La ley del silencio impera en Liermo 40 años después del Puerto Hurraco del norte.

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La ley del silencio impera en Liermo 40 años después del Puerto Hurraco del norte​

Ángel Campo mató a siete vecinos con una escopeta de caza y la única superviviente de la matanza sigue sin dar su versión de los hechos
Señal de indicación del acceso a Liermo (Cantabria).

Señal de indicación del acceso a Liermo (Cantabria).EL MUNDO

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Jueves, 26 noviembre 2020 - 22:52
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Joaquín Arco, alcalde de Ribamontán al Monte, el municipio al que pertenece la pedanía cántabra de Liermo, tiene 37 años, por lo que aún no había nacido cuando se produjeron los crímenes. No sabe el número de víctimas que se cobró Ángel Campo Solana aquel 27 de noviembre de 1980 -aventura que cinco; fueron siete-, ni mucho menos sus nombres.
El desconocimiento que el primer edil y el resto de vecinos de su generación tienen de los detalles del suceso se debe en parte al tiempo transcurrido -40 años se cumplen este viernes-, pero sobre todo a que quienes lo vivieron siempre han evitado desenterrarlo, al menos públicamente. "Es un tema casi tabú; la gente corrió un velo sobre ello y con razón", dice el alcalde.
Especialmente férreo es el silencio de Elisa Veci, de 74 años, la única superviviente. Nunca ha contado su versión de lo ocurrido aquella lluviosa tarde en la que Ángel Campo le apuntó con su escopeta de caza y apretó el gatillo. Tampoco lo hará ahora, según nos transmite a través de la presidenta de la Junta Vecinal de Liermo.
Las postas le alcanzaron el cuello y quedó malherida, pero sobrevivió. Fue la única de los ocho vecinos encañonados por el experto cazador que no murió. La literatura sobre el caso dice que se hizo la muerta. En la lista de víctimas sí figuran su hermano Manuel Veci y su madre, Concepción Cruz.
El caso de Liermo no ha tenido la resonancia que el de Puerto Hurraco, pero ambos tienen bastantes semejanzas: el elevado número de víctimas mortales -nueve en Puerto Hurraco; siete en Liermo- y unas escopetas cargadas por el odio larvado por una disputa de tierras.
Ángel Campo Solano, alto y espigado, tenía 64 años aunque aparentaba menos. Había nacido a 15 kilómetros, en Langre, y se había trasladado a Liermo tras casarse con una de sus vecinas, Esperanza. La pedanía, ubicada en una ladera, contaba entonces con 15 familias asentadas en casas dispersas a uno y otro lado de un camino.

Las viviendas de Ángel Campo y de la familia Veci eran contiguas. Frente a ellas se encontraba el terreno de 200 metros cuadrados origen del conflicto. La Junta Vecinal de Liermo lo consideraba comunal y planeaba convertirlo en un parque infantil. Ángel Campo se oponía reclamando la tierra como suya, aunque nunca mostró una escritura que demostrara la propiedad.
Cinco días antes, el 22 de noviembre de 1980, tuvo lugar el rifirrafe que debió de ser la espita que prendió el suceso. Ángel Campo había tomado simbólicamente posesión de la parcela colocando su carro dentro. El presidente de la Junta Vecinal, Inocencio Palacio, y los otros dos miembros de la misma, Amalio Revuelta y Vicente López, se presentaron allí con intención de empujar el carro fuera y así lo hicieron.
El cementerio de Liermo, en Cantabria.

El cementerio de Liermo, en Cantabria.
Las crónicas de la época no registran ningún otro roce antes del día de autos. A Ángel Campo se le vio cortando leña tan tranquilo y un rato después anunció que salía a por becadas, una especie de ave. Pasaban las cinco de la tarde del 27 de noviembre de 1980. En su casa no extrañó que marchara cuando más arreciaba el temporal, porque solía cazar en esas condiciones. Tampoco a los vecinos asustaron los disparos, habituales en el paisaje sonoro de la zona.
La primera víctima fue Inocencio Palacio, de 38 años, presidente de la Junta Vecinal, a quien apuntó al pecho. Luego acudió a la casa de uno de los volcales, Amalio Revuelta, de 58 años, y se cobró allí tres vidas. La de Amalio, la de su hermano Manuel, a quien disparó por la espalda, y la de la esposa de Amalio, Encarnación Cruz, abatida cuando emprendía la huida.
No sorprenderá que el quinto muerto fuera el último miembro la Junta, Vicente López, de 68 años. Pero sí que una vez acabó con los representantes de la pedanía, a quienes acusaba de querer desposeerle de la tierra, continuara la matanza.
Se dispuso entonces a saldar cuentas con los Veci, con quienes nunca había tenido buena vecindad. A Juan Manuel Veci, de 40 años, lo encontró en la cuadra y le disparó primero en el pecho, para rematarlo luego ya en el suelo. Entró en la vivienda y alcanzó en el cuello a su hermana Elisa Veci, la superviviente, que tenía dos hijos y 34 años entonces.

SEIS HORAS 'CONTANDO' CADÁVERES​

La madre, Concepción Cruz, que ya estaba acostada y se levantó al oír los gritos, recibió varios disparos, uno de ellos a bocajarro en la cabeza, convirtiéndose en la víctima número siete.
La Guardia Civil acudió a Liermo sobre las siete de la tarde y estuvo contando cadáveres hasta la una de la madrugada, cuando se encontró en un camino el cuerpo de la vecina que había intentado escapar, Encarnación Cruz. Más les preocupaba el paradero del asesino, que se había dado a la fuga.
Fue una noche muy tensa, con 200 agentes batiendo los bosques y cuevas de la zona y un perro especialmente adiestrado oliendo prendas de Ángel Campo e intentando infructuosamente seguir su rastro.
Portada de 'El Caso' con la información de los asesinatos.

Portada de 'El Caso' con la información de los asesinatos.
El entierro se celebró dos días después, el 29 de noviembre. Los siete féretros entraron en el pequeño cementerio de Liermo pasadas las dos de la tarde. Como sucediera en Puerto Hurraco, el día anterior tuvieron que construir de urgencia varios nichos porque no había suficientes para todos. Aún hoy, los asesinados aquel día, según cuentan los vecinos, suponen el 40% de las tumbas del camposanto.
Liermo no tenía más de 50 empadronados entonces, pero al funeral acudieron 1.500. Los periodistas que cubrieron el entierro dejaron escrito que los asistentes no dejaban de mirar las lomas de la montaña temiendo que Ángel Campo los estuviera observando o, aún peor, que planeara presentarse de nuevo con la escopeta cargada en el cementerio.
"Nadie tiene la culpa de esto. Tiene la culpa la tierra, la tierra cuando no se administra como Dios quiere", había dicho el párroco en la iglesia.

EL ASESINO SE SUICIDÓ HORAS DESPUÉS​

A Ángel Campo lo encontraron a las 16.30 horas del 1 de diciembre, cuatro días después de los asesinatos. Un pareja que había acudido a poner flores a la tumba de su hijo en el cementerio de Langre, la localidad de donde era originario el asesino, se topó con su cadáver.
Se había metido en uno de los nichos que dan a ras del suelo, con los pies para dentro y la cabeza para afuera, y se había descerrajado un disparo con la misma escopeta con la que sembró de cadáveres Liermo. Según la autopsia, había fallecido pocas horas después de la matanza.
Uno de sus hijos intentó comprar el nicho en cuestión para que su padre fuera enterrado allí, pero no estaba disponible y se le dio sepultura en otro. Los hijos y la esposa de Ángel Campo desaparecieron de Liermo para no volver nunca y también pusieron tierra de por medio muchos de los familiares de las víctimas.
Elisa Veci y su familia, sin embargo, decidieron quedarse. Y allí sigue la superviviente, último y silencioso testigo de aquella noche de temporal y muerte.
 
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