La Contra.Carmen Rigalt.03/06/2018

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L A C O N T R A

DE CARMEN RIGALT

03/06/2018

JAZMINES EN EL PELO Y ROSAS EN LA CARA
ROSALÍA IGLESIAS
QUIÉN ES: SEGUNDA ESPOSA DE LUIS BÁRCENAS. SU DELITO: LE AYUDÓ A SUSTRAER FONDOS A SUIZA Y OCULTAR-LOS A HACIENDA. SU CONDENA: 15 AÑOS DE PRISIÓN POR ‘GÜRTEL’. QUEDÓ LIBRE EL JUEVES TRAS PAGAR 200.000 EUROS

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Uno de los recuerdos que conservo del cine de la infancia tiene como protagonista a Marlon Brando, que no hacía de malo sino de duro. La película se llamaba El rostro impenetrable y, a juzgar por lo que después he leído de ella, la dirigió el propio Brando y era un simple vanity film. La partenaire de Brando se llamaba Pina Pellicer, pertenecía al star system mexicano y en la película era la chica... En el cine de la época, hacer de chica era más que una referencia de género: era el homenaje del amor. Al chico le gustaba la chica, y la chica se enamoraba del chico.

La escena que traigo en el recuerdo es una larga y mantenida mirada entre los protagonistas. Salvo en las películas de cristianos devorados por los leones, pocas veces había sentido yo tal acelerón de taquicardia. Tenía 11 o 12 años y estaba enamorada de algo que se parecía vagamente al amor: su propia idea.

Creo recordar que la secuencia era turbadora y larga, de dos minutos por lo menos. Los protagonistas estaban en una cárcel, pues siempre que la cámara captaba un plano de ellos (ya fuera de Pellicer o de Brando) aparecían detrás de unos barrotes de hierro. Puede que mi recuerdo no se parezca a la secuencia original, pero así son las cosas. La mirada del tiempo tiene efectos devastadores en los propios recuerdos y en los hechos que los originaron.

Estos recuerdos extemporáneos me llevan a la cárcel sin haber hecho méritos (a mí, que me registren).

Pienso en Rosalía Iglesias, que el miércoles hizo su entrada triunfal en la prisión de Soto del Real y a quien el jueves vimos salir de allí como era de esperar en ella: jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela. No renuncia la señora Bárcenas a ese punto de altivez que lleva consigo desde que era joven y paseaba por Astorga como si se hubiera tragado a una top model.

Rosalía fue a la Audiencia el miércoles y, tras leerle el auto, la esposaron con las manos a la espalda. Yo supuse que se trataba de una moda y así se lo hice saber a Javier Gómez de Liaño, pero él me corrigió enseguida para evitar que me columpiara. No es una moda, dijo, es una perversión. Tenía razón. Cuando se llevaron a los condenados del procés también los esposaron a la espalda y de tal guisa viajaron en las furgonetas policiales hacia las respectivas cárceles. Alguno estuvo a punto de dejarse los piños en un frenazo.

El primero en denunciar este método de esposarlos fue el consellerSanti Vila, que salió de Estremera al día siguiente, una vez que su pareja hubo depositado la fianza. Pero quien lo confirmaría más tarde a través de personas interpuestas fue mosén Oriol Junqueras, que todavía hoy sigue a la espera de que los lazos amarillos fructifiquen. Mosén Oriol se ganará el cielo o, por lo menos, el firmamento, que está más a mano. Lo que no admite discusión es que saldrá hecho una sílfide. Si cuando entró tenía pinta de canónigo (la palabra es redonda de por sí), cuando salga la tendrá de sacristán.

Volviendo a Rosalía, fue también esposada con las manos atrás en la propia Audiencia, que es un templo de la Justicia. Luego la enviaron a la cárcel y, una vez allí, pidió un vis a vis, lo cual resultaba algo exótico viniendo de una chica de Astorga como ella. Pero no debía de ser un vis a vis, sino un encuentro de urgencia para decir que había dejado cerrada la llave del gas.

Luis Bárcenas ha dicho en múltiples ocasiones que si su chica entraba en prisión, se enteraría el mundo. Pues bien. La chica ha entrado en prisión y el mundo no se ha enterado, quizás porque no ha hecho las mínimas horas de prácticas en la trena. El que ha cargado con el muerto de la fianza ha sido Willy, recaudador de los 200.000 euros exigidos. Dieciocho personas han participado en la colecta. Parece una colecta de pobres. Con razón decía el ex tesorero que no tenía ni para pagar la luz. A lo mejor hasta tenía razón.

Willy consignó el dinero en la Audiencia Nacional, luego hizo la transferencia y salió zumbando hacia la cárcel de Soto del Real, donde su madre contaba el tiempo como quien cuenta corderitos. A mediodía, Rosalía se fundió con el hijo en un largo abrazo y juntos emprendieron el viaje de regreso a Madrid.

El futuro está en manos de Willy (Bárcenas, cap. II), que a este paso acabará por ponerles un piso a sus padres. Willy es un niño grande y barbudo como un oso polar, pero un niño a fin de cuentas. Gana dinero al frente de Taburete, un conjunto musical que se caracteriza por la ausencia de greñas y el caballito en la teta del nicky como signo de identidad. Los chicos de Taburete no cantan bien, pero tampoco es necesario, porque tienen éxito y se los rifan.

Willy es ejemplo de esa filosofía de vida que tienen muchos niños bien hijos de políticos mal. Bárcenas Jr. lo ha aprendido de su padre o de su madre, o quizás de los dos juntos, pues son una familia muy unida y disfrutan de la vida juntos. Cuando Luis Bárcenas salga de la cárcel ya tendrán toda la luz pagada.

Rosalía quiso siempre vivir bien y lo consiguió. Ahora sólo le falta ser paciente. Todos los que la conocen saben que es lista y que tiene un carácter fuerte. Dejó pronto de estudiar, pero el tiempo que permaneció en Astorga fue dependienta de una joyería y medio secretaria en una oficina. Alguien que la recuerda cuenta: «Siempre estaba pintándose las uñas, pero no dejaba trabajo pendiente. Era rápida y tenía tiempo para todo».

Ya en Madrid, Rosalía fue secretaria de Jorge Verstrynge. No era una secretaria cualificada (las secretarias cualificadas valen por varios jefes a la vez), pero siempre supo que quería vivir bien y que quería conseguirlo con facilidad. Pertenecía a una familia normal de Astorga (su abuelo paterno aportó a la inexistente mundología de Rosalía una fábrica de gaseosas y su padre, un largo currículo como camionero). La madre, Arminda, que lleva la pena en el fondo de la mirada, vive para sufrir y ganarse el cielo.

Rosalía salió de Astorga siendo joven y enseguida encontró colocación. En aquella época llevaba a cuestas un novio de buena familia y próximo al PP. El novio no cuajó pero, gracias a él, Rosalía comprendió que la belleza sería su mejor salvoconducto. Guapa pero anodina, la señora Bárcenas y el señor Bárcenas hacen continua demostración de altivez. No hay quien les tosa.

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