La infanta Eulalia, la primera gran feminista real: su defensa de los derechos de la mujer

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HIJA DE ISABEL II
La infanta Eulalia, la primera gran feminista real: su defensa de los derechos de la mujer
La infanta tuvo la inteligencia, la sagacidad, la visión y la firmeza de carácter para librarse del yugo matrimonial y conseguir que su amante fuese aceptado en ciertos circuitos sociales


Foto: La infanta Eulalia. (Getty)


La infanta Eulalia. (Getty)


AUTOR
RICARDO MATEOS SÁINZ DE MEDRANO
Contacta al autor
TAGS
FAMILIA BORBÓN
07/03/2020


En los brillantes años finales de la Belle-Époque, tres fueron las princesas europeas que quisieron romper con las pesadas cadenas que las ataban a los rígidos principios de conducta que regían a la realeza europea, y que las obligaban a estar sujetas a la firme voluntad de sus maridos impidiéndoles toda libertad de actuación y hasta de la gestión de sus propios bienes. Dos de ellas, la princesa Luisa de Sajonia-Coburgo-Gotha y la princesa heredera Luisa de Sajonia, se liberaron abruptamente fugándose con sus amantes, el conde Mattachich y el profesor de música André Giron, pero como castigo sufrieron persecución, estuvieron sujetas a calumnias, fueron confinadas al ostracismo social, y en el caso de Luisa de Sajonia-Coburgo-Gotha hasta padeció internamiento en instituciones de naturaleza psiquiátrica que, a la postre, no fueron sino cárceles.

Grandes escándalos seguidos con la mayor avidez por la prensa del momento, y que en aquellos tiempos pusieron patas arriba la por entonces vigente pacata moral victoriana. Pero la tercera, la infanta doña Eulalia, tuvo la inteligencia, la sagacidad, la visión y la firmeza de carácter para librarse del yugo matrimonial, conseguir que su amante, el conde Jametel, fuese aceptado en ciertos circuitos sociales, y aprovechar para hacer de su causa de liberación personal un auténtico alegato en aras de la liberación de la mujer, sin por ello perder un ápice de su calidad regia de infanta española que siempre llevó con el mayor orgullo. Porque, como ella misma escribía, “el que desciende de un trono para obedecer a las razones de su corazón, no decae, como pretenden el ignorante y el escéptico; se eleva, por el contrario, por encima de los mortales arrojados a la conquista del oro y de los honores”.




La infanta Eulalia de España. (CP)


La infanta Eulalia de España. (CP)



Hija menor de aquella reina singular y baqueteada que fue doña Isabel II, a quien Benito Pérez Galdós llamó “la de los tristes destinos”, doña Eulalia nació en 1864 en la corte de Madrid que por entonces estaba llena de pequeñas intrigas, muchas de las cuales tenían que ver con la identidad de los favoritos de turno de la reina. De ahí que no sepamos a ciencia cierta quién fue el padre de esta infanta liberal e independiente, que en sus memorias recuerda su naturaleza rebelde y despierta al escribir: “No sé por qué me rebelaba, salvo que fuese porque los pendientes interferían con la actividad corporal que era irreprimible en mí. Yo quería jugar afuera, donde pudiese correr, me sofocaban las constricciones de nuestra vida cotidiana, y creo que es esa revuelta del cuerpo lo que se convirtió en revuelta de la mente tan pronto como desarrollé mente”.

Nunca fue una princesa al uso y, siendo tan solo una niña y con su madre ya exiliada en París a partir de 1868, nunca comprendió a las monjas del Sagrado Corazón, a donde fue enviada a estudiar pues, continúa diciendo ella misma, “no es que mi infancia fuese patética. Bien al contrario, crecí robusta y, en lugar de sucumbir a la represión, me rebelé contra ella. No me sentaba a jugar con mis muñecas, no podía entretenerme con las historias españolas de brujas que corresponden a los cuentos de hadas del norte. Yo no era una niña imaginativa, ni me interesaba por los animales de compañía. [...] Hiciésemos lo que hiciésemos, siempre había un ojo vigilante sobre nosotros”.

Su regreso a España tras la restauración de la monarquía en su hermano Alfonso XII en 1875 y la temprana e inesperada muerte de él diez años después, en 1886 fue forzada a un matrimonio dinástico de conveniencia con su primo hermano el infante don Antonio de Orleans, al que hubo de sucumbir a pesar de sus sonadas protestas. Pero su enorme valía la llevó a ser ella y no su esposo quien ostentase la representación oficial de España en las brillantes celebraciones del jubileo de la reina Victoria en Londres en 1887, y lo mismo sucedió cuando en 1893 viajó en nombre de su sobrino el rey niño Alfonso XIII a Cuba y a los Estados Unidos para representar a España en la Exposición Universal de Chicago.

En América brilló con luz propia, fascinó a la sociedad y a la prensa norteamericanas, quedó impresionada por el notable grado de libertad e independencia de la sociedad y de las mujeres norteamericanas, y conoció de cerca el funcionamiento de la democracia de aquella gran potencia que ya comenzaban a ser los Estados Unidos. Un viaje iniciático tras el cual escribía a su madre, la reina: “Te confieso sinceramente que, penosamente oprimida siempre por la opinión profesada entre nosotros de que la mujer no debe tomar ninguna iniciativa, considero con envidia a las mujeres americanas.Ellas disfrutan de una libertad de acción que estimo tan útil como bienhechora en el país que sea; pienso con cierta amargura que si este progreso se realiza un día en España, donde la sangre oriental ha dejado su señal profunda, será demasiado tarde para que pueda aprovecharme yo misma”.



La infanta Eulalia. (CP)


La infanta Eulalia. (CP)


Cansada de las infidelidades de un marido, que además malgastaba incluso su fortuna personal que él gestionada por derecho, en 1900 quiso divorciarse, su deseo de solicitar la anulación de su matrimonio ante la Santa Sede fue silenciado, y finalmente salió victoriosa en su lucha por una separación gracias a la cual poder recuperar la gestión de sus bienes, pactar la custodia de sus hijos imponiendo sus propias condiciones y alcanzando un grado de libertad hasta entonces desconocido tanto en la familia real española como entre la realeza de su tiempo.

Sin embargo, ninguna corte le cerró las puertas, conoció a escritores, pintores, filósofos y hombres de ciencia, y en 1910 volvió a escandalizar a España con su libro 'Al hilo de la vida', que fue prohibido en nuestro país, en el que aireó sus opiniones sobre el matrimonio, el divorcio y la independencia de la mujer, que defendió ante la prensa encarando un largo alejamiento de España que solo concluyó en 1922. Todo un alegato en defensa de los derechos de la mujer, de quien decía que había sido despojada de sus atributos y vendida en el mercado del matrimonio. Un matrimonio que “a momentos puede suponer un extremo sufrimiento mental. [Por ello] La finiquitación de los miserables 'matrimonios de conveniencia' asegurará para muchos una nueva vida, la producción de hijos más sanos bajo condiciones normales; y desde el punto de vista social incrementaría el valor tanto del hombre como de la mujer”.

Liberal, culta, amante de la cultura francesa y residente en París durante muchas décadas, en los años 40 decidió regresar a una España que consideraba atrasada y sujeta a una aristocracia miope, supo ganarse al general Franco sin por ello rendirle pleitesía, y hasta el final de sus días en 1958 mantuvo su ojo crítico ante los avatares de la historia afincada en Irún, desde, como ella decía, todos los días podía cruzar la frontera para respirar los aires más liberales de la República francesa.

 
Hay mucha menos diferencia entre un hombre y una mujer ricos que entre un hombre y una mujer pobres.
Con independencia económica es mas fácil luchar por los derechos de uno.
 
En una tienda de segunda mano ,encontré una autobiografía. Es un libro editado en Argentina , en los años 40 del siglo pasado.
Explica cosas de un periodo de su vida. No tiene desperdicio.
Yo tambien la tengo y fui derechito a la biblioteca y no la encontre, por supuesto que hasta que no la encuentre no paro
 
HIJA DE ISABEL II
La infanta Eulalia, la primera gran feminista real: su defensa de los derechos de la mujer
La infanta tuvo la inteligencia, la sagacidad, la visión y la firmeza de carácter para librarse del yugo matrimonial y conseguir que su amante fuese aceptado en ciertos circuitos sociales


Foto: La infanta Eulalia. (Getty)


La infanta Eulalia. (Getty)


AUTOR
RICARDO MATEOS SÁINZ DE MEDRANO
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FAMILIA BORBÓN
07/03/2020


En los brillantes años finales de la Belle-Époque, tres fueron las princesas europeas que quisieron romper con las pesadas cadenas que las ataban a los rígidos principios de conducta que regían a la realeza europea, y que las obligaban a estar sujetas a la firme voluntad de sus maridos impidiéndoles toda libertad de actuación y hasta de la gestión de sus propios bienes. Dos de ellas, la princesa Luisa de Sajonia-Coburgo-Gotha y la princesa heredera Luisa de Sajonia, se liberaron abruptamente fugándose con sus amantes, el conde Mattachich y el profesor de música André Giron, pero como castigo sufrieron persecución, estuvieron sujetas a calumnias, fueron confinadas al ostracismo social, y en el caso de Luisa de Sajonia-Coburgo-Gotha hasta padeció internamiento en instituciones de naturaleza psiquiátrica que, a la postre, no fueron sino cárceles.

Grandes escándalos seguidos con la mayor avidez por la prensa del momento, y que en aquellos tiempos pusieron patas arriba la por entonces vigente pacata moral victoriana. Pero la tercera, la infanta doña Eulalia, tuvo la inteligencia, la sagacidad, la visión y la firmeza de carácter para librarse del yugo matrimonial, conseguir que su amante, el conde Jametel, fuese aceptado en ciertos circuitos sociales, y aprovechar para hacer de su causa de liberación personal un auténtico alegato en aras de la liberación de la mujer, sin por ello perder un ápice de su calidad regia de infanta española que siempre llevó con el mayor orgullo. Porque, como ella misma escribía, “el que desciende de un trono para obedecer a las razones de su corazón, no decae, como pretenden el ignorante y el escéptico; se eleva, por el contrario, por encima de los mortales arrojados a la conquista del oro y de los honores”.




La infanta Eulalia de España. (CP)


La infanta Eulalia de España. (CP)



Hija menor de aquella reina singular y baqueteada que fue doña Isabel II, a quien Benito Pérez Galdós llamó “la de los tristes destinos”, doña Eulalia nació en 1864 en la corte de Madrid que por entonces estaba llena de pequeñas intrigas, muchas de las cuales tenían que ver con la identidad de los favoritos de turno de la reina. De ahí que no sepamos a ciencia cierta quién fue el padre de esta infanta liberal e independiente, que en sus memorias recuerda su naturaleza rebelde y despierta al escribir: “No sé por qué me rebelaba, salvo que fuese porque los pendientes interferían con la actividad corporal que era irreprimible en mí. Yo quería jugar afuera, donde pudiese correr, me sofocaban las constricciones de nuestra vida cotidiana, y creo que es esa revuelta del cuerpo lo que se convirtió en revuelta de la mente tan pronto como desarrollé mente”.

Nunca fue una princesa al uso y, siendo tan solo una niña y con su madre ya exiliada en París a partir de 1868, nunca comprendió a las monjas del Sagrado Corazón, a donde fue enviada a estudiar pues, continúa diciendo ella misma, “no es que mi infancia fuese patética. Bien al contrario, crecí robusta y, en lugar de sucumbir a la represión, me rebelé contra ella. No me sentaba a jugar con mis muñecas, no podía entretenerme con las historias españolas de brujas que corresponden a los cuentos de hadas del norte. Yo no era una niña imaginativa, ni me interesaba por los animales de compañía. [...] Hiciésemos lo que hiciésemos, siempre había un ojo vigilante sobre nosotros”.

Su regreso a España tras la restauración de la monarquía en su hermano Alfonso XII en 1875 y la temprana e inesperada muerte de él diez años después, en 1886 fue forzada a un matrimonio dinástico de conveniencia con su primo hermano el infante don Antonio de Orleans, al que hubo de sucumbir a pesar de sus sonadas protestas. Pero su enorme valía la llevó a ser ella y no su esposo quien ostentase la representación oficial de España en las brillantes celebraciones del jubileo de la reina Victoria en Londres en 1887, y lo mismo sucedió cuando en 1893 viajó en nombre de su sobrino el rey niño Alfonso XIII a Cuba y a los Estados Unidos para representar a España en la Exposición Universal de Chicago.

En América brilló con luz propia, fascinó a la sociedad y a la prensa norteamericanas, quedó impresionada por el notable grado de libertad e independencia de la sociedad y de las mujeres norteamericanas, y conoció de cerca el funcionamiento de la democracia de aquella gran potencia que ya comenzaban a ser los Estados Unidos. Un viaje iniciático tras el cual escribía a su madre, la reina: “Te confieso sinceramente que, penosamente oprimida siempre por la opinión profesada entre nosotros de que la mujer no debe tomar ninguna iniciativa, considero con envidia a las mujeres americanas.Ellas disfrutan de una libertad de acción que estimo tan útil como bienhechora en el país que sea; pienso con cierta amargura que si este progreso se realiza un día en España, donde la sangre oriental ha dejado su señal profunda, será demasiado tarde para que pueda aprovecharme yo misma”.



La infanta Eulalia. (CP)


La infanta Eulalia. (CP)


Cansada de las infidelidades de un marido, que además malgastaba incluso su fortuna personal que él gestionada por derecho, en 1900 quiso divorciarse, su deseo de solicitar la anulación de su matrimonio ante la Santa Sede fue silenciado, y finalmente salió victoriosa en su lucha por una separación gracias a la cual poder recuperar la gestión de sus bienes, pactar la custodia de sus hijos imponiendo sus propias condiciones y alcanzando un grado de libertad hasta entonces desconocido tanto en la familia real española como entre la realeza de su tiempo.

Sin embargo, ninguna corte le cerró las puertas, conoció a escritores, pintores, filósofos y hombres de ciencia, y en 1910 volvió a escandalizar a España con su libro 'Al hilo de la vida', que fue prohibido en nuestro país, en el que aireó sus opiniones sobre el matrimonio, el divorcio y la independencia de la mujer, que defendió ante la prensa encarando un largo alejamiento de España que solo concluyó en 1922. Todo un alegato en defensa de los derechos de la mujer, de quien decía que había sido despojada de sus atributos y vendida en el mercado del matrimonio. Un matrimonio que “a momentos puede suponer un extremo sufrimiento mental. [Por ello] La finiquitación de los miserables 'matrimonios de conveniencia' asegurará para muchos una nueva vida, la producción de hijos más sanos bajo condiciones normales; y desde el punto de vista social incrementaría el valor tanto del hombre como de la mujer”.

Liberal, culta, amante de la cultura francesa y residente en París durante muchas décadas, en los años 40 decidió regresar a una España que consideraba atrasada y sujeta a una aristocracia miope, supo ganarse al general Franco sin por ello rendirle pleitesía, y hasta el final de sus días en 1958 mantuvo su ojo crítico ante los avatares de la historia afincada en Irún, desde, como ella decía, todos los días podía cruzar la frontera para respirar los aires más liberales de la República francesa.

La foto del medio es ella, pero la pintura y la ultima foto tengo mis dudas
 
Leidas las dos reseñas no puedo darme por enterada. Tanto de la una como de la otra.
Estas dos mujeres pusieron en marcha un feminismo muy puntual, el de ellas mismas. ^Por más que me interese en extraer esa defensa de los derechos femeninos, no puedo, todo se limita a su propia vida, vidas regaladas en las que su lucha fue por ellas mismas, no veo que se les pueda atribuir algo de cara al exterior ni han quedado signos.
Una proveniente de la realeza, bien, se procuró una vida mejor, más acorde con sus necesidades o formas de vivir.

La otra de la alta burguesía de Oviedo, los Bernaldo de Quiró, los Alvarez Buylla, los Masaveu, etc., así lo eran, o sea, modos de vida sin cortapisas económicas. La joven pudo aprender a pilotar un avión, pero no estaba previsto sacar el permiso correspondiente para ello por ser mujer. Lo consiguió, buen ¿y qué? ¿Hay algo más?

Si miramos las épocas vemos que la mujer siguió dentro de su pequeño entorno, cerrado y con unas limitaciones difíciles de entender hoy en día, para nada acusó estos dos triunfos puramente personales y encuadrados en unas formas de vida privilegiadas.

¿Sabe el autor o autora de la verdadera lucha feminista? Y no hablo de lo que ocurre ahora, en que se está llegando a algo tan exacerbado y salido de madre que ya es difícil de comprender. Al menos para mi.

Me refiero al feminismo de una Concepción Arenal, de una extraordinaria Clara Campoamor, y muchas más que si oyesen lo que dicen estos artículos les rechinarían las palabras por irrespetuosas con el auténtico feminismo y la lucha por los derechos de la mujer.

Pero por lo visto la ocasión viene bien, aprovechemos la coyuntura y saquemos a la luz los caprichos realizados y conseguidos por dos personas privilegiadas económica y socialmente .

¿Donde su lucha que no fuese exclusivamente personal y amparada por su situación social y económica?
 
La infanta republicana. Eulalia de Borbón, la oveja negra de la dinastía, de José María Zavala
Eulalia de Borbón murió hace 50 años. Fue hija de Isabel II y tía bisabuela de Juan Carlos I, Jefe del Estado y Rey de…

14 ENERO, 2009

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Eulalia de Borbón murió hace 50 años. Fue hija de Isabel II y tía bisabuela de Juan Carlos I, Jefe del Estado y Rey de España. Su actitud ante la vida la convirtieron en una avanzada de su tiempo, porque defendía postulados modernos, no sólo feministas, en el buen sentido del término sino por sus inquietudes sociales y culturales. Demostró una cercanía con los problemas cotidianos y nunca aceptó el protocolo de la corte. Sus exilios estuvieron motivados por su conducta, poco “monárquica” y rebelde para su época.

Le obligaron a contraer un matrimonio de conveniencias entre parientes, se rebeló ante tal imposición y se divorció. Tuvo dos hijos de suerte dispar, Alfonso y Luis Fernando, la cara y el reverso de una misma moneda, por su estilo y por su carácter.

Sus inquietudes culturales y sus continuos viajes le pusieron en contacto con los intelectuales de su tiempo, llegando a conocer a grandes personalidades, entre las que destacan Napoleón III y el mismo zar de Rusia.

En su vida privada, sus amores y amoríos fueron motivo de comentarios, a menudo desagradables porque iba contra el orden establecido y se saltó los cánones de conducta de hace un siglo.

El autor, José María Zavala, es Licenciado en Ciencias de la Información y a través de su investigación se ha especializado en la familia real española y en la Monarquía, además de otras publicaciones sobre la guerra civil y múltiples colaboraciones en diferentes revistas y periódicos, siendo un asiduo colaborador en programas especializados en varias cadenas de televisión.

En esta obra, el autor se muestra crítico con el pacto de silencio que la monarquía ha creado en el entorno familiar, y desvela cómo las circunstancias dramáticas de la muerte de varios miembros de la dinastía, nunca se han esclarecido. El estilo de esta biografía combina la investigación rigurosa a través de los documentos de archivo y de las cartas, con una fina ironía y una crítica, a menudo dura, sobre la dinastía, considerando que se ha ocultado la verdad histórica por intereses políticos.

Eulalia de Borbón fue una persona desafiante, que buscaba las situaciones límites y se ganó, por méritos propios, como expone el autor, ser apartada de la vida oficial por no respetar las normas del momento y por dedicarse a la provocación, con menoscabo del prestigio de la institución. Se enfrentó con todos y fue exiliada para apartarla de la vida familiar y social en España. Sus teorías feministas y emancipadoras a principios del siglo XX fueron una verdadera bomba. Persona contradictoria, viajera incansable, fue testigo de los acontecimientos de la revolución bolchevique en 1917, y siempre aprovechó las circunstancias para criticar a su familia.

El propio Alfonso XIII la llamaba la infanta republicana cuando ella defendía que llevar la contraria a la monarquía, y ser una persona crítica con las instituciones ya le suponía ser llamada republicana, tal como consta en sus cartas y escritos.

Sus múltiples cartas nos aproximan a la personalidad de la Infanta pero hay que tomar precauciones sobre algunos escritos porque sus memorias, no son suyas, fueron escritas por un escritor cubano que mezcla las verdaderas vivencias con la ficción y la novela, desvirtuando en parte su contenido, por no ser fiel a la verdad histórica. Es una muestra más de la contradicción de la vida de la Infanta y de una biografía novelada en ciertos momentos.

Esta obra nos permite una visión de la Restauración monárquica en el último cuarto del siglo XIX, alejada de la oficialidad, y llena de detalles más íntimos de palacio, porque los escritos y la correspondencia son mucho más directos que las crónicas oficiales. A través de estas páginas vamos desgranando la evolución de la monarquía, las simpatías y antipatías entre sus miembros, y algunas decisiones políticas tomadas como remedio a los problemas internos más que como una solución a los problemas reales del país.

Siempre es agradable leer libros como este, porque su percepción de los hechos y personajes se aparta de los intereses de las crónicas oficiales y de las noticias de periódico, es una historia más viva y apasionante que combina las anécdotas con los escritos más íntimos y que nos adentra en el pensamiento y en las vivencias de los personajes.

Ir contra el orden establecido es un reto, pertenecer a una institución como la monarquía y mostrar la rebeldía, es una osadía, y presentarse con cien años de adelanto a los problemas personales y sociales es de un atrevimiento, que aunque la Infanta Eulalia haya sido apartada de las crónicas oficiales, nos resulta simpática por su sentido de libertad y rebeldía, independientemente que se esté o no de acuerdo con sus hechos y actitudes. Es una visión fresca y más próxima a la persona, y no al cargo o a la familia a la que representa. Un personaje próximo y rebelde, siempre provoca curiosidad, y en este caso, esta obra sobre la Infanta Eulalia de Borbón, cumple con todas las expectativas.


LA INFANTA REPUBLICANA. EULALIA DE BORBÓN, LA OVEJA NEGRA DE LA DINASTÍA.
José María Zavala
Plaza Janés, Barcelona
350 páginas

 
Este segundo relato referente a lo mismo lo veo como más adecuado a lo que comentamos, aunque sigo sin poder calificar de feminismo total lo que expone.

Desde luego que esta infanta hizo lo contrario de lo que estaba establecido por norma, pero ahí se quedó, muy bien desde el punto de vista individual y dentro de su rígido entorno, sin embargo para que quedase buena nota le faltó salirse un poco más.

La Bernaldo de Quirós es diferente, de una familia muy notable en Oviedo tuvo las oportunidades suficientes para aprender a pilotar un avión y luego se dedicó a conseguir su propio título de piloto, normal y protegido por un entorni de posición y dinero.

Bien por ambas, consiguieron en sus respectivos privilegiados status lo que quisieron, pero no puedo compararlas con las verdaderas feministas que lucharon por abolir el sistema.
 
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