"HESPAÑA"

Una mujer se suicida en Madrid cuando iba a ser desahuciada de su casa de alquiler


Fuentes municipales confirman que la comisión judicial se había presentado en su vivienda este lunes para ejecutar el lanzamiento por impago

Cuatro de cada cinco desahucios en Madrid se producen por problemas para pagar el alquiler, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial

Sofía Pérez Mendoza
26/11/2018 - 16:19h
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Número 1 de la calle Ramiro II, en Madrid. / Google Maps

DATOS El 80% de los desahucios en Madrid ya son por impago del alquiler
Una mujer de 65 años se ha suicidado cuando iba a ser desahuciada de la casa en la que vivía de alquiler en el barrio madrileño de Chamberí. Fuentes municipales confirman que la fallecida, que se ha precipitado a la calle desde la vivienda, tenía una orden de lanzamiento judicial y este mismo lunes ha acudido a su casa la comisión del juzgado acompañada por agentes de la Policía Municipal.




Facultativos del Samur se han presentado en el número 1 de la calle Ramiro II y han tratado de reanimar a la mujer, que estaba en parada cardiorespiratoria tras una caída desde un quinto piso. La inquilina llevaba cuatro años en la vivienda y nunca llegó a abrir la puerta a la comisión que iba a ejecutar su desahucio, según confirma la Policía Municipal a Europa Press.

Se trataba de un alquiler "privado", según el Ayuntamiento, que no confirma si el arrendador era un particular o una empresa. Las mismas fuentes municipales aseguran que la Junta de Distrito "no tenía conocimiento del desahucio" y tampoco constancia de que hubiera solicitado una vivienda pública.

Cuatro de cada cinco desahucios en Madrid se producen por problemas para pagar el alquiler. En los seis primeros meses de 2018 más de 2.866 familias tuvieron que dejar la casa donde vivían por orden judicial. 466 al mes. 15 al día, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

El histórico de estas cifras no revela un aumento disparado de estos desahucios en la región, pero sí de la proporción: el porcentaje de lanzamientos en la Comunidad de Madrid por impago de rentas ha crecido en 17 puntos desde 2013 y ya representa el 80% del total. El mayor aumento registrado en España, según las cifras del CGPJ

https://www.eldiario.es/madrid/mujer-suicida-Madrid-desahuciada-alquiler_0_839916645.html
 
Un barco de guerra fabricado en España hace aguas en Australia
El Nacional
Foto: Australian Navy
Barcelona. Jueves, 1 de junio de 2017
1 minuto
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Los barcos de guerra HMAS Adelaide y Canberra, construidos por el Estado español, han costado a los contribuyentes australianos cerca de 3.000 millones de dólares australianos y uno de ellos ni siquiera podrá participar en unas maniobras conjuntas con el ejército norteamericano este mes de junio. Los errores de diseño y los problemas en la propulsión lo han hecho salir del agua, hecho que ha provocado la indignación del colectivo militar australiano.

Según explica el jefe de la Armada de Australia a medios locales, Tim Barrett, "no esperábamos encontrarnos con eso". El militar no ha dudado en mostrar su descontento a un medio australiano: "¿Si estoy disgustado? Sí".

La firma Navantia, constructora pública autora de estos barcos, ya trabaja con la marina australiana y su ministerio de Defensa para solucionar los problemas.

El barco de asalto anfibio tipo LHD está construido y diseñado por España, mientras que el sistema de propulsión es de la alemana Siemens y los sistemas son de la inglesa BAE System. Es por eso que está por ver quién paga el coste de las reparaciones, una suma que Australia tiene muy claro que no se hará cargo: "Las tres compañías están trabajando conjuntamente para saber la causa de los problemas. Podría ser por un problema de diseño".

Barrett ha dicho que confía en que los dos barcos vuelvan a estar en pleno funcionamiento en octubre. Tanto el HMAS Adelaide como el HMAS Canberra, estrenados en diciembre del 2015 y noviembre del 2014, respectivamente, son gemelos del barco la armada española Juan Carlos I.
 
https://www.elmundo.es/cronica/2018/12/02/5c026317fc6c83ee748b456e.html


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Alicia del Moral, 65 años, se tiró desde la quinta planta de su piso cuando la iban a desahuciar.
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La verdad de la mujer que se tiró desde un quinto cuando la iban a desahuciar por no pagar el alquiler

Bella, actriz, modelo... Las palabras de reconocimiento se suceden entre quienes trataron a la vecina de Madrid

Era la segunda casa que tenía que abandonar. Ni su hijo, que sí le pagaba el móvil, estaba al tanto de su situación extrema

Aquí el relato de Alicia del Moral, 65 años, hija de una familia acomodada en una ciudad en que, según tiene dicho la alcaldesa, "no hay desahucios"

«Alicia estaba ya tan acostumbrada a que todo cuanto le sucediera fuera algo extraordinario, que le pareció de lo más soso y estúpido que la vida siguiera por el camino normal». Lewis Carroll.

Alicia era muchas personas antes que una suicida. Era la mujer nacida en Madrid, hija única, de una familia acomodada que lo tuvo todo. Era la amante del baile que deslumbraba por su vitalidad en las pistas. La madre que quiso tanto a su hijo que le ocultó lo que estaba padeciendo. La dama que lucía bolsos de Prada y Louis Vuitton, vestidos preciosos y precisos. La mujer espigada -pasaba de los 173 centímetros con tacones, 45 kilos-, rubia, de nariz respingada y modos de aristócrata. La apasionada por el flamenco y lectora de Le Monde. La entusiasta que contaba a sus vecinas que antaño fue modelo y actriz... Una soñadora perpetua.

Esa era Alicia del Moral (Madrid, 6 de abril de 1953), la que nunca se quiso ir de Chamberí. Ella se consideraba una madrileña castiza. Y lo era. Tanto que luchó por quedarse allí aunque su paupérrima economía ya no se lo permitiese. Aunque la hubieran desahuciado ya una vez.

El lunes 26 de noviembre, a las 11 de la mañana, cuando una comisión judicial, acompañada de la Policía Municipal, le tocó la puerta para expulsarla de su hogar, en el número 1 de la calle Ramiro II, quinta planta, decidió arrojarse por la ventana.

Los titulares se sucedieron: «Y Alicia se tiró por la ventana», «La mujer que se suicidó en Chamberí cuando iba a ser desahuciada no tuvo ayudas porque la sacaron del padrón municipal», «La mujer solitaria que se arrojó al vacío para no tener que ser desahuciada», «Carmena utiliza el su***dio de Chamberí para hacer política municipal», «Pintadas en las sedes de PP y PSOE por el su***dio de una mujer desahuciada»... Así sucesivamente.

Manuela Carmena declarara: «Ojalá los juzgados nos hubieran hecho caso. Nos dirigimos a ellos ya hace mucho tiempo pidiendo a todos los que hacen desahucios que, antes de desahuciar a una persona, avisen... Cuando yo fui decana lo hacíamos, avisábamos de la posibilidad de los recursos sociales que había y voy a hacer todo lo posible para que se haga».

Pero Alicia del Moral pidió socorro a su ayuntamiento y nadie le ofreció un apoyo auténtico. Es más, no hay ningún protocolo efectivo para que, ante un desahucio, se avise al Samur Social. A Alicia, defensora a ultranza de España, le costaba cada vez más hacerlo. Sus razones tenía. Su mundo se derrumbaba. Y cuando se atrevió a pedir amparo, sólo recibió excusas. No volvió más.

Poco ha cambiado, ni en Madrid, ni en Barcelona en los años de la crisis. Ada Colau soltó en un tuit: «Dolor y rabia al saber que Alicia, de 65 años, se ha suicidado en Chamberí cuando iba a ser desahuciada. Llevamos años reclamando que el Congreso reforme la Ley de Arrendamientos Urbanospara que las ciudades podamos limitar los alquileres abusivos: ¡Hay vidas en juego¡ ¡Es urgente!».

Lo cierto es que los dos ayuntamientos más importantes de España no han tomado apenas medidas. Promesas solo, palabras vanas. Como Carmena cuando dijo, en 2015: «Madrid ahora es una ciudad mejor porque no hay desahucios».

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, a raíz de lo sucedido con Alicia, ha anunciado que el Gobierno va a intentar legislar para que no se repitan casos similares: «No queremos nunca más tragedias como ésta». Pero la realidad es aún más cruel que lo que dicen los políticos.

Pablo Iglesias: «En la primera mitad del año más de 2.866 familias fueron desahuciadas». Yerra. Se queda corto. Esa es la cifra sólo de Madrid. Se estima que para cuando termine 2018, unas 25.000 personas habrán sido expulsadas de sus casas, un 20% más que en 2017. De ellas, unas 15.000 por impago del alquiler. Las ciudades más afectadas: Madrid -donde el PP remató a precios ridículos miles de viviendas públicas a fondos buitre, no se salva nadie- y Barcelona, donde no se ha hecho mejor.

Mercedes Revuelta, activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) -la organización que hizo celebre a Colau y que ha roto con ella abiertamente por su inacción- acomoda un letrero frente al lugar donde ocurrió todo. «No son suicidios, son asesinatos», se lee. Mira a la cámara y con estas estadísticas en su mente, con tantas vidas arruinadas, suelta sin titubear: «Las Alicias existen todos los días». Ningún partido sale airoso. Hipocresías, las justas.

Es el relato de cómo Alicia del Moral se ha convertido en símbolo de una desgracia sin paliativos. En este caso no hubo banco malo. No. Sí existió una empresa arrendataria, llamada Apartamentos Galileo. A Alicia le cobraban unos 500 euros al mes, renta de las antiguas para Chamberí, donde los precios se han disparado. Una zona donde Tarek, arrendador particular, ofrece cada habitación -en piso compartido- por 990 euros al mes: reformado, 4 dormitorios y 140 metros cuadrados... Hay otro similar por 800 euros. Esos son los costes actuales. Alicia igual ya no podía más. Igual, no hay cifras para explicar su drama. Desventura que calló, incluso a la persona que más quería.

El hijo
Iñaki llegó al Instituto Anatómico Forense en estado de shock. Lo vieron así los funerarios, como les llaman a los hombres vestidos de negro en las afueras de esta edificación de ladrillos ocre. Reconoció a su madre. Había perdido cierto contacto con ella. Aun así le pagaba el teléfono. No quería que la comunicación se cortara por completo. También, cuando se lo aceptaba, colaboraba con otros gastos. Ella nunca le pidió apoyo pero algo intuía. Iñaki trabaja como informático en una reputada multinacional. Amante de la música, le recuerdan en el barrio como un hombretón que había heredado la sonrisa de Alicia.

Tal era su pesadumbre que tardó en aceptar lo sucedido. El martes a Alicia le hicieron la autopsia. Ningún familiar se presentó a reclamar el cadáver hasta ese día. Iñaki fue el miércoles. Antes de partir cogió la tarjeta de un funerario. «No sabía si podía hacerse cargo de los gastos», nos dice quien charló con él. «Es algo que está pasando mucho, los entierros sociales gratuitos», refiere una asistenta social a Crónica. Los gastos fúnebres alcanzan los 5.000 euros en Madrid. Iñaki se pasaba la mano por el rostro mientras caminaba pausado, haciendo crepitar las hojas. Alicia se quedó en la morgue una noche más.

La huida y la soledad
Jueves 29, 19:15 horas. Malasaña es un fluir de vida. En el camino a la casa de Iñaki, otra heladería de diseño, otra tienda de comics de colección, otro café con muebles nórdicos... La palabra smoothie es la más repetida en los rótulos. Fluyen los idiomas: francés, alemán, portugués... Una señora de pelo entrecano, pequeña y afable, abre la puerta. Habla con voz grave, como de haber llorado hace poco.

«No hables muy alto, que mi madre no lo sabe. Es muy mayor», dice mientras se apoya en el umbral. «Soy la madrina de Iñaki. Él no está. Que sepas que no sabía nada». El piso está en un edificio del XIX, de largos pasillos y balcones a la calle. «Se ha tenido que ir de la ciudad. Está desolado».

Nos relata que Alicia era una mujer de una familia adinerada, que tiene otra rama familiar en Barcelona. Que se divorció de su marido, el padre de Iñaki. Que poco a poco fue menguando su fortuna. Que nunca les pidió auxilio... «Nunca, nunca», repite, como exculpándose. Cierra la puerta antigua. La iluminación va disminuyendo rumbo a la renovada Gran Vía, que al fondo es un destello multicolor.

A 600 metros, está uno de los lugares donde Alicia combatía la soledad. Lo hacía con el baile. La recuerdan en distintas clases que tomaba por un mes y no volvía. En salas como Tropical House iba con sus mejores vestidos, en busca de ese Madrid que se iba desvaneciendo para ella...

Iñaki terminó los trámites para hacerse cargo del cuerpo sin vida de su madre. El viernes ya no estaba en el Anatómico Forense. Hasta en ese lugar de despedidas eternas, dejó huella. Los que realizaron la autopsia se quedaron estupefactos con Alicia del Moral. Por su limpia piel. Por su belleza. Porque en la documentación apareciera que tenía 65 años cuando aparentaba, al menos, 15 menos. Apuntaron, con detalle en su informe, que tenía implantes de silicona. No comprendían cómo una mujer así se había podido su***dar. Así se fue Alicia de Chamberí, la de los sombreros de otros tiempos, la de las sonrisas y las flores.
 
https://www.elmundo.es/cronica/2018/12/02/5c026317fc6c83ee748b456e.html


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Alicia del Moral, 65 años, se tiró desde la quinta planta de su piso cuando la iban a desahuciar.
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La verdad de la mujer que se tiró desde un quinto cuando la iban a desahuciar por no pagar el alquiler

Bella, actriz, modelo... Las palabras de reconocimiento se suceden entre quienes trataron a la vecina de Madrid

Era la segunda casa que tenía que abandonar. Ni su hijo, que sí le pagaba el móvil, estaba al tanto de su situación extrema

Aquí el relato de Alicia del Moral, 65 años, hija de una familia acomodada en una ciudad en que, según tiene dicho la alcaldesa, "no hay desahucios"

«Alicia estaba ya tan acostumbrada a que todo cuanto le sucediera fuera algo extraordinario, que le pareció de lo más soso y estúpido que la vida siguiera por el camino normal». Lewis Carroll.

Alicia era muchas personas antes que una suicida. Era la mujer nacida en Madrid, hija única, de una familia acomodada que lo tuvo todo. Era la amante del baile que deslumbraba por su vitalidad en las pistas. La madre que quiso tanto a su hijo que le ocultó lo que estaba padeciendo. La dama que lucía bolsos de Prada y Louis Vuitton, vestidos preciosos y precisos. La mujer espigada -pasaba de los 173 centímetros con tacones, 45 kilos-, rubia, de nariz respingada y modos de aristócrata. La apasionada por el flamenco y lectora de Le Monde. La entusiasta que contaba a sus vecinas que antaño fue modelo y actriz... Una soñadora perpetua.

Esa era Alicia del Moral (Madrid, 6 de abril de 1953), la que nunca se quiso ir de Chamberí. Ella se consideraba una madrileña castiza. Y lo era. Tanto que luchó por quedarse allí aunque su paupérrima economía ya no se lo permitiese. Aunque la hubieran desahuciado ya una vez.

El lunes 26 de noviembre, a las 11 de la mañana, cuando una comisión judicial, acompañada de la Policía Municipal, le tocó la puerta para expulsarla de su hogar, en el número 1 de la calle Ramiro II, quinta planta, decidió arrojarse por la ventana.

Los titulares se sucedieron: «Y Alicia se tiró por la ventana», «La mujer que se suicidó en Chamberí cuando iba a ser desahuciada no tuvo ayudas porque la sacaron del padrón municipal», «La mujer solitaria que se arrojó al vacío para no tener que ser desahuciada», «Carmena utiliza el su***dio de Chamberí para hacer política municipal», «Pintadas en las sedes de PP y PSOE por el su***dio de una mujer desahuciada»... Así sucesivamente.

Manuela Carmena declarara: «Ojalá los juzgados nos hubieran hecho caso. Nos dirigimos a ellos ya hace mucho tiempo pidiendo a todos los que hacen desahucios que, antes de desahuciar a una persona, avisen... Cuando yo fui decana lo hacíamos, avisábamos de la posibilidad de los recursos sociales que había y voy a hacer todo lo posible para que se haga».

Pero Alicia del Moral pidió socorro a su ayuntamiento y nadie le ofreció un apoyo auténtico. Es más, no hay ningún protocolo efectivo para que, ante un desahucio, se avise al Samur Social. A Alicia, defensora a ultranza de España, le costaba cada vez más hacerlo. Sus razones tenía. Su mundo se derrumbaba. Y cuando se atrevió a pedir amparo, sólo recibió excusas. No volvió más.

Poco ha cambiado, ni en Madrid, ni en Barcelona en los años de la crisis. Ada Colau soltó en un tuit: «Dolor y rabia al saber que Alicia, de 65 años, se ha suicidado en Chamberí cuando iba a ser desahuciada. Llevamos años reclamando que el Congreso reforme la Ley de Arrendamientos Urbanospara que las ciudades podamos limitar los alquileres abusivos: ¡Hay vidas en juego¡ ¡Es urgente!».

Lo cierto es que los dos ayuntamientos más importantes de España no han tomado apenas medidas. Promesas solo, palabras vanas. Como Carmena cuando dijo, en 2015: «Madrid ahora es una ciudad mejor porque no hay desahucios».

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, a raíz de lo sucedido con Alicia, ha anunciado que el Gobierno va a intentar legislar para que no se repitan casos similares: «No queremos nunca más tragedias como ésta». Pero la realidad es aún más cruel que lo que dicen los políticos.

Pablo Iglesias: «En la primera mitad del año más de 2.866 familias fueron desahuciadas». Yerra. Se queda corto. Esa es la cifra sólo de Madrid. Se estima que para cuando termine 2018, unas 25.000 personas habrán sido expulsadas de sus casas, un 20% más que en 2017. De ellas, unas 15.000 por impago del alquiler. Las ciudades más afectadas: Madrid -donde el PP remató a precios ridículos miles de viviendas públicas a fondos buitre, no se salva nadie- y Barcelona, donde no se ha hecho mejor.

Mercedes Revuelta, activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) -la organización que hizo celebre a Colau y que ha roto con ella abiertamente por su inacción- acomoda un letrero frente al lugar donde ocurrió todo. «No son suicidios, son asesinatos», se lee. Mira a la cámara y con estas estadísticas en su mente, con tantas vidas arruinadas, suelta sin titubear: «Las Alicias existen todos los días». Ningún partido sale airoso. Hipocresías, las justas.

Es el relato de cómo Alicia del Moral se ha convertido en símbolo de una desgracia sin paliativos. En este caso no hubo banco malo. No. Sí existió una empresa arrendataria, llamada Apartamentos Galileo. A Alicia le cobraban unos 500 euros al mes, renta de las antiguas para Chamberí, donde los precios se han disparado. Una zona donde Tarek, arrendador particular, ofrece cada habitación -en piso compartido- por 990 euros al mes: reformado, 4 dormitorios y 140 metros cuadrados... Hay otro similar por 800 euros. Esos son los costes actuales. Alicia igual ya no podía más. Igual, no hay cifras para explicar su drama. Desventura que calló, incluso a la persona que más quería.

El hijo
Iñaki llegó al Instituto Anatómico Forense en estado de shock. Lo vieron así los funerarios, como les llaman a los hombres vestidos de negro en las afueras de esta edificación de ladrillos ocre. Reconoció a su madre. Había perdido cierto contacto con ella. Aun así le pagaba el teléfono. No quería que la comunicación se cortara por completo. También, cuando se lo aceptaba, colaboraba con otros gastos. Ella nunca le pidió apoyo pero algo intuía. Iñaki trabaja como informático en una reputada multinacional. Amante de la música, le recuerdan en el barrio como un hombretón que había heredado la sonrisa de Alicia.

Tal era su pesadumbre que tardó en aceptar lo sucedido. El martes a Alicia le hicieron la autopsia. Ningún familiar se presentó a reclamar el cadáver hasta ese día. Iñaki fue el miércoles. Antes de partir cogió la tarjeta de un funerario. «No sabía si podía hacerse cargo de los gastos», nos dice quien charló con él. «Es algo que está pasando mucho, los entierros sociales gratuitos», refiere una asistenta social a Crónica. Los gastos fúnebres alcanzan los 5.000 euros en Madrid. Iñaki se pasaba la mano por el rostro mientras caminaba pausado, haciendo crepitar las hojas. Alicia se quedó en la morgue una noche más.

La huida y la soledad
Jueves 29, 19:15 horas. Malasaña es un fluir de vida. En el camino a la casa de Iñaki, otra heladería de diseño, otra tienda de comics de colección, otro café con muebles nórdicos... La palabra smoothie es la más repetida en los rótulos. Fluyen los idiomas: francés, alemán, portugués... Una señora de pelo entrecano, pequeña y afable, abre la puerta. Habla con voz grave, como de haber llorado hace poco.

«No hables muy alto, que mi madre no lo sabe. Es muy mayor», dice mientras se apoya en el umbral. «Soy la madrina de Iñaki. Él no está. Que sepas que no sabía nada». El piso está en un edificio del XIX, de largos pasillos y balcones a la calle. «Se ha tenido que ir de la ciudad. Está desolado».

Nos relata que Alicia era una mujer de una familia adinerada, que tiene otra rama familiar en Barcelona. Que se divorció de su marido, el padre de Iñaki. Que poco a poco fue menguando su fortuna. Que nunca les pidió auxilio... «Nunca, nunca», repite, como exculpándose. Cierra la puerta antigua. La iluminación va disminuyendo rumbo a la renovada Gran Vía, que al fondo es un destello multicolor.

A 600 metros, está uno de los lugares donde Alicia combatía la soledad. Lo hacía con el baile. La recuerdan en distintas clases que tomaba por un mes y no volvía. En salas como Tropical House iba con sus mejores vestidos, en busca de ese Madrid que se iba desvaneciendo para ella...

Iñaki terminó los trámites para hacerse cargo del cuerpo sin vida de su madre. El viernes ya no estaba en el Anatómico Forense. Hasta en ese lugar de despedidas eternas, dejó huella. Los que realizaron la autopsia se quedaron estupefactos con Alicia del Moral. Por su limpia piel. Por su belleza. Porque en la documentación apareciera que tenía 65 años cuando aparentaba, al menos, 15 menos. Apuntaron, con detalle en su informe, que tenía implantes de silicona. No comprendían cómo una mujer así se había podido su***dar. Así se fue Alicia de Chamberí, la de los sombreros de otros tiempos, la de las sonrisas y las flores.

¿No iba a parar Carmena los desahucios? Pues ya van casi 25.000 desde que está de alcaldesa.
 
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