La historia del verdadero sucesor de Alfonso XIII que habría impedido reinar a su sobrino, Don Juan Carlos

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Una cubana, una enfermedad... La historia del verdadero sucesor de Alfonso XIII que habría impedido reinar a su sobrino, Don Juan Carlos
  • EDUARDO ÁLVAREZ
Lunes, 25 mayo 2020 - 01:58
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15901343859419.jpg
Alfonso de Borbón y Battenberg, en cama, donde pasó la mayor parte de su vida. DR
Se acaban de cumplir 35 años de la repatriación a España de los restos de Alfonso de Borbón y Battenberg. Tal como le correspondía, y por deseo expreso del Rey Juan Carlos, su cuerpo fue inhumado en el Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Porque estamos hablando de un príncipe que podía haber sido rey de España. Y que, entre otras razones, no lo llegó a ser nunca porque padeció la que todavía hoy se sigue llamando la enfermedad de los reyes, la hemofilia.

Alfonso de Borbón y Battenberg nació en el Palacio Real de Madrid el 10 de mayo de 1907. Su llegada al mundo colmó de alegría a sus padres, los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg -Ena-, a la Corte y a los españoles que veían así garantizada la continuidad dinástica. Su nacimiento supuso una verdadera felicidad para todos porque era un varón; en un país donde estaban aún tan abiertas las heridas de las guerras carlistas y donde el recuerdo del reinado de Isabel II seguía provocando sarpullidos, todos querían que Alfonso XIII tuviera un hijo hombre cuanto antes. Con eso, la reina inglesa, Ena, ya cumplía. Pero, ay, qué poco dura la alegría a veces en la casa del rico, no digamos ya en la de pobre... Y en muy pocos días esa alegría se tornaría en una profunda desilusión que haría de la pareja real un matrimonio muy infeliz.

La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.
La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.DR
Porque no tardó en comprobarse que el príncipe padecía la maldita enfermedad, la hemofilia, de la que a principios del siglo XX se desconocía aún casi todo y para la que no había tratamiento alguno. La hemofilia es un grave trastorno de la coagulación de la sangre, hereditaria, que por lo general afecta a los hombres, aunque son sus madres las que se la transmiten. Y se ha llamado la enfermedad de los reyes porque miembros de muchas dinastías en Europa la sufrieron décadas atrás. A través de descendientes de la reina Victoria de Inglaterra, la hemofilia llegó a las Cortes de casi toda Europa, sembrándolas de pesar; uno de los casos más famosos fue el del zarevich Alekséi Nikoláyevich Románov, fusilado junto al resto de su familia el 17 de julio de 1918 en Ekaterimburgo, cuando apenas contaba con 13 años, y tras padecer una existencia bien limitada por culpa de esa enfermedad maldita.
La hemofilia convertía a sus portadores en hombres de cristal. Así creció nuestro protagonista, siempre pálido y ojeroso y en permanentemente vilo ante la posibilidad de desangrarse, porque sufrir cualquier pequeño golpe, rasguño o accidente podía causarle hemorragias muy difíciles de detener.

La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.
La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.DR
Los historiadores no se ponen de acuerdo en las circunstancias en las que la Corte se dio cuenta de que el recién nacido era hemofílico, aunque está muy extendida la versión de que fue en el momento en el que el médico de la Corte le aplicó un pequeño corte para circuncidarle, tal como era costumbre con los varones de la Familia Real. Se habrían vivido entonces horas de auténtica angustia mientras se intentaba salvar la vida del pequeño, ya que no dejaba de brotarle la sangre.
El Rey Alfonso XIII nunca perdonó a su mujer, a la que culpaba de haber llevado la desgracia a la dinastía. Dos de los hermanos de Victoria Eugenia también padecían la hemofilia. Al Monarca la situación le superó. Téngase en cuenta de que entonces lo que se esperaba era que el príncipe heredero fuera alguien fuerte y sano al que se le pudiera educar para asumir en su momento la responsabilidad de asumir la corona.

Por supuesto, Alfonsito no pudo criarse como un niño más. Sus cuidadoras debían extremar las precauciones en todo momento y el príncipe fue creciendo en un entorno falto de todo cariño familiar que, al mismo tiempo, pronunció su carácter caprichoso. Tantos cuidados le valieron el sobrenombre de El Intocable. No tardó en ser vox populi que el heredero estaba enfermo. Y, en un tiempo en el que todavía no existían los medios de comunicación de masas, los bulos se propagaban casi a la misma velocidad en que lo hacen en nuestro tiempo. Y Alfonso fue víctima de un horrendo rumor que circuló durante un tiempo entre el pueblo de Madrid. Se decía que cada día se sacrificaba a un niño para alimentar al Príncipe con su sangre, como si se tratara de un vampiro. A saber cuántos incautos se creían la copla; en todo caso debía de ser muy triste que de uno fueran propagando tan bárbaros embustes.
Con todo, Alfonso de Borbón y Battenberg era el Príncipe de Asturias. Y no parece que a su padre se le pasara por la cabeza otra opción. Él era el primogénito y en él descansaban las esperanzas de ver asegurada la continuidad dinástica de los Borbones.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.DR
Y a esa ficción se jugó. Así, con 13 años entró en el Ejército, pero de forma honoraria, claro, y su padre, el Rey, le dirigió su primer discurso como heredero de la Corona. Y, a los 15 años, el Príncipe comenzó su preparación como guardiamarina de la Armada. La verdad es que la mitad del tiempo lo tenía que pasar en cama o en estado de reposo y su difícil situación personal se tradujo en una creciente desgana hacia casi todo lo que le rodeaba. Desde luego, su interés por la política y los asuntos de Estado era nulo. Y, conforme se iba haciendo mayor, se acentuó el distanciamiento con su padre, el Rey, con quien siempre tuvo malas relaciones.
Hay un breve paréntesis de algo parecido a la felicidad en la biografía del Príncipe de Asturias, del hombre que estaba destinado a ser Rey. Nada más cumplir la mayoría de edad, decidió independizarse y alejarse de la atmósfera opresiva de la Corte y de las miradas de miedo que le profesaban todos los empleados de Palacio. Y, así, para pasmo de propios y extraños, ordenó que habilitaran el Palacete de la Quinta, en los montes del Pardo, para vivir allí alejado de la Familia Real. Al modo del pueblecito bucólico que se creó para María Antonieta en los dominios de Versalles, se acondicionó en el Pardo un espacio donde Alfonso de Borbón dio rienda suelta a algunas de sus aficiones y se puso a criar gallinas y cerdos como si fuera un granjero.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.DR
Pero como heredero que era, tenía sus obligaciones. Y la más importante de todas era casarse. Se hicieron las oportunas gestiones diplomáticas para matrimoniarlo con la princesa Ileana, hija de la reina María de Rumanía, prima de nuestra soberana Ena. Pero Alfonso de Borbón no dio su brazo a torcer, prendado de otra princesa, Cäcilie zu Salm-Salm, prima lejana suya, que le dio calabazas.
La proclamación de la Segunda República y la partida al exilio de la Familia Real, en 1931, cambió la vida de todos y de un modo muy especial para el heredero. El viaje en sí mismo desde Madrid hasta Francia, donde encontraron refugio los Borbones, fue terrible para el Príncipe, transportado en endebles camillas hasta el tren en medio de fuertes dolores y con el constante temor de que sufriera alguna herida mortal.
Ya instalados todos en París, los Reyes enviaron a su hijo a un sanatorio cerca de la ciudad suiza de Lausana. Allí conocería Alfonso de Borbón y Battenberg a una joven burguesa hija de hacendados cubanos, Edelmira Sampedro Ocejo, de la que se enamoró. Por las venas de esta isleña corría sangre asturiana -porque del Principado era su abuela Edelmira Margarita Turro Rivera-. La cubana estaba lo que vulgarmente se dice forrada. Pero en la época a los burgueses más adinerados lo que les gustaba de verdad era poder emparentar con la aristocracia, y no digamos ya con la realeza, para elevar su estatus. De ahí que enseguida viera con buenos ojos casarse con nuestro protagonista.
Aquello era, en todo caso, un escándalo. Porque, por muy exiliada que estuviera la Familia Real, Alfonso XIII mantenía intactas las esperanzas de regresar al trono y su primogénito hemofílico seguía siendo su sucesor, el Príncipe de Asturias. De modo que la relación con la cubana era impensable. Un matrimonio tan desigual no cabía. Tal fue el empecinamiento de Alfonso que protagonizó algo así como el precedente de la histórica abdicación de Eduardo VIII para casarse con Wallis Simpson. Y, así, el 11 de junio de 1933, Alfonso de Borbón renunció formalmente para así y sus descendientes, de poder tenerlos, a sus derechos a la Corona de España. Mantuvo, eso si, el tratamiento de Alteza Real y su padre le otorgó el título de conde de Covadonga.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.DR
Días después, Alfonso y Edelmira se casaron en una sencilla ceremonia en Lausana, a la que no asistió Alfonso XIII, que jamás aceptó aquel matrimonio. Sí asistieron la Reina Victoria Eugenia y sus hijas, las Infantas Beatriz y Cristina. El matrimonio duró feliz dos años. Se instalaron en París y disfrutaron de una vida de derroches y excesos en la que parecía que la enfermedad de él se hubiera esfumado; nada más lejos de la realidad. Al cabo de esos dos años, la Puchunga -así era conocida Edelmira entre la Familia real- decidió poner tierra y regresar a Cuba.
Alfonso, desesperado, porque estaba verdaderamente enamorado de Edelmira, no dudó en cruzar el charco para reconquistar a su mujer. Y lo consiguió. Volvieron a disfrutar de algunos días de vino y rosas hasta 1936, cuando el príncipe tuvo una gran recaída física, casi a la vez que en España estallaba la Guerra Civil española. Aquello debió de hacerle ver a Edelmira que su sueño de ser algún día una princesa de verdad se esfumaba; el caso es que abandonó para siempre al primogénito de Alfonso XIII y consiguió el divorcio.
Afincado en Estados Unidos, donde vivía con la pensión vitalicia que le había asignado su padre, el conde volvió a casarse poco después. Y de nuevo con una despampanante cubana, Marta Esther Rocafort Altuzarra, hija de un dentista de La Habana y modelo de alta costura en Nueva York. Se separaron a los dos meses.
Aún le daría tiempo a nuestro protagonista de enamorarse de la bailarina Mildred Gaydon.
Don Alfonso murió en la noche del 6 de septiembre de 1938. Mientras conducía su coche por las calles de Miami, se estrelló contra un poste de teléfono. No fue un accidente espectacular. Pero a él le bastó para desangrarse por las heridas sufridas. A su entierro en EEUU no asistió casi nadie. Desde luego no tuvo los honores que hubieran correspondido a un príncipe de la dinastía Borbón. Habrían de pasar varias décadas para que, en 1985, Juan Carlos I decidiera rendir tributo a su tío, quien lo dispuso todo para que su cuerpo pueda reposar para siempre en el lugar que le correspondía, el Panteón Real del Escorial.

 
Una cubana, una enfermedad... La historia del verdadero sucesor de Alfonso XIII que habría impedido reinar a su sobrino, Don Juan Carlos
  • EDUARDO ÁLVAREZ
Lunes, 25 mayo 2020 - 01:58
Ver 34 comentarios

15901343859419.jpg
Alfonso de Borbón y Battenberg, en cama, donde pasó la mayor parte de su vida. DR
Se acaban de cumplir 35 años de la repatriación a España de los restos de Alfonso de Borbón y Battenberg. Tal como le correspondía, y por deseo expreso del Rey Juan Carlos, su cuerpo fue inhumado en el Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Porque estamos hablando de un príncipe que podía haber sido rey de España. Y que, entre otras razones, no lo llegó a ser nunca porque padeció la que todavía hoy se sigue llamando la enfermedad de los reyes, la hemofilia.

Alfonso de Borbón y Battenberg nació en el Palacio Real de Madrid el 10 de mayo de 1907. Su llegada al mundo colmó de alegría a sus padres, los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg -Ena-, a la Corte y a los españoles que veían así garantizada la continuidad dinástica. Su nacimiento supuso una verdadera felicidad para todos porque era un varón; en un país donde estaban aún tan abiertas las heridas de las guerras carlistas y donde el recuerdo del reinado de Isabel II seguía provocando sarpullidos, todos querían que Alfonso XIII tuviera un hijo hombre cuanto antes. Con eso, la reina inglesa, Ena, ya cumplía. Pero, ay, qué poco dura la alegría a veces en la casa del rico, no digamos ya en la de pobre... Y en muy pocos días esa alegría se tornaría en una profunda desilusión que haría de la pareja real un matrimonio muy infeliz.

La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.
La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.DR
Porque no tardó en comprobarse que el príncipe padecía la maldita enfermedad, la hemofilia, de la que a principios del siglo XX se desconocía aún casi todo y para la que no había tratamiento alguno. La hemofilia es un grave trastorno de la coagulación de la sangre, hereditaria, que por lo general afecta a los hombres, aunque son sus madres las que se la transmiten. Y se ha llamado la enfermedad de los reyes porque miembros de muchas dinastías en Europa la sufrieron décadas atrás. A través de descendientes de la reina Victoria de Inglaterra, la hemofilia llegó a las Cortes de casi toda Europa, sembrándolas de pesar; uno de los casos más famosos fue el del zarevich Alekséi Nikoláyevich Románov, fusilado junto al resto de su familia el 17 de julio de 1918 en Ekaterimburgo, cuando apenas contaba con 13 años, y tras padecer una existencia bien limitada por culpa de esa enfermedad maldita.
La hemofilia convertía a sus portadores en hombres de cristal. Así creció nuestro protagonista, siempre pálido y ojeroso y en permanentemente vilo ante la posibilidad de desangrarse, porque sufrir cualquier pequeño golpe, rasguño o accidente podía causarle hemorragias muy difíciles de detener.

La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.
La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.DR
Los historiadores no se ponen de acuerdo en las circunstancias en las que la Corte se dio cuenta de que el recién nacido era hemofílico, aunque está muy extendida la versión de que fue en el momento en el que el médico de la Corte le aplicó un pequeño corte para circuncidarle, tal como era costumbre con los varones de la Familia Real. Se habrían vivido entonces horas de auténtica angustia mientras se intentaba salvar la vida del pequeño, ya que no dejaba de brotarle la sangre.
El Rey Alfonso XIII nunca perdonó a su mujer, a la que culpaba de haber llevado la desgracia a la dinastía. Dos de los hermanos de Victoria Eugenia también padecían la hemofilia. Al Monarca la situación le superó. Téngase en cuenta de que entonces lo que se esperaba era que el príncipe heredero fuera alguien fuerte y sano al que se le pudiera educar para asumir en su momento la responsabilidad de asumir la corona.

Por supuesto, Alfonsito no pudo criarse como un niño más. Sus cuidadoras debían extremar las precauciones en todo momento y el príncipe fue creciendo en un entorno falto de todo cariño familiar que, al mismo tiempo, pronunció su carácter caprichoso. Tantos cuidados le valieron el sobrenombre de El Intocable. No tardó en ser vox populi que el heredero estaba enfermo. Y, en un tiempo en el que todavía no existían los medios de comunicación de masas, los bulos se propagaban casi a la misma velocidad en que lo hacen en nuestro tiempo. Y Alfonso fue víctima de un horrendo rumor que circuló durante un tiempo entre el pueblo de Madrid. Se decía que cada día se sacrificaba a un niño para alimentar al Príncipe con su sangre, como si se tratara de un vampiro. A saber cuántos incautos se creían la copla; en todo caso debía de ser muy triste que de uno fueran propagando tan bárbaros embustes.
Con todo, Alfonso de Borbón y Battenberg era el Príncipe de Asturias. Y no parece que a su padre se le pasara por la cabeza otra opción. Él era el primogénito y en él descansaban las esperanzas de ver asegurada la continuidad dinástica de los Borbones.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.DR
Y a esa ficción se jugó. Así, con 13 años entró en el Ejército, pero de forma honoraria, claro, y su padre, el Rey, le dirigió su primer discurso como heredero de la Corona. Y, a los 15 años, el Príncipe comenzó su preparación como guardiamarina de la Armada. La verdad es que la mitad del tiempo lo tenía que pasar en cama o en estado de reposo y su difícil situación personal se tradujo en una creciente desgana hacia casi todo lo que le rodeaba. Desde luego, su interés por la política y los asuntos de Estado era nulo. Y, conforme se iba haciendo mayor, se acentuó el distanciamiento con su padre, el Rey, con quien siempre tuvo malas relaciones.
Hay un breve paréntesis de algo parecido a la felicidad en la biografía del Príncipe de Asturias, del hombre que estaba destinado a ser Rey. Nada más cumplir la mayoría de edad, decidió independizarse y alejarse de la atmósfera opresiva de la Corte y de las miradas de miedo que le profesaban todos los empleados de Palacio. Y, así, para pasmo de propios y extraños, ordenó que habilitaran el Palacete de la Quinta, en los montes del Pardo, para vivir allí alejado de la Familia Real. Al modo del pueblecito bucólico que se creó para María Antonieta en los dominios de Versalles, se acondicionó en el Pardo un espacio donde Alfonso de Borbón dio rienda suelta a algunas de sus aficiones y se puso a criar gallinas y cerdos como si fuera un granjero.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.DR
Pero como heredero que era, tenía sus obligaciones. Y la más importante de todas era casarse. Se hicieron las oportunas gestiones diplomáticas para matrimoniarlo con la princesa Ileana, hija de la reina María de Rumanía, prima de nuestra soberana Ena. Pero Alfonso de Borbón no dio su brazo a torcer, prendado de otra princesa, Cäcilie zu Salm-Salm, prima lejana suya, que le dio calabazas.
La proclamación de la Segunda República y la partida al exilio de la Familia Real, en 1931, cambió la vida de todos y de un modo muy especial para el heredero. El viaje en sí mismo desde Madrid hasta Francia, donde encontraron refugio los Borbones, fue terrible para el Príncipe, transportado en endebles camillas hasta el tren en medio de fuertes dolores y con el constante temor de que sufriera alguna herida mortal.
Ya instalados todos en París, los Reyes enviaron a su hijo a un sanatorio cerca de la ciudad suiza de Lausana. Allí conocería Alfonso de Borbón y Battenberg a una joven burguesa hija de hacendados cubanos, Edelmira Sampedro Ocejo, de la que se enamoró. Por las venas de esta isleña corría sangre asturiana -porque del Principado era su abuela Edelmira Margarita Turro Rivera-. La cubana estaba lo que vulgarmente se dice forrada. Pero en la época a los burgueses más adinerados lo que les gustaba de verdad era poder emparentar con la aristocracia, y no digamos ya con la realeza, para elevar su estatus. De ahí que enseguida viera con buenos ojos casarse con nuestro protagonista.
Aquello era, en todo caso, un escándalo. Porque, por muy exiliada que estuviera la Familia Real, Alfonso XIII mantenía intactas las esperanzas de regresar al trono y su primogénito hemofílico seguía siendo su sucesor, el Príncipe de Asturias. De modo que la relación con la cubana era impensable. Un matrimonio tan desigual no cabía. Tal fue el empecinamiento de Alfonso que protagonizó algo así como el precedente de la histórica abdicación de Eduardo VIII para casarse con Wallis Simpson. Y, así, el 11 de junio de 1933, Alfonso de Borbón renunció formalmente para así y sus descendientes, de poder tenerlos, a sus derechos a la Corona de España. Mantuvo, eso si, el tratamiento de Alteza Real y su padre le otorgó el título de conde de Covadonga.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.DR
Días después, Alfonso y Edelmira se casaron en una sencilla ceremonia en Lausana, a la que no asistió Alfonso XIII, que jamás aceptó aquel matrimonio. Sí asistieron la Reina Victoria Eugenia y sus hijas, las Infantas Beatriz y Cristina. El matrimonio duró feliz dos años. Se instalaron en París y disfrutaron de una vida de derroches y excesos en la que parecía que la enfermedad de él se hubiera esfumado; nada más lejos de la realidad. Al cabo de esos dos años, la Puchunga -así era conocida Edelmira entre la Familia real- decidió poner tierra y regresar a Cuba.
Alfonso, desesperado, porque estaba verdaderamente enamorado de Edelmira, no dudó en cruzar el charco para reconquistar a su mujer. Y lo consiguió. Volvieron a disfrutar de algunos días de vino y rosas hasta 1936, cuando el príncipe tuvo una gran recaída física, casi a la vez que en España estallaba la Guerra Civil española. Aquello debió de hacerle ver a Edelmira que su sueño de ser algún día una princesa de verdad se esfumaba; el caso es que abandonó para siempre al primogénito de Alfonso XIII y consiguió el divorcio.
Afincado en Estados Unidos, donde vivía con la pensión vitalicia que le había asignado su padre, el conde volvió a casarse poco después. Y de nuevo con una despampanante cubana, Marta Esther Rocafort Altuzarra, hija de un dentista de La Habana y modelo de alta costura en Nueva York. Se separaron a los dos meses.
Aún le daría tiempo a nuestro protagonista de enamorarse de la bailarina Mildred Gaydon.
Don Alfonso murió en la noche del 6 de septiembre de 1938. Mientras conducía su coche por las calles de Miami, se estrelló contra un poste de teléfono. No fue un accidente espectacular. Pero a él le bastó para desangrarse por las heridas sufridas. A su entierro en EEUU no asistió casi nadie. Desde luego no tuvo los honores que hubieran correspondido a un príncipe de la dinastía Borbón. Habrían de pasar varias décadas para que, en 1985, Juan Carlos I decidiera rendir tributo a su tío, quien lo dispuso todo para que su cuerpo pueda reposar para siempre en el lugar que le correspondía, el Panteón Real del Escorial.

Mis saludos cordiales, Felicitación.- Es sabido sobradamente que la Historia de España está "plagada de mentiras".-
Que le vamos a hacer,!!!!!!!........Y así seguimos.- Saludos.-
 
Una cubana, una enfermedad... La historia del verdadero sucesor de Alfonso XIII que habría impedido reinar a su sobrino, Don Juan Carlos
  • EDUARDO ÁLVAREZ
Lunes, 25 mayo 2020 - 01:58
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15901343859419.jpg
Alfonso de Borbón y Battenberg, en cama, donde pasó la mayor parte de su vida. DR
Se acaban de cumplir 35 años de la repatriación a España de los restos de Alfonso de Borbón y Battenberg. Tal como le correspondía, y por deseo expreso del Rey Juan Carlos, su cuerpo fue inhumado en el Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Porque estamos hablando de un príncipe que podía haber sido rey de España. Y que, entre otras razones, no lo llegó a ser nunca porque padeció la que todavía hoy se sigue llamando la enfermedad de los reyes, la hemofilia.

Alfonso de Borbón y Battenberg nació en el Palacio Real de Madrid el 10 de mayo de 1907. Su llegada al mundo colmó de alegría a sus padres, los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg -Ena-, a la Corte y a los españoles que veían así garantizada la continuidad dinástica. Su nacimiento supuso una verdadera felicidad para todos porque era un varón; en un país donde estaban aún tan abiertas las heridas de las guerras carlistas y donde el recuerdo del reinado de Isabel II seguía provocando sarpullidos, todos querían que Alfonso XIII tuviera un hijo hombre cuanto antes. Con eso, la reina inglesa, Ena, ya cumplía. Pero, ay, qué poco dura la alegría a veces en la casa del rico, no digamos ya en la de pobre... Y en muy pocos días esa alegría se tornaría en una profunda desilusión que haría de la pareja real un matrimonio muy infeliz.

La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.
La reina Victoria Eugenia de Battenber con un príncipe Alfonso recién nacido.DR
Porque no tardó en comprobarse que el príncipe padecía la maldita enfermedad, la hemofilia, de la que a principios del siglo XX se desconocía aún casi todo y para la que no había tratamiento alguno. La hemofilia es un grave trastorno de la coagulación de la sangre, hereditaria, que por lo general afecta a los hombres, aunque son sus madres las que se la transmiten. Y se ha llamado la enfermedad de los reyes porque miembros de muchas dinastías en Europa la sufrieron décadas atrás. A través de descendientes de la reina Victoria de Inglaterra, la hemofilia llegó a las Cortes de casi toda Europa, sembrándolas de pesar; uno de los casos más famosos fue el del zarevich Alekséi Nikoláyevich Románov, fusilado junto al resto de su familia el 17 de julio de 1918 en Ekaterimburgo, cuando apenas contaba con 13 años, y tras padecer una existencia bien limitada por culpa de esa enfermedad maldita.
La hemofilia convertía a sus portadores en hombres de cristal. Así creció nuestro protagonista, siempre pálido y ojeroso y en permanentemente vilo ante la posibilidad de desangrarse, porque sufrir cualquier pequeño golpe, rasguño o accidente podía causarle hemorragias muy difíciles de detener.

La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.
La princesa Ileana de Rumanía, el primer amor frustrado del príncipe Alfonso.DR
Los historiadores no se ponen de acuerdo en las circunstancias en las que la Corte se dio cuenta de que el recién nacido era hemofílico, aunque está muy extendida la versión de que fue en el momento en el que el médico de la Corte le aplicó un pequeño corte para circuncidarle, tal como era costumbre con los varones de la Familia Real. Se habrían vivido entonces horas de auténtica angustia mientras se intentaba salvar la vida del pequeño, ya que no dejaba de brotarle la sangre.
El Rey Alfonso XIII nunca perdonó a su mujer, a la que culpaba de haber llevado la desgracia a la dinastía. Dos de los hermanos de Victoria Eugenia también padecían la hemofilia. Al Monarca la situación le superó. Téngase en cuenta de que entonces lo que se esperaba era que el príncipe heredero fuera alguien fuerte y sano al que se le pudiera educar para asumir en su momento la responsabilidad de asumir la corona.

Por supuesto, Alfonsito no pudo criarse como un niño más. Sus cuidadoras debían extremar las precauciones en todo momento y el príncipe fue creciendo en un entorno falto de todo cariño familiar que, al mismo tiempo, pronunció su carácter caprichoso. Tantos cuidados le valieron el sobrenombre de El Intocable. No tardó en ser vox populi que el heredero estaba enfermo. Y, en un tiempo en el que todavía no existían los medios de comunicación de masas, los bulos se propagaban casi a la misma velocidad en que lo hacen en nuestro tiempo. Y Alfonso fue víctima de un horrendo rumor que circuló durante un tiempo entre el pueblo de Madrid. Se decía que cada día se sacrificaba a un niño para alimentar al Príncipe con su sangre, como si se tratara de un vampiro. A saber cuántos incautos se creían la copla; en todo caso debía de ser muy triste que de uno fueran propagando tan bárbaros embustes.
Con todo, Alfonso de Borbón y Battenberg era el Príncipe de Asturias. Y no parece que a su padre se le pasara por la cabeza otra opción. Él era el primogénito y en él descansaban las esperanzas de ver asegurada la continuidad dinástica de los Borbones.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.
Alfonso de Borbón y Battenberg, el día de su boda con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo, por quien renunció a sus derechos dinásticos.DR
Y a esa ficción se jugó. Así, con 13 años entró en el Ejército, pero de forma honoraria, claro, y su padre, el Rey, le dirigió su primer discurso como heredero de la Corona. Y, a los 15 años, el Príncipe comenzó su preparación como guardiamarina de la Armada. La verdad es que la mitad del tiempo lo tenía que pasar en cama o en estado de reposo y su difícil situación personal se tradujo en una creciente desgana hacia casi todo lo que le rodeaba. Desde luego, su interés por la política y los asuntos de Estado era nulo. Y, conforme se iba haciendo mayor, se acentuó el distanciamiento con su padre, el Rey, con quien siempre tuvo malas relaciones.
Hay un breve paréntesis de algo parecido a la felicidad en la biografía del Príncipe de Asturias, del hombre que estaba destinado a ser Rey. Nada más cumplir la mayoría de edad, decidió independizarse y alejarse de la atmósfera opresiva de la Corte y de las miradas de miedo que le profesaban todos los empleados de Palacio. Y, así, para pasmo de propios y extraños, ordenó que habilitaran el Palacete de la Quinta, en los montes del Pardo, para vivir allí alejado de la Familia Real. Al modo del pueblecito bucólico que se creó para María Antonieta en los dominios de Versalles, se acondicionó en el Pardo un espacio donde Alfonso de Borbón dio rienda suelta a algunas de sus aficiones y se puso a criar gallinas y cerdos como si fuera un granjero.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.
Alfonso XIII (debajo) y su hijo, Alfonso de Borbón y Battenberg.DR
Pero como heredero que era, tenía sus obligaciones. Y la más importante de todas era casarse. Se hicieron las oportunas gestiones diplomáticas para matrimoniarlo con la princesa Ileana, hija de la reina María de Rumanía, prima de nuestra soberana Ena. Pero Alfonso de Borbón no dio su brazo a torcer, prendado de otra princesa, Cäcilie zu Salm-Salm, prima lejana suya, que le dio calabazas.
La proclamación de la Segunda República y la partida al exilio de la Familia Real, en 1931, cambió la vida de todos y de un modo muy especial para el heredero. El viaje en sí mismo desde Madrid hasta Francia, donde encontraron refugio los Borbones, fue terrible para el Príncipe, transportado en endebles camillas hasta el tren en medio de fuertes dolores y con el constante temor de que sufriera alguna herida mortal.
Ya instalados todos en París, los Reyes enviaron a su hijo a un sanatorio cerca de la ciudad suiza de Lausana. Allí conocería Alfonso de Borbón y Battenberg a una joven burguesa hija de hacendados cubanos, Edelmira Sampedro Ocejo, de la que se enamoró. Por las venas de esta isleña corría sangre asturiana -porque del Principado era su abuela Edelmira Margarita Turro Rivera-. La cubana estaba lo que vulgarmente se dice forrada. Pero en la época a los burgueses más adinerados lo que les gustaba de verdad era poder emparentar con la aristocracia, y no digamos ya con la realeza, para elevar su estatus. De ahí que enseguida viera con buenos ojos casarse con nuestro protagonista.
Aquello era, en todo caso, un escándalo. Porque, por muy exiliada que estuviera la Familia Real, Alfonso XIII mantenía intactas las esperanzas de regresar al trono y su primogénito hemofílico seguía siendo su sucesor, el Príncipe de Asturias. De modo que la relación con la cubana era impensable. Un matrimonio tan desigual no cabía. Tal fue el empecinamiento de Alfonso que protagonizó algo así como el precedente de la histórica abdicación de Eduardo VIII para casarse con Wallis Simpson. Y, así, el 11 de junio de 1933, Alfonso de Borbón renunció formalmente para así y sus descendientes, de poder tenerlos, a sus derechos a la Corona de España. Mantuvo, eso si, el tratamiento de Alteza Real y su padre le otorgó el título de conde de Covadonga.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.
Con su segunda esposa, Marta Esther Rocafort.DR
Días después, Alfonso y Edelmira se casaron en una sencilla ceremonia en Lausana, a la que no asistió Alfonso XIII, que jamás aceptó aquel matrimonio. Sí asistieron la Reina Victoria Eugenia y sus hijas, las Infantas Beatriz y Cristina. El matrimonio duró feliz dos años. Se instalaron en París y disfrutaron de una vida de derroches y excesos en la que parecía que la enfermedad de él se hubiera esfumado; nada más lejos de la realidad. Al cabo de esos dos años, la Puchunga -así era conocida Edelmira entre la Familia real- decidió poner tierra y regresar a Cuba.
Alfonso, desesperado, porque estaba verdaderamente enamorado de Edelmira, no dudó en cruzar el charco para reconquistar a su mujer. Y lo consiguió. Volvieron a disfrutar de algunos días de vino y rosas hasta 1936, cuando el príncipe tuvo una gran recaída física, casi a la vez que en España estallaba la Guerra Civil española. Aquello debió de hacerle ver a Edelmira que su sueño de ser algún día una princesa de verdad se esfumaba; el caso es que abandonó para siempre al primogénito de Alfonso XIII y consiguió el divorcio.
Afincado en Estados Unidos, donde vivía con la pensión vitalicia que le había asignado su padre, el conde volvió a casarse poco después. Y de nuevo con una despampanante cubana, Marta Esther Rocafort Altuzarra, hija de un dentista de La Habana y modelo de alta costura en Nueva York. Se separaron a los dos meses.
Aún le daría tiempo a nuestro protagonista de enamorarse de la bailarina Mildred Gaydon.
Don Alfonso murió en la noche del 6 de septiembre de 1938. Mientras conducía su coche por las calles de Miami, se estrelló contra un poste de teléfono. No fue un accidente espectacular. Pero a él le bastó para desangrarse por las heridas sufridas. A su entierro en EEUU no asistió casi nadie. Desde luego no tuvo los honores que hubieran correspondido a un príncipe de la dinastía Borbón. Habrían de pasar varias décadas para que, en 1985, Juan Carlos I decidiera rendir tributo a su tío, quien lo dispuso todo para que su cuerpo pueda reposar para siempre en el lugar que le correspondía, el Panteón Real del Escorial.

N
 
Como hicieron para que la hemofilia desapareciera de los Bobones?
Si se supone que si o si la padecen los varones y las mujeres la transmiten... como es que la lograron desapaercer? Alguno no es hijo de su padre...? Disculpen mi ignorancia!
Me mata la intriga. Gracias desde ya a quien me lo explique.
 
Como hicieron para que la hemofilia desapareciera de los Bobones?
Si se supone que si o si la padecen los varones y las mujeres la transmiten... como es que la lograron desapaercer? Alguno no es hijo de su padre...? Disculpen mi ignorancia!
Me mata la intriga. Gracias desde ya a quien me lo explique.


Las Infantas Maria Cristina y Beatriz no fueron portadoras como su madre, por eso es que ya no hay rastro de la hemofilia en la familia.
Aunque como la genética es caprichosa puede que una nieta o bisnieta de ellas (si sigue por línea materna) tenga un hijo hemofílico. Hubo un rumor sobre un nieto de Beatriz, pero nada confirmado.
 
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