La barca de Caronte

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El Golem / Gustav Meyrink / Tusquets Editor / Ediciones de Bolsillo / Serie Negra, 3 / 1972

El Golem ¿es un fantasma? ¿Un monstruo legendario? ¿O su propio doble, querido lector?. Ese otro yo fantasmal y monstruoso que usted oculta, pero que está ahí, en su subconsciente y en sus sueños.

Gustav Meyrink, gran cabalista y novelista austriaco, amigo de Franz Kafka, dio vida a este personaje --o a esta sombra--- inquietante en el ghetto judio de Praga hace ya muchos años, pero aún vive y puede, de pronto, al doblar una esquina, aparecérsele en cualquier momento, en cualquier parte del mundo.
 
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Basta ya de muertes / No More Dying Then / Ruth Rendell / Barral Editories / Serie Negra Policial, 395 / 1974

Dos desapariciones de niños perturban la vida monótona de un pueblo de la campiña inglesa.

Extrañamente, los amoríos irregulares de un policía con la madre de una de las víctimas, tras entorpecer la investigación, la llevan a su final.

Una sombra extraña e inquietante, personificada por el ambiguo Swan, recorre toda la novela.
 
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Salammbô / Gustave Flaubert

Tras el éxito de Madame Bovary, Flaubert, harto del mundo moderno y realista que retrata su novela, reaviva el poso que le había dejado en la imaginación un viaje de dos años a Oriente, y concibe el proyecto de Salammbô, una novela ambientada en las guerras púnicas que logró uno de los mayores éxitos literarios de la época.

Con la llegada del Romanticismo, la narrativa francesa mostró un gran interés por la novela histórica, dando lugar a estampas tópicas e irreales de la Antigüedad. Flaubert se propone revivir el Oriente «pero sin turbantes, pipas ni odaliscas». «Siento la necesidad de escribir grandes cosas suntuosas», confesó entonces, «batallas, asedios, descripciones del viejo Oriente fabuloso, lejos del mundo moderno del que estoy hasta las narices».

Flaubert, obseso de la información, se documenta en profundidad y sitúa su novela en unos acontecimientos apenas conocidos de un remoto periodo histórico: tras la rendición de la oligarquía cartaginesa, Roma se había convertido en vencedora de la primera guerra púnica (264-241 a. C.); los romanos impusieron a los vencidos cesiones territoriales y una cuantiosa suma que dejó vacías las arcas públicas cartaginesas, impidiéndoles pagar a los mercenarios que les habían apoyado. Su revuelta se prolongó durante dos años y dio lugar a terribles carnicerías por ambas partes.

Flaubert insufla vida a una civilización muerta y casi desconocida, y crea una epopeya en la que se mezclan el misticismo de las religiones antiguas, el lirismo de la protagonista, hija de Amílcar Barca y guardiana del velo sagrado, y las crueldades de la guerra.
 
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El imperio del miedo. El cine de horror norteamericano post 11--S
Antonio José Navarro - Valdemar, Intempestivas INT-028

Tras los trágicos atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World Trade Center de Nueva York, a muchos testigos les quedó una inquietante sensación de déjà vu: el cine de catástrofes, de ciencia ficción y el thriller político se habían transformado en una amenazadora real thing.

La llegada del Armaggedon, del fin de los tiempos, tantas veces profetizada por Hollywood, se estaba retransmitiendo por la CNN y por FOX News. A partir de ese momento histórico, y hasta la actualidad, el cine de horror norteamericano post 11-S ha profundizado de forma perturbadora en la paranoia y el miedo que, a todos los niveles, se enseñoreó de la vida estadounidense.

Un cine que ha provocado una vasta catarsis social similar a la que causó en los años treinta el cine de terror de la Universal respecto a la Gran Depresión o el American Gothic en relación con la Guerra de Vietnam y el Watergate.

Antonio José Navarro, autor de este lúcido y documentado ensayo, examina el enorme impacto cultural que los ataques terroristas del 11-S han tenido en el cine de horror norteamericano.

Un ensayo donde se estudian pormenorizadamente títulos tan relevantes como La casa de los 1.000 cadáveres (2003) –convertida en cult movie capaz de generar la secuela Los renegados del diablo (2005)–, la serie Saw (2004-2010) y la trilogía Hostel (2005-2011), «remakes» como La matanza de Texas (2003), Las colinas tienen ojos (2006) o Amanecer de los muertos (2004), y cintas de la categoría de Expediente Warren: The Conjuring (2013), El exorcismo de Emily Rose (2005), La tierra de los muertos vivientes (2005), Paranormal Activity (2007), Los extraños (2008), La cabaña en el bosque (2011), La Bruja (2015) o No respires (2008).

Sobresalientes ejemplos de un cine de horror lúgubre, violento, erigido en representación mitológica, alegórica, del angustioso trauma social provocado por el 11-S, el cual ha cuestionado y quebrado los límites establecidos entre lo pensable y lo impensable, lo tolerable y lo intolerable, lo humano y lo inhumano, y entre el Bien y el Mal absoluto.

ANTONIO JOSÉ NAVARRO (Barcelona, 1966).

Historiador y crítico cinematográfico, miembro de la Asociación Española de Historiadores del Cine (A.E.H.C.) y del consejo de redacción de la revista especializada Dirigido por.

Actualmente colabora en Imágenes de actualidad, Blow Up (Italia) y el suplemento cultural del diario Ara.

Es autor de los libros Alien/Los inconquistables (1995) y, en colaboración con Tomás Fernández Valentí, de Frankenstein. El mito de la vida artificial (2000). Fue miembro del comité de selección del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya-Sitges (2001-2002 y 2007-2011) y responsable del Departamento de Publicaciones, donde coordinó y participó, entre otros, en los siguientes libros publicados en VALDEMAR: La nueva carne. Una estética perversa del cuerpo (2002), El demonio en el cine (2007), Explorando mundos: el cine de ciencia-ficción (2008), King Kong 75 años después (2008), Las sombras del horror, Edgar Allan Poe en el cine (2009) y Pesadillas en la oscuridad. El cine de terror gótico (2010)
 
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Genial Almudena Grandes con «La madre de Frankenstein»: el amor en tiempos de manicomio franquista

17 agosto 2020
Por Horacio Otheguy Riveira

Barbarie en el abuso de poder bajo palio franquista. Manicomio de mujeres de Ciempozuelos como eje de una serie de historias paralelas que sitúan el acoso de la dictadura entre psiquiatras de respaldo oficial, frente al revolucionario plante de un hijo de rojo que vuelve de Suiza con las manos tendidas. Además, una gran historia de amor en sus muchas fases y alternativas —como es propio de la escritora madrileña— adquiere connotaciones de fuerte resistencia a un contexto de crueldad arbitraria: «recuerda que el único poder que se admite es el de quienes ganaron la guerra».

Una obra extraordinaria por el uso afinadísimo de realidad y ficción, indagando en la profunda diferencia entre salud y enfermedad mental en un contexto político preciso. Ideología republicana de izquierdas, sin carácter mitinero, exhibiendo también las contradicciones y errores en episodios republicanos.

La madre de Frankenstein invita a convivir con ricos personajes metidos en varias bocas de lobo. De su lectura salimos conmovidos, quizás heridos, tocados pero no hundidos, felices ante la hipnótica revelación de conocimientos clave en la historia española del siglo XX al galope de una novela apasionante.



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Para quien siga estos Episodios de una Guerra Interminable, este volumen es el V, penúltimo de la saga. Seguramente encontrará, como quien escribe estas páginas, una evolución libro a libro, pero para quien no haya entrado en ninguno, La madre de Frankenstein le ofrece un recorrido de inabarcable profundidad, una de esas obras geniales que podría subrayarse íntegramente o coronarse de post-its de colores, y releerse en busca de esta o aquella otra área donde situaciones históricas y ficciones se entrecruzan de tal modo que al aterrizar en el apéndice final, pueden reproducirse emociones y reflexiones, ya que allí, la autora escribe largo sobre la base documental y su protagonista, el doctor Germán Velázquez, y hace un recorrido por zonas y personajes, aportando una última síntesis en la que apoyar la memoria del lector.

Obra magna en la rica densidad a que nos tiene acostumbrados Almudena Grandes, admite sorpresas y profundiza en ellas.

Rinde abierto homenaje a Pérez Galdós con unos episodios muy próximos a Fortunata y Jacinta —obra leída reiteradamente por una de las protagonistas—, y algo de Victor Hugo para acomodar su corazón de lectora en dos emblemáticos hombres de letras exigentes, dueños de una mirada social tan intensa como clarividente, expositores del pasado, el presente y los caminos que conducirían a un futuro nada prometedor, pero siempre cohabitado por resistentes que no temen los peligros de la honestidad, la solidaridad y la valentía de amar en inclementes mareas.

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«No os preocupéis por nosotros. Solo somos locos». Óleo de Víctor Solana, 2010.

Hay, desde luego, una gran historia de amor que se teje poco a poco en torno a la inquietante existencia en una sociedad abrumada por la tiranía nacional-católica: [En 1939 en Madrid] El silencio se había convertido en un ruido atronador, insoportable, más estridente que las sirenas que alertaban de los bombardeos, más bronco que las consignas de los manifestantes, más ominoso que el estrépito de los motores de los cazas enemigos.

En realidad todo empieza en 1933, cuando un niño de 13 años, hijo de un eximio psiquiatra, ve por casualidad a un hombre abatido junto a una mujer muy altiva. Ella es el eje sobre el que gira toda la obra que entrará, paso a paso, en circunstancias de los años 50: Aurora Rodríguez Carballeira, orgullosa de haber asesinado a su hija Hildegart: Maté a mi hija, sí, porque estaba en mi derecho, era un boceto defectuoso y yo, como su autora, comprendí que no había alcanzado la perfección que esperaba.

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Obra de Henrik Uldalen. Corea del Sur, 1986.

Condenada a vivir en el manicomio de Ciempozuelos, Madrid, sobrevive en una confortable habitación con un piano que toca a diario y una auxiliar de enfermería, hija de jardineros del hospital, que le lee en voz alta, ya que está perdiendo la vista. Tal el personaje que adquiere en manos de esta novelista ejemplar, en realidad una macronovelista con sorprendente capacidad para hilvanar episodios reales con inventados, seres históricos que aquí adquieren notable vigor junto a nuevos que reconfortan la caza y captura propia del lector ávido, página a página, de los avatares de sus personajes sumergidos en historias cruzadas que no pierden el hilo, permitiéndose libertades estilísticas muy logradas, como los encuentros entre la aparentemente ingenua María, «esa mosquita muerta» para la paranoica doña Aurora, y el sereno psiquiatra que la escucha.

La escucha tanto que ella no puede parar de hablar, nadie le ha prestado atención, ante su atenta escucha deja de ser una mujer «invisible» en una sociedad de señoras y chachas, de piadosas decentes y perdidas solitarias; algo empieza a cambiar en una veinteañera que sale en verano «con una rebeca finita para no ir enseñando los brazos por la calle». El psiquiatra Germán Velázquez Martín la mira y presta atención en todo cuanto dice, como si paseara por su voz, sus inquietudes… Largas descripciones de su vida, dentro y fuera del manicomio, se ven mechadas de monólogos interiores cargados de pesares y sentimientos de culpa.

El doctor Velázquez Martín, hijo de un condenado por rojo, estudia y trabaja en Neuchatel, Suiza, protegido por una familia judía-alemana, refugiada de la locura nazi. Con ese pasado a cuestas, callado y sabio oidor de penas ajenas, Germán atiende y María habla, ¡al fin!, para otro y para sí misma. Lo que crece entre ambos es de una poderosa sutileza que se verá impactada por un recuerdo.

Si ella adquiere visibilidad, él de pronto comprende que ya no puede ser solo un profesional que escucha a una subalterna («España no es Suiza. Aquí, los médicos no salen con las auxiliares de enfermería. Así, solo se acuestan con ellas y les arruinan la vida»). La clave de sus nuevas emociones sucede en medio de un domingo en el que descubre a sus 35 años el aroma y el sabor inconfundibles del amor a través de un recuerdo de infancia:

María Castejón era una yema batida con azúcar, un prodigio difícil, dulcísimo y extraño. A eso sabían sus palabras, aquellas historias pequeñas, tan insignificantes en apariencia, que habían tenido el poder de levantar sobre un sofá los muros de un castillo invisible, poderoso, con los ladrillos transparentes de una flamante intimidad.
Así, el potente amor expande sus alas con miedo a su desaparición si lograra corporizarse. Mientras tanto, la aparición del primer psicofármaco suizo en España, capaz de alterar positivamente los brotes terribles de diversas psicosis, la Clorpromazina, se abre camino en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, en gran medida gracias a la colaboración de Belén, una monja abierta y resolutiva que se opone a la obsesión de la Iglesia de no dejar entrar a la ciencia en los designios divinos.

La aparición de la clorpromazina, el primer antipsicótico fenotiazínico disponible en el arsenal terapéutico, hace ahora medio siglo, representó sin duda una revolución paradigmática en el seno de la psiquiatría, cargada aún entonces de reminiscencias psicoanalíticas y prejuicios «mitológicos» atávicos, y al mismo tiempo fue la antesala para la eclosión de un campo de investigación apasionante y virgen, la psicofarmacología, que se convirtió así en un punto de encuentro interdisciplinar donde convergieron los intereses epistemológicos y heurísticos de psiquiatras de orientación clínica, farmacólogos experimentales e investigadores básicos, atraídos por la química orgánica, la bioquímica cerebral y la neurofisiología.
http://sanipe.es/OJS/index.php/RESP/article/view/234/516: LA CLORPROMAZINA Y LA NUEVA PSIQUIATRÍA BIOLÓGICA (2002)

A lo largo del libro se entretejen informes y emociones que habrán de convivir con una narración de frenético impulso para ser leída como una novela de aventuras donde una sociedad de posguerra desnuda sus vicios y agonías, frente a gente que es capaz de dar la vida para hacer posible otra existencia en la frontera temeraria de la salud y la enfermedad mental, la honestidad, la locura y la indecencia de los que detentan el poder sin escrúpulos, bajo la protectora hipocresía de una clase dirigente de misa, de amor y gloria entre días de terror y odio.

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«Aurora Rodríguez Carballeira, la interna más famosa del manicomio femenino de Ciempozuelos, la mujer rica, de buena familia, muy culta, muy inteligente, muy progresista, muy feminista, muy bien relacionada, que el 9 de junio de 1933 disparó cuatro veces a su hija Hildegart, reivindicando su derecho a destruirla igual que un escultor destruye un boceto que no le satisface».

 
Última edición por un moderador:
Huracán en Jamaica, de Richard Hughes: la edad de la inocencia.

Jaime Molina

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Huracán en Jamaica es uno de esos libros imprescindibles que deberían estar en todas las estanterías y que, sin duda, cualquier lector puede disfrutar. Publicada en 1929, esta novela de Richard Hughes presenta una infinidad de matices, unos personajes complejos y un argumento que atrapará al lector en una novela de aventuras algo distinta a lo habitual en donde un viaje en barco transforma por completo la vida de los personajes.

El argumento de Huracán en Jamaica.

La historia se desarrolla a mediados del siglo XIX en Jamaica, donde la familia Bas-Thornton envía a sus cinco hijos a Inglaterra después de que suceda un fuerte huracán en Jamaica, donde hasta entonces vivían con sus padres. Estos cinco niños, que emprenden su viaje con el objetivo de recibir una mejor educación, conocen a los dos hijos de la familia criolla Fernández justo en el momento de embarcar. Sin embargo, el trayecto en barco no resulta ser lo que esperaban, ya que la navegación es abordada por unos piratas y parece ser que los niños son secuestrados. A pesar de ello, estos piratas no son crueles y despiadados, como cabría esperar, de la misma forma que los niños no son inofensivos ni inocentes.

Uno de los grandes temas que se tratan en la novela es la forma de vida de los piratas que, lejos de mostrarse como personas desalmadas, violentas y malas, se muestran básicamente como hombres tratando de buscarse la vida. Se humaniza mucho a todos los personajes y la forma del autor de hablar de los piratas hace que el libro tenga ese toque diferente y realista, porque pierden el matiz místico, y se les trata incluso con humor.

Dado que los niños también son los protagonistas de la novela, otro de los temas esenciales es la infancia. De igual modo que ocurre con los piratas, la infancia está tratada de una forma distinta, ya que se presenta esta etapa como algo misterioso para los adultos e incluso ventajoso, ya que es el hecho de verlo todo como un juego lo que ayuda a los pequeños a sobrevivir.

La edad de la inocencia.

Para el autor, los niños protagonistas son un grupo de pequeños salvajes que no han sido educados y que no tienen remordimientos ni nociones sobre el bien o el mal. Son personas egoístas y que, contrariamente a lo que podríamos pensar en un primer momento, pueden convertirse en la peor pesadilla de los piratas.

Lo que hace que Huracán en Jamaica no sea una novela de aventuras convencional es el aparente intercambio entre la conducta que se suele atribuir a un pirata y a un niño. Mientras los piratas aparecen como personas aparentemente inocentes y buenas, los niños presentan atisbos de violencia. De hecho, en un momento dado sucede algo gravísimo -que no voy a desvelar- y que determinará el destino de los niños y de los piratas.

Los personajes de la novela.

Algunos de los personajes más destacables son el capitán Jonsen y el segundo a bordo, Otto, los dos piratas con los que más interactúan los niños. También destaca, sin ninguna duda, el personaje de Emily, una de las niñas secuestradas. Sus diez años de edad le hacen encontrarse entre la niñez y la adolescencia, por lo que es consciente de lo que está ocurriendo con los piratas, pero a la vez lo ve todo desde una perspectiva infantil. Lo que realmente asombra de este personaje es su gran transformación, crecimiento y descubrimiento de sí misma, que lleva a cabo a lo largo de toda la novela.

Emily habrá de enfrentarse a sí misma, descubrirá la diferencia entre el bien y el mal y, pese a ello, tendrá que recurrir a la mentira y a ocultar sus actos con la excusa de que solo es una niña, pues para los niños todo se convierte en un juego, como si carecieran de conciencia. Este personaje simboliza el cambio iniciático hacia el mundo de los adultos, en el que deberá integrarse para sobrevivir.

Mucho más que una novela de aventuras.

En definitiva, si bien se podría esperar que Huracán en Jamaica fuera una novela de aventuras que retrata de forma típica las peripecias de un grupo de niños que sobreviven a unos piratas, lo cierto es que el libro dista mucho de ser simplemente eso. Se narra la historia desde una perspectiva distinta y original, sobre todo para la época en la que el libro fue escrito: está repleto de humor, de personajes humanizados, de viajes internos y de descubrimientos personales.

Más que una novela que narre aventuras o hazañas, es una obra que muestra cómo puede ser la verdadera naturaleza de las personas. El final de la novela se resuelve el conflicto más grave generado durante la travesía, y de nuevo el autor nos asombrará con ese aparente abismo entre la edad adulta y la infancia, la mentira presentada como la realidad más creíble, pues la verdad clamaría contra la inocencia de los niños. Huracán en Jamaica es una de las mejores novelas jamás escritas sobre la crueldad infantil y posiblemente influyó para que William Golding, 25 años después, escribiera la magnífica novela El señor de las moscas. Un clásico que nadie debería perderse.

Huracán en Jamaica. Richard Hughes. Alba editorial.


Acerca de Jaime Molina

Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014) y Días para morir en el paraíso (2016).
 
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Como a Vila Matas, puede que ser prolífico (o puntual con la espera de su núcleo de incondicionales) le resulte a Paul Auster perjudicial en la apreciación de su obra. Será otra forma de esnobismo colectivo inconsciente, la de pensar que a mucha producción uno ha de recelar pues es imposible mantener cierto nivel por mucho tiempo y bla bla bla, esa vieja y funesta preconcepción de que el autor perfecto ha de tener una obra perfecta y todo lo demás han de ser aproximaciones que merodean pero no alcanzan la perfección.

Bueno: pues Mr. Vértigo puede ser otro de esos casos, pero desde luego no es de los que bajan el promedio, más bien todo lo contrario. Hablamos de una bildungsroman que se inicia con Walt a los nueve años y acaba con un "así"que podría tomarse de muchas maneras, pero que si Auster fuera un mito viviente como lo fue García Márquez, pudiera equipararse al "mierda" de ya sabéis qué novela.

Y en medio nos encontramos más de 200 páginas de stream of consciousness, de narración en estricta primera persona de las andanzas de Walt, concentrada especialmente en sus cinco primeros años, de los 9 a los 14, en los que es tomado a cargo por el Maestro Yehudi, poliédrico personaje con su parte de gurú, su parte de referente paterno, su parte de cruel introductor al mundo adulto, que se encargará de adiestrarlo para la finalidad que ha percibido en él: la levitación, el vuelo, el espectáculo.

Estamos en los años 20 en Estados Unidos, una sociedad que hoy nos parece extraña y extrema, la Gran Depresión aparece en el horizonte, el Ku Klux Klan campa a sus anchas y actúa con impunidad (uno de los flecos incómodos que deja la trama), todavía es posible que personajes errantes atraviesen el país ofreciendo espectáculos a las masas de los estados del interior, a los ciudadanos impresionables del cinturón del maíz, y también es posible que ese niño abandone a su familia adoptiva (sus padres han fallecido y convive con unos tíos entre miseria y malos tratos) sin que nadie se preocupe lo más mínimo.

Walt, todavía un niño, establece un acuerdo con el Maestro: si a los trece años este no le ha enseñado a levitar y a volar, Walt podrá seccionarle la cabeza.

Aquí irrumpe uno de los protagonistas del libro: la crueldad. Crueles son muchos de los treinta y tres pasos que el Maestro Yehudi establecerá para lograr sus fines, y cruel es que Walt deba aceptar ese plan de vida como única alternativa a una vida de incerteza y privaciones.

No pocas analogías podemos sacar de este planteamiento que roza lo fantástico o lo mágico. Walt convivirá con un adolescente negro, Aesop, brillante estudiante de prometedor futuro, y Madre Sioux, anciana india que se ocupa de la casa.

Vencerá su racismo inconsciente, apreciará a las personas que cuidan de él y se sacrificará por ellas si es necesario.

Mr. Vértigo recuerda en algunas partes a algunos personajes de la Trilogía de Deptford, difícil establecer una influencia, en todo caso hablamos de obras muy estimables por separado.

Auster me ha sorprendido fuera de los registros oscuros, urbanos y claustrofóbicos en que, por ejemplo, lo había hallado en otra trilogía, la de NY, y he de reconocer que, sin verla mencionada, a diferencia de Leviatán o El palacio de la Luna, entre sus obras más destacadas, el nivel en Mr. Vértigo, tanto de escritura como de penetración psicológica en los personajes (pongamos una cierta pega, vamos, en la maldad sin matices de figuras como el tío Slim) es magnífico, cercano a la genialidad que, a estas alturas, ya no esperaba descubrir de este autor.

Un más que convincente reencuentro.
 
Policías y ladrones en el audiovisual del franquismo: entre la afirmación del sistema y la pincelada crítica

El libro 'La edad de oro del cine policíaco español (1950-1963)' explora imágenes condicionadas por la censura, que hacían propaganda del régimen pero también creaban fisuras en su autorretrato


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Un fotograma de "Brigada Criminal"

Ignasi Franch
18 de agosto de 2020 21:54h

¿Qué podemos rescatar y qué conclusiones podemos extraer del muy abundante crisol de películas diversas sobre policías, ladrones y detectives rodadas en el periodo central del franquismo? La edad de oro del cine policíaco español 1950-1963 (Calamar Ediciones), un volumen colectivo coordinado por los ensayistas Antonio José Navarro (El imperio del miedo: el cine de horror americano post 11-S) y Juan A. Pedrero Santos (Filmando la crisis), supone un acercamiento exhaustivo y también abierto a estos filmes.


A los artículos de ambos escritores, extensos y desbordantes de referencias, se les suman las aportaciones de habituales de la crítica y el análisis cinematográfico como Tonio L. Alarcón, Elisa McCausland, Diego Salgado, Jose Luis Salvador Estébanez y el académico Francesc Sánchez Barba (autor del libro Brumas del franquismo, el auge del cine negro español). Todos ellos abordan diversos temas, desde las bicapitalidad Madrid-Barcelona del género a las relaciones establecidas entre este audiovisual, la literatura, el teatro o los seriales. Según Navarro, “todos teníamos claro que teníamos que deshacernos de los clichés y prejuicios, y todos han hecho un trabajo extraordinario, pero quizá quienes aportan una mirada más nueva son McCausland y Salgado cuando hablan del tratamiento de las mujeres en estas películas”.

En el capítulo firmado por el mismo Navarro, este se cuestiona si los filmes que estudia son conductores de ideología hegemónica o un mecanismo transgresor. El debate no solo causa reacciones contrapuestas entre los organismos censores, la crítica o el público: también genera división en algunos de los mismos creadores. Algunos de ellos recuerdan esa etapa con bastante pesimismo. Navarro reproduce unas declaraciones del realizador Miguel Iglesias, autor de El cerco o El fugitivo de Amberes: “No podía emplear el género para hacer una crítica de la sociedad. Me hubiese apetecido hacerlo, pero en aquellos momentos todos sentíamos la pesada losa del franquismo”. Leon Klimovsky, director de Todos eran culpables, también declaró que “hacemos un cine rosado para niños tontos, que parece ser la tónica que aplauden nuestras autoridades”.

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'El cerco', una de las obras del realizador Miguel Iglesias
Navarro opina que, considerado globalmente, el cine policíaco español de los años cincuenta y los primeros años sesenta tiende más a la proyección de los discursos que interesaban al régimen, dado el marcaje que suponía la censura. Aún así, el ensayista afirma que ese género “molestaba intrínsecamente porque suponía aceptar que los traficantes y los mafiosos existían, porque rompía con la idea oficial de que en España nunca pasaba nada”.

El autor reivindica la vigencia de estas películas que “nos enseña mucho sobre quiénes éramos y también sobre quienes somos, dado que seguimos oyendo a nostálgicos que dicen que entonces se vivía mejor, cuando solo unos pocos lo hacían”. Y destaca que “aunque fuesen producciones controladas por los organismos oficiales, en algunos casos incorporaban elementos de transgresión y subversión que muchos espectadores agradecían muchísimo”. Aún así, en el laberinto de decisiones creativas, lógica censora e intereses políticos, la crudeza no necesariamente era (solo) transgresora: según el realizador de 091, policía al habla el mismísimo Arias Navarro defendió el mantenimiento de elgunas situaciones duras para evitar la inverosimilitud, el paraíso manufacturado en que a menudo se convertía el audiovisual nacional-católico.

Se pueden lanzar ejemplos y contraejemplos que posicionar en los mil espacios intermedios entre los extremos de la propaganda desaforada y la subversión más o menos posibilista. Navarro menciona dos títulos que le parecen especialmente reafirmadores del orden y los valores nacional-católicos: “Los agentes del quinto grupo, que me parece muy reaccionaria, o 091, policía al habla, que loa la entrega y la dedicación de los agentes cuando todos sabemos como se las gastaban. Aún así, entre los autores del libro tenemos algunas discrepancias sobre esta última”.

En cuanto a las películas que intentan incorporar una cierta crítica social dentro de los estrechos márgenes intrínsecos al totalitarismo, el ensayista destaca “Hay un camino a la derecha, de un cineasta tan interesante como Francisco Rovira Beleta, que incluye insinuaciones de maneras precarísimas de subsistir, como el contrabando o la prostit*ción, o Las manos sucias”. Para celebrar la publicación del volumen, rescatamos cinco películas de la época que resultan representativas de algunas de sus temáticas y tendencias, de sus inercias y fricciones.

Brigada criminal: hazte policía
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Una intriga oficialista sobre un agente joven y arrojado
Ignacio Iquino, futuro magnate del destape cinematográfico, firmó esta narración sobre un joven agente que transciende un trabajo de infiltración aparentemente poco sustancial y se acerca a una banda de atracadores y asesinos. El habitual discurso de agradecimiento hacia los cuerpos de seguridad y represión, la escenificación de su papel crucial en el mantenimiento del orden nacional-católico, tiene un matiz añadido: el carácter ejemplar y atractivo del protagonista nos remite a ficciones orientadas al alistamiento, como si se tratase de un Top gun franquista donde lo militar es sustituido por lo policial.

La voz de narrador oficialista, los rótulos que rinden pleitesía a las autoridades, pueden recordarnos a las emanaciones más desatadamente propagandísticas, más marcadas por el macarthismo, del Hollywood censurado de la época. De manera previsible, abundan las casi inevitables escenas de eficacia institucional: en un sistema totalitario y refractario a la autocrítica, el cuestionamiento de cualquiera de sus patas puede socavar toda la estructura.

Otro de los filmes inaugurales del periodo, Apartado de correos 1001, resultaba más llevadero por rebajar el tono publicitario y por inocular componentes de pulp castizo (en forma de elementos de misterio clásico recorridos de picaresca, como una estafa alrededor de la consecución de trabajos que evidenciaba el triste panorama laboral del país) en su trama de delincuencia profesional organizada.

091, policía al habla: la ciudad no es para mí
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Los policías como garantes del buen funcionamiento del peligroso tejido urbano
Era previsible que un sistema que anhelaba un control social máximo recelase del espacio urbano como realidad tendente a la diversidad, a un cierto descontrol. Esa fobia escenificaba involuntariamente el callejón sin salida de la autarquía nacional-católica y sus élites económicas: la metrópolis era un espacio cosmopolita a evitar, repleto de pobreza y de influencias pervertidoras de la moral, pero el caciquil mundo rural estaba recorrido por la explotación y el exilio económico forzoso. No es de extrañar que se concibiesen durante el franquismo películas policíacas que, dentro de los límites de representación marcados por una censura más deseosa de relatos enaltecedores del presente, rozasen lo paranoico en su retrato de la ciudad.

En 091, policía al habla, los agentes protagonistas evitan con su labor cotidiana que Madrid se convierta en una jungla del asfalto. Se enfrentan a diversas misiones, desde perseguir un intento de violación hasta entregar una bombona de oxígeno a un niño enfermo. La naturaleza itinerante y moderadamente coral de la narración tiene un potencial lastrado por el peaje del constante retorno al orden... y por unas infiltraciones cómicas algo desconcertantes.

El resultado parecía destinado a tranquilizar al ciudadano… o a inquietarle moderadamente, al presentarle diversas amenazas de la urbe y de la juventud que la puebla, siempre abortadas por las fuerzas del orden (totalitario). El carácter de los polícias (el héroe imperfecto se muestra más bien torturado y abatido, y su compañero comete algunas frivolidades) enrarecía lo ejemplarizante de la obra.

Distrito quinto: cuando los grillos se convierten en langostas




Julio Coll no disimuló en absoluto el origen teatral de este apreciable filme, basado en una obra del escritor catalán J. M. Espinàs. Se acercó al noir y dotó de un protagonismo nulo a la policía. Su narración está construida a golpe de flashbacks y se ubica en un espacio casi clustrofóbico: apenas se sale del espacio único de un piso muy compartido. Se relata la tensa espera de un grupo de atracadores que se han separado del compañero que portaba el botín. Todos ellos, delincuentes profesionales o recién llegados, habían pergeñado un plan en la academia de baile y pensión improvisada que regenta uno de ellos.

Como recalcaba un personaje de Juventud a la intemperie, las viviendas precarias tienen efectos en los estados de ánimo y las decisiones de las personas. En Distrito quinto se nos muestra a unos frustrados grillos que, sin espacio vital y sometidos a roces constantes, se han convertido en langostas. El centro dramático recae en los miedos de un protagonista ausente y en las desilusiones de unos cómplices que anhelan demasiado, más de lo que el sistema puede o quiere ofrecer a personas como ellos.

No es de extrañar que el resultado despertase muchas dudas en las autoridades por su atmósfera asfixiante y sudorosa. O por las malsanas relaciones establecidas entre los personajes, algunos de los cuales se alejan del arquetipo de villanísimo para encarnar flaquezas muy humanas y peligrosamente comprensibles.

El expreso de Andalucía: la miseria produce monstruos


Uno de los grandes realizadores del cine negro español, Francisco Rovira Beleta, firmó esta obra inspirada en el robo de un tren perpetrado en 1924. Dos hombres y un joven se alían inesperadamente cuando ven la oportunidad de apropiarse de unas joyas robadas. "Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón", parece pensar el joven hijo de un funcionario de correos, que aprovecha sus contactos para facilitar un atraco donde se termina vertiendo sangre. Un antiguo jugador de pelota vasca, frustrado por la caída social derivada de su retiro prematuro por lesión, se muestra dispuesto a todo para conseguir el dinero que le proporcionaría un cambio de vida… y el amor de una mujer fatal tamizada de sexismo nacional-católico, más bien dócil y movida por el amor al hombre.

El expreso de Andalucía es otro filme donde lo noir domina a lo policial, donde los delincuentes tienen mucho más protagonismo que sus perseguidores. Puede considerarse una de las propuestas creativamente más sólidas de todo el ciclo, aunque no se trate de la cinta con más potencial corrosivo de su realizador. Rovira Beleta parte de paisajes urbanos de pobreza y subsistencia. Nos recuerda la existencia de bolsas de pobreza que empujan a la desesperación y, quizá, a la delincuencia.

Los ecos posibles del neorrealismo italiano de posguerra, o del realismo poético francés de preguerra sobre perdedores en lucha, se combinan con alguna bella solución visual, como un asesinato castamente ocultado precisamente por un ferrocarril. Con todo, el camino desatadamente homicida del personaje principal imposibilita una posible (y transgresora) identificación con el ladrón y, por extensión, dificulta sentir una mayor empatía por las circunstancias de los excluidos por el régimen.

Juventud a la intemperie: envilecidos por la modernidad extranjera

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Un joven que prácticamente prostituye a su hermana destaca entre un nutrido grupo de jóvenes terribles
El fenómeno estaba extendido internacionalmente, pero el cine de la desconfianza e incluso el miedo hacia los jóvenes tuvo un notable peso en el audiovisual franquista, con exponentes como El juego de la verdad o Almas en peligro. En Juventud a la intemperie, una obra de Ignacio Iquino que se abre con una cita de José Antonio Primo de Rivera, los conciertos de lo que los personajes denominan música moderna son puertas abiertas al infierno de la delincuencia organizada en forma de timbas ilegales y s*x* por dinero. La satanización de la música trasciende lo argumental: cuando un personaje agrede a su novia, un golpe de jazz orquestal simultáneo a la bofetada subraya la identificación entre estos sonidos y la violencia.

En el filme, una chica enamorada está dispuesta a confesar a su amado que participa en un círculo criminal que le ha estado estafando. Un miembro de la banda la apuñala, pero el primer sospechoso es el celoso hijo de un comisario. Como Apartado de correos 1001 y tantos otros títulos, la obra podía resultar incómoda para el establishment porque asumía la existencia de realidades delictivas.

Antes del consabido final tranquilizador, los paisajes humanos son inusualmente tremendistas: domina un machismo muy agresivo, de proxenetas y asesinos, y también aparece una mujer fatal despiadada en la persecución de su amor romántico (con posibilidad de arribismo social incorporada). En esta ocasión, ni siquiera se jugaba la baza absurdamente nacionalista de utilizar a antagonistas claramente extranjeros, aunque se recalque la perniciosidad de las influencias foráneas de una manera tan pueril que puede resultar taimadamente autoparódica: “Cuando me lleves tabaco, yo fumo americano”, dice el asesino a su pareja cuando le detienen.

 
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Baby Blues - Pascal Basset-Chercot - Laia (Alfa 7) - 1989 - 180 págs.

En medio del calor de un verano agobiante, el cadáver de un recién nacido aparece durante las excavaciones para la construcción de una cava.

La pequeña ciudad imaginaria Saint Paray en Francia es la sede del hallazgo. El inspector Jacques Devaure conduce la investigación arrastrando su pierna coja gracias a la ráfaga de metralleta recibida hace algunos años.

Es un policía minucioso y probado.

Desde los primeros instantes asoman en el panorama de la trama personajes extraños: una joven de nervios demasiado frágiles ocupante del chalet donde se construía la cava, su marido siempre ausente, una enfermera ninfómana.

El desenlace de la intriga pone en carne viva las tensiones y conflictos ocultos de una ciudad.

Baby Blues ganó el premio 'Patricia Highsmith' en lengua francesa, otorgado por un jurado presidido por la célebre novelista que lleva su nombre.
 
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Saluda al asesino / Jay Bennet / Júcar (Etiqueta Negra) / 1987

"La novela ganadora del Edgar 1974 (el premio al mejor libro otorgado por los escritores de Misterio de los Estados Unidos)"

"Una historia sólida con caracteres increibles y una trama bien argumentada. No sólo entretenimiento, también una lección de moral" Publishers Weekly.

"Era una tarde lluviosa cuando Matt vio al hombre por primera vez. Aún en la sombra del teatro de Brooklyn, Matt podía ver el brillo que el miedo producía en los ojos del hombre. Minutos más tarde estaba muerto"
 
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El Secreto de Christine

Autor:
Benjamín Black
Editorial: Alfaguara
Fecha de edición: 2007

ISBN/ASIN: 9788420471907

Sinopsis:

Entre tabernas, humo, whisky, poderosas congregaciones religiosas y dudosas obras de caridad, el Dublín de los años 50 esconde terribles secretos.

Por los pasillos de los orfanatos y tras los pasos de silenciosas monjas de centros que acogen a mujeres embarazadas de las clases más desfavorecidas de la ciudad, crece una tenebrosa red de tráfico de niños.

Solo un patólogo, perdido entre sus propios sentimientos de culpa, será capaz de enfrentarse a los oscuros planes que está maquinando algunos miembros de las más poderosas familias junto a las más altas esferas de la iglesia católica.

Todo va ser cuestión de fe.
 
En el taller del poeta

¿Qué es la poesía?
A esta compleja pregunta responde Mariano Peyrou en este libro mezcla de ensayo y de manual y cuya lectura será provechosa tanto para estudiantes como para eruditos.

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El poeta, músico y antropólogo argentino afincado en España Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971). / M. G.


GONZALO GRAGERA
06 Septiembre, 2020 - 06:00h

Un ensayo que nos descubre los recursos del poema, las posibles definiciones de lo poético y las ideas que sobre la poesía otros poetas y críticos han escrito (Schlegel, Wilde, Johnson). En Tensión y sentido. Una introducción a la poesía contemporánea, Mariano Peyrou camina a hombros de gigantes para ofrecernos lúcidas reflexiones e inteligentes respuestas sobre ese enigma de siglos que es la poesía, su escritura.

Comienza este ensayo con un discurrir en torno al concepto de poesía. ¿Qué es la poesía?, se pregunta Mariano Peyrou. Con erudición y dominio verbal a la hora de expresar ideas nada simples, el autor de este ensayo propone un itinerario de tesis, corrientes estéticas y autores con los que acercarse a esa noción de poesía. Por ejemplo, John Keats, cuenta Peyrou, "nos hablaba de la capacidad negativa: la capacidad de asumir las incertidumbres, los misterios y las dudas, sin irritarse ni tener que recurrir a los hechos y a la razón"; Wordsworth considera la poesía una "emoción recordada desde la tranquilidad"; Heidegger, por su parte, afirma que es "la fundación del ser por la palabra".

Tomando estas citas como referencia, se trazan diversos ejes que convergen y divergen entre sí. Generando un mapa de definiciones con el que Peyrou delimita los contornos del género, procurando hallar unos horizontes hacia los que partir. Se agradece la variedad de estéticas y de ideas que se plantean sobre estas páginas, sin incurrir en ese error de creer que poesía es aquello que como creador me identifica. En un intento sesgado, y a veces tan habitual, de entender el poema.

Pero Tensión y sentido no es un catálogo de tesis acertadas y de interés. Es más. Peyrou también nos propone sus ideas sobre la poesía. Lo que contribuye a despertar el interés del lector, que no sólo conoce lo que otros ya dijeron, sino que descubre el oficio de un poeta que recibe atención de los lectores y de la crítica (Posibilidades en la sombra, El año del cangrejo, publicados en la editorial Pre-textos). Entre divagaciones y teorías, el autor relata uno de los propósitos de este libro; e intuimos que también de su propia obra: "No me parece que haya que tratar de acercar la poesía al público haciéndola más simple y degustable, sino acercar el público a la poesía, con toda su complejidad".

La tensión y el sentido: las dos categorías que construyen el poema. Según el autor de este ensayo, consustanciales e inherentes al lenguaje poético. Considera Peyrou que la tensión siempre cohabita con otros elementos formales del poema, siendo así una especie de propiedad y principio de la poesía. Para él, la tensión estará presente en todo momento, pues es inevitable esa fuerza del lenguaje poético, enigmático e "incomprensible", que tantas veces nos encontramos entre los buenos poemas. El poema es, o puede ser, aquello que a primera vista no sabemos nombrar, pero que convive con nosotros. Esa característica de la poesía, de nombrar aquello desconocido y a su vez reconocible, es, para Peyrou, un constante ejemplo de tensión.

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Sobre el sentido reflexiona en el segundo capítulo del libro, con esa combinación suya –que tanto se agradece– de exquisita erudición y trabajado didactismo. A través de poemas, en traducción propia, de Mark Strand, de Wallace Stevens o de Shakespeare, el autor consigue hilvanar un discurso sobre ese sentido del poema. Es decir, sobre las posibilidades de un texto. A propósito de este recorrido por autores diversos, Peyrou redacta una resumida y parcial forma de entender los numerosos sentidos de un poema: "A) Nombrar algo ya nombrado empleando términos convencionales. B) Nombrar algo ya nombrado con una voz nueva. C) Nombrar algo preexistente pero aún no nombrado. D) Nombrar algo que no existía antes de ser nombrado". Para cerrar el capítulo, una frase del autor sobre la que conviene reflexionar, tanto para poetas actuales como para lectores de la poesía que hoy se publica: "En vez de pensar en un significado, habría que pensar en un campo de sentido".

Junto con el sentido, se dedica otro capítulo a la imagen y al símbolo. Los otros pilares esenciales en la elaboración de la poesía. Aunque ya se haya indicado y escrito mucho sobre ello, son oportunas las definiciones que leemos sobre la imagen y sobre el símbolo, este último tan relevante en el origen y desarrollo de la poesía moderna.

Pero entre todos los temas que se tratan en Tensión y sentido, acaso destacan tres: la ironía, lo prosaico y el capítulo denominado La debilidad temática. Destacan por el enfoque, sobre todo respecto de la ironía y del concepto de la prosaico (en ocasiones tan mal interpretados entre poetas). Hay mucho debate –de mayor o menor interés– sobre los límites entre lo prosaico y la poesía, y también sobre el pertinente uso de la ironía. Peyrou, en unas cuidadas y elegantes aportaciones finales, casi a modo de aforismos, indica: "La tensión entre lo prosaico y lo poético genera sentido y abre el sentido de un texto. Nos plantea preguntas. A veces genera una fuerte sensación de irrealidad. No se conforma al mundo como esperamos, no nos ofrece una imagen familiar del mundo, con sus límites precisos. Lo irónico, por su parte, es una apertura al sentido".

En La debilidad temática, Peyrou cierra el volumen con una exposición de ideas sobre música, pintura y poesía, atendiendo a sus significados y sus relaciones. Un capítulo que se distancia un poco de lo hasta entonces ofrecido, pero que sugiere una serie de consideraciones propias, de pertinentes consideraciones propias, que casi forman un ensayo dentro del mismo ensayo.

Mariano Peyrou ha publicado un libro que puede ser manual para poetas principiantes y ensayo de altura e interés para los ya iniciados en la poesía. Un libro cuyo registro se dirige hacia el estudiante y hacia el erudito, midiendo cada una de sus partes y de sus intenciones. Con algo de introducción y algo de especialización. Siempre con lucidez, inteligencia y respuestas.

 
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