Importancia de las primeras damas
Me desayuno esta mañana con una encuesta realizada por el Instituto Francés de Opinión Publica (IFOP) sobre la importancia de las Primeras Damas y de si son realmente necesarias. Aunque se centra únicamente en las castellanas del Elíseo, desde la ejemplar Yvonne de Gaule hasta la actual, la actriz Julie Gayet, compañera de M. Hollande, la encuesta viene a reavivar la polémica en torno a la importancia de las "first ladies".
Muchas amigas, feministas o semifeministas ellas, se ponen de mal humor cuando ven a un grupo de aborregadas mujeres de mandatarios extranjeros visitando las escuelas públicas del país en el que sus maridos toman parte de un congreso. Se preguntan: ¿acaso es necesario que estas señoras tengan que acompañar a sus maridos en esos viajes haciendo un papel tan poco lucido y anticuado?
En países como Francia hasta la llegada de M. Hollande al poder con la confusión creada por su cambio de 'partenaire' en pleno mandato, es decir de Trierweiler a Gayet, las primeras damas desde Eugenia de Montijo han sido siempre de vital importancia. Sobre todo por su apoyo a las bellas artes o las suntuarias, la moda y las empresas de lujo franceses que exportan sus objetos de deseo a todo el globo y recaudan millones de millones de euros.
Mi amigo el diseñador Hannibal Laguna recuerda siempre la llegada del séquito de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni a Barajas llevando portatrajes blancos que rezaban Dior, Chanel y Alaïa. Era un reclamo viviente de esas 'maisons de luxe' que llevan desde mediados del siglo XIX triunfando en todo el mundo, un pequeño 'statement' de la Gloire o la Grandeur de la France.
Lo malo de las mujeres de presidentes es que no todas son adecuadas. En los Estados Unidos todo el mundo recuerda a Jacqueline Bouvier Kennedy y de cómo le devolvió su esplendor a la Casa Blanca. Pocos recuerdan a Mamie Einsehower o Ladybird Johnson, por ejemplo, tan solo a Betty Ford por su clínica de desintoxicación.
Lo bueno de una monarquía es que evita tener a esas primera damas anodinas y, a veces, incómodas. Las reinas de Inglaterra y Dinamarca no dejan indiferentes a nadie y las consortes de Bélgica, España, Holanda, Luxemburgo, Noruega o Suecia tampoco, ya que hacen su papel de representación perfectamente y su relevo goza de una enorme popularidad.
Cuando algún republicano me habla de abolir la monarquía, le digo a lo que se expone, tener una primera dama que no sepa comportarse. Que sea poco popular como Ana Botella o que directamente "pase" de ese papel como lo han hecho las mujeres de Presidentes de Gobierno españoles como Sonsóles Espinosa o "Viri" Fernández, a la que llaman la "esposa invisible de Moncloa".
http://www.elmundo.es/yodona/blogs/grand-class/2016/05/25/importancia-de-las-primeras-damas.html
Muchas amigas, feministas o semifeministas ellas, se ponen de mal humor cuando ven a un grupo de aborregadas mujeres de mandatarios extranjeros visitando las escuelas públicas del país en el que sus maridos toman parte de un congreso. Se preguntan: ¿acaso es necesario que estas señoras tengan que acompañar a sus maridos en esos viajes haciendo un papel tan poco lucido y anticuado?
En países como Francia hasta la llegada de M. Hollande al poder con la confusión creada por su cambio de 'partenaire' en pleno mandato, es decir de Trierweiler a Gayet, las primeras damas desde Eugenia de Montijo han sido siempre de vital importancia. Sobre todo por su apoyo a las bellas artes o las suntuarias, la moda y las empresas de lujo franceses que exportan sus objetos de deseo a todo el globo y recaudan millones de millones de euros.
Mi amigo el diseñador Hannibal Laguna recuerda siempre la llegada del séquito de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni a Barajas llevando portatrajes blancos que rezaban Dior, Chanel y Alaïa. Era un reclamo viviente de esas 'maisons de luxe' que llevan desde mediados del siglo XIX triunfando en todo el mundo, un pequeño 'statement' de la Gloire o la Grandeur de la France.
Lo malo de las mujeres de presidentes es que no todas son adecuadas. En los Estados Unidos todo el mundo recuerda a Jacqueline Bouvier Kennedy y de cómo le devolvió su esplendor a la Casa Blanca. Pocos recuerdan a Mamie Einsehower o Ladybird Johnson, por ejemplo, tan solo a Betty Ford por su clínica de desintoxicación.
Lo bueno de una monarquía es que evita tener a esas primera damas anodinas y, a veces, incómodas. Las reinas de Inglaterra y Dinamarca no dejan indiferentes a nadie y las consortes de Bélgica, España, Holanda, Luxemburgo, Noruega o Suecia tampoco, ya que hacen su papel de representación perfectamente y su relevo goza de una enorme popularidad.
Cuando algún republicano me habla de abolir la monarquía, le digo a lo que se expone, tener una primera dama que no sepa comportarse. Que sea poco popular como Ana Botella o que directamente "pase" de ese papel como lo han hecho las mujeres de Presidentes de Gobierno españoles como Sonsóles Espinosa o "Viri" Fernández, a la que llaman la "esposa invisible de Moncloa".
http://www.elmundo.es/yodona/blogs/grand-class/2016/05/25/importancia-de-las-primeras-damas.html
