La España de Franco

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El experimento de Franco con 50 mujeres en Málaga: en busca del «gen rojo»
Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra del régimen, analizó en 1939 a medio centenar de reclusas mediante encuestas sobre s*x* y religión destinadas a demostrar «la perversión» de la izquierda
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Prisión de mujeres de Málaga.

ALBERTO GÓMEZDomingo, 3 febrero 2019, 01:07
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Era mayo de 1939. El bando franquista acababa de declarar su victoria en la Guerra Civil, que daría paso a más de treinta años de dictadura. El nuevo régimen necesitaba coser la herida por la que sangraba España, fracturada en dos, y utilizó la pseudociencia como hilo. El médico Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los servicios psiquiátricos militares, había planteado una disparatada tesis basada en la creencia de que existía un «gen rojo» que conducía a la perversión moral, sexual e ideológica. Franco había creado meses antes un gabinete de investigaciones psicológicas para buscar una explicación biológica al comunismo, en sintonía con las teorías nazis sobre la superioridad de la raza aria. El ideal franquista descansaba en el militarismo y el nacionalcatolicismo, un espíritu amenazado por la inferioridad mental que, según Vallejo-Nájera, arrastraba el marxismo.

Para tratar de demostrar sus hipótesis, el psiquiatra palentino se rodeó de criminólogos y asesores alemanes y sometió a prisioneros de guerra republicanos, y también a voluntarios procedentes de las Brigadas Internacionales, a pruebas macabras que los llevaron al borde del colapso. Estaba convencido de que «la perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del resentimiento promociona a los fracasados sociales». A través de mediciones antropomórficas y encuestas, con preguntas sobre sexualidad o religión, la dictadura intentaba justificar su represión. La investigación concluyó que los 'rojos' mostraban un «carácter degenerativo» marcado por su tendencia al alcoholismo, el libertinaje y la promiscuidad, además de una inteligencia inferior a la media.

El régimen franquista detectó una laguna en su propio estudio, manipulado hasta la caricatura: no habían estudiado a ninguna mujer. Para remediarlo, Vallejo-Nájera contactó con el director de la clínica psiquiátrica de la prisión de mujeres de Málaga, Eduardo Martínez. Juntos analizaron a cincuenta reclusas, aunque renunciaron a las evaluaciones físicas al considerar que los contornos femeninos resultaban «impuros». Los resultados, que incluían detalles sobre la vida sexual de las presas, como la edad en que perdieron la virginidad, a lo que se referían como «desfloración», desvelaron que predominaban las reacciones temperamentales y primarias, algo que les permitió afirmar que las mujeres republicanas tenían «muchos puntos en común» con animales y niños. También localizaron comportamientos esquizoides, debilidad mental e introversión.

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Antonio Vallejo-Nájera.
Los perturbados psiquiatras del franquismo defendían que las mujeres participaban en política para satisfacer sus apetencias sexuales. El argumentario servía para señalar la necesidad de que la religión católica impusiera sus estrictas normas, por entonces canalizadas por la tenebrosa Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera con el objetivo de promulgar la sumisión ante los deseos masculinos: «Cuando tu marido regrese del trabajo, ofrécete a quitarle los zapatos. Minimiza cualquier ruido. Si tienes alguna afición, intenta no aburrirle hablándole de ella. Si debes aplicarte crema facial o rulos para el cabello, espera hasta que esté dormido. Si siente la necesidad de dormir, que así sea. Si sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya».

A la represión franquista, en el caso de las mujeres, se sumaba la misoginia del régimen. La discriminación que sufrían era doble. Pero el lado más tétrico de las investigaciones psiquiátricas ordenadas por Franco en Málaga estaba aún por conocerse; los estudios, cuyas hipótesis se dieron por comprobadas pese a la falta de rigor y la inconsistencia de todo el proceso, escondían un plan para justificar «la segregación de estos sujetos desde la infancia» al entender que esta separación «podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible». En otras palabras: al dar por válida la existencia de un «gen rojo» causante de psicopatías y criminalidad, la dictadura creía poder justificar el secuestro de niños republicanos. Se estima que el número de menores robados por el franquismo durante la contienda y en la posguerra, uno de los episodios más crueles y desconocidos de la historia reciente de España, ascendió a 30.000.

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Antonio Vallejo Nágera, padre responsable de diseñar la represión franquista posterior
Una investigación de las profesoras Encarnación Barranquero, Matilde Eiroa y Paloma Navarro sobre la prisión de mujeres de Málaga revela que los hijos de reclusas, a menudo encarceladas por delitos tan ambiguos como «rebelión» o «atentados contra la moral pública», permanecían con sus madres, en caso de no poder quedarse con otro familiar, hasta que cumplían tres o seis años, en función de la legislación vigente. Entonces pasaban a ser tutelados por las instituciones estatales y religiosas. La presencia de los menores en las cárceles no consta en los expedientes, algo que ha dificultado los estudios posteriores, aunque de los testimonios recogidos se desprende que la mayoría de niños eran dados en adopción o emprendían carrera como seminaristas, siempre con el objetivo de pulverizar cualquier relación con el pasado.

Los servicios psiquiátricos dirigidos por Vallejo-Nájera y Martínez retrataron a las reclusas de la prisión de Málaga en informes detallados. De las cincuenta mujeres analizadas, más de la mitad habían sido condenadas a muerte, aunque las penas fueran finalmente conmutadas. Otra de las conclusiones dejaba al descubierto la paupérrima consideración que el sistema tenía de las mujeres, a quienes reducía a su papel de madres: «A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella». Los resultados fueron utilizados posteriormente por Vallejo-Nájera para reclamar «una Inquisición modernizada» que permitiera «higienizar nuestra raza». Murió en 1960 tras publicar cerca de treinta libros, aunque su obra, en un histórico ajuste de cuentas, ha quedado por suerte enterrada bajo polvo y olvido.
 
Es habitual entre la progresía que se alabe la II República española como un periodo en el que sólo hubo progreso y democracia en contraposición con el oscuro tiempo del franquismo. En un interesante artículo del bloguero Elentir en Contando Estrelas que por su interés reproducimos a continuación se reproduce con pelos y señales la creación por parte del gobierno de izquierdas de los campos de concentración tras la creación, también durante la república, de la Ley de Vagos y Maleantes:

El 5 de agosto de 1933 aparecía publicada en la Gaceta de Madrid la llamada Ley de Vagos y Maleantes, una norma tachada habitualmente de “franquista”.

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Hay que recordar que en agosto de 1933 España estaba bajo la Segunda República y con un gobierno presidido por el izquierdista Manuel Azaña. La ley, hecha de común acuerdo entre los distintos grupos políticos en unas Cortes republicanas ampliamente dominadas por la izquierda, sancionaba diversas conductas y a ciertas personas, entre ellas “los vagos habituales”, “los rufianes y proxenetas”, “los ebrios y toxicómanos habituales” y “los mendigos profesionales”, e incluso aquellos que no justificasen la posesión o la procedencia del dinero o efectos en su poder.

El 5 de septiembre de 1933 La Vanguardia informaba de unas declaraciones del jurista Mariano Ruiz-Funes, miembro del partido de Azaña, sobre el alcance de esa ley. Entre otros colectivos, el autor del texto afirmaba que la ley serviría para “limpiar algunas importantes ciudades españolas de extranjeros peligrosos.” Declaraba, así mismo, que la norma no sólo pretendía expulsar del territorio español a los extranjeros que se dedicasen a la delincuencia, sino que también “debe ampliarse a las órdenes de expulsión de una buena cantidad de extranjeros que hacen espionaje político y carecen de profesión conocida y que pululan por algunas ciudades del mediterráneo español.“

Reclusos del campo de concentración de Alcalá de Henares, el primero creado en España a raíz de la Ley de vagos y maleantes de 1933 (Foto publicada por la revista ‘Estampa’ el 18 de agosto de 1934)

El 14 de septiembre de 1933 Abc informaba de la creación de un “campo de concentración” en Figueras (Gerona) para internar a los sancionados por esta ley. El anuncio lo hizo el Gobernador General de Cataluña, el nacionalista Juan Selvas i Carné. La citada denominación para ese centro de internamiento no era cosa del diario, sino del político. Selvas dijo sin rodeos que “los que vayan detenidos al campo de concentración lo estarán de un modo eventual hasta que sean destinados a las colonias agrícolas, a las que se les deba mandar.” Es decir, que un miembro del propio gobierno izquierdista republicano reconocía que se iba a crear un “campo de concentración”. Por si a alguien le cabe alguna duda, ese mismo día el diario barcelonés La Vanguardia confirmaba dicha información, señalando que el campo de concentración estaría en el castillo de Figueras.

El 15 de septiembre La Vanguardia daba noticia de una manifestación de protesta de los vecinos de Figueras contra el nuevo campo de concentración. El diario barcelonés también señalaba declaraciones del Gobernador General de Cataluña, el nacionalista Selvas, no sólo contra los mendigos sino contra los pobres en general: “no eran precisamente los que se dedican a la mendicidad los que a él le interesaban para aplicarles la ley de vagos, sino otros individuos que no piden limosna y que son los verdaderamente peligrosos por su actuación.” El 27 de septiembre La Vanguardia informaba de una visita del gobernador Selvas al citado castillo de Figueras para inspeccionar las instalaciones para el nuevo campo de concentración.

El barrio chino de Barcelona, también en el punto de mira
Sobre la aplicación de la ley, el 21 de septiembre de 1933 Abc informaba que el Gobernador General de Cataluña daba cuenta de que el Ministro de la Gobernación le había asegurado a propósito de Barcelona: “Voy a terminar con el barrio chino”. El ministro era Santiago Casares Quiroga, miembro de la izquierda republicana y galleguista, que más tarde sería presidente del gobierno del 13 de mayo al 19 de julio de 1936, dimitiendo nada más estallar la Guerra Civil.

En 1934 el nuevo gobierno lerrouxista siguió con la aplicación de la ley. El 18 de marzo La Vanguardia señalaba que ya estaba listo un campo de concentración en Lanzarote, al que se esperaba enviar a 200 deportados dos semanas después. El 28 de noviembre Abc daba cuenta de una nota del Consejo de Ministros en la que se trataba “la necesidad de habilitar un campo de concentración, cuyo proyecto ya está redactado, y las Cortes tienen votado un crédito de dos millones y medio de pesetas, al objeto de parar a todos aquellos malhechores, a quienes haya que aplicar la ley de Vagos y Maleantes, separándolos de las prisiones, en las que se dedican a propagar sus ideas.“ El 12 de diciembre La Vanguardia publicó una página de fotos de otro de los campos de concentración, con este texto: “El Gobierno ha organizado varios campos de concentración para vagos y maleantes. Uno de ellos será el de Alcalá de Henates, del cual ofrecen varios aspectos nuestras fotografías.”

El Frente Popular siguió aplicando la ley
El 11 de junio de 1936, ya nuevamente con la izquierda -esta vez el Frente Popular- en el gobierno, Abc informaba del “proyecto Jiménez Coronado”, Director General de Prisiones, “de crear un campo de concentración para vagos y maleantes en Lanzarote.” Como hemos visto, el anuncio resultaba paradójico, pues dicho campo ya venía funcionando desde dos años atrás.


Alfredo Pérez Rubalcaba / EFE
El franquismo no derogó la ley, sino que la amplió, ya en los años 50, a otros colectivos como los homosexuales. En febrero de 2009 el entonces Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, hablaba de la “Ley franquista de vagos y maleantes”. Así aparece titulada en la web del PSOE, que debió olvidar que antes de ser mantenida por el franquismo, esa ley fue aprobada por la izquierda republicana y con el apoyo del PSOE, entre otros partidos, y que con ella se pusieron en marcha los primeros campos de concentración en España, meses después de que con esa misma denominación el nazismo crease lugares de internamiento en Alemania para presos políticos.
 
Las hermanas Úriz: las comunistas navarras que desafiaron a Franco y a Hitler
  • El periodista Manuel Martorell recuerda la historia de Josefa y Elisa Úriz en el libro ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’
España
Por Sara Montero El lunes, 18 de marzo de 2019

Pepita y Elisa Úriz, durante su etapa de formación como profesoras en Madrid.
El periodista Manuel Martorell es especialista en buscar historias lejanas, ya sea en otras latitudes (es experto en Oriente Medio), o en otras cronologías, como en el siglo XX español. Buceando en la biografía de Jesús Monzón, miembro clave del PCE y de la historia de los maquis, se topó con los nombres de Josefa y Elisa Úriz, que aparecían como “contacto para coordinar las acciones con el núcleo de la resistencia en París”. De la “corazonada” que tuvo el periodista al ver el apellido nació luego una investigación que primero tomó forma de exposición y ahora de un libro titulado ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’ (Txalaparta, 2018).

En sus páginas, rescata, junto con la ayuda de los expertos en Historia de la Educación María del Carmen Agulló Díaz y Salomó Marquès, la travesía vital de estas dos comunistas navarras que fueron precursoras en todo: en su compromiso político con el antifascismo, en la lucha por los derechos de las mujeres y en la difusión de métodos pedagógicos que aún hoy son minoritarios en las escuelas españolas.


Portada del libro ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’, de Manuel Martorell.

A Josefa (Badostáin,1883-Berlín, 1958) y a Elisa (Tafalla,1893 –Berlín,1979) el siglo XX les pasó por encima. Lucharon contra el fascismo allí donde se encontraron: ya fuera en España, Francia o Alemania. Formaron parte activa de la resistencia francesa después de exiliarse cuando la Guerra Civil se encaminaba ya hacia la victoria del dictador Francisco Franco. Ambas nacieron en Navarra y murieron en Berlín Oriental y, aunque no fueron deliberadamente olvidadas, sus nombres pasaron a ocupar un espacio secundario en los documentos historiográficos o en el callejero de Lleida, donde Pepita Úriz tiene una calle.

En el exilio, ambas hermanas ya no pudieron reconstruir su vida familiar. Elisa había perdido a su marido, Antonio Sesé, secretario general de UGT Catalunya, cuando lo asesinaron en 1937 los anarquistas, aunque su autoría exacta no quedó clara. Nunca volvieron a España, a pesar de que Elisa lo intentó en los años 60 aprovechando una medida de gracia del gobierno franquista que, sin embargo, no le aseguraba no ser detenida.

Cuando la democracia llegó a España, Josefa llevaba muerta 20 años y Elisa ya tenía 85, demasiado mayor para volver a su tierra. “Cuando ella murió lo hizo pensando que había cumplido con su deber, con su vocación y con su forma de pensar. No se arrepintió nunca de lo que había hecho”, explica Martorell, que para su investigación contactó con la mujer que cuidó a Elisa durante sus últimos días, la doctora Olga García Domínguez, su vecina en Berlín.

Las maestras, transformadoras sociales



Las Úriz eran motor de cambio allí donde iban. Hijas de un capitán de Infantería que las educó en un ambiente liberal, las dos estudiaron magisterio y participaron en misiones pedagógicas durante la II República española, en el caso de Pepita dirigiendo las que se llevaron a cabo en el pirineo leridano entre 1932 y 1934: “Hablaban de una educación igualitaria y rompieron todos los moldes de la época. Pepita no utilizaba libros de texto y aplicabalos métodos de Freinet o de Montessori, que hoy siguen siendo minoritarios en España”, explica Martorell.

Además de extender pedagogías que se oponían al memorismo y favorecían el trabajo en equipo, su función siempre iba más allá de las cuatro paredes del aula. Pepita apoyó el grupo Batec, surgido de las tertulias pedagógicas en el Café Express de Lleida y ambas impulsaron la FETE-UGT en Cataluña, de la que Josefa fue presidenta.

Piezas clave del antifascismo

Ambas fueron piezas clave en la lucha contra el autoritarismo y la República Democrática de Alemania así se lo reconoció a Elisa Úriz, a quien concedió la Medalla de la lucha contra el fascismo.


17 Mar, 2019

En plena guerra civil trabajaron en la Ayuda Infantil de Retaguardia, que llegaron a dar hasta a 100.000 menús infantiles al día. Tras salir de España, formaron parte de los primeros grupos de la Resistencia Francesa y gestionaron la evacuación de cientos de familias hacia América Latina hasta “cuatro días antes de que las tropas alemanas iniciaran su ofensiva sobre Bélgica y Francia”, recuerda Martorell.

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial y parecía que podrían ejercer sus actividades en París con libertad y tranquilidad, las hermanas se toparon con una de las operaciones que Martorell describe como “uno de los puntos más oscuros de la historia de Francia”: la operación a Bolero-Paprika. La Guerra Fría había comenzado y los comunistas, antiguos aliados contra el nazismo, se volvían a convertir en sospechosos. En abril de 1951, las hermanas recibieron su orden de expulsión y recayeron en Alemania Oriental.


Pepita con el parche negro que le caracterizaba y detrás suya, con gafas, Elisa en una reunión con La Pasionaria –centro- y otras dirigentes comunistas europeas.
Organizadas y combativas

Pero los métodos importados del resto de Europa de estas “maestras de maestras” no fueron el único campo donde fueron pioneras. Ambas hermanas impulsaron la asociación Mujeres Antifascistas Españolas (MAE) en 1934 y después formaron parte de la Unión de Mujeres Españolas (UME), fundada en 1946 en París.

Elisa jugó un papel destacado en la dirección ejecutiva de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), de la que salió también la Declaración Universal de los Derechos de la Infancia y la creación del Día Internacional del Niño, que después instauró la ONU en 1954.

En 2019, inmersos en la cuarta ola feminista, el libro también es una buena ocasión para mirar hacia atrás y ver lo que hicieron las mujeres españolas que precedieron a la actual generación. Se replanteaban todo: “Los grupos feministas podían ser más radicales que en la actualidad porque tenían más barreras que romper. Ponían en cuestión la unidad familiar, y no solo de la familia heterosexual”, explica Martorell, describiendo un clima en el que también se discutía sobre “amor libre” o prácticas más abiertas a la incuestionable monogamia actual.


En primer plano, Pepita, y detrás suya Elisa, junto a un grupo de exiliados en Francia antes de su expulsión. / Cedida.

El viaje de la memoria: de Badostáin a Madrid

La exposición que precedió al libro (“De Badostáin a Berlín Oriental. Historia y compromiso de las hermanas Úriz”) comenzó con una colaboración entre el Ayuntamiento navarro del Valle de Egüés y el Concejo de Badostáin, la localidad donde nacieron. Ahora ya se muestra en cuatro versiones (castellano, castellano-euskera, catalán y alemán-castellano) y ha visitado decenas de localidades en País Vasco, Navarra y Catalunya, además de seis ciudades de Alemania.

Desde el día 11 de marzo se puede ver también en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, pero habrá que esperar hasta el día 22 para poder charlar con el autor en ese mismo espacio, en el que presentará el libro a las 12.30 del mediodía. Para los que se queden con las ganas, a las 19.30 estará también en el Ateneo Republicano de Vallecas.



https://www.cuartopoder.es/espana/2...-navarras-que-desafiaron-a-franco-y-a-hitler/
 
Las hermanas Úriz: las comunistas navarras que desafiaron a Franco y a Hitler
  • El periodista Manuel Martorell recuerda la historia de Josefa y Elisa Úriz en el libro ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’
España
Por Sara Montero El lunes, 18 de marzo de 2019

Pepita y Elisa Úriz, durante su etapa de formación como profesoras en Madrid.
El periodista Manuel Martorell es especialista en buscar historias lejanas, ya sea en otras latitudes (es experto en Oriente Medio), o en otras cronologías, como en el siglo XX español. Buceando en la biografía de Jesús Monzón, miembro clave del PCE y de la historia de los maquis, se topó con los nombres de Josefa y Elisa Úriz, que aparecían como “contacto para coordinar las acciones con el núcleo de la resistencia en París”. De la “corazonada” que tuvo el periodista al ver el apellido nació luego una investigación que primero tomó forma de exposición y ahora de un libro titulado ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’ (Txalaparta, 2018).

En sus páginas, rescata, junto con la ayuda de los expertos en Historia de la Educación María del Carmen Agulló Díaz y Salomó Marquès, la travesía vital de estas dos comunistas navarras que fueron precursoras en todo: en su compromiso político con el antifascismo, en la lucha por los derechos de las mujeres y en la difusión de métodos pedagógicos que aún hoy son minoritarios en las escuelas españolas.


Portada del libro ‘Pioneras. Historia y compromiso de las hermanas Úriz Pi’, de Manuel Martorell.

A Josefa (Badostáin,1883-Berlín, 1958) y a Elisa (Tafalla,1893 –Berlín,1979) el siglo XX les pasó por encima. Lucharon contra el fascismo allí donde se encontraron: ya fuera en España, Francia o Alemania. Formaron parte activa de la resistencia francesa después de exiliarse cuando la Guerra Civil se encaminaba ya hacia la victoria del dictador Francisco Franco. Ambas nacieron en Navarra y murieron en Berlín Oriental y, aunque no fueron deliberadamente olvidadas, sus nombres pasaron a ocupar un espacio secundario en los documentos historiográficos o en el callejero de Lleida, donde Pepita Úriz tiene una calle.

En el exilio, ambas hermanas ya no pudieron reconstruir su vida familiar. Elisa había perdido a su marido, Antonio Sesé, secretario general de UGT Catalunya, cuando lo asesinaron en 1937 los anarquistas, aunque su autoría exacta no quedó clara. Nunca volvieron a España, a pesar de que Elisa lo intentó en los años 60 aprovechando una medida de gracia del gobierno franquista que, sin embargo, no le aseguraba no ser detenida.

Cuando la democracia llegó a España, Josefa llevaba muerta 20 años y Elisa ya tenía 85, demasiado mayor para volver a su tierra. “Cuando ella murió lo hizo pensando que había cumplido con su deber, con su vocación y con su forma de pensar. No se arrepintió nunca de lo que había hecho”, explica Martorell, que para su investigación contactó con la mujer que cuidó a Elisa durante sus últimos días, la doctora Olga García Domínguez, su vecina en Berlín.

Las maestras, transformadoras sociales



Las Úriz eran motor de cambio allí donde iban. Hijas de un capitán de Infantería que las educó en un ambiente liberal, las dos estudiaron magisterio y participaron en misiones pedagógicas durante la II República española, en el caso de Pepita dirigiendo las que se llevaron a cabo en el pirineo leridano entre 1932 y 1934: “Hablaban de una educación igualitaria y rompieron todos los moldes de la época. Pepita no utilizaba libros de texto y aplicabalos métodos de Freinet o de Montessori, que hoy siguen siendo minoritarios en España”, explica Martorell.

Además de extender pedagogías que se oponían al memorismo y favorecían el trabajo en equipo, su función siempre iba más allá de las cuatro paredes del aula. Pepita apoyó el grupo Batec, surgido de las tertulias pedagógicas en el Café Express de Lleida y ambas impulsaron la FETE-UGT en Cataluña, de la que Josefa fue presidenta.

Piezas clave del antifascismo

Ambas fueron piezas clave en la lucha contra el autoritarismo y la República Democrática de Alemania así se lo reconoció a Elisa Úriz, a quien concedió la Medalla de la lucha contra el fascismo.


17 Mar, 2019

En plena guerra civil trabajaron en la Ayuda Infantil de Retaguardia, que llegaron a dar hasta a 100.000 menús infantiles al día. Tras salir de España, formaron parte de los primeros grupos de la Resistencia Francesa y gestionaron la evacuación de cientos de familias hacia América Latina hasta “cuatro días antes de que las tropas alemanas iniciaran su ofensiva sobre Bélgica y Francia”, recuerda Martorell.

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial y parecía que podrían ejercer sus actividades en París con libertad y tranquilidad, las hermanas se toparon con una de las operaciones que Martorell describe como “uno de los puntos más oscuros de la historia de Francia”: la operación a Bolero-Paprika. La Guerra Fría había comenzado y los comunistas, antiguos aliados contra el nazismo, se volvían a convertir en sospechosos. En abril de 1951, las hermanas recibieron su orden de expulsión y recayeron en Alemania Oriental.


Pepita con el parche negro que le caracterizaba y detrás suya, con gafas, Elisa en una reunión con La Pasionaria –centro- y otras dirigentes comunistas europeas.
Organizadas y combativas

Pero los métodos importados del resto de Europa de estas “maestras de maestras” no fueron el único campo donde fueron pioneras. Ambas hermanas impulsaron la asociación Mujeres Antifascistas Españolas (MAE) en 1934 y después formaron parte de la Unión de Mujeres Españolas (UME), fundada en 1946 en París.

Elisa jugó un papel destacado en la dirección ejecutiva de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), de la que salió también la Declaración Universal de los Derechos de la Infancia y la creación del Día Internacional del Niño, que después instauró la ONU en 1954.

En 2019, inmersos en la cuarta ola feminista, el libro también es una buena ocasión para mirar hacia atrás y ver lo que hicieron las mujeres españolas que precedieron a la actual generación. Se replanteaban todo: “Los grupos feministas podían ser más radicales que en la actualidad porque tenían más barreras que romper. Ponían en cuestión la unidad familiar, y no solo de la familia heterosexual”, explica Martorell, describiendo un clima en el que también se discutía sobre “amor libre” o prácticas más abiertas a la incuestionable monogamia actual.


En primer plano, Pepita, y detrás suya Elisa, junto a un grupo de exiliados en Francia antes de su expulsión. / Cedida.

El viaje de la memoria: de Badostáin a Madrid

La exposición que precedió al libro (“De Badostáin a Berlín Oriental. Historia y compromiso de las hermanas Úriz”) comenzó con una colaboración entre el Ayuntamiento navarro del Valle de Egüés y el Concejo de Badostáin, la localidad donde nacieron. Ahora ya se muestra en cuatro versiones (castellano, castellano-euskera, catalán y alemán-castellano) y ha visitado decenas de localidades en País Vasco, Navarra y Catalunya, además de seis ciudades de Alemania.

Desde el día 11 de marzo se puede ver también en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, pero habrá que esperar hasta el día 22 para poder charlar con el autor en ese mismo espacio, en el que presentará el libro a las 12.30 del mediodía. Para los que se queden con las ganas, a las 19.30 estará también en el Ateneo Republicano de Vallecas.



https://www.cuartopoder.es/espana/2...-navarras-que-desafiaron-a-franco-y-a-hitler/
que sigan ensalzando a criminales comunistas que lichaban contra Hitler pero adoraban a estalin, un genocida como él
 
Álava también tuvo campos de concentración hasta bien entrado el franquismo


12 marzo, 2019


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Álava tambien tuvo campos de concentración durante la sublevación del dictador Franco y hasta bien entrada la dictadura. Es lo que se desprende de una investigación del periodista Carlos Hernández y que ha sido publicada en su libro “lo campos de concentración de Franco” -y del que se ha hecho eco eldiario.es- en el que relata que en España hubo 296 y no 188 como se creía. Se calcula que por ellos pasaron casi un millón de personas que fueron usados como esclavos pasando hambre, torturas, enfermedades e incluso la muerte.

Según dicha investigación, de los 296 campos de concentración que hubo en España cuatro estuvieron en Álava. Más concretamente dos en Vitoria-Gasteiz, uno en Murgia y otro en Nanclares de Oca. También se instalaron otros muy cerca de la frontera del territorio histórico: uno en Orduña (Bizkaia), Miranda de Ebro (Burgos) y otros dos en Haro y Logroño (La Rioja).

Los dos situados en Vitoria fueron instalados en el Convento de los Carmelitas y Seminario Viejo y en la antigua Plaza de Toros mientras que el de Nanclares de Oca fue un campo de concentración y trabajos forzados para delincuentes políticos y sociales y estaba bajo el mando de la Dirección General de Seguridad. El de Murgia era un campo estable y estaba ubicado en el Colegio/Convento de los Padres Paules. El de MIranda de Ebro se cataloga como el más antiguo que duró entre 1937 y 1947. El de Nanclares de Oca fue creado entre los años 40 y 50.

https://gasteizberri.com/2019/03/al...ncentracion-hasta-bien-entrado-el-franquismo/
articulo sectario
 
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