Isabel Preysler

Sí. Partiendo de la base que creo que Isabel es mucho más simple de lo que sus sucesivos maridos han dado ha entender que es para salvar su valía (la de sus maridos o parejas, en plan pin, pá colgarse), de lo que a HOLA le ha convenido decir que es, para vender su producto; a mí me dá la sensación que lo que Isabel es, verdaderamente una disfrutona, de la vida. Y eso es maravilloso. No sé que complejo le ha empujado a unirse a tristes, teóricamente inteligentísimos, referentes morales y éticos, pero castrantes. Vamos Isa, no te inyectes más (tus intelectuales no lo hacen), come lo que te pida el cuerpo, y deja batidos verdes y pastillas (tus intelectuales se inflan) eres capaz de generar más dinero en una portada que derechos de autor, o sillas en consejo de administración tus referentes parejas. A mí personalmente me mataba, el Miguel piensa, Miguel dice, Miguel opina. TONTAAAAAAAAAAAAAAAAA, la casa es tuya, los ingresos con los que viven a diario son tuyos. Yo pienso, yo digo, aunque estés con un nóbel senil. Que tú eres la marca, falsa, pero no mucho más que a los que veneras.

Pues eso, que huya del abuelo y disfrute la vida PARA ELLA. Y si tiene que vender ese casoplón grande, QUE LO VENDA Y SE ACABó ya tanta preocupación. Brigitte Bardot encontró su causa. No entendí lo de los batidos y las pastillas que ellos se inflan.
 
Pues eso, que huya del abuelo y disfrute la vida PARA ELLA. Y si tiene que vender ese casoplón grande, QUE LO VENDA Y SE ACABó ya tanta preocupación. Brigitte Bardot encontró su causa. No entendí lo de los batidos y las pastillas que ellos se inflan.

Hija, que ella sólo toma batidos detox (esos de espinacas y perejil a primera hora) y ellos se inflan a tostás con manteca colorá y chocolate con churros, que para eso son intelectuales, hombres y han estudiaó. Que es un lastre de las mujeres seguir estando estupendas y ellos con ser brillantes, o ricos, aunque sean viejos, gordos y calvos, han cumplido.
 
Esto es un culebrón. jejejeje, esta mañana he oído a la inefable Marina Castaño recomendándole a MVLl que pase de tó, que viva en amor como ella lo vivió con el Cela. Isabel, huyeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Como diría un afamado filósofo de mi familia, la odienda no tiene enmienda. Señor, llévame pronto.

Y que otro consejo se puede esperar de la trepa de Marina que piso lo que fuera necesario con tal de colgarse del senil de Cela???!!!
 
Estos dos van en contravía.
El escribidor porque asume ser un modelo de intelectual y predica como tal, desdeñando la prensa rosa.
La Preysler porque toda la vida ha sido un personaje de la prensa del corazón y su bienestar económica ha provenido de ésta.

Si el escribidor pretende que se aleje de la prensa rosa, pierde y mucho IP.
Si pretende que vivan en NYC alejados del mundanal ruido de Madrid, ella pierde y mucho también. IP está acostumbrada a ser conocida y reconocida, con las facilidades que imagino que ello le da, en el mundo en que ella se desenvuelve. En NYC no pinta nada. En todo caso si estuviesen en la Florida, podría sentirse mas en casa, pero en NYC, nadie le pone atención a nadie.

En cuanto a la parte económica, en liquidez no sé como anda el escribidor, a final de cuentas la liquidez es lo que cuenta para darse un buen nivel de vida, a éstas y otras edades. Todas sus propiedades, de poco le sirven, si no las puede aprovechar. IP en todo caso, lo que buscaría es holgura económica, no múltiples propiedades por el mundo, que ella nunca ha andado viviendo fuera de españa con ninguno de los tres maridos.

O es mucho el amor. O alguno de los dos va a tener que sacrificar en notoriedad en prensa rosa.
El escribidor aceptándola. Preysler disminuyéndola (con la consecuente reducción de ingresos).
 
Me quedo con esto del último artículo que se subió al hilo...

Si bien hace años, la filipina y ex mujer de Julio Iglesias, Isabel Preysler coqueteaba con Mario Vargas Llosa en Marbella delante de Patricia. Ambos llevaron la relación discretamente, ya que los dos estaban casados. Si bien Miguel Boyer había descubierto este desliz, éste habría querido suicidarse pero afortunadamente solo quedó en un susto.

V
amos, lo normal de toda la vida, oiga usted! Una señora casada coqueteándole a un señor también casado y con su señora esposa delante. Liándose y escondiéndolo hasta que uno de los engañados se entera del asunto e intenta suicidarse. Pero no nos asustemos ni nos llevemos las manos a la cabeza que, afortunadamente, solo quedó en un susto.

Doña Pocha sepa usted que... Hasta para las puterías hay que tener clase!!!

Lo dije hace tiempo y lo repito, toda una vida vendiendonos una imagen y unos cuentos para terminar enseñando el cobre, creo que es bastante obvio que ha perdido facultades y no lo vio venir. Porque una cosa es ser lista y otra bien distinta es ser inteligente, me queda claro de que tipo es la Pocha.

Como se suele decir..." La mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino parecerlo " en esta historia y siempre a mi parecer esto no aplica. Y me atrevería a decir que esto le tiene que fastidiar muchísimo porque no se pasa una media vida cuidando las apariencias ( que creo yo es lo único que de verdad le importa) para terminar metiendo la pata hasta el fondo.

Si estos son los comportamientos de las personas finas, elegantes, interesantes y con una educación exquisita yo desde luego paso sin ver.



 
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Me quedo con esto del último artículo que se subió al hilo...
Si bien hace años, la filipina y ex mujer de Julio Iglesias, Isabel Preysler coqueteaba con Mario Vargas Llosa en Marbella delante de Patricia. Ambos llevaron la relación discretamente, ya que los dos estaban casados. Si bien Miguel Boyer había descubierto este desliz, éste habría querido suicidarse pero afortunadamente solo quedó en un susto.

V
amos, lo normal de toda la vida, oiga usted! Una señora casada coqueteándole a un señor también casado y con su señora esposa delante. Liándose y escondiéndolo hasta que uno de los engañados se entera del asunto e intenta suicidarse. Pero no nos asustemos ni nos llevemos las manos a la cabeza que, afortunadamente, solo quedó en un susto.


Es más, la gente fina, elegante y de mundo, una vez pasado el lavado de estómago se hace amigo del interfecto. No lo entiendo mucho.
 
Buenoooooooooooo, además de la tía Julia, la prima Patricia también estuvo con Sussy la hija de su padre. Seguro que Isabel no es familia?
Vargas Llosa, un amante de novela
GUSTAVO TATIS GUERRA
GUSTAVO TATIS GUERRA
@ElUniversalCtg
CARTAGENA DE INDIAS
21 de Junio de 2015 12:00 am


Todo empezó en 1986
Todo empezó hace casi treinta años, cuando en 1986 Isabel entrevistó a Vargas Llosa, y se comprometió ese mismo año con Miguel Boyer. La vida sentimental de Vargas Llosa es para una novela: En 1976, su matrimonio estuvo a punto de disolverse cuando se perdió de su casa con una joven que había conocido, de nombre Sussy, “una media hermana”, hija de su padre. Ese episodio fue la tapa de la botella. Los secretos de esa relación efímera que separó para siempre a dos compadres y culminó en un puñetazo que la historia le ha devuelto a su autor.
El tiempo ha venido a probar que Vargas Llosa, además de ser uno de los mejores escritores del mundo, es un ser vanidoso, seductor, ególatra, ambicioso, insaciable, y por supuesto, temeroso de una realidad inexorable: todos tenemos que morirnos tarde o temprano. Él, cerca de cumplir sus 80 años, quiere demostrar que está más vivo al elegir a una mujer bella y ambiciosa como Isabel Preysler, la Reina de Corazones que no soportó la viudez y se retomó el hilo de la conversación con el escritor en 1986, para una propuesta de amor.
 
Buenoooooooooooo, además de la tía Julia, la prima Patricia también estuvo con Sussy la hija de su padre. Seguro que Isabel no es familia?
Vargas Llosa, un amante de novela
GUSTAVO TATIS GUERRA
GUSTAVO TATIS GUERRA
@ElUniversalCtg
CARTAGENA DE INDIAS
21 de Junio de 2015 12:00 am


Todo empezó en 1986
Todo empezó hace casi treinta años, cuando en 1986 Isabel entrevistó a Vargas Llosa, y se comprometió ese mismo año con Miguel Boyer. La vida sentimental de Vargas Llosa es para una novela: En 1976, su matrimonio estuvo a punto de disolverse cuando se perdió de su casa con una joven que había conocido, de nombre Sussy, “una media hermana”, hija de su padre. Ese episodio fue la tapa de la botella. Los secretos de esa relación efímera que separó para siempre a dos compadres y culminó en un puñetazo que la historia le ha devuelto a su autor.
El tiempo ha venido a probar que Vargas Llosa, además de ser uno de los mejores escritores del mundo, es un ser vanidoso, seductor, ególatra, ambicioso, insaciable, y por supuesto, temeroso de una realidad inexorable: todos tenemos que morirnos tarde o temprano. Él, cerca de cumplir sus 80 años, quiere demostrar que está más vivo al elegir a una mujer bella y ambiciosa como Isabel Preysler, la Reina de Corazones que no soportó la viudez y se retomó el hilo de la conversación con el escritor en 1986, para una propuesta de amor.
Creo que este periodista ha hecho una mala síntesis de la noticia completa.

"Al parecer, Varguitas, como lo llamaba su tía, no se caracterizaba por su delicadeza al dar por terminadas sus pasionales relaciones. "Un escritor no escoge sus temas, son los temas quienes le escogen", dijo el escribidor. Quizá le pase lo mismo con las mujeres. Ya en 1976 su matrimonio estuvo a punto de estallar por un affaire del nobel con Sussy, una supuesta media hermana con quien se fugó al pueblo catalán de Sitges a vivir un corto idilio. Un detalle de fina coquetería familiar que no logró disolver su matrimonio.
Sin embargo, cuentan las malas lenguas que si los romances furtivos, reales o inventados por la prensa, no acabaron con la pareja, sí fue un lío de faldas lo que se llevó por delante su amistad con Gabriel García Márquez.
El 12 de febrero de 1976, durante la proyección de La odisea de los Andes en el Palacio de Bellas Artes de México, el peruano le propinó un puñetazo legendario a Gabo. El fotógrafo Rodrigo Moya consiguió entonces un retrato histórico del colombiano sonriente y con un monumental ojo morado.
La fotografía se hizo pública en el 2007 y las razones del golpe siguen sin confirmarse, lo que la ha ido convirtiendo en leyenda. "


Hay una versión que dice que el puñetazo fue porque, a raíz de los de Sussy, los García Márquez le recomendaron a Patricia que se divorciara.
 
Última edición:
Ya el puñetazo a García Márquez lo conocía y las diferentes versiones sobre su origen, que según prometió, se llevo a la tumba. Lo que me he quedo muerta es que su calentón, fue con una medio hermana (supuestamente), la srta Sussy. Me estoy empezando a plantear que Isabel es su abuela, jejejeje, que lo que le pone y mucho es el parentesco famiiar (poco mundo tengo, escandalizarme porque te líes con hermanos de padre, tengo que viajar más)
 
Pues aquí les dejo una nota de lo que al parecer fue el motivo real de la enemistad entre estos dos autores.


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-Preliminares de una trompada- Cómo empezó la pelea Gabito-Vargas Llosa

Por:
Juan Gossaín

Texto publicado en:
1976



Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, los dos novelistas que protagonizaron un escándalo en Méjico. El segundo le propinó un puñetazo al primero. ¿Por qué? En esta crónica se revelan los motivos.

Como una mala película mejicana –a trompadas y a gritos, imitando a los charros, con un mariachi al fondo y en una sala de cine– la ponderada amistad de Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa ha finalizado estrepitosamente.

¡Cuántas veces se dijo que no sólo son los mejores escritores sino los mejores amigos de la literatura latinoamericana! Durante diez años seguidos viajaron juntos, rieron juntos, sufrieron juntos, y hasta vivieron juntos en el acogedor ambiente de Barcelona. Pero, en la apacible noche de un jueves mejicano, con la precisión pugilística más propia de Kid Pambelé que de un novelista, Vargas Llosa ha puesto fin a esa camaradería con una trompada certera –no se ha precisado aún si fue un directo de derecha o un uppercut de izquierda– que envió a Gabito a la lona. A la alfombra, para ser rigurosamente exactos, de un teatro de Ciudad de Méjico en el que se estrenaba la película “Odisea en los Andes”.

Como suele suceder con esta clase de chismes y escándalos en que se ven envueltas las vedettes internacionales, ya sean actrices, deportistas o literatos, algunos periódicos se han puesto a especular sobre las verdaderas causas del incidente. Un vespertino bogotano, por ejemplo, publicó la noticia del puñetazo con una gigantesca foto de Vargas Llosa y un explosivo titular que decía: “Cornudo, pero macho…”. Lo que pasa es que se interpretó errónea y apresuradamente la frase que el peruano le gritó a Gabo una vez que le hubo propinado el fulminante nocaut: “¡Para que no vuelvas a decirle a Patricia lo que le dijiste en Barcelona!”.

Patricia es una hermosa mujer. Pero hay algo más interesante que eso: es la esposa de Vargas Llosa. Y, disponiendo de ese dato, igual que si estuvieran sumando dos más dos, los reporteros que se hallaban presentes cuando ocurrió la pelotera, sacaron una conclusión que parecía obvia: dos amigos entrañables acababan de pelearse por un lío de faldas en el que estaba mezclada la esposa de uno de ellos. Una historia vulgar, por lo demás, en cuanto que era el clásico y rutinario trío sentimental. Poco original. El triángulo de siempre.

La verdad, que por razones que no es del caso relatar, conozco desde unos dos meses antes de que ocurriera la ya famosa trifulca de Ciudad de Méjico, es menos escabrosa pero igualmente interesante. Y, como periodista, al fin y al cabo, me siento en la necesidad de contarles a los lectores el cuento completo. Lo malo es que no sé si publicar esta crónica en la página de las grandes noticias o en la sección destinada a reseñar los acontecimientos de sociedad.

Un buen amigo se escapa

Entre los grandes escritores de lengua española es probable que Mario Vargas Llosa no sea el mejor. Literariamente hablando. Pero nadie le disputa el título de campeón de la vida privada: es el mejor marido de todos. O lo era, por lo menos, hasta cuando comenzó a precipitarse la cadena de acontecimientos cuyo último eslabón fue el célebre puñetazo de la semana pasada.

La fidelidad conyugal de Vargas Llosa ha motivado unas cuantas anécdotas de comprobada veracidad. Una vez, en Bogotá, escuché a un amigo suyo, en una reunión privada, increparle su poco interés hacia una atractiva y conocida actriz de la televisión colombiana, la cual andaba detrás de Vargas Llosa sin perderle ni pie ni pisada durante una visita que el escritor realizó, fugazmente, a la capital de la República. Lo que sucedía, según lo confesó el propio novelista con cierto aire de escolar avergonzado, era que estaba muy enamorado de su esposa. Era un marido fiel, de los que tan difícilmente se consiguen en estos tiempos.

A causa de esa legendaria indiferencia ante mujeres que no fueran la suya, hay quienes relatan una historia de la que Vargas Llosa fue protagonista en Buenos Aires. Aconteció que un cronista de sucesos sociales publicó en el diario El Día una crónica en la que se hacía lenguas sobre la apostura física de Vargas Llosa –a quien llamaba “El Bonito del Boom”– pero, de paso, ponía en duda la virilidad del peruano en vista de su temor reverencial a las mujeres. Entonces, herido en su amor propio, Vargas Llosa concibió una venganza digna de una tragedia griega: enamoró sigilosa y tenazmente a la esposa del cronista, le calentó la oreja y por último se acostó con ella. Vargas Llosa le hizo saber lo que había sucedido al irrespetuoso periodista, el cual, según todo parece indicar, no volvió nunca más a poner en tela de juicio la hombría de ciertos varones que tienen cara de mosquita muerta…

Hasta hace poco tiempo, así transcurría la vida tranquila y angelical de Mario Vargas Llosa. Era lo que las señoras acostumbran llamar, conmovedoramente, “un marido modelo y un padre ejemplar”. Pero de repente las cosas empezaron a cambiar. Vargas Llosa, que había viajado a Finlandia para descansar durante un fin de semana y para ambientar unos cuentos que estaba escribiendo, conoció en Helsinki a una demoníaca modelo norteamericana. Era tan bella como aparecía en la carátula de alguna revista de frivolidades. El novelista perdió la cabeza. Pero, además de la cabeza, perdió también su dinero y su familia. Y aquí es donde empiezan a intervenir los García Márquez. Gabo y su esposa, Mercedes Barcha, una mujer alta y erguida a la que él llama “El Cocodrilo Sagrado”.

Saldo en rojo

Vargas Llosa no regresó a su casa de Barcelona. Pasaban los días. Su mujer, Patricia, y sus hijos ni siquiera tenían noticias de su paradero. Sus amigos, en cambio, sabían bien que aquel marido ejemplar se había ido de rumba por Europa con la modelo de Helsinki.

Las cosas empezaron a complicarse. A un amigo barranquillero con quien se encontró en Portugal, le contó todo el cuento la señora Carmen Balcells, representante literario tanto de Vargas Llosa y García Márquez como de otros novelistas de éxito. “Lo peor”, lo dijo la señora Balcells, “es que Mario ha derrochado todo el dinero.

La plata no le alcanza para pagarse los hoteles de lujo en donde se hospeda con la modelo, las cuentas de los restaurantes y los pasajes de avión. Ya en el banco me están reclamando por el saldo rojo de la cuenta de Vargas Llosa”.

Mientras la báquica excursión del autor de La Casa Verde proseguía por toda Europa, los esposos García Márquez, en nombre de la hermandad amistosa que los unía a la familia de Vargas Llosa, resolvieron contarle todo a Patricia, y llevársela a vivir con ellos. Por lo menos mientras duraba la ausencia de aquel marido tarambana.

La fiesta sigue

Pero ni la modelo ni el escritor aparecían por ninguna parte. De pronto, en Barcelona se supo que la fiesta seguía al otro extremo del mar: Vargas Llosa y su amiga se habían ido para Méjico, y de allí a California. Una luna de miel que parecía eterna.

Entonces los esposos García Márquez, contrariados por la actitud de su amigo del alma, resolvieron meterse en lo que la sabiduría popular le recomienda a uno no meterse jamás: en pelea de marido y mujer.

–Parece que el Mario ese no va a aparecer– le dijeron a Patricia, palabras más, palabras menos. Y le aconsejaron que en vista de la irresponsabilidad de su marido, lo mejor que podía hacer era ir legalizando la separación conyugal. En vista, entre otras cosas, de la situación de los hijos del matrimonio Vargas Llosa.

"Y ellos, mascándose la cabuya..."

Patricia hizo caso a los consejos de los García Márquez. Buscó un abogado que la asistiera, y empezaron esas largas visitas a los juzgados cada vez que se gestiona una separación matrimonial.

Pero, de pronto, en la misma forma misteriosa en que se había desaparecido, Vargas Llosa aterrizó en Barcelona. Era el mismo de antes, sólo que un poco más curtido por las experiencias amatorias de que se había privado anteriormente, y con gesto de arrepentimiento. Volvió al nido. Su mujer –como es costumbre en las novelas de Corín Tellado– le perdonó el desliz con la modelo. Hicieron las paces. Reconciliación inmediata. Lo que no se sabe es si hubo lágrimas, actos de contrición y propósitos de enmienda, como es habitual en estos casos. Como se estila.

Patricia les dio las gracias a García Márquez y a su esposa, y retornó a la casa con sus hijos y su marido. Aquello parecía el ‘final feliz’ de una historia romántica. Pero algún día, casi sin proponérselo, Patricia le contó a Vargas Llosa que, en su ausencia, había hecho los trámites iniciales para la separación. “Me lo aconsejaron los García Márquez”, agregó.

Vargas Llosa montó en cólera. Consideraba aquello como una traición imperdonable de su mejor amigo. No volvió a frecuentar a los García Márquez. Los esquivaba. Estaba mortalmente resentido con ellos. Y jamás volvieron a coincidir en parte alguna, hasta el jueves de la semana pasada, en una sala de cine de Ciudad de Méjico. Vargas Llosa, que había bebido algunas copas, no pudo aguantar las ganas y le propinó a Gabito el puñetazo que ya todo el mundo conoce.

A estas horas de la vida, con un ojo amoratado, García Márquez debe estar reflexionando sobre el caso. Le pasó lo que le pasó por meterse en peleas de marido y mujer. O, como tal vez prefiera decirlo él mismo en su lenguaje costeño:
Eso le pasa a uno por sapo…


Fuente: http://www.elheraldo.co/aniversario...pada-como-empezo-la-pelea-gabito-vargas-llosa
 
  • LA TERRORÍFICA HISTORIA DE UN OJO MORADO

Tal vez, Gabriel García Márquez sea el más popular de los mortales, porque es asombrosa la cantidad de gente que en una reunión o fiesta cualquiera se refiere al escritor como 'el Gabo', como si lo conociera de toda la vida o fueran primos hermanos del premio Nobel. Algunos hasta hablan de él como 'el Gabito', pero en más de una ocasión he descubierto a ciencia cierta que dicha familiaridad es ficticia, y que quienes lo tratan con tal confianza quizá lo han leído de cabo a rabo, pero nunca han cruzado una palabra con él.

Mi madre, Alicia Moreno de Moya, sí que podía referirse a Gabriel García Márquez y a Mercedes Barcha, su esposa, como amigos muy cercanos, y referirse a él como mi Gabito o Gabo de mi alma, y a Mercedes como Meche linda, o mijita linda, y en medio de cualquier diálogo soltar un ¡eh Ave María!, o unos más contundentes carajos y varios pendejos, que a veces eran de cariño, y a veces simplemente una especie de sustantivo o calificativo de difusas connotaciones.

Y es que Alicia era una colombiana de Medellín, una antioqueña de pura cepa, una auténtica paisa, como la definía el propio García Márquez. Él y Mercedes la querían como una de los mejores representantes de la colombianidad en México, por allá a principios de los años sesenta del siglo pasado, cuando lo conocí en aquella casa de mi madre, que era una especie de embajada paralela de Colombia en México, cuando la oficial estaba ocupada por los militares de la dictadura en turno.

En alguna de aquellas fiestas de intelectuales y artistas de destinos aún inciertos, el tal Gabo no me cayó muy bien que digamos. En plena reunión, él se tendió en uno de los largos sofás, la cabeza apoyada en el brazo acodado, y desde esa posición como de marajá aburrido sostenía escuetos diálogos, o emitía juicios contundentes o frases entre ingeniosas y sarcásticas. Estaban aún lejos Cien años de soledad y el Premio Nobel, pero el paisano de mi madre se comportaba ya con una seguridad y cierta arrogancia intelectual que no a todos agradaba. Poco después leí La hojarasca, y luego Relato de un náufrago y El coronel no tiene quien le escriba, y más después todo lo que escribiría a lo largo de los siguientes casi 50 años, y entendí entonces por qué aquel tipo de bigote y gestos como de fastidio y pocas pero contundentes palabras como de frases célebres podía recostarse en el sofá en medio de una ruidosa tertulia y decir lo que le viniera en gana.

Por aquellas tertulias en la casa materna fue que tuve cercanía amistosa con García Márquez, con Mercedes y con sus hijos pequeños, Rodrigo y Gonzalo. Yo sí tenía el derecho de llamarlo Gabo, pero nunca llegué a llamarlo Gabito, pues de alguna manera lo he visto como un gigante al que no le van los diminutivos. Siendo fotógrafo y amigo, no le pedí nunca que posara para mí, y cuantas veces los visité en su casa fue sin la cámara en el hombro. Ahora tal vez me arrepiento.

Por eso, fue natural que el 29 de noviembre de 1966 el Gabo apareciera por mi apartamento en los Edificios Condesa, para que le tomara algunas fotografías que ilustrarían la solapa o la contraportada del libro que había terminado después de dos años de trabajo y estaba ya en manos de los editores. Llegó acompañado de nuestro mutuo amigo Guillermo Angulo, quien había sido mi maestro y en esos años manejaba su propia compañía cinematográfica en Bogotá. El saco que había escogido Gabo para aquella sesión era despampanante, y estuve tentado de sugerirle mejor una foto en camisa arremangada o prestarle una de mis chamarras, pero usaba la prenda con tal naturalidad que adiviné que la amaba, y así las fotos se hicieron a su manera. La foto era para Cien años de soledad, cuya edición se preparaba en Buenos Aires. Pero nadie sabía, quizá ni él mismo, lo que ese título significaría después en la historia de la literatura.

Diez años más tarde, el 14 de febrero de 1976, Gabriel García Márquez volvió a tocar el timbre de mi casa, ya por distintos rumbos, en la colonia Nápoles, para que le tomara otras fotografías. Esa vez lo notable no era el saco de cuadritos, sino el tremendo hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz, causada por el puñetazo que dos días antes le había propinado su colega y hasta ese momento gran amigo, Mario Vargas Llosa.

El Gabo quería una constancia de aquella agresión, y yo era el fotógrafo amigo y de confianza para perpetuarla. Claro que pregunté azorado qué había pasado, y claro también que Gabo fue evasivo y atribuyó la agresión a las diferencias que ya eran insalvables en la medida que el autor de La guerra del fin del mundo se sumaba a ritmo acelerado con el pensamiento de derecha, mientras que el escritor que años después recibiría el Premio Nobel seguía fiel a las causas de la izquierda. Su esposa, Mercedes Barcha, quien lo acompañaba en aquella ocasión luciendo enormes lentes ahumados, como si fuera ella quien hubiera sufrido el derechazo, fue menos lacónica y comentó con enojo la brutal agresión, y la describió a grandes rasgos: en una exhibición privada de cine, García Márquez se encontró poco antes del inicio del filme con el escritor peruano. Se dirigió a él con los brazos abiertos para el abrazo. ¡Mario! Fue lo único que alcanzó a decir al saludarlo, porque Vargas Llosa lo recibió con un golpe seco que lo tiró sobre la alfombra con el rostro bañado en sangre. Con una fuerte hemorragia, el ojo cerrado y en estado de shock, Mercedes y amigos del Gabo lo condujeron a su casa en el Pedregal. Se trataba de evitar cualquier escándalo, y el internamiento hospitalario no habría pasado desapercibido. Mercedes me describió el tratamiento de bistecs sobre el ojo, que le había aplicado toda la noche a su vapuleado esposo para absorber la hemorragia. Es que Mario es un celoso estúpido, repitió Mercedes varias veces cuando la sesión fotográfica había devenido charla o chisme.

Según los comentarios que recuerdo de aquella mañana, mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales entre Vargas Llosa y su esposa, Patricia, acogiendo sus confidencias. Como suele suceder, los consejos o comentarios de la pareja colombiana rebotaron hacia Vargas Llosa cuando este volvió al redil y se reconcilió con su esposa. Y lo que sea que se hubiese dicho o sucedido, el caso es que el peruano se sentía gravemente ofendido, y su furia la resolvió de aquella manera expedita y salvaje. Guarda las fotos y mándame unas copias, me dijo el Gabo antes de irse. Las guardé 30 años, y ahora que él cumple 80, y 40 la primera edición de Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda y otro de contundentes derechazos.
 
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