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LAS FOTOS DE LOS LECTORES

La ruta de Las Hoces del río Rudrón

La senda es una maravilla de roquedales, cañones, valles profundos, desfiladeros y es ideal para observar a los buitres que aquí anidan, crían y se dejan ver en el paisaje

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María Asunción García Montes
04/08/2020 - 06.00h.

Los ríos Ebro y Rudrón labran, en el norte de Burgos, uno de los cañones y desfiladeros más abruptos y bellos de la Península.

Nos centraremos en este pequeño reportaje en la ruta de Las Hoces del río Rudrón, en Hoyos del Tozo ( Burgos).

La senda es una maravilla de roquedales, cañones, valles profundos, desfiladeros y las aguas del río Rudrón ofrecen su música cantarina y fresca al caminante.

Además es un lugar ideal para los buitres que allí anidan, crían y son visibles en determinadas épocas del año.

Existen también gran variedad de especies arbóreas y numerosas aves pequeñas: tórtolas, ruiseñores, oropéndolas...

Conozcamos este prodigio de la naturaleza y escuchemos caminando en silencio todos los sonidos, abriendo bien los ojos a las espectaculares vistas que nos ofrece.

Rico paisaje boscoso de Las Hoces del río Rudrón.

Rico paisaje boscoso de Las Hoces del río Rudrón. (María Asunción García Montes / MAGM)
Cañones y desfiladeros conforman el entorno de Las Hoces del río Rudrón.

Cañones y desfiladeros conforman el entorno de Las Hoces del río Rudrón. (María Asunción García Montes / MAGM)
Vista de Las Hoces del río Rudrón.

Vista de Las Hoces del río Rudrón. (María Asunción García Montes / MAGM)
Característica silueta de Las Hoces del río Rudrón.

Característica silueta de Las Hoces del río Rudrón. (María Asunción García Montes / MAGM)

 
El «boom» turístico del deshabitado escenario de «El Pueblo»
Valdelavilla (Soria) recibe cada fin de semana cerca de 150 visitantes que buscan descubrir Peñafría

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El Pueblo - Telecinco

Helena Cortés
MADRID
Actualizado:14/08/2020 01:31h


Hasta hace unos meses, los habitantes de la comarca Tierras Altas de Soria no sabían lo que era hacer cola en la gasolinera o en el supermercado. Pero desde que la pedanía de Valdelavilla se ha convertido en Peñafría, el enclave donde viven los protagonistas de «El Pueblo» (Telecinco y Amazon Prime Video), reciben cada fin de semana a cerca de 150 curiosos dispuestos a conocer las localizaciones de la popular comedia creada por los hermanos Caballero. «Las visitas aumentaron en vísperas de la pandemia. En la desescalada estuvo más tranquilo, pero desde mediados de julio hasta ahora viene mucha gente», cuenta Raquel Soria, técnica de desarrollo rural de la mancomunidad de Tierras Altas. «Salir en una serie es una promoción de lujo. Luego el paisaje es espectacular y todos los que vienen se quedan alucinados con el entorno».

«La mayoría de los que visitan el pueblo son jóvenes o adolescentes que arrastran a sus padres. La parte de los escenarios de la serie se lo saben los chicos mejor que los guías. Buscan el prado del “Ovejas”, las ruinas de la cobertura...», cuenta Alfredo Tundidor, encargado de la agencia Viajes Tundidor/Soria Vacaciones, que prepara rutas por la zona. «Estamos muy contentos, porque esto es un puntazo para este desierto demográfico», añade. Intentan que los turistas que llegan atraídos por la serie a esta comarca que vive de la agricultura y la ganadería disfruten también de otros atractivos del lugar, como las rutas de la trashumancia, etnográficas e icnitas. Antes que «El Pueblo», en esos parajes se rodaron también películas como «Total» y «El cielo gira».

El propio Valdelavilla, hoy propiedad de la Caja Rural de Soria, tiene su propia historia al margen de la serie. Deshabitado desde los años sesenta, los vecinos, con la ayuda de la entidad, comenzaron a rehabilitarlo para convertirlo en un complejo de turismo rural. Allí, según cuenta Carlos Martínez, presidente de la Caja, iban expediciones de trabajadores de grandes empresas a aislarse. Después, Valdelavilla se convirtió en un pueblo inglés, el primero de la academia Vaughan. Años más tarde, este enclave serrano volvió a reinventarse como lugar para celebrar eventos y bodas. Hasta que Contubernio, la productora de «El Pueblo» dio con el municipio en 2018 gracias a la mediación del director soriano Roberto Monge. Y alquiló el pueblo entero. «Necesitaban un lugar aislado, sin interferencias, con las infraestructuras necesarias para poder trabajar. Por ejemplo, pusimos una torre de comunicaciones para que hubiera cobertura», recuerda Javier Gracia, director del área de participadas e inmuebles de la Caja Rural de Soria. «Han sido muy generosos permitiendo las visitas durante todo el año, excepto cuando graban», añade el gerente. Al parecer, el equipo de «El Pueblo» está a gusto en Valdelavilla, ya que han renovado el contrato para grabar allí en 2021 y 2022.

«De todas las aventuras, esta es sin duda la que más vida ha dado a la zona», apunta Martínez. «Acostumbrados a la tranquilidad, imagínate lo que es un rodaje. Muchos vecinos, además, participan como extras», admite Raquel Soria. Todos esperan que «El Pueblo» ayude a olvidar en la comarca los efectos económicos de la pandemia.

 
La prisión natural del Capolatell
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El carácter aislado e inexpugnable de la Sierra de Busa dio pie a su utilización como campo de instrucción militar durante la Guerra del Francés y generó una leyenda


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La prisión. (Josep Mª Coll / JMC)

REDACCIÓN, LLEIDA
15/08/2020 06:00


“La prisión natural del Capolatell se encuentra en la Sierra de Busa, en la comarca leridana del Solsonès”, describe Josep Mª Coll a la hora de compartir su reportaje en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia.

“Rodeada de acantilados, el único acceso es una pasarela metálica”, indica el autor, quien adjunta una imagen de este puente.

La pasarela que une la Serra y la prisión.

La pasarela que une la Serra y la prisión. (Josep Mª Coll / JMC)

“La parte más occidental de la roca nos da unas fantásticas vistas del pantano, el valle, las sierras y las montañas que la rodean”, destaca el lector.

El carácter aislado e inexpugnable de este lugar dio pie a su utilización como campo de instrucción militar durante la Guerra del Francés.

Santuario de la Vall de Lord.

Santuario de la Vall de Lord. (Josep Mª Coll / JMC)

El Capolatell, más conocido como “la cárcel”, se asocia con el concepto de prisión con motivo de su uso para aislar prisioneros durante esta contienda bélica.

Cartel informativo de la prisión del Capolatell.

Cartel informativo de la prisión del Capolatell. (Josep Mª Coll / JMC)

El paraje natural de la Sierra de Busa se ubica al sur de la Sierra de los Bastets. Parece inaccesible debido a las agrestes paredes de formas montserratinas que forman su paisaje.

Serra de Busa y prisión.

Serra de Busa y prisión. (Josep Mª Coll / JMC)

El punto más elevado es la cima del Cogul (1.526 metros), en el Serrat de les Graelles.

El pueblo de Sant Llorenç y el Port del Comte

El pueblo de Sant Llorenç y el Port del Comte (Josep Mª Coll / JMC)


La Sierra de Busa forma una amplia meseta, llamada el Pla de Busa. Cortado por todos lados por altos riscos, se extiende desde la Valldora, a levante, hasta el valle del Cardener, a poniente.

La Llosa del Cavall.

La Llosa del Cavall. (Josep Mª Coll / JMC)

En realidad, forma como una isla natural sobre los peñascos de la Sierra de Busa, donde destaca la presencia de la casa Rial, única masía aún habitada de forma permanente (a mediados del siglo XVIII la parroquia tenía 63 habitantes) y la iglesia parroquial de San Cristóbal (con dintel del 1758).

Subiendo por la ladera sur, encontramos el magnífico mirador que forman la iglesia y el castillo de Besora.

La prisión.

La prisión. (Josep Mª Coll / JMC)

 
De Castro Urdiales a Santander: kilómetros de playas salvajes, acantilados y bosques sublimes

RUTA DE LA ANCHOA

La costa cantábrica es el reino del 'Engraulis Encrasicolus', uno de los manjares culinarios más apreciados de nuestro mundo


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La playa del Camello, en Santander, uno de los puntos por descubrir en la ruta por la costa cantábrica German Vidal / Getty Images

Vamos a empezar afirmando que anchoa, boquerón, bokeron, bocarte, aladroc, longoron o seitó son la misma especie de pescado azul cuya medida suele oscilar entre los 15 a 25 centímetros de largo. Solo los diferencia la forma de elaborarlos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la anchoa es un boquerón cuando se ha procesado en salazón con aceite de oliva. Aunque se mueven en grandes bancos a 100 metros de profundidad, en los meses de primavera y verano ascienden a la superficie para buscar aguas más templadas y reproducirse. En ese momento su grasa corporal aumenta y es cuando son capturadas y llevadas a tierra firme en alguno de los puertos de Cantabria.

También hay que señalar que, curiosamente, a principios de siglo XX la anchoa era despreciada en estos mares. Era lo que se denomina morralla. Los pescadores cántabros únicamente les interesaban para usarlas como cebo para atraer besugos. Hasta que en 1880 unos salazoneros sicilianos llegaron a Santoña y ascendieron a este pescado a la altura gastronómica que ostenta hoy en día: Cantabria es líder en las conservas de anchoa. Entre Laredo, Santoña y Castro Urdiales concentran el 80 por ciento de la producción nacional. Este viaje por la costa oriental de Cantabria está pensada precisamente para degustar smejante delicia de los bravos mares del norte, pero también para explorar un litoral hermosísimo y carismático de grandes acantilados, playas salvajes, antiguos faros, marismas y bosques sublimes. Es el reino de la anchoa.

1. Castro Urdiales y el faro del Castillo de Santa Ana

A algo más de 30 kilómetros de Bilbao y pegado a la frontera con el País Vasco, Castro Urdiales es una de las poblaciones más bonitas de Cantabria. Ojo, no es un pueblo, es una villa. Lo ideal es dar un paseo a lo largo y ancho de su casco viejo y reconocer una historia que se levanta desde hace 800 años sobre una península rocosa. Allí, junto al puente romano, se muestra orgulloso el castillo medieval junto a la iglesia de Santa María de la Asunción, ejemplo de la arquitectura gótica cántabra del siglo XIII, y la ermita de santa Ana. En el interior se construyó en 1853 un faro –a 49 metros sobre el nivel del mar-, cuya maquinaria ocupó la capilla. Es posible subir hasta lo más alto del faro y contemplar las vistas del oleaje intentando abrirse paso entre los inexpugnables muros que defienden la ciudad.

Castro Urdailes, Spain - May 4, 2015: Castro Urdiales is a fishing village and resort in northern Spain, close to Bilbao.  It is located in the autonomous community of Cantabria, on the Bay of Biscay. Local landmarks include the Gothic-style parish church of Santa María de la Asunción, dating from the Middle Ages. The protected harbour has fishing pleasure boats moored in its protected waters.

El puerto de Castro Urdiales, punto de partida de la ruta Dougall_Photography / Getty Images

Dónde comer una buena ración de pinchos y anchoas: en el histórico Bar La Fuente (Calle Nuestra Señora, 8) donde, por cierto, también bordan la tortilla de patatas.

2. La kilométrica Playa de la Salvé

La costa desde Castro a Laredo, dos de las principales poblaciones al este de Cantabria, es espectacular, feroz, donde los acantilados protegen a pequeñas cales vírgenes que descansan silenciosas entre el rumor del mar que entra y sale sin descanso. Cantabria dispone en total de 285 kilómetros de costa y alterna todo tipo de playas. Hay para todos los gustos. Las hay para surfear, familiares, pequeñas y salvajes, nudistas o también algunas urbanas. La Salvé probablemente no sea de las playas más bonitas de Cantabria. Pero sí que podría ser una de las playas largas –cuenta con más de 4.000 metros- más recomendables de nuestro país. Al que le guste los espacios amplios, la arena fina, las dunas, bañarse con seguridad – el monte buciero la protege de las ventoleras traicioneras – y quedarse al atardecer a contemplar una puesta de sol, ésta es su playa.

Playa de La Salvé, Laredo (Cantabria)

Playa de La Salvé, en Laredo Flickr

3. Las marismas de Santoña

Si camináramos en línea recta hasta el final de la playa de Laredo, nos toparíamos con la desembocadura del río Anson, que forma la bahía de Santoña. Cabe la opción de cruzar la ría –son 2 kilómetros vía mar–con una barcaza. Vale la pena por las vistas a ambos lados. El parque Natural de Santoña, Victoria y Joyel está allí mismo. Es un tesoro natural. Se trata de uno de los humedales más extensos del norte de la Península y es un lugar severamente protegido donde cada año, entre septiembre y enero, se pueden avistar diversas especies de aves migratorias: El escribano nival, el zarapito real, los colimbos, cormoranes chorlitos, espátulas, garzas reales y patos. Los acantilados de la Punta del Fraile del Monte Buciero son aprovechados por muchas de estas aves como refugio durante su camino y utilizados como lugar de cría.

4. El mítico Monte Buciero

A veces, hay detalles que pasan desapercibidos. Son grandes y hermosos pero no somos conscientes de su importancia hasta que los vivimos en primera persona. Es el caso del Monte Buciero. De hecho, en días claros se puede ver desde el monte Igueldo, en San Sebastián. Su historia ha marcado la personalidad de los lugareños hasta hoy en día: yacimientos prehistóricos, naufragios catastróficos, escondrijos secretos, salientes y ensenadas... Sus 378 metros de altitud caen precipitadamente desde el pico Ganzo hasta la orilla.

En la actualidad es un lugar simbólico, ineludible, un cruce de rutas para senderistas y peregrinos que hacen el camino de Santiago por el norte. En lo alto del monte, entre bosques de encinas y madroños, se mantienen como en estado de alerta tres estructuras militares defensivas: son los fuertes de Santoña, considerados Monumentos Históricos y Bienes de Interés Cultural. Al sur, protegiendo la bahía, los Fuertes de San Carlos y San Martín uno al lado del otro. Y al norte, el Fuerte de Napoleón, vigila la playa de Berria, otra de las playas a poner en la lista de favoritas.

5. La lonja, el viaje de la anchoa

Ya hemos hablado de la curiosa transformación de la anchoa desde sus orígenes como insignificante cebo para besugos hasta alcanzar su actual estatus de boccato di cardinale. Del mar a la lonja, y de la lonja a nuestro paladar. Y en este largo viaje que hace la anchoa, ha sido fundamental el trabajo artesanal de las mujeres que, con sus manos, han descabezado y eviscerado el pescado, lo han salado, extraído las espinas, cortado la cola, recortado las barbas sobrantes y añadido el aceite. Todo un arte. Pero, ojo, no todas las anchoas son aptas. Aquí el tamaño importa, y mucho. Solamente se seleccionan las que pueden aportar dos grandes filetes carnosos, con abundante grasa, esponjosos y que contengan el punto de sal justo. Para respirar toda esa cultura, una excelente sugerencia es pasear por el puerto de Santoña y entrar en la lonja de pescado. El aire desprende un sutil aroma a salazón, esencia de estas tierras.

Degustación y cata de la anchoa: un buen lugar para tomarse un aperitivo es la Anchoateca La Mutua (Calle Alfonso XII, 4), donde te sirven las mejores conserveras para experimentar y aprender los diversos matices, el aroma, el sabor y la textura de esta delicatessen.

5. Los acantilados de Langre

El tramo de carretera que hay entre Santoña y Ribamontán al Mar, al este de Santander, no alcanza los 25 kilómetros. El punto más septentrional de la comunidad cántabra es el cabo de Ajo y, a partir de ahí, cuando nos adentramos en Ribamontán al Mar, se alarga una costa plagada de espectaculares e imponentes acantilados, entre las que sobresale altiva la playa de Langre, de la que se comenta es la más bonita de Cantabria por sus formidables vistas. Su ubicación a los pies de un acantilado vertical de 25 metros, hace que solo se pueda acceder a través de unas escaleras empinadas. Es un espacio sosegado, incluso místico.

Pruébalo: si te mantienes en silencio un rato, incluso podrás escuchar el rumor del mar envolviendo la playa. Recogida entre amplias praderas de un verde intenso, a ella suelen acudir surfistas (a causa de un oleaje muy favorable) y nudistas. Antes hay otras playas aconsejables. Si te gusta mover las piernas y aspirar brisa marina, existe una cómoda ruta señalizada para recorrer la zona de acantilados andando o en bicicleta de montaña. Por cierto, hay una pequeña excursión que vale la pena hacerla a pie entre la coqueta playa de La Canal, en Galizano, hasta la cueva de Cucabrera, una cavidad excavada en la roca del litoral.

Acantilados Langre

Acantilados de Langre
Raquel Quelart Gomez

6. Surf en Somo

Después de Langre, siguiendo la costa rumbo oeste, aparece otro de los lugares sagrados de Cantabria: la playa de Somo, ubicada en la entrada de la bahía de Santander. Y no es un decir lo de sagrada. Hay que pensar que es una de las primeras Reservas de surf declaradas en España. Desde el año 2013 están protegidas para los amantes de este deporte. Tanto es así, que está dividida en tres tramos, cuyas condiciones son diferentes y permiten que puedas elegir en función de tu nivel con la tabla: la zona más oriental expuesta al océano y con la isla de Santa Marina de fondo, la parte central ideal para surfistas ya algo avanzados y, por último, la que toca con la bahía de Santander, muy adecuada para los que quieran surfear en invierno. Por cierto, si quieres aprender a manejar la tabla, tienes numerosas escuelas para escoger en las diversas playas.

7. La bahía de Santander de noche
Bahía de Santander

Bahía de Santander con la península de la Magdalena Getty Images

No hay que irse nunca de Cantabria sin admirar una de las bahía más preciosas que existen. Y no es una exageración. Encerrada en sí misma y rodeada de pequeñas islas, la panorámica desde el paseo marítimo no deja indiferente a nadie. Lo más aconsejable es partir desde el pintoresco barrio de Puertochico. Es un placer visitar Santander a pie. Una propuesta a subrayar en este recorrido por los paisajes del Cantábrico es acercarse a la península de la Magdalena y sentarse en uno de los bancos de su mirador. La panorámica por la noche es fabulosa: la isla de Mouro, la entrada a la bahía de Santander y cabo de Ajo, al fondo. Todo iluminado. Se trata de un lugar imprescindible para ver amaneceres y anocheceres. Eso sí, ya que estamos en la bahía de Santander, no hay que perderse el Centro Botín –inaugurado en 2017 -, un museo de arte parcialmente suspendido sobre el mar, que fue diseñado por el arquitecto y premio Pritzker Renzo Piano.

8. Despedida 3 estrellas en el Cenador de Amós

De esta ruta hay que marcharse sí o sí con un buen sabor de boca. Y si es de anchoa, mejor todavía. Y es que a estas alturas del viaje, si el presupuesto nos acompaña, merece la pena darse un homenaje de esos apoteósicos. A escasos 20 kilómetros al sureste del centro urbano de Santander está la población de Villaverde de Pontones. Allí, en una casona solariega del siglo XVIII, el chef Jesús Sánchez sirve uno de los mejores bocartes (ya sabes, boquerón, anchoa, depende de cómo se haga...) del planeta. De hecho, antes de sentarte, te dan una vuelta por el obrador de panadería, donde te dan a probar un pan de altísima calidad y una excelente anchoa cántabra (un producto que el cocinero ha cuidado siempre especialmente). El paladar se vuelve loco de alegría. Un sabor sencillo, tradicional, generoso, suculento. Hay que tener en cuenta que el Cenador de Amós es uno de los 11 restaurantes españoles que lograron hacerse con 3 estrellas Michelin este año 2020. Puedes elegir entre tres menús, que van desde los 89 euros a los 157 euros -el más barato sólo se sirve a mediodía-, y los platos que van desfilando son para llorar de emoción: desde la merluza en salsa verde, el carabinero con cilantro y mango o la ensaladilla rusa y caviar. Y es que un día es un día.

 
Así es el misterioso pueblo en ruinas en el que pudo basarse Jonathan Swift en Los viajes de Gulliver
La población de Majunik, en Irán y conocida como «Lilliput Village», se extinguió hace años pero la arquitectura local atrae cada día a más turistas

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Ruinas de la aldea de Majunik

Paloma Santamaría

Actualizado:18/08/2020 01:34h

Cerca de la frontera con Afganistán, en la provincia de Khorasan (Irán) se encuentra un lugar que parece salido de un cuento y no precisamente por la belleza de su paisaje o por sus construcciones palaciegas. La aldea de Majunik -o Makhunik- esconde entre los muros de adobe y piedra de sus casas el enigma de sus habitantes. Conocida como «Lilliput Village», en honor a Jonathan Swift, en este remoto rincón se encuentra una aldea -de unas doscientas casas- donde, hasta hace un siglo, sus habitantes se caracterizaban por su baja estatura.

Han sido las características de la arquitectura de la pequeña localidad lo que han convertido a Majunik en un destino mundialmente conocido. Las construcciones se caracterizan por su poca altura con entradas angostas donde no es posible entrar sin agacharse. En concreto, se trataría de entre setenta y ochenta casas con una altura inferior a los dos metros, con techos que solo alcanzan los 140 centímetros.

Habitantes de un metro
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Aunque hoy en día la población de enanos apenas existe, durante años los habitantes mantuvieron la baja estatura, -alrededor del metro de altura-, por factores relacionados, sobre todo, con la alimentación. La falta de proteínas y vitaminas en la dieta diaria y los residuos de mercurio en el agua potable unido a los matrimonios consanguíneos contribuyeron a crear una población de enanos.

El pueblo acoge a unos 8.000 viajeros nacionales y unos pocos cientos de turistas extranjeros por año, según datos de la Organización de Patrimonio Cultural, Artesanía y Turismo. Sin embargo algunos expertos creen que la arquitectura única de la aldea y sus antecedentes históricos aún son potenciales sin explotar para el turismo. La restauración de muros y espacios internos, el refuerzo de cimientos y techos y la modificación de los canales de agua están entre los planes de rehabilitación.

Cuerpo momificado de 25 cm de largo
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En 2005, Majunik apareció en las noticias cuando se desenterró un cuerpo momificado de 25 cm de largo. Se fomentó ampliamente la creencia de que esta remota región fue una vez hogar de enanos antiguos. Estudios posteriores, sin embargo, concluyeron que la momia era en realidad un bebé prematuro que murió hace unos 400 años.

 
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El Faro de Favàritx es el primer faro que se construyó con torre de hormigón en la isla de Menorca. Está situado en el extremo noroeste de la isla, a unos 20 kilómetros de la localidad de Mahón, a la que pertenece.

Su torre se eleva a una altura de 28 metros y toda su fachada está decorada con una banda en espiral de colores negro y blanco. Esto, junto al entorno agreste en el que se encuentra, le otorgan un aspecto muy peculiar. Por este motivo, el Faro de Favàritx es uno de los más visitados de Menorca.

Este faro se encuentra situado a una altura de 47 metros sobre el nivel del mar y emite grupos de dos y un destello cada quince segundos, que se pueden ver a 16 millas náuticas de distancia.

Si te apetece conocer la historia y la gastronomía de Mahón y descansar unos días en familia, reserva ya aquí.

Historia del Faro de Favàritx

La gran cantidad de naufragios que ocurrieron durante el siglo XX motivaron la edificación del Faro de Favàritx, en el que se utilizaron los restos del Faro de Sant Carles, que había sido derribado por encontrarse en una zona de prácticas militares.

Con el anterior Faro de Sant Carles no cesaron las constantes desgracias marítimas, así que se decidió llevar a cabo la construcción del Faro de Favàritx y del Faro de Punta Nati para completar la iluminación de toda la costa norte de Menorca.

Faro de Favàritx

Faro de Favàritx | Fuente: Flickr – Valentos SG

Las obras del Faro de Favàritx comenzaron en julio del año 1917. No obstante, los numerosos problemas económicos y las vicisitudes que surgieron a causa de la propiedad del terreno en el que se iba a edificar hicieron que las obras no terminasen hasta 1922.

Inicialmente, el faro funcionaba usando el petróleo como fuente de alimentación. En cambio, se terminó electrificando al igual que el resto de faros de la isla en el año 1971.

Entorno del Faro de Favàritx

El Faro de Favàritx se encuentra en el interior del Parque Natural de S’Albufera des Grau, que fue catalogado como Parque Natural en el año 1995. En este lugar la vegetación apenas existe. En cambio, sus rocas de color oscuro crean un paisaje muy peculiar.

Justo antes de llegar al Faro de Favàritx nos encontraremos con el Cós des Síndic, que es un estanque de lluvia que se forma temporalmente durante los periodos más fluviales. Este estanque se encuentra cerrado a la circulación rodada para tratar de no estropear sus valores ecológicos.

Por otro lado, el Faro de Favàritx es el punto de partida para llegar a dos de las playas más impresionantes de la isla de Menorca: la Cala Presili y la Cala Tortuga.

Faro de Favàritx

Faro de Favàritx | Fuente: Flickr – Gorka Valencia

Si nos detenemos antes de llegar al Faro de Favàritx, a nuestra derecha, daremos con el final de la etapa 2 del Camí de Cavalls Es Grau – Cap de Favàritx. Desde este punto, podemos desviarnos siguiendo las indicaciones del Camí de Cavalls en dirección a la Playa de Es Grau.

Tan solo nos llevará quince minutos llegar a la Cala Presili, que encontraremos a mano derecha. Si continuamos unos quince minutos más, llegaremos a la Cala Tortuga. Ambas playas cuentan con unas preciosas vistas.

Faro de Favàritx

Faro de Favàritx | Fuente: Faros de Baleares

Cómo llegar

Este faro está situado en el Cabo de Favàritx. Para acceder a él desde la localidad de Mahón, tendremos que tomar la carretera de Fornells y, después de recorrer unos ocho kilómetros aproximadamente, nos encontraremos un desvío a la derecha que nos llevará al Faro de Favàritx.
 
El pequeño castillo irlandés del lago de los cisnes
El lago Oughter, que rodea la singular fortificación, es hogar de los cisnes cantores durante los meses de invierno


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Hay muchas ubicaciones de postal con las que soñar con un futuro viaje a la Isla Esmeralda, pero este es uno de los más bellos. El singular castillo de Cloughoughter, situado en una pequeña isla en mitad del lago Oughter, en el condado de Cavan, parece haber sido condenado a estar aislado del mundo para proteger algún preciado tesoro. Esta fortaleza circular, en parte ya en ruinas, aporta a este paisaje de postal un toque mágico y bucólico que lo convierten en uno de los enclaves más especiales de Irlanda.

Lo rodean unas aguas muy especiales pobladas por distinguidos y elegantes invitados de gran belleza. El lago es en los meses de invierno el hogar de aproximadamente el 3% de la población de cisnes cantores de toda Europa. Sin duda un paisaje de cuento para príncipes y princesas que lo poblaron en tiempos pasados.

El castillo, que data de principios del siglo XIII, está en una isla artificial. Una característica que siempre sorprende a los visitantes es la densidad de los muros del castillo, que presentan una inusual forma circular, quizá eso es lo que le ha ayudado a superar el paso del tiempo.

Histórico Reino de Breifne
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La fortificación se encuentra en lo que alguna vez fue el histórico Reino de Breifne. En la última parte del siglo XII, estaba bajo el control de los O'Rourkes, pero parece haber llegado a manos del anglo-normando William Gorm de Lacy. Si bien se desconoce la fecha exacta en que comenzó la construcción, se estima que pudo empezar en el primer cuarto del siglo XIII.

En 1233, el clan O'Reilly tomó posesión del área y completó el castillo. Lo conservaron durante siglos en medio de sus continuos conflictos con los O'Rourkes y con miembros de su propio clan. Fue allí donde Philip O'Reilly fue encarcelado en la década de 1360.

El lago Oughter es considerado como el mejor ejemplo interior de un paisaje inundado de drumlins en Irlanda y tiene una rica y diversa fauna. Además de cisnes, el lago también alberga la mayor concentración de reproductores de zampullines crestados en la República de Irlanda.

El lago es un lugar muy popular para la pesca y también es muy visitado por los amantes del piragüismo y la navegación. Se pueden alquilar canoas y kayaks en el «Cavan Canoe Center», que también ofrece excursiones guiadas en barco alrededor del lago incluyendo el singular castillo.

Este enclave se encuentra a tan solo cuatro kilómetros al este de la ciudad de Killeshandra, en el condado de Cavan. Gracias a paisajes extraordinarios, rica cultura y a su reconocida oferta de actividades acuáticas en los lagos, este condado es uno de los secretos mejor guardados del Ancestral Este de Irlanda.

365 lagos, uno para cada día del año

Cavan siempre se ha mantenido discretamente oculto entre los seis condados que lo bordean. O tal vez a sus habitantes les gusta que su región pase un poco desapercibida. Sea cual sea el motivo, Cavan y su campiña salpicada de drumlins, sus cientos de lagos cristalinos y sus numerosas hectáreas de parques forestales se han convertido en la máxima expresión de uno de los mejores refugios europeos para el relax y el descanso.

Gracias a sus numerosos ríos, canales, y amplios lagos la pesca es otra de las actividades privilegiadas. Se dice incluso que el condado tiene alrededor de 365 lagos, uno para cada día del año. Sus ríos de aguas tranquilas son el hogar de un gran número de peces de diversas especies. El río Shannon, uno de los más grandes, es también el itinerario favorito para muchos cruceros de lujo, que es otra de las formas más elegidas para conocer esta interesante región irlandesa.
 
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Este bello faro se encuentra enmarcado en el islote de Puercos. Esta edificación marítima fue proyectada por Emili Pou quien consideraba insuficiente el faro de Ahorcados para balizar el Freo Grande entre Ibiza y Formentera.

Aunque pensado para 3º orden, la Comisión de Faros opinó que tenía que ser como el de Ahorcados, de 4º orden, y además de luz fija variada con destellos rojos de 3 en 3 minutos para diferenciarlo del de La Mola, que era también de luz fija.

Pedro Garau en 1897 propone la eliminación del edificio para construir unas viviendas nuevas en un punto algo más alejado y situado a mayor altura, con piedra de Santanyi reconocida por su mayor dureza y resistencia a los agentes erosivos. Se construyó, además, una galería subterránea para enlazar la torre con el nuevo edificio, ya que durante los fuertes temporales las olas pasan por encima del islote, por lo que con este pasadizo, los torreros podían acudir a la torre sin correr peligro alguno.

Sin embargo en 1913 un potente “Cap de Fibló” (manga de agua) arrancó la cubierta del nuevo edificio, derribó sus tabiques y convirtió el edificio en un montón de escombros, quedando tan solo en pie las paredes maestras. Los torreros tuvieron que refugiarse en la vecina isla de Espalmador y el edificio precisó ser reconstruido.
 
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Son muchos los faros de Ibiza que guían a los barcos durante la noche con sus luces avisándoles de que la costa está cerca. A partir de ahí todos saben que deben extremar la precaución para no chocar con las rocas y llegar sanos y salvos a puerto. En esta ruta virtual haremos un recorrido por todos los faros de la isla, algunos ya no están en uso, a otros solo se puede llegar por mar pero todos tienen un encanto especial.

Si te apetece conocer la historia, las playas y la gastronomía de Ibiza y descansar unos días en familia, reserva ya aquí.

Faro de Botafoc

Tiene una altura de 31 metros sobre el nivel del mar y se inauguró en 1861. Está situado en un islote. Al principio disponía de un servicio de lancha para que los fareros y los víveres pudieran llegar, pero más tarde se construyó un dique con un camino que facilitaba las comunicaciones.


El nombre de este faro se puede traducir como ‘Sale-fuego’, lo que puede indicar que antiguamente, antes de que se construyera, se encendieran fuegos en la cima del islote para orientar a los marineros. Si llegas a Ibiza por barco será una de las primeras imágenes de la isla con la que te toparás.

Faro de BotafocFaro de Botafoc | Fuente: Faros de Baleares

Faro de la Conejera

Con 85 metros de altura está situado en una isla llamada Conejera que posee un fondo submarino impresionante. Comenzó a funcionar en 1857 y al principio los fareros llegaban en lancha hasta que se construyeron los edificios anexos que albergaban a los fareros y a sus familias.

Según los datos históricos, si los fareros tenían algún tipo de problema se comunicaban con el puerto de Sant Antoni mediante señales de espejos o colocando una bandera blanca.

Faro de la Conejera

Faro de la Conejera | Fuente: Faros de Baleares

Faro de Coves Blanques

Se inauguró en 1897 y dejó de usarse como faro en los años 60.Fue resultado de las peticiones de varios navegantes, que veían necesario colocar un faro debido a las inseguridades de estos para entrar en el puerto. Concretamente en 1963 se sustituyó la función de este faro por una baliza en el morro del dique. Actualmente alberga el Museo Marítimo de San Antonio.

Faro de Coves Blanques
Faro de Coves Blanques | Fuente: Faros de Baleares

Faro de Moscarter

La torre más alta de todas las islas baleares, con 93 metros de altura sobre el nivel del mar, es uno de los faros de Ibiza que merece la pena visitar para disfrutar del precioso paisaje, los acantilados y la puesta de sol.

Una curiosidad de este faro es que debido a su altura fue necesario instalar un montacargas para poder subir fácilmente el material hasta la zona de la linterna.

Faro de Moscarter

Faro de Moscarter | Fuente: Faros de Baleares

Faro dels Penjats – Ahorcados

Considerado uno de los destinos más duros para los fareros debido a que el paso de Els Freus fue uno de los más peligrosos del archipiélago balear. Tan solo se alza a 27 metros sobre el nivel del mar y fue construido entre 1854 y 1856.

Como dato curioso, en 1881 dos torreros perdieron la vida intentando ayudar a la tripulación del vapor inglés Flaminian que seguía su trayecto de Gibraltar a Génova. Dadas las dificultadas en las que vivían los fareros junto con sus respectivas familias, fue uno de los primeros faros que se decidió automatizar.

Faro dels Penjats- Ahorcados

Faro dels Penjats- Ahorcados | Fuente: Faros de Baleares

Faro de na Bleda Plana

Situado en la Isla del Esparto, más concretamente en la llamada Punta de Sa Grava, se inauguró en 1927. Ha sido objeto de varias modificaciones debido al Plan de 1967 y dispone de una escalera interna y una linterna visitable.

Faro de na Bleda Plana

Faro de na Bleda Plana | Fuente: Faros de Baleares

Faro del Vedrá

Situado en uno de los islotes más espectaculares de todas las islas baleares, se trata de un pequeño faro de difícil acceso pero con unas vistas impresionantes. Se inauguró en 1927 y años más tarde sufrió diversos daños debidos a un fuerte temporal que destruyó todo el equipo luminoso. En su lugar, se construyó un nuevo torreón de hormigón y situado a mayor altura

Faro del Vedrá

Faro del Vedrá | Fuente: Faros de Baleares

Faro de Tagomago

Un faro situado en una isla del mismo nombre llena de tesoros naturales. Se inauguró en 1914 como sustituto del faro de Punta Grossa, que se apagó dos años después. Durante la Guerra Civil ocurrió un incidente por el cual el faro se quedó sin técnicos residiendo, ya que fueron secuestrados por tres republicanos que pretendían huir de la isla.

Faro de Tagomago
Faro de Tagomago | Fuente: Faros de Baleares

Otros planes en Ibiza

Una de las mejores temporadas para ver las vistas desde estos faros es en primavera, cuando los cielos están despejados y no hace tanto calor como en verano. Aunque si nos gusta los paisajes invernales también es un buen destino en el cual podemos aprovechar para visitar las playas de Ibiza. Desde el Ayuntamiento se pone en marcha cada año en invierno el programa Playas del siglo XXI, por el cual se ponen al servicio de los visitantes diversas actividades, excursiones y talleres infantiles para hacer en familia.

Otra opción muy recomendable si vamos a Ibiza en mayo es acercarse a la Fiesta Medieval que se celebra todos los años el segundo fin de semana de ese mismo mes. Aquí podemos acudir con los niños a realizar actividades de ocio y tiempo libre dedicadas a las familias.

Si te apetece conocer la historia, las playas y la gastronomía de Ibiza y descansar unos días en familia, reserva ya aquí.
 
Skopelos, una isla de película
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Se hizo famosa cuando la eligieron para rodar el famoso el musical ‘Mamma Mia’

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Skopelos, Grecia (milangonda / Getty Images)

LIDIA BERNAUS 10/09/2020 07:00 | Actualizado a 10/09/2020 09:25


La’ isla de Kalokeri’ solo existe en la gran pantalla, dentro de la película Mama Mia , y su maravilloso paisaje pertenece, en parte, a la isla de Skopelos. De verde intenso y azul turquesa, estos dos colores nos trasladan, en un santiamén, a la paradisíaca isla griega del mar Egeo.

Skopelos se encuentra en las islas Esporadas, y se caracteriza por tener bellas playas rodeadas de pinos, mucha vegetación que se alterna con campos de olivos y viñedos, y por conservar una arquitectura sencilla de casas con dos o tres plantas, encaladas de blanco, con tejados rojos o grises, y con puertas y ventanas pintadas en vivos colores. Solo 6.000 habitantes viven en la isla, y todavía se mantiene casi virgen al turismo porque no tiene aeropuerto. Es un bonito viaje en barco para no parar de cantar.

Vista de la localidad de Skopelos, Grecia

Vista de la localidad de Skopelos, Grecia (Cavan Images / Getty Images/iStockphoto)

Cuentan las leyendas que estuvo habitada por argonautas, cíclopes, centauros y dioses del Olimpo, aunque los primeros testimonios históricos datan del periodo micénico, mas tarde llegaron los tesalios. Más tarde llegaron los romanos, y en el siglo IV d.C., quedó bajo dominio bizantino durante 800 años. Durante la edad media fue gobernada por venecianos y francos hasta el año 1538, ese año fue devastada y saqueada por el pirata Barbarroja y estuvo, un tiempo, bajo dominio turco. Fue en 1830 cuando pasó a formar parte de Grecia.

Qué ver

La capital Skopelos se encuentra en la ladera de una colina y hará sufrir a más de uno al subir entre las estrechas callejuelas, repletas de balcones llenos de flores, por un laberíntico recorrido en el que aparecen numerosas iglesias y ermitas (hay más de 300 en toda la isla) que nos obligarán a hacer un alto en el camino.

Destacan la basílica de Agios Athanasios construida sobre un templo dedicado a Atenea, es una de las más antiguas; la iglesia de la Santísima Virgen (Panagitsa tou Pyrgou) situada sobre una roca cerca del puerto, que da la bienvenida desde el mar; y la iglesia de Agios Dimitrios, una pequeña basílica del siglo XVII, construida sobre una antigua iglesia bizantina, entre otras.

Iglesia de la Santísima Virgen , Skopelos, Grecia

Iglesia de la Santísima Virgen , Skopelos, Grecia (nicolasdecorte / Getty Images/iStockphoto)


Seguiremos camino hasta llegar al punto más elevado de la localidad donde nos esperan los restos de un castillo veneciano del siglo XII, que está edificado sobre las ruinas de la vieja acrópolis, desde donde se disfruta de una panorámica inmejorable.

Al noroeste de la isla, a 30 km, se halla el pintoresco pueblo de Glossa que está construido en lo alto de la montaña frente al mar, y sus casas son de estilo tradicional macedonio, en los que destacan sus característicos techos de cerámica de dos pisos, así como los especiales balcones de madera. A siete kilómetros, se encuentra la iglesia de Agios Ioannis Kastri, peculiar por su ubicación sobre una gran roca en medio del mar. Para acceder a ella hay que subir más de cien escalones.

La iglesia de Agios Ioannis Kastri, Skopelos, Grecia

La iglesia de Agios Ioannis Kastri, Skopelos, Grecia (mbbirdy - iStock)

Cerca de Glossa podemos visitar el monasterio de Taxiarios, con una iglesia erigida en 672 d.C. el templo más antiguo de la isla; las ruinas de baños romanos ubicadas cerca del puerto de Loutraki, los restos de la ciudadela antigua de Seliny del siglo IV a.C., y las ruinas de un templo de Atenea del siglo V.

El pueblo de Neo Klima es otro de los bonitos lugares de la isla que se encuentra en una zona de especial belleza, cubierto de pinos y con dos playas estrechas de guijarros, Elios y Hovolo.

Pero sin lugar a dudas, lo más bonito de la isla son sus playas y calas naturales, rincones escondidos desde los que ver las más espectaculares puestas de sol mientras escuchamos la música de ABBA.

 
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El Faro de Sa Farola está situado en la ciudad portuaria de Ciutadella, que se encuentra en la isla de Menorca. Este es el faro más urbanita de los siete que se encuentran en la isla menorquina.

Si te apetece conocer la historia y gastronomía de Ciutadella y descansar unos días en familia, reserva ya aquí.

Faro de Sa Farola
El faro se encuentra a tan solo un kilómetro del centro de Ciutadella y, probablemente, es el más infravalorado de todos los faros de Menorca.


Su torre cuenta con una altura de trece metros y está decorado con franjas verticales negras y blancas. Este se encuentra situado a veintiún metros sobre el nivel del mar y emite destellos blancos aislados cada seis segundos que se pueden ver a catorce millas náuticas de distancia.

El hecho de que esté a esta corta altura hace que esté muy expuesto al mar y a que se deteriore a causa del oleaje de la zona. Por ello, se decidió construir un muro de protección en el pequeño peñón en el que se encuentra.

Vistas aéreas del Faro de Sa Farola


Vistas aéreas del Faro de Sa Farola | Fuente: Autoritat Portuaria de Balears

Historia

El Faro de Sa Farola se empezó a construir en el año 1861 y fue terminado e inaugurado dos años más tarde.

A pesar de se uno de los últimos que se construyeron, fue de los primeros en Menorca en dejar de lado el petróleo como fuente de alimentación y en comenzar a utilizar la energía eléctrica, lo que se produjo en el año 1918.

A lo largo de su existencia, el Faro de Sa Farola ha sufrido una gran cantidad de modificaciones como el muro de protección que se construyó junto al acantilado.

Foto histórica del Faro de Sa Farola

Foto histórica del Faro de Sa Farola | Fuente: Autoritat Portuaria de Balears

Cómo llegar

El Faro de Sa Farola está situado en el paseo marítimo, que lleva el mismo nombre. Al encontrarse a tan solo un kilómetro del centro de la ciudad, se puede acceder a pie perfectamente.

De hecho es muy recomendable ir dando un paseo que nos permita visitar la ciudad y las diversas calas que contemplaremos hasta llegar al Faro de Sa Farola.

Esto lo convierte, sin duda, en el faro más cercano y accesible de toda Menorca. En cambio, suele ser el menos visitado por los turistas debido a que, al encontrarse en un entorno plenamente urbano, no cuenta con las vistas espectaculares del resto de faros de la isla.

Ciutadella

Ciutadella | Fuente: Flickr Ben Salter

Es por este motivo por el que los visitantes que se encuentran realizando rutas por Menorca decidan ir a visitar otros faros a pesar de que se encuentren más alejados.

En cambio, sí que merece la pena visitarlo por contemplar el paseo marítimo de Sa Farola y la preciosa ciudad de Ciutadella.

Además, una vez lo hayamos visitado, contaremos muy cerca con numerosos restaurantes y cafeterías donde podemos comer o tomar algo tras nuestra visita a este precioso pueblo de Menorca.

Si te apetece conocer la historia y gastronomía de Ciutadella y descansar unos días en familia, reserva ya aquí.
 
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