Infanta Pilar. Vanity Fair: "No voy a escribir mis memorias. Tendría que hablar mal de mucha gente"

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No voy a escribir mis memorias. Tendría que hablar mal de mucha gente"
Hablamos con la infanta Pilar de Borbón de sus célebres almuerzos, de Felipe VI y de cómo ha capeado el temporal en los últimos años. Los más críticos para la Casa Real
Por PALOMA SIMÓN

30 de julio de 2017 / 8:00
Lectura: 11 minutos
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Doña Pilar de Borbón posa en el hotel Meliá Castilla de Madrid.

© José Antonio Bernad

"Aún quedan cinco minutos”, advierte con firmeza cuando le indicamos que podemos empezar la entrevista. Ella está en la sala contigua reunida con dos colaboradoras de Nuevo Futuro, la ONG de la que es presidenta de honor. Carismática. Castiza. Espontánea. Son los adjetivos que suelen acompañar a esta mujer de melena plateada y vivaces ojos azules que hoy viste sastre pantalón y, como único accesorio, un bolso de tela diminuto que rebosa objetos. María del Pilar Alfonsa Juana Victoria Luisa Ignacia de Todos los Santos de Borbón y Borbón (Cannes, Francia, 30 de julio de 1936) es una mujer de carácter y físico imponentes. Tan contundente como amable. Directa. No se ha escondido nunca. Ni siquiera en los últimos tiempos.

El pasado mes de abril el escándalo de los papeles de Panamá salpicó a la infanta. Doña Pilar había mantenido una sociedad en el paraíso fiscal entre 1974 y 2014: Delantera Financiera, S.A. Emitió un comunicado en el que explicó que no había tenido ingresos “fuera del control de las autoridades fiscales” ni incumplido “ninguna obligación que exigiera la legislación tributaria española”. Pero sus aclaraciones no frenaron los titulares ni impidieron que algunos programas de televisión enviasen a los periodistas a hacer guardia en la puerta de su casa. “¡El escándalo lo han montado ustedes!”, espetó a un reportero. “La infanta Pilar no es miembro de la Familia Real, ni siquiera de la familia directa del Rey”, recordó un portavoz de Zarzuela.

—¿Se ha sentido maltratada en algún momento por la prensa?
—Yo no. Personalmente no. Tengo las espaldas muy anchas y no me afecta. Pero sé que han hecho daño a mucha gente inútilmente y sin estar informados, sin saber de lo que hablaban. Hay que informarse antes de hablar. ¿Ha visto, querida, alguna rectificación? Yo no mucho. Lo corrigen en la última página.
—¿Cree que se han utilizado las noticias referentes a su persona como un arma arrojadiza contra la Casa Real?
—No del todo, no mucho. Tampoco soy tan importante.
—Es hermana del rey Juan Carlos, y tía de Felipe VI...
—Sí, pero... No sé, es tu sitio en la vida. No puedo discutirlo. Lo tengo y lo vivo. Y ya está.
Doña Pilar ha venido a hablar de la 38 edición del Rastrillo de Nuevo Futuro, y hacia el Rastrillo reconducirá la charla entre anécdotas, recuerdos, confesiones y hasta citas filosóficas.
—¿Se permite juzgar al rey?
—¿Sabe lo que pasa? Que no puedo porque como decía, creo, Ortega y Gasset, es el hombre y sus circunstancias. Yo no puedo juzgar a una persona porque no estoy en sus mismas circunstancias. Como tampoco se mete nadie en cómo manejo mi casa. Con la familia a veces hay que tomar decisiones complicadas. Pero si las tienes que tomar, las tomas. Y ya está.

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© José Antonio Bernad
Los últimos años de la Casa Real española han estado marcados precisamente por las decisiones complicadas. Doña Pilar ha continuado impertérrita en su papel de hermana/cuñada/tía infalible y querida por todos. Es un referente. Su tradicional almuerzo de Navidad es la única cita a la que acude la Familia Real al completo. Si cumple 80 años van a agasajarla a Mallorca (esa fiesta propició por ejemplo una de las escasas ocasiones para ver a los eméritos juntos). Como han reseñado algunos medios, ejerce de pilar de la familia. Un rol al que se habituó de niña. Es la hermana mayor —de don Juan Carlos y de la infanta Margarita, duquesa de Soria—; la madre de familia numerosa que enviudó prematuramente. “Era muy simpático. Tuve una suerte… Luis era simpático y divertido. Y muy guapo. Eso ayuda siempre. Mis hijos todavía se acuerdan de él. Y yo, también”, me confía sobre su marido. Luis Gómez-Acebo y Duque de Estrada, uno de los impulsores de la llegada de la Colección Thyssen-Bornemisza a España. “Pues sí, se le ocurrió”, dice doña Pilar. “El barón estaba buscando un sitio donde ubicarla. Estaban detrás de él la Fundación Getty y la National Gallery de Londres y Luis dijo: ‘¿Y por qué no aquí? ¡Ah espera, que tengo que hablar con el rey!’. Y el rey contestó: ‘¡Ah espera, que tengo que hablar con Felipe González!’. Y Felipe González tuvo un gesto maravilloso que fue contestar: ‘Eso lo quiero hacer yo mientras sea presidente’. Y se hizo”. Gómez-Acebo falleció en 1991 a los 57 años de edad a consecuencia de una leucemia. Ella tenía 55. “Et oui”, contesta cuando le pregunto si se convirtió a la fuerza en el cabeza de familia. “Tres de mis cinco hijos eran menores de edad; otro acababa de cumplir los 18 y Simoneta, recién, esperaba su primer bebé. Tuve que poner orden, que es lo que toca cuando se pasa por una enfermedad larga. Pero él tenía una secretaria maravillosa que se lo sabía todo y me ayudó mucho. Y ya está”.

“Y ya está”. Doña Pilar recurre a menudo a esta coletilla para dar por zanjado un asunto. No es una mujer ceremoniosa, al contrario. Me lo confirma Josefina Sánchez Errázuriz, Pina, presidenta nacional de Nuevo Futuro. “Es muy, muy inteligente. Muy humana. Y tiene un ojo clínico para detectar a los pelotas. Somos amigas desde hace 40 años porque la trato como a una más”. La prensa ha recogido a menudo esa cercanía. Y una de las ocasiones para comprobarlo es precisamente el Rastrillo donde, dice, “he servido copas a media España. Me dijeron: ‘Tú te ocupas del bar’. Pues me ocupé del bar”.

La vida de doña Pilar ha estado consagrada a la infancia a través de esta organización, la primera de estas características de España, que hoy procura hogar a casi 2.000 niños en todo el mundo mediante una red de 116 hogares y centros. Y cada edición del Rastrillo es un acontecimiento social en el que la institución recaba hasta un 30 por ciento de su financiación total. Doña Pilar, que insiste en que ponga las líneas de metro y autobús que llegan al Pabellón de Cristal de la Casa de Campo que acoge el mercadillo, me cuenta entusiasmada las novedades de este año. “Vuelven los puestos de Argentina, con sus carnes, y Perú, que es uno de los favoritos de doña Sofía. Compra mucho y le encanta la artesanía. Tiene una vista... Yo creo que es Supermán, ve lo que no ha visto nadie. Le encanta que la dejen un poquito sola y yo me aparto para que no parezca que fiscalizo lo que compra. Que hace muy feo”.

—El año pasado por fin acudió don Juan Carlos...
—Calla, que no había venido nunca, el pobre. Y se nos presentó. Regaló varias prendas, que se subastaron, y estaba la gente encantada. Y él: ‘Pero si esto es grandísimo, si es estupendo’. Y yo: ‘Si ya te lo decía yo, que llevo no se cuántos años invitándote’. Se quedó muy agradablemente sorprendido, y veremos si este año puede venir.
—Y doña Letizia, ¿se dejará caer por primera vez desde la proclamación? —sí que lo hizo en varias ocasiones como princesa de Asturias—.
—Yo desde luego le voy a poner dos letras, con el programa.

Doña Pilar cree que es “estupenda” y que está “ayudando mucho a su marido”.

—¿Se puede, entonces, aprender a ser reina?
—Nadie nace reina. Si perteneces a una Familia Real es más fácil, porque estás enseñada desde que tienes dos años. Pero doña Letizia ha hecho un esfuerzo enorme y se ha aprendido el papel perfectamente. Y después, cada uno le tiene que dar su sello.

Cuenta que su abuela, la reina Victoria Eugenia, le dio este consejo: “La felicidad consiste en contar los momentos buenos y los malos. Se lo dijo un amigo suyo, un embajador francés. Y yo creo que es verdad. La felicidad en sí es raro que exista. ¡Siempre tenemos alguna pepla!”

Hija de los condes de Barcelona, no tendría que haberse aprendido ningún papel en el hipotético caso de haber optado al trono de España —o de Bélgica si se hubiese casado con el rey Balduino como, dicen, pretendía don Juan—. Pero su infancia y juventud distan mucho de los de una princesa al uso. Nació en Cannes. Don Juan y doña María de las Mercedes habían abandonado España en 1931 cuando se proclamó la II República. “Ustedes hablan del exilio, claro. Pero yo tuve una infancia maravillosa. Mi madre era un fenómeno. Era un hogar aquello. Que había una guerra, pues había una guerra. Que faltaban patatas, pues faltaban patatas. Mis padres eran maravillosos. Estrictos, eso sí, para las tonterías. Una vez le dije a mi papá: ‘No quiero ir al colegio porque tengo complejo de inferioridad’. Lo que tenía era un ataque de pereza brutal. Me contestó: ‘¿Complejo de inferioridad? ¡A que te doy!’. Si no estabas con 38 de fiebre ibas al colegio como un pepe”.

Desde Francia la familia recaló en Portugal. Allí la infanta estudió Enfermería. Y ejerció. “Tengo un diploma del Estado”. Llegó a España en 1967, tras su matrimonio con Luis Gómez Acebo. La pareja se instaló en Madrid. “Tuve que comprarme un mapa grande porque el callejero no me servía. Para todo iba a la Cibeles y, de ahí, a cualquier parte”, recuerda.

—¿Echa de menos la España de ayer?
—Pues no, ¿por qué? No soy capaz de comparar. Primero vivimos en la calle Padilla, en un piso pequeño. Después estaba esperando un bebé y nos mudamos a Somosaguas. Cuando murieron mis suegros, Luis heredó la casa de Puerta de Hierro, y allí seguimos. Y estoy muy contenta.

En ese chalé de Puerta de Hierro es donde se celebran las famosas reuniones familiares. “¡Hay cada uno! De repente uno de mis hijos avisa, ¡que voy con dos, con tres, que voy solo! Si vienen más de dos no le echamos ni agua a la sopa”, bromea. No hay temas prohibidos. “Lo único que no se admite es... ¡Pues no, se admite todo!”

—¿Qué sucede cuando se presenta don Juan Carlos?
—De vez en cuando me dice: “Oye, que voy a almorzar”. Y yo: “¡Que vienen no sé cuántos!”. “¡Pues voy pallá!”. Como siempre se presenta con una botella de vino maravillosa, pues es bienvenido.
—¿Qué le escandaliza? ¿Qué le sorprende?
—La crueldad inútil con los demás. El hablar mal de la gente inútilmente. Y en ello meto a la prensa. Hablan mal sin saber de lo que están hablando.

Tras un segundo de duda —Ay hija, ¡no se me ha ocurrido pensarlo!— admite que ha vivido “muchos momentos maravillosos. No sé. Uno de los sueños de mi familia era que volviera la monarquía a España. Yo creo que en España siempre ha funcionado. Esa ha sido una de mis grandes satisfacciones. Ver a mi padre contento. A mi hermano... Y ahora, mi sobrino”. Descarta escribir sus memorias: “Y le voy a decir por qué. Porque soy bastante malhablada y tendría que hablar mal de mucha gente que tiene hijos o nietos, o que incluso vive. ¿Y para qué hacer daño inútilmente?”. Asegura que no piensa, no discute y no habla de política, pero cuando saco el tema de la prohibición de los toros responde que “cada uno hace lo que quiere. A mí me gustan los toros y nadie tiene por qué discutírmelo. Dejé de ir porque me aburrían los del Siete, que protestaban por todo. ¡Vamos hija, que venimos a hablar del Rastrillo, no de los toros!”.

Si quieren verla en acción recuerden que hay dos líneas de metro —la 6 y la 10— y varias de autobús —las 31, 33, 36, 39 y 65— que les llevarán al Rastrillo. “Y el párking es gratis”. Allí, entre aristócratas, toreros, famosos... la infanta estará en su salsa. “Ahora tendremos a unos jóvenes, bueno, jóvenes para nosotras, que ya tienen sus años, que nos van a poner las pilas, sobre todo para mejorar el aspecto, que estaba un poco… trasnochado”. Entre ellos su hija, Simoneta, que pertenece al Comité Directivo de la ONG. Y sus nueras. Andrea Pascual, “que es bloguera, así que hablará de lo que sea de los blogs”. Y Winston Carney, “que sabe de decoración una barbaridad. Tengo mucha confianza en ella”.

—¿Sigue siendo la labor de Nuevo Futuro mal entendida?
—En todas las ONG hay alguien conocido. A nosotras nos han dado un poco de lado. Me dio mucha pena cuando pedimos el Príncipe de Asturias para Menchu Herrero, la fundadora, que se estaba muriendo la pobre. Pero se lo dieron a otra persona .
—¿Qué le hubiera gustado hacer y no ha podido?
—Una tontería. ¡Tirarme en paracaídas!
 
Última edición por un moderador:
Doña Letizia ha hecho un esfuerzo enorme y se ha aprendido el papel perfectamente.
Esto no se lo cree ella ni borracha, lo ha dicho simplemente para quedar bien.

Y después, cada uno le tiene que dar su sello.

El sello de Letizia es la mala educación y la vulgaridad en estado puro.
 
La monarquía en España funciona.... Pero que granuja está hecha.jajajajjaj.El problema es que el pueblo español,aguanta lo que le echen.Aguantó durente siglos unas monarquías absolutista.Aguantó una dictadura muy dura y actualmente aguanta una monarquía vulgar,ociosa e impuesta.
Quien dijo que cada pueblo tiene lo que se merece???.quien lo dijo en el caso español dio en el centro de la diana :D:D
 
es estupenda dice, la sobrina política la conzorte inepta de ezpaña?? mejor calle, calle. no diga burradas.... que se ha aprendido el papel perfectamente?? a callar, está usted mejor.
 
Y cuándo van a escribir sobre esta presunta mangante durante 40 años y su familia, al amparo de la inviolabilidad de su hermano el gran Juan Carlos de todas las comisiones y negocietes estando presuntamente al servicio de los españoles?
 
La monarquía en España funciona.... Pero que granuja está hecha.jajajajjaj.El problema es que el pueblo español,aguanta lo que le echen.Aguantó durente siglos unas monarquías absolutista.Aguantó una dictadura muy dura y actualmente aguanta una monarquía vulgar,ociosa e impuesta.
Quien dijo que cada pueblo tiene lo que se merece???.quien lo dijo en el caso español dio en el centro de la diana :D:D
"Cada pueblo tiene el gobierno que se merece". Simón Bolívar, dixit.

Saludos.
 
Esta señora, ni nadie de esta familia, diría nada de la susodicha a alguien de fuera. Lo bueno sería oir sus comentarios cuando no hay extraños.
 
Esta señora, ni nadie de esta familia, diría nada de la susodicha a alguien de fuera. Lo bueno sería oir sus comentarios cuando no hay extraños.
No lo harán jamás, la vidorra que se han pegado, se pegan y se pegaran, ella y todos sus hijos y sobrinos depende de que el tonto de su sobrino rey siga siéndolo.
 
No lo harán jamás, la vidorra que se han pegado, se pegan y se pegaran, ella y todos sus hijos y sobrinos depende de que el tonto de su sobrino rey siga siéndolo.
Lo que dices es cierto, pero aparte eso... lo que yo quería decir es que delante de... EXTRAÑOS...esa gente no habla de los "suyos"..así les odien.....y es lo que se llama..."frente unido ante el enemigo"...cosa que también he visto entre algunos nobles que conocí al oir hablar de escándalos que gente de su círculo social protagonizaron.
 
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