Hombres que odian a las mujeres: una mirada a la psicología de la misoginia

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Hombres que odian a las mujeres: una mirada a la psicología de la misoginia
GEORGE CHESTERTON
13 · 11 · 2018 20:00h
  • Misoginia, madres y la maldición de la masculinidad: es hora de profundizar en las malas tierras de la psicología masculina.
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© D.R.

"Todos los hombres odian a las mujeres", dijo Claudine. Una afirmación que no podía dejar pasar sin más. Quiero decir, soy hombre, según la mayoría de las definiciones acordadas, y por lo que sé, no odio a mi mujer. Ella volvía a casa asqueada después de que un acto de ira por el camino la dejase agotada, otro incidente de condescendencia y agresión a manos de un joven conductor masculino. "No se atrevería a hablarle a un hombre de esa manera", dijo.

“¿Cualquier hombre?”, pregunté para asegurarme.

“Sí”. Si ella está en lo cierto, eso explicaría muchas cosas.

¿Todos los hombres, incluso los más considerados y progresistas, albergan la misoginia en los rincones más oscuros de sus seres? Y si eso es cierto, ¿qué se puede hacer al respecto?

La idea de que la masculinidad hoy en día es tóxica sugiere que solo nos hemos dado cuenta. Durante milenios, la intransigencia y la repetición se han arraigado en las identidades masculinas y femeninas, pero detrás de estas estructuras sociales puede haber algo más primordial. El nefasto guiso de psicología y la cultura que brota de ello ha convertido a los hombres en lo que son. La masculinidad tóxica es una tautología.

El pasado mes de julio, el Informe de Evaluación de Crímenes por Odio Misógino, un proyecto de dos universidades de Nottingham con la cooperación de la policía, recomendaba que los incidentes de misoginia debían ser registrados como delitos de odio según la ley y, lo que es más importante, en la conciencia pública. Después de dos años de investigación, se concluyó que más de la mitad de las mujeres que habían participado habían experimentado un comportamiento intimidatorio, casi la mitad habían sido acosadas, un cuarto habían sido seguidas a casa y otro cuarto habían sido agredidas sexualmente.

La Dra. Loretta Trickett de la Universidad de Nottingham Trent me contaba: “Este hecho tiene consecuencias en las niñas y jóvenes mujeres. No creo que los chicos que lo hacen se den cuenta del impacto de lo que están haciendo. El acoso sexual en la calle a menudo involucra a hombres mayores que acosan a niñas mucho más jóvenes ".

La relación con la madre, la clave de todo
Si fuera a buscar ese algo oscuro, esa cosa dentro de los hombres que les hace tratar a las mujeres como personajes bidimensionales en sus narrativas tridimensionales, tendría que mirar profundamente en el escondite del inconsciente. Hay una razón por la que la frase "Háblame de tu madre" es una abreviatura del extenso panorama del psicoanálisis. Adam Jukes es un escritor y terapeuta de más de 40 años que, durante la mitad de ese tiempo, se ha especializado en el tratamiento de hombres que abusaron de las mujeres. El autor de Por qué los hombres odian a las mujeres y lo que tienes es lo que quieres, incluso si te duele, comparte la creencia común de que es el trauma de la infancia y, lo que es más importante, la relación entre un niño y su figura materna lo que conduce la maldición de la psicología masculina.

"Para la gran mayoría de la gente en todo el mundo, la madre es la principal cuidadora", explica Jukes. "pero hay una asimetría en la educación de niños y niñas. Los niños pequeños tienen que aprender a ser masculinos. Las chicas no lo hacen. La masculinidad no está en estado de crisis. La masculinidad es una crisis. No creo que la misoginia sea innata, pero creo que es ineludible debido al desarrollo de la masculinidad".

Básicamente, la teoría dice que a medida que los niños se "individualizan" y desarrollan un sentido de sí mismos como personas, tienen que separarse de sus madres y es cuando se dan cuenta de que no son como ellas y no pueden, en términos freudianos, poseerlas. Esta represión marca el final del complejo de Edipo. En su ansiedad, los niños se identifican con el padre y es así como aprenden lo que significa ser masculino. Los clichés de la masculinidad: ser fuerte, valiente y competitivo (además de no ser como la madre), impregnan las vidas de los niños. Llegados a este punto, "Una parte del ego masculino se identifica con el pexx", dice Jukes, "todo el cuerpo se puede identificar con un pexx y es ahí donde surge la masculinidad". Si es verdad, eso le daría una cierta picardía la próxima vez que escuches a una mujer decirle a un hombre que deje de ser una gran poxx.


El análisis es muy amplio, lleno de divisiones e inconformismo, y las críticas feministas de Freud han desacreditado sus teorías, entre otras cosas, su ambivalencia o su desprecio por la condición femenina. Sin embargo, 100 años después, incluso sus detractores reconocen el papel del inconsciente y la naturaleza problemática de las relaciones de los niños con sus madres.

"La internalización de la misoginia no se limita a los niños, sino que proviene de ser criados por las madres", me cuenta la célebre autora y psicoanalista Susie Orbach. “Puesto que la madre es la persona de la que más dependemos, la rabia y el miedo a ser separados de ella o el terror de su desaprobación nos lleva a reprimir ese miedo. Las niñas crecen para ser madres, por lo que internalizan la misoginia. Pero los niños no crecen con ese objetivo, por lo que se sienten frustrados y su poder proviene de la sensación de que pueden volver a frustrarse.Para un niño es muy confuso".

El niño varón siente que depender de una mujer es peligroso y esto hace que se sienta vulnerable, lo cual, sin querer sonar como Yoda, lleva al miedo, lo que lleva a su vez al sadismo. Esa ansiedad se reprime y se expresa a través del inconsciente como una misoginia.


Y lo que es peor aún, Orbach y Jukes están de acuerdo en que cuanto más perturbadora y traumática sea la infancia, más probable es que el comportamiento futuro se vuelva extremo. "Si te crían en un hogar muy díscolo, en tus relaciones futuras buscarás una situación en la que las personas estén enfadadas todo el tiempo porque eso es lo que significa "amor" para ti", dice Orbach. "Tu experiencia interna sobre una relación íntima es aquella que evoca tu primera relación de amor, la principal, que es la de tu madre".

La infancia, nuestra fábrica de valores
"En la infancia más temprana establecemos nuestros valores innatos", dice Jukes. “Estamos programados para recordar el dolor. Por eso la especie sobrevive. Tenemos la necesidad de volver al origen porque ahí es donde nos sentimos seguros, con nuestro estrés y dolor. Pensamos que queremos algo diferente, pero lo que hacemos es crear dramas que nos aseguren que terminaremos de nuevo en los valores originales". Eso no quiere decir que los hombres bien educados y pudientes tengan menos probabilidades de ser misóginos. Es algo que no atiende a clases, épocas ni fronteras geográficas.

"Incluso en una familia cariñosa, un niño crecerá con chovinismo", dice Jukes. "La cultura y la sociedad son el semillero donde la misoginia del niño echa raíces. La idea de la mujer como cuidadora está a nuestro alrededor, y eso es parte de lo que forma la ira de los hombres con las mujeres. No veo ninguna diferencia entre mis pacientesmillennials y los pacientes que trataba hace décadas".


La masculinidad, por tanto, aparece en una escala cambiante, generalmente dependiendo del ambiente infantil y los traumas de un niño. Todos los niños experimentan negatividad, con indiferencia o abandono en un extremo y abuso físico o sexual en el otro, y cuanto más dolorosa sea la infancia, más probabilidades hay de que un niño sea como "hiper-masculino". Tal es así que cuanto más masculino es un niño, más reprime sus sentimientos hacia las mujeres, por lo que es probable que sea más misógino y abusivo. Esto también funciona a la inversa, y los hombres hiper-masculinos también son más propensos a ser emocionalmente vulnerables, incluso indefensos.

"No te puedes imaginar la cantidad de hombres con los que he trabajado que han sido violentos o desagradables y que terminan llorando, suplicando perdón", dice Jukes. “Es algo terriblemente complejo, que convierte al autor en la víctima, pero esa dependencia radica en la raíz de la masculinidad y, por supuesto, la dependencia impacta directamente en el corazón de la masculinidad. Lo trastoca”.

Los incels, lo peor de lo peor
Los Incels, la subcultura virtual de involuntary celibate ('célibe involuntario'), que se definen a sí mismos por su incapacidad para encontrar el amor o una pareja sexual, se ajustan muy bien a este patrón misógino. Paradójicamente, estos autoproclamados perdedores también demuestran una especie de hiper-masculinidad. La naturaleza de culto de los incels no es una aberración, sino una extensión del desarrollo psicológico masculino: una necesidad de control mezclado con un cierto sentimiento de humillación. Todo siempre es culpa de alguien más, en el caso de los incels, comienza con la creencia de que la genética no les ha echado una mano. Maldita seas, madre naturaleza.

"La ira y la superioridad contra las mujeres representan una sensación de injusticia tras otra", dice Jukes. "La premisa básica de los incels es 'Ella no me deja follarla', es una afirmación básica de Edipo ".

Los hombres no son víctimas y los incels representan lo peor de los hombres: cómo se niegan a aceptar sus propias responsabilidades y sureticencia a conocerse o admitir lo que vive en su inconsciente. La raíz de esto es la vergüenza y la frustración, que los analistas creen que proviene de una infancia pasada sintiéndose impotentes a la sombra del padre (ansiedad de castración) y separados de la madre. La masculinidad, por lo tanto, es un mecanismo de defensa.

En el episodio de Star Trek "El propio enemigo", el capitán Kirk se divide en dos. Una versión es hiper-masculina (infantil, violenta, vana y sexualmente agresiva), mientras que la otra se vuelve indecisa, débil y cuidadosa, pero sin temores. La historia termina con la idea de que el simpático Kirk necesita al desagradable Kirk para dirigir la nave, por lo que encuentran una manera de volver a unirlos nuevamente. Por sorprendente que sea la actuación de William Shatner, la premisa es falsa porque la ruptura de la masculinidad tradicional no significa el fin de la fuerza o la autoridad o la toma de decisiones. El final de la masculinidad tampoco significa el final del deseo o el s*x* (de cualquier variedad). Ningún hombre es binario en ese sentido. Los principios de la masculinidad tradicional (dominar, ser duro y ver a las mujeres como un "otro" y en consecuencia tratarlas mal) no son necesarios para ser un hombre.


Pero, ¿cómo podemos acabar con la masculinidad y la misoginia que viene con ella? Había unanimidad entre los expertos con los que estuve hablando. Si el problema comienza con la infancia, también lo hace la solución. Romper la dependencia de la madre como "cuidadora principal" es el primer paso. Para que esto suceda, debemosreconsiderar el valor de la ingeniería social. "La solución para mí no es culpar a las madres en absoluto, es involucrar a los padres en la crianza de los hijos para que la ira, la decepción y la autoridad no se confieran solo a la persona de la madre, sino que se compartan entre los dos padres", dice Orbach.

Con la noble excepción de los países escandinavos, los permisos de paternidad en la mayoría de los países del mundo es patética. Solo al liberar la carga de la madre (y la dependencia económica general de las mujeres sobre los hombres) se pueden desbloquear estas poblaciones. "La educación primaria está realmente dominada por mujeres y creo que eso es un problema", dice Trickett. “Necesitamos modelos masculinos desde una edad muy temprana. Tenemos que lograr un equilibrio entre ser un hombre cariñoso y la noción de ser "aceptablemente masculino". Las cifras disponibles nos dicen que los maestros varones representan solo el 15 por ciento del personal de las escuelas primarias británicas. El personal de guardería masculino es prácticamente inexistente.

Pero una mayor participación masculina en el desarrollo de un niño no es una simple panacea. "Eso no significa que ya no vayamos a tener más ira y dependencia", dice Orbach. "Pero mejoraría y no se expresaría en términos de que las niñas se sientan mal hacia ellos porque tengan su propia misoginia interiorizada y los niños están tan asustados que tengan que controlar a las mujeres". La voluntad política para hacer estos cambios no existe.

La clave, las nuevas formas de crianza
Las nuevas formas de abordar el desarrollo infantil podrían mitigar los efectos de los traumas a los que los niños y las niñas enfrentan inevitablemente. "Clínicamente, el punto final es dejar de dividir [ver los objetos como buenos o malos]", dice Jukes. "Si puedes parar eso, tendrás salud mental". Es algo más fácil de lograr si eres criado en una familia cariñosa y reacia a la masculinidad. "Eso no significa que no vayas a sufrir, siempre ocurren cosas malas", continúa. "Pero significa que podrás lidiar mejor con ellas".

La masculinidad y la misoginia que ésta permite están tan relacionadas que los hombres rara vez saben reconocerla. Afecta a nuestra salud física y mental, y construye muros que pocos de nosotros admitimos, y a través de los que mucho menos intentamos mirar. "El movimiento LGBTQ está teniendo ese debate por todos nosotros", dice Jukes. "En esencia, están luchando esta batalla por todos, rozando los límites de estas definiciones de feminidad y masculinidad y todos nos liberaremos con su éxito".


Puedes ser un hombre sin ser masculino, pero llegar a ese punto tardará todavía generaciones. Así que a veces resulta útil hacerse algunas preguntas difíciles: "¿De dónde vienen estos sentimientos?". Y "¿estoy tratando a las mujeres de manera diferente a los hombres?" Y quizá no debamos preguntarnos: "¿Es mi esposa una mala conductora?" Es difícil comenzar a derribar la masculinidad y es aún más difícil de completar. No podemos convertirlo en un mundo perfecto, pero podríamos intentar hacerlo uno mejor.

*Artículo originalmente publicado en la versión británica de GQ.

https://www.revistagq.com/noticias/...mbres-que-odian-a-las-mujeres-misoginia/31649
 
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