiembre de 2016 / 13:20
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Realeza
Masako, en Tokio, el pasado enero.
© Cordon press
El anuncio del emperador de Japón sobre sus deseos de abdicar el trono a favor de su heredero el príncipe Naruhito ha situado de nuevo en primera línea informativa a la pareja de Naruhito y Masako, llamada a convertirse en emperatriz de Japón.
El propio Akihito argumentaba su deseo por las carencias físicas debido a su edad avanzada y un estado de salud algo deteriorado; queda pendiente que el Parlamento nipón apruebe la ley que permita hacer realidad la solicitud del emperador, porque la abdicación no está contemplada en la legislación de la Casa Imperial. De un modo u otro, sí parece acercarse el momento en que la princesa Masako, ya como emperatriz, pueda volar de nuevo.
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Sin embargo, aunque Naruhito no pretendía engañar sino convencer a su amada –él sí estaba muy enamorado de la brillante Masako–, las cosas no ocurrieron como habían planeado.
MASAKO CONOCE AL PRÍNCIPE
Todo comenzó en la embajada de España en Tokio durante una recepción en honor a la infanta Elena en octubre de 1986. El príncipe Naruhito, de 26 años, seguía soltero. Masako Owada y su familia acudieron como invitados. Era una de las tres mujeres que había alcanzado el nivel máximo en las pruebas de acceso al cuerpo diplomático. Tenía 23 años y una carrera apasionante en el mundo de la diplomacia. Esa tarde, su naturalidad, sonrisa de plenitud y felicidad impactó a los buscadores oficiales de novias para el príncipe y al propio Naruhito, que no necesitó sugerencias externas: Masako le había impactado.
Masako no creció en Japón. Debido a los destinos internacionales del padre, funcionario del Ministerio de Exteriores, vivió primero en Moscú, después en Nueva York, Boston… En 1985 se licenció en Ciencias empresariales con premio extraordinario en la universidad de Harvard. Al año siguiente comenzaba a preparar en la universidad de Tokio el examen de ingreso al cuerpo diplomático. Ese vaivén le hacía plantearse en ocasiones: “¿A dónde pertenezco?” Y explicaba a sus padres su necesidad de prestar algún servicio a su país. Masako pensaba en todo menos en boda. Voló a Inglaterra y en el Balliol College de Oxford estudió Relaciones Internacionales, que finalizó con calificación cum laude.
Tras cuatro años sin contactar con el príncipe heredero, que permanecía soltero a pesar de las presiones de la Oficina Imperial, el emperador y su propio hermano, Masako y Naruhito retomaron la relación, ella renunció a sus sueños. O los transformó. En enero de 1993, las televisiones de Japón confirmaban que Masako Owada de 29 años y funcionaria del ministerio de exteriores sería la próxima princesa heredera. Hubo de todo en aquel exceso de información sobre ella. También serias dudas de que una mujer educada fuera de Japón entendiese las tradicionales leyes de sumisión al marido. Masako Owada sería una princesa inteligente pero ¿sabría además rebosar delicadez y distinción y representar a la madre de Japón y observar la tradición?, se preguntaban. Sin embargo, los más jóvenes se mostraban encantados con esa mujer que podría modernizar la ancestral institución.
TRAS LOS MUROS DE PALACIO
La boda se celebró en julio de 1993. Masako estaba radiante durante el paseo en calesa por las calles de Tokio. Ni imaginar que al traspasar los muros de palacio encerraba también el sueño de ser una brillante profesional de la diplomacia. Lo habían intuido sus padres, Hisashi y Yumiko Owada, que nunca vieron bien ese enlace. El príncipe Naruhito se casaba enamorado de una joven brillante, hermosa y quizá no todo lo dócil que se requería para el puesto. Ambos compartían el deseo de modernizar las estrictas normas de la casa imperial.
A poco de casarse Masako brilló entre Clinton y Yeltsin durante un encuentro de los países más industrializados, no precisaba traductores,hablaba ruso, francés, inglés y alemán. Sin embargo, los ansiados viajes internacionales se redujeron a tres, dos de ellos a países árabes y a la boda de Felipe y Matilde de Bélgica. Su saber estar exquisito y profesional no entusiasmaba en palacio ante la posibilidad de que hiciese sombra al futuro emperador. Y acabó todo. A pesar de las peticiones de visitas por parte de muchos organismos y gobiernos, la pareja no volvió a viajar.
La oficina imperial, la Familia y los medios decidieron que la labor de Masako era la procreación, debía engendrar al 127 emperador de la monarquía más antigua del mundo. Tras sufrir un aborto a finales de 1999, había que conseguir no solo un nuevo embarazo, sino engendrar un varón porque la corona la transmite el emperador, la mujer se considera “sucia”.
Seguramente con ayuda médica, aunque es algo que nunca se ha confirmado,en diciembre de 2001, ocho años después de la boda, nació la princesa Aiko. La niña fue la alegría de sus padres, de hecho su nombre significa “hija del amor”, pero de nadie más. El problema de la sucesión seguía abierto y la edad de la madre y sus dificultades para tener un hijo hacían casi imposible un nuevo embarazo (en ningún momento se puso en duda la fertilidad de Naruhito).
Masako, Naruhito y Aiko, la hija de ambos.© Gtresonline
LA DEPRESIÓN
Y Masako se rindió, cayó muy enferma. La vida tras los muros palaciegos fue el infierno que no pudo soportar, ni siquiera contó con el apoyo de las mujeres de la familia, todas universitarias, licenciadas en profesiones tradicionalmente vinculadas a las mujeres y que nunca ejercieron. Ni la suegra Michiko ni las cuñadas Kiko (casada con Fumihito) ni Sayako (hermana de Naruhito y ya fuera de la familia imperial por su boda con un plebeyo) entendieron la necesidad de realización personal que reclamaba Masako, la realización personal siempre fue cumplir con el esposo y hacerle feliz.
Todo se mantuvo oculto hasta que Naruhito en 2004 dio una rueda de prensa con motivo de su viaje a Europa para acudir a las bodas reales de Dinamarca y España. Ante la perplejidad de los medios presentes, el príncipe heredero denunció que “ha habido intentos de anular la carrera y la personalidad de Masako.”
Naruhito se enfrentó a su familia, y no ha dejado a de apoyar a su mujer ni un solo día. La cuestión dinástica la solucionaron los príncipes Fumihito y Kiko, con dos hijas mayores pero que por el bien del Imperio engendraron un niño, el príncipe Hisahito –a punto de cumplir 10 años- el heredero al trono tras Naruhito y por encima de la que sería heredera natural la princesa Aiko. Y Masako tras casi una década en el ostracismo, hizo su primer viaje internacional en abril de 2013 para viajar a Holanda a la entronización de Máxima y Guillermo. Y poco a poco, va apareciendo de nuevo la sonrisa de la joven que quiso ser diplomática. Quizá en la nueva etapa que se abre en el viejo Japón pueda hacer realidad su deseo: “Me gustaría llevar una vida de la que en algún momento, cuando vuelva la vista atrás, pueda decir que ha sido una vida bonita”.
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