La gran historia de amor entre la reina Isabel II y los corgi

La gran historia de amor entre la reina Isabel II y los corgi
Desde que adoptó uno siendo niña, esta raza de perros se ha convertido en su mascota preferida. Así es la 'otra' familia real británica.
Por ALEXANDRA LORES

26 de agosto de 2016 / 8:31
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Isabel II

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Realeza
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La reina, con sus perros en una foto para celebrar su 90 cumpleaños.

© Gtresonline

Antes de que los corgis fuesen un distintivo de la corona británica, la mayor parte de los reyes revelaron una gran preferencia por la compañía canina. El primero que se atrevió a demostrar su afecto hacia un perro fue Enrique VIII, los cavaliers se ganaron la simpatía de Carlos II durante su reinado, y en el siglo XIX se establecieron en la corte de la reina Victoria los collies y los perros salchichas. Aun así, hasta 1933, ningún monarca sintió la pasión que en la actualidad sigue manifestando Isabel II hacia sus compañeros más leales.

Los que la conocen no se sorprenden: la reina sintió una atracción especial hacia los animales desde pequeña. Se sentía cómoda junto a los perros de caza y los caballos de sus padres. No tenía miedo, y se acercaba a ellos sin tener en cuenta su fiereza. Su cuidadora se preocupaba de alejarla cuando estos se envalentonaban a pesar de que eran la debilidad de la niña. Con 7 años, Isabel II ya jugaba con el que sería el primer corgi de la familia real, Dookie. Su padre, Jorge VI, lo había traído de una perrera prestigiosa aunque, por aquel entonces, no era una raza conocida. Sin embargo, la personalidad del monarca hizo que ese aspecto no lo disuadiese a la hora de llevárselo consigo a casa.

El perro se llevaba mal con casi todos excepto con Isabel II y su hermana, la princesa Margarita. Incluso llegó a morder a uno de los políticos que venían de visita. Dookie encontró apoyo en sus amigas, que apelaron a su instinto animal y acusaron al diplomático de haberlo provocado. En la corte, la segunda en llegar fue Jane, apodada de manera cariñosa como 'Lady Jane': del cruce entre ella y Dookie nacieron Carol y Crackers. Después del feliz alumbramiento, la perrita fue atropellada por un empleado de la Casa Real.A pesar del dolor que sentía, la reina se encargó de escribirle una nota al responsable del atropello para exculparlo y pedirle que no se sintiese mal. Jorge VI y su mujer, Isabel Bowes-Lyon, querían que sus hijas aprendiesen a querer y respetar a los animales. Y lo habían conseguido.

En su dieciocho cumpleaños, Isabel II recibió un regalo muy especial: su primera corgi, Susan. En ella y en sus predecesores la joven encontró la horma de su zapato. El afecto que sentían la una por la otra era tan intenso que incluso la acompañó en su luna de miel con el duque de Edimburgo. La reina heredó de su madre el carácter disciplinado, y educó a sus perros conforme ella había aprendido: cada cachorro seguía una dieta estricta y supervisada por veterinarios. La determinación es tal que los corgis siguen con su rutina habitual después de décadas viviendo en la corte.

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La reina, paseando a los perros en 1980.© Gtresonline
Roger Mugford, experto en psicología animal, describió uno de los actos más ceremoniosos de su día a día en las páginas de Town & Country: “cada perro cuenta con un menú de comida diseñado de manera individual, que incluye un despliegue de remedios homeopáticos y herbales. Un mayordomo se encarga de servirles su comida en una ecléctica colección de plata y platos de porcelana... La Reina pide a los corgis que se sienten formando un semicírculo frente a ella, y después los alimenta uno por uno, según su antigüedad, mientras los otros esperan de manera paciente a que llegue su turno”.

En el libro Mascotas por designación real, el experto en la familia real británica Brian Hoey explica que la dieta de estos corgis se basa en filetes de pechuga de pollo y solomillo de ternera. Los chefs son los encargados de elaborar el menú, que se lleva a cabo de manera escrupulosa para que el disfrute de los animales sea óptimo. Y cuando llegan las Navidades, la reina les prepara unos calcetines llenos de juguetes y galletas gourmet para que disfruten. Suponemos que tantas atenciones no resultarán extrañas para los canes; cuando acompañan a la monarca, se desplazan en limusina y viajan en avión privado.

Los cuidados son minuciosos, pero en ocasiones los trabajadores de la Casa Real no fueron tan amorosos como a ella le hubiese gustado. En 1999, uno de ellos tuvo la audacia de mezclar el agua de los corgis con whisky y ginebra. Cuando la reina se enteró, este fue despedido de manera fulminante. No sabemos hasta qué punto su vida se verá truncada de por vida por esta feliz ocurrencia.

EL FIN DE UNA GENERACIÓN
A lo largo de estos años, Isabel II ha conseguido sobrevivir a la mayoría de sus compañeros caninos; ya que la esperanza de vida de estos animales ronda los 12 años. Cuando la monarca celebró su 90 cumpleaños el pasado abril, solo la escoltaron los canes Holly y Willow, que son hermanos. Estos serán los últimos en la línea de sucesión de la corona: la reina ha anunciado que dejará de criar corgis galeses de Pembroke.

En la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Londres, el perro Monty –al que la monarca llamó así en honor a su amigo Monty Roberts– protagonizó junto a otros compinches el sketch en el que Daniel Craig, caracterizado como James Bond, rescataba a Isabel II. Cuando el perro más querido por la reina falleció, Roberts se ofreció a traerle uno nuevo. Pero la reina ya había tomado una decisión. "Muchas gracias, pero no. Ya soy mayor y no quiero que mis canes se queden solos cuando yo falte".

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Con esta resolución concluyen más de cinco décadas de corgis, lo que suponen más de 14 generaciones de estos perros. En 1949, la perra Susan fue la primera en inaugurar el programa de crianza que la reina se propuso llevar a cabo después de que el can diese a luz a sus dos cachorros. El centro, que se situó en las inmediaciones del castillo de Windsor, jamás ha vendido ninguno de sus perros y tampoco ha permitido que estos participen en concursos. Tal era la endogamia entre sus animales que del cruce que se realizó entre el perro salchicha de la princesa Margarita, Pipkin, y el corgi de la reina, Tiny, nació el primer dorgie.

Desde que la reina Victoria lo inauguró como cementerio canino en 1887, la residencia de los monarcas en Sandringham, en el estado de Norfolk, es el lugar al que Isabel II lleva a descansar a sus leales amigos. De esta manera se pone fin a la vinculación de los corgis con la corona británica. Su nieto, Guillermo de Inglaterra, tiene como compinche a su perro Lupo, un cocker spaniel con el que su hijo, el príncipe Jorge, ha sido fotografiado jugando. Pero ni rastro del can predilecto de la reina. Tanto es así que, en 2015, los corgis fueron añadidos a la lista de razas nativas en peligro de extinción.

La reina conoce y mima a sus animales a partes iguales. Cuando los perros aúllan y hay visita en la corte, les da una galletita que saca de una bolsa que guarda siempre con ella. De esta manera tan discreta, Isabel II mantiene contentos a sus mascotas y consigue no enfadar a las visitas.

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La Reina, el Duque de Edimuburgo, el Principe Carlos y la Princesa Ana, jugando con sus perros den 1955.© Cordon Press
Hoy en día mucha gente siente un afecto especial por los animales, y es habitual verlos compartir su cotidianidad con ellos. Sin embargo, en el año 1944 muy pocos les conferían el estatus de amigo cercano. La reina Isabel II fue una pionera en hacerlo y, a lo largo de los años, se mantuvo fiel a los canes y a su instinto. Gracias a seguirlo hoy podemos disfrutar de fotografías en las que los diplomáticos más serios del mundo comparten ángulos con estos felices perros de patas cortas.
 
¡¡Qué buenas fotos, muchas gracias!!

¿Por qué será que los corgis más antiguos son de un solo color, y luego les aparecen las manchitas blancas? ¿Es así cómo se fue "moldeando" la raza?
 
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