La Casa del Rey y el "pequeño Nicolas"

Francisco Nicolás Gómez Iglesias, Fran, se despertó el pasado martes a las 9.35 de la mañana. Estaba en su habitación, en el piso de sus padres, en la calle Santa Engracia del barrio de Chamberí de Madrid, donde el Pequeño Nicolás se ha ido haciendo estos años, por lo menos, mediano. Echó mano del móvil que estaba en la mesita. Había un mensaje de las 9.30. Cuatro letras: «Buff».

Se lo mandaba Manuel Marchena, su abogado e hijo del magistrado del Tribunal Supremo. Cuando Fran le llamó, el letrado añadió más letras. La sección decimoséptima de la Audiencia Provincial de Madrid le condenaba a tres años de prisión por lo de Ribadeo. Cuando hace siete años se hizo pasar por un cargo relacionado con la Vicepresidencia del Gobierno y la Casa Real, para reunirse con el presidente de Alsa.

Fran convoca a su gabinete de crisis. Cuatro colegas. Comida donde siempre, en el Bamboleo, en Aravaca. «¿Qué hago? ¿Me quedo en casa llorando?», les dijo a sus padres mientras desayunaba y les resumía la sentencia, casi al mismo tiempo que ya lo hacía la tele. Su móvil empezó a recibir llamadas y mensajes de WhatsApp. De las primeras, a finales de semana, ya tenía más de 200 sin contestar. Unos mil mensajes probablemente no llegue a leerlos nunca. Entre los que sí, los de grandes empresarios, según presume ante conocidos, porque dice que le «levantan la moral... un poco».

En la terraza del Bamboleo, sobre césped artificial, sofás beige y sillas de jardín, Fran pide carpaccio de carne, y empiezan a caer las cañas y las preguntas. Un amigo revela a Crónica algunos pasajes de la comida. ¿Cómo estás? «Bueno. Bien. No lloro. Si pudiera llorar lloraría. Muy cansado mentalmente después de tantos años». Aunque con suficiente energía para contestar por Twitter al Consejo General del Poder Judicial cuando anunció la condena al Pequeño Nicolás: «Ni soy pequeño, ni soy Nicolás. Agradecería mi nombre y no el mote».


¿Y tus padres qué tal? «No sé, peor de lo que parece». ¿Pero vas a ir a la cárcel o qué? Cuando le pillaron, en 2014, creía que sí, y se pasó 38 días sin salir a la calle. «Ando mirando vídeos de cárceles en YouTube», confesaba a los amigos. Ahora no lo tiene tan claro: «Las circunstancias han cambiado. Creo que no llegaré a entrar en prisión. Mi objetivo es salir inocente porque me considero inocente».

El 14 de agosto de 2014 el Pequeño Nicolás se coló con la invitación de otro en la coronación de Felipe de Borbón. Dos meses después montó la comitiva de vehículos que partió de Madrid rumbo a Ribadeo, para comer con Jorge Cosmen, presidente de Alsa, al que anunció que acudiría también una persona relevante de la Casa Real, haciéndose pasar por enlace entre esta y la Vicepresidencia del Gobierno.

Fran y su abogado no están de acuerdo con que se le condene a nueve meses por hacerse pasar por un alto cargo que no existe. Si acaso un enlace con altas instancias, a las que de hecho tenía acceso. Tampoco está de acuerdo con los dos años y tres meses por cohecho activo. Es decir, por sobornar a dos policías locales que viajaron con él para ayudarle, como explicó en el juicio, «a tirarse el pisto», «hacer un viaje pomposo», creerse «poderoso» y «parecer una persona importante», ya que no se ha podido acreditar la cantidad que supuestamente cobraron.

La acusación popular ejercida por la Asociación Municipal Unificada de Madrid le pedía 11 años. La Fiscalía siete. Pero a Marchena tres le siguen pareciendo demasiados, y comunica a su cliente que recurrirán ante el Tribunal Supremo.

De la mano de otro letrado Fran ya tiene recurrida la pena de un año y nueve meses a la que la Audiencia de Madrid le condenó el 9 de junio por falsificar su DNI y lograr que un amigo hiciera la selectividad por él. Si fracasan los recursos, especialmente el de Ribadeo, ya no le salen las cuentas para librarse de la cárcel. Eso sí, el plazo medio de resolución del Supremo son 14 meses. La suma también dice que pasaría en la cárcel más que los presos del procés; de ahí que en las redes ya se empezara a pedir al Gobierno el indulto. Y algunos se preguntaran por qué no ardían las calles, como con Pablo Hasél.

Fran, de 27 años, va al psiquiatra desde hace seis años por lo que el Pequeño Nicolás hizo a los 20. Por primera vez el tribunal lo ha tenido en cuenta. Hasta ahora, según las sentencias previas, la merma de sus facultades «no pasaría de leve». Pero ahora resulta que «padece un trastorno de la personalidad con características narcisistas y rasgos inmaduros», que «condicionan su percepción de la realidad», según afirma el fallo de Ribadeo tras escuchar y leer el juez peritajes de psiquiatras. Uno de ellos fue el de su psiquiatra, Díaz Marsá. En su informe pone: «Era un niño con baja autoestima, que necesitaba mucho elogio y sentirse importante, que luchaba por llegar a un nivel social (...). Las personas narcisistas sobreestiman sus capacidades en un deseo de convertirse en una persona apreciada por la sociedad (...). Las circunstancias que agravaron el trastorno de la personalidad (...) fueron la aparición de eventos importantes, el contacto con personalidades del mundo político, el papel que él asumía, que le dan una secretaria por parte de un partido político y un despacho (...). El entorno le hace creer que es especial ya que está en situaciones que no corresponden a una persona de su edad».

De esta forma el juez concluye: «Sólo desde la manifiesta inmadurez propia de los pocos años y de la existencia de determinado trastorno que habría de generar una interpretación peculiar de la realidad puede darse explicación a la actuación que protagonizó Francisco Nicolás». La gravedad del asunto llega al punto de que el juez ve necesario aclarar: «No se considera necesario desde un punto de vista médico el internamiento psiquiátrico».

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En el auto dictado por el Juzgado de Instrucción número 24 de Madrid, en funciones de guardia cuando detuvieron a Francisco Nicolás en 2014, el juez parecía decir que quienes tenían que ir al psiquiatra eran otros: «Vaya por delante que esta Instrucción no acierta a comprender cómo un joven de 20 años, con su mera palabrería [y] aparentemente con su propia identidad, puede acceder a las conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio de su conducta a nadie, por muy de las Juventudes del Partido Popular que manifieste haber sido. Tampoco se comprende que pueda prosperar su afirmación de ser "asesor del Gobierno de Uspafia", máxime si se tiene en cuenta el informe del médico forense en el que se hace constar que se observa en el detenido una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco».

En las tertulias se habla de que, para librarse de las penas más duras, se está haciendo pasar por loco, como Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco. «Es posible que cuanto más loco esté un hombre mayor poder pueda adquirir», escribe Ken Kesey, autor de la novela.

¿Pero entonces estás loco?, le preguntó un conocido empresario tras conocer la sentencia: «Yo no estoy loco. Pero piensa la realidad que vivía con 15 años, cuando empiezas a formarte, a discernir entre el bien y el mal, ganando dinero, moviéndote en círculos de poder. El que mandaba en Madrid era yo. Para mí era normal comer con secretarios de Estado o ir en el coche con Ana Botella, o sentarme detrás de Florentino Pérez. Los políticos no actuaban de buenas maneras y lo copié. Eso agravó el trastorno que ya tenía. Fue como darle a un pirómano gasolina y un mechero».

Aunque se librara de esta, a Fran aún le quedarían dos causas pendientes. Una por una estafa a un empresario al que dijo que podía ayudar a vender una vivienda en Toledo: ante él se presentó como intermediario de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y le entregó documentación con membrete del Ejecutivo. Cree que ganará porque el empresario ni siquiera le denunció. De hecho, se los ha visto comiendo recientemente en una terraza en la calle Ortega y Gasset. La otra, más complicada, por acceder supuestamente a bases de datos de Interior, de nuevo con la ayuda de policías municipales.

¿Y si te fugas? El gabinete de crisis del Bamboleo no carece de humor, y Fran no carece de agenda, real e imaginaria. «Ya lo habría hecho si hubiera querido. Es muy fácil, pero yo no huyo, yo sólo huyo de mi pasado. Asumo todas las consecuencias». También bromean con sus contactos en la prisión de Soto del Real. ¿Bárcenas? «Pues no conozco a Bárcenas, conozco a su hijo. De hecho, nunca he tenido a ningún amigo en prisión».

Tras la comida Fran se fue a dar un baño a una piscina. Y luego quedó para ir al concierto de La Oreja de Van Gogh, donde le pilló una cámara. Al cabo de pocos minutos tanto él como el grupo se convirtieron en trending topic. ¿Y no da mala imagen que se le vea por ahí divirtiéndose? «¿Y qué va a hacer?», responden desde uno de los despachos que le lleva sus casos. «Si a mí me dicen que en un año voy a la cárcel disfrutaré lo que me quede todo lo que pueda».

Fran se queja de que no puede hacer una vida normal: «No hay entre los 14 y los 90 años nadie que no me conozca». También ha dicho: «Si pudiera, me iría de España». Al Pequeño Nicolás le retiraron el pasaporte hace casi siete años, con un pequeño paréntesis en 2016, que aprovechó para realizar su único viaje al extranjero en todo este tiempo. El 28 de mayo. A Milán. Final de la Champions. Real Madrid-Atlético de Madrid.

De poder, Fran dice que se iría a ver a unos amigos a la República Dominicana o a Kuwait. También que se iría a Miami. Y tiene cierta lógica que el adolescente que creó un mundo virtual aspire ahora a experto en dinero virtual. Presume de relaciones con el alcalde, Francis Suárez, quien intenta promover el uso legal del bitcoin en la ciudad. Y por lo mismo presume de contactos con los gobiernos de El Salvador y Paraguay. «El bitcoin va a volver a subir, pero aún le queda. La gente que compró tiene miedo, pero es el momento de comprar», suelta como consejo financiero a quien le pregunta. En octubre espera lanzar su proyecto de criptomoneda.

También le han oído decir que está en negociaciones con el Gobierno de Maldivas para crear la Cámara de Comercio Maldivas-España. Lo seguro, porque está matriculado, es que intenta acabar por la UNED Derecho y Estudios Financieros.


"TE DARÍA UN BESO"

Fran se queja de la fama del Pequeño Nicolás, pero desde lo ocurrido en 2014 no para de sacarle partido. «Yo no quería ser famoso, yo quería ser millonario», ha dicho varias veces. La hemeroteca le desmiente. Sin escarbar mucho. Fracasó para crear un partido con el que presentarse a las elecciones europeas. Entró en Gran Hermano VIP, por lo que cobró 121.254,68 euros netos, según facturas aportadas por Crónica.

Fue precisamente en el programa donde empezamos a saber qué había en el cerebro del Pequeño Nicolás, gracias a un test de inteligencia que concluyó que su coeficiente estaba por debajo del de Belén Esteban o Yola Berrocal. La psicóloga del programa ya le recomendaba en 2016 que se pusiera en manos de un profesional.

Sólo en los últimos meses le hemos visto someterse a un tratamiento de cirugía estética para masculinizar su rostro; supimos que un desconocido le pegó después de que se negara a hacerse una foto con él; y ha participado en la promoción de la serie El internado, parodiando a su propio personaje, que podía atender al profesor, interpretado por Pedro García Aguado, porque le llamaban por el móvil «de arriba».

Un mes antes de la sentencia, apareció por el estreno de Fast and Furious 9. En el vídeo tontea con la entrevistadora:

-Porque hay que ponerse la mascarilla, si no te daría un beso. Tus compañeros cuando salgo del juicio se acercan mucho. Te doy un codobeso.

-Se me ha olvidado la pregunta... Es que me estás poniendo nerviosa -le reconoce ella.

Fran está sin novia o «nada serio». Al que le pregunta le dice que «es difícil», y se queja de su currículum. A veces son los padres de ellas quienes se quejan. «En el fondo no puedes llevar una vida normal, de trabajo, de novia... Intento evadirme y ser feliz, pero lo llevas siempre por dentro. Te siguen condicionando cosas que sucedieron hace 10 años, pero no puedo seguir retrasando mi vida, y sigo nadando contracorriente».
 
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