La reina Sofía cumple 81 años. Noviembre 2, 2019

Felicidades por llegar a los 81 años y estar como una rosa, aparentemente. Y todo debido al trabajo de l@s español@s, que gracias a nosotr@s no ha tenido q fregar, lavar, ni sufrir al pagar las facturas mes a mes mas imprevistos, ni pasar malas noches con sus hij@s cuando estaban malos.Si la duele algo se va a un balneario de gratis y ahí se quedan otros con las preocupaciones. Todo se lo han dado hecho, por lo tanto llegar a 81 de esa forma no tiene mérito.
Aún así Felicidades.

Perfecto.
Ha cumplido con su deber, se supone que siempre. ¿Y...?

Ha disfrutado de la máxima protección, del máximo confort, de los máximos halagos, todo ello aderezado con el sabor que supone figurar como alguien relevante y considerársela siempre bajo ese prisma.

Naturalmente que vista con la actual comparación resulta casi un personaje único, pero que la decadencia en los comportamientos se haya adueñado de la institución no supone una extraordinaria valía de la antecesora.

Sofía ha sido una consorte digna de su título matrimonial, sin más. Ha cumplido. Como tantos y tantas.
 

"¿CÓMO QUERRÁN VERME LOS ESPAÑOLES? GUAPA, SEÑORA": HISTORIA DE LA TRANSFORMACIÓN ESTILÍSTICA DE DOÑA SOFÍA


La reina Sofía cumple 81 años. Recordamos cómo pasó de princesa enfundada en diseños "sixties" a consorte que asombró al mundo con su estilo regio.



POR PALOMA SIMÓN
2 DE NOVIEMBRE DE 2019




137139.jpg


La princesa Sofía de Grecia con su madre, la Reina Federica, en 1961.





¿Cómo querrán verme los españoles?
–Guapa señora.

La princesa Sofía preparó con las hermanas Molinero el vestido que llevó el 22 de noviembre de 1975 a las Cortes a la proclamación de Juan Carlos I. Un modelo largo, con manga tres cuertos, confeccionado a partir de un patrón de Valentino. En la solapa, Orden de Isabel la Católica.

Pilar y María Antonia le contaron esta anécdota a su amiga Covadonga O´Shea, un diálogo entre la reina y sus modistas de confianza, que ilustra la relación de la primera con la moda. "Tanto si estaba de luto por la muerte de su padre con un vestido negro recto impecable como cuando actuaba como reina de España, su prioridad era que los demás, en este caso los epañoles, estuviesen contentos", explica la periodista y escritora.

Ese 22 de noviembre empezaba una nueva era, por eso escogió a conciencia un vestido rosa fucsia en lugar de guardar luto. Fue muy criticada por ello. Las damas del régimen aún velaban el cadáver de Franco -el dictador había muerto dos días antes- en la capilla ardiente del Palacio de Oriente.

Desde su llegada a España, doña Sofía (Atenas, 1938) había confiado su guardarropa a célebres modistas locales como Elio Berhanyer, a quien conoció a través de la marquesa de Llanzol y que le hizo, por ejemplo, el conjunto de vestido y abrigo de color malva que lució en el bautizo del príncipe de Asturias.

Como recoge Pilar Eyre en su libro La soledad de la reina (La esfera de los libros), le gustaba ir a su taller en la calle de Ayala porque “le contaba cosas muy divertidas de la vida de España: los amores de Ava Gardner con un torero y que la condesa de Quintanilla era una americana muy guapa de la que se rumoreaba que era espía”.

O a Manuel Pertegaz, que le realizó el vestuario de su viaje a París en 1968 y que le dijo a Eyre que la reina tenía unos gustos muy definidos: “Se daba cuenta de cuando una sisa le tiraba, un drapeado no estaba bien hecho o un cuello se desbocaba. Tenía una manía: ¡no le gustaban las medias azules! Decía que hacían piernas de muerta”. “La reina y el maestro escogían conjuntamente los colores y los tejidos y partían siempre de la colección de ese momento”, me aseguran desde el taller del turolense, fallecido en 2014.

Solo en dos ocasiones, una cena de gala con Jacques Chirac en marzo de 2006 y la que precedió al enlace entre los príncipes de Asturias en mayo de 2004, le diseñó modelos exclusivos.



137148.jpg


El 22 de noviembre de 1975, con el traje fucsia de las Molinero.© GIANNI FERRARI



En los 15 años en los que los príncipes aguardaron pacientemente su momento para reinar, doña Sofía ofreció el aspecto austero y recatado que convenía a sus intereses. Nunca llevó minifalda ni escote. Una sobriedad que resultaba absolutamente moderna. En 1962 visitó la comarca del Vallès después de las inundaciones que causaron centenares de muertos. Lo hizo con “una falda de tergal, un abrigo discreto, pañuelo en la cabeza y zapato plano”, cuenta Eyre en su libro. Ofreció una impresión muy favorable a los barceloneses, habituados a ver al Caudillo y a su mujer —conocida popularmente como la Collares por su afición a adornar su cuello con varias vueltas de perlas— bajo palio.

El valentino fucsia marcó un punto de inflexión e inauguró lo que Lorenzo Caprile denomina la “edad de oro”, los 15 años en los que las Molinero adaptaban la moda internacional —Valentino, pero también Givenchy— a sus necesidades. “María Antonia se ocupaba de todo, de la media al zapato o la flor. La reina iba impecable y perfecta. Una cosa que aprecio y que para mí es un símbolo de estilo y profesionalidad es que, consciente de la importancia de la foto y del primer plano, no ha cambiado de peinado en 40 años”.

“Con traje de gala, corona y el rey al lado, eran la pareja más icónica de las monarquías europeas. Nadie podía hacerle sombra. Don Juan Carlos lo sabía, por eso cuando había fotógrafos se colocaba junto a ella, aunque después huyera despavorido”, me constata Pilar Eyre. Una imagen regia que se empezó a relajar con la llegada del “huracán Letizia”, apunta la autora. “Desde entonces ha querido democratizarse. Se deja fotografiar con una toalla alrededor del cuerpo como una veraneante cualquiera, señala con el dedo, va a las celebraciones familiares con una camarita colgada del cuello, se pone ropa informe y poco atractiva y lleva multitud de abarorios y amuletos como una excéntrica señora inglesa aficionada al ocultismo".



137149.jpg


En 1969, vestida a la última.© MONDADORI PORTFOLIO



Según Pilar Urbano, doña Sofía prefiere "las pulseritas de piedras duras" a las joyas reales. "Si las ha llevado, ha sido, naturalmente, por protocolo", relata la periodista. “Hay una colección de alhajas magnífica y no hay manera de que me las enseñen”, me dice —a la autora le gustaría escribir un libro “como los que Ricardo Mateos ha hecho de otras casas reales europeas”—.

“Yo le pregunté a la reina: ‘¿Eso quién lo ve?’. ‘El mantenedor’, me contestó. Me contó que las diademas hay que ponérselas cuando hay que ponérselas. ‘Pero si no yo ’ y me enseñaba el brazo lleno de pulseras con piedrecitas. ‘Baratijas’, me decía”.

La periodista visitó los palacios de la Zarzuela y Marivent en numerosas ocasiones para preparar La reina (Plaza & Janés) y La reina muy de cerca(Planeta). Doña Sofía le explicó cómo preparaba a conciencia sus apariciones públicas. Tenía en cuenta el color de la condecoración que le iban a imponer —“A veces es una banda amarilla y tú llevas un traje naranja que no pega nada”, le contó — o el de la alfombra si iba a una boda real —“Si es roja y tú vas de ese tono, no se te ve”—.

Le confió que en los actos solemnes uno no puede sudar, sonarse o beber agua. “Llevo mi propio aire acondicionado, que es el abanico. No molesto a nadie y lo escojo siempre a juego con el vestido”, le reveló a Urbano, que tuvo oportunidad de “una cosa bien rara: verla de estar por casa”.

Por ejemplo, un día que el príncipe y las infantas estaban con fiebre y la reina la recibió en la Zarzuela con zapato bajo, “manoletina”, una falda sport acampanada, “no de esas estrechas que te cuesta tener las rodillas juntas” y “un jersey de cuello alto”. En Marivent la vio por primera vez con pantalón, “uno azul marino, camiseta de Aqua Brava y sandalias con los deditos fuera, playeras”. Las típicas abarcas que doña Sofía puso de moda, como las alpargatas de Castañer.

En aquellas imágenes familiares, el aspecto regio de las fotos y los actos oficiales cede ante gestos sutiles de cercanía y espontaneidad. Se adivina la joven que combinaba camisas blancas con faldas estampadas por el tobillo y vestía pantalones pirata y blusas de cuadritos en la cubierta del Agamenón, el yate donde conoció a Barcelona”, y que pronto se esfumaría siempre consciente “de estar a la altura de las circunstancias”, resume O’Shea. “Ha desarrollado un estilo emblemático, que es lo que todos deseamos: una continuidad y un vínculo con el pasado. Va perfecta", comenta el crítico de moda Hamish Bowles.



137150.jpg


En Marivent, en 1976, con vaqueros y alpargatas.



Su primer momento remarcable se produjo precisamente el día de su boda, el 14 de mayo de 1962, en Atenas. La vistió Jean Dessès, un modista griego afincado en París que había trabajado para su madre por recomendación de Farida de Egipto. La cola del traje tenía siete metros y el velo, el mismo que llevó la reina Federica en su boda con Pablo de Grecia, acompañaba la tiara prusiana que resultaba demasiado pequeña en opinión de Helena Rubinstein, que la maquilló. Roger Vivier procuró que los zapatos tuviesen el tacón justo —siete centímetros— para no sobrepasar a don Juan Carlos.

El griego Dessès, el italiano Valentino, el francés Givenchy o el dominicano Óscar de la Renta han sido sus aliados extranjeros, que doña Sofía siempre ha alternado con los españoles Berhanyer, Pertegaz, Jorge Gonçalvez —“Donde mejor la entendieron”, desliza el cronista real Toni Benítez— o Margarita Nuez.

La aragonesa firma el conjunto que lleva en el cuadro de la familia real que Antonio López tardó 20 años en pintar. Un modelo de otomán de seda estampada con cuerpo azul marino, el tipo de encargo que recibía de ella. “Tenía preferencia por los trajes de chaqueta, los tonos neutros y los tejidos de calidad”, cuenta Nuez, que destaca su sobriedad, carácter y discreción. “Siempre puso el acento en marcar su personalidad sobre los dictados de la moda”, subraya. “La entrevisté cuando cumplió 50 años. Hablamos mucho. Para nada, o muy de pasada, de la moda. Nos gustaba, pero no era el tema”, confirma O’Shea.

Sabino Fernández Campo contaba que en la Zarzuela hay un armario subterráneo donde se guardan la ropa y accesorios que ha utilizado y están pasados de moda. No pieles, a las que no es muy aficionada —solo hay imágenes suyas con estolas o abrigos de visón en los sesenta—. “Ahora se ve bien el reciclaje porque es un signo de austeridad, pero en su época era de poca politesse repetir traje ante un invitado regio”, desliza Urbano. Quizá de esa cámara secreta rescató la reina Letizia el vestido de los ochenta que lució las pasadas Navidades. Y quizá ahí se atesore el valentino fucsia que cambió la historia. La de la reina Sofía y la de España.



137151.jpg


Doña Sofía, con un conjunto de Christian Dior, en la Zarzuela.


https://www.revistavanityfair.es/realeza/articulos/operacion-vestir-a-la-reina/34263



 
Doña Sofía siempre ha sabido cumplir con su deber, discreta, correcta y estoica. A pesar de sus privilegios, status y pedigree no creo que su vida fuese lo feliz o idílica que ella hubiese deseado. Supongo que la verdadera celebración será en privado con su familia griega.
 
137149.jpg


Queda claro a quién habría señalado Greta Thunberg hoy día como responsable de la destrucción de la capa de ozono y el cambio climático...La Lacas Culpable!
 
@duque gagá
NO ESTÁ DE ACUERDO en que se hagan una foto.
Por Dios.
duque de verdad, con el tema que da una fotito con todo el grupo familiar.
El caso es poner cruces.
Que fuerte.


bueno, es que yo le tengo mucha manía a la griega, de ahí tamaña displicencia; eso sí, si se hacen la foto, que la critiquemos aquí y los pongamos a tod@s a caer de un burro sin ninguna conmiseración :ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO:
 
Back