La Reina Sofía asiste a la boda del príncipe Leka y Elia Zahara en Tirana.

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Vanitatis ha confirmado que la Reina emérita es una de las invitadas que viajará a Tirana el próximo 8 de octubre para estar en el enlace del príncipe Leka y Elia Zaharia



http://www.vanitatis.elconfidencial...lbania-reina-sofia-leka-elia-zaharia_1267823/
 
Bueno sí, Dios los cría........
 
Con la ayuda del Rey Juan Carlos y armado hasta los dientes: así huyó de España Leka I
La historia del príncipe albanés es cuando menos curiosa y en ella encontramos exilios, destierros y armas, muchas armas
Montaje de vanitatis
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Quedan menos de 48 horas para que el príncipe Leka II de Albania le dé el 'sí quiero' a Elia Zaharia en Tirana. La boda se convertirá en un gran evento real al que asistirán miembros de las distintas Coronas de Europa como laReina Sofía de España. A pesar de estos invitados de lujo, al enlace faltarán dos personas muy importantes para el novio: sus padres. Leka I murió en 2011 dejando a su hijo como jefe de la casa real de Zogu, principal pretendiente al desaparecido trono albanés y único representante de la monarquía albanesa. Su mujer, Susan Cullen-Ward, madre de Leka II, había fallecido en 2004 a causa de un cáncer de pulmón. La historia de los progenitores de Leka, sobre todo la de su padre, es cuando menos curiosa y en ella encontramos exilios, destierros y armas, muchas armas.

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Leka I y Susan en su casa de Madrid
El príncipe Leka I vino al mundo en 1939 en Tirana siendo el único hijo delrey Zog I y la reina Geraldine. Cuando tenía solo tres días de vida, sus padres se vieron obligados a abandonar el país tras la invasión italiana de Albania. Durante su exilio, Leka I vivió en Grecia, Egipto, Francia y Reino Unido y creció con la condición de pretendiente al desaparecido trono albanés y con el pensamiento de que su legitimo trono le había sido arrebatado de forma injusta. Tras la muerte de Zog I, Leka asumió el papel de rey en una ceremonia que se celebró en un hotel de París y a la que se prohibió la asistencia de mujeres. Fue entonces cuando decidió mudarse a Madrid, concretamente a una mansión de Pozuelo de Alarcón, junto a su madre, la reina madre Geraldine.

Leka I se presentaba en sociedad como consultor inmobiliario. Sin embargo, era 'vox populi' que su profesión era bien distinta. Desde joven había sentido una ferviente pasión por las armas y decidió hacer de ellas su forma de vida siendo marchante. Pero no solo eso. En su casa almacenabafusiles, municiones, granadas de mano y ametralladoras con un único fin: armar una milicia monárquica para recuperar el trono albanés a la fuerza. Al menos eso fue lo que dijo el propio Leka a las autoridades españoles cuando entraron en su casa y encontraron aquel arsenal. Tras este hallazgo, el 31 de enero de 1979 el Gobierno de Adolfo Suárez ordenó que Leka fuera desterrado del país por posesión ilegal de armas.

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Leka II junto al Rey Juan Carlos (Instagram)
Pero el padre del novio no se fue solo de España. Se le permitió llevarse todas sus armas en un vuelo fletado de la compañía Spantax que le llevó a Liberia. Esa 'huida' le costó 3.200.000 pesetas y el Gobierno español le ayudó a pagar parte de ese coste porque el Rey Juan Carlos le pidió a Suárez que el destierro de su homólogo se hiciera con respeto y sin violencia. Leka también estuvo acompañado en ese otro 'exilio' por su esposa, la australiana Susan Cullen-Ward, a quien había conocido en Madrid. Su boda se llevó a cabo el 10 de octubre de 1975 en Biarritz y se celebró en los salones de bodas José Luis de Illescas, Toledo. Tras una breve estancia en Liberia, Leka y Susan se mudaron a Sudáfrica, país en el que nació su único hijo, que ahora, 34 años después, pasará por la vicaría.

A pesar de tener una vida muy tranquila en Sudáfrica, Leka I seguía con la idea de recuperar su trono y en 1993 se presentó en Tirana y fue recibido por un centenar de seguidores, pero fue devuelto de inmediato al país africano. En 1997, aprovechando una crisis de Gobierno del expresidente Sali Berisha, el príncipe consiguió que se convocara en Albania unreferéndum sobre monarquía o república. Su apuesta obtuvo un 30% de los votos. Al ver que el resultado no era lo suficientemente satisfactorio para su causa, Leka se presentó ante la sede oficial del recuento de votos con una metralleta en la mano derecha y una pistola en la izquierda. En el enfrentamiento que se vivió hubo una víctima mortal y Leka abandonó en su avión privado el país.

Tras este violento suceso, un tribunal albanés lo condenó a tres años de cárcel por organizar una rebelión armada, pero su condena fue reducida a tenencia ilícita de armas. En 2002, el por aquel entonces presidente Meidani permitió a la familia real regresar a Albania después de 63 años de exilio y, como no podía ser de otra forma, Leka se llevó consigo 90 armasque fueron confiscadas por la policía albanesa en el aeropuerto. Pero antes de morir, concretamente en 2008, Leka recuperó sus armas perdidas, pues el Gobierno aseguró que solo tenían valor como piezas de coleccionista



Los protagonistas de la boda
El príncipe Leka II vino al mundo el 26 de marzo de 1982 en Sudáfrica siendo el único hijo del príncipe Leka I y su esposa, la princesa Susan. Desde la muerte de su padre en 2011, Leka es el jefe de la casa real de Zogu y único representante de la monarquía albanesa. A pesar de que creció y se educó en Johannesburgo, el príncipe se crió con "un profundo afecto hacia Albania, el pueblo albanés y su cultura". Leka trabaja para el Gobierno de Albania desde 2006 y vive en una lujosa mansión de Tirana.

Por su parte, Elia Zaharia nació en Albania en 1983. Su madre es una reconocida actriz albanesa y ella quiso seguir sus mismos pasos estudiando en la Universidad de St. Denis de París. Durante años, Elia representó muchas obras en el Teatro Nacional de Tirana y apareció en algunas películas albanesas. La futura esposa de Leka habla albanés, francés, italiano e inglés y actualmente trabaja para la fundación Reina Geraldine, que ayuda a niños en situación de pobreza. Tras su matrimonio, Elia será conocida como su alteza real la princesa Elia de los albanos
 
Les une mucho a los griegos-los Zogu-y España.
Un reinado autoproclamado y derrotado pero que les da para vivir como reyes hasta esta generación .


http://nobleyreal.blogspot.com.es/2011/04/las-vicisitudes-de-zogu-y-geraldina-de_21.html
Las vicisitudes de Zogú y Geraldina de Albania


Por los avatares del destino, Ahmed Zogú, que fue elegido presidente de la República de Albania en 1925, fue quien convirtió el país en monarquía constitucional. Pero no fue por pura vanidad, sino que tenía sus motivos: estaba modernizando una atrasadísima Albania y necesitaba no sólo los fuertes poderes que ya tenía, sino también una autoridad moral mucho más consistente para poder terminar su actuación. Transformando a Albania en reino, la ponía en condiciones de igualdad con las grandes potencias europeas, que en 1928 eran mayormente monárquicas (incluyendo a sus vecinos más próximos: Italia, Yugoslavia y Grecia).


Los albaneses, al ser conscientes de que el novel rey estaba dándole un salto al progreso, deseaban que esa monarquía arraigara más todavía, que se perpetuara. Pero Zogú era soltero. Albania necesitaba una reina y, después, un heredero al trono.


Muchas presiones llegaban hasta Zogú sugiriendo nombres de bellas jóvenes. Tres corrientes las presentaban: los miembros de eminentes familias albanesas, el Imperio turco y Roma. Esta dos últimas proposiciones las dejó de lado diplomáticamente. Su hermana Senija ya estaba casada con un hijo del sultán Abdul Hamid. Por ese lado, Turquía ya estaba relacionada con la familia real albanesa.Hacer reina a una otomana sería demasiado protagonismo para quienes fueron invasores de su pueblo durante siglos y que aún eran recordados desfavorablemente

Por otro lado, Italia también había invadido sus territorios en varias ocasiones; incluso la nombró “protectorado” suyo y todavía sostenía tener derechos sobre algunas partes de Albania. Tampoco era conveniente una reina italiana. ¿Una albanesa? Impensable. No “daría el tono”. Entre las grandes familias del país, ni una sola de ellas poseía un árbol genealógico presentable. Él mismo no pertenecía a ninguna dinastía. Era Zogú quien creaba la suya propia, así que era indudable que necesitaba una aristócrata de fuera de las fronteras.


El rey estudiaba estas circunstancias tanto en vistas a una buena acogida de sus compatriotas como a la de formalizar el enraizamiento de su monarquía entre los demás reinos de Europa. Sin embargo, estaba firmemente dedicado a los asuntos de Estado, por lo que no tenía tiempo para realizar viajes al extranjero y visitar los palacios reales, el método más normal en aquella época para formalizar noviazgos en el ámbito de la realeza.


El hallazgo de la consorte ideal fue una mezcla de, por parte de Zogú, “flechazo” a distancia, casi como una compra por catálogo y, de parte de la elegida, amor a la aventura y a la literatura infanti

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En una revista ilustrada húngara, Zogú vio el retrato de una joven cuya belleza lo atrajo enormemente. Al pie se leía: Condesa Geraldina Apponyi. Durante varios días se lo llevaba a la alcoba para observarlo antes de dormirse y soñar con ella. Cada día más se sentía encandilado por la hermosura de aquel rostro de mujer. Se había enamorado y, con la tenacidad y eficacia de que hacía gala, ordenó indagar sobre ella.


Geraldina tenía 22 años (veinte años menos que él). No era un problema. ¿Era soltera? Sí. ¿De familia aristocrática, puesto que era condesa? Una de las más consideradas de Hungría, cuyo origen databa del siglo XIII. Su padre, el Conde Gyula Apponyi de Nagy-Apony, había sido chambelán en la corte de Viena durante el gran Imperio austro-húngaro. Su madre, Gladys Virginia Stewart, era norteamericana, hija de un cónsul de Estados Unidos. (“Mejor, también interesa estar a bien con ese gran país… Y ¿por qué no?, sangre occidental”). Tras la muerte del conde Apponyi se había vuelto a casar con un coronel francés (“Otra nación más a favor

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La sangre americana de la condesa Geraldina le hizo emanciparse, en parte, de la rutinaria vida social húngara. Sin renunciar a su lugar privilegiado entre las grandes damas de la aristocracia, trabajaba (¡en aquellos tiempos!) como secretaria en un museo de Budapest. Esto aún la calificó mejor a los ojos de Zogú.


Una vez convencido, el rey envió a su ayudante de campo a que expusiese su pretensión al Conde Carlos Apponyi, un tío segundo de la joven que se encargaba de administrar su educación y su vasta herencia. Como iniciación al posible noviazgo, invitaba a Geraldina y a sus eventuales acompañantes al baile de fin de año que el rey Zogú ofrecía anualmente en su palacio de Tirana.
El conde Apponyi reunió al consejo de familia y en él se decidió algo que era obvio: la propia Geraldina debía tomar la determinación. Y la sangre americana de la condesa (la de los cuentos infantiles y el amor a la aventura) la llevó a embarcar hacia Albania, acompañada solo de una amiga y del ayudante de campo del rey. El 30 de diciembre de 1937 anclaban en Durrës. El chambelán de la corte esperaba en el muelle para escoltar a Geraldina y su amiga a un palacete que Zogú ponía a su disposición

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El compromiso


La noche siguiente, la joven condesa húngara y el rey de Albania se veían por primera vez. Pero no estaban solos: los rodeaban los dos mil invitados al baile. Zogú quedó deslumbrado, pues Geraldina era mucho más hermosa al natural que en la fotografía. Ella, por su parte, agregaba a su sueño americano la amabilidad, el buen porte y el savoir faire de su enamorado. Así que el día 1º de enero de 1938 ella aceptó a la proposición de matrimonio.


El 30 del mismo mes, el Parlamento albanés dio su aprobación a la boda. El rey quería que se respetasen totalmente los trámites legales. La ceremonia se celebró el 23 de abril, con asistencia de la madre de Geraldina y varios miembros de su aristocrática familia húngara. Zogú había avisado que la solemne ceremonia pública sólo se haría ante el juez. Quería dar el ejemplo a su pueblo con respecto a la separación entre la Iglesia y el Estado y a la tolerancia que debía existir en la institución del matrimonio (él era musulmán y ella católica). Entre los muchos invitados representantes de varias naciones destacaban los dos que Italia había enviado: el duque de Bérgamo (primo de Víctor Manuel III) y el conde Ciano (yerno de Mussolini y Ministro de Asuntos Exteriores)

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La boda


Un año después, Mussolini (que contaba con sus fuerzas militares y el apoyo de Hitler) solicitó al rey Zogú la cesión de bases militares en Albania, además de que su ejército y su marina se pusiesen bajo el control de Italia. El pretexto era la protección de tan estratégica puerta del Adriático. Zogú se negó rotundamente a acceder a esas pretensiones.


El 5 de abril de 1939, la reina Geraldina daba a luz a un príncipe heredero. ¡La dinastía tendría continuidad! Se le llamó Leka (Alejandro), en recuerdo de Skanderberg.


Al día siguiente, jueves santo, todo el cuerpo diplomático acreditado en Tirana fue a presentar sus cumplidos y parabienes a Zogú y Geraldina. El embajador de Italia, Francesco Giacomini di San Savino, comunicó al rey, además, el ultimátum del Duce: si en dos horas no se aceptaban sus propuestas, Italia invadiría su país. Esta vez Zogú tuvo que dudar algo, pero volvió a declinar la “protección”, aún sabiendo que su minúsculo ejército y su escasa flota de guerra no podrían enfrentarse a las poderosas fuerzas armadas italianas. Pero no podía admitir un Anschluss como el que había hecho Hitler un año atrás comiéndose Austria, ni las condiciones en que vivían los checoslovacos desde hacía menos de un mes. Quizá el pueblo albanés, consciente de su nacionalidad y de que volvía a jugarse su independencia, podría retardar la caída a base de guerrillas hasta que estallase la guerra mundial ya latente y que llegara ayuda de parte de las potencias enemigas del Eje Berlín-Roma


Mussolini empezó el ataque inmediatamente vencido el plazo de dos horas. En el ínterin, el rey había enviado a toda su familia camino a Grecia mientras se dirigía a las montañas a organizar las guerrillas.


El traslado de la familia real a la frontera griega fue dramático. Llovía y hacía un frío atroz. Los caminos rústicos que tomaban los automóviles para evitar las carreteras amenazadas hacían dificultosa la marcha. La reina tenía fiebre y sufrió una hemorragia. Por fin arribaron a Grecia entrada la noche.


En cuanto el rey Jorge de Grecia se enteró de la presencia de la reina Geraldina en su país, le envió médicos y un tren especial para que se desplazase a Atenas. Ella no quiso moverse de la frontera. Allí se le reunió, dos días después, el rey Zogú con el gobierno en pleno, muchos diputados y la mayoría de los jefes del ejército. La avalancha italiana había sido tan aplastante que comprendieron que no había forma alguna de resistir.


Con su Zogú, Geraldina sí aceptó instalarse en Atenas

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La reina Geraldina con el traje nacional albanés



Una vez pasadas las muestras de condolencia y simpatía convencionales por parte de Grecia, la política hizo su aparición: el gobierno heleno le tenía miedo a Italia. Si Alemania se había apoderado tranquilamente de Austria y, no mucho después, de Checoslovaquia, ¿quién podía asegurar que Italia, tras Albania, no pensase en su vecina Grecia?... Por lo menos, no darles un motivo: la presencia allí de Zogú era inconveniente.


Aunque se le insinuó con extremada cortesía y en absoluto secreto, la noticia se hizo pública rápidamente. De inmediato, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia expresaron a Zogú que él y toda su real familia serían bien acogidos en sus respectivas naciones. Ya se preveía que el mundo occidental se dividiría en dos bandos.


Geraldina escogió París: allí encontraría a su madre, su padrastro y sus hermanos, nacidos del segundo matrimonio. Por su parte, Zogú también tenía en la capital francesa a su hermana Senije, pues estaba casada con el encargado de la legación de Albania. Para evitar pasar por Italia y Alemania, tuvieron que seguir la ruta Rumania-Polonia-Suecia-Noruega-Bélgica, con sus correspondientes embarques entre Polonia y Suecia y entre Noruega y Bélgica. ¡Enorme vuelta para una época en la que se podía viajar directamente de Atenas a París sin cambiar de tren
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Los reyes albaneses en Suecia


Una vez en Francia, la familia real fue alojada en el castillo de La May, cerca de Versailles. Después se trasladaron al de Pontoise. Pero cuando estalló la guerra, en setiembre, el avance de las tropas alemanas los hizo huir, como a tantos millones de franceses, hacia el sur y hacia el oeste. Y, al igual que ellos, muchas noches tuvieron que dormir en el automóvil al borde de la carretera.


Al arribar a Burdeos, totalmente ocupado por refugiados, el alcalde pudo instalarlos en un convento. Pero como las tropas alemanas seguían avanzando, Zogú y los suyos debían salir de allí como fuese. No podían caer en manos de los aliados de Italia: el conde Ciano, en abril de 1939, había conseguido reunir una Asamblea que declarase traidor y destronado a Zogú. La corona se ofrecía al rey de Italia. A Ciano le había costado mucho encontrar quienes se aviniesen a esa decisión. Víctor Manuel III tuvo que aceptar esa nueva soberanía. Su representante en Tirana, una especie de virrey, sería el embajador Giacomini di San Savino. Zogú y su familia se convertían, pues, en unos malhechores prófugos para las autoridades italianas.
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En Burdeos, Zogú envía un desesperado telegrama al rey Jorge VI de Gran Bretaña. Éste responde el mismo día, dando orden a su cónsul para que embarque al rey albanés y a su familia hacia Inglaterra. Siendo imposible hacerlo desde Burdeos, el cónsul consigue llevarlos a San Juan de Luz. Desde allí, un barco británico destinado a la familia real albanesa es asaltado por cientos de personas que huyen también de los alemanes. Zogú no les niega ayuda hasta que el capitán ordena que se impida la subida a más gente pues puede peligrar la estabilidad de la pequeña nave. El rey, la reina, el príncipe heredero y las dos princesas hermanas del rey comparten los apretones con franceses, judíos, polacos, checos y otros antifascistas, tan desafortunados como ellos en esos momentos.


En Londres, Zogú establece contactos con los demás reyes y gobernantes en el exilio. Soporta los bombardeos como un londinense más. Y lee, con tristeza, en los periódicos, que los albaneses enrolados en el ejército italiano participan contentos en la invasión de Grecia. El Foreign Office le ofrece, un día, la opción de trasladarse a Grecia para organizar un cuerpo de voluntarios albaneses. El rey acepta con prontitud, pero llegada la hora de partir le avisan de Atenas que el gobierno griego no permite la estancia de la familia real albanesa en su tierra. Al día siguiente, Zogú se entera que el avión donde tenía que haber viajado él se había estrellado, en ruta, y todos sus pasajeros resultaron muertos. Había salvado su vida, pero también había perdido, quizá, la última oportunidad de salvar a su pueblo
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En 1943, Italia pedía el armisticio. Las tropas alemanas reemplazaron a las italianas en Albania. Después de la evacuación alemana, en 1944, tocó el turno a los soviéticos. A fines de aquel año, Enver Hodja (un intelectual que había sido co-fundador del Partido Comunista Albanés y elegido secretario general provisional) ya controlaba casi toda Albania. Ayudado por las tropas soviéticas, Hodja se hizo con la totalidad del país y, en enero de 1946, Albania se constituía en “República Popular”.


Entonces Zogú y Geraldina, acompañados de su hijo, de las hermanas del rey y de los hijos de éstas, continuaron su exilio embarcando hacia Egipto. El rey Faruk había dado órdenes de que su invitado fuera tratado como soberano reinante. Cuando la familia real albanesa desembarcó en Port Said, el jefe del gobierno egipcio y sus ministros se hallaban en el muelle, esperándoles. Un destacamento militar les rindió honores.


Desde Alejandría, donde se instalaron, Zogú intentó establecer lazos con los pocos albaneses exiliados, pero le resultaba difícil porque estaban dispersos por todas partes del mundo. Expresaba en público su posición política: “Yo represento la legitimidad… La monarquía que yo regía era muy distinta del sistema opresivo de origen extranjero impuesto ahora al pueblo albanés”. Incluso se instaló en El Cairo una legación de “Albania libre

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Pero sus cuitas no habían terminado. En 1952, el general Naguib derrocó a Faruk de Egipto y poco a poco fueron desapareciendo las amabilidades que acunaban a Zogú. Se le cerró la legación de “Albania libre” y con ella la asistencia pecuniaria que figuraba en las listas del Ministerio de Asuntos Exteriores, se le prohibió hacer manifestaciones políticas… y hasta se le difamó en la prensa, acusándole falsamente de haber realizado estafas y negocios sucios con el extranjero a través de la valija diplomática (privilegio que le había concedido Faruk y del que, prácticamente, no había hecho casi uso). Era un prisionero, aunque no entre rejas.


En el verano de 1955 se le permitió salir de Egipto. La familia se instaló en Cannes, Francia, donde el rey, aquejado de varias dolencias, se dedicó a escribir sus memorias. En 1961, encontrándose en la región parisina, se vio atacado de una fuerte crisis y el 9 de abril murió en el hospital Foch, en Suresnes, donde había sido trasladado. La reina Geraldina y el príncipe Leka se fueron a vivir a Madrid, porque España era el país más barato de la Europa no comunista. Zogú había muerto prácticamente en la miseria y los hermanos de Geraldina también habían sido expropiados por los comunistas húngaros

Mucho se habló de que, al huir de Albania en dirección a Grecia, Zogú había sacado grandes cantidades de dinero procedentes del Tesoro nacional. Pero éste no era precisamente muy boyante y Zogú pasó la frontera griega sólo con lo puesto. En cuanto al viaje de Geraldina (cuya salud preocupaba dada su reciente maternidad), la reina no se ocupó de nada, ya que no estaba en condiciones de hacerlo. Su esposo sólo puso en sus maletas, además de ropa, una cantidad respetable de monedas de oro procedente de la venta de unos bosques del propio patrimonio húngaro de Geraldina. Y sus joyas, piezas que se fueron vendiendo, sobre todo en la última etapa egipcia y francesa, cuando no los amparaba nadie. Antes, los gobiernos anfitriones les proporcionaban un razonable medio de vida, sin boato, pero lo suficientemente generoso para mantener a una familia real en el exilio. Eran invitados de esos gobiernos: Grecia, Francia, Inglaterra y el Egipto de Faruk.


En España, para poder vivir, Geraldina vendía sus recuerdos a la prensa rosa. La belleza que, cuando se casó con Zogú, asombró a Europa, aún conservaba su prestancia. Leka se puso a trabajar en una empresa privada española. Lo evidente era que, si a Zogú no se le hubiera interpuesto en su camino uno de los prolegómenos de la Segunda Guerra (la invasión italiana, al mejor estilo alemán), había podido acabar de modernizar el país

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La reina madre Geraldina, con su hijo Leka I, la esposa de éste, Susan y el heredero Leka II
 
Entre los invitados, la reina Sofía, que ha acudido en representación de la Casa Real española.Ella ha sido la única reina en la larga lista de invitados, que incluía nombres como la princesa Irene de Grecia, la princesa Léa de Bélgica, los Duques de Kent (representando a Reino Unido), los príncipes Guillermo y Sibila de Luxemburgo, la princesa Lalla Meryem de Marruecos o la Gran Duquesa María de Rusia. Miembros de las diferentes Cortes de Europa y Oriente Próximo que han mantenido relación con la familia albanesa antes del exilio, durante y después.

 
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