Hollywood y los MKUltra, Illuminatis y más conspiraciones PARTE III

Y al mismo tiempo, justo para no perder la prospectiva, los que tienen más de 800 bases militares reales por todo el mundo son los EEUU. Pero que no nos equivoquemos: esas bases militares están a las ordenes no del pueblo americano, sino a la élite, muchas veces desconocida por el gran publico pero con enorme poder dentro del Washington D.C.



Mientras que demás países como Rusia o China, por ej. tienen cada uno una trentina, el poder a servicio del Bohemian Grove & Co tiene una red militar bien organizada y preparada de saltar en cada momento en cualquier punto del mundo...

si esto no es el NOM...
 
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...predictive programming:

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https://en.wikipedia.org/wiki/The_Coup

"In 2001, The Coup released Party Music to widespread praise. However, in part because of distribution problems, sales of the album were low. The original album cover art depicted group members Pam the Funkstress and Riley standing in front of the twin towers of the World Trade Center as they are destroyed by huge explosions, and Riley is pushing the button on a guitar tuner. The cover art was finished in June 2001 and the album was scheduled to be released in mid-September.[2] :jawdrop::jawdrop::jawdrop::jawdrop: However, in response to the uncanny similarity of the artwork with the September 11, 2001, attacks, the album release was delayed until November of that year with the cover featuring a hand with a flaming martini glass."
 
Un libro que leí por recomendación de mi marido (hace ya veinte años (n) ) y que, como tantos, avisaban del futuro que nos esperaba.

"El campamento de los santos". (Un comentario mío lo he puesto en rojo para distinguir de lo que resalto en azul).

https://laverdadofende.wordpress.com/2015/04/12/el-campamento-de-los-santos-jean-raspail/

El Campamento de los Santos – Jean Raspail
LaVerdadOfende / 12/04/2015



Título: El Campamento de los Santos
Autor: Jean Raspail
Editado por: Ediciones Ojeda, 2003

El libro apocalíptico “El campo de los Santos” a pesar de estar editado en 1.973 por el Francés Jean Raspail, lo podemos reubicar a la actualidad reciente.

Una novela que hace más de 30 años anticipa el fenómeno inmigratorio hacia Europa y presagiaba la caída de Occidente ante los nuevos tótems erigidos en honor de la multiculturalidad y la hermandad universal.

Lo que nos pretende transmitir Raspail no es la superioridad de la raza blanca –simpleza a la que inmediatamente se aferran los amantes de lo políticamente correcto- sino el orgullo de un legado cultural de más de mil años que estamos dilapidando con la complicidad autodestructiva del nihilismo globalizado.

“El campamento de los Santos”

En esta profética novela, el autor nos plantea un dilema de gran actualidad y que resuelve él mismo con una trama predeterminada por la decadencia ideológica de Occidente. ¿Qué pasaría si un millón de indios arribasen al unísono a las costas europeas?

La respuesta se encuentra en el interior de la Bestia. Así, en el capítulo xx del Apocalipsis de San Juan se profetiza: «Cuando se hubieran acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión, y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la Tierra, a Gog y a Magog, (adivinad que nombre de un famoso buscador está basado en estos nombres demoníacos llamados Gog y Magog) y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar. Subirán sobre la anchura de la Tierra cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada».

En este ambiente sulfúreo es en el que se desarrollan las vivencias de los personajes que aguardan el advenimiento de un nuevo orden; unos mansamente o incluso con reverencial adoración, y, otros, con instinto refractario de quien observa su mundo desmoronarse bajo sus pies.
Las inconsistentes murallas de arena que protegen el reino de Occidente se derrumban por efecto del desgarrador grito, mezcla de júbilo y desesperación, que profieren los pacíficos asaltantes que arriban al paraíso donde manan las fuentes de leche y miel.

La hidra de cabezas innúmeras, que representa a los desheredados de la Tierra, será guiada por una figura central a lo largo del decurso de los acontecimientos: el amasador de boñigas. Transportando su hijo deforme en sus hediondas manos, cual fruto monstruoso de una tierra yerma, el constructor de ladrillos de fiemo arengará a las masas con su ecumenismo planetario para fletar su expedición de famélicos hacia el Campamento de los Santos y la Ciudad amada.
Así, el India Star y otros 99 barcos más partirán hacia la tierra prometida a tomar posesión del reino de Jesús. Es el fin del tiempo de los mil años.

Raspail nos confronta a la realidad descarnada de un Occidente ahíto e ideológicamente desarmado, incapaz de hacer frente a una flota pacífica que desborda el Ganges y que invade su reino con su simiente. La Bestia habría jurado la destrucción de Occidente y para ello mueve los hilos de una corriente de pensamiento monolítica e impermeable a todo contrapunto. Con su ejército de curas-laicos controla las mentes de sus adormecidos ciudadanos que siguen hipnotizados a sus flautistas de Hamelín. Es el nihilismo sobre el que nos previno Dostoievski.

Occidente ha llegado a depreciarse. Por influjo de un victimismo que alimenta las calderas de la compasión, el hombre blanco rehuye su condición y rechaza su herencia. El orgullo de toda una civilización ha sido sustituido por una caridad desenfrenada, progenie de una conciencia global que ha domeñado nuestras almas y las conduce hacia el lóbrego abismo suicida. El pesimismo respecto al declinar de Occidente, presente también en Spengler u Ortega, encuentra su fundamento en la pérdida de la confianza en el individuo; en la pérdida de la fe en los valores tradicionales del hombre blanco; en la pérdida del amor a lo que nuestra cultura representa.
Es el pecado contra uno mismo bajo la presión de una masa informe que ha convertido la pobreza en su estandarte. Una masa movida no por el ánimo de vencer a la pobreza sino de huir de ella. Vano intento que sólo conseguirá propagar la peste de Tucídides al paraíso de alma marmórea.

No es racismo lo que destila esta novela sino un desgarrado llamamiento a conservar nuestra identidad, a preservar nuestro futuro, a defender instintivamente lo nuestro frente a los lúbricos deseos del igualitarismo que todo lo impregna con sus nauseabundas emanaciones. El ser blanco no es una cuestión de piel, sino un estado anímico. Es una denuncia contra el pensamiento global que ha secuestrado nuestro intelecto en nombre de la fraternidad mundial; que ha castrado nuestra capacidad de reaccionar frente a agresiones exteriores sutilmente pacíficas.

Los predicadores de la mentira, los nuevos curas mediáticos, nos venden generosidad a raudales, arrumbando a todo el que no se pliega a su verbosidad. La opinión pública se entrega fervorosamente a esa nueva religión laica que precede la llegada de la Bestia. Serán los iconos mediáticos de esa conciencia humanitaria mundial los primeros en sucumbir a las fauces del monstruo que no distingue los méritos de su ejército de voceros y quintacolumnistas, y que todo lo engulle en su insaciable sed de destrucción.

El desembarco de la muchedumbre espantosamente miserable provoca la huida de los habitantes del Midi francés, que temen a la serpiente multiforme desparramada por los barcos supervivientes de la fantasmagórica travesía.
El ejército huye despavorido por la monstruosidad de la miseria que acompaña a los nuevos colonos; muchos soldados abrazan la fe fraternal y se unen a las bandas de sans-culottes improvisadas, dispuestas a precipitar el nuevo orden.
La Iglesia y el Ejército son derrotados bajo la guadaña del amor fraternal a lo colectivo que tanto han predicado. Aquellos inmigrantes instalados en el país se rebelan contra sus antiguos dueños.

Han aprendido a odiar a Occidente porque la conciencia global del mundo exige que odie todo eso, como dirá un musulmán asimilado al principio de la narración; odio que se extiende a todo lo que Occidente representa. Las cárceles asaltadas vomitan los presos que se unirán a la orgía de voluptuosidad desencadenada por la revolución igualitaria en marcha. Todo se comparte, nada se respeta.
Todos ellos se unen a los saqueadores de ultramar que, cuáles mesnadas de Alarico ordeñando las ubres de la loba romana, traspasan las murallas del paraíso con su aterradora presencia para saciar su hambre infinita. Ya sólo tienen que estirar el brazo y servirse la fruta madura suspendida del árbol de la abundancia.

Unos pocos se resisten a dejarse arrastrar por la marea humana y plantan cara a la Bestia, haciendo refulgir sus pequeñas victorias pírricas en la negritud de la miseria moral que prosigue su inevitable avance. El Cónsul Belga en Calcuta, el viejo profesor Calguès, el coronel Dragasès, el capitán de la marina genocida Notaras, el editor Machefer, el indio renegado Hamadura, todos ellos, mártires del fin de una era, inmolados en nombre del mito de la fraternidad. En un último esfuerzo tratan de reconstituir la legalidad vigente, de recrear sus instituciones, de revivir glorias pasadas, antes de sucumbir a manos de sus propios compatriotas.

Sinopsis:
Este libro, recientemente reeditado, conserva un público de culto entre quienes indagan en los problemas planteados por la globalización y, en especial, entre los expertos en cuestiones de migración.

Sus 51 capítulos suelen revivir en el debate cuando algún episodio de mucha visibilidad, como el reciente asalto migratorio africano en Melilla, nos recuerda que el futuro que la novela intentaba anticipar puede estar ya entre nosotros.

La trama es sencilla hasta lo dramático. La crisis internacional que la desata es una hambruna en la India. Una de las respuestas confusas de Occidente corre por cuenta de Bélgica que decide recibir un número limitado de niños indios para rescatarlos de la condena, pero rápidamente revisa su generosidad en medio de escenas de multitudes apiñadas frente a las oficinas diplomáticas belgas intentando poner a sus hijos a salvo.

La desesperación encuentra su voz en un anónimo “intocable” que llama a la gente a migrar. “Las naciones se están alzando en los cuatro rincones del planeta”, les dice, “y su número es igual a las arenas de los mares”. “Marcharán sobre la ancha tierra y rodearán el campo de los santos”, profetiza. Y así sucede.

No menos de un millón de indios famélicos se apropia de embarcaciones en los puertos e inicia —en improvisada flota— un viaje incierto y de muerte que sólo se detiene frente a las costas francesas.

Un desorientado presidente de ficción enfrenta el mismo dilema que ahora aqueja circunstancialmente a José Luis Rodríguez Zapatero. Después de agonizar largamente en la duda, ordena finalmente impedir el desembarco haciendo que su Armada cañonee los buques y que sus soldados disparen sobre la desesperación.

Es demasiado tarde. El autor, a quien interesa más las respuestas posibles de Francia que el desafío imaginario, narra cómo los franceses abandonan sus hogares en el sur del país y las filas militares son diezmadas por la deserción, generada porque el hambre y la miseria humanas son mal enemigo para enfrentar dignamente sólo con plomo.

En esto, la novela se asocia con el testimonio de un anónimo soldado español que, en crónicas periodísticas, fue citado esta semana en Melilla diciendo: “Si cargan yo no disparo, me hago a un lado”. Lo de Francia es sólo el comienzo de una nueva épica de los desposeídos.

En el resto de la geografía planetaria de la pobreza este resultado actúa como señal de largada para otras, múltiples, interminables, invasiones al “campo de los santos”, una alusión al Apocalipsis según San Juan.

El planteo de Raspail es, en verdad, tan reaccionario como inteligente. No sólo traza el conflicto en términos de raza —piel oscura contra blanca—, sino que lo que denuncia son los valores del humanismo occidental presuntamente llevados al extremo de la locura: con un cerebro colectivo que parece contar con sólo dos hemisferios —uno dominado por la culpa y otro obsesionado por eludir el racismo— Occidente se condena a si mismo por tolerancia.

El hambre de cientos de millones de indios no es más que una anécdota que gatilla el derrumbe. Aunque la novela aparece como una reacción a los valores en auge en la época —es una forma de respuesta al impacto del rebelde mayo francés del 68—, Raspail ha mantenido su enfoque en años posteriores: en un polémico artículo de 1985 —escrito junto con un demógrafo— anunció la muerte inminente de la cultura francesa arrasada por la inmigración.

El problema se ha vuelto más grave —era casi inexistente como tal en 1973— y mucho de la cultura de tolerancia occidental se ha diluido en el miedo que ahora le infunde “el otro”.
Raspail no se encuentra casi solo como entonces; uno puede hallar autores como Robert D. Kaplan augurando el caos de un colapso generalizado de estados-nación en Africa, o Samuel Huntington abogando con fuerza contra el crecimiento de la población hispana que, asegura, pone en riesgo la supervivencia de la identidad cultural estadounidense.

Las características de los migrantes de hoy desafían patrones tradicionales. Antes —siglo XIX y comienzos del XX— los que buscaban el mundo exterior estaban entre aquellos mejor informados y mejor equipados para sobrevivir en un medio nuevo. Los africanos que saltaron sobre los alambrados en Melilla no están en la cima de esa hipotética pirámide de la migración.

Esta misma semana, junto con las imágenes desoladoras de Melilla, se conoció el primer informe de la Comisión Global sobre Migración Internacional que, hace dos años, creo la ONU. De las 33 recomendaciones del grupo de 19 expertos, hay una —quizá la más importante— que haría poner los pelos de punta en la cabeza de Raspail y otros como él. Hay que promover más migraciones del mundo subdesarrollado al mundo rico, dijo. Es beneficioso para ambos términos de la ecuación, afirmó.

El texto, sin embargo, tuvo ecos diferentes a los imaginados por sus autores. En Inglaterra, por ejemplo, el hecho de que el informe revelara que unos 100.000 inmigrantes no documentados arriban anualmente movió a la oposición al gobierno —embarcado ya en una ofensiva jurídico-policial contra el extranjero— a reclamar que se redoblen esfuerzos para detener la corriente.

Quizá el escenario que anticipó Raspail sea algo inevitable. Un 3% de la humanidad vive ya en un país diferente al de origen —el doble del hace 25 años— y el dinero que envía a los que quedaron atrás está calculado en unos 800.000 millones de dólares anuales, casi lo mismo que recibe el mundo subdesarrollado como inversión directa.

La realidad plantea un interrogante extremo a la versión rosa en la que están empecinados los profetas de la globalización. Hasta hora, ni muestra los frutos de un derrame de la nueva riqueza. Ni reduce las asimetrías. Ni aproxima a los distintos, apenas si los hacina.
 
Me está llamando mucho la atención la simbología Illuminatti rampante de este GH 16....el ojo de horus en primera plana...y luego la Milá y todos los concursantes haciendo ese gesto del dedo índice llamando a "silencio".....no creo que sea casualidad....¿alguien más se ha dado cuenta?
 
¿Han visto lo último que subió Linsday Lohan a instagram? Apenas lo vi me acordé de esto. Escribió una cosa rarísima que nadie entiende, con referencia a las torres gemelas y que está programada (y un emoticon de triángulo seguido de eso)... No sé cómo copiarlo para traerlo, pero esta ahí en su instagram.

Habla también de Michael Jackson, Angelina Jolie, entre otras cosas que no terminan de quedar claras.
 
http://www.msn.com/es-es/noticias/e...ón-más-extraña-de-europa/ar-AAerD0g?li=AA5a7b



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© Diario ABC Juan Pedro Martínez Gómez, un mes antes de su desaparición Se llama Juan Pedro Martínez Gómez, un nombre que quizá no les diga nada. Pero es el protagonista de uno de los mayores misterios de la historia reciente de España: el caso del niño perdido de Somosierra. Un asunto que llegó a ser calificado por Interpol como «la desaparición más extraña de Europa».

Siete de la tarde del 24 de junio de 1986. El pequeño, de 10 años, sube con sus padres, Andrés y Carmen, a la cabina del camión Volvo F-12 adquirido no hacía mucho por 5 millones de pesetas. La granja que había montado el cabeza de familia no había resultado un buen negocio y Andrés tuvo que volver a la carretera. Aquel día de San Juan, salieron de su Fuente Álamo natal (Murcia) para trasladar 25.000 litros de ácido sulfúrico hasta Bilbao, en una cisterna que no era propiedad del camionero, un detalle que luego cobraría bastante importancia. Juan Pedro acompaña a sus padres pues ha acabado con buenas notas el curso escolar. El premio, viajar hasta el norte y recorrer el País Vasco. Pero la ilusión se tornó en tragedia.

Cassettes y ropas infantiles

Porque, sobre las 5 de la madrugada y tras varias paradas registradas en el tacómetro del camión que siempre han resultado sospechosas para los investigadores, el vehículo se empotra a la altura del kilómetro 94,400 de la N-1. Cuando la Guardia Civil llega al lugar, encuentra entre el amasijo de hierros los cadáveres de Andrés Martínez y Carmen Gómez, ya deteriorados por el vertido del ácido sulfúrico fumante (óleum).

Los agentes no saben aún que con ellos viajaba un niño. Lo descubrirían cuando la abuela del crío les preguntara, entre lágrimas: «¡Por favor, díganme que al menos mi nieto se encuentra bien!». Los guardias entendieron entonces por qué en el interior de la maltrecha cabina había cassetes y ropa infantiles.

¿Disuelto en ácido?

Así comenzó el rastreo en busca de Juan Pedro, en el que participaron efectivos policiales, perros adiestrados y todos los medios posibles de la época. Un experto del Departamento de Química del CSIC apuntó la posibilidad de que a Juan Pedro se hubiera disuelto en el ácido.

Pero este extremo quedó descartado al comprobarse que el efecto del óleum durante el tiempo que transcurrió entre el accidente y la llegada de la Benemérita hubiese dejado, al menos, restos óseos del pequeño.

Llevaban un alijo de heroína

Se desmontó lo que quedó del vehículo prácticamente pieza a pieza y se trasladó a un depósito de Cartagena. Un año después, se descubrieron restos de heroína en una «caleta» (hueco) del camión.

La familia denunció entonces que Andrés llevaba semanas recibiendo amenazas de unas supuestas mafias que le exigían que trabajara para ellos como transportista de droga. Y que el hecho de que el niño acompañara a sus padres pudo responder más a un intento del matrimonio de protegerle llevándolo consigo que a un premio escolar.

Coincidía esa hipótesis con que la cisterna no fuera propiedad de los Martínez Gómez. No eran más que supuestos e indicios, pero ninguna prueba.

Durante la investigación también trascendió que algunos testigos aseguraron que habían visto, en el momento del accidente, a un hombre y una mujer salir de una furgoneta, en la que esperaba otra mujer de avanzada edad. Y que podrían haberse llevado al niño.

La familia: «Lo secuestraron»

La familia (que llegó a contratar a un detective privado de Barcelona), sin embargo, mantiene que fue secuestrado antes: tras el refrigerio que tomaron en el mesón Aragón, de Cabanillas de la Sierra, y el momento del accidente, en una de las doce extrañas paradas registradas en el tacómetro.

La última fue la más larga, de medio minuto, y a partir de ahí Andrés aceleró hasta alcanzar los 120 kilómetros por hora en pleno puerto de sierra y perder el control. Según esta teoría, fue en esos 30 segundos donde se sustrajo al menor y, por tanto, ya no viajaba en el camión en el momento de la terrible colisión.

La pista de la autoescuela

Los guardias contaron incluso con el testimonio del dueño de una autoescuela del centro de Madrid que, en 1987, aseguró que una anciana ciega iraní entró en su negocio preguntando por la ubicación de la Embajada de Estados Unidos. La acompañaba, a modo de lazarillo, un niño de 10 u 11 años, que hablaba con acento parecido al andaluz y parecía desorientado.

El encargado del establecimiento juró y perjuró que el crío era Juan Pedro y que la invidente podría ser la mujer mayor que esperaba en la Nissan Vanette apuntada por unos testigos en el lugar del siniestro, pero nada se supo de esa pista. Ni de ninguna otra.

Han pasado 29 años y quizá Juan Pedro ahora ande cerca de la cuarentena, viviendo una vida que no iba a ser la suya, con otra identidad y en otro país. O no.
 
Un libro que leí por recomendación de mi marido (hace ya veinte años (n) ) y que, como tantos, avisaban del futuro que nos esperaba.

"El campamento de los santos". (Un comentario mío lo he puesto en rojo para distinguir de lo que resalto en azul).

https://laverdadofende.wordpress.com/2015/04/12/el-campamento-de-los-santos-jean-raspail/

El Campamento de los Santos – Jean Raspail
LaVerdadOfende / 12/04/2015



Título: El Campamento de los Santos
Autor: Jean Raspail
Editado por: Ediciones Ojeda, 2003

El libro apocalíptico “El campo de los Santos” a pesar de estar editado en 1.973 por el Francés Jean Raspail, lo podemos reubicar a la actualidad reciente.

Una novela que hace más de 30 años anticipa el fenómeno inmigratorio hacia Europa y presagiaba la caída de Occidente ante los nuevos tótems erigidos en honor de la multiculturalidad y la hermandad universal.

Lo que nos pretende transmitir Raspail no es la superioridad de la raza blanca –simpleza a la que inmediatamente se aferran los amantes de lo políticamente correcto- sino el orgullo de un legado cultural de más de mil años que estamos dilapidando con la complicidad autodestructiva del nihilismo globalizado.

“El campamento de los Santos”

En esta profética novela, el autor nos plantea un dilema de gran actualidad y que resuelve él mismo con una trama predeterminada por la decadencia ideológica de Occidente. ¿Qué pasaría si un millón de indios arribasen al unísono a las costas europeas?

La respuesta se encuentra en el interior de la Bestia. Así, en el capítulo xx del Apocalipsis de San Juan se profetiza: «Cuando se hubieran acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión, y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la Tierra, a Gog y a Magog, (adivinad que nombre de un famoso buscador está basado en estos nombres demoníacos llamados Gog y Magog) y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar. Subirán sobre la anchura de la Tierra cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada».

En este ambiente sulfúreo es en el que se desarrollan las vivencias de los personajes que aguardan el advenimiento de un nuevo orden; unos mansamente o incluso con reverencial adoración, y, otros, con instinto refractario de quien observa su mundo desmoronarse bajo sus pies.
Las inconsistentes murallas de arena que protegen el reino de Occidente se derrumban por efecto del desgarrador grito, mezcla de júbilo y desesperación, que profieren los pacíficos asaltantes que arriban al paraíso donde manan las fuentes de leche y miel.

La hidra de cabezas innúmeras, que representa a los desheredados de la Tierra, será guiada por una figura central a lo largo del decurso de los acontecimientos: el amasador de boñigas. Transportando su hijo deforme en sus hediondas manos, cual fruto monstruoso de una tierra yerma, el constructor de ladrillos de fiemo arengará a las masas con su ecumenismo planetario para fletar su expedición de famélicos hacia el Campamento de los Santos y la Ciudad amada.
Así, el India Star y otros 99 barcos más partirán hacia la tierra prometida a tomar posesión del reino de Jesús. Es el fin del tiempo de los mil años.

Raspail nos confronta a la realidad descarnada de un Occidente ahíto e ideológicamente desarmado, incapaz de hacer frente a una flota pacífica que desborda el Ganges y que invade su reino con su simiente. La Bestia habría jurado la destrucción de Occidente y para ello mueve los hilos de una corriente de pensamiento monolítica e impermeable a todo contrapunto. Con su ejército de curas-laicos controla las mentes de sus adormecidos ciudadanos que siguen hipnotizados a sus flautistas de Hamelín. Es el nihilismo sobre el que nos previno Dostoievski.

Occidente ha llegado a depreciarse. Por influjo de un victimismo que alimenta las calderas de la compasión, el hombre blanco rehuye su condición y rechaza su herencia. El orgullo de toda una civilización ha sido sustituido por una caridad desenfrenada, progenie de una conciencia global que ha domeñado nuestras almas y las conduce hacia el lóbrego abismo suicida. El pesimismo respecto al declinar de Occidente, presente también en Spengler u Ortega, encuentra su fundamento en la pérdida de la confianza en el individuo; en la pérdida de la fe en los valores tradicionales del hombre blanco; en la pérdida del amor a lo que nuestra cultura representa.
Es el pecado contra uno mismo bajo la presión de una masa informe que ha convertido la pobreza en su estandarte. Una masa movida no por el ánimo de vencer a la pobreza sino de huir de ella. Vano intento que sólo conseguirá propagar la peste de Tucídides al paraíso de alma marmórea.

No es racismo lo que destila esta novela sino un desgarrado llamamiento a conservar nuestra identidad, a preservar nuestro futuro, a defender instintivamente lo nuestro frente a los lúbricos deseos del igualitarismo que todo lo impregna con sus nauseabundas emanaciones. El ser blanco no es una cuestión de piel, sino un estado anímico. Es una denuncia contra el pensamiento global que ha secuestrado nuestro intelecto en nombre de la fraternidad mundial; que ha castrado nuestra capacidad de reaccionar frente a agresiones exteriores sutilmente pacíficas.

Los predicadores de la mentira, los nuevos curas mediáticos, nos venden generosidad a raudales, arrumbando a todo el que no se pliega a su verbosidad. La opinión pública se entrega fervorosamente a esa nueva religión laica que precede la llegada de la Bestia. Serán los iconos mediáticos de esa conciencia humanitaria mundial los primeros en sucumbir a las fauces del monstruo que no distingue los méritos de su ejército de voceros y quintacolumnistas, y que todo lo engulle en su insaciable sed de destrucción.

El desembarco de la muchedumbre espantosamente miserable provoca la huida de los habitantes del Midi francés, que temen a la serpiente multiforme desparramada por los barcos supervivientes de la fantasmagórica travesía.
El ejército huye despavorido por la monstruosidad de la miseria que acompaña a los nuevos colonos; muchos soldados abrazan la fe fraternal y se unen a las bandas de sans-culottes improvisadas, dispuestas a precipitar el nuevo orden.
La Iglesia y el Ejército son derrotados bajo la guadaña del amor fraternal a lo colectivo que tanto han predicado. Aquellos inmigrantes instalados en el país se rebelan contra sus antiguos dueños.

Han aprendido a odiar a Occidente porque la conciencia global del mundo exige que odie todo eso, como dirá un musulmán asimilado al principio de la narración; odio que se extiende a todo lo que Occidente representa. Las cárceles asaltadas vomitan los presos que se unirán a la orgía de voluptuosidad desencadenada por la revolución igualitaria en marcha. Todo se comparte, nada se respeta.
Todos ellos se unen a los saqueadores de ultramar que, cuáles mesnadas de Alarico ordeñando las ubres de la loba romana, traspasan las murallas del paraíso con su aterradora presencia para saciar su hambre infinita. Ya sólo tienen que estirar el brazo y servirse la fruta madura suspendida del árbol de la abundancia.

Unos pocos se resisten a dejarse arrastrar por la marea humana y plantan cara a la Bestia, haciendo refulgir sus pequeñas victorias pírricas en la negritud de la miseria moral que prosigue su inevitable avance. El Cónsul Belga en Calcuta, el viejo profesor Calguès, el coronel Dragasès, el capitán de la marina genocida Notaras, el editor Machefer, el indio renegado Hamadura, todos ellos, mártires del fin de una era, inmolados en nombre del mito de la fraternidad. En un último esfuerzo tratan de reconstituir la legalidad vigente, de recrear sus instituciones, de revivir glorias pasadas, antes de sucumbir a manos de sus propios compatriotas.

Sinopsis:
Este libro, recientemente reeditado, conserva un público de culto entre quienes indagan en los problemas planteados por la globalización y, en especial, entre los expertos en cuestiones de migración.

Sus 51 capítulos suelen revivir en el debate cuando algún episodio de mucha visibilidad, como el reciente asalto migratorio africano en Melilla, nos recuerda que el futuro que la novela intentaba anticipar puede estar ya entre nosotros.

La trama es sencilla hasta lo dramático. La crisis internacional que la desata es una hambruna en la India. Una de las respuestas confusas de Occidente corre por cuenta de Bélgica que decide recibir un número limitado de niños indios para rescatarlos de la condena, pero rápidamente revisa su generosidad en medio de escenas de multitudes apiñadas frente a las oficinas diplomáticas belgas intentando poner a sus hijos a salvo.

La desesperación encuentra su voz en un anónimo “intocable” que llama a la gente a migrar. “Las naciones se están alzando en los cuatro rincones del planeta”, les dice, “y su número es igual a las arenas de los mares”. “Marcharán sobre la ancha tierra y rodearán el campo de los santos”, profetiza. Y así sucede.

No menos de un millón de indios famélicos se apropia de embarcaciones en los puertos e inicia —en improvisada flota— un viaje incierto y de muerte que sólo se detiene frente a las costas francesas.

Un desorientado presidente de ficción enfrenta el mismo dilema que ahora aqueja circunstancialmente a José Luis Rodríguez Zapatero. Después de agonizar largamente en la duda, ordena finalmente impedir el desembarco haciendo que su Armada cañonee los buques y que sus soldados disparen sobre la desesperación.

Es demasiado tarde. El autor, a quien interesa más las respuestas posibles de Francia que el desafío imaginario, narra cómo los franceses abandonan sus hogares en el sur del país y las filas militares son diezmadas por la deserción, generada porque el hambre y la miseria humanas son mal enemigo para enfrentar dignamente sólo con plomo.

En esto, la novela se asocia con el testimonio de un anónimo soldado español que, en crónicas periodísticas, fue citado esta semana en Melilla diciendo: “Si cargan yo no disparo, me hago a un lado”. Lo de Francia es sólo el comienzo de una nueva épica de los desposeídos.

En el resto de la geografía planetaria de la pobreza este resultado actúa como señal de largada para otras, múltiples, interminables, invasiones al “campo de los santos”, una alusión al Apocalipsis según San Juan.

El planteo de Raspail es, en verdad, tan reaccionario como inteligente. No sólo traza el conflicto en términos de raza —piel oscura contra blanca—, sino que lo que denuncia son los valores del humanismo occidental presuntamente llevados al extremo de la locura: con un cerebro colectivo que parece contar con sólo dos hemisferios —uno dominado por la culpa y otro obsesionado por eludir el racismo— Occidente se condena a si mismo por tolerancia.

El hambre de cientos de millones de indios no es más que una anécdota que gatilla el derrumbe. Aunque la novela aparece como una reacción a los valores en auge en la época —es una forma de respuesta al impacto del rebelde mayo francés del 68—, Raspail ha mantenido su enfoque en años posteriores: en un polémico artículo de 1985 —escrito junto con un demógrafo— anunció la muerte inminente de la cultura francesa arrasada por la inmigración.

El problema se ha vuelto más grave —era casi inexistente como tal en 1973— y mucho de la cultura de tolerancia occidental se ha diluido en el miedo que ahora le infunde “el otro”.
Raspail no se encuentra casi solo como entonces; uno puede hallar autores como Robert D. Kaplan augurando el caos de un colapso generalizado de estados-nación en Africa, o Samuel Huntington abogando con fuerza contra el crecimiento de la población hispana que, asegura, pone en riesgo la supervivencia de la identidad cultural estadounidense.

Las características de los migrantes de hoy desafían patrones tradicionales. Antes —siglo XIX y comienzos del XX— los que buscaban el mundo exterior estaban entre aquellos mejor informados y mejor equipados para sobrevivir en un medio nuevo. Los africanos que saltaron sobre los alambrados en Melilla no están en la cima de esa hipotética pirámide de la migración.

Esta misma semana, junto con las imágenes desoladoras de Melilla, se conoció el primer informe de la Comisión Global sobre Migración Internacional que, hace dos años, creo la ONU. De las 33 recomendaciones del grupo de 19 expertos, hay una —quizá la más importante— que haría poner los pelos de punta en la cabeza de Raspail y otros como él. Hay que promover más migraciones del mundo subdesarrollado al mundo rico, dijo. Es beneficioso para ambos términos de la ecuación, afirmó.

El texto, sin embargo, tuvo ecos diferentes a los imaginados por sus autores. En Inglaterra, por ejemplo, el hecho de que el informe revelara que unos 100.000 inmigrantes no documentados arriban anualmente movió a la oposición al gobierno —embarcado ya en una ofensiva jurídico-policial contra el extranjero— a reclamar que se redoblen esfuerzos para detener la corriente.

Quizá el escenario que anticipó Raspail sea algo inevitable. Un 3% de la humanidad vive ya en un país diferente al de origen —el doble del hace 25 años— y el dinero que envía a los que quedaron atrás está calculado en unos 800.000 millones de dólares anuales, casi lo mismo que recibe el mundo subdesarrollado como inversión directa.

La realidad plantea un interrogante extremo a la versión rosa en la que están empecinados los profetas de la globalización. Hasta hora, ni muestra los frutos de un derrame de la nueva riqueza. Ni reduce las asimetrías. Ni aproxima a los distintos, apenas si los hacina.
Sí. Es una idea que comparto. Pero basta que expreses tus reservas para que te tachen de xenofobo, cuando no se trata de eso. Es un tema complejo que hay que analizar con frialdad. Pero da para un largo debate. De momento ya han conseguido que apenas se puedan expresar voces críticas y/o que aporten otras soluciones. En los próximos años vamos a tener muchos problemas por esta causa.

La sensación de que todo está orquestado la he tenido desde hace mucho tiempo y es cada vez mayor. Enterraremos toda la lucha que nos ha llevado a donde estamos en aras de lo políticamente correcto. Ya han empezado a derrumbarse los cimientos.
 
Sí. Es una idea que comparto. Pero basta que expreses tus reservas para que te tachen de xenofobo, cuando no se trata de eso. Es un tema complejo que hay que analizar con frialdad. Pero da para un largo debate. De momento ya han conseguido que apenas se puedan expresar voces críticas y/o que aporten otras soluciones. En los próximos años vamos a tener muchos problemas por esta causa.

La sensación de que todo está orquestado la he tenido desde hace mucho tiempo y es cada vez mayor. Enterraremos toda la lucha que nos ha llevado a donde estamos en aras de lo políticamente correcto. Ya han empezado a derrumbarse los cimientos.
Tengo la misma impresión que tú pero a ver quién es el guapo que se atreve a decirlo en voz alta. Pienso que existe una manipulación descaradísima desde los medios para concienciar y solidarizar a la gente con esta problemática. A mi modo de ver pienso que todo estaría más ordenado si permanecemos en nuestros lugares de origen intentando mantener nuestros usos, costumbres y culturas. Con el nuevo orden mundial se descoloca todo para entrar en la Era de la Globalización en la que tú no eres ciudadano de tu país sino ciudadano del mundo, menos de EEUU si no has nacido allí. Es increíble que los refugiados puedan y tengan la certeza de instalarse en cualquier país de Europa y no recalen en EEUU.¿Por qué? Desde aquí les invito a hacerlo. Total, es la tierra de las oportunidades. De hecho a todo aquel que no es estadounidense le ponen mil y una traba para residir allí y para colmo el sistema sanitario sea de pago. ¿Si eso les funciona para controlar la población por qué no aplicarlo en España? Por otra parte les interesa saturar Europa por el envejecimiento de la población. Viene mano de obra nueva, es decir, más esclavos. Los dominantes no ven personas, ven hormigas obreras baratas que sigan sosteniendo el sistema. Y si Siria se queda vacía cuando llegue el momento de "intervenir" será más fácil acceder a la materia prima que en ella se resguarda. Todos salen contentos con esta historia, ya veremos si seguimos solidarizándonos cuando nuestros hijos y nietos tengan que luchar por un exiguo salario con todo este excedente poblacional.
 
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Me gustaría mucho que me respondieseis a esta pregunta porque tengo una gran curiosidad por saberlo.

La pregunta es:

Todos estos personajes Illuminati o en manos de los Illuminati que son hoy en día los amos del mundo, sea cual sea el sector donde reinen: las finanzas, Hollywood, el show business, etc......y que están hermanados por prácticas de rendición satánica ¿¿QUÉ PRECIO TENRÁN QUE PAGAR AL FINAL DE SUS VIDAS??......o es que venderse al diablo para obtener poder ilimitado, dinero, etc....les va a salir gratis??

Gracias, es algo que me pregunto cada vez que os leo en estos hilos interesantísimos de los MK-ULTRA, Illuminati, etcc....repito ¿CUÁL ES EL PRECIO QUE ESTAS PERSONAS (porque son personas, ¿no?) TENDRÁN QUE PAGAR POR SU ALIANZA CON LAS FUERZAS DIABÓLICAS??
Es complejo responder a tu pregunta porque a simple vista parecen que más ganan que pierden. Mira, lo que yo pienso que se puede perder o es una desventaja es estar presuntamente involucrados en asuntos sórdidos que han servido de rúbrica para vivir esa vida tan aparentemente cómoda. Siempre pueden estar esos asuntos en la trastienda e incluso sufrir una pérdida de actuar con autonomía ya que en un momento dado la fechoría puede salir a relucir, vamos lo que se llama tenerlos cogidos por los huevos. Además estas cosas las parejas pueden saberlo y muchas veces conocer la verdad es tan insoportable que te hace querer poner tierra por medio del asco que te provoca. A lo mejor esto, el que comparte tu vida sepa lo negativo- al igual que ven a la pareja como un objeto no como persona- también puede explicar por qué no se cuente con parejas sólidas y estables.
 
Gracias por tu respuesta, Ciaborsalino. Entiendo que es asunto complejo, pero en principio lo que explicas parece un precio demasiado barato para en compensación tener toda una vida de éxito y abundancia material.
Gracias por responder.
 
Gracias por tu respuesta, Ciaborsalino. Entiendo que es asunto complejo, pero en principio lo que explicas parece un precio demasiado barato para en compensación tener toda una vida de éxito y abundancia material.
Gracias por responder.
Imagina que lo que se oculta en la trastienda en la mayor de las aberraciones que te puedas imaginar y que tú a tu vez sepas lo mismo sobre el otro.Y no te digo nada si te conviertes en amenaza cuando tienes la intención de querer contarlo para intentar salirte del círculo.La caída en desgracia no hace más que pender de un hilo. Mira cómo han ido acabando los que se salen del guion. Ellos te dan, ellos te quitan.
 
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