Isabel Preysler

Vargas Llosa y la telebasura

Fernando PALMERO




NADIE obliga a un escritor a ceder ante la vanidad y erigirse en intelectual para decir aquello que no dicen sus novelas o para repetirlo por si no ha quedado claro. Pero a Vargas Llosa, igual que a la mayor parte de los escritores del boom latinoamericano, no le ha bastado nunca con la literatura y desde las páginas de El País, como lo hicieran Carlos Fuentes o García Márquez desde posiciones diferentes, lleva años jugando a ser el referente de un cierto liberalismo ilustrado que contrasta con sus lejanos años de cerrada defensa de Castro y su régimen.

Entre intelectuales, estas derivas y transiciones de unas ideologías a otras suelen perdonarse con cierta condescendencia, debilidades de juventud, ya se sabe, nosotros queríamos la democracia, pero aquello se torció, hay que reconocer que estábamos equivocados, a pesar de nuestra superioridad moral y todo lo que habíamos leído, pero, por fin, pasado el tiempo y enterrados aquellos sueños que acabaron en tragedia (para otros) hemos aterrizado en el lado bueno de la Historia y podemos seguir escribiendo. Con la misma seguridad y arrogancia. Ahora, en contra de aquellos que fuimos. Porque el silencio no es nunca una opción para un intelectual. O un sacerdote.

Los lectores, sin embargo, no olvidan. Algunos. Aquellos que leyeron, por ejemplo, las reflexiones del ya premio Nobel en La civilización del espectáculo (Alfaguara). Y creyeron que estaba en lo cierto. No hace tanto. En 2012. Acusaba Vargas Llosa a Julian Assange de haber filtrado con Wikileaks sólo «chismografía» destinada a saciar la «frivolidad» y, citando a Savater, un supuesto «derecho de todos a saberlo todo», que es síntoma de la «imbecilidad social». De esta forma, concluía, la información ha pasado a «satisfacer esa curiosidad morbosa y malsana de la civilización del espectáculo, que es la de nuestro tiempo, donde el periodismo (como la cultura en general) parece desarrollarse guiado por el designio único de entretener (...) de divertir a un público necio y superficial, ávido de escándalos que escarban en la intimidad de los famosos, muestran sus debilidades y enredos y los convierten en los bufones de la gran farsa que es la vida pública».

Esto es. Vargas Llosa. Convertido en bufón y consorte intelectual en actos sociales de su nueva pareja. Y apadrinando a una de las hijas de ésta en uno de esos programas de los que se alimenta la telebasura. Su presencia en la final de MasterChef Celebrity apadrinando a Tamara Falcó es la constatación de la renuncia última a lo que «hace apenas medio siglo se entendía por cultura». Y que él d
 
Como la mamá no da para más, transformo físicamente ( no con la misma percha de Isabel )a Tamara y le heredo o intenta heredar sus puestos en las empresas donde Isabel es imagen. Considero que por están invirtiendo tanto en la imagen de Tamara estos meses. No creo mantenga el perfil de la mama.
 
El vídeo lo salva Tamara con la natural que es!
Yo creo que Isabel también tiene su guasa. Cuando le sugieren que vaya ella al próximo Masterchef, contesta: "Seguro. Y además lo gano!", en tono guasón.

Es una lástima que sea tan rígida delante de las cámaras y que además las revistas no le saquen más jugo. Alguna vez, en ocasiones en que la pillan más desprevenida se la ve hasta graciosa. En la final de Masterchef, cuando no se daba cuenta de que la estaban grabando se la veía más natural y bromista.

Incluso Chavela Vargas, de la que era amiga, contaba que era muy simpática.
 

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